martes, 20 de noviembre de 2018

Los defectos clásicos de una organización de tipo maoísta

Sartre repartiendo el periódico maoísta «La causa del pueblo»

«Esta actitud resulta del oscurantismo de nuestro pequeño burgués, de su negativa de toda teoría en general: procurando enmascarar su pasión por la ignorancia por la pasión de la organización, hace de ésta la primera condición de la unidad ideológica, la fuente de toda teoría. Ve en la organización no la fuerza que permite a la teoría revolucionaria materializarse y adquirir su potencial efectivo, sino el instrumento que llena el vacío teórico, consuela la ausencia de estrategia y hace olvidar la ligereza de algunas de las tácticas. Es la organización-muleta, que les permite a nuestros lisiados sin piernas avanzar. Es por eso que, a los ojos de nuestros maoístas, la organización tiene algo misterioso y es valorado como algo milagroso. Así como el crisol donde el alquimista transforma el vil plomo en oro brillante, cambiando por sus mismas virtudes, a nuestro ignorante pequeño burgués en un dirigente revolucionario. Diez no marxistas aislados, juntos forman una organización marxista, tal es el invariable precepto de base del movimiento maoísta. (...) 

Está claro que el partido leninista se construye primero por arriba, es decir primero se aborda el nivel ideológico y teórico antes de edificarse organizacionalmente. El núcleo dirigente se constituye antes que la organización del partido propiamente, lo que no significa que el partido se forme espontáneamente y separado de toda forma de organización, de colaboración, etc., ni que [esta dirección] sea inamovible. Sobre el primer punto los maoístas invierten la cronología y el proceso de edificación teórica. La cronología según ellos es: que hay que organizar primero, y luego definir una teoría, una línea, un programa. Del terreno de la organización, van a brotar, como setas después de la lluvia, los futuros dirigentes que serán aptos, que realizarán el famoso programa que todos sienten hoy, pero que hará que todos se sientan inútiles durante toda la eternidad. Como el ignorante y oscurantista pequeño burgués transforma sus propias taras en absolutas, el maoísta decreta que lo que no puede hacer es imposible en general, que al menos sobre esto no puede tener una mala conciencia y transforma su incapacidad subjetiva en un obstáculo objetivo: la ausencia o debilidad de la organización. Los maoístas también invierten el proceso de construcción teórica, porque según ellos, la teoría se desarrolla desde abajo utilizando la «línea de masas» en la aplicación de la cual va a emerger la línea política. La «práctica», es la aplicación de la «línea de masas», segrega la línea general. Se realiza una primera «experiencia», que, si es satisfactoria, entonces será aplicado por todos, de lo contrario servirá como «lección negativa». ¡Cualquier otro diseño diferente es sólo sueño ambicioso de intelectuales arribistas según nuestros maoístas! De igual modo está claro que el partido leninista está organizado desde abajo, desde la base hacia arriba de acuerdo con el principio de elección y, entre otras cosas, de la autonomía de las organizaciones locales que pretenden, a nivel local, aplicar la línea del partido en toda el conjunto de la sociedad y en todos dominios de la vida. Pero aquí una vez más los maoístas invierten el proceso, sus organizaciones se construyen de hecho por arriba: no de acuerdo al principio de elección desde abajo, sino que bajo pretextos diversos, hay una intervención constante del centro en las organizaciones inferiores en violación de toda democracia, etc. De ahí esta mezcla de ultracentralismo y de ultrademocracia, de burocratismo y anarquismo, que nuestros maoístas llaman «centralismo democrático». Esta mezcla confusa y esta reversión del proceso de construcción del partido, tanto organizativamente como ideológicamente, se revelan cuando uno critica el supuesto centralismo democrático de sus organizaciones. Siempre precoz a mostrar su ignorancia política y teórica cuando él  se ve arrinconado revelando el sello de su pertenencia de clase, el maoísta nunca va a admitir que su organización no se basa en el centralismo democrático. Para él, cualquier crítica en este punto es el signo de un desacuerdo oculto sobre la línea política, porque no puede entender que los problemas de organización contienen su parte específica de filosofía y de política. Al afirmar que «todo es político» cree justificar la confusión extrema en su cabeza, sobre todo en estas cuestiones de organización. ¡La obra de Lenin «Un paso adelante, dos pasos atrás» parece que sigue siendo ilegible para estos hombres!

El ultracentralismo es invocado en nombre de la clandestinidad. Si bien el movimiento marxista-leninista nació y se desarrolló en un periodo de cierta paz político-social, siempre [el maoísmo] ha recurrido al pretexto de la necesidad de mantenerlo todo en el más absoluto secreto. Siendo en efecto esta la vía privilegiada para edificar una organización sin teoría revolucionaria. Así, el aislamiento es la regla general de nuestras organizaciones autodenominadas marxistas-leninistas, lo que permite a algunos dirigentes maniobrar con toda libertad, tener respuesta a todo, para justificar su irresponsabilidad, su ignorancia, sus errores, sus mentiras y sus innumerables chanchullos. Lenin ya observaba lamentándose, que la clandestinidad hacía «tanto más difícil, casi imposible, separar a los activistas de los charlatanes». Todo el mundo entiende que lo que necesario bajo el zarismo es superfluo en la Francia de hoy en día. También hubieron de crear la necesidad de la fascistización como excusa que algunos todavía no vacilan en vender de nuevo. 

Quienquiera que haya estado aunque sea un breve periodo de tiempo en estas organizaciones pudo encontrarse a este tipo de charlatanes irresponsables que, gracias al secreto, se hacen pasar por un militante revolucionario. El secreto le permite a esta gente helar completamente toda discusión, todo estudio, toda educación. El charlatán declara en general que es perfectamente incompetente para tratar el problema que se le pone sobre la mesa. El organismo competente está siempre en otro lugar, inaccesible, escondido en virtud del secreto. 

El charlatán secretamente es investido de un mandato secreto, que se descubre poco a poco negativamente cuando desgrana su rosario de «no estoy autorizado ni para esto, ni para aquello otro». Se declara perfectamente irresponsable. En efecto: ¿delante de quién puede pues rendir cuentas? Ni delante de la base que no tiene ningún medio de controlar una actividad por definición secreta, ni delante de la cúpula que en virtud de la clandestinidad existe en secreto. Esta es la razón por la que las organizaciones marxista-leninistas están recortadas en wilayas, donde cada dirigente tiene su dominio, su aparato, sus militantes, su imprenta, su boletín o su periódico, su región, su librería, su comisión de esto o de esta otra cosa, aluden que todos lo que se hizo en estas áreas fue «en nombre de la organización», «en nombre del centro». 

La ultrademocracia, es el aspecto complementario, se traduce por un tipo de regreso a la «democracia primitiva» que actuaba con rigor a principios del movimiento obrero y que es inducida por la pequeña burguesía en general hoy en día. Esta corriente floreció en su fracción socializante notablemente gracias a la «Revolución Cultural» de China: culto de lo «vivido» opuesto a lo «pensado», etc. Toda especialización es desterrada, cada uno debe hacer todo. Esta negativa de toda división de trabajo, de toda profesionalización del trabajo revolucionario, presentada como exigencia de democracia, es destinada de hecho a servir el ultracentralismo, a impedir que cualquiera se empape del marxismo. Así, el rechazo de la teoría conduce a los maoístas afirman que la línea política es secretada por los mecanismos de la organización. Este culto de la organización ha sido históricamente justificado, como ya hemos señalado, al afirmar la demarcación ideológica contra el revisionismo ya había terminado; sólo faltaba para crear la «demarcación concreta», y que con esta organización por sí sola ya es suficiente». (L’emancipationLa demarcación entre marxismo-leninismo y oportunismo, 1979)

Anotación de Bitácora (M-L):

Nótese que el modelo organizativo de la mayoría de los maoístas coincide en varios de sus rasgos con el del trotskismo, el luxemburgismo y el bakuninismo.

1 comentario:

  1. El maoismo tambien parte de inspiracion en las tesis semianarquistas del inconsecuente Bujarin.

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«¡Pedimos que se evite el insulto y el subjetivismo!»