«El apriorismo de Kant es la piedra angular de su filosofía idealista. Según él, la fuerza del apriorismo, su supuesta facultad de introducir la universalidad y la necesidad en el caos del mundo de los fenómenos, descansa sobre su pleno apartamiento, «despojándose» de la experiencia concreta. Para demostrar la posibilidad del apriorismo, Kant fundamenta la existencia de los llamados juicios sintéticos apriorísticos. Son juicios que amplían y enriquecen nuestro conocimiento; nos son suministrados, a juicio de Kant; no por la experiencia, sino independientemente de ella, como principios apriorísticos. Kant veía en la matemática «pura» el modelo de este apriorismo pretendidamente libre de toda experiencia sensible. Pero este concepto de la matemática fué el mayor error de Kant, puesto que la matemática, como las demás ciencias, nació de la práctica del hombre:
«Las nociones de número y figura, fueron tomadas precisamente del mundo real. (...) Antes de llegar a la idea de deducir la forma de un cilindro por la rotación de Un rectángulo en torno de uno de sus lados, hubo necesidad de investigar no pocos rectángulos y cilindros reales» (Friedrich Engels; Anti-Dühring, 1878)
Otro tanto se puede decir en cuanto a las ciencias naturales teóricas y a todos los dominios de la ciencia. Ironizando sobre las ciencias naturales «puras», Marx señaló que las ciencias, naturales:
«Consiguen su objetivo, igual que sus materiales, sólo gracias al comercio y a la industria, gracias a la actividad material de los hombres». (Karl Marx y Friedrich Engels; La Ideología Alemana, 1846)
(...) A fines del siglo xix había entre los neokantianós dos escuelas principales: la marbugiana y la friburgiana. Los representantes de la primera –Kohen, Natorp, Kassirer– dedicaron su principal atención a la interpretación –mejor dicho a la falsificación– idealista de las ciencias naturales –la matemática, la mecánica, la física, la biología–. A esta escuela perteneció la mayoría de los oportunistas de la Segunda Internacional –Bernstein, Fórlander y otros–, entre los cuales el neo- kantismo fué considerado durante mucho tiempo como su filosofía casi oficial. Los revisionistas sustituyeron el materialismo dialéctico por el neokantismo. Los representantes de la segunda escuela, la friburgiana –Vindelband, Rickeft–, se especializaron en los problemas de la historia. Trataban de crear una valla infranqueable entre las ciencias naturales y las sociales y, mediante la falsificación idealista de estas últimas, «demostrar» que en el campo de la historia no existen leyes objetivas algunas que la rijan.
Los neokantianos de la escuela marburgiana se «esforzaron» en fundamentar filosóficamente el idealismo físico desnaturalizando los progresos más recientes de ciencias como la física matemática. Trataban de presentar la cosa como si las ciencias naturales redujeran cada vez más la materia –los átomos, el éter, la energía material– a un solo nivel matemático. Desfiguraban la propia naturaleza de la matemática negando que esta última refleja también las leyes y las relaciones del mundo material. Los neokantianos reducen todas las formas cualitativas, múltiples y variadas, del mundo real a una cantidad abstracta, a una relación matemática. Niegan que las sensaciones sean la fuente del conocimiento: los marburgianos creen que todo conocimiento verdaderamente científico extrae su contenido sola , y exclusivamente del «pensar puro», supuestamente independiente de la experiencia.
(...) Los neokantianos de la escuela friburgiana adoptan una posición no menos reaccionaria; sostienen la lucha contra el materialismo valiéndose de los viejos sofismas idealistas de que «no hay objeto sin sujeto» y de la doctrina mística del reino de los valores ideales, o «normas» –el bien, la justicia, lo bello, la verdad, etc.– según las cuales el hombre crea los objetos del material que suministran las representaciones sensibles e introduce en el mundo el orden, las leyes, etc. Si los marburgianos establecían una separación de principió entre las ciencias naturales que reducían a la matemática y las ciencias sociales en las que según ellos impera la ética idealista de Kant, esta separación se ahonda aún más en los friburgianos. Rickert afirma que las ciencias naturales se interesan sólo por lo general y aspiran «a alejar los elementos históricos de sus conceptos», o sea que las ciencias naturales son antihistóricas –esto, claro está, no es justo en el fondo– y en cambio la historia se interesa sólo por lo individual, por lo que históricamente no se repite ni puede establecer leyes generales –tampoco esto es cierto–». (Profesor A. V. Shcheglov y un grupo de catedráticos de la Academia de Ciencias de la URSS; Historia general de la filosofía; de Sócrates a Scheler, 1942)
Anotaciones de Bitácora (M-L):
«NEOKANTISMO. — El neokantismo es una de las corrientes filosóficas más importantes de la segunda mitad del siglo XIX que reproducía y elevaba a la categoría de sistema lodo lo peor, lo reaccionario, lo muerto y lo idealista-subjetivo que había en la filosofía de Kant. El neokantismo surgió como una reacción contra el materialismo científico-naturalista de Buchner, Moleschot y otros, que se había divulgado después de la Revolución de 1848; más tarde, el filo de la crítica del neokantismo fue dirigido contra el marxismo. El neokantismo se divulgó en Alemania, Italia y Rusia. Su florecimiento corresponde a las décadas del 80 y 90. Después de la guerra imperialista mundial de 1914-1918, cedió su lugar a una corriente más reaccionaria aún; el neohegealismo. Los primeros lanceros del neokantismo en la década del 50 al 60, fueron el físico Helmholtz y los filósofos Liebman, Ziegler y Lange, que trataron de conciliar la ciencia con los aspectos idealistas de la doctrina kantiana. Así, Helmholtz destacaba en la doctrina de Kant la incognoscibilldad de las «cosas en sí»; Lange afirmaba que el materialismo, como principio y concepción del mundo, es estéril; sólo sirve como método de Investigación; Llebman veía en las «cosas en sí» restos de metafísica, una «gota de sangre extraña». Fue así como los neokantianos no sólo predicaron «un retorno a Kant», sino que criticaron a este filósofo por sus concesiones al materialismo. La revisión idealista de la doctrina de Kant alcanzó su culminación en las dos principales escuelas del neokantismo: la de Marburgo –Cohen, Natorp, Cassirer– y la de Freiburgo –Windelbond, Ricltert–. El neokantismo llegó rápidamente a ser la filosofía casi oficial de la Segunda Internacional. Bernstein, Kaútsky, M. Adler, Vorlaender y otros trataron de conciliar el neokantismo con el marxismo». (Mark Rosental y Pavel Yudin; Diccionario filosófico marxista, 1946)
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