miércoles, 15 de noviembre de 2017

El apoyo a los nacionalismos pequeño burgueses en la cuestión nacional; Equipo de Bitácora (M-L), 2017

«Si acaso el lector extranjero necesita informarse y ponerse en contexto sobre la cuestión nacional en España, recomendamos que estudie nuestro principal trabajo sobre dicho tema. Allí se explica extensamente el origen y desarrollo del nacionalismo vasco, catalán, gallego y castellano. En nuestra introducción ya advertimos:

«Ni que decir que la mayoría de organizaciones revisionistas –caminen estas hacia posiciones más reformistas o más anarquistas– adoptan como en casi todos los temas, una postura ridículamente seguidista de lo que dicen o decían sus ídolos de barro. Ninguna tiene una teoría sólida ni una explicación sistemática de un problema tan hondo como el que aquí se presenta, por lo que caen fácilmente en contradicciones, que pronto se hacen indisolubles. Como en muchos temas, se manejan torpemente a través del sentimentalismo y el subjetivismo más atroz. En concreto, tienden a reproducir las propuestas y soluciones de los nacionalismos de su zona, o se basan en autores y teorías revisionistas ya refutadas por la historia. (...) Consideramos que el combate sin piedad hacia ambos nacionalismos es necesario ya que se complementan mutuamente para desviar a la clase obrera de su camino. Durante el documento se refuta las mentiras de las dos bancadas mientras se explica como alternativa la postura proletaria que se debe adoptar en estos temas desde una óptica marxista». Equipo de Bitácora (M-L); Epítome histórico sobre la cuestión nacional en España y sus consecuencias en el movimiento obrero, 2020)

Las históricas alianzas entre los grupos semianarquistas y el nacionalismo

En este caso, el revisionismo español de corte anarcoide, jamás ha dedicado un solo minuto a analizar la fisonomía de los nacionalismos periféricos, no lo hizo con ETA anteriormente, y hoy no pretende hacerlo con grupos como la Candidatura de Unidad Popular (CUP). La mayoría de organizaciones revisionistas, no han podido dedicar un solo artículo en sus medios para desmontar todo esto, eso sí, mientras tanto, varios de sus representantes llaman a votar por ella como hizo el Partido Comunista de España (reconstituido). ¡Magnífico trabajo de concienciación realizáis señores charlatanes!

Este no es la primera cuestión donde el PCE (r) patina a la hora de analizar a una organización nacionalista. Antiguamente, ETA cumplía el rasgo de ser una banda terrorista de visión nacionalista pequeño burguesa. El Partido Comunista de España (marxista-leninista) hasta su degeneración a finales de los 80, señalaba estos defectos y otros. En cambio, aquí el PCE (r) también mantuvo una postura basada en el seguidismo total, incluso llegando a pedir el voto por sus organizaciones legales:

«A raíz de la detención de la Mesa Nacional de Herri Batasuna, surgió entre nosotros la propuesta de apoyar en las próximas elecciones a dicha coalición a fin de mostrar la solidaridad activa de la clase obrera respecto al MLNV y poder contrarrestar al mismo tiempo, en la medida de nuestras posibilidades, la nueva ofensiva terrorista emprendida por el Estado español contra el pueblo vasco. Pues bien, de todos es conocida cuál es la posición del PCE (r) respecto a las elecciones organizadas por el régimen, nuestra táctica boicoteísta, encaminada a aislarlo todavía más; ahora bien, en unas circunstancias como las que acabo de describir, el voto favorable a H. B. contribuiría a ese aislamiento y a una mayor confluencia de las fuerzas populares. (...) Ateniéndonos, además, al hecho de que el MLNV no suele hacer una utilización oportunista de su participación en las instituciones, nosotros deberíamos apoyarles, y hacerlo, además, de manera consecuente, sin poner por nuestra parte ninguna condición». (Informe Político presentado por el camarada M.P.M. (Arenas) al Pleno del Comité Central, junio de 1997, publicado en Resistencia núm. 36, junio de 1997)

¡Por supuesto Herri Batasuna no utilizaba las elecciones con propósitos oportunistas, claro que no! Un grupo infecto de ideas tercermundistas, nacionalistas, chovinistas, y socialdemócratas solo intentaba concertar mezquinas alianzas con la derecha nacionalista y católica del Partido Nacionalista Vasco (PNV) el cual había demostrado ser un traidor a los intereses del proletariado vasco desde hacía décadas:

«El que Herri Batasuna esté promoviendo una alianza o algo semejante con el PNV y otras fuerzas políticas de la gran burguesía vasca, no ha de llevarnos a regatearle ningún apoyo». (Informe Político presentado por el camarada M.P.M. (Arenas) al Pleno del Comité Central, junio de 1997, publicado en Resistencia núm. 36, junio de 1997)

La postura del PCE (r) sobre ETA no es sino el resultado de su incapacidad de aunar fuerzas y apoyos en Euskadi, por lo cual creyeron que no podían hacer otra cosa que actuar como comparsa para ganar simpatías. Por supuesto para el PCE (r) hubiera sido una labor muy tenaz y angustiosa realizar su propio análisis respecto a ETA y tomar una postura marxista al respecto, pero comprendedles, ellos son más de seguidismo a ultranza, por eso no son marxista-leninistas sino sujetos que creen ser marxista-leninistas; y en efecto, son otra cosa: maoístas para ser exactos. Los desarrollos de ETA y su partido afín Herri Batasuna son bien conocidos, yendo a la deriva en programas irreales y sin una conexión real con las masas, finalmente los restos de estas organizaciones derrotadas se han ido integrando en partidos como Bildu y Sortu, de aún mayor calado reformista y oportunista que las de entonces, y que andan lejos de haber logrado la hegemonía en Euskadi pese al mayor número de concesiones.

¿No es esta la misma situación que se ve hoy repetida en Cataluña donde el PCE (r) y sus apologistas apoyan públicamente a la Candidatura d'Unitat Popular (CUP) y al proceso en que resulta de aliado con los restos de Convergència i Unió (CiU), partido corrupto de la burguesía catalana nacionalista conocido por sus medidas antipopulares y por traficar con los intereses nacionales? Claro que es lo mismo. Repiten el mismo error que cometieron en los 80 con Herri Batasuna.

Actualmente el nacionalismo catalán busca el derecho de autodeterminación pero a diferencia del de antaño se define mayoritariamente como independentista a ultranza. ¿Beneficia realmente a los trabajadores catalanes y españoles? Lo cierto es que ni a unos ni a otros por varias razones que explicaremos. 

Los marxista-leninistas respetamos el derecho a decidir de las naciones, que implica la secesión, pero no transigimos con el discurso nacionalista y burgués de la nación oprimida ni mucho menos con el de la nación opresora. Por tanto, defendemos que los catalanes tienen derecho a pronunciarse sobre su destino, y si así lo deciden, independizarse incluso bajo mandato burgués –algo que como dice Lenin sucede pacíficamente como excepción y no como regla–, pero los marxista-leninistas defendemos que lo que beneficia a catalanes y españoles, es una unión libre y voluntaria, así como un ulterior desarrollo de cada nación sin menoscabar sus derechos, pero por supuesto, no creemos que eso sea posible bajo el capitalismo y sus contradicciones. Quizás deberíamos preguntarnos otras cuestiones para entender esta cuestión tan delicada para algunos.

¿Qué fuerzas actuales lideran el proceso independentista catalán? 

Dentro del catalanismo independentista, su principal fuerza es la antigua Convergència i Unió (CIU) una fuerza que se fundó siendo soberanista pero no independentista, dirigida desde la «Transición» por el nacionalista liberal Jordi Pujol, quién jugó un papel determinante en el mantenimiento de la estabilidad de la joven democracia burguesa española posfranquista. Sería solamente ya en los recientes sucesos y bajo el liderazgo del también famoso corrupto Artur Mas que CIU empezaría a hablar de independencia. El cambio repentino de CIU de apoyar un regionalismo a un independentismo corresponde al oportunismo puro y duro, un as en la manga para desviar las atenciones de las gestiones gubernamentales de CIU y la burguesía catalana. Los casos de corrupción son incontables: Banca Catalana, Caso ITV, Caso Palau, Caso 3%, Operación Clotilde, etc. Tras los fiascos electorales y estos sonados casos de corrupción recientes de Pujol-Mas el partido se refundó en 2016 bajo la denominación Partido Demócrata Europeo Catalán (PDeCAT), siendo aun oficialmente Artus Mas el líder de la formación, mientras que el actual Presidente de Cataluña es otro jefe: Carles Puigdemont. Eso indica que el PDeCAT no quiere deshacerse de sus cadáveres ni aunque le suponga autoperjudicarse.

La aliada pero rival del PDeCAT por liderar el proceso independentista es Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), que ha sido siempre una fuerza nacionalista y pequeño burguesa que reivindicaba el derecho de autodeterminación y que contó con algunos méritos históricos progresistas durante los años 30 y 40, pero que en lo sucesivo de la posguerra demostró verse nucleado y liderado ya totalmente por elementos de la propia burguesía catalana. En las últimas décadas la ERC del oportunista Josep-Lluís Carod-Rovira ha sido la mejor muleta tanto para el PSOE como para CIU en los diversos gobiernos catalanes en coalición, responsable directo, pues, de la política capitalista catalana y de sus fraudes. Desde 2015 ERC se agrupa con CIU –actualmente PDeCAT– y otras organizaciones en la coalición nacionalista e independentista «Junts pel Sí», obteniendo un 39,9% en las elecciones al Parlament de 2015. Su actual líder es Oriol Junqueras famoso por sus vínculos con el Vaticano, figura que no desmerece nada a la política oportunista de sus predecesores como Rovira. Otro líder de relevancia es Gabriel Rufián que se hizo conocido por su discurso chulesco y aparentemente radical que bien parece sacado del peronismo, un sujeto que en los últimos meses ha tornado a un lenguaje más moderado y conservador que ha despertado a ciertos trabajadores del hechizo de este encantador de serpientes.

Desde los 80 contamos con la Candidatura de Unidad Popular (CUP) dirigida por David Fernández, que ha venido a ocupar la bandera pequeño burguesa abandonada por ERC, de fuertes rasgos nacionalistas que apuestan por un separatismo a ultranza, en los últimos cinco años ha tenido mayor presencia electoral obteniendo un 8,21% en las elecciones al Parlament de 2015. La CUP rechazó ir en coalición con Junts pel Sí. Más tarde cedió dos de sus votos para que la coalición Junts pel Sí aprobase sus presupuestos, en palabras de sus dirigentes «Es un sí condicionado. Es un sí al referéndum».

El proceso capitaneado por el PDeCAT/ERC-CUP aspira a dos objetivos según el escenario: por un lado, en caso de éxito, a la independencia y a la estructuración de su propio Estado burgués; por el otro, el caso de fracaso, a la no independencia, pero conquistando mayores competencias para el gobierno autonómico, especialmente en materia fiscal –dada las actuaciones creemos que este es el objetivo primario–, y vivir del rédito político de la «victoria soberanista» ante el Estado español y calmar a la gente con las nuevas prebendas económicas obtenidas.

El nacionalismo español actúa impidiendo a toda costa la consulta sobre la independencia o no de Cataluña, su objetivo es que no se lleve a cabo para no verse obligado en caso del triunfo del «SÍ» a: o bien tener que dar concesiones al gobierno autonómico como último «soborno»; o bien tener que llamar a una consulta vinculante para decidir la independencia o no de Cataluña a toda España; o a emular a Espartero, Maura y a Franco entrando a sangre y fuego en Barcelona. El nacionalismo español no quiere tal independencia por motivos económicos obvios de una región tan productiva y de alto valor industrial y terciario. Para ello el nacionalismo español piensa no permitir nunca la celebración del referéndum independentista o hacerlo como hemos dicho de forma global consultando a todo el conjunto de la población española, no solo a la catalana, intentando así asegurarse mediante una propaganda un mayoritario «NO» a la independencia. Esto supondría un fraude evidente hacia el derecho de autodeterminación, no existiendo ningún caso histórico que avale dicha propuesta.

No hay que olvidar que, de todos modos, ambos nacionalismos son responsables directos del deterioro en materia de derechos civiles, laborales y sociales sufridos por la clase obrera catalana y española. En el caso catalán, la policía autonómica fue enviada por los independentistas de derecha burguesa en la Generalitat a reprimir a los independentistas pequeño burgueses de «izquierda» que ocupaban las plazas en los últimos años, también está el caso de los suicidados en los CIE's catalanes, además del vaciamiento de contenido de la Seguridad Social por los entes autonómicos. 

En materia de relaciones internacionales cada uno se ha aproximado a Estados imperialistas para respaldar sus intereses: los nacionalistas españoles se aproximaron a los EE. UU. y los nacionalistas catalanes se han aproximado a Israel con quién han firmado convenios de cooperación en materia militar y educativa pretendiendo obtener el apoyo estadounidense vía sionismo, y por cuanto «tapándose la nariz y los ojos» ante los apestosos y horribles crímenes que sufren los palestinos. Tampoco podemos pasar por alto que uno de los factores y marcas de los nacionalistas catalanes: el Fútbol Club Barcelona (FCB), tiene relación comercial publicitaria con la monarquía árabe absolutista teocrática de Qatar, involucrada en el origen y expansión de la guerra en Oriente Medio, y tristemente célebre por sus ataques contra los llamados «derechos humanos» que tanto gustan traer a colación a la burguesía, con especial saña hacia los obreros foráneos que emigran hacia allí con una explotación casi esclava. 

El nacionalismo catalán tiene un comportamiento que de tan frecuente es un cliché, según sus intereses borra toda contradicción, y es así como vemos a CIU hablando de su exquisito democratismo a la par que no tiene problemas en entablar alianzas en Europa con el nacionalismo flamenco de tintes ultraderechistas y xenófobos, a ERC establecer pactos de cara a los comicios catalanes con la presumible enemiga derecha burguesa de CIU, o a la CUP, estableciendo las mismas alianzas con la «burguesía traidora, claudicadora y reformista» de ERC. En ese sentido no podemos olvidar que el pasado nacionalismo catalán, sobre todo de derecha, jugó un papel determinante en la construcción del Estado español posfranquista, y en tales hechos fue determinante en la aceptación de parte de la herencia de la jurisprudencia y legislación franquista en todo lo concerniente al Estado, incluyendo por supuesto la aceptación de la imposición de la monarquía parlamentaria designada por Franco y su Constitución de 1978 –que incluía la negación del derecho de autodeterminación–. Dicho de otro modo: el Estado español actual es una construcción de todos los nacionalistas españoles incluido el nacionalismo catalán y vasco. «De casta le viene al galgo». No por casualidad el nacionalismo catalán de la Lliga Regionalista liderada por Cambó fue repudiado por el pueblo catalán en 1923 tras aceptar la dictadura de Primo de Rivera. Los restos del PNV y ERC tras la Guerra Civil fueron conocidos por sus amoríos con EE.UU. y Gran Bretaña, siendo acusados con toda justicia de agentes del imperialismo por los comunistas de aquel entonces, y quedándose como reductos en el exilio totalmente alejados de las masas. Estos son los vínculos históricos del nacionalismo periférico, que aunque se quiera vestir de demócrata y progresista, jamás puede serlo mientras la bandera de la nación sea enarbolada por explotadores.

Efectivamente, como decía el marxista-leninista catalán Joan Comorera: en cualquier contexto, no se puede ser «demócrata en el interior y neofascista en el exterior», no se puede resolver ni el problema nacional ni resolver las tareas democrático-burguesas ni socialistas «si se está a su vez al servicio de los imperialismos» que «pretenden dominar y esclavizar al mundo entero», es decir no se pueden conseguir estas tareas de la revolución en el ámbito nacional «si no se lucha a muerte contra la fuerza que sostiene y prolonga su vida miserable: el imperialismo». Como hemos declarado mil veces; la línea en la política exterior es el reflejo de la política interior, y tienen una interconexión dialéctica innegable, por tanto, un partido que en su línea exterior apoya a los imperialismos no tiene capacidad teórica –por que no entiende el carácter del imperialismo ni cómo combatirlo– ni una práctica coherente en aras de recuperar la soberanía del país y mucho menos de construir el socialismo –porque dicha fuerza política seguirá sometida a los imperialismos o tendrá un proyecto imperialista propio–.

La CUP, como otros colectivos, se presenta bajo el esquema «independencia, socialismo, feminismo» y a veces hasta reivindican el marxismo. No obstante, aquí hay dos palabras de su eslogan que evidencian que no estamos ante una organización marxista, y en el concepto que aciertan no corresponde a lo que los marxistas entienden por ese concepto. Echemos un ojo con profundidad.

Anteponer la independencia a toda costa y bajo cualquier tipo de condiciones y alianzas, incluso por encima de la emancipación social y los intereses de clase, sin salvaguardar además su independencia política y el derecho a crítica sobre el resto de organizaciones, es una desviación clásica del nacionalismo pequeño burgués desesperado. Ni ayuda al proletariado indígena en su emancipación nacional ni social, ni mucho menos cumple con su deber internacionalista. Lo pervierte y concierte en el tonto útil del nacionalismo burgués.

Los marxistas como internacionalistas, no abogan en sus programas por la visión nacionalista de lograr la secesión sin más como hace la CUP, sino por el derecho de igualdad entre las naciones, en contra de los privilegios de cualquier nación y por el derecho de autodeterminación que pueden incluir la secesión o la integración voluntaria con otras naciones en un Estado. Alejarse de esto es incurrir en errores que hacen el juego al nacionalismo burgués que en este caso es «Junts pel Sí». 

¿Cuál es la posición marxista en la cuestión?:

«Es progresivo el despertar de las masas después del letargo feudal; es progresiva su lucha contra toda opresión nacional, su lucha por la soberanía del pueblo, por la soberanía nacional. (…) El proletariado no puede apoyar el nacionalismo más allá de ese límite, pues más allá empieza la actividad «positiva» de la burguesía en su empeño por consolidar el nacionalismo. Una obligación indiscutible del proletariado como fuerza democrática es poner fin a toda opresión feudal, a toda opresión de las naciones y a todo privilegio para una de las naciones o para uno de los idiomas; en ello están los intereses indiscutibles de la lucha de clase del proletariado, lucha ensombrecida y entorpecida por las discordias nacionales. Pero apoyar el nacionalismo burgués más allá de estas fronteras, firmemente delimitadas y encuadradas en un determinado marco histórico, significa traicionar al proletariado y pasarse al lado de la burguesía. Aquí hay un límite, a menudo muy sutil, del que se olvidan por completo los socialnacionalistas». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Notas críticas sobre el problema nacional, 1913)

Como se ve, el leninismo presupone ante todo la unión de los proletarios de todas las naciones –de un mismo Estado–, dentro de esta posición que reconoce el derecho de las naciones a la autodeterminación, pero no descarta que pueda estar en contra del acto mismo de la separación de una nación para formar su Estado independiente:

«El hecho de que los marxistas de toda Rusia y, en primer término, los rusos, reconozcan el derecho de las naciones a la separación no descarta en lo más mínimo la agitación contra la separación por parte de los marxistas de esta o la otra nación oprimida, del mismo modo que el reconocer el derecho al divorcio no descarta la agitación contra el divorcio en este o el otro caso. (…) Aprecia y coloca por encima de todo la unión de los proletarios de todas las naciones, evalúa toda reivindicación nacional y toda separación nacional con la mira puesta en la lucha de clase de los obreros». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Las naciones y el derecho de autodeterminación, 1914)

El Partido Comunista de España (reconstituido) y sus representantes públicos vuelven a demostrar un desconocimiento sobre marxismo, y en este caso sobre la cuestión nacional, cuando realizan seguidismo acrítico al proyecto independentista burgués que hoy acontece en Cataluña –en ocasiones porque sus miembros no se han desligado de la influencia nacionalista y otros para ver si pescan algo en río revuelto–. Abogan por la independencia de Cataluña, es decir por la separación sin más como hace la CUP. Un miembro del PCE (r) diría en 2015:

«Ante la posibilidad de poder celebrar en Cataluña, o cualquier otra nacionalidad, un referéndum de autodeterminación, los comunistas deben llamar al voto por la independencia y la formación de un Estado propio». (Lucio García Blanco; El derecho a la autodeterminación de Cataluña, 27 de septiembre de 2015)

Olarieta comentaría sobre esta cuestión:

«La clase obrera dentro y fuera de Catalunya debe defender la lucha por la independencia». (Juan Manuel Olarieta; La lucha contra la opresión nacional es una parte de la lucha contra el imperialismo, 1 de septiembre de 2015)

En el mismo sentido: ¡hemos visto al apologista del PCE (r), Pablo Hasél, pidiendo el voto por la CUP en las elecciones de 2015! Perorando que:

«No son un partido absorbido por el régimen como Podemos o IU». (Pablo Hasél; ¿Por qué nos interesa la independencia?, 16 de septiembre de 2015)

¡Por supuesto! Tan solo hay que ver el apoyo «crítico» dado durante estos dos años a varios de las medidas de CIU/ERC, tragadas muchas de ellas para «no interrumpir y quebrar la unidad del proceso soberanista». Tampoco parece conocer o importarle a Hasél que la CUP sea un partido infecto de trotskistas, hippies y anarquistas, teorías nacionalistas y hasta chovinistas, un «socialismo» pequeño burgués que lejos de favorecer la concienciación de la clase obrera en el marxismo desvía a la clase obrera en teorías nacionalistas bañadas en conceptos utópicos anarquistas. Esto hace que nos preguntemos, ¿por qué Hasél se queja de que Podemos crea falsa conciencia, desorganiza a la clase obrera y crea ilusiones reformistas y no habla del mismo rol reformista y nacionalista de la CUP? ¿Quizás porque su bajo nivel de formación no le permite ver esto, porque no se ha molestado en leer o escuchar a la CUP, o porque simplemente los planteamientos de la CUP y los suyos son casi iguales? ¿Qué podemos esperar de Hasél si el mismo se autodenomina anarco-comunista en sus entrevistas? Pues tonterías y contradicciones como estas.

Uno de los sofismas utilizados por Hasél para apoyar a la CUP y su «proyecto soberanista» fue que:

«Apoyamos lo que puede beneficiar a la clase trabajadora y la independencia de Catalunya en este contexto, sería positiva por varios motivos. A la clase obrera de Catalunya nos conviene porque a la burguesía catalana se le acabaría la excusa de echar toda la culpa al Estado español cuando ellos también son culpables directos de la dramática situación que vivimos. En caso de conseguir la independencia, mucha clase trabajadora que va a votar a representantes de la burguesía catalana –Convergència y ERC– se daría cuenta de que con ellos seguiremos sufriendo recortes, paro, explotación, represión, etc. Entonces se posicionarían en su contra y con un trabajo de lucha comunista detrás, los sumaríamos a nuestra causa». (Pablo Hasél; ¿Por qué nos interesa la independencia?, 16 de septiembre de 2015)

Visto el factor subjetivo de los marxista-leninistas en Cataluña, ¿qué ocurriría realmente en la mente de las capas populares con la independencia y la consiguiente decepción de la población en los primeros meses de gobierno? Ilusos como Hasél creen que será el escenario perfecto para que la clase obrera vaya a despertar automáticamente de su largo letargo de alineación y que vea por fin que el problema no es estar dentro o fuera de España sino el capitalismo. Solamente un pobre necio como Hasél creería eso sin tomar en cuenta el nivel de fuerzas real de los «comunistas» para pelear por hegemonizar ese descontento. Cuando no existe organizaciones sindicales ni mucho menos un partido comunista real, y cuando los falsos comunistas como Hasél apoyan a la CUP sin criticar todas y cada una de las desviaciones que albergan, cuando se aspira a ser el aliado «crítico» de estos chavistas catalanes y se refuerza el mantener, apoyar y alimentar las ideas nacionalistas, trotskistas, anarquistas y socialdemócratas entre las masas, no hay un cambio de mentalidad posible, no habrá ningún grado de revolucionarización en el pensamiento de las masas por más que se desee. Esta gente del PCE (r) nunca aprendió a diferenciar fantasías de objetividad. Aunque nos duela no existe ninguna labor comunista de peso que realice un trabajo entre las masas catalanas, de otra forma no nos encontraríamos con una población robotizada que confía en «Junts Pel Sí», Ciudadanos, PSOE y la CUP, en ese orden, donde la burguesía ha logrado polarizar a la población y reducir los problemas a independencia sí o independencia no, mientras se asiste a unos recortes y niveles de corrupción que rivalizan con los del PP. Sin un partido pertrechado por una verdadera doctrina científica que dote de un análisis de la situación y de unas directrices claras y autónomas, sin un trabajo de masas real que explique, desmonte y exponga los defectos y limitaciones que adolecen estas organizaciones capitalistas, sin nadie que proporcione a las capas con niveles de concienciación más atrasados una posición real sobre el derecho de autodeterminación, la lucha de clases, sobre cómo luchar por sus intereses y superar el capitalismo; sin todo esto, el hipotético descontento de un futuro gobierno nacionalista catalán bajo un Estado propio catalán sería hegemonizado por las fuerzas que ya tienen presencia y medios, es decir por alguna de las diversas fuerzas burguesas, muy seguramente por aquellos que dirán para entonces que «con España no estábamos así», y los catalanes depositarán su confianza, como ya lo están haciendo, en los demagogos de turno llámese: «Junts Pel Sí», en Ciudadanos, PP, PSOE, cuando no a otras nuevas fuerzas nacionalistas que saldrán como hongos para disputarle el liderazgo a «Junts Pel Sí» y la CUP. Es más… también está la posibilidad de que se extienda la idea de que Cataluña no se puede mantener económicamente de forma autónoma y que la independencia ha sido una aventura que no puede volver a suceder, sin que haya una fuerza política con suficiente influencia y credibilidad para demostrar lo contrario.

Pensar que sucederá otra cosa, como que los autodenominados «comunistas» como el PCE (r) o el PCOE recibirán automáticamente la confianza de las masas después de haber estado lamiendo las botas a la CUP y a sus conceptos sobre la cuestión nacional y social es hacerse ilusiones en base a deseos idealistas. Lejos de eso, los verdaderos marxista-leninistas catalanes deberían realizar un análisis concreto, y un trabajo que tumbe la demagogia de la burguesía catalana y española, así como las utopías conciliadoras pequeño burguesas, no pretendiendo ser el furgón de cola de la CUP, ni de nadie, como hacen los revisionistas. De otra forma seguir esa fórmula oportunista conduce como hemos visto en Venezuela, Argentina, Brasil y otros países con aquellos partidos «comunistas» que han dado su apoyo «crítico» a los gobiernos del «socialismo del siglo XXI», a que dichas organizaciones se conviertan finalmente en organizaciones seguidistas, muletas del enfermo régimen populista, que forzados a apoyar medidas impopulares acaban borrando a ojos de las masas la línea diferenciadora entre los que gobiernan y los que apoyan a los que gobiernan, acabando aún más aislados y despreciados por los trabajadores. La tarea apremiante de la clase obrera catalana es organizarse y llevar una labor de clarificación contra estas fuerzas burguesas y pequeño burguesas, anticomunistas, revisionistas y nacionalistas; no entrar en teorías «thälmannianas» y fatalistas de «cuanta más crisis mejor», cuando ni siquiera existe una fuerza política independiente que guíe, organice y explique a las masas los acontecimientos para que sea recolector de los productos del descontento de los trabajadores.

¿Acaso al resto de España que sufre la misma ausencia de un partido comunista le beneficiaría una crisis del gobierno a causa de la independencia de Cataluña? Tampoco se cumple con esa premisa actualmente. Seguramente el gobierno de Mariano Rajoy o el gobierno de turno aplicaría un reajuste basado en una subida de impuestos que la clase obrera, lejos de poder rechazar, al verse si sindicato ni partido de clase, se vería obligada a aceptar a regañadientes bajo la traición de la aristocracia obrera que hoy domina. Cierto es que los análisis de Hasél son fantasiosos, y nos resultarían hasta graciosos si no fuera porque se autodenomina comunista, manchando la reputación de la doctrina con su constante verborrea mientras apuesta por la conciliación con el nacionalismo pequeño burgués. Como decía Comorera hay que barrer esta psicología de la aristocracia obrera de venderse a la oligarquía nacionalista por unas migajas y conformarse con un par de cambios superficiales para que puedan decir que luchan por la soberanía nacional, hay que apartar a los monaguillos revisionistas que van haciendo publicidad de las asociaciones oportunistas, pseudopatrióticas y proimperialistas.

Observamos además como sectores que se pretenden de «izquierda» e incluso marxistas, sin ninguna idea clara de lo que estas fuerzas nacionalistas persiguen, apuestan por mostrarse como aliados y defensores de un proyecto burgués capitaneado por la burguesía catalana –Junts pel Sí– y la pequeña burguesía catalana –la CUP– que anhelan un Estado igual o más capitalista y represivo que el español, algo que se puede identificar en los actuales rasgos de la Generalitat en: 1) la brutalidad represiva de la policía autonómica –«Mossos d'Esquadra»–, y la protección de esos cuerpos por la justicia autonómica catalana; 2) los muertos sistemáticos en los Centro de Internamiento de Extranjeros en los últimos años; 3) los centros de vigilancia electrónica y ciudadana; 4) los convenios firmados con el Estado de Israel, especialmente en materia de educación y militar; 5) el vaciamiento de contenido de la Seguridad Social; 6) la privatización de servicios públicos como el agua, así como de las redes viales; 7) la destinación formal de 40.000 euros que el gobierno catalán destina al aranés, una lengua cooficial, mientras sus representantes se ríen de las reivindicaciones del Valle de Arán y niegan su derecho a decidir en un hipotético caso de con quién desea formar lazos político-administrativos; 8) los elevadísimos salarios de los funcionarios electos y camarilla cooptada, incluso superior a la del Estado español, etc.

Actualmente, debido a las fuerzas que lideran el proceso soberanista, y a las que lo niegan, asistimos a una lucha de dos formas de nacionalismo, ambos expresiones del nacionalismo burgués. O lo que es lo mismo, contradicciones no antagónicas; obsérvese que mientras mantienen diferencias sobre la idea de una Cataluña independientemente o no, ambas expresiones gubernamentales mantienen una estrecha colaboración en el vaciamiento de contenido de los derechos laborales, sociales, políticos.

En ambos casos se apela al amarillismo político para manipular la conciencia colectiva, e incluso se hace una lectura interesada y sesgada de la historia respecto a Cataluña.

Hay que dejar claro que ante el hipotético caso de la independencia de Cataluña ésta hoy sería indudablemente hegemonizada por la burguesía catalana concentrada en Junts Pel Sí, y, en segundo lugar, a bastante distancia, por la pequeña burguesía de la CUP. Cuando las fuerzas hegemónicas del «procés» son Junts Pel Sí/CUP, no hay nada positivo para la clase obrera catalana en la creación de un nuevo Estado que estará gobernado por los mismos que gobiernan en la Generalitat salvo detalles, donde dotará a Cataluña de la misma forma política, económica y cultural burguesa que tiene el actual gobierno autonómico catalán. No habrá una emancipación social ni nacional real. Quién apuesta por defender este proceso en estas circunstancias no entiende nada de marxismo y comete un error ciertamente muy común entre los pseudomarxistas:

«Los conceptos «antiimperialismo», «independencia nacional», «autodeterminación de las naciones», «movimientos de liberación nacional» y otros similares, surgen en las cabezas de estos pseudomarxistas cada vez que hay una gran potencia involucrada en algún evento trascendente en alguna parte del mundo, sin importarles las características y las condiciones que se presentan. Ahora se encuentran con que esa «parte del mundo» es precisamente una de las grandes potencias, con larga historia de agresión y sojuzgamiento de pueblos, y baten palmas de emoción porque casi sin darse cuenta ha tomado cuerpo un «movimiento de liberación nacional» en Escocia, que no puede menos que debilitar a su vecina Inglaterra, el socio principal del imperialismo más agresivo y rapaz del mundo, Estados Unidos. El escenario está pintado para darle un carácter progresivo a la «lucha» de Escocia contra el imperialismo inglés, que supuestamente la tiene sometida y oprimida. Y si a esto se le añade el aura de la lucha de William Wallace, mucho mejor, sobre todo si tenemos en mente las épicas escenas de «Braveheart». Mas la historia es otra. Escocia no es Irlanda que ha sufrido hasta tiempos actuales la opresión del imperialismo inglés. El capitalismo se estableció en Escocia antes de que entrara a formar parte de la Unión –de la que quieren «independizarla»– y entró en calidad de socio para beneficiarse de la expansión colonial e imperialista de Inglaterra, donde las huestes bajo la bandera de San Andrés, jugaron un papel fundamental, de la mano de las huestes de San Jorge. La economía escocesa y su burguesía monopolista se encuentran completamente integradas con la economía y la burguesía monopolista inglesas, están entrelazadas por miles de vínculos históricos, sociales, económicos y políticos, desde hace siglos Por otro lado, en Escocia se encuentra una sección combativa del proletariado británico, el sector más golpeado por la explotación capitalista y por la actual crisis que el capital monopólico está haciendo pagar a los obreros». (José Gabriel Roldán; Apuntes sobre Lenin y la autodeterminación de las naciones, 2014)

Curiosamente el PCE (r) intentó en los 70 adueñarse de la figura del marxista-leninista catalán Joan Comorera. Esto también lo internaron otras corrientes revisionistas que empezaban a reivindicarlo de nuevo tras haber escupido sobre su legado. Sus escritos sobre materia política, económica y cultural contradicen el pensamiento maoísta de este partido, por lo que nada tienen que ver. Salta a la vista que el PCE (r) y el resto de falsos aduladores de Comorera jamás leyeron ni comprendieron sus escritos al respecto de la cuestión nacional, yendo en contra de lo que promulgaba, y es que el actual vacío ideológico marxista y las nulas perspectivas de clase por parte de los actuales partidos catalanes y españoles sobre la cuestión nacional pueden ser contraargumentadas fácilmente por los clásicos del marxismo.

Primero de todo hay que entender que la cuestión nacional está insertada en la actual época capitalista de los monopolios, en su etapa imperialista:

«De manera general, los marxistas establecen una diferencia cuando hablan de la cuestión nacional según si corresponde a la época del capitalismo ascensional, cuando la burguesía todavía cumplía un papel revolucionario, o si corresponde a la época del imperialismo, cuando la burguesía es reaccionaria. En la época del capitalismo ascensional, los clásicos enseñaron a establecer una diferencia entre «naciones reaccionarias» y «naciones progresistas»; en la época del imperialismo, entre naciones opresoras y oprimidas. El objetivo al resolver de la cuestión nacional es la «paz nacional», según el término empleado por Lenin y Stalin, es decir, la convivencia basada en la igualdad de las naciones en el marco de un Estado único –y en caso de no ser posible esto, la separación de las naciones en Estados independientes–. Esta «paz nacional» fue alcanzada durante el capitalismo ascensional por los principales países capitalistas desarrollados, que formaron su Estado nacional independiente». (José Gabriel Roldán; Apuntes sobre Lenin y la autodeterminación de las naciones, 2014)

Por supuesto, se ha de contar con el hecho de que en la España imperialista, de continuar instalada la burguesía en los poderes del Estado, es bastante improbable que esta permita un proceso de autodeterminación:

«El problema nacional y colonial ha sido resuelto en la práctica y constitucionalmente en la Unión Soviética. Esta solución no ha sido debida a un pacto con la burguesía. Ha sido la consecuencia obligada del triunfo de la Revolución Socialista de Octubre. Sin la victoria y consolidación de la Revolución de Octubre, el problema nacional y colonial no habría sido resuelto. (...) El imperialismo, forma superior del capitalismo, no puede resolver los problemas nacionales y coloniales, como el capitalismo no puede suprimir la explotación del hombre por el hombre. El imperialismo necesariamente debe alimentarse con el sometimiento y la opresión de los pueblos y naciones coloniales y dependientes, que la libertad de esta sería su fin; lo mismo que el capitalismo necesariamente se nutre del dolor, de la miseria y de la esclavitud de las masas trabajadoras, porque su emancipación sería su fin. (...) Nos dice Lenin que la separación de una nación oprimida, es decir, el libre ejercicio del derecho de autodeterminación, sin excluir la decisión de constituirse en Estado independiente, no puede «darse» y «realizarse» antes del socialismo más que en el uno por mil de los casos. En la historia contemporánea, que es la historia de los Estados y naciones existentes hoy, con su cortejo de pueblos y naciones dependientes y coloniales, sólo conocemos un caso de separación voluntaria antes del socialismo: el de Noruega. El caso de Irlanda no es igual, toda vez que su autonomía política de hoy fue consecuencia de un largo y cruento periodo de lucha armada». (Joan Comorera; El problema de las nacionalidades de España, 1942)

Segundo, hay que entender el rol de la burguesía nacional en dicho conflicto, siendo una cuestión especulativa, ora a favor frente a la burguesía opresora ora en contra sin llegar hasta el final del ejercicio soberanista:

«El problema nacional no es una abstracción, no es una entidad aislada. El problema nacional es parte indisoluble del problema general de la revolución. Hemos, pues, de verlo a la luz de la lucha de clases, de su desarrollo y de su objetivo histórico. Estamos ahora en la fase superior y última del capitalismo, la fase imperialista. La lucha de clases se agudiza y la burguesía se convierte en extra y antinacional. El interés de clase prima por encima de cualquier otro interés. Y todos los elementos que intervienen en la vida colectiva son utilizados con el objetivo único de asegurar el dominio de clase, el monopolio del Estado, instrumento de la clase dominante. Para la burguesía el problema nacional, allí donde éste existe, es materia especulativa; se sirve de ella si así conviene momentáneamente a su interés de clase o se reniega de ella cuando lo pone en peligro. Y como el interés de clase capitalista es incompatible con el interés nacional la burguesía termina siempre por traicionar a la nación». (Joan Comorera; Carta abierta a Reyes Bertal, 1948)

En el caso catalán, el tandem «Junts per Sí» de CIU/ERC, que es la marca por excelencia de la burguesía catalana, se ha incorporado a la fiesta independentista desde hace relativamente poco, antes solo buscaba ventajas políticas, económicas y culturales autónomas. ERC hace largo tiempo que está corrompida por la misma burguesía catalana que ha especulado con la cuestión nacional aliándose con nacionalistas españoles y catalanes en la época del tripartito catalán, y ha sido cómplice en los diversos gobiernos de CIU, quienes han hundido a las masas trabajadoras en la miseria y la progresiva pauperización de su nivel de vida primando enriquecerse a mantener una postura a favor de los trabajadores, por no hablar de las experiencias de ERC gobernando a nivel municipal o regional. La CUP como representante de la pequeña burguesía, es inestable y cobarde como para que hegemonice un proceso real de soberanía nacional en lo político-económico, de momento no ha sido capaz de enfrentarse abiertamente a CIU-ERC y denunciarlos abiertamente como traidores a la causa social y nacional catalana.

Tercero. El nacionalismo y las teorías con las que se arropa la burguesía son un arma para sus intereses de clase no una garantía para los trabajadores de resolver el problema nacional para que ejerzan plenamente sus derechos. Es más, sobre todo están fabricadas para desviar a las clases explotadas de su emancipación social. Tampoco los caminos intermedios y las ideas conciliadoras de la pequeña burguesía sirven para los fines perseguidos por la clase obrera en la cuestión nacional y social:

«¿Y cómo reaccionan la gran burguesía y las castas tradicionales en estos países? Como clase y castas gobernantes que continúan la tradición de la guerra: para mantener sus privilegios han convertido en moneda de cambio la independencia y la soberanía nacional. Y como políticos e «ideólogos» inventan filosofías y teorías, cuyo único objetivo es sembrar la confusión en las masas populares, dividir la clase obrera y movilizar a la opinión contra los partidos comunistas. (...) Con las patrañas hipócritas de las terceras fuerzas y principios puros y conductas impuras no se va más que al deshonor y a nuevas derrotas». (Joan Comorera; Carta abierta a Reyes Bertal, 1948)

El proletariado de la nación oprimida debe luchar por sus derechos nacionales, pero sin olvidar que el objetivo de la burguesía nacional es aprovecharse de sus sentimientos para arrastrar al proletariado y otras capas trabajadoras, sin las cuales no puede imprimir al movimiento nacional su carácter masivo y triunfar. De hecho... se logre o no adquirir la soberbia nacional, mientras no desaparezca la burguesía intentará engañar al proletariado para que llegue a una consonancia de intereses comunes con ella, es decir, tratará de hacer que se olvide de la cuestión de clase y buscará que se haga un ente pasivo gracias al opiáceo del nacionalismo:

«Por lo expuesto se ve claramente que, bajo el capitalismo ascensional, la lucha nacional es una lucha entre las clases burguesas. A veces, la burguesía consigue arrastrar al proletariado al movimiento nacional, y entonces exteriormente parece que en la lucha nacional participa «todo el pueblo», pero eso sólo exteriormente. En su esencia, esta lucha sigue siendo siempre una lucha burguesa, conveniente y grata principalmente para la burguesía. Pero de aquí no se desprende, ni mucho menos, que el proletariado no deba luchar contra la política de opresión de las nacionalidades. La restricción de la libertad de movimiento, la privación de derechos electorales, las trabas al idioma, la reducción de las escuelas y otras medidas represivas afectan a los obreros en grado no menor, si no es mayor, que a la burguesía. Esta situación no puede por menos de frenar el libre desarrollo de las fuerzas espirituales del proletariado de las naciones sometidas. No se puede hablar seriamente del pleno desarrollo de las facultades espirituales del obrero tártaro o judío, cuando no se le permite servirse de su lengua materna en las asambleas o en las conferencias y cuando se le cierran las escuelas. La política de represión nacionalista es también peligrosa en otro aspecto para la causa del proletariado. Esta política desvía la atención de extensas capas del mismo de las cuestiones sociales, de las cuestiones de la lucha de clases hacia las cuestiones nacionales, hacia las cuestiones «comunes» al proletariado y a la burguesía. Y esto crea un terreno favorable para las prédicas mentirosas sobre la «armonía de intereses», para velar los intereses de clase del proletariado, para esclavizar moralmente a los obreros». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; El marxismo y la cuestión nacional, 1913)

Cuarto. La idea a ultranza de apoyar cualquier separación de una nación oprimida sin analizar más cuestiones no es marxista:

«Los marxistas no están a favor de la autodeterminación de las naciones, a su separación y formación de un Estado nacional independiente, de manera incondicional. La cuestión nacional debe ser abordada considerando no solo las características particulares de las naciones bajo estudio sino también atendiendo a que las condiciones y las relaciones entre esas naciones cambian con el tiempo, al igual que cambia también el contexto internacional en el que se desenvuelven. Cuando el marxismo dice que la cuestión nacional debe ser analizada tomando en cuenta las condiciones histórico-concretas está diciendo que la cuestión nacional no es inmutable, porque las relaciones entre las naciones cambian, la correlación de fuerzas cambia, las condiciones socioeconómicas sobre las que se desenvuelven cambian, y, en consecuencia, la actitud y las tareas del proletariado al respecto deben cambiar». (José Gabriel Roldán; Apuntes sobre Lenin y la autodeterminación de las naciones, 2014)

Lenin fustigó enormemente las pretendidas posiciones marxistas que abogaban por un mayor practicismo en la cuestión nacional:

«En el problema nacional, toda burguesía desea o privilegios para su nación o ventajas exclusivas para ésta; precisamente eso es lo que se llama «práctico». El proletariado está en contra de toda clase de privilegios, en contra de todo exclusivismo. Exigirle «practicismo» significa ir a remolque de la burguesía, caer en el oportunismo. (...) En aras del «practicismo» de sus reivindicaciones, la burguesía de las naciones oprimidas llamará al proletariado a apoyar incondicionalmente sus aspiraciones. ¡Lo más práctico es decir un «sí» categórico a la separación de tal o cual nación, y no al derecho de todas las naciones, cualesquiera que sean, a la separación! El proletariado se opone a semejante practicismo: al reconocer la igualdad de derechos y el derecho igual a formar un Estado nacional, aprecia y coloca por encima de todo la unión de los proletarios de todas las naciones, evalúa toda reivindicación nacional y toda separación nacional con la mira puesta en la lucha de clase de los obreros. La consigna de practicismo no es, en realidad, sino la de adoptar sin crítica las aspiraciones burguesas. (...) Sería apartarse de las tareas de la política proletaria y someter a los obreros a la política de la burguesía, tanto el que los socialdemócratas se pusieran a negar el derecho a la autodeterminación, es decir, el derecho de las naciones oprimidas a separarse, como el que se pusieran a apoyar todas las reivindicaciones nacionales de la burguesía de las naciones oprimidas». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Las naciones y el derecho de autodeterminación, 1914)

Stalin habló de forma similar, apelando que los comunistas deben mantener un plan concreto e independiente de las clases explotadoras sobre esta cuestión:

«La nación tiene derecho a organizarse sobre la base de la autonomía. Tiene derecho incluso a separarse. Pero eso no significa que deba hacerlo bajo cualesquier condiciones, que la autonomía o la separación sean siempre y en todas partes ventajosas para la nación, es decir, para la mayoría de ella, es decir, para las capas trabajadoras. Los tártaros de la Transcaucasia, como nación, pueden reunirse, supongamos, en su Dieta, y, sometiéndose a la influencia de sus beys y mulhas, restaurar en su país el viejo orden de cosas, decidir su separación del Estado. Conforme al punto de la autodeterminación, tienen perfecto derecho a hacerlo. Pero ¿iría esto en interés de las capas trabajadoras de la nación tártara? ¿Podrían los socialdemócratas contemplar indiferentes como los beys y los mulhas arrastraban consigo a las masas en la solución de la cuestión nacional? ¿No debería la socialdemocracia inmiscuirse en el asunto e influir sobre la voluntad de la nación en un determinado sentido? ¿No debería presentar un plan concreto para resolver la cuestión, el plan más ventajoso para las masas tártaras?». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; El marxismo y la cuestión nacional, 1913)

De igual forma y a iguales conclusiones llegó Comorera en su excelente trabajo sobre la cuestión nacional en España:

«No siempre la defensa de la nación imperialista o no soberana coincide con los intereses fundamentales de la clase obrera. En este caso, compañeros, y esto debe quedar bien claro, prima siempre el derecho de la clase obrera. Para Marx no ofrecía ninguna duda esta subordinación del problema nacional al problema obrero. Olvidar esto nos llevaría fácilmente al campo del nacionalismo pequeño burgués, a la aceptación de la tesis de la «comunidad de destino», tesis apreciada por los nacionalistas y por muchos sectores socialdemócratas. No existe una «comunidad de destino» en la nación, ya sea esta soberana o dependiente. Puede existir una coincidencia momentánea para la consecución de un objetivo común. Pero, nada más, pues «en cada nación moderna hay dos naciones», nos ha dicho Lenin. La nación burguesa que históricamente desaparecerá y la nación proletaria que históricamente debe ascender al poder político y económico, el ejercicio de su propia dictadura para forjar el mundo nuevo en el que sí que habrá una «comunidad de destino». La burguesía de cada país se basó en el problema nacional con el fin de engañar a los obreros, para embrutecer a los campesinos, para envenenar a la pequeña burguesía. La clase obrera de cada país se basa en el problema nacional para llevar adelante la revolución, para resolver conjuntamente con el problema nacional el de su dictadura. (…) Es natural y necesario, pues, que el derecho de la clase obrera tenga preferencia sobre el derecho nacional, cuando la opción nos sea planteada de manera objetiva y concreta». (Joan Comorera; El problema de las nacionalidades en España, 1942)

En las condiciones actuales hay que entender que bajo la burguesía, en el hipotético caso de que la burguesía catalana llegase a lograr la independencia, dicho hecho no resolvería el problema de la soberanía nacional ni la emancipación social de Cataluña, lo segundo porque seguiría siendo un régimen burgués, y porque lo que los independentistas entienden por «soberanía nacional» es falso, pues ella no incluye ni siquiera un programa antimonopólico ni antiimperialista, ni un desarrollo de la industria pesada para asegurar la independencia económica y por tanto política de Cataluña, lejos de ello, sus partidos buscan la atención de los diversos imperialismos. Es por tanto claro que:

«Cataluña tiene derecho a la separación. El reconocimiento del derecho, sin embargo, no supone la aplicación automática, obligatoria. En nuestra situación, el ejercicio mecánico del derecho de separación no resolvería el problema nacional, pues no lo podemos ni debemos desatarlo del problema general de la revolución democrática española. Además, la separación por la separación es una idea reaccionaria ya que en nuestro caso concreto, Cataluña, constituyéndose en Estado independiente, saldría de una órbita de explotación nacional para caer dentro de otra igual o peor. Una tal «genial solución» ya ha asomado la oreja varias veces». (Joan Comorera; Carta abierta a Reyes Bertal, 1948)

Sobre este panorama, resalta una cuestión por la cual se preguntaban de manera retórica los comunistas catalanes desde hace décadas:

«¿Dónde está la soberanía, cuando los órganos elegidos del pueblo, representantes de la soberanía nacional, realizan, no una política nacional, de respeto a la voluntad popular, sino una política dictada por la oligarquía financiera, por un núcleo de oligarquías que tiene en sus manos la riqueza nacional e imperial? (…) La soberanía nacional y el capitalismo monopolista son incompatibles». (Joan Comorera; La nación en la nueva etapa histórica, 15 de junio de 1944)

Efectivamente la actual Cataluña saldría de una opresión nacional para caer en otra dependencia económica neocolonialista, muy seguramente como la mayoría de nuevos Estados de Europa del siglo XXI se endeudarían hasta las cejas para financiar el proyecto y adecuar sus estructuras, vendiéndole a las masas trabajadoras el cuento de que deben apretarse el cinturón bajo la idea de que «debe hacerse este sacrificio por la libertad de Cataluña». La idea de un futuro boicot de los empresarios españoles a una Cataluña independiente es un bluf proveniente del nacionalismo español y su propaganda altisonante, pues no tiene que ser así como tal, ya que hemos visto a empresas españolas colocar sus organismos empresariales en países con los que mantienen pretendidas malas relaciones con el gobierno español. La burguesía suele atender a las «razones de su bolsillo» pese a su perorata patriótica, solo retira sus activos financieros y empresas en caso de que detecten un peligro para sus intereses por inestabilidad política o económica del país en que desarrollan dichas actividades. En cambio es cierto que ante el caso de una independencia, el gobierno español desataría al menos inicialmente cierto bloqueo y sabotaje a la nueva república catalana, por lo que habría ciertas pérdidas de capital y para compensar alguna falta de diversidad económica, Cataluña muy seguramente tendría que buscar, según la lógica de su burguesía, una fuerte inyección de capital extranjero, de multinacionales que vinieran a proveer de la necesaria tecnología y que dejasen aunque sea las migajas a la burguesía catalana por explotar los recursos y a su clase obrera. Inclusive, no estaría descartada la idea de una Cataluña independiente en lo estatal pero dependiente en lo económico de España, aunque seguramente a Cataluña no le faltarán los pretendientes. En realidad, España ciertamente no podría mantener su dominación económica en una futura Cataluña independiente si otras potencias imperialistas más fuertes se interesan en ella como ya están haciendo frotándose las manos.

En caso de lograrse la independencia estatal de Cataluña existiría otro nuevo problema. Aunque puede que debilitada por los tiras y aflojas con España, debido al alto grado de desarrollo de la burguesía catalana, a todas luces sería una burguesía en el poder de corte imperialista, aunque inferior al potencial de la española. En este hipotético pero posible caso futuro, mientras en España y Cataluña dominasen sus respectivas élites económicas, ambas burguesías nacionalistas e imperialistas, rivalizarían por reivindicar políticamente diversos territorios y pugnar por mercados económicos cercanos. No por casualidad el nacionalismo catalán viene desde hace décadas buscando expandir su ideología en partes de Valencia, Baleares y Aragón, todavía con ínfimos resultados, así como se ve en sus intentos de introducirse en otras zonas reivindicadas como el Rosellón en los Pirineos Occidentales de Francia, Carche en Murcia, o Alguer en Cerdeña, Andorra, entre otros. Esta nueva cuestión sería una mercancía más con la que traficar y hacer demagogia entre todas estas burguesías en pugna. Dándose el caso de ver muy seguramente como la burguesía catalana intenta penetrar política y económica o incluso militarmente en territorios en los que al menos actualmente no se sienten parte de su proyecto nacionalista de los «Països Catalans» –Países Catalanes–. Hablamos incluso de lugares donde incluso existen movimientos regionalistas autónomos de otra índole que chocarían de forma cada vez más agria contra las pretensiones de los nacionalistas catalanes y sus reivindicaciones. Por supuesto la burguesía catalana tendrá que medirse con otras burguesías más veteranas y más potentes como la española, francesa o italiana si desease adquirir estos territorios, la riña y la cizaña estará garantizada, también cobraría peso las posibles alianzas de la burguesía catalana con otras burguesías imperialistas más potentes militarmente como la estadounidense o israelí –contactos y pactos algunos de ellos ya materializados– que sería una de sus mejores bazas para competir y negociar.

Los pequeñoburgueses catalanes se atreven a decir que gracias a este proyecto independentista burgués, la cultura catalana podrá «florecer», que la identidad catalana se reforzará hasta límites insospechados. Pero esto es un espejismo. 

Primero: porque la cultura catalana, sea en los regímenes históricos más censores de España o en otros más permisivos como el actual sistema de las autonomías, nunca ha cesado su desarrollo, y en recientes décadas hemos visto que éste ha sido cada vez más amplio, pero la cuestión versa más bien sobre si la burguesía catalana ha desarrollado o no casi todo lo que podía desarrollar de progresivo para la nación en materia artística, literaria y lingüística bajo mandato burgués. Estamos seguros de lo que respondería un marxista viendo los desarrollos de la burguesía catalana en todos los campos con los estudios sobre pseudohistoria, su chovinismo ideológico, la cultura consumista y totalmente alienante que produce y difunde como un narcótico entre la juventud. 

Segundo: porque mientras sea la burguesía catalana o española la que detente el Estado y domine los territorios catalanes, la cultura que se irradiará, el modelo económico que se seguirá perpetuando, y la forma política que habrá, será más o menos «puramente catalana», pero burguesa al fin y al cabo, por lo que no supondrá nunca ni una tercera parte de lo que el proletariado catalán podría desarrollar en cuanto a progreso nacional y social si controlase el poder político –en conjunto con otros pueblos bajo el mismo Estado o bajo uno propio–, teniendo la posibilidad de controlar la economía –libre de explotación del hombre por el hombre y sobre otras naciones– y capaz de producir así su propia cultura que sería patriótica a la par que internacionalista –y la hegemónica dentro de la nación–. 

Tercero: porque en el caso milagroso de que los utópicos pequeño burgueses de la CUP u otros parecidos llegasen al poder, tampoco cambiarían lo anterior. Sus constantes contradicciones ideológicas, que se reflejan en su filosofía idealista-metafísica, la inhabilitan para superar el marco cultural del nacionalismo burgués. 

Por tanto, ni la CUP, ni ninguna otra organización similar, está en disposición de superar el capitalismo; sino que se encuentran en disposición de perpetuarlo y disimularlo bajo un «aura nacional». No por casualidad la CUP refuerza a las agrupaciones de la burguesía catalana, repitiendo todos los mitos reaccionarios del nacionalismo ramplón en cuanto a cuestión cultural, aceptando sus medidas económicas a regañadientes, y pactando políticamente todo lo anterior.

¿Pero qué tipo de cultura representa la de los líderes actuales del catalanismo? ¿Qué referentes tienen los actuales líderes actuales del catalanismo? ¿Los principios y valores del progresismo catalanista? ¡Difunden la adoración a la cultura de la reacción, la cultura de la burguesía decadente, incluso al fascismo patrio! Para muestra un botón. :

«Este domingo, 78 años después, se ha repetido el acto que los últimos años organiza el Memorial hermanos Badia para rendir homenaje a Miquel Badia, quien fue Jefe de Servicios de la Comisaría General de Orden Público de la Generalitat republicana y el su hermano, un acto que ha contado con la participación del presidente de ERC, Oriol Junqueras, junto con Quim Torra y Lluís Duran y al que ha asistido, entre un centenar largo de personas, el eurodiputado por CiU Ramon Tremosa». (Naciódigital; Oriol Junqueras reivindica la figura de Miquel Badia, 2013)

¿Y quiénes son estas figuras? Como vemos en diversos actos, los principales líderes del catalanismo contemporáneo CIU-ERC homenajean y toman como ejemplo a seguir a los líderes del nacionalismo catalán más peculiar de los años 30, como Josep Dencàs, líder de Estat Català, partido que operaba de forma minoritaria dentro de ese gran ensamblado de partidos catalanistas que era ERC. Dicho grupo era conocido por sus tesis abiertamente separatistas y expansionistas, justificándolas con teorías raciales y tesis chovinistas. Fueron el primer grupo político en configurar un mapa de los «Països Catalans», a partir de los relatos de Bienvenido Oliver en el siglo XIX, y de Joan Fuster en el siglo XX. Estat Català destacaba, también, por su admiración por el movimiento fascista italiano, de hecho, Dencàs se exilió en su admirada Italia fascista de Mussolini. Los actuales nacionalistas catalanes también rinden pleitesía a otras figuras de dicha agrupación, como Miquel Badía, el cual siendo secretario de Orden Público de la Generalidad, además de operar como un conocido represor al servicio de la patronal catalana, creó el grupo paramilitar «Escamots», copia estética y pose de las camisas negras del fascio italiano.

Quinto. Los catalanes no deberían aislar su lucha nacional y social de la del resto de pueblos hispánicos, pues eso le hará más débiles como les ha pasado a los movimientos nacionalistas que han promovido el odio entre pueblos y el desdén sobre lo que ocurría socio-políticamente en otras zonas colindantes del Estado. La cuestión nacional en España tendrá real solución cuando haya un verdadero poder dirigido por la clase obrera. En este escenario Cataluña y España establecerán una relación productiva y amistosa: bien juntas en una república federal, o separadas si así lo decide el pueblo catalán, pero confraternizando bajo el ejercicio común del internacionalismo proletario. La dialéctica podría dar la posibilidad de que por factores internos y externos, objetivos y subjetivos dicha revolución ocurra solamente en Cataluña, en cuyo caso sí cabría la posibilidad de que la secesión fuese un gran paso para la soberanía nacional y social catalana, pero seguiría dependiendo de la solidaridad del proletariado de España, precisamente para parar los pies a la burguesía española que trataría con ansias de reprimir como siempre a sangre y fuego una revolución nacional y social en Cataluña. 

Joan Comorera comentaría sobre esto que si la clase obrera catalana olvida sus intereses de clase y se centra solamente en la cuestión nacional caerá en la misma desviación que cuando los obreros españoles no comprenden la fisonomía nacional de la propia Cataluña y hacen piña con la burguesía:

«Cataluña es una nación. Pero Cataluña no puede aislarse. La tesis de que Cataluña puede resolver su problema nacional como un caso particular, desentendiéndose y en oposición al problema general del imperialismo y de la lucha del proletariado, es una tesis reaccionaria. Por este camino, se llega a la exageración negativa de las peculiaridades nacionales, un nacionalismo local estrecho. Por este camino se va, no hacia la liberación social y nacional, sino hacia una mayor opresión y vejación. De la misma manera que los trabajadores del país opresor caen en la desviación colonizadora, chovinista, en cuanto no comprenden o no tienen en cuenta suficientemente las peculiaridades de estratificación de las clases, la cultura, la vida diaria, el pasado histórico y la psicología propia de un pueblo sometido, así mismo los trabajadores del país oprimido caen en la desviación chovinista, localista, particularista, de confundir sus intereses peculiares con los «intereses nacionales en general», de prestar más atención y esfuerzo a los problemas accidentales que a los propios intereses fundamentales de clase, en cuanto olvidan o no comprenden el problema general del imperialismo y de la lucha de clases del proletariado. (...) Por tanto, camaradas, el camino a seguir para Cataluña no ofrece dudas. Únicamente la República Popular de España dirigida por la clase obrera permitirá a Cataluña el pleno y libre ejercicio de su derecho de autodeterminación. Únicamente la República Popular de España dirigida por la clase obrera, garantizará el respeto estricto y absoluto a la expresión de su voluntad soberana. (…) Y esta República Popular dirigida por la clase obrera, sólo la podrá conseguir Cataluña luchando en fraternal unión con los otros pueblos hispánicos». (Joan Comorera; Contra la guerra imperialista y por la liberación social y nacional de Cataluña, 1940)

La cuestión nacional, debe de tomarse de forma dialéctica no mecánica, atendiendo a las fuerzas y clases sociales que se alzan como protagonistas sociales:

«¿Es, sin embargo, la separación la solución posible, conveniente, justa? Ateniéndonos a los principios de la teoría nacional leninista-estalinista, no hay nada que discutir: los catalanes tenemos el derecho de hacer de Cataluña un Estado independiente. Por tanto, la clase obrera de Cataluña no puede ser antiseparatista, ni puede opinar que la separación, en cualquier circunstancia, sería una aspiración o realización reaccionarias. ¿Se deduce de esto que la clase obrera de Cataluña es o tiene que ser separatista? ¡En absoluto! Quiere decir que la clase obrera de Cataluña, dada una situación histórica concreta, podría ser e incluso debería ser separatista, sin deformación nacionalista y contra la burguesía nacional. El desarrollo del capitalismo es desigual, nos ha dicho Lenin. Cada país es característico, cada país capitalista es dirigido por una burguesía característica. (...) Por tanto, cada clase obrera nacional debe aprovechar toda coyuntura nacional o internacional para realizar su revolución, independientemente de la situación o de las perspectivas o posibilidades revolucionarias de la clase obrera de un país vecino o lejano. Por tanto, si un conjunto de hechos peninsulares o determinados por una realidad internacional concreta hicieran posible la victoria proletaria en Cataluña, aunque no en los demás países hispánicos, la clase obrera catalana tendría el derecho y el deber de construir un Estado independiente y dispuesto a unirse, a federarse con otros estados populares o socialistas. Y lo mismo ha de decirse de Euskadi, de Galicia y de Castilla. Porque la comunidad de destino de los proletarios es internacional y no estatal, cuando un Estado multinacional practica el genocidio, el aniquilamiento sistemático de las nacionalidades más débiles. Es el caso de España. Y no admitirlo se filisteísmo, como diría Lenin. Lo que no debe ser la clase obrera de Cataluña es separatista por anti-castellanismo. Ciertamente, el pueblo castellano es proclive a maniobras genocidas. Sin embargo, también es la víctima. Porque, de las naciones hispánicas, fue la primera en perder sus libertades y ha sido después y es ahora carne de cañón de un enemigo común y al que, hermanados, tenemos que combatir y vencer. La separación por anti-castellanismo es una concepción burguesa totalmente opuesta a la concepción proletaria del problema nacional. Para la clase obrera de Cataluña, pues, el problema de la separación o no separación no es de principio, si no dialéctico. (Joan Comorera; ¿Es, sin embargo, la separación la solución posible, conveniente, justa?, 1953)

Esta sola cita bastaría para hacer sonrojar a muchos que todavía no logran comprender como debe plantearse la cuestión.

Por si alguien tiene dudas de las posiciones de Comorera, le ofreceremos la posibilidad de compararlo de nuevo con el leninismo, el cual no deja lugar a dudas sobre la posición de los obreros de uno y el otro lado, de la nación oprimida y opresora:

«Los intereses de la clase obrera y de su lucha contra el capitalismo exigen una completa solidaridad y la más estrecha unión de los obreros de todas las naciones, exigen que se rechace la política nacionalista de la burguesía de cualquier nación. Por ello sería apartarse de las tareas de la política proletaria y someter a los obreros a la política de la burguesía, tanto el que los socialdemócratas se pusieran a negar el derecho a la autodeterminación, es decir, el derecho de las naciones oprimidas a separarse, como el que se pusieran a apoyar todas las reivindicaciones nacionales de la burguesía de las naciones oprimidas». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Las naciones y el derecho de autodeterminación, 1914)

Algunas notas sobre el nacionalismo de izquierda catalán al que apoya el PCE (r).

Ahora hagamos una profunda radiografía de las organizaciones presuntamente más a la izquierda en Cataluña, con las que el revisionismo coquetea a menudo.

Candidatura de Unidad Popular (CUP)

Es lo más similar al «partido» que existe en la izquierda independentista, sólo que funciona a la inversa. Las organizaciones que veremos a continuación tienen capacidad de voto en la CUP, y las diferentes líneas ideológicas de las mismas confluyen en el seno de la organización. Por ende, la CUP, su ejecutiva y sus militantes de base ejercen un control ideológico y de dirección mínimo sobre el resto de organizaciones, siendo que, a la hora de tomar decisiones cruciales, se suelen imponer las líneas de las demás organizaciones por encima de las del propio partido. Esto ha llevado a la CUP a tomar decisiones que podríamos calificar, como mínimo, de dudosas. 

[Nota: El caso paradigmático es la votación interna en que se decidió si el partido se presentaría a las elecciones generales el 10 de noviembre de 2019. Con tal de evitar que ganara el «no» la votación fue «a puerta cerrada», es decir, contando únicamente con las bases y «cuadros» de la CUP, e impidiendo votar a las demás organizaciones. Como esto va en contra de los propios estatutos del partido, la votación se realizó sin avisar a las demás organizaciones que deberían haber participado. La mayoría de organizaciones de la izquierda independentista estaban en contra de presentarse a las elecciones generales del 10-N. La justificación, sin embargo, no surgió de un análisis de la correlación de fuerzas con conclusiones negativas. Las reservas de la izquierda independentista se debían a que presentarse a las elecciones generales era, en realidad, legitimar un estado que, en su imaginario, está perdiendo cada vez más poder en Cataluña.] 

Así que, en resumidas cuentas, tenemos que más que un partido director, la CUP es el punto de convergencia teórico y práctico de toda la izquierda independentista, incapaz de asumir el control, incapaz de establecer una línea y operando, las más de las veces, ya no como un partido burgués, sino como un frente de masas. 

Coordinadora Obrera Sindical (COS) 


Es, de los dos sindicatos que forman parte de la izquierda independentista, el más cercano a Endavant. Es un sindicato minoritario, pero suele adquirir posiciones más radicales, siendo más cercano en sus posiciones a CNT y CGT que a UGT y CCOO. Tiene una presencia notable entre los trabajadores de Transportes Metropolitanos de Barcelona y, muy especialmente, en el Cuerpo de Bomberos. 

Intersindical-Confederación Sindical Catalana (Intersindical – CSC)

Cercano a Esquerra Republicana de Catalunya y a la Forja, la Intersindical-CSC se define como un sindicato de clase, aunque más enfocado en el nacionalismo. 

Endavant - Organizatció Socialista d'Alliberament Nacional (Endavant - OSAN)

Uno de los dos grupos que conformaron la CUP de forma original. Son una «organización política», más de masas que de cuadros, que se estructura de forma asamblearia, aunque contando con una cierta jerarquía interna. Es la organización predominante a nivel ideológico en la izquierda independentista, siendo también una de las más antiguas. Es también, de todos los grupos que confluyen, el predominante en la CUP –Anna Gabriel y Carles Riera pertenecen a Endavant–. A pesar de su «gran» proyección teórica e influencia interna, no cuentan con demasiados militantes, y su influencia entre las masas es mínima. Podemos decir que, de las dos organizaciones «adultas» de la Izquierda Independentista, Endavant es la que tiene como objetivo principal «lo social» –es decir, el feminismo y lo que sea que entienden por marxismo, en este orden–. 

Arran

Arran es, a efectos prácticos, la «juventud» de Endavant, aunque sería más acertado decir que Endavant es el ¿geriátrico? de Arran, ya que aunque no existe ningún vínculo real entre ambas organizaciones, la mayoría de exmilitantes de Arran terminan por militar en Endavant. Al ser una organización juvenil, el rango de edad para militar se limita entre los 15 y los 25 años. Si Endavant es la que ejerce una mayor influencia ideológica interna, Arran es la organización más mediática, con mayor cantidad de militancia –con cerca de 600 militantes en Cataluña– y con mayor influencia en el ámbito juvenil, especialmente en el área metropolitana de Barcelona. Funcionan como la primera línea: son muchos, no están limitados a un marco de actuación concreto, tienen años de experiencia acumulada y militantes que, en lo que respecta a las acciones directas, son absolutamente capaces. «Están en todas partes, pero en ninguna a la vez». Arran no replica demasiado la línea ideológica de Endavant, aunque se esfuerza mucho en producir su propio contenido ideológico. Al ser la organización mayoritaria, es la que muestra más claramente las enfermedades que aquejan a la izquierda independentista: desorganización, horizontalidad «ultrademocrática» combinada con graves ataques a la democracia interna, indisciplina, cantonalismo, uso extendido de las drogas entre sus militantes, rencillas personales encarnizadas y un largo etcétera. Podemos decir que Arran está enfrentando una crisis interna de gran calado: a la base excesivamente joven que la conforma, se suman un gran estancamiento organizativo, la competencia con la Forja y los múltiples casos de represión acumulados. De las tres organizaciones juveniles es la más cercana a la posición «social» de la izquierda independentista, aunque existe una pugna interna a nivel ideológico entre las posiciones «feministas» y las «socialistas». 

La Forja

La Forja es la principal competidora de Arran en el ámbito juvenil, y una escisión suya. La escisión se llevaba gestando desde 2014, y se materializó a principios de 2018. A primera vista, no existen grandes diferencias entre ambas organizaciones: en los niveles organizativo, discursivo y estético son prácticamente idénticas. Sin embargo, la Forja representa el chovinismo más puro, relegando absolutamente todo lo que no tenga que ver con la independencia inmediata de Cataluña a un segundo plano. Tienen una mayor presencia en el ámbito rural, así como en las «segundas ciudades» –especialmente en Tarragona, Reus y Girona–. Quizá no se encuentre en el punto crítico en el que se encuentra Arran, pero adolece de los mismos males. Tiene una cantidad menor de militantes, alrededor de los 200 en todos los «Països Catalans», aunque suelen llevar a cabo acciones más agresivas, tomando el papel predominante en primera línea. Son conscientes de la mala praxis de Arran, y por eso manifiestan –aunque sólo sea formalmente– la intención de crear un partido de vanguardia en base a la unificación de toda la izquierda independentista. Sin embargo, carecen de las capacidades, de la fuerza, la influencia y la voluntad real para hacerlo. Algo bastante remarcable es que, a diferencia de Arran, con un perfil de militante promedio de universitario, la Forja cuenta entre sus filas con una buena cantidad de jóvenes que han optado por trabajar en lugar de estudiar; fenómeno que se ve acusado en sus asambleas de los territorios más rurales.  

Poble Lliure

Poble Lliure es a la Forja lo que Endavant es a Arran. Es la organización más nacionalista de la izquierda independentista, y también la más repudiada por los demás integrantes –a excepción de la Forja, claro está–. La cantidad de militantes que la conforman es dudosa, pero es superior a la de Endavant. Curiosamente, y del mismo modo que ocurre con la Forja, Poble Lliure logra atraer al proletariado más «clásico» –obreros industriales, principalmente–, algo que ninguna de las otras organizaciones logra. Quizá se deba a la estética, al menor hincapié en la cuestión de género, a su «hooliganismo» –que también atrae a lumpens y hooligans per se–, o a la facilidad para rebajar el discurso al chovinismo. Su producción de contenido teórico es escasa, pero su actividad práctica es mayor que la de Endavant. 

Sindicat d'Estudiants dels Països Catalans (SEPC)

El nombre lo dice todo. Son el sindicato de estudiantes de la izquierda independentista, y operan como tal. Son, sin lugar a dudas, los que acumulan una mayor cantidad de militantes, y están presentes en la mayoría de universidades catalanas, así como en una gran cantidad de institutos –usualmente públicos o concertados–. No tienen una línea ideológica clara, más allá del «feminismo de clase» llevado al extremo, y sus militantes suelen ser los menos formados a nivel ideológico. Las dinámicas asamblearias son llevadas al extremo, y la sasambleas del SEPC en la universidad es un mundo ciertamente curioso. La mayoría de sus acciones se centran en realizar charlas de poco interés teórico o estratégico, llevar a cabo campañas llamativas o a realizar fiestas para recaudar fondos –algo endémico en toda la izquierda independentista–. Sin embargo, su enorme capacidad de movilización y la vocación inusitada de los miembros más volcados de cada asamblea lo convierten en una fuerza a tener en cuenta. Sería estúpido no reconocer que, gracias al SEPC y su capacidad de presión, el estudiantado catalán ha logrado toda una serie de ventajas que, por mínimas que sean, suponen un avance respecto a la actividad de cualquiera de los demás sindicatos mayoritarios. Tampoco hemos de olvidar que su sectarismo, sus tácticas basadas en el desprestigio personal o sus famosas «cazas de brujas» los han llevado a granjearse el rechazo de una parte bastante mayoritaria del estudiantado. De los tres ejes, relegan el socialismo a un segundo plano, y anteponen el feminismo a la independencia.

Alerta Solidària


No es una organización al uso, sino que es un grupo de abogados que realizan trabajo antirrepresivo, tanto preventivo como activo, de forma voluntaria. Están a la disposición de todas las organizaciones de la izquierda independentista, aunque tienen lazos más estrechos con aquellas que suelen requerir más.

¿Qué rasgos tienen estas organizaciones que están en pugna y en cooperación permanente?

El partido. Lo primero que hay que tener en cuenta es que no existe un partido que unifique, dirija o ejerza un mínimo de influencia efectiva entre las diferentes agrupaciones que la configuran. Teóricamente, y en palabras suyas, esta fusión no se da con tal de respetar e incentivar la aparición de diferentes líneas estratégicas, surgidas del seno de las organizaciones que conforman la izquierda independentista y que, en realidad, no son únicamente «líneas estratégicas», como se empeñan en repetir, sino diferencias básicas en la línea ideológica. Lo que nos lleva al siguiente punto.

Eclecticismo. Es difícil definir ideológicamente cada una de las organizaciones que conforman la izquierda independentista, más aún intentar definir el conjunto a nivel ideológico. Es por eso que, para orientar al lector, usaremos los tres apelativos con los que se suelen definir a sí mismas, así como una apreciación personal en lo que respecta a sus inclinaciones: si tienden «a lo social» o «a lo nacional». En general, todas las organizaciones se caracterizan por un eclecticismo exacerbado. Como ejemplo, Arran, que es «marxista-leninista» hoy, marxista a secas mañana; o que recomienda lecturas de Andreu Nín a la vez que los trotskistas son continuamente vilipendiados a nivel interno. Al menos, verbalmente, ya que la organización esté plagada de ellos e, incluso, muchos trotskistas reconocidos son referentes ideológicos. La combinación constante de teorías, la ausencia de una línea teórica mínimamente definida y la escasa formación de la ingente mayoría de sus integrantes nos llevan a la forma que tienen de definirse como sigue.

La política de tres ejes. Socialismo, independencia y feminismo –con un cuarto «eje» asomando la cabeza, el ecologismo–. Entienden los ejes como luchas separadas entre sí que, por cuestiones que no se alcanzan nunca a comprender, se terminan «interrelacionando en el seno de la lucha revolucionaria». No hay gran cosa que añadir salvo, quizá, que esta separación surgió como un eslogan y ha terminado por calar en la propia base ideológica de las organizaciones.

Fraccionalismo y falta de coordinación. Las organizaciones que conforman la izquierda independentista, en realidad, no están atadas entre sí y actúan de manera independiente la mayoría del tiempo. Aunque se presten apoyo mutuo, y algunas de las organizaciones que forman parte de la misma han sido creadas para prestar apoyo al conjunto, cuando es necesario elaborar acciones conjuntas se crean las llamadas «Coordinadoras», en la que suele haber un representante de cada organización. Es necesario entender que, aunque cooperen, se defiendan entre sí y sigan una línea similar, las rencillas internas, las riñas, la lógica de grupos, el «barrer para casa» y, en muchas ocasiones, el boicot directo son el pan de cada día en el seno de estas formaciones.

El asamblearismo. No hay mucho que decir. Son asamblearios, aunque todas las organizaciones intentan combinar el asamblearismo con una estructura jerárquica que recuerda vagamente a la de un partido comunista. El personalismo, la cooptación de cargos y la falta de respeto absoluta a los procesos internos son comunes en todas las organizaciones.

Vayamos a ejemplos concretos de su política.

Entre los grupos independentistas, la CUP habla de socialismo. ¿Pero por qué socialismo aboga la CUP?:

«–Entrevistador ¿Qué es el socialismo para la CUP?

–D. F.: Una, la definición histórica de la izquierda independentista. Dos la CUP viene de toda la tradición obrera de este el país de la CNT, de Seguí, de Federica Montseny. (...) Hablemos del modelo poscapitalista. (...) La democracia cooperativista, que combina sector público, cooperativista y privado.

–Entrevistador: ¿Dejarían espacio para el sector privado?

–Sí, pero con marca social.

–Entrevistador: Mare de deu (Risas).

–D.F.: Marca social es la primera función de la economía. Saltar de la economía financiera a la economía productiva.

–Entrevistador: ¿Pero todo eso sería controlado desde el Estado? Porque el marxismo apuesta por eso.

–D.F.: No, cuando he dicho intencionado venidos de la tradición obrera de la CNT. Aquí hablamos de la economía ecológica, economía libertaria.

–Entrevistador: A ver si van a tener una amalgama que ni vosotros la entendéis vuestro ideario.

–D.F.: No, no, no. (...) Es el socialismo que yo veo, eh. La cooperación del trabajo. Gestionar democráticamente el trabajo, gestionar democráticamente la riqueza que trabajamos, y trasladarla del territorio a nuestras personas.

–Entrevistador: Pero eso es socialismo utópico no es socialismo marxista, donde al final el Estado controla todas las líneas de producción.

–D.F.: Nosotros somos desde una óptica liberal, estatistas, apostamos por el sector público, apostamos por los sectores estratégicos: salud, educación y cultura no los tocamos. (...) No hacer negocios con ellos.

–Entrevistador: ¿Y quién decide si se promueve el sector público o el sector privado? ¿El Estado también?

–D.F. La lógica democrática de la sociedad». (David Fernández; David Fernández al programa «Al cap del dia», 12 de diciembre de 2012)

He aquí como David Fernández mete en su coctelera una mezcla de anarco-sindicalismo, socialdemocracia, eurocomunismo, chavismo, ecologismo y lo que se quiera meter. Las declaraciones de este tipo son comunes. Y demuestran bien su catadura. En una ocasión más reciente, Isabel Vallet, dijo que el modelo «alternativo al capitalismo» de la CUP no solo era el castrismo o el chavismo al que tanto adoran, sino que va más allá y se retrotraen a revisionismos más añejos:

«Isabel Vallet: Este apriorismo de: una alternativo al capitalismo sería reeditar Cuba, Venezuela, es muy simple. Primero porque de sociedades alternativas no solo ha habido estas, sino el ejemplo autogestionario yugoslavo y otros». (TV3; Tertulia, 7 de noviembre de 2014)

Vemos de hecho, que los líderes de la CUP insisten mucho en sus intervenciones en conceptos económicos como la «autogestión», algo muy cacareado precisamente entre los líderes del revisionismo yugoslavo, nicaragüense, cubano o el actual socialismo del siglo XXI, un concepto anarquista ampliamente refutado por el marxismo-leninismo en la teoría y la práctica:

«También se recurre a tesis del revisionismo yugoslavo, quién a su vez copió en su día las tesis del anarco-sindicalismo para convencer a las masas que la propiedad estatal es una forma «indirecta de la propiedad colectiva», ergo dicen que la forma directa sería la autogestión empresarial, la cual reniega abiertamente de cualquier plan centralizado a escala nacional y no hace distinción entre las capas trabajadoras, negando una vez más el papel protagónico a la clase obrera. (...) La autogestión puede definirse como la evasión de la propiedad estatal en las empresas y la búsqueda de auto regirse, por tanto niega el poner dicha empresa en propiedad y a disposición del bienestar general de todas las clases trabajadoras, es decir, es la perpetuación de la propiedad privada. Estas empresas no dependían ni se organizaban bajo ninguna pauta lógica, sino que estaban a merced del «libre arbitrio» de sus nuevos propietarios y del mercado anárquico no planificado. En lo referente a la planificación y organización, significaba una descentralización de las empresas que sumado al tema anterior de la propiedad, conducía a la competencia entre las diferentes empresas, ya que no tenían ningún impedimento en decidir a qué productos dedicar la fábrica, cuando y cuanto vender, y a qué precio, ya que no se regían bajo un mismo plan nacional estatal y centralizado». (Equipo de Bitácora (M-L); El revisionismo del «socialismo del siglo XXI», 1 de septiembre de 2013)

¿Qué consecuencias trajo la aplicación de ideas anarco-sindicalistas a Yugoslavia? Veamos algunos datos de los últimos años de vida de Tito y de los últimos años del moribundo régimen que son contrastables por cualquier fuente favorable o desfavorable. En 1978 había más de un millón de personas sin trabajo era una tasa de desempleo de cerca del 12%, una que en 1984 ascendía ya al 15%. Para 1980 había una deuda respecto a los imperialismos occidentales de cerca de de 20.000 millones con un 21% de los ingresos destinados a la deuda, siempre siguiendo fielmente los consejos y las reformas pedidas por el FMI. Al llegar el año 1984 el nivel de inflación alcanzado fue del 64%, que en 1989 alcanzaría la insoportable cifra de más de 350%. El número de huelgas que en 1980 asoló el país fue de 247, afectando a unos 13.000 trabajadores, para 1988 ascenderían a 1.851 afectando aproximadamente a unos 386.000 trabajadores. El nivel de emigración sobre todo destinada a países occidentales llegó en 1978 a 1,3 millones de personas, siendo más del 50% de ellos menores de 30 años. En la cuestión nacional, quizás la piedra angular de la propaganda titoísta, estaba lejos de solucionarse, existiendo un desequilibrio brutal entre regiones como Serbia y Eslovenia respecto a Macedonia, Bosnia o Kosovo en materia de desempleo, industrialización, analfabetismo, etc., un modelo basado en una competencia feroz entre repúblicas sazonadas de un nacionalismo rampante, todo este cóctel fue lo que derivó en la famosa Guerra de los Balcanes de los 90.

En los hitos sociales y políticos de resistencia al titoísmo estuvieron las protestas, huelgas y absentismo laboral de 1948-1950 como métodos de resistencia al titoísmo y como reacción a las Resoluciones de los partidos comunistas de la Kominform que se oponían al camino antimarxista del titoísmo siendo además de secundadas por gran parte de la población, apoyadas directamente por algunos elementos del partido yugoslavo hasta que fueron purgados por significarse a favor de la Kominform. Después estuvieron las famosas protestas estudiantiles de 1968 por la situación económica y la situación en la educación. No menos relevantes fueron las variadas revueltas de los albaneses en Kosovo, entre las que cabe mencionar la de 1981 y 1989 debido a la fuerte opresión nacional y económica que sufrían. Toda esta resistencia al titoísmo acabaría con la intervención de las fuerzas represivas, con castigos como la reducción del salario, las vacaciones, la cartilla de racionamiento a los trabajadores, pero también en el encarcelamiento y asesinato de infinidad de estos patriotas y comunistas yugoslavos.

¿Este es el modelo exitoso que pretenden adoptar los pequeño burgueses y con el cual pretender seducir a las masas?

Desde la CUP, aparte de la «autogestión titoísta», se cita como medidas alternativas al socialismo la siguiente receta reformista:

«Isabel Vallet: Es obvio que cuando hablamos de redistribución de la riqueza lo hablamos a todos los efectos. Y si tu cambias el arco impositivo e intentas controlar al máximo el fraude fiscal y sobre todo tomas propiedad de aquello que ya es posesión tuya porque la has pagado con tu dinero, como por ejemplo buena parte de la banca». (TV3; Tertulia, 7 de noviembre de 2014)

Es decir, el antiguo lenguaje de cualquier líder keynesiano o tercermundista de un «mayor reparto de la riqueza» y «promover la intervención estatal para corregir los desajustes del mercado». Los marxistas ya refutaron estas reformas que se presentaban como sinónimo de medidas socializantes:

«El marxismo-leninismo nos enseña que el contenido del sector del Estado en la economía depende directamente de la naturaleza del poder político. Este sector sirve a los intereses de las fuerzas de clase en el poder. En los países dónde domina la burguesía nacional, el sector del Estado representa una forma de ejercicio de la propiedad capitalista sobre los medios de producción. Vemos actuar allí todas las leyes y todas las relaciones capitalistas de producción y de reparto de los bienes materiales, la opresión y de explotación de las masas trabajadoras. No puede aportar ningún cambio al lugar que ocupan las clases en el sistema de la producción social. Al contrario, tiene por objetivo el fortalecimiento de las posiciones de clase políticas y económicas de la burguesía. El Estado burgués (…) en sus condiciones de profundo retraso, y de debilidad de la burguesía local, interviene en tanto como factor que ayuda a acumular y concentrar los medios financieros necesarios y las reservas materiales útiles para el desarrollo de las ramas de la economía que claman de un porcentaje de capitales mayor, ramas que no pueden ser abastecidas por capitalistas particulares. Ayuda a aumentar las inversiones, a intensificar la explotación de la mano de obra y obtener más beneficios. Esto también aparece en el hecho de que el Estado efectúa inversiones en determinados sectores, susceptibles de sostener y estimular el desarrollo del capital privado, por ejemplo, en el ámbito energético, los productos químicos que sirven de materias primas, de la metalurgia, los transportes, así como el dominio bancario y el comercio exterior. De hecho, en todos los países dónde existe el sector del Estado vemos crecer las empresas y reforzarse el sector capitalista privado que goza de derechos ilimitados. (…) Con su demagogia sobre el sector del Estado, los revisionistas y los partidos políticos burgueses locales tienen como objetivo disimular y ocultar la opresión y la explotación de las masas trabajadoras, queriendo crear ilusiones sobre la supuesta creación de una «nueva sociedad» a través de la integración pacífica al «socialismo». Estas proclamas tienen el fin de ahogar el espíritu combatiente de la clase proletaria e intentar que renuncie a la lucha revolucionarias». (Llambro Filo; La «vía no capitalista de desarrollo» y la «orientación socialista», «teorías», que sabotean la revolución y abren las vías a la expansión neocolonialista, 1985)

Esto aclara la concepción de socialismo que alberga la CUP:

«En los países donde se ha desarrollado la civilización moderna, se ha formado –y, como parte complementaria de la sociedad burguesa, sigue formándose sin cesar – una nueva clase de pequeños burgueses que oscila entre el proletariado y la burguesía. (...) Aplicasen a su crítica del régimen burgués el rasero del pequeño burgués y del pequeño campesino, y defendiesen la causa obrera desde el punto de vista de la pequeña burguesía. Así se formo el socialismo pequeño burgués. (...) Este socialismo analizó con mucha sagacidad las contradicciones a las modernas relaciones de producción. Puso al desnudo las hipócritas apologías de los economistas. Demostró de una manera irrefutable los efectos destructores del maquinismo y de la división del trabajo, la concentración de los capitales y de la propiedad territorial, la superproducción, las crisis, la inevitable ruina de los pequeños burgueses y de los campesinos, la miseria del proletariado, la anarquía en la producción, la escandalosa desigualdad en la distribución de las riquezas, la exterminadora guerra industrial de las naciones entre sí, la disolución de las viejas costumbres, de las antiguas relaciones familiares, de las viejas nacionalidades. Sin embargo, el contenido positivo de ese socialismo consiste, bien en su anhelo de restablecer los antiguos medios de producción y de cambio, y con ellos las antiguas relaciones de propiedad y toda la sociedad antigua, bien en querer encajar por la fuerza los medios modernos de producción y de cambio en el marco estrecho de las antiguas relaciones de propiedad, que ya fueron rotas, que fatalmente debían ser rotas por ellos. En uno y otro caso, este socialismo es a la vez reaccionario y utópico». (Karl Marx y Friedrich Engels; Manifiesto Comunista, 1848)

¿Puede haber algo más nefasto para el movimiento marxista-leninista internacional que propagar estas ilusiones cuando estamos hartos de que cualquier nacionalista-burgués o pequeño burgués etiquete su régimen de socialista a ojos de las masas trabajadoras? ¿No es acaso nuestro deber propagar las ideas de lo que es una verdadera revolución socialista contra el concepto de pseudorevolución de los nacionalistas y revisionistas?:

«La claridad en esta cuestión y el establecimiento de una neta línea de demarcación entre el socialismo auténtico y el pseudosocialismo, revisten una importancia capital para el desarrollo con éxito de la lucha de la clase obrera y de las masas trabajadoras. Sin tener una clara imagen de la sociedad socialista y sin atenerse a sus principios y leyes generales, la revolución se queda a mitad de camino. Es posible llevar a cabo la revolución, pero cuando falta la verdadera perspectiva socialista, puede desviarse y resultar inútiles la lucha y los sacrificios realizados por su triunfo. (…) La liberación de la conciencia del proletariado y de los pueblos de las influencias paralizantes del revisionismo, la difusión del marxismo-leninismo, que señala el único camino correcto para la lucha y la victoria, es hoy una tarea primordial para impulsar el proceso revolucionario en cada país y a escala mundial». (Enver Hoxha; Informe en el VIIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1981)

Para finalizar su oda al eclecticismo, el líder de la CUP David Fernández nos dice:

«–D.F. Yo reivindico el comunismo, el socialismo, el anarquismo.

–Entrevistador: No son movimientos compatibles». (David Fernández; David Fernàndez al programa «Al cap del dia», 12 de diciembre de 2012)

Veamos lo que dice Vallet sobre cómo debe construirse su idea de socialismo y en qué modelos debemos fijarnos para evitar errores:

«A mí me gusta recordar uno de los discursos que Chávez dio en el último Consejo de Ministros donde decía que el socialismo no se decreta. (…) Vemos como referentes políticos a Cuba, que la hemos visto siempre, y ahora a Venezuela». (Isabel Vallet; Independencia y socialismo en los Països Catalans, 2015)

Aquí nos habla de que no se puede «decretar el socialismo» y cita a Chávez como ejemplo a seguir para no caer en este error. Precisamente el chavismo es un ejemplo de pseudosocialismo basado en decretazos para proclamar que existe socialismo donde no lo hay. ¿Ejemplo clarificativo? Llaman a sus productos producidos en las empresas públicas «productos socialistas», pero lo cierto es que las empresas públicas –o estatales como se quieran decir– no han cambiado sus relaciones de producción, siguen basándose en las leyes de producción capitalistas, de hecho en las empresas públicas chavistas la ley del valor sigue operando como eje central, la rentabilidad por tanto rige los salarios, los fondos de inversión y el destino de esos productos –de ahí la especulación y el mercado negro en Venezuela–. Es un capitalismo de Estado como el que opera en las empresas públicas de España, Alemania, Francia, el mismo que ha imperado siempre en los países capitalistas desde su nacimiento. No hablemos ya de la promoción de Chávez y Maduro de la abierta propiedad privada nacional y extranjera, que en sus discursos saluda como beneficiosas y necesarias. El chavismo no es ejemplo de lucha de clases sino de conciliación entre clases, no es un ejemplo de una «alternativa económica al capitalismo» –como dice la CUP–, sino de capitalismo disfrazado de ropajes socialistas. Tampoco es ejemplo de antiimperialismo como dicen, sino de modelo neocolonial, tampoco lo es Cuba, a la cual toman como modelo económico a seguir. Si Cataluña sigue este modelo revisionista cubano que tantas simpatías despierta en agrupaciones revisionistas como el PCE (r) y PCOE, a Cataluña le espera la economía del monocultivo recomendado por sus amos externos, el turismo de lujo como pilar para intentar equilibrar una balanza comercial negativa, el incremento de la deuda sin que ni siquiera la población vea una mejora sustancial, mendigar inversiones extranjeras rebajando las condiciones en su legislación, vendiendo la soberanía cada vez más. Defectos que en parte ya tiene la economía española en su totalidad. Modelo productivo que todos los países del socialismo del siglo XXI ya practican con los resultados de que su incapacidad, cobardía y debilidad en la comandancia de los asuntos económicos, refuerzan el descontento del pueblo, y el fortalecimiento de la derecha tradicional de esos países.

No hace falta hablar mucho más sobre las palabras de Vallet, el socialismo del que ella habla ambiguamente en el resto de su discurso es un «socialismo» abstracto, de corte pequeño burgués, que no analiza las cosas desde un ángulo de clase proletario. En lo político deja todo a merced de una estrategia togliatista/chavista de «lucha dentro de las instituciones» –que es como ella llama a las herramientas de dominación política de la burguesía como el parlamento–, para que en el hipotético caso de poder llegar al poder seguir un modelo económico chavista-castrista –economía mixta basada en lineamientos titoístas y bujarinistas que no acaba con el trabajo asalariado ni la competencia entre empresas, ni con el desequilibrio entre regiones, ni con la precariedad–, todo esto por supuesto bajo una visión del problema nacional y la cultura bajo mentiras históricas clásicas del nacionalismo que causan el rechazo de catalanes y no catalanes.

La CUP hace bandera de una amalgama de ideas pseudosocialistas pequeño burguesas y burguesas, antimarxistas al fin y al cabo, porque como cualquier partido socialdemócrata permite mil tendencias ideológicas y mil grupos internos, no puede ser portador de la teoría revolucionaria de la clase obrera, de ahí sus riñas actuales.

La CUP utiliza el término feminismo sin ni siquiera intentar disimular el carácter interclasista intrínseco de dicha concepción. Hay que decir que el término «feminismo» es ampliamente reivindicado por el feminismo burgués del siglo XIX y XX, pues los marxistas jamás utilizaron ese término refiriéndose a ello como cuestión de género o cuestión femenina. La CUP cuando habla de referentes en esta cuestión aluden a famosos representantes del feminismo burgués y pequeño burgués, así en su artículo «Genealogía» citan como referentes a Clara Campoamor o Simone de Beauvoir, no les importa mezclar conservadurismo católico con existencialismo.

Precisamente figuras mitificadas por la burguesía y autoras de graves distorsiones en la cuestión de género contra las que han tenido que luchar durante décadas los marxista-leninistas:

«Lo gracioso es que entre la juventud, los estudiantes y los intelectuales sobre todo de los 60 y 70 estuvo muy de moda –y ahora en algunos parece que también– presentarse como «marxista» y admirador de este bastardo nacido de las más negras entrañas del capitalismo. Sartre, con el existencialismo daba a sus seguidores un conocido antisovietismo y antistalinismo latente, cumplía el papel de inoculador de la desesperanza, la desesperación, el egoísmo, el individualismo, los vicios, y la apatía en las masas populares, y siempre una visión de la vida idealista y metafísica, en resumen, una ideología anticientífica y degeneradora en el modo de vida que en lo sucesivo frenaba y desviaba la lucha de clases. (...) Sartre mantuvo una pareja muy famosa: Simone Beauvoir, conocida también por ser afín al existencialismo y por ser icono de las feministas burguesas. Como a su marido, los medios de comunicación la encumbrarían pese a que su obra no solo carece del más mínimo rigor científico, sino que supone un propio atentado sobre cómo toman los marxistas y la cuestión de género». (Equipo de Bitácora (M-L); El existencialismo, Jean-Paul Sartre, y su pluma al servicio de la cultura burguesa, 23 de junio de 2015)

Por supuesto, la gente de la CUP y los que apoyan a la CUP como el señor Hasél, suelen ser existencialistas o vitalistas, copian un modo de vida y pensamiento aburguesado, elementos subidos al carro del feminismo por moda o gentes que no han salido de los métodos primitivos y absurdos del neoanarquismo.

«El pequeño burgués «enfurecido» por los horrores del capitalismo es, como el anarquismo, son un fenómeno social propio de todos los países capitalistas. (...) Son del dominio público la inconstancia de estas veleidades revolucionarias, su esterilidad y la facilidad con que se transforman rápidamente en sumisión, en apatía, en fantasías, incluso en un entusiasmo «furioso» por tal o cual corriente burguesa «de moda». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo, 1920)

¿Qué hay que resguardar precisamente en estos momentos de dispersión organizativa y de desorientación ideológica?

«A juicio nuestro, la crisis del socialismo obliga a los socialistas más o menos serios a redoblar precisamente la atención por la teoría, a adaptar de modo más resuelto y con rigor una posición determinada, deslindarse con mayor decisión de los elementos vacilantes e inseguros». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Aventurerismo revolucionario, 1902)

Hoy, está claro que nosotros debemos hacer lo mismo. Por eso, cuando analizamos la CUP y sus diversas ramas, corroboramos que estamos ante una serie de organizaciones pequeño burguesas, pero yendo en contra de toda lógica de principios, Hasél sigue alzando la bandera de la «unidad» en abstracto:

«Más allá de las diferencias, es hora de que Arran, La Forja, Endavant, Poble Lliure, PCE(r) i todas las organizaciones que estamos contra el régimen, nos unamos para tumbarlo. Solamente con unidad revolucionaria lo haremos. Basta de sectarismos, es el momento de unirnos para golpearlo más fuerte». (Twitter; @PabloHasél, 7 de agosto de 2020)

¡¿Quién puede proclamar algo así?!:

«¡La unidad es una gran cosa y una gran consigna! Pero la clase obrera necesita la unidad de los marxistas y no la unidad de los marxistas con los enemigos y los falseadores del marxismo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Unidad, 1914)

Hasél solo repite lo que su partido fetiche, el PCE (r), y muchos otros ha venido proclamando desde hace años. Véase el capítulo: «¿No se ha aprendido nada del desastre de las alianzas oportunistas y de los intentos de fusionarse con otros revisionistas?» de 2020.

En efecto, Hasél como «anarco-comunista» cercano a estos grupos, puede reclamar la unidad dentro de una gran mezcolanza ideológica y hacerlo pasar como una «unidad revolucionaria», pero tal cosa no la podrá aceptar jamás los comunistas serios, porque con ese eclecticismo a cuestas no se puede derribar nada, con tal unidad de grupos pintorescos no se puede ir ni a la vuelta de la esquina. Esto no es «sectarismo», es extraer lecciones que nos brinda la propia historia de las revoluciones proletarias, por eso esta gente le haría gran falta repasar la historia de los bolcheviques y su revolución antes de hablar en nombre del comunismo:

«Toda la historia de la lucha contra los «economistas», los mencheviques, los trotskistas y los liquidadores ha sido la historia de la creación y el fortalecimiento de este partido, que preparó al proletariado para batallas decisivas contra el zarismo y la burguesía. Este partido resultó lo bastante audaz, experto y flexible para llevar al proletariado a la lucha por el poder, para orientarse en las complejas condiciones de la situación revolucionaria y burlar todos y cada uno de los escollos en el camino hacia el objetivo. Este partido organizó la victoria de la revolución proletaria, la victoria del socialismo en nuestro país». (Édourd Burdzhalov; La importancia internacional de la experiencia histórica del partido de los bolcheviques, 1948)

En particular, los que se dicen «marxistas» y a la vez partidarios del PCE (r) o la CUP, son unos grandes ignorantes de la historia del bolchevismo:

«En el extranjero se sabe todavía de un modo muy insuficiente que el bolchevismo ha crecido, se ha formado y se ha templado en largos años de lucha contra el revolucionarismo pequeño burgués, parecido al anarquismo o que ha tomado algo de él y que se aparta en todo lo esencial de las condiciones y exigencias de una consecuente lucha de clase del proletariado. (...) El anarquismo ha sido a menudo una especie de expiación de los pecados oportunistas del movimiento obrero». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo, 1920)

¿Qué es lo que precisamente caracterizaba y caracteriza hoy al oportunismo de tipos como Hasél?:

«Cuando se habla de lucha contra el oportunismo, no hay que olvidar nunca un rasgo característico de todo el oportunismo contemporáneo en todos los terrenos: su carácter indefinido, difuso, inaprehensible. El oportunista, por su misma naturaleza, esquiva siempre plantear los problemas de un modo preciso y definido, busca la resultante, se arrastra como una culebra entre puntos de vista que se excluyen mutuamente, esforzándose por «estar de acuerdo» con uno y otro, reduciendo sus discrepancias a pequeñas enmiendas, a dudas, a buenos deseos inocentes, etc». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Un paso adelante, dos pasos atrás, 1904)

Efectivamente, Hasél y todos los líderes históricos del PCE (r) encajan en esta descripción. De hecho, él que tanto utiliza la palabra trotskista como insulto, debería saber que:

«Trotski no entiende el significado histórico de las discrepancias ideológicas entre los grupos y tendencias marxistas». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Rompimiento de la unidad, 1914)

Visto lo visto, los Hasél y compañía tampoco entienden la gran diferencia ideológica que separa a marxistas de socialdemócratas, anarquistas, feministas o nacionalistas, es más, minimizan tales diferencias en aras de una supuesta unidad dejando de lado las divergencias que puedan separarles. ¿Pero esa táctica condescendiente le da resultados al revisionismo?:

«Los revisionistas normalmente hablan de unidad y acercamientos con «otros grupos comunistas» –que son igual de oportunistas y no tienen intención de revaluar nada de su línea política–. Cada cierto tiempo realizan encuentros conjuntos, a veces se intercambian ciertos mensajes con dureza cuando discuten sobre sus desavenencias tácticas o entran en juego intereses personales, pero no suelen llegar a grandes acuerdos. En cambio, si uno pone atención, sí que llegan al mismo acuerdo en sus intervenciones: siempre se ponen de acuerdo en denigrar los principios marxistas.

¿Para qué sirven entonces los encuentros, debates y conferencias que los grupos revisionistas que anuncian como solución a los males del movimiento obrero? Desde luego no para poner fin a la falta de la unidad obrera porque nunca llegan ni llegaran al acuerdo pleno y a la unificación de todas las organizaciones bajo un acuerdo de principios. Existe y seguirá existiendo toda una ristra de siglas insignificantes en el mundo revisionista, eso por descontando. Estos encuentros públicos como ya dijimos en una ocasión, «sirven para darse a conocer y convencer a algún incauto que todavía no les conoce», sirven «para que vendan sus libros revisionistas y todo tipo de artículos de mercadotecnia del partido, intentando de paso equilibrar el precario estado de las cuentas financieras del partido» y por encima de todo para que los jefes de cada partido hagan su discurso y se puedan poner la medalla delante de su militancia de que «luchan por la causa», acordando un pacto de no agresión respecto al resto de partidos asistentes; para que los cabecillas amplíen entre bastidores sus alianzas y acuerden coordinarse en proyectos más ambiciosos».

Estos deseos piadosos de unidad en general y a cualquier precio nunca se han consumado ni se podrán consumar, no solamente porque los marxistas tengan contradicciones antagónicas con los revisionistas y su unidad sea imposible, sino porque entre los propios revisionistas tampoco es posible, pese a mantener contradicciones no antagónicas, no son capaces de establecer dentro de su esfera una línea clara, ya que sufren de un eclecticismo crónico, por tanto, los acuerdos a los que llegan son siempre escuetos y endebles, al poco tiempo surgen nuevas riñas y el mismo caos ideológico lo domina todo». (Equipo de Bitácora (M-L); Ensayo sobre el auge y caída del Partido Comunista de España (marxista-leninista), 2020)

En resumen, ¿qué deben hacer los verdaderos comunistas, que no deben olvidar jamás sobre la unidad del proletariado?:

«En la actualidad es imposible campar las tareas del socialismo, es imposible aglutinar efectivamente a los obreros en escala internacional sin romper de modo resuelto con el oportunismo y sin explicar a las masas que el fracaso de éste último es inevitable». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El imperialismo y la escisión del socialismo, 1916) 

Mientras no se entienda todo esto, las caricaturas del «anarco-comunismo» como Hasél seguirán abundando, y entre tanto, el nacionalismo o el feminismo seguirán ganando adeptos, mientras el comunismo se quedará cada vez más, como un recuerdo lejano». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos políticos oportunistas del PCE (r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 2017)

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