«Hay que decir una cosa importante al respecto: en el ideario democrático-burgués se ha propagado la noción de que no se puede criticar ningún cuerpo del Estado: ni la policía, ni el ejército, guardia civil, legión, etc., incluso que hacerlo es muestra de un espíritu poco democrático. Presentados como los garantes de la libertad de forma eterna, como aquellos que ejercen de forma indiscutible su desempeño, se exige al ciudadano por tanto, que rinda pleitesía a dichos cuerpos, en un ejercicio de idealización y culto ciego a las instituciones y organismos, creyendo en esto so pena de ser multado o algo peor si se emite una fuerte crítica. Esta idea es francamente ridícula, y es desmontable incluso desde un punto de vista no marxista y minimamente progresista, cualquier autodenominado «demócrata» comprende que esto no tiene lógica. ¿No es posible que los cuerpos e instituciones tengan fallos, queden desfasados? ¿Cómo entonces un demócrata va a pretender cortar toda crítica seria que implique poner en tela de juicio su desempeño en tal o cual actuación a un organismo como el Congreso o la Audiencia Nacional, a una carta magna como la Constitución Española de 1978 o a unos cuerpos como la policía o los jueces? Si como bien ha demostrado el marxismo la sociedad capitalista tiene fallos importantes y le es imposible escapar de ellos, ¿por qué las clases dirigentes si tan «democráticas» son, pretenden blindar ideológicamente y judicialmente a estas instituciones coartando a sus ciudadanos la libertad de crítica cuando algo funciona o puede funcionar mal? Porque estos cuerpos y organismos claramente defienden sus intereses económicos y políticos. Esa es la razón de que intente crear una cultura favorable a ellos basada en estas ideas. Se intenta eso pese a los escándalos que todos los días suceden dentro del sistema, tramas que no solo denuncian los progresistas, sino hasta los medios reaccionarios –no porque deseen defender la imagen del «sistema democrático plural», sino más bien porque se ven obligados ante el clamor popular que levantan esas tramas y por el oportunismo burgués existente que tiene como fin aupar a una u otra facción burguesa en los puestos a dichos organismos de poder del sistema–.
Menos aún vamos a fijarnos en esos detalles como el tono de la crítica cuando diariamente vemos como la burguesía glorifica a través de todos sus medios de comunicación a las figuras del régimen que han cometido verdaderas fechorías contra y a costa del pueblo: véase la unanimidad en ensalzar en el día de su fallecimiento a un franquista y criminal como Fraga, fundador del PP y corresponsable de la masacre de Vitoria de 1976, o al renegado de Carrillo, que llevó al PCE a la domesticación bajo la llamada «reconciliación nacional» mientras en la posguerra calumnió y mandó liquidar dentro del partido a quienes se oponían a tal política traidora. Estas figuras son consagradas como «padres de la transcisión», o tradcudido: como actores fundamentales del postfranquismo para que el sistema capitalista pudiera mantenerse intacto pese al cambio político hacia una democracia burguesa, esto es: sin traumas para los poseedores de medios de producción.
Llevar a alguien a declarar por criticar a la monarquía es efectivamente un signo de la decadencia del sistema político burgués, como lo es las condenas por «injuriar» a un santo o aceptar a trámite querellas por «injuriar» monumentos cristiano-fascistas como el Valle de los Caídos. Cuando los liberales se llenan la boca sobre los avances que presuntamente la humanidad ha conquistado gracias a la democracia burguesa les cuesta ver y defender este tipo de casos, pues cualquiera sin nociones políticas entiende que es una vergüenza absoluta que en nuestra época se pueda multar o condenar a un solo día de prisión a alguien en España, Países Bajos, Suecia, Dinamarca, Gran Bretaña, como en otras monarquías parlamentarias, por denunciar a la monarquía y su estatus de parasitario que vive a costa del pueblo, más cuando en el caso hispano se señalan sus corruptelas y los delitos manifiestos de toda su familia que han salido a la luz incluso en los propios medios de comunicación burgueses, incluso en los periódicos afines históricamente a la monarquía como ABC. Cuando músicos, y artistas de todo tipo, periodistas, estudiantes, campesinos, obreros y cualquiera más allá de su carácter social e ideológico, denuncia objetivamente el carácter reaccionario de la monarquía y sus desmanes, el modo, así como las formas pasan a un segundo plano; la crítica pese a que pueda estar cargada de verborrea radical no es moralmente repudiable como desde los medios de (in)comunicación nos intentan hacer creer para distraernos del contenido de la crítica. Tanto los revisionistas cuando son criticados como los neoliberales, se fijan en demasía en las formas, en los términos y en general en los modales, lo cual, es cierto que tiene importancia a la hora de argumentar, pero ellos en realidad resaltan esto para ocultar su miedo a enfrentar el contenido de la crítica». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos políticos oportunistas del PCE (r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 2017)
A la población se le permite perfectamente criticar a los cuerpos represivos del estado, es cotidiano y general en todo el país. Cosa diferente es el tono y la formación política tras dichas críticas.
ResponderEliminarComo tantas veces se ha comentado en éste blog, España no es un estado fascista, es democrático y burgués.
Buen blog.