«En marzo de 1979 se dio la llamada «unificación de las tendencias». Un acto que se llevó de forma mecánica pues no hubo ningún pleno o congreso que debatiera las diferencias ideológico-prácticas que cada tendencia tenía sobre la revolución, las etapas y las fuerzas motrices de ellas, o las alianzas que debían contraerse con otras clases y organizaciones, y si en cada caso eran temporales o no. Esto estaba dentro de lo normal del desarrollo del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN): y es que si cuando el FSLN apareció en escena no hubo una clarificación ideológica y organizativa previa, entonces por qué habría de haberla después; y aunque es factible pensar que en el desarrollo de la lucha, muchos de los autodenominados «marxista-leninistas» se tenían que dar cuenta de que era necesario barrer las concepciones ideológicas militares y organizativas antimarxistas, se demostró que para 1979 los autodenominados marxista-leninistas que militaban en el FSLN no eran tales, por lo que tampoco se dio tal cosa. Dicho de otro modo: en los 80, y con la sumisión consumada de los líderes del FSLN (GPP) y del FSLN (Proletaria) a la línea y dominio de la tendencia del FSLN (Tercerista) dominada por los hermanos Ortega, dentro del FSLN se intentó disminuir, disimular, ocultar, las no tan pasadas diferencias así como el fraccionalismo existente, fruto de ellos se pasó a considerar públicamente a las tendencias de los 70 como algo «pasajero», «banal», e incluso los más desvergonzados y patéticos decían que no había habido fraccionalismo sino que realmente todos respondían a los mismos lineamientos y que cada tendencia cumplía un «trabajo específico».
La unificación por tanto fue una unificación mecánica como ya expresamos, y los líderes de las tendencias escogieron eslóganes formalistas como: «¡Por la unidad sandinista!» «¡Contra el somocismo, unidad sandinista!», etc. Pero incluso los que argumentaron a posteriori que no había diferencias ideológicas, reconocieron tiempo después que estas sí estaban presentes, y reconocieron también algo si cabe más importante: confesaron que la posibilidad de que existieran estas tres tendencias fue debido a que el FSLN desde su nacimiento permitió el fraccionalismo y el arribismo, y no existía un ejercicio de crítica y autocrítica bajo la base de una misma línea de unidad ideológica y organizativa:
«Debido a la represión, debido a que nos manteníamos mucho tiempo sin vernos, al faltar una línea común, un compromiso político materializado en un estatuto, cada quien organizaba de hecho su trabajo a su manera. Y empezaban los choques. La división no nace de una profunda discusión ideológica y política, aunque de hecho existían este tipo de problemas. Si hubiera existido un marco de organización menos artesanal quizás hubiésemos podido resolver las contradicciones, que son propias al desarrollo de todo movimiento, de manera positiva, atendiendo a la crítica, unidad y crítica. La no existencia de este marco de discusión adecuado sumado a nuestra inmadurez como hombre, como revolucionarios, y a la situación represiva llevó a que nos fuéramos separando, fraccionando en la práctica en las tres tendencias que se conocen». (Marta Harnecker; Entrevista a Humberto Ortega, 1993)
En adelante iremos viendo como los líderes del FSLN (GPP) y del FSLN (Proletaria) se adaptarían a la tendencia del FSLN (Tercerista), demostrando con ello que ninguna de las tres tendencias era una tendencia marxista-leninista. La prueba firme está en el programa elaborado tras la reunificación y tras la toma de poder». (Equipo de Bitácora (M-L); ¿Qué fue de la «Revolución Popular Sandinista»?: Un análisis de la historia del FSLN y sus procesos, 19 de julio del 2015)
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