«El programa del FSLN implantado a partir de la toma de poder en 1979, se basaría en estas tres máximas, las cuales serían repetidas una y otra vez en las entrevistas, escritos, discursos de sus dirigentes y por supuesto, en toda serie de propaganda oficial de la organización. Analicemos sin ninguna prisa cada una de ellas:
La idea del «pluralismo político»
El llamado «pluralismo político» no era más que la recuperación de vieja idea revisionista de establecer un nuevo Estado donde el poder sería compartido por diversas fuerzas de clase, incluyendo a las clases explotadoras que habían combatido a la dictadura somocista. Entre estas diversas fuerzas de explotados y explotadores, según el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), se disputarían las cuotas de poder en el sistema demócrata-burgués de elecciones parlamentarias, y que por tanto la dictadura del proletariado no era necesaria para la creación de un nuevo poder estatal. No se comprendía, o no se quiso comprender que el FSLN no podía lograr el tránsito al socialismo a través del sistema estatal y electoral burgués, que sin romper toda esta estructura de arriba abajo no se podía acabar con el poder económico de las clases explotadoras –incluida las antisomocistas–, que sin el establecimiento de la dictadura del proletariado no podría haber efectiva democracia para las masas: ¿por qué según los marxistas-leninistas es tan importante la dictadura del proletariado en el marxismo? Porque:
«La teoría de la dictadura del proletariado es la parte fundamental y central de la ciencia del marxismo-leninismo. Marx y Engels crearon la teoría de la dictadura del proletariado, establecieron teóricamente la necesidad de romper la máquina del Estado burgués y demostraron que, como resultado de la revolución proletaria, el contenido propio de la época de transición del capitalismo al comunismo sólo puede ser la dictadura del proletariado». (Hilary Minc; Las democracias populares en Europa del Este, 1949)
¿Qué función cumple la dictadura del proletariado en la revolución proletaria y en relación a la búsqueda del comunismo?:
«La dictadura del proletariado es el instrumento de la revolución proletaria, un organismo suyo, su punto de apoyo más importante, llamado a la vida, primero, para aplastar la resistencia de los explotadores derribados y consolidar las conquistas logradas y, segundo, para llevar a término la revolución proletaria, para llevarla hasta el triunfo completo del socialismo. Vencer a la burguesía y derrocar su poder es cosa que la revolución podría hacer también sin la dictadura del proletariado. Pero aplastar la resistencia de la burguesía, sostener la victoria y seguir avanzando hasta el triunfo definitivo del socialismo, la revolución ya no puede si no crea, al llegar a una determinada fase de su desarrollo, un organismo especial, la dictadura del proletariado, que sea su principal apoyo». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Fundamentos del leninismo, 1924)
La dictadura del proletariado, como vemos, es «el punto más importante de la revolución proletaria», la misma «permite aplastar la resistencia de los explotadores derribados y consolidar las conquistas logradas» durante la revolución, y después nos posibilitará poder extender mayores logros derivados de la construcción económica del socialismo. Pero es normal que para unos dirigentes que buscaban el clásico régimen parlamentario burgués no se hablara si quiera de esto:
«La constitución del Consejo de Estado recogió por primera vez en la historia del parlamentarismo en Nicaragua, una representatividad de todos los sectores de la nación. El pluralismo político está hoy expresado en la existencia de 24 partidos políticos de todas las tendencias ideológicas». (Daniel Ortega; Informe Central de la Dirección Nacional del Frente Sandinista de Liberación Nacional, 19 de julio de 1991)
Es normal que estos dirigentes queriendo establecer el parlamentarismo burgués no tuvieran la intención de «aplastar la resistencia de los explotadores», sino que por el contrario, buscaron aliarse «con todos los sectores de la nación» incluyendo a los explotadores nacionales, promocionar su actividad económica; en tanto, para ellos no era necesario introducir tal «organismo» –la dictadura del proletariado– en su «revolución», lo que además viene a demostrar su descarado oportunismo:
«El Estado es una organización especial de la fuerza, es una organización de la violencia para la represión de una clase cualquiera. ¿Qué clase es la que el proletariado tiene que reprimir? Sólo es, naturalmente, la clase explotadora, es decir, la burguesía. Los trabajadores sólo necesitan el Estado para aplastar la resistencia de los explotadores, y este aplastamiento sólo puede dirigirlo, sólo puede llevarlo a la práctica el proletariado, como la única clase consecuentemente revolucionaria, como la única clase capaz de unir a todos los trabajadores y explotados en la lucha contra la burguesía, por la completa eliminación de ésta. Las clases explotadoras necesitan la dominación política para mantener la explotación, es decir, en interés egoísta de una minoría insignificante contra la mayoría inmensa del pueblo. Las clases explotadas necesitan la dominación política para destruir completamente toda explotación, es decir, en interés de la mayoría inmensa del pueblo contra la minoría insignificante de los esclavistas modernos, es decir, los terratenientes y capitalistas. (…) Circunscribir el marxismo a la doctrina de la lucha de clases es limitar el marxismo, bastardearlo, reducirlo a algo que la burguesía puede aceptar. Marxista sólo es el que hace extensivo el reconocimiento de la lucha de clases al reconocimiento de la dictadura del proletariado. En esto es en lo que estriba la más profunda diferencia entre un marxista y un pequeño –o un gran– burgués adocenado. En esta piedra de toque es en la que hay que contrastar la comprensión y el reconocimiento real del marxismo. Y no tiene nada de sorprendente que cuando la historia de Europa ha colocado prácticamente a la clase obrera ante esta cuestión, no sólo todos los oportunistas y reformistas, sino también todos los «kautskianos» –gentes que vacilan entre el reformismo y el marxismo– hayan resultado ser miserables filisteos y demócratas pequeño burgueses, que niegan la dictadura del proletariado». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El Estado y la revolución, 1917)
Los miembros del Movimiento de Acción Popular Marxista-Leninista (MAP-ML) como Carlos Cuadra, ya señalaron en su día que significaba que el FSLN manifestara que el nuevo régimen sandinista sería una «democracia» a secas, sin explicar el contenido de clase de la misma:
«Ahora bien, nuestro partido considera necesario señalar los problemas que se podrían generar en Nicaragua al tratar de establecer una democracia pura, por encima de las clases. De hacerlo así, existiría el riesgo de hablar en Nicaragua de una democracia al estilo occidental, de una democracia que no tomaría en cuenta las características del sistema económico y político que hasta ahora ha regido el país. Ello implica un enorme peligro para poder desarrollar en Nicaragua un nuevo ordenamiento político, donde las fuerzas sociales mencionadas en este nuevo periodo determinen el curso político a favor de la clase privilegiada. Por otro lado creemos que pretender montar un sistema democrático sin señalar para qué clase, ni para qué sectores de clase va dirigido, abre el enorme peligro de la consolidación de un frente interno contrarrevolucionario. (...) Insistimos que la democracia en nuestro país debe necesariamente definirse a partir de la clase para la cual abrimos esos privilegios o garantías jurídicas que el nuevo ordenamiento jurídico-político implica». (Carlos Cuadra; La concepción marxista-leninista de la democracia, 1981)
El MAP-ML sacando lecciones del análisis marxista y leninista del Estado, declaraba correctamente incompatible la concepción del FSLN de democracia y Estado con la concepción revolucionaria y marxista-leninista. Su lenguaje era prueba notoria de que trataba de hacer hueco a la burguesía y pequeña burguesía en detrimento de las clases trabajadoras:
«En este orden, también nos interesa señalar que no se puede hablar de democracia sin hablar de la existencia del Estado. La concepción del Estado que nosotros tenemos es una concepción marxista-leninista y por lo tanto concebimos que el Estado por sí mismo, su existencia como tal, implica la negación de los derechos de un sector de la población, de una clase en términos más concretos. Por lo tanto, democracia y Estado son conceptos que tienen que conjugarse históricamente y que no pueden ser desligados. Si el Estado tiene que irse definiendo debe asumir características de la clase que representa, tiene que ser la negación de derechos políticos para la clase que controla y sobre la cual ejerce una presión en favor de las demás clases y sectores sociales. El MAP-ML considera la democracia en relación a las clases sociales, así como también a la necesidad de imponer los criterios políticos de un sector de la sociedad. No podemos hablar de democracia sin referimos a la dictadura del proletariado. En nuestro país, en la medida en que el proletariado revolucionario tienda a definirse y a profundizarse, se irá articulando el poder de los obreros y de los campesinos hasta tomar la forma política concreta de la dictadura del proletariado. Nuestro partido lucha por la democracia para los obreros, para los campesinos, en detrimento del ejercicio político de las otras clases, es decir de la burguesía. Nosotros no concebimos la democracia por encima de las clases, sino estrechamente vinculadas a ellas y al Estado». (Carlos Cuadra; La concepción marxista-leninista de la democracia, 1985)
¿Qué consecuencias tenía para la propia Nicaragua tener un gobierno como el del FSLN que hablara en términos de «democracia pura» y «libertad para todos»?:
«Por otra parte, nos interesa recalcar las dificultades que pueden originarse al hablar de democracia pura, o en abstracto. Definir a la democracia por encima de las clases es crear una democracia supra-clasicista, que otorgue derechos por igual a todas las clases existentes en nuestro país, lo cual tiende a negar el carácter irreconciliable de los intereses de las clases antagónicas dentro de Nicaragua y en el marco de un sistema capitalista. Por lo tanto, no es posible a estas alturas dejar de hacer hincapié en que la pretensión supra-clasista implica necesariamente abrir, crear espacio para la consolidación de los frentes internos contrarrevolucionarios y para la recuperación de la burguesía». (Carlos Cuadra; La concepción marxista-leninista de la democracia, 1985)
¡Qué palabras tan proféticas! Esa consolidación y recuperación de la burguesía se vio enseguida. Ahora no nos engañemos esto no significa que los miembros del MAP-ML fueran unos visionarios, sino que simplemente aplicaban la lógica y el análisis científico.
La definición del nuevo Estado nicaragüense dada por FSLN bajo el pluralismo «democrático» –no reconoció nunca el carácter de clase del Estado y de la democracia–, al cual llamaban a veces «Estado democrático» y otras «Estado revolucionario», independientemente del nombre tenía mucho en común con el Estado de «nueva democracia» de los revisionistas chinos y el Estado de la «democracia progresista» de los revisionistas coreanos, los cuales presentaban a sus respectivos Estados como supraclasista. Este también era el programa y esquema de Estado de los revisionistas eurocomunistas. Lenin se mofaba así de los oportunistas que hablan de revolución y de socialismo sin un contenido de clase proletariado, dando por cuanto, como hacían los revisionistas nicaragüenses, un carácter multiclasista y amorfo a estos conceptos:
«Las revoluciones asiáticas nos han mostrado el mismo servilismo y bajeza del liberalismo, la misma importancia excepcional de la independencia de las masas democráticas, la misma pronunciada diferenciación entre el proletariado y la burguesía de todo tipo. Quien después de la experiencia de Europa y de Asia hable de una política que no sea de clase y de un socialismo que no sea de clase, merece simplemente que se lo meta en una jaula y se lo exhiba junto a un canguro australiano o algo por el estilo». (Vladimir Ilich Uliánov; Lenin; Destino histórico de la doctrina de Karl Marx, 1913)
Ha de saberse que cualquier esquema de un Estado armonioso de explotados y explotadores, rompe con la concepción marxista del mismo en el desarrollo histórico del capitalismo al comunismo:
«Como se ve, para «razonar» sus puntos de vista revisionistas, Berlinguer, Carrillo, Marchais y otros presentan ideas bastante confusas sobre la democracia y el Estado. Tales razonamientos que no se apoyan en las relaciones de clase existentes en la sociedad burguesa, están al margen de las relaciones entre la base económica y la superestructura capitalista, al margen de la realidad y de toda lógica, tienen por objeto demostrar que la verdadera democracia no sería la que instaura la dictadura del proletariado, la democracia de la gran mayoría de las masas explotadas sobre la minoría capitalista explotadora o sobre sus remanentes, sino que sería la democracia a lo Marchais a lo Carrillo, es decir; «la democracia para todos, donde todos convivan en paz y en armonía de clase». Pero la historia ha comprobado que no hay ni puede haber democracia burguesa fuera de la dictadura burguesa, al igual que no puede haber democracia socialista fuera de la dictadura del proletariado. Los derechos y los deberes de los ciudadanos están en relación directa con la dominación de la clase que está en el poder. Allí donde domina la clase capitalista existen derechos para la burguesía y limitación de los derechos, opresión y denigración de las masas, en cambio allí donde domina la clase obrera hay derechos y libertades para los trabajadores y limitación de los derechos y coerción para la minoría que dominaba y explotaba, así como para los enemigos del socialismo. Los eurocomunistas no son los primeros oportunistas en negar la necesidad de la revolución como medio único y fundamental para derrocar el capitalismo y edificar el socialismo. Antes de ellos ha hecho lo mismo Pierre-Joseph Proudhon, que fue desenmascarado por Marx, lo han hecho Eduard Bernstein y sus compañeros, que acabaron siendo los abiertos defensores del sistema capitalista». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)
El FSLN no tocó el sistema estatal burgués y en lo fundamental solo se diferenció del régimen burgués somocista en que conformó extensos programas asistenciales y un sistema electoral multipartidista burgués al uso de las democracias burguesas occidentales del que tomaban parte otros partidos burgueses de corte demócrata-cristianos, conservadores, y demás:
«El pluralismo político está hoy expresado en la existencia de 24 partidos políticos de todas las tendencias ideológicas, los que en sus respectivos momentos han participado, en el lapso de once años, en los dos procesos electorales organizados por la Revolución y caracterizados por ser los más libres, limpios y democráticos de la historia de Nicaragua. (...) Por otra parte, el Frente Sandinista había señalado en sus tesis de los años 80 que la Revolución admitía la presencia política de la derecha, en apego al respeto a las leyes en el marco de la institucionalidad revolucionaria». (Daniel Ortega; Informe Central de la Dirección Nacional del Frente Sandinista de Liberación Nacional, 19 de julio de 1991)
La omnipresente publicidad de que era posible el «multipartidismo en el socialismo», y que esta era inmutable en todo el tránsito del capitalismo al comunismo. En resumen, el llamado «pluralismo de fuerzas políticas» no era una idea nueva del FSLN, ni de sus ideólogos revisionistas, eran las mismas desviaciones que el socialdemócrata Otto Bauer, las mismas teorías del revisionismo chino de Mao Zedong y el revisionismo coreano de Kim Il Sung que estos oportunistas presentaron en su día en Asia, el mismo esquema liberal del marxismo que el revisionismo estadounidense de Earl Browder extendió a América, el mismo programa que los revisionistas eurocomunistas de Carrillo, Berlinguer y Marchais presentaban en Europa por la época, pero desde luego no tenía en absoluto que ver con la teoría de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Dimitrov, Hoxha, Bierut y compañía quienes se oponían a tales conceptos:
«Una vez instaurada y consolidada la dictadura del proletariado bajo la dirección del partido comunista, la existencia por un largo tiempo de otros partidos, incluso «progresistas», en el frente o fuera de él, no tiene ningún sentido, ninguna razón de ser, ni siquiera formalmente en nombre de la tradición. Toda tradición progresista se funde en la línea revolucionaria del partido comunista. La revolución, que destruye todo un mundo, fácilmente puede romper una tradición. Dado que la lucha de clases continúa durante el período de la construcción de la sociedad socialista y de la transición al comunismo, y que los partidos políticos expresan los intereses de determinadas clases, la presencia de otros partidos no marxista-leninistas en el sistema de dictadura del proletariado, sobre todo después de la edificación de la base económica del socialismo, sería absurda y oportunista. La inexistencia de otros partidos lejos de perjudicar a la democracia, no hace más que consolidar la verdadera democracia proletaria. El carácter democrático de un régimen no se mide por el número de partidos, sino que viene determinado por su base económica, por la clase que está en el poder, por toda la política y la actividad del Estado, por el hecho de si ésta se realiza o no en interés de las amplias masas populares, de si les sirve o no». (Enver Hoxha; Sobre el papel y las tareas del Frente Democrático en la lucha por el triunfo completo del socialismo en Albania, 14 de septiembre de 1967)
Es un hecho irrefutable de que se había mantenido en lo fundamental la vieja estructura somocista burguesa y que se creaba y perfilaba a su vez una al estilo de las democracias burguesas occidentales desde el gobierno sandinista, esto se evidenciaba en la separación de poderes institucionalizada en la constitución burguesa de 1987:
«La Revolución creó un nuevo orden jurídico institucional basado en la Constitución Política de 1987. La Constitución es hoy una nueva fuente de derecho y asegura la independencia de Poderes y la garantía del funcionamiento democrático de la sociedad. Afirmándose de esa manera un Poder Judicial, un Poder Legislativo, un Poder Ejecutivo, un Poder Electoral verdaderamente representativos de los intereses de la nación». (Daniel Ortega; Informe Central de la Dirección Nacional del Frente Sandinista de Liberación Nacional, 19 de julio de 1991)
Esto nos demostraba lo distante que estaban los dirigentes pseudomarxistas del FSLN de posiciones cercanas al marxismo-leninismo, y revela o bien su nulo estudio de las experiencias de las revoluciones proletarias sobre la organización del nuevo Estado revolucionario, o bien simplemente que al estudiar tales experiencias no llegaron a conclusiones revolucionarias como cualquier marxista-leninista debería haber llegado. Sea una u otra la razón no dejaban de legitimar la maquinaria de Estado burguesa. Veamos una cita del marxista-leninista checoslovaco Josef Horn sobre el poder popular del nuevo Estado proletario. Aquí veremos cómo tras la conquista del poder y el ejercicio de los soviets –en el caso checoslovacos las llamadas asambleas populares– se establece la interrelación entre el poder legislativo y ejecutivo:
«Es por lo tanto una tesis fundamental del marxismo que la dictadura del proletariado es la continuación de la lucha de clases bajo nuevas formas y que el Estado es un instrumento del proletariado en su lucha de clases; lo que significa que hay que responder a estas nuevas tareas de la dictadura del proletariado con nuevas formas de organización del proletariado, del poder estatal, porque las viejas formas que fueron creadas sobre la base del parlamentarismo burgués, no bastan para estas tareas. Stalin dijo: «esta nueva forma de organización del proletariado son los soviets». Los soviets son el poder estatal más democrático, porque son la organización directa de las masas populares. Es la organización del poder estatal que asegura la participación constante, indispensable y también decisiva del pueblo en la administración democrática del Estado. Y es así porque esta organización del poder estatal posibilita combinar las ventajas del parlamentarismo con las de la democracia, es decir, unir en la persona del representante electo del pueblo tanto las funciones legislativas como las ejecutivas. Esto significa –en comparación con el parlamentarismo burgués– un paso adelante en el desarrollo de la democracia, un paso que tiene una importancia mundial e histórica. Esta forma de organización del poder público, este sistema estatal asegura no solo control sobre la administración del Estado, sino que además es también una escuela en la que el pueblo trabajador aprende a dirigir el Estado y la producción. Para consolidar la dictadura del proletariado es necesario que el pueblo trabajador acumule experiencia política y que la ejercite en la práctica». (Josef Horn; Discurso en la Asamblea Nacional de la República de Checoslovaquia, 17 de mayo de 1950)
La «economía mixta» como receta económica
La «economía mixta» se reveló desde muy temprano como un axioma en los discursos de los dirigentes del FSLN, y luego la inculcaron en la militancia. De hecho, las figuras creadas a la luz de la propaganda del partido en sus etapas en el gobierno, tanto en los 80 como en el presente periodo, así como los pretendidos «marxista-leninistas históricos» del FSLN como Tomas Borge –que nunca pasaron de ser un calco de las figuras del revisionismo cubano–, eran personajes que no pasaban de ser demócratas burgueses conservadores, liberales, socialistas-socialdemócratas, que como sus homólogos cubanos en su día, vociferaban que efectivamente ellos no tenían intención de construir el socialismo sino una sociedad económica y políticamente «plural»:
«Aún si fuéramos marxista-leninistas, estaríamos locos si creyésemos que es posible construir el socialismo aquí. Nada funciona al menos que sea económicamente y políticamente pluralista». (New York Times; Declaraciones de Tomas Borge, 30 de noviembre de 1980)
Los supuestos revolucionarios e ideólogos «marxista-leninistas» del FSLN como Tomas Borge, volvían en los 80 a los esquemas del viejo oportunismo del revisionismo chino de los 40, lo que quería decir que iban a implementar un régimen plural donde como decía Mao Zedong «es inadmisible que un solo partido, grupo o clase ejerza la dictadura» y donde al contrario que los «locos» y apoyándose siempre en la teoría menchevique de las «fuerzas productivas», se aludía a una economía plural debido al atraso de la economía del país heredada, lo que significaba intrínsecamente desarrollar la economía capitalista. Justo como en su día ya teorizaran y pusieran en práctica otros grandes oportunistas como Mao Zedong que deseaba un «libre desarrollo de la economía privada capitalista». Algo que ya fue refutado por el propio Lenin:
«La cuestión ha sido planteada en los siguientes términos: ¿podemos considerar justa la afirmación de que la fase capitalista de desarrollo de la economía nacional es inevitable para los pueblos atrasados que se encuentran en proceso de liberación y entre los cuales ahora, después de la guerra, se observa un movimiento en dirección al progreso? Nuestra respuesta ha sido negativa. Si el proletariado revolucionario victorioso realiza entre esos pueblos una propaganda sistemática y los gobiernos soviéticos les ayudan con todos los medios a su alcance, es erróneo suponer que la fase capitalista de desarrollo sea inevitable para los pueblos atrasados. En todas las colonias y en todos los países atrasados, no sólo debemos formar cuadros propios de luchadores y organizaciones propias de partido, no sólo debemos realizar una propaganda inmediata en pro de la creación de Soviets campesinos, tratando de adaptarlos a las condiciones precapitalistas, sino que la Komintern habrá de promulgar, dándole una base teórica, la tesis de que los países atrasados, con la ayuda del proletariado de las naciones adelantadas, pueden pasar al régimen soviético y, a través de determinadas etapas de desarrollo, al comunismo, soslayando en su desenvolvimiento la fase capitalista». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Informe de la comisión para los problemas nacional y colonial, 1920)
Y algo constatado por la experiencia práctica de países mucho más subdesarrollados que Rusia:
«La experiencia de Albania muestra que también un país pequeño, con una base material-técnica atrasada, puede alcanzar un desarrollo económico y cultural muy rápido y multilateral, puede garantizar su independencia y hacer frente a los ataques del capitalismo y del imperialismo mundial, cuando está dirigido por un auténtico partido marxista-leninista, cuando está dispuesto a luchar hasta el fin por sus ideales y cuando tiene confianza en que puede realizarlos». (Enver Hoxha; Informe en el VIIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1981)
Los dirigentes del FSLN proclamarían que su régimen era uno en el cual lejos de desaparecer las clases explotadoras se contaba con ellas para construir la nueva sociedad:
«Dirán que ya terminó la economía mixta, el pluralismo político. Nosotros reafirmamos lo que dijo nuestro hermano Daniel Ortega: el proyecto revolucionario sigue adelante. Los propietarios y los empresarios honestos y patriotas tendrán, no solo el derecho a integrarse a las tareas productivas, sino al apoyo de la Revolución. Y en esos mismos términos podríamos hablar de pluralismo político. (...) La Revolución ha planteado la estrategia de la economía mixta, para que los señores empresarios produzcan su propio beneficio y contribuyan a levantar la producción del país». (Tomas Borge; Acto de celebración del IIº Aniversario de la Revolución Popular Sandinista y del XXº Aniversario de la Fundación del Frente Sandinista de Liberación Nacional, 19 de julio de 1981)
¡Con razón con estas teorizaciones el señor Tomas Borge formaba parte de la tendencia del FSLN (GPP)! Esto es algo que todos los revisionismos han hecho suyo cuando se encontraban con el poder político partiendo de una sociedad de clases antagónicas como es la capitalista. Así transcurrieron el revisionismo vietnamita, el chino, el yugoslavo, y por supuesto también el coreano. Por ejemplo Kim Il Sung fue inspirador para los revisionistas nicaragüenses ya que él también hacia pilar de su política el considerar a «los empresarios y comerciantes como «compañeros de viaje, no sólo para realizar la revolución democrática, sino también en la construcción socialista», y claro está que eso incluía que en tal alianza con la burguesía nacional se viera la promoción de sus actividades económicas o como los revisionistas coreanos decían: garantía «de que tengan una libre actividad comerciales los empresarios y comerciantes y, al mismo tiempo, obtener y utilizar todo el capital disponible para el desarrollo de la economía nacional»:
«En oposición flagrante al marxismo-leninismo y a la experiencia histórica, los revisionistas modernos han reducido toda la teoría y práctica de la revolución a las reformas dentro del orden social existente. Propagan la idea de que incluso hasta el llamado «Estado de transición» que también puede tener a la cabeza a los líderes de las clases explotadoras, a los propietarios y la burguesía, pueden servir como un medio para la transición al socialismo de los países subdesarrollados. Y tienen el descaro de describir un Estado con tal contenido de clase como el poder popular y declararlo capaz de construir el socialismo. ¿No es este un engaño ostensible?». (Hekuran Mara; Posibilidades de construir el socialismo sin pasar por la etapa del capitalismo desarrollado, 1973)
A estos conceptos económicos se le sumaban los conceptos políticos de la inmutable alianza política y promoción económica de la burguesía nacional en los puestos políticos, además de la promoción de la religión local. Todos estos son hechos tangibles que evidencian en todos estos casos históricos el cariz nacionalista-burgués de estos líderes revisionistas a lo largo de la historia:
«Hoy se habla igualmente de socialismo en algunos países que se han liberado de la vieja dominación colonial del imperialismo. Las nociones «socialismo», «sociedad socialista», encuentran distinto contenido en diferentes países. Estas teorías encierran muchas cosas oscuras, confusas, eclécticas, son una mezcolanza de principios socialistas y capitalistas, de ideología socialista e ideología burguesa, nacionalista y religiosa». (Enver Hoxha; Informe en el VIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1971)
Nótese en países como Nicaragua y organizaciones como el FSLN, la influencia en la pequeña burguesía, en los dirigentes de la pequeña burguesía, de las teorías de los revisionistas modernos:
«Estas teorías no son idénticas en sus orígenes de clase y objetivos. Algunas de ellas provienen del estrato pequeño burgués, son el resultado de la confusión ideológica de estos estratos y apuntan a la construcción de un «orden social socialista», según el concepto del pequeño propietario privado. Otras son propagadas por la burguesía local con miras a crear ilusiones sobre unir lo que no se puede unir, sobre unir la superioridad económica y social del socialismo con la iniciativa privada capitalista y el libre juego de las fuerzas del mercado; y la ideología de clase proletaria con la ideología burguesa y los dogmas religiosos. La aparición y la propagación de estas teorías también han sido influenciadas en gran medida por las concepciones desorientadas y las especulaciones teóricas de los revisionistas modernos, que sirven de caldo de cultivo para todo tipo de variantes del socialismo anti-científico y anti-marxista». (Hekuran Mara; Posibilidades de construir el socialismo sin pasar por la etapa del capitalismo desarrollado, 1973)
Esto por tanto no sería excepción en el FSLN, sino que estaría presente en muchos países subdesarrollados, y en sus revoluciones anticoloniales y antiimperialistas.
Durante el gobierno de los 80 el FSLN proclamarían como sabemos, que la «economía mixta» era igual al socialismo, que la economía socialista de «mercado» era socialismo, pero los clásicos del marxismo-leninismo se mofarían de esa osada afirmación:
«El proletario se libera suprimiendo la competencia, la propiedad privada y todas las diferencias de clase. (...) ¿Cómo debe ser ese nuevo orden social? Ante todo, la administración de la industria y de todas las ramas de la producción en general dejará de pertenecer a unos u otros individuos en competencia. En lugar de esto, las ramas de la producción pasarán a manos de toda la sociedad, es decir, serán administradas en beneficio de toda la sociedad, con arreglo a un plan general y con la participación de todos los miembros de la sociedad. Por tanto, el nuevo orden social suprimirá la competencia y la sustituirá con la asociación. En vista de que la dirección de la industria, al hallarse en manos de particulares, implica necesariamente la existencia de la propiedad privada y por cuanto la competencia no es otra cosa que ese modo de dirigir la industria, en el que la gobiernan propietarios privados, la propiedad privada va unida inseparablemente a la dirección individual de la industria y a la competencia. Así, la propiedad privada debe también ser suprimida y ocuparán su lugar el usufructo colectivo de todos los instrumentos de producción y el reparto de los productos de común acuerdo, lo que se llama la comunidad de bienes. La supresión de la propiedad privada es incluso la expresión más breve y más característica de esta transformación de todo el régimen social, que se ha hecho posible merced al progreso de la industria. Por eso los comunistas la plantean con razón como su principal reivindicación». (Friedrich Engels; Principios del comunismo, 1847)
La idea de la «economía mixta» –de los distintos tipos de propiedad, incluyendo la abierta propiedad privada– en los sandinistas nicaragüenses, sería el programa económico intocable del liderazgo del FSLN. Sería además el «conejo a sacar de la chistera» de estos geniales «magos de la mistificación», de estos políticos revisionistas con dotes de ilusionistas, y tal teoría económica sería la tarjeta de presentación de cara a la burguesía internacional para que entendieran que ellos apostaban por un «socialismo no dogmático» que consideraban «equilibrado y plural», y que si los burgueses de otros países aceptaban, ellos deseosos prestaban al país para recibir el capital extranjero: así sería desde los 80 y así ha seguido siendo a día de hoy con carácter de receta económica desde que el FSLN ganara las elecciones en el 2006.
Aunque con la absoluta dominación visible de la propiedad privada en la economía nicaragüense ya podríamos en este documento descartar cualquier etiqueta que revista algún carácter de socialista a la revolución sandinista de los 80. Aún así debemos explicar para no dejar lugar a dudas, que ese sector estatal con tan poco peso nunca fue un sector socialista sino que estaba más vinculado con la economía burguesa y capitalista de tipo keynesiana. Pero hagamos un esfuerzo en explicar esto al lector que se inicia en el marxismo y no comprende el porqué del capitalismo de las empresas estatales.
Primero que todo hay que recordar que:
«El marxismo-leninismo nos enseña que el contenido del sector del Estado en la economía depende directamente de la naturaleza del poder político». (Llambro Filo; La «vía no capitalista de desarrollo» y la «orientación socialista», «teorías», que sabotean la revolución y abren las vías a la expansión neocolonialista, 1987)
Partiendo de este axioma que elimina cualquier posibilidad de que haya habido una transformación socialista en las nacionalizaciones producidas por el gobierno del FSLN –ya que el poder político no estaba en manos de un verdadero partido comunista de vanguardia proletaria–. Pero incluso en las pocas nacionalizaciones que se llevan a cabo:
«Hay que dejar claro, que dejando a un lado, la abierta propiedad privada, la propiedad cooperativa, y las empresas mixtas, el sector conocido como estatal o «público» en los países del «socialismo del siglo XXI», que a veces no ronda ni el 50% de todas las empresas o de toda la producción, no es tampoco un sector socialista. Para empezar, en estas «nacionalizaciones» generalmente no han procedido bajo la confiscación de los medios de producción que golpeara seriamente el poder económico de la burguesía, sino que se han basado en otorgar una compensación económica que permite a la burguesía mantener su poder económico, e incluso invertir esa compensación en la refundación de dicha empresa en otro punto nacional o internacional. En muchos de estos casos se deja al viejo propietario ocupando puestos en instancias administrativas de la misma empresa, además de recibir sueldo desorbitado comparado con el de los trabajadores manuales, en otras ocasiones las compensaciones económicas son sustituidas o apoyadas con concesiones de acciones de la empresa nacionalizada. Como vemos la explotación y la extracción de plusvalía no cesa de una manera u otra y el poder económico de la burguesía no cesa, ya que o bien se mantiene dentro de la propia empresa nacionalizada y sigue obteniendo beneficios, o bien se le deja mantener un poder económico suficiente como para reorganizarse, algo que en las sociedades «socialistas del siglo XXI» no es problema, ya que recordemos que se ve con buenos ojos la creación de nuevas empresas privadas por parte de la burguesía nacional». (Equipo de Bitácora (M-L); El revisionismo del «socialismo del siglo XXI», 2013)
Elucidando una vez más que: ni siquiera las nacionalizaciones llevadas a cabo por el gobierno del FSLN, de carácter públicas o también llamadas estatales, fueron medidas socialistas sino que eran capitalistas, y que de hecho tampoco fueron un procedimiento que solamente se atestiguase en las revoluciones socialistas:
«Recapitulemos sobre el carácter de dicho sector estatal en los países burgueses y la función que cumplen: las nacionalizaciones de empresas, no significan medidas socialistas per se, incluso históricamente la burguesía ha nacionalizado empresas, ha sido un programa clave de la socialdemocracia a mediados del siglo XX, y actualmente, pese a la ola de privatización, existen grandes sectores estatales en Estados burgueses y capitalistas. Estos tira y afloja sobre nacionalizar sectores estratégicos, a la vez que se permite y alienta la iniciativa privada: a veces incluyendo la nacionalización de la banca otras no, a veces nacionalizando una industria o transporte y después entregándolo al sector privado de nuevo, a veces prometiendo y directamente retrocediendo en su ejecución, eran la política clásica de los gobiernos socialdemócratas, y de los programas eurocomunistas en Europa, inclusive el Partido Socialista Obrero Español de Felipe González en los años ochenta, que en ocasiones hablaba de realizar tales nacionalizaciones, y en ocasiones, llegaba a realizarlas. De hecho, en España, ese es el programa actual de los partidos reformistas socialdemócratas como Izquierda Unida o Podemos, la nacionalización de «sectores estratégicos» junto a la promoción de la «iniciativa» de la propiedad privada, y a las empresas privadas extranjeras, a las que anima a invertir en el país a las que se pretende «apretar las tuercas» con los impuestos. Lo cierto es que lo que crean con estas nacionalizaciones los partidos y Estados burgueses es capitalismo de Estado, ese es su carácter, una maniobra normal dentro del sistema burgués y capitalista, en donde el objetivo general, su función, es que el Estado asuma sectores no rentables, o que han dejado de serlo. Estas nacionalizaciones no suponen nada especial respecto a las relaciones de producción capitalistas de dichas empresas, cualquier marxista-leninista sabe que nacionalizar no es sinónimo de socialismo». (Equipo de Bitácora (M-L); El revisionismo del «socialismo del siglo XXI», 2013)
Y allí mismo citábamos a continuación:
«De un modo o de otro, con o sin trusts, el representante oficial de la sociedad capitalista, el Estado, tiene que acabar haciéndose cargo del mando de la producción. La necesidad a que responde esta transformación de ciertas empresas en propiedad del Estado empieza manifestándose en las grandes empresas de transportes y comunicaciones, tales como el correo, el telégrafo y los ferrocarriles». (Friedrich Engels; Del socialismo utópico al socialismo científico, 1892)
Explicábamos el mito entre los reformistas y revisionistas del «sector público, estatal», etc.; y como lo explicaron Marx y Engels cuando socialistas pequeño burgueses pretendían ligar tal concepto de nacionalización desarrollado por la burguesía como simple llegada al socialismo:
«Si la nacionalización de la industria del tabaco fuese socialismo, habría que incluir entre los fundadores del socialismo a Napoleón y a Metternich. Cuando el Estado belga, por razones políticas y financieras perfectamente vulgares, decidió construir por su cuenta las principales líneas férreas del país, o cuando Bismarck, sin que ninguna necesidad económica le impulsase a ello, nacionalizó las líneas más importantes de la red ferroviaria de Prusia, pura y simplemente para así poder manejarlas y aprovecharlas mejor en caso de guerra, para convertir al personal de ferrocarriles en ganado electoral sumiso al gobierno y, sobre todo, para procurarse una nueva fuente de ingresos sustraída a la fiscalización del Parlamento, todas estas medidas no tenían, ni directa ni indirectamente, ni consciente ni inconscientemente nada de socialistas. De otro modo, habría que clasificar también entre las instituciones socialistas a la Real Compañía de Comercio Marítimo, la Real Manufactura de Porcelanas, y hasta los sastres de compañía del ejército, sin olvidar la nacionalización de los prostíbulos propuesta muy en serio, allá por el año treinta y tantos, bajo Federico Guillermo III, por un hombre muy listo». (Friedrich Engels; Del socialismo utópico al socialismo científico, 1892)
A estas sabias palabras, sacábamos la lógica conclusión que:
«Todos los marxista-leninistas de la historia, han sabido, que un monopolio capitalista de Estado, sólo supone un avance respecto a la propiedad privada dispersa y descentralizada, pero no significa que la empresa sea socialista, que se oriente por sus leyes económicas, ni que sea dominada por la clase obrera, ni que cese por tanto los beneficios para el burgués». (Equipo de Bitácora (M-L); El revisionismo del «socialismo del siglo XXI», 2013)
Lenin en sus obras también resaltaba la ligazón entre el sector estatal de la burguesía, y el sector privado de la misma para la coordinación de sus objetivos imperialistas:
«Es hora ya de que nuestros socialistas de Estado, que se dejan deslumbrar por principios brillantes, comprendan, por fin, que en Alemania los monopolios no han perseguido nunca como fin, ni han dado como resultado, proporcionar beneficios a los consumidores o, por lo menos, poner a disposición del Estado una parte de los beneficios patronales, sino que han servido para sanear a costa del Estado la industria privada, que ha llegado casi al borde de la bancarrota. (...) Aquí vemos patentemente como, en la época del capital financiero, los monopolios de Estado y los privados se entretejen formando un todo y cómo, tanto los unos como los otros, no son, en realidad, más que distintos eslabones de la lucha imperialista entre los más grandes monopolistas por el reparto del mundo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El imperialismo, fase superior del capitalismo, 1916)
Enver Hoxha viviendo en la época dorada del llamado «Estado de bienestar» europeo; en la que los Estados burgueses dieron tanto uso de las nacionalizaciones, hizo un lúcido análisis de las políticas de nacionalizaciones de la socialdemocracia así como de la promoción de los programas eurocomunistas –muy similares a los de los revisionistas nicaragüenses en los 80– sobre nacionalizaciones que tan de moda estaban por aquellos días, programas que igualmente recordemos, alentaban al mismo tiempo a la iniciativa de la propiedad privado. El albanés explicó precisamente de modo magistral las características, los objetivos, de estas nacionalizaciones:
«En cuanto al llamado «sector público», cuya existencia la prevé el «socialismo eurocomunista», nos encontramos ante una simple especulación en materia de terminología, ante un trivial intento de hacer pasar por sector socialista de la economía, el sector del capitalismo de Estado, que actualmente en una u otra medida existe en todos los países burgueses. El sector del capitalismo de Estado, o el «sector público», como lo llama la burguesía, es sabido cómo y por qué ha sido creado». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)
Estas políticas se habían incrementado tras la Segunda Guerra Mundial, de algún modo, como medio de engañar al simpatizante del comunismo, y emular un cierto control en la economía como hacían los países socialistas:
«El capitalismo de Estado en los países industrializados de Europa ha existido ya con anterioridad, pero fue a partir de la Segunda Guerra Mundial cuando empezó a tomar un notable desarrollo. Su creación fue resultado de algunos factores. En Italia por ejemplo, fue instaurado por la burguesía como resultado de la agudización de la lucha de clases y de la gran presión de las masas trabajadoras que exigían la expropiación del gran capital, en especial del capital ligado con el fascismo y que era el responsable de la catástrofe que sufrió el país. Para evitar una radicalización ulterior de la lucha de las masas trabajadoras y los estallidos revolucionarios, la debilitada burguesía italiana procedió a estatizar algunas grandes industrias, estatización que satisfacía las exigencias mínimas de los partidos comunistas y socialistas, que salían fortalecidos de la guerra. En Inglaterra, la creación del «sector público», como el ferroviario o el del carbón, fue resultado del abandono por parte del gran capital de algunas ramas atrasadas y no rentables. Estas se las traspasó al Estado para que las subvencionara con los ingresos de su presupuesto, con las sumas aportadas por los contribuyentes, mientras que sus propios capitales los destinó a los sectores de las nuevas industrias dotadas de alta tecnología, donde se obtenían superganancias más jugosas y con mayor rapidez. Estatizaciones de este tipo se han hecho y siguen realizándose por una u otra razón en otros países, pero no han modificado ni jamás podrán modificar la naturaleza capitalista del sistema vigente, no podrán eliminar la explotación capitalista, el desempleo, la pobreza, la falta de libertades y de derechos democráticos. El capitalismo de Estado, tal como ya lo ha probado una larguísima experiencia, es mantenido e impulsado por la burguesía, no para crear las bases de la sociedad socialista, contrariamente a lo que sostienen los revisionistas, sino para reforzar las bases de la sociedad capitalista, de su Estado burgués, para explotar y oprimir aún más a los trabajadores. Quienes dirigen el «sector público» no son los representantes de los obreros, sino gente del gran capital, son los que manejan los hilos de toda la economía y del Estado. La posición social del obrero en las empresas del «sector público» no se diferencia en nada de la que tiene en el sector privado; su posición respecto a los medios de producción, a la gestión económica de la empresa, a la política inversionista, salarial, etc., es la misma. En estas empresas es el Estado burgués, es decir, la burguesía, quien se apropia de las ganancias. Únicamente los revisionistas pueden encontrar diferencias entre el carácter «socialista» de las empresas del IRI y el carácter «burgués» de la FIAT, entre los obreros «libres de la Renault y los «oprimidos» de la Citroën». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)
Y finalizábamos la explicación con otra factible conclusión:
«Como se había dejado claro, con esta exposición, con estas medidas económicas, no había ninguna diferencia cualitativa entre las medidas de carácter reformista, que arengaban la socialdemocracia y los eurocomunistas de Europa y también de otros movimientos, pese a que muchos de estos movimientos especularan que dichas nacionalizaciones eran la creación del socialismo, al que también le pusieron los calificativos de «socialismo democrático», «socialismo autogestionado», «socialismo de rostro humano», etc. para tapar su esencia burguesa». (Equipo de Bitácora (M-L); El revisionismo del «socialismo del siglo XXI», 2013)
Queda evidenciado que el programa del revisionismo eurocomunista, de la época en que se produce la revolución sandinista, guarda enormes similitudes con el programa que el FSLN desarrollaría en los 80, y obviamente también guarda las mismas similitudes con el contemporáneo «socialismo del siglo XXI»:
«El programa eurocomunista para la sociedad socialista eurocomunista se podría aplicar a la sociedad «socialista» del «socialismo del siglo XXI», la que presupone la existencia de varios tipos de propiedad: 1) la propiedad privada de la burguesía nacional o de las burguesías extranjeras, 2) la propiedad cooperativa, 3) el capitalismo de Estado de las empresas mixtas; mitad sector público, mitad privado; y además 4) el sector «público» estatal, que como hemos demostrado, no es sino otra variante del capitalismo de Estado, donde rigen las relaciones de producción capitalistas». (Equipo de Bitácora (M-L); El revisionismo del «socialismo del siglo XXI», 2013)
En el período tras el triunfo sandinista de 1979, en lo económico merece especial atención lo referente a la Reforma Agraria Nicaragüense, esa que ideólogos pequeño burgueses y la historiografía oficial han pretendido entender como la «mejor planificada» de cuantas reformas agrarias se haya practicado. Lo cierto es que la Reforma Agraria no fue planificada, esto salta a la vista en el hecho de que los lotes de tierra nunca se respaldaron con títulos de propiedad y que fuera la causa fundamental de que luego fuera revertida. Tampoco se trató de una verdadera reforma agraria puesto que sencillamente se trató de la repartición anárquica de parte de la tierra productiva, y que era la que estaba en manos del dictador y sus afines; la gran propiedad de los afines al FSLN quedó completamente intacta e incluso se crearon nuevas, esto se tradujo en que el latifundio se mantuvo como forma de propiedad:
«Bajo la inspiración de nuestro Programa Histórico y en el marco de la Reconstrucción Nacional, con la aplicación de los Decretos 3 y 38 y la Ley de Reforma Agraria, se expropió el latifundio somocista y los terratenientes. Cuatro millones de manzanas, que representaron la mitad de la tierra en cultivo, se dispusieron a favor de la familia rural». (Daniel Ortega; Informe Central de la Dirección Nacional del Frente Sandinista de Liberación Nacional, 19 de julio de 1991)
Esta reforma agraria ni siquiera liquidó el latifundio, solo el de los somocistas, demostrando que ni la burguesía nacional ni la pequeña burguesía están en condiciones en la época del imperialismo de cumplir un rol progresista, de llevar a cabo la revolución democrático-burguesa. Ahora, si asumimos que estas medidas fueron una reforma agraria, entonces, en ese caso, debemos de concluir que se trató de una inacabada de carácter liberal-burguesa, pues desde el punto de vista del socialismo la tierra debe de ser estatizada en su totalidad, o al menos arrebatada en su totalidad a los explotadores y como mínimo prohibir la compra-venta de tierra, para así sentar las bases de la posterior colectivización de la misma, evitando que en este periodo intermedio se especule con ella. En Nicaragua no se dio el caso, y junto con la pequeña propiedad privada y las escasas cooperativas capitalistas, existió el latifundio.
En el mismo sentido, la propiedad cooperativa solo sirve al socialismo cuando dentro de ella no se mantienen relaciones de poder ni cuotas de retribución determinadas por la proporción de aporte de cada cooperado, en el caso de cooperativas que parten de la agrupación de pequeños propietarios, y nunca repartiendo a las cooperativas los medios de producción, los que deben de estar en poder del Estado. Esta lección sirve tanto para las cooperativas de artesanos en la ciudad por ejemplo, como para la de campesinos en el campo, y es en todo momento una propiedad intermedia –la propiedad cooperativa– que media entre la propiedad privada y la propiedad estatal de toda la sociedad utilizada para agrupar a los pequeño burgueses y proletarizarlos, un tipo de propiedad ya pronosticada por Engels:
«Marx y yo no dudábamos de que en la transición a la economía comunista completa tendríamos que usar el sistema cooperativo como una etapa intermedia a gran escala. Debe ser tan organizada en la sociedad, que en un principio el Estado conserve la propiedad de los medios de producción para que los intereses privados frente a frente a los de la cooperativa en su conjunto no puedan deformar a esta última». (Carta de Friedrich Engels a August Bebel, Berlín; 20 de enero de 1886)
Sobre esto comentamos en su momento:
«El proceso real de construcción del campo, pasa pues, como aquí indica Friedrich Engels, por tener un gran número de pequeños propietarios de tierra –campesinos–, a inducirlos a que se unan todos los campesinos bajo una cooperación de explotación conjunta de la tierra en las nuevas granjas colectivas a gran escala que sustituirán la vieja explotación individual de las parcelas de los campesinos individuales. Para persuadir a los campesinos, de las ventajas de la producción a gran escala, se deberá mostrar los avances técnicos en la explotación de la tierra, por ello el Estado creará las redes de estaciones de máquinas y tractores, que suministraran a las granjas colectivas los medios de producción que necesiten, las piezas de reparación, inversiones, etc., pero como dijo Friedrich Engels, sin que nunca lleguen a entregar a la cooperativa los medios de producción –por mucho que le pese a los revisionistas modernos–: este último punto es fundamental, la distorsión de los revisionistas sobre vender los medios de producción es algo típico de los revisionistas soviéticos, chinos, cubanos y yugoslavos que como hemos visto es totalmente antimarxista». (Equipo de Bitácora (M-L); El revisionismo del «socialismo del siglo XXI», 2013)
Y sentenciamos, como acabamos de ver, que la propiedad cooperativista para los marxista-leninista es sólo una propiedad intermedia, auxiliar, hasta llegar a la propiedad estatal socialista:
«En este punto: la colectivización del campo, al campesino aún se le permitirá en dicha colectividad una pequeña parcela para uso individual y ciertas cifras de animales con el mismo fin, también ha de decirse que en esa etapa aún mantendrá muchos prejuicios pequeño burgueses. En este punto las relaciones de compraventa entre la cuidad y el campo, aún necesitará del uso del dinero, pero la ley del valor empezará a dejar de ser imprescindible, pues la planificación de precios empieza a influir seriamente. Así mismo, el Estado debe de lograr tiempo después, elevar dicha granja colectiva a una granja estatal, eliminado los últimos resquicios de propiedad individual de tierras y ganado, donde el trabajador se encontrará trabajando en una propiedad de similar carácter al del trabajador de la fábrica de la cuidad. En este punto las relaciones entre la cuidad y el campo, se irá eliminando la necesidad del uso de la ley del valor, finalmente y más adelante la función del dinero, y se producirá el «trueque» a la hora de comerciar la cuidad y el campo». (Equipo de Bitácora (M-L); El revisionismo del «socialismo del siglo XXI», 2013)
Pero como decíamos, la cooperativización en el campo no llegó ni a ocupar ni la mitad del tipo de propiedades del campo. Para no alargar más este tema. Muchas explicaciones más sobre el proceso de colectivización del campo y sus problemas pueden ser consultadas, en caso de que así lo requiera el lector, en nuestro documento: «El revisionismo del «socialismo del siglo XXI», de 2013.
Bajo una economía plagada de diferentes tipos de propiedad, bajo las leyes capitalistas de producción y distribución como la ley del valor con plena libertad, sería absurdo hablar de una planificación socialista, por lo tanto el lector debe entender que la planificación practicada durante los gobiernos sandinistas no pasaba de ser la típica planificación o intervencionismo de Estado que ya hemos explicado durante la crítica a la economía y el tema de las nacionalizaciones:
«Aparte de las propias leyes capitalistas que sabemos que dominan en la economía de estos países del «socialismo del siglo XXI», sin una colectivización del campo, toda planificación económica es superflua. Al no existir una colectivización del campo, dependerá como dice el texto, de la voluntad de los pequeños productores del campo y de lo que deseen hacer con la producción. No hablemos ya, si existe, como realmente existe en los países del «socialismo del siglo XXI», un predominio de la propiedad privada no sólo en el campo, sino también en la cuidad. (…) Las reformas de tipo capitalista en la producción y distribución no pueden sino alterar la base económica socialista, no existen términos medios, no puede existir una planificación socialista con economistas revisionistas-capitalista al mando sin formación económica marxista, la economía socialista no puede mantenerse y caminar por inercia». (Equipo de Bitácora (M-L); El revisionismo del «socialismo del siglo XXI», 2013)
En estos países por tanto brilla por su ausencia la planificación económica, ¿pero cómo definen los marxista-leninistas la importancia de la planificación económica?:
«Mientras que en nuestras empresas del sistema se unen sobre la base de la propiedad socialista. La economía planificada no es algo que queramos, es una obligación, de lo contrario todo se vendría abajo». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Cinco conversaciones con economistas soviéticos, 1941-1952)
A esto agregó que en cuanto a los principales objetivos de la planificación:
«El primer objetivo es planificar de una manera que se garantice la independencia de la economía socialista del cerco capitalista. Esto es obligatorio y es lo más importante». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Cinco conversaciones con economistas soviéticos; 1941-1952)
¿Más de uno entenderá ahora el porqué debido a la no planificación aumenta la dependencia exterior de los países dependientes? ¿Se entiende ahora por qué sin esta planificación y la libre proliferación y actuación de las leyes capitalistas se hace todavía más difícil que un país dependiente como Nicaragua libere sus fuerzas productivas y sea autosuficiente de cara a los imperialistas? En los pocos países que se intenta controlar algo la economía sean países dependientes o no, no deja de ser el clásico intervencionismo del Estado burgués: pero como dirían los marxista-leninistas albaneses denunciando el carácter artificial y falsa de la planificación revisionista, es un intento de controlar la economía donde se veían confrontadas las contradicciones entre el centralismo burocrático con el liberalismo económico de su base, donde se:
«Da una imagen de una gestión planificada de la economía, mientras que en la práctica las leyes y categorías económicas del capitalismo tienen un campo de acción libre en la producción». (Hysen Xhaja; La descentralización anarquista y la supuesta planificación socialista en la economía capitalista soviética actual, 1989)
Es por esto que bajo la «planificación» revisionista las cifras de control «no tienen un carácter obligatorio» como en una verdadera economía socialista. La conclusión de esta vía, ahora repetida por los neo-revisionistas, llevaba a los viejos revisionistas a:
«La desorganización en la producción, la aparición de desproporciones, a la baja de las rentas de la población, y a la polarización de clase, a la inestabilidad de los ritmos de desarrollo económico, etc.». (Hysen Xhaja; La descentralización anarquista y la supuesta planificación socialista en la economía capitalista soviética actual, 1989)
Es obvio que hay una diferencia fundamental entre la economía socialista planificada y la planificación en los países burgueses-revisionistas. Ya en los años 20 Iósif Stalin denunció la pseudoplanificación en los países burgueses como:
«Planes-pronósticos, planes conjetura, que no son obligatorios para nadie y sobre cuya base no puede dirigirse la economía del país». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Informe en el XVº Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 1927)
Todo lo contrario de los planes y pronósticos característicos de una economía socialista. Esto sirve para demostrar e ilustrar el porqué de su pseudoplanificación.
¿Qué decían los marxista-leninistas nicaragüenses de que era y que representaba el tan famoso programa y principio de economía mixta y la pseudoplanificación del FSLN?:
«La economía mixta que propone el FSLN y que aparece en la Constitución garantiza las relaciones capitalistas de producción. El hecho de que el Estados pase a asumir funciones activas en el proceso de producción no implica la eliminación de las injustas relaciones de producción existentes en Nicaragua. También en Estados Unidos existe una economía mixta, porque el Estado asume posiciones frente al proceso productivo. Esto ocurre también en países como Francia, en los países con gobiernos socialdemócratas, etc. El desarrollo del capitalismo monopolista requiere del Estado como elemento rector y como garantizador de la explotación capitalista. Lo más grave en Nicaragua es que ese señala la búsqueda de la convivencia de las diversas formas de propiedad que existen como algo característica, de principios». (Carlos Cuadra; Entrevista de Envió a Carlos Cuadra, Secretario del Movimiento de Acción Popular Marxista-Leninista (MAP-ML), 16 de septiembre de 1986)
Los más fervientes seguidores del gobierno sandinista: sus amigos los eurocomunistas, nos explicaban así el panorama económico sandinista a mediados de los 80 de su economía mixta y su conexión con la burguesía nacional:
«El sector privado sigue representando el 60 por 100 del Producto Interior Bruto. Aunque se trata de un privado heterogéneo, en el que coexisten algunos grandes empresarios –aproximadamente un tercio del PIB– con empresarios pequeños, trabajadores autónomos y cooperativas que producen, en conjunto, el 30 por 100 del PIB y ocupan cerca del 60 por 100 de los trabajadores. Entre los empresarios medios o grandes del primer sector se encuentra el principal sostén de la derecha radical agrupada en la Coordinadora Democrática Ramiro Sacasa, una parte de la base social de la derecha constitucionalista –Partido Liberal Independiente y Partido Conservador Demócrata– e incluso un pequeño sector de lo que podría llamarse «burguesía sandinista» y que los nicaragüenses prefieren llamar empresarios patriotas, con una gran influencia en la determinación de la política económica del FSLN. En el resto del sector privado están los otros apoyos del PLI y del PCD, y una parte muy Importante de la base social del FSLN». (Nuestra Bandera: revista de educación ideológica del Partido Comunista de España, Número 127, 1 de enero de 1984)
La insistencia de las teorizaciones sobre la «economía mixta» y su superioridad como «nuevo modelo económico socialista» fuera de «dogmatismos», se posaban y veían en la praxis con los siguientes datos del Estado nicaragüense:
«El pluralismo económico ha hecho que aún luego de ser confiscadas las pertenencias de la familia Somoza, que dominó Nicaragua por 40 años, el 60% de la economía y el 80% de la producción siguen en manos privadas. El 80% del crédito y el intercambio ha sido canalizado hacia el sector privado». (Partido Laboral Progresista; Revista, Vol. 15, No.1, Julio 1982)
Estos datos coincidir bien con los de años posteriores:
«Con el triunfo del FSLN en 1979 empezó la reactivación de la economía. El objetivo de la política económica a largo plazo era el cambio estructural dirigido a la disminución de la desigualdad económica y social, y de la dependencia externa –Miplan 1980 y 1981–. Estos objetivos se pretendían buscar dentro de un sistema económico «mixto». Lo mixto de la economía se expresa en dos características: la coexistencia de diferentes tipos de propiedad, la propiedad estatal y las cooperativas, y la propiedad privada, los grandes y pequeños productores; y la coexistencia de diferentes mecanismos de coordinación de las actividades económicas, la planificación estatal y el mercado. Después del triunfo se nacionalizaron todas las posesiones de los Somoza y de sus allegados. Con ello más de una cuarta parte de la capacidad económica del Producto Interno Bruto (PIB) pasó a manos del Estado, sin provocar conflictos dentro del sector privado. Además, se nacionalizaron los bancos y el comercio exterior, y las empresas extranjeras que tenían en su poder las minas. El comercio interior quedó en gran parte en manos privadas». (Fred van Katwijk; La estabilidad de la economía mixta en Nicaragua; Trabajo presentado en el congreso anual de la Asociación Europea para la Investigación de Centroamérica y el Caribe, Marburg, 25-27 de septiembre de 1986)
Esto se sumaba o mejor dicho reforzaba la situación de inflación y deuda a gran calado. Así repasaba una revista simpatizante de la experiencia sandinista los datos económicos de los 80 para analizar las causas de la pérdida de poder sandinista:
«Sobre todo, la situación económica del país, que se encontraba prácticamente colapsado con un récord en materia de hiperinflación –más de un 33.000 por ciento en el último año– y una deuda externa de casi 125.000 millones de dólares, es decir, más de seis veces el PIB». (Veintiuno: Revista de pensamiento político - Número 52, diciembre de 2001)
Las relaciones económicas viraron de una dependencia muy grande –casi absoluta– de los Estados Unidos, hacia una dependencia más «variada»: desde países del bloque revisionista soviético, pasando por los «países no alineados», pero manteniendo igualmente la dependencia de los Estados Unidos y sus aliados:
«En este sentido, otro de los rasgos peculiares de la política económica sandinista es la diversificación de sus relaciones en el plano Internacional. En el momento de la caída de Somoza, los Estados Unidos monopolizaban el 70 por 100 del comercio exterior. En 1984, este porcentaje ha disminuido al 25 por 100, y el resto se reparte prácticamente a partes iguales entre Europa, América Latina y los países socialistas y no alineados». (Nuestra Bandera: revista de educación ideológica del Partido Comunista de España, Número 127, 1 de enero de 1984)
La dependencia económica por créditos, compra de armas y demás hacia el régimen socialimperialista de la Unión Soviética se acentuaría en los años siguientes.
Esto tampoco impidió que las empresas estadounidenses siguieran obteniendo ganancias:
«Los capitalistas extranjeros no están representados directamente en el gobierno, pero se les ha permitido que sigan obteniendo ganancias en Nicaragua. Un capitalista estadounidense con una fábrica en Nicaragua al ser entrevista en el verano de 1981 mostró optimismo sobre sus prospectos allí, citando una «nueva actitud conciliadora» del gobierno nica, reflejada en el nombrado del ex-presidente del banco central como su embajador en Washington. Este embajador también cree que «Nicaragua, que necesita la ayuda extranjera, actúa con más pragmatismo en sus negocios con socios comerciales capitalistas». En verdad los sandinistas casi se hincaron ante Reagan pidiéndole 75 millones de dólares en ayuda comercial». (Partido Laboral Progresista; Revista, Vol. 15, No.1, Julio 1982)
Todo esto, como era normal, daba como consecuencia los disturbios que podemos ver en cualquier país capitalista con los fenómenos de su desastrosa y anárquica economía:
«La actitud de los sandinistas hacia su clase trabajadora no ha sido tan conciliadora como hacia los imperialistas y capitalistas. En septiembre de 1981 se proclamó un año de emergencia económico, recortándose los gastos públicos y prohibiéndose las huelgas y ocupaciones obreras de fábricas. Hay rumores de que existe cierto desencanto hacia el gobierno sandinista entre los pobres urbanos debido a la inflación, la escasez de alimentos y el inadecuado transporte público». (Partido Laboral Progresista; Revista, Vol. 15, No.1, Julio 1982)
En resumen, en la pretendida «vía nicaragüense al socialismo» de los sandinistas, la propiedad privada alcanzaba niveles mayores que en muchos de los países burgueses de Europa Occidental y como reconocería Jaime Wheelock este sector crecía de año en año, más una deuda y una inflación que se mantenía creciente y que daba pie a fenómenos característicos de los país capitalista de entonces o actual. ¿Estos datos de la Nicaragua de los 80 son anormales en Nicaragua hoy en día? ¿Acaso lo son en los actuales países de Latinoamérica?
Esto era lo normal he inherente a un régimen revisionista bajo las relaciones de producción capitalistas:
«En los países capitalistas de corte revisionistas, o sea, aquellos que se cubrieron bajo la apariencia de que allí tras la toma del poder se construyó una sociedad «socialista», pero que en realidad como en otras cuestiones fundamentales revisaron el marxismo-leninismo y no siguieron las pautas ineludibles para construir una sociedad socialista quedándose estancados en un capitalismo, en estos países, como países capitalistas no eluden sus leyes de desarrollo. Por tal razón actualmente existen –en algunos con mayor medida que otros– graves trastornos debido al gasto excesivo en el ejército, desempleo, inflación, diferenciación social, desconcierto por el pago de la deuda, descontento por la falta de abastecimientos de los productos básicos, decepción y enfado por la política interior y exterior antirrevolucionaria del gobierno, apatía por la falta de perspectivas de mejora del nivel de vida, y un largo etc., esto se reflejan a su vez en hechos como huelgas económicas, absentismo laboral, choques de las masas trabajadoras con los cuerpos y fuerzas del Estado, luchas por el poder en la dirigencia, cambios repentinos de política económica, subida y caída de altos cargos del gobierno. Allí, como países que guardan las relaciones de producción capitalistas de todo tipo somos testigos de fenómenos y contradicciones entre el gobierno y las masas trabajadoras, contradicciones que se ven agudizadas en momentos de gran delicadeza y crisis para las dirigencias de estos gobiernos». (Equipo de Bitácora (M-L); El revisionismo coreano; desde sus raíces maoístas hasta la institucionalización del «pensamiento Juche», 2015)
El ejemplo de servilismo hacia la burguesía nacional del FSLN es la confesión del hijo del histórico fundador del FSLN Carlos Fonseca Amador, el señor Carlos Fonseca Terán –conocido por su eclecticismo que va desde apreciar el titoismo, trotskismo, bujarinismo, maoísmo hasta el «socialismo cristiano»– que diría esto a los dirigentes que gobernaron con el FSLN en los 80, que abandonaron la organización tras la ruptura, y que critican la política actual de la organización:
«En los años 80, cuando gobernaban quienes ahora nos acusan de no ser revolucionarios por tener un marco de entendimiento con la gran empresa privada, jamás en Nicaragua predominó la propiedad social en su conjunto –ya no se diga la propiedad estatal–, sino que siempre la hegemonía económica estuvo en manos de la empresa privada». (Carlos Fonseca Terán; Entrevista, 17 de enero del 2013)
¡Si siempre habían beneficiado a la gran empresa porque algunos ex militantes sandinistas se quejaban ahora! Y este paradigma seguido durante los 80 de predominancia de la propiedad privada es el que se seguiría utilizando cuando el FSLN retomó el poder en 2006, aunque en esta ocasión con un tinte claramente neoliberal:
«En el caso particular de los revisionistas nicaragüenses del Frente Sandinista de Liberación Nacional, quienes hace tiempo que se ha declarado seguidores del «socialismo del siglo XXI», sus ideólogos toman como base para justificación de su traición la experiencia económica antimarxista de la década de los 80 con su partido en el gobierno, periodo en el cual ya establecieron la dichosa economía mixta y la alianza con la burguesía nacional; aluden a esta experiencia, como justificación de que ellos ya tenían esa práctica económica en el pasado, y que si bien no se apegaron al marxismo-leninismo entonces, no tienen porque hacerlo ahora». (Equipo de Bitácora (M-L); El revisionismo del «socialismo del siglo XXI», 2013)
La política del «no alineamiento» como pilar de la política exterior
Los revisionistas nicaragüenses establecieron como política exterior el «no alineamiento. La teoría de los «países no alineados» fue fundada por el revisionismo yugoslavo y se reflejó en el Movimiento de los Países No Alineados, al cual se incorporaron el revisionismo cubano, el revisionismo coreano y el revisionismo argelino. Cuatro revisionismos de los cuales el FSLN tomaría como ejemplo en política, economía y cultura, de algunos obviamente extraerían más ideas que de otros como veremos:
«Por primera vez en la historia abrimos el país a unas relaciones internacionales que, teniendo como base los principios del No Alineamiento». (Daniel Ortega; Informe Central de la Dirección Nacional del Frente Sandinista de Liberación Nacional, 19 de julio de 1991)
Dicha teoría fue creada y promocionada por el revisionismo yugoslavo tras la ruptura de Yugoslavia con el campo socialista en los años 40. El esquema de esta teoría creada por el líder yugoslavo Tito, era que cada nación debía buscar su vía «independiente» a la soberanía e independencia, «fuera de cualquier bloque»; del bloque imperialista encabezado por los Estados Unidos y del bloque del campo socialista encabezado por la Unión Soviética en los 40 y 50, fórmula que después sería «libre» del bloque imperialista occidental liderado por los Estados Unidos imperialista y del bloque del revisionismo soviético encabezado por la Unión Soviética socialimperialista a partir de los años 60. Esta teoría si se analiza fríamente, no tenía consistencia ninguna, y sus participantes daban ejemplo de aquella poca seriedad con sus ideales: la propia Yugoslavia, que era líder de este movimiento, como demostró la Primera Conferencia Cumbre del Movimiento de los Países No Alineados que se celebró en 1961 en Belgrado, tenía serios vínculos económicos con los imperialismos occidentales, en especial con el imperialismo estadounidense del que dependía totalmente y con el que estaba altamente endeudado, con el que también estaba ligado mediante pactos militares: es el caso del Pacto de los Balcanes de 1953 que ligaba a Yugoslavia a la Turquía reaccionaria y a la Grecia monarco-fascista, ambos miembros de facto de la OTAN y conocidos regímenes proestadounidenses.
Esta teoría, inconsistente, pretendía además pasar a países que habían adquirido la independencia estatal recientemente como regímenes revolucionarios, aunque sus dirigencias siguieran manteniendo la dependencia de los imperialismos bajo la figura del neocolonialismo, lo que hacía imposible su no alineamiento de facto. Estas contradicciones aparecían de forma nítida, e incluso eran reconocidas por figuras afines a la teoría como Tito o Kim Il Sung:
«Refiriéndose a la situación en África, Tito mencionó que las fuerzas reaccionarias de los Estados Unidos, Latinoamérica, Europa, Inglaterra, y la Alemania Occidental, están buscando activamente movilizarse para derrocar regímenes progresistas en países como Libia, Angola, Zambia, Tanzania, y derrotar los movimientos democráticos y progresistas en toda África. Las fuerzas reaccionarias están muy bien organizadas, han calculado sus estrategias. Hostiles reacciones desde ciertos países, incluidos de algunos del Movimiento de los Países No Alineados como son Egipto, Marruecos, Zaire, están amenazando encarecidamente tanto la paz en la región como la unidad del Movimiento de los Países No Alineados. Las fuerzas estadounidenses en represalia, en conjunto con los movimientos reaccionarios en África han orquestado y logrado derrocar algunos regímenes progresistas. Según Tito, dada la situación, es nuestra obligación alentar y apoyar a todos los movimientos antiimperialistas y progresistas de todo el mundo. Kim Il Sung está plenamente de acuerdo, proponiendo mantener un contacto directo y permanente con todos los Estados con el fin de explicar la actual situación mundial y movilizar a todos los países no alineados a defender y fortalecer la solidez del movimiento». (Dimitru Popa; Telegrama de la embajada de Rumanía en Pyongyang al Ministerio de Relaciones Exterior de Rumanía, a los camaradas Constantin Oancea y Ion Ciubotaru, 4 de septiembre de 1977)
¿Cómo definían los marxista-leninistas, que llevaban décadas luchando contra estas teorizaciones burguesas, a los «Países No Alineados»?
«Esta política, si es que la podemos llamar así, era una ficción, un castillo edificado sobre arena, pero con objetivos precisos. Era un modus vivendi fabricado por el capitalismo mundial para conservar su imperio neocolonialista, haciendo creer a los pueblos que la política que seguían los dirigentes de estos países «no alineados», que de hecho, quien más quien menos, unos sin querer y otros queriendo, son satélites del imperialismo estadounidense y de las demás potencias capitalistas, era una política «independiente» y al margen de los bloques». (Enver Hoxha; La política del «no alineamiento», una política construida sobre un castillo de arena; Las superpotencias, 16 de marzo de 1980)
En el computo interior de Nicaragua, ¿cómo era visto esta teoría imperialista y revisionista por el MAP-ML cuando el FSLN hacía de ella bandera de su política exterior?:
«El movimiento de los Países No Alineados es más de carácter económico. En él se han aglutinado una serie de países para buscar la forma de plantear sus propios problemas de manera conjunta y lograr algunos beneficios de los países más desarrollados. El NO-AL sería nocivo para Nicaragua si con el se trata de esconder el verdadero origen del enfrentamiento que existe a nivel internacional entre los Estados y los países y que no es sólo la guerra, sino también la lucha de clases que se manifiesta en términos concretos de enfrentamientos por la búsqueda de hegemonía de mercados, Por otra parte, el pueblo nicaragüense apoya la lucha en contra del imperialismo y no puede manifestarse como No Alineado en esta lucha. En cuanto a la política internacional del gobierno, creemos que el gobierno sandinista ha mostrado una gran habilidad. Pero rechazamos la pretensión del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) de elevar a principios las maniobras internacionales de aprovechamiento de las contradicciones interburguesas o interimperialistas a nivel internacional. Convertir estas maniobras en el fundamento de la política exterior de Nicaragua es un error. No es concebible, por ejemplo, que se llame «hermano» a Herrera Campins o a Carlos Andrés Pérez, confundiendo con amigos a los que son enemigos de la revolución. Una cosa es la habilidad política y otra convertir las contradicciones actuales, las maniobras y las tácticas, en principios». (Carlos Cuadra; Entrevista de Envío a Carlos Cuadra, Secretario del Movimiento de Acción Popular Marxista-Leninista (MAP-ML), 16 de septiembre de 1986)
Hay que decir, siendo del todo sinceros, que ni los propios creadores de las teorías de los «tres mundos», los «países no alineados» y otras, se aclaran en delimitar que países pertenecen a cada teoría, aunque más o menos se intuían:
«Es difícil discernir qué Estados son del «tercer mundo» y qué los distingue de los «países no alineados», qué Estados forman parte de los «no alineados» y qué los distingue de los del «tercer mundo». Así pues, cualquiera que sea el nombre que se les dé, se trata de los mismos Estados». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)
Para los «hooligans» de la teoría de los «países no alineados», países claramente ligados al imperialismo estadounidense como Yugoslavia, Zaire o Marruecos eran países propiamente «no alineados»:
«Así pues, Tito, con su política «no alineada», fabricada por el imperialismo estadounidense, llegaría junto con los demás líderes de esta política, que mencionamos antes y que ahora están muertos, a crear un rebaño de ovejas, sin pies ni cabeza, pero con un cartel donde se leyera países «no alineados», con una política específica, que supuestamente se diferenciaba de la política de bloques y estaba en oposición a ella. Todos estos países, llamados no alineados, pero que de hecho estaban bajo la influencia económica y política y bajo la defensa del imperialismo y el capitalismo, alimentaban la ilusión de manifestar en sus periódicas reuniones su pretendida «gran» voluntad y su oposición a la política de las grandes potencias y de los bloques». (Enver Hoxha; La política del «no alineamiento», una política construida sobre un castillo de arena; Las superpotencias, 16 de marzo de 1980)
Que países alineados al socialimperialismo soviético como Cuba, Angola o Libia, eran «no alineados»:
«Ahora bien, en este juego político internacional, la Unión Soviética no se quedó a la zaga de los Estados Unidos. Tenía sus zonas de influencia compuestas por Estados supuestamente independientes de ella en los diversos continentes, donde no sólo la política de la Unión Soviética, sino también sus inversiones económicas, jugaban un papel importante». (Enver Hoxha; La política del «no alineamiento», una política construida sobre un castillo de arena; Las superpotencias, 16 de marzo de 1980)
E incluso países vacilantes que se pasaban de un lado a otro de los bloques imperialistas en disputa, como Egipto o Somalia, también eran considerados países «no alineados»:
«Cada uno de estos Estados, cada una de las camarillas dominantes en ellos hacía, en relación con el país del cual dependían, la política que le aseguraba mayores beneficios y, a la primera oportunidad podía pasar de una dependencia a otra, es decir, de una zona de influencia a otra». (Enver Hoxha; La política del «no alineamiento», una política construida sobre un castillo de arena; Las superpotencias, 16 de marzo de 1980)
Es lícito concluir pues, que:
«El imperialismo estimuló e instigó el surgimiento de diversos movimientos y teorías que creaban esta impresión. Tal es el movimiento de los «no alineados». Su base ha consistido en la prédica de la no participación en los bloques políticos y militares y de la defensa de los intereses de los países no desarrollados económicamente frente a la política de las superpotencias. Pero ahora que ha aumentado la rivalidad entre las superpotencias, que la crisis ha reducido el campo de maniobra, se observa claramente que la mayoría de los países «no alineados» se unen a una o a la otra superpotencia. Junto a la división del movimiento y el surgimiento de numerosos conflictos entre los diversos países denominados no alineados, se vinieron abajo también las teorías demagógicas montadas con gran esfuerzo por los diversos líderes que han aspirado a constituirse en dirigentes e ideólogos de este movimiento». (Enver Hoxha; Informe en el VIIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1981)
Con tal teoría se vislumbra que los partidos marxista-leninistas y los países socialistas no pueden contraer alianzas con cualquier clase, cualquier país, en cualquier situación:
«Los campeones de las teorías» antimarxistas que ahora adornan en lo que se refiere a las alianzas, tratan de presentar sus prédicas como «marxista-leninistas» que el proletariado y los pueblos deben introducir en su lucha, pero en realidad estos puntos de vista de ellos están lejos de ser marxista-leninistas. Podemos ver la convocatoria de los revisionistas modernos a las «alianzas» entre los diferentes «mundos» –o sea países–, pero se «olvidan» que en los llamados «mundos» y países hay pueblos, clases e intereses de clase diametralmente opuestas entre sí. Por lo tanto, en primer lugar los oportunistas liquidan de un plumazo la contradicción entre el proletariado y la burguesía, desvían la atención del proletariado de su preparación para la revolución –sea para la lucha por la liberación nacional, democrática, o socialista– con estos pactos absurdos que buscan el statu quo de la situación. En segundo lugar, en las llamadas «alianzas» que los oportunistas recomiendan, el papel hegemónico y de liderazgo que deben desempeñar el proletariado y su partido marxista-leninista no se tiene en cuenta, por el contrario este papel bien no permanece totalmente definido o se divide entre diferentes clases y partidos. Las posiciones del marxismo-leninismo en relación con este problema son todo lo contrario. El marxismo-leninismo nos enseña en su teoría y en su experiencia de largo trecho que, para la consecución de sus objetivos estratégicos, el verdadero partido marxista-leninista debe emplear tácticas revolucionarias hábiles para poder lograr ganarse a su lado a los aliados naturales del proletariado y asegurarse su apoyo en momentos clave, deben aprovechar las contradicciones que surgen entre los potencias imperialistas, y establecer alianzas con las fuerzas o clases que, aunque sea por un tiempo limitado y para un contexto limitado, estén interesados en la revolución». (Nexhmije Hoxha; Algunas cuestiones fundamentales de la política revolucionaria el Partido del Trabajo de Albania sobre el desarrollo de la lucha de clases, 27 de junio de 1977)
Y era claro, que países anticomunistas, que asesinaban a comunistas como en los regímenes proestadounidenses: Marruecos del rey Hassan II o los regímenes prosoviéticos como la Libia de Muamar el Gadafi, no estaban «interesados» en la revolución proletaria ni en casa ni fuera.
Como en los países del «tercer mundo», al respecto de los cuales Enver Hoxha declaró con exactitud que dichos Estados estaban: «dominados en su abrumadora mayoría por la burguesía y los feudales, incluso por reaccionarios y fascistas declarados», también en los países de los «no alineados», las clases gobernantes también eran explotadoras. Las personas que dirigían estos países del «tercer mundo», los «países no alineados», los «países en vías de desarrollo» y demás, en su mayoría eran nacionalistas-burgueses de dudoso compromiso no ya con la revolución socialista, sino de las tareas antiimperialistas, anticolonialistas, y antifeudales:
«En diversos países del mundo hay muchos dirigentes como Tito, a los que pretende agrupar en el llamado «mundo no alineado». En general, estas personalidades son burgueses, capitalistas, no marxistas, muchas de ellas combaten abierta y orgullosamente la revolución. Los apelativos socialista, demócrata, socialdemócrata, republicano, republicano independiente y otros, que se atribuyen a sí mismas algunas de ellas, en la mayoría de los casos sirven para engañar al proletariado y al pueblo oprimido, para mantenerlos subyugados, para jugar a sus espaldas. En los Estados «no alineados» impera la ideología capitalista, antimarxista. Muchos de estos Estados están enredados con las superpotencias y todos los países capitalistas desarrollados del mundo por los mismos lazos que lo está la Yugoslavia titoista. La agrupación en el «mundo no alineado» que predica Tito para todos los países del mundo, bajo su dirección, tiene como única base el objetivo y la actividad tendentes a sofocar la revolución, a impedir que el proletariado y los pueblos se levanten y derrumben la vieja sociedad capitalista, e instauren la sociedad nueva, el socialismo». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)
Claro, era normal que los revisionistas coreanos, argelinos, cubanos, yugoslavos y los propios nicaragüenses pidieran la colaboración, apoyo y unión entre Estados donde existían clases explotadoras y explotadas, sus regímenes tenían esa misma estructura, por lo tanto no se podía esperar lo contrario de cara al exterior. Creemos que ellos comprendían perfectamente las aspiraciones nacionalistas de todos los líderes de estos países, sobre todo de aquellos líderes que como ellos iban disfrazados bajo «rojos ropajes», por ello se apoyaban mutuamente mientras no hubiera intento de desgarrar la máscara ajena, el disfraz de marxista al otro, es decir, mientras uno respetase el revisionismo del otro y viceversa no había problema. En cuanto a los objetivos económicos de este «mundo no alineado»:
«Tito califica a su teoría, una «teoría universal», alrededor de la cual deben agruparse todos los Estados «no alineados», con sus contradicciones, con sus diferentes gobiernos de no importa que tipo y con sus distintos regímenes; alrededor de ella se deben unir para afrontar las cuestiones políticas urgentes e instaurar un nuevo orden económico mundial. En otras palabras, deben vivir en paz, en coexistencia pacífica, y según Tito, es conveniente hacer una repartición más equitativa de las riquezas mundiales». (Enver Hoxha; Tito «saluda» a Mao Zedong en el mausoleo; Reflexiones sobre China, Tomo II, 30 de agosto de 1977)
También esta reivindicación de los líderes «no alineados» de un mundo donde «se repartan mejor las riquezas», sin más, sin hacer alusión a reemplazar el régimen de producción capitalista en sí, es un eslogan que la burguesía a nivel mundial recuperó en su día con el fenómeno de la llamada «globalización», y muchas teorías «tercermundistas» comprimidas en el «socialismo del siglo XXI»:
«El Movimiento de Países No Alineados debe concentrar sus esfuerzos en empacar el establecimiento de una estrategia conjunta en un intento de contrarrestar los desafíos de la «globalización». Esto deberá levantar una estrategia básica para hacer frente a los efectos negativos de la «globalización», para fortalecer las relaciones económicas entre los países en vía de desarrollo, organizando las acciones de cooperación entre sur-sur de acuerdo con las cambiadas circunstancias, desarrollarlas más ampliamente y vigorosamente. El gobierno de la República Popular Democrática de Corea va en el futuro a permanecer fiel a la idea básica y objetivo del Movimiento de Países No Alineados, y realizar contribuciones activas al logro de la causa humana de la independencia bajo la dirección sabia del Secretario General Kim Jong Il». (Agencia Telegráfica Central de Corea, Pyongyang, 9 de mayo de 1998)
Como vemos, los revisionistas coreanos, propulsores del movimiento de «no alineamiento», no llegaron a entender nunca, o bien disimulaban no haber entendido la máxima de que en el caso, sobre todo, de países dependientes la política de:
«Cada Estado capitalista, grande o pequeño, que forma parte del mundo de los «no alineados», aplica una política exterior acorde con lo que recibe del que le financia, del que le apoya y al que ha atado sus destinos». (Enver Hoxha; La política del «no alineamiento», una política construida sobre un castillo de arena; Las superpotencias, 16 de marzo de 1980)
Vincent Gouysse atizaría así además, estas especulaciones sobre la búsqueda de la «independencia», «soberanía» y «autosuficiencia económica de los «países no alineados»:
«La revolución antiimperialista –socialista– se centra en la independencia económica como condición para mantener la independencia política y se caracteriza por la prioridad dada a los medios de la industria de producción de medios de producción, mientras que la revolución anticolonial –democrático-burguesa– espera disfrutar de una mayor –o más «justa»– integración en la división internacional del trabajo». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo, 2007)
Entonces, se comprende, que cuando países capitalistas-imperialistas hablaban a los países a los que maniataban económicamente de la búsqueda de un «nuevo orden económico», lo hacían para tranquilizar a los pueblos de estos países cansados de su explotación en beneficio de las camarillas locales y de los países extranjero, del mismo modo que cuando los países capitalistas dependientes de las grandes potencias imperialistas declaraban y abogaban por efectivamente un «nuevo orden económico», se entiende que se referían, a que o bien exigían que los imperialismos aflojaran el nudo que les subyugaba pidiendo un mejor reparto de los mercados o más ayudas económicas, bien adoptaban esta postura de cara al pueblo para calmar los ánimos de las masas trabajadoras y posar como antiimperialistas que buscaban soluciones a su crisis económica interna, o simplemente lanzaban tal consigna como representantes burgueses de un país capitalista en alza que buscaba convertirse en potencia y directora del dichoso nuevo orden económico en su región o a nivel mundial. Pero este eslogan era falso, que como los marxistas saben, el único «nuevo orden económico» posible que dará solución a los problemas intrínsecos del capitalismo es el sistema económico socialista:
«Los representantes del gran capital mundial hablan mucho sobre la necesidad de cambiar el actual sistema de relaciones económicas internacionales y de crear un «nuevo orden económico mundial», que también es respaldado por los dirigentes chinos. Según ellos, este «nuevo orden económico» servirá de «base para la estabilidad global». Por su parte, los revisionistas soviéticos hablan de crear una pretendida estructura nueva en las relaciones económicas internacionales. Todo esto son esfuerzos y planes de las potencias imperialistas y neocolonialistas, las cuales quieren mantener vivo y prolongar el neocolonialismo, y conservar la opresión y la expoliación de los pueblos. Pero, las leyes de desarrollo del capitalismo y del imperialismo no obedecen a los deseos ni a las invenciones teóricas de la burguesía y de los revisionistas. Como Lenin ha señalado, para resolver estas contradicciones es necesaria la lucha consecuente contra el colonialismo y el neocolonialismo, la revolución». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)
Llegar a comprender en todo su esplendor los daños que han supuesto a las luchas de liberación nacional y a la revolución proletaria la teoría de los «no alineados», es una actividad que todo marxista-leninista debe llevar a cabo en su formación ideológica, mas cuando aún a día de hoy este Movimiento de los Países No Alineados, y cada uno de los países integrantes, siguen propagando su verborrea en sus conferencias sobre su neutralidad, independencia y soberanía de los imperialismos. De hecho este era el lema de los programas «antiimperialistas» eurocomunistas: en los 70, época que creían que era el:
«Momento fundamental de la lucha por la paz, por la cooperación internacional y por una política de coexistencia pacífica es cada vez más el esfuerzo por la construcción de un nuevo sistema y orden internacional, también en el campo económico». (Partido Comunista Italiano; La política y organización de los comunistas italianos; tesis y estatutos aprobados en el XVº Congreso del Partido Comunista Italiano, 1979)
Así explicaba Enver Hoxha la relación del revisionismo eurocomunista con la demanda de «un nuevo reparto económico de las riquezas», un «nuevo sistema económico beneficioso para todos», la «profundización de la coexistencia pacífica entre países», y el «no alineamiento»:
«La idea de la reconciliación de clases y del sometimiento a la dominación extranjera que penetra toda la línea política e ideológica de los eurocomunistas queda patente también en la actitud que adoptan hacia los movimientos revolucionarios, de liberación nacional y antiimperialistas. Al no estar por la revolución en su propio país, tampoco están por la revolución en los otros países. No buscan debilitar a la burguesía imperialista y neocolonialista de sus países, por lo tanto jamás pueden considerar la revolución en los países oprimidos como una ayuda directa al desmoronamiento del sistema capitalista. Para ellos no existen el proceso único de la revolución, los vínculos naturales de sus diversas corrientes, la necesidad de la ayuda mutua. Alguna vez para salir del paso, con fines propagandísticos, hacen alguna que otra alusión a favor de los movimientos antiimperialistas. Pero esto se queda en frases vacías, sin un contenido concreto y sobre todo no va acompañado de acciones políticas. Su «respaldo» es fundamentalmente una pose en cierto modo «izquierdista», una manera de estar a la moda y hacerse pasar por progresistas, demócratas. En su actitud hacia el movimiento revolucionario y de liberación, los eurocomunistas, en su conjunto, han hecho suya la ideología del no alineamiento, la cual les viene al pelo para justificar la sumisión de los pueblos a la dominación de las potencias imperialistas y presentar el neocolonialismo como la vía que permite a los países ex-colonias salir de la pobreza y asegurar su desarrollo». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)
Pero los dirigentes del FSLN tanto en lo 80 como ahora, a causa de la nula formación marxista-leninista jamás entendieron los peligros y consecuencias del Movimiento de los Países No Alineados ni de sus teorías, ni sabían que significaba el mero hecho de incluir a su país en esta teoría antimarxista. De igual modo lejos de ser marxista-leninistas en la cuestión respecto a la Unión Soviética, siguieron la estela de sus ídolos cubanos que seguían considerando a la Unión Soviética revisionista y socialimperialista como un país «socialista e internacionalista» en el que apoyarse: recomendando a otros países «no alineados» a tener la misma consideración lo que contradecía la misma política del no alineamiento, pero eso lo veremos más claramente en las confesiones de años después.
***
¡Todas estas tres desviaciones en la cuestión del poder, materia económica, y posicionamiento internacional, eran consecuencias directas de la no consecución marxista-leninistas de asegurar al proletariado y su partido el papel dirigente, así como por la permisión de la usurpación de la revolución antisomocista por otras fuerzas de clase!». (Equipo de Bitácora (M-L); ¿Qué fue de la «Revolución Popular Sandinista»?: Un análisis de la historia del FSLN y sus procesos, 19 de julio del 2015)
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