lunes, 5 de noviembre de 2018

Desarme y disolución de ETA más las posturas seguidistas de los de siempre; Equipo de Bitácora (M-L), 2017

[Nota de 2021: Esta postura de RC sobre ETA de 2017 corría paralela a su antigua línea política, la cual iba a la zaga del nacionalismo catalán y vasco. En todo caso es interesante como sus conclusiones concluían con las del PCE (r) y los entornos de ETA. Hoy, por el contrario, su línea en cuestión nacional rezuma de un chovinismo español que desprecia a las naciones periféricas como «moribundas» y considera a España más bien como una «nación de naciones», pero quien sabe si mañana asistiremos a otro giro de guion, ya que como dijimos «Como reza el lema de RC-FO que ya se ha convertido en una broma viral para todos sus detractores que observan esto: «¡Los principios vencen, los principios no se concilian!». Mas cuando estos principios se basan en un poco de «populismo» sofista, un «obrerismo» trasnochado, otro tanto de «fervor nacional», más las quijotadas del gurú de turno –que va cambiando de opinión según sopla el viento–, el resultado evidente es que estos principios doctrinales solo pueden llegar inspirar a la caterva de reaccionarios e ignorantes de tu país, como le ocurre a Roberto Vaquero». Véase el capítulo: «Los nuevos socialchovinistas: la postura de RC sobre la cuestión nacional» de 2020.]


[Post originalmente publicado en 2017, reeditado en 2021]

«En vez de centrar todos los esfuerzos en la lucha contra la desorganización filistea, que penetra tanto en las clases altas como en las bajas; en lugar de unir más estrechamente las fuerzas dispersas del partido para defender los principios revolucionarios probados; en lugar de eso, gente desequilibrada, que carece de todo sostén de clase en las masas, arroja por la borda todo lo que aprendió y proclama la «revisión», es decir, el retorno a los trastos viejos, a los métodos artesanales en la labor revolucionaria, a la actividad dispersa de pequeños cenáculos. Ningún heroísmo de estos grupitos e individuos en la lucha terrorista podrá cambiar nada en el hecho de que su actividad como miembros del partido es una expresión de disgregación. Tiene extraordinaria importancia comprender la verdad –confirmada por la experiencia de todos los países que han sufrido las derrotas de la revolución– de que tanto el abatimiento del oportunista como la desesperación del terrorista revelan la misma mentalidad, la misma particularidad de clase, por ejemplo, de la pequeña burguesía. (...) Por lo visto, esa gente jamás se ha parado a pensar en las condiciones objetivas que originan primero una amplia crisis política y después, al agravarse esa crisis, la guerra civil. Esa gente aprendió de memoria la «consigna» de la insurrección armada, sin comprender su significado ni las condiciones en que puede ser aplicada. Por eso reniega con tanta facilidad, ante los primeros reveses de la revolución, de las consignas adoptadas sin reflexionar, a ciegas. Pero si esa: gente apreciase el marxismo como la única teoría revolucionaria del siglo XX, si aprendiese de la historia del movimiento revolucionario ruso, percibiría la diferencia que existe entre la fraseología y el desarrollo de las consignas verdaderamente revolucionarias». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Algunos rasgos de la disgregación actual, 1908)

El tema de «Euskadi Ta Askatasuna» (ETA) es un tema en el que muchos autodenominados «marxista-leninistas» han fallado en analizar por sentimentalismo, seguidismo o cobardía ante las posibles represalias. ¿Cómo trata Reconstrucción Comunista (RC) ese tema? Vuelven a no diferenciarse del resto de oportunistas, y como muchos de ellos, se presenta como «críticos» de ETA y la deriva de la «izquierda abertzale», pero no pasa de ser en realidad un «criticismo» que esconde resabios de la propia propaganda del entorno etarra. De hecho, su último artículo ha sido aplaudido entre todos los círculos conocidos por su postura nacionalista y proetarra, porque en esencia alimenta los mitos en torno a ETA, apoya la continuación de la lucha armada enfocada en su visión terrorista y elude criticar la esencia nacionalista, ecléctica y oportunista que ha portado la organización desde sus inicios. Veámoslo todo sin más dilación. 

Un resumen preliminar sobre el carácter de ETA

Antes que nada, mostremos un breve pero verdadero análisis sobre ETA que todo marxista-leninista debe conocer. 

a) Sobre el carácter ideológico de ETA: esta banda jamás estuvo cerca de tener una unidad ideológica y de acción monolítica. En sus primeros manifiestos de 1962 se declaraba «en contra de las dictaduras» como «el fascismo o el comunismo», su aspiración era «armonizar el capital y el trabajo». Años después, pese a la parafernalia lingüística para aparentar ser revolucionarios y tener influencia marxista, no se había logrado la ansiada cohesión, algo normal en este tipo de grupos; el extremo fraccionalismo y las escisiones eran el pan de cada día, ya que ni siquiera oficialmente se seguía una línea ideológica clara ni se regían por el centralismo democrático para garantizarlo. En lo estrictamente ideológico de ETA, si observamos su progreso desde sus inicios: tanto el nacionalismo burgués, el trotskismo, el maoísmo, el anarquismo, el tercermundismo y el socialdemocratismo –ahora especialmente– han estado presentes en toda su teoría y actuar, y esto lo corrobora no solo sus estrategias y tácticas, ni siquiera todas las corrientes oficiales expulsadas a lo largo de su historia que evidencian tal existencia interna, sino la deriva actual tanto de ETA como de la izquierda abertzale que en algún momento ha sido afín a ETA. Como en el caso de otras bandas armadas análogas de su época como podrían ser las Brigadas Rojas italianas, en ETA tenemos un caso similar de bloques contrapuestos entre sí a causa de una mezcolanza ideológica no definida, facilitando la infiltración de elementos de todo tipo, tanto de antimarxistas como provocadores. Esta debilidad en el ámbito ideológico, hacía muy común las pugnas arribistas por intereses personales, como hacía muy fácil que los servicios secretos de los países donde operaban se infiltraran en la organización –véase casos en ETA como el de Mikel Lejarza alias Lobo– logrando o bien vender a sus dirigentes a la policía o utilizar a los elementos más volubles para azuzar desde dentro a que se cometieran actos aventureros para interés de los gobiernos de turno o de otras fuerzas burguesas. Recordemos que el terrorismo ha jugado una baza fundamental en los gobiernos de Italia, España, Alemania para desviar la atención pública de los problemas del capitalismo, criminalizar a los verdaderos marxista-leninistas y fortalecer la unidad de las fuerzas políticas burguesas pudiendo excusar mejor el uso de la fuerza y leyes represivas.

b) Sobre la estructura sin partido de ETA: como en casi todas las bandas armadas de inspiración guevaristas o filoguevaristas de Europa, aquí tampoco existía un partido y un centralismo democrático que dirigiera a estas «guerrillas urbanas», algunos decían que estaban pensando en la creación del «partido comunista vasco», o en el mejor de los casos si existían estos partidos pero no mandaban realmente a los diferentes brazos armados, siendo estos autónomos o directamente mandaban estos sobre los partidos; pero como decíamos, lo normal en estas organizaciones, como el caso de ETA, era que las «guerrillas urbanas» dirigieran la política por encima del resto de organizaciones con las que estaban conectadas, incluyendo sindicatos y asociaciones que eran partidarias o simplemente simpatizantes de ella. En estos casos, el eclecticismo ideológico se reflejaba también en el terreno de las ramas organizativas –la rama política, sindical, asociaciones juveniles, etc.–, dándose una rivalidad y cada vez una mayor independencia de pensamiento y acción en sus diferentes estructuras, por ejemplo, en ETA fue el caso de la división primero y separación después entre ETA (militar) y ETA (político-militar).

c) El carácter terrorista de sus acciones: ETA se manejaba bajo lo siguientes preceptos: 1) la repetición de la tesis anarquista de que «la historia la hacen los héroes», es decir, un grupo reducido y conspirativo, no las masas, que solo serían impulsadas y actuarían como comparsa, como mal necesario; 2) no se toma en cuenta las condiciones objetivas ni subjetivas para el desencadenamiento de cualquier acción, sea violenta o pacífica, ni siquiera se tiene una perspectiva clara de cómo se tomará el poder, predominando una idea catastrofista del colapso del Estado enemigo a través de la generación del caos, o mediante el pactismo tras haber logrado una considerable posición de fuerza; 3) se incita a la pasividad de las masas, que deben esperar a las prácticas terroristas de estos «grupos de héroes» para cambiar la situación política, concibiéndose a veces esta esta forma de lucha como la principal para que la masa, la «muchedumbre» no sufra las consecuencias de la represión; 4) se niega al proletariado como clase de vanguardia, fundiéndolo con la llamada «masa nacional», e incluso se incluye a la burguesía nacional como parte del «pueblo». Toda esta forma de pensar se reflejaba en una metodología de: secuestros, atentados en embajadas, asesinatos selectivos o coches-bomba en las calles, en ocasiones con el resultado de más muertes civiles que de sus «objetivos», algo chocaban con la incomprensión de las masas y su rotundo rechazo.

La equidistancia de los revisionistas frente al mito de ETA

Cuánto gasto innecesario de juventud y energías se podrían haber ahorrado en mejores cosas si algunos aventureros hubiesen leído y reflexionado sobre estas palabras referidas al terrorismo –a baja o a gran escala– sin conexión con las masas y sobre el gran defecto que supone –en general– todo espontaneísmo sin perspectivas:

«Nosotros, en cambio, creemos que tales movimientos de masas, ligados al crecimiento, evidente para todos, de la conciencia política y de la actividad revolucionaria de la clase obrera, son los únicos que merecen el nombre de actos auténticamente revolucionarios y los únicos capaces de infundir verdadero aliento a quienes luchan por la revolución rusa. No vemos aquí la famosa «acción individual», cuyo nexo con las masas consiste tan solo en declaraciones verbales, en anónimos condenando a muerte a tal o cual verdugo, etc. Vemos una acción efectiva de la multitud, y la falta de organización, la impreparación, la espontaneidad de esta acción nos recuerdan cuán torpe es exagerar nuestras fuerzas revolucionarias, cuán criminal es despreciar la tarea de llevar a esta multitud, que lucha de verdad ante nuestros ojos, una organización y una preparación cada vez mayores. La única tarea digna de un revolucionario no consiste en dar, por medio de unos disparos, motivo para la excitación, elementos para la agitación y el pensamiento político; consiste en aprender a elaborar, utilizar y tomar en sus manos el material que proporciona en cantidad más que suficiente la vida rusa. (...) Nosotros consideramos, por el contrario, que solo pueden tener influencia real y seriamente «agitadora» –excitante–, y no solo excitante, sino también –y esto es mucho más importante– educativa, los acontecimientos en los que el protagonista es la propia masa y que son originados por su estado de ánimo, y no escenificados «con fines especiales» por una u otra organización. Opinamos que un centenar de regicidios jamás producirán la influencia excitante y educativa que ejerce la sola participación de decenas de miles de obreros en asambleas en las que se examinan sus intereses vitales y el nexo entre la política y estos intereses». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Nuevos acontecimientos y viejos problemas, 1902)

El rapero simpatizante del PCE (r), Pablo Hasél, nos advertía en su artículo sobre el desarme de ETA que su labor no era explicarnos la historia de la banda o sus desviaciones sobre el concepto de lucha armada, en cambio, eso sí, nos regalaba una monserga defendiendo su trayectoria y lamentando su disolución:

«Este artículo no pretende ser una crítica sobre el fin de su lucha armada». (Pablo Hasél; ¿De qué paz nos hablan? –Sobre el desarme de ETA–, 11 de abril de 2017)

Desde Universidad Obrera (UO), la tapadera número mil de Reconstrucción Comunista (RC), también se disculpan porque no veremos ni una sola palabra que denuncie las prácticas terroristas desarrolladas, sobre su eclecticismo, sobre la cuestión nacional o sobre su concepto de «organización revolucionaria» que tenía ETA:

«Este artículo no se centrará en analizar el recorrido del grupo armado ETA ni del Movimiento de Liberación Nacional Vasco, con sus aciertos y sus desviaciones ideológicas y errores tácticos». (Universidad Obrera; Sobre el desarme de ETA: El proceso de paz vasco y los artesanos de la paz, 2017)

Vamos, nos vienen a decir que les disculpemos porque en sus explicaciones solo se va a ver un seguidismo a la propaganda etarra que identifica a ETA –sin nula influencia– con el pueblo vasco. ¡Menuda crítica para unos autodenominados «marxista-leninistas»! ¡He aquí la cobardía clásica de Roberto Vaquero y compañía que temen perder amigos en según que colectivos por decir las cosas como son! Algunos de los que están bajo su égida aún están a tiempo actualmente de desengañarse de esos grupos y figuras seducidos por romanticismo terrorista. ¿Es que acaso que un grupo ejerza la violencia es algo beneficioso y revolucionario per se?:

«Para los marxista-leninistas, es evidente que la violencia revolucionaria y la lucha armada solo cumplen su función revolucionaria cuando está inserta en el conjunto de una política basada en el desarrollo de la lucha de clases y no al margen de ella y uniendo los objetivos tácticos y estratégicos a los de los hermanos de clase de todo el país. De otro modo, se frena el desarrollo y la elevación a más altos niveles de la lucha de clases y de la lucha política en general, y se fragmenta la unidad imprescindible del conjunto de los pueblos de España contra el poder reaccionario, contra el enemigo común. La concepción nacionalista y separatista de la violencia y de la lucha armada, practicada por ETA –todas sus ramas– y otros grupos nacionalistas, corresponden, sin duda alguna, a intereses pequeño burgueses de las fuerzas que la practican hoy en España, y ello pese a las propias declaraciones superrevolucionarias y la propia imagen que de ellos mismos intentan darse sus cabecillas nacionalistas. Tal ha sido y es, objetivamente, el papel desempeñado por las acciones armadas llevadas a cabo por nacionalistas de ETA –en sus distintas ramas–. Es un hecho que en ellas no participan directa ni indirectamente ni la clase obrera, en tanto que tal, ni otros sectores antifascistas y populares, y ello entre otras razones porque los mismos objetivos estratégicos, incluso tácticos, planteados por esos grupos y por sus acciones armadas, que son el separatismo y el independentismo a ultranza, por encima de todo, no solo no coinciden con los intereses de clase del proletariado y de otros sectores populares vascos que aspiran al socialismo, sino que, en el fondo, se contraponen, no solo en el plano estratégico, sino también en muchos casos, en el táctico». (Elena Ódena; El marxismo, la lucha armada y la violencia revolucionaria y las guerras, 1979)

Pero a RC –o mejor dicho a Roberto Vaquero– le da igual estas famosas palabras o las de cualquier figura revolucionaria, de hecho, en RC se reivindica a Hoxha o a Ódena como se podría reivindicar a cualquier otro, como hacen con Abdullah Öcalan, porque no respetan en nada sus principios. Lo hacen de forma transitoria, por moda, para así intentar ganar apoyos o tejer alianzas; y si mañana el «líder» decide volver a Mao oficialmente o presenta a Ramiro Ledesma como nuevo paradigma del «patriotismo revolucionario», así se hará sin rechistar. Por esta misma razón –la incapacidad notoria para aprender de la historia– resulta que los análisis del señor Vaquero sobre el PCE (m-l)/FRAP no aportan absolutamente nada, son todo loas a la «heroica organización». Mismas palabras –calcadas una a una– que han mantenido siempre los jefes del FRAP que precisamente lo llevaron al traste, como el señor Raúl Marco. ¡Al parecer todo fue muy correcto y épico, pero nadie sabe explicar porqué la organización pasó a mejor vida! ¡Qué casualidad! Véase el capítulo:  Véase el capítulo: «El auge del PCE (m-l) y las acciones armadas del FRAP de 1973-75» de 2020.

Sobre el desarme de ETA

En torno a la cuestión del desarme definitivo de ETA, desde UO se seguía diciendo:

«El pueblo vasco no ha diseñado ni ha sido partícipe del desarme, ni siquiera ha tenido la oportunidad de elegir cómo tendría que ser ese supuesto proceso de paz». (Universidad Obrera; Sobre el desarme de ETA: El proceso de paz vasco y los artesanos de la paz, 2017)

¿Cómo va el pueblo vasco a participar y dirigir en las decisiones políticas de una organización conspirativa como ETA y todo lo relacionado con ella –como su desarme– cuando ha sido y es una organización de tipo militarista? ¡¿A qué necio se le ha ocurrido escribir tal cosa?! Suponemos que al mismo «simio ilustrado» de Roberto Vaquero que veía «socialismo» en un «proceso socialista en el Kurdistán». Pero existen otros «gudaris» mucho peores que directamente consideran a ETA como el único «representante» y «dirigente» del movimiento nacional del pueblo vasco, ¿la razón? Simplemente porque sus miembros cogieron las armas, pero solamente la pluma de alguien carcomido por la propaganda y lógica de ese movimiento puede portar ese ideario. 

Cuando los simpatizantes de la banda hablan del «apoyo durante décadas del pueblo vasco a ETA», es cierto, pero solo lo es en parte, pues recordemos que sus partidos legales de referencia, como Herri Batasuna, jamás han alcanzado ni siquiera un 20% de apoyo en las elecciones, un apoyo muy escaso sobre todo si tenemos en cuenta que durante esas décadas varios partidos anticonstitucionalistas más o menos afines –como el PCE (r) y luego el PCE (m-l)– han pedido su voto en diversas ocasiones. Y ya no eso –dado que las elecciones no son ni puede ser el barómetro absoluto para medir el apoyo a los grupos revolucionarios–, sino que en realidad cualquier organización de la izquierda abertzale ha sido incapaz de revertir la conciencia de los trabajadores vascos que seguían mirando como referente nacional al Partido Nacionalista Vasco (PNV). Este último siempre ha llevado la voz cantante –salvo breves excepciones en determinados territorios–, exactamente como sigue ocurriendo actualmente. Por ende, dudosamente se puede considerar que el grupo pequeño burgués de ETA haya sido alguna vez el referente mayoritario del movimiento nacional vasco –ni siquiera en sus momentos álgidos–; por el contrario, este ha sido hegemonizado por la burguesía vasca más conservadora condensada en el PNV. En resumidas cuentas, ni por un lado –por el mero hecho de tomar las armas– ni por el otro –la representación en las elecciones legales–, ni por su filosofía –con su caos ideológico– ni su apoyo social –minoritario en comparación con el del PNV y PSOE– se puede demostrar que ETA haya sido alguna vez la «vanguardia del pueblo vasco». Existe una diferencia entre proclamar algo y serlo, quizás esto no lo han acabado de entender esa «izquierda» inestable que puede ser vista en cualquiera de los rincones del Estado.

En julio de 2017 hubo mucho revuelo el veinte aniversario del secuestro y asesinato del concejal Miguel Ángel Blanco, miembro del Partido Popular (PP) en el pequeño pueblo de Ermua, acto que movilizó en diferentes calles varias manifestaciones contra ETA. Esa acción es muy significativa, porque en su momento llegó a conseguir que en San Sebastián se movilizaran 50.000 personas contra la sede de Herri Batasuna, el partido legal afín a ETA; allí los miembros de la Ertzaintza, la policía autonómica, por primera vez se quitaron los pasamontañas en señal de que no tenían miedo a las represarías de los etarras, a lo que el público respondió con vítores. Esto viene a mostrar nítidamente lo que ETA consiguió tras más de 30 años de existencia: ponerse a la población nativa en contra y lograr la glorificación de los cuerpos de seguridad, a los cuales la burguesía podía presentar delante del pueblo trabajador como «héroes» que les protegían de su terrorismo indiscriminado. Pese a esto, todavía existen idiotas que niegan que ETA benefició a apuntalar el Estado burgués con su estrategia política suicida; la cual indirectamente también contribuyó a la criminalización de los verdaderos revolucionarios.

Volviendo al artículo de Universidad Obrera. En otro lugar respecto al desarme se lee:

«Los intereses de clase que esconde este desarme no hay que buscarlos en si lo apoya un partido político concreto, sino en qué circunstancias se da, qué consecuencias tiene y a dónde está dirigido, que como ya hemos mencionado anteriormente lo está a reforzar el aparato estatal burgués y el monopolio de la violencia por parte de este». (Universidad Obrera; Sobre el desarme de ETA: El proceso de paz vasco y los artesanos de la paz, 2017)

¡Vaya! Casualmente una vez más Roberto Vaquero y los suyos coinciden con el argumento de Pablo Hasél, en teoría su némesis declarado:

«En estos términos habla también la izquierda domesticada que festeja el monopolio de la violencia del Estado hablando de paz en abstracto, como si pudiera haber paz con desahucios, con represión, con explotación, con paro masivo, con miseria. Hablar en esos términos es hacerle un favor al Estado opresor como si la paz fuera compatible con sus brutales injusticias. Que les digan a las familias de los más de 600 trabajadores que cada año son asesinados por el terrorismo patronal, obligados a trabajar sin seguridad, que hay paz sin ETA». (Pablo Hasél; ¿De qué paz nos hablan? –Sobre el desarme de ETA–, 11 de abril de 2017)

Para empezar el señor Hasél debería explicarnos qué Estado no es opresor, pero dejando de lado estos «matices teóricos» que nuestro bakuninista ibérico jamás podrá contestar, hemos de alegar –antes de que se nos echen al cuello su jauría de groupies–, que nuestras críticas y nuestros peros a sus artículos se alejan bastante de los motivos que podrían esgrimir los «constitucionalistas» que celebran el fin de ETA como un «triunfo para la democracia». Y no podía ser de otra forma, dado que los marxistas-leninistas realizan sus propios análisis independientes, lejos tanto de los aventureristas y filoterroristas como de los reformistas y pacifistas. Expliquémonos mejor.

Primero. El destino final de ETA no podía ser otro que este. ¿Por qué? La línea política que había ETA desde hace décadas era la claudicación de sus objetivos en pro de un viraje total hacia el reformismo de tipo socialdemócrata. Para ser honestos, el mismo siempre ha estado más o menos presente entre sus filas, puesto que su estrategia principal no pasó en todo momento de planes utópicos y reformistas como la famosa Alternativa KAS. Pero no solo eso: ETA ha combinado su estrategia de «poner muertos sobre la mesa» junto a constantes treguas y negociaciones que tenían como el fin del acercamiento de presos, posibles amnistías políticas, la búsqueda de garantías para la no ilegalización de sus organizaciones sindicales y partidarias, etcétera, todo, a cambio de promesas sobre el desarme y la próxima disolución de la «estructura militar». El objetivo no era una revolución basada en la autosuficiencia de las masas, sino en un pactismo por arriba con el enemigo, al cual se reconocía como superior. En los últimos años, incluso se han atrevido a sacrificar la reivindicación central por la que recalaban apoyos desde el exterior y daban cierta legitimidad a ojos del espectador interno: el «derecho de autodeterminación» de Euskadi, aceptando que ahora, por lo visto, la democracia burguesa española sí es una herramienta válida que puede proporcionar medios «legales» y «democráticos» para conseguirla, aunque así se niegue tajantemente en la propia Constitución Española (1978). Este es un final tan patético como predecible:

«Bajo una línea ideológica pequeño burguesa, difusa y vacilante, su destino no podía más que: 1) acabar liquidada por sus propios referentes, programas y estrategias militares erradas como fue el caso del PRT-ERP en Argentina, las RAF en Alemania o las Brigadas Rojas en Italia... o; 2) abandonar la lucha en un compromiso deshonroso para integrarse en el aspecto político de la democracia parlamentaria democrático-burguesa como partido político, como los casos del FMLN en El Salvador, Sendero Luminoso en Perú, Tupamaros en Uruguay, el MIR en Chile o ETA en España. Así es la historia». (Equipo de Bitácora (M-L); Una reflexión necesaria sobre las FARC-EP, los acuerdos de paz y la historia de las guerrillas en Colombia, 2016)

Segundo. Si olvidar lo que dice la historia y caer en el legalismo y el pacifismo es una «desviación derechista» que trata de revisar los principios del marxismo-leninismo, el aventurerismo y el terrorismo son parte de una «desviación izquierdista» igualmente condenable. Entonces, ¿exactamente en qué perjudica a las masas trabajadoras que una organización plagada de revisionistas abandone unas desviaciones o las otras? ¿Por qué se lamenta el final de una banda que ha retrasado con su chovinismo-terrorista la concienciación ideológica y la unidad organizativa de los trabajadores? ¿No es la misma que ha amenazado de muerte a quienes criticaban sus delirios? Veamos otro ejemplo sobre «a quien beneficia» el punto y final de una asociación política. Si un movimiento que practica el cretinismo parlamentario y predica la conciliación de clases llegase a gobernar en diversos municipios y provincias, si consiguiese ciertas cuotas de poder, como ha ocurrido con Bildu o Sortu –donde han ido a parar los restos de ETA–, causaría tarde o temprano el descontento. Si un buen día dichas formaciones socialdemócratas decidiesen disolverse tras demostrar que no resuelven los problemas de los trabajadores y no puede granjearse su confianza: ¿en qué iba a perjudicar esta decisión a los intereses de la clase obrera? En nada. Si por otro lado ETA, famosa por el uso inconsciente de la violencia y por atentar contra la propia clase obrera, por haber tenido y tener infiltrado a varios agentes de los servicios de seguridad y ser a la vez la excusa preferida del Estado para agudizar la represión… si ha demostrado contar a sus espaldas con el sólido rechazo de la mayoría de los trabajadores de su país: ¿en qué puede perjudicar su disolución a nuestros intereses ulteriores? Absolutamente en nada. Al revés, hoy, cabe preguntarse qué precio han pagado los verdaderos revolucionarios en Euskal Herria por la carga de la propaganda anticomunista han sido a veces mal identificados con el entorno terrorista.

La cuestión de la «kale borroka»

A ratos, la dirección política de RC, al igual que la de PCE (r), han intentado distanciarse en silencio o presentarse como «críticos» con la «izquierda abertzale», pero es un vano intento pues siempre han hecho una apología y un repugnante seguidismo a ETA comprando las justificaciones de su propaganda. Esto no pude ser de otra forma, pues, como los trotskistas equidistantes o los viejos pistoleros románticos del anarquismo, debido a su eclecticismo rampante no pueden evitar excitarse ante fenómenos como el terrorismo descontrolado o con el saqueo de una tienda, por lo que siempre acaban defendiendo a capa y espada cualquier cosa que huela a pólvora y caos. Esto es gracioso ya que a su vez tampoco tienen problema en apoyar a los grupos más reformistas y defensores del orden burgués tanto a nivel nacional como internacional. Curioso, ¿no?

«Las vacilaciones sin principios a la «izquierda» y la derecha, la unidad a veces con los oportunistas de extrema derecha y en otras ocasiones con los elementos extremistas y aventureros de «izquierda», es también un rasgo característico de los conceptos y actitudes de los trotskistas. (...) Por un lado los trotskistas ponen por los cielos el uso de la violencia al azar, apoyan e incitan a los anarquistas y los movimientos de «izquierda» que carecen de perspectiva y de un programa revolucionario claro, trayendo una gran confusión y desilusión en el movimiento revolucionario, como las revueltas caóticas de los grupos armados o la guerra de guerrillas no basadas en un amplio movimiento de masas organizado». (Agim Popa; El movimiento revolucionario actual y el trotskismo, 1972)

También es normal esta admiración de la violencia por la violencia, sin contenido realmente revolucionario, puesto que RC –como ya hemos visto y demostrado en innumerables ocasiones, está plagado de elementos skinheads y hooligans–, que el único uso de esta que conocen es con fines pandilleros y personales, algo que demuestran a la menor ocasión –y que les acerca al canon mafioso de la propia ETA–. Véase el artículo de El Diario.es: «Condenada una militante del partido Reconstrucción Comunista por agredir a una amiga que abandonó la militancia y acusarla de «claudicadora» de 2020.

Pongamos el caso de la famosa «kale borroka» –lucha callejera en vasco–. Esta fue una fórmula promovida históricamente por ETA entre sus organizaciones juveniles satélite, una táctica que se hizo notar, sobre todo, en los años 90. Su finalidad era la de «mantener el ambiente caliente» para presionar al gobierno. En realidad, la «kale borroka» era una estrategia de «estado de sitio permanente contra el Estado» sin participación real de las amplias masas y alejada de fines políticos concretos. De hecho, los actos como quema de contenedores, pintadas a favor de los presos etarras, destrozo de papeleras, locales, bancos, lanzamientos de cócteles molotov hacia entidades bancarias y demás acciones, eran concebidos para muchos, según el ideario anarquista, como actuaciones de «acción directa», a su razón las únicas que verdaderamente «debilitan al sistema». Se ejecutaban ciegamente sin tener en cuenta el ánimo de la población ni el estado de seguridad de la propia organización, por lo que, in situ o poco después, acababa con la detención de los autores. Inmerso en sus análisis quijotescos, ETA mantenía férreamente siempre la misma directriz, la de que cada fin de semana debía haber el mayor «ruido» posible, para así «mantener al Estado en jaque» y dar aliento tanto a los comandos militares, los presos como las organizaciones legales –sindicatos y partidos–. 

¿Servía de algo esta «acción directa» realizada de esta forma mecánica? Obviamente la respuesta es un rotundo no. Esto no iba a hundir el sistema económico capitalista ni iba a ganar la «guerra contra el Estado» o forzar una negociación cómoda para ETA. La realidad demuestra que esos bancos y locales que atacaron gozaban seguros capaces de cubrir tales desperfectos sin problema alguno, y cuando no era así los locales afectados eran de humildes pequeño burgueses aquejados por la crisis. Es entendible que en estas situaciones los periodistas burgueses señalen preocupados la molestia que el desperfecto del mobiliario urbano puede producir. Históricamente cuando esto ha ocurrido para la población no hay un debate económico sino político, la aceptación de esto como un acto descabellado o un sacrificio depende del contexto en el que se llegue al acto, pues ha habido ocasiones en que ha sido tolerado por los propios vecinos de la zona y sus simpatizantes si previamente han visto reivindicados sus derechos y preocupaciones reales en las consignas de los autores, si hay una dirección programática mínima en los actos y, sobre todo, si ellos mismos fuesen partícipes de las protestas y luchas, es decir, si han sido persuadidos de la necesidad de formar parte en las movilizaciones –bien sea de forma pacífica o «menos pacífica»– por una causa que –conscientemente– consideraran justa. Esto ocurrió no hace tanto en las luchas obreras de Reinosa en 1987, de Linares, en 1994, los disturbios de Gamonal, en 2014, o las luchas vecinales contra el soterramiento del AVE en Murcia, más recientemente. Ejemplos de luchas masivas y exitosas las hay en todo el territorio peninsular. De otro modo, solo se conseguía el desgaste, desmoralización, incomprensión y finalmente, oposición de los barrios populares.

Aunque dentro de la izquierda abertzale hubo algunas épocas en que se tuvo simpatías por este proceder, a la fuerza hicieron que la población trabajadora considerase esas acciones como actos sin conexión con su causa, como un edulcorante que ETA utilizaba para mantener bajo presión al gobierno y obtener una negociación para sus intereses propios –que cada vez distaban más de los problemas reales de las masas trabajadoras, incluyendo el de la problemática nacional, la cual también abandonaron–. Para la propia juventud combativa, fue duro comprobar que esas formas de lucha aisladas no suponían un avance real en sus aspiraciones, que no servían para nada, que estaban siendo utilizados como peones en una partida de ajedrez entre ETA y el gobierno de turno, por lo que se decepcionaban pronto. Lejos de «calentar el espíritu de combate» lo que acabó consiguiendo la «kale borroka» fue un «enfriamiento» y confusión mayor sobre el uso de la violencia y las luchas callejeras, tan necesarias para qué las masas trabajadoras ganen experiencia y preparen la futura revolución.
Otro tema no baladí, es que estas acciones eran protagonizadas por la juventud, la cual, pese a tener nexos innegables con el resto de capas de la población, no todos sus intereses son igual al del resto de capas de la población, por tanto, ante un movimiento protagonizado por jóvenes casi en exclusiva, con organizaciones juveniles sin un programa claro que se preocupase del resto de la población, sin una perspectiva política seria, y totalmente manipulado por ETA para sus intereses, hizo que la mayoría de la población no se sintiera identificada con todo esto, siendo vista la kale borroka de los jóvenes como «pecados de la juventud», con toda razón.

Lenin aconsejó a los revolucionarios suizos que, según la experiencia de los bolcheviques, la lucha por el socialismo debía emitirse en una propaganda que combatiera sistemáticamente tanto el pacifismo de los oportunistas como el terrorismo de los aventureros anarquistas. Lo que era imperativo era educar a las masas en el uso de la violencia revolucionaria, pero siempre involucrando al pueblo en ese desempeño, para que, llegado el momento, visto que los explotadores seguramente no iban a entregar el poder, las masas, ya concienciadas y experimentadas, realizasen un levantamiento popular para imponer justicia y cumplir sus anhelos, algo que es muy diferente a los pequeños comandos terroristas que actúan a su libre albedrío fuera de la lucha de las masas y que ignoran el grado de concienciación de estas:

«Estamos convencidos de que la experiencia de la revolución y contrarrevolución en Rusia confirmó lo acertad de la lucha de más de veinte años de nuestro partido contra el terrorismo como táctica. No debemos olvidar, sin embargo, que esta lucha estuvo estrechamente vinculada con una lucha despiadada contra el oportunismo, que se inclinaba a repudiar el empleo de toda violencia por parte de las clases oprimidas contra sus opresores. Nosotros siempre estuvimos por el empleo de la violencia en la lucha de masas y con respecto a ella. (…) Considerábamos la insurrección armada no sólo la mejor respuesta del proletariado a la política del gobierno, sino también el resultado inevitable del desarrollo de la lucha de clases por el socialismo y la democracia. (…) No nos hemos limitado a aceptar la violencia como principio ni a hacer propaganda en favor de la insurrección armada. Así, por ejemplo, cuatro años, antes de la revolución, apoyamos el empleo de la violencia por las masas contra sus opresores, especialmente en las manifestaciones callejeras. Hemos tratado de que la lección dada por cada manifestación de este tipo fuera asimilada por todo el país. Comenzamos a prestar cada vez mayor atención a la organización de una resistencia sistemáticamente y sostenida de las masas contra la policía y el ejército, a traer, mediante esa resistencia, la mayor parte posible del ejército al lado del proletariado en su lucha contra el gobierno, a inducir al campesinado y al ejército a que participasen con conciencia de esa lucha. Esta es la táctica que hemos aplicado en la lucha contra el terrorismo y estamos profundamente convencidos de que fue coronada con éxito». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Discurso en el Congreso del Partido Socialdemócrata Suizo, 1916)

Los bolcheviques señalaban que, en su concepción de la violencia revolucionaria, era imprescindible la participación de las masas, no actuar en nombre de ellas:

«Exigimos que se trabajara en la preparación de formas de violencia que previesen y asegurasen la participación directa de las masas». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Aventurerismo revolucionario, 1902)

Estrategia y táctica revolucionaria

Por supuesto, un movimiento político que nada en el fraccionalismo y que muda de posición como las serpientes cambian de piel no es garantía de nada ni puede convencer a nadie serio para sumarse a su proyecto, del mismo modo que un partido que no ostente la hegemonía en las organizaciones fabriles, agrarias, estudiantiles, vecinales y sociales carece de toda influencia para realizar cualquier acción seria, sea pequeña o de gran envergadura, armada o pacífica, sea una manifestación, una huelga o  un motín, porque si no ha sido capaz de organizar su «corral», no puede pretender desarrollar un trabajo de masas fuera de él compitiendo con otros «gallos». Huelga decir que sin esto hablar de «revoluciones» es un acto de aventurerismo político.

Sin esta consciencia y disciplina, primero en lo interno, nadie nuevo les seguirá salvo algún pequeño puñado de despistados inocentes que no durarán mucho o que no servirán más que de comparsa en una marcha fúnebre hacia la nada. ¿Y por qué optan quienes no han logrado aun solucionar ni lo primero ni lo segundo? Para empezar, lo raro es que reconozcan tales carencias. La mayoría de los que sí reconocen tales problemas optan por resolver su debilidad no tomando cartas en el asunto sobre su evidente fragilidad ideológica, ni tratando de aclarar y deslindar lo que les separa de otras formaciones, ni siquiera reforzando su trabajo de agitación y propaganda en diversos sitios. Ellos, simple y llanamente, piensan que la opción más rápida y factible para solventar su falta de transcendencia es realizar concesiones inaceptables y pactos oportunistas en los que, además, no llevan la voz cantante, todo esto acompañado de una mercadotecnia que les proveerá con nuevas fórmulas de publicidad que traerá fuegos de artificio para convencer a los indecisos. De esta manera, nunca lograrán salir del pozo, o peor, si lo hacen será a efecto de ser un actor secundario de una tragicomedia burguesa. 

Los marxistas han de saber que, sin lo segundo –un trabajo de organización de masas efectivo–, jamás se logrará organizar la revolución, pero sin lo primero, –un esclarecimiento ideológico absoluto sobre a dónde se quiere ir y de qué forma–, directamente no se logrará ni ese trabajo de masas efectivo, ni mucho menos, claro está, la ansiada transformación de las cosas. Esto no lo decimos nosotros, lo dice la historia. Los revolucionarios no han llegado a nada transcendente intentando ocultar sus posturas o regalándole a la pequeña burguesía los debates y terminología que se deben dar. 

¿Y qué hay de la cuestión estratégica y táctica? Como en todo, se trata de mantener un equilibrio sobrio. Si en las líneas anteriores estamos criticando el «practicismo ciego» y la «debilidad ideológica», esto no quiere decir, claro está, que para diferenciarnos del resto debamos ponernos a jugar a la «futurología» anticipando las tareas que enfrentaremos de aquí a dos años, dado que el trazar planes y perspectivas debe hacerse no «sobre el papel» y las fantasías de cada uno, sino solamente sobre la base de la situación concreta, la cual debe de haber sido bien reflexionada. Por mucho que sepamos o intuyamos «cuál será el siguiente paso», la dialéctica del tiempo puede modificarlas dándonos muchas sorpresas. Ergo, la planificación debe partir de atender las demandas, fortalezas y deficiencias del grupo y el entorno en que se mueve, sin resolver esto en un «hoy» no se podrá ir concatenando un escalafón con el siguiente, es decir, no habrá «mañana». Como igual de claro que está que si en cada momento, sean tareas humildes o transcendentes, se prescinde de una brújula, de un plan de ruta a seguir, de una crítica y autocrítica sobre cada paso dado, el viaje a emprender acabará siendo una Odisea donde las circunstancias moverán nuestra nave a su antojo, solo que a diferencia de Ulises no será por culpa de los «caprichos de los Dioses» sino de nuestra propia falta de previsión. A diferencia del él nosotros no retornaremos a Ítaca, sino a la casilla de salida. Y estos «imprevistos» continuos terminarán, como les ocurrió a los marineros del héroe griego, con la desmoralización o locura de nuestras tropas.

Entonces, por favor, señores revisionistas, ahorraos el ridículo hablando de «resistencia armada» cuando no tenéis capacidad ni para salir indemnes de una manifestación. No deis lecciones de «clandestinidad» cuando retrasmitís en redes sociales toda la actuación de vuestra célula a cara descubierta –cenas y fiestas incluidas–. No habléis de «trabajo de masas» cuando vuestra organización no mueve a nadie salvo su parroquia y sois unos completos desconocidos para millones de personas. Se presume de algo cuando se tiene, no cuando se está igual o peor que el resto. 

En el mismo tono, instamos a los pusilánimes reformistas a que dejen de vendernos caminos mágicos para superar el capitalismo que no se han dado jamás y no se darán mientras el capital nacional y sus aliados internacionales tengan suficiente aliento y fuerzas –pues no existe experiencia histórica donde la burguesía se haya rendido ni en la que no haya intentado retomar el poder por formas coercitivas–, así que parad de darnos la monserga sobre la necesidad de luchar para que el sistema respete los «derechos eternos del hombre», como la «libertad», la «democracia» y todo tipo de pamplinas abstractas de las que hacéis uso recurrente. El pueblo tendrá todo eso –y mucho más– de forma materializada cuando sea consciente de sus condiciones y de su fuerza, cuando conozca su propia historia y la mire sin temor a distinguir la gloria de los desastres. Solo entonces sabrá poner los puntos sobre las íes, pues nada de provecho sacará escuchando a una panda de «posibilistas» que siempre le conduce a la indefensión, la derrota y la humillación»(Equipo de Bitácora (M-L)Antología sobre Reconstrucción Comunista y su podredumbre oportunista, 2020)

8 comentarios:

  1. Como siempre, justas y correctas sus críticas a estos grupusculos pseudocomunistas. Felicidades.
    Y ya entrados en el tema de los deslindes necesarios, ¿han oído de Línea de Reconstitución? Son un grupo de maoistas que, como su nombre lo indica, dicen levatar la bandera de la reconstitución del comunismo, aprovechándose del cretinismo de los grupos revisionitas imperantes en España. Creo que dedicarles unas líneas no estaría mal.

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    1. Efectivamente. ¡Espectacular análisis de éste artículo!

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  2. En la LDR afirman que el movimiento obrero se divide entre Proletariado (masa) y aristocracia obrera (vanguardia).
    La realidad es que los proletarios obtienen sus rentas as de producir bienes y servicios-valores de uso- mientras que la aristocracia obrera cobra plusvalía por ellos;una especie de capitalistas a sueldo.
    Cualquier crítica a su teoría lleva tiempo, pues sus documentos son farragosos y rozan lo soporífero.

    También establecen que el proletariado, tradicionalmente, no puede acceder al marxismo y que en esta época que vivimos la burguesía ya no se lo aportará. Ante semejante revelación y problema no proponen absolutamente nada.

    Si váis a analizar a la LDR váis a encontrar muchas más incongruencias, aunque os animo a ello.

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  3. Pero a pesar de todo el artículo expuesto (que me parece maravilloso el análisis inteligente que acostumbrais a realizar en este blog), como iniciador y novato aún del M-L que soy, tengo una duda sobre la presunta «Revolución» cubana liderado por los hermanos Castro y Guevara.
    Me pareció haber leido que vuestra postura al respecto es más bien que sosteneis que no se trata de "Revolución" como tal (puesto que no ha habido participación activa de las masas populares cubanas para tal «Revolución»), y más bien a tal "Revolución" la calificais de «golpe de Estado». Pues bien, mi duda es la siguiente: a pesar de que aún tratándose de golpe de Estado, no obstante y con todo ello, se supone que (si no estoy mal) ha sido aceptado de buen agrado, tanto a nivel nacional como internacional, por las masas laboriosas el golpe de Estado y el gobierno que le ha procedido a dicho golpe liderado por Fidel.
    Respecto a este fenómeno del apoyo que ha recibido el golpe y gobierno de Fidel por parte de las masas populares cubanas, mi pregunta/duda es: ¿se podría legitimar y considerar de justo, aprovechando tal golpe de Estado, que los auténticos m-l que podrían haber habido en el PCC nada más de fundarse en los años 60, tomar el poder en la dirección del PCC y encaminar a Cuba hacia la dictadura del proletariado y así como en pos de establecer finalmente la sociedad comunista mundialmente a pesar de que se haya tratado de un golpe de estado? (pero que realmente han sido bien acogidos por las masas populares de Cuba).

    No sé si se me entiende la cuestión. Quizá suene muy absurdo lo que pregunto, pero me interesaría saber la respuesta a esta cuestión que tengo.

    Gracias de antemano. Un saludo rojo.

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    1. La revolución cubana nunca se excedió de sus marcos democrático burgueses, no ha sido una revolución socialista, pues el estado que se ha implantado posteriormente no difiere en nada respecto a otros estados burgueses-revisionistas. Ahora, que se haya ganado la "popularidad" entre las masas laboriosas internacionales no explica ni justifica nada, más que su perfeccionado aparato de desinformación.
      La burguesía utiliza todo tipo de medios para sembrar la confusión y la mentira entre las capas populares. Medios que si no son contrarrestados por una fuerte agitación y contrainformación acaban calando en la conciencia de las masas, que no tienen ningún tipo de apoyo en el que guiarse. De ahí que el estado cubano haya sido "aceptado" e incluso venerado por las masas trabajadoras. Pero esto no "legitima" el gobierno cubano, de a misma forma que no son "justificables" los diversos estados revisionistas que han existido/existen y que se han desenmascarado como la basura que son, aún con el "respeto" que aún hoy en día gozan de diversos sectores de la población (véanse los diferentes ex estados del bloque soviético, Corea del Norte, Siria y demás estados bajo la influencia del bloque ruso, diversos estados latinoamericanos etc.).

      Por lo tanto, a mi entender, la estrategia del proletariado cubano no pasa más que por la agitación y denuncia del gobierno, con tal de desenmascararlos a ojos de la población, y la toma del estado se hará mediante la revolución socialista. El aparato estatal no se diferencia de otros estados burgueses, así que no veo justificable el camino reformista.

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  4. Tengo otra duda más simple que la anterior y que no tiene relación concretamente con el artículo.
    Y es que una vez llegados al comunismo, se supone que la historia acabaría puesto que ya no existirían las clases sociales y por tanto lucha de clases.
    Pero mi duda es que, pero a pesar de que las clases sociales (siendo el motor de la historia la lucha antagónica de clases) una vez dejen de existir al llegar a la sociedad comunista, pues el caso es que aunque ya no exista para entonces las clases sociales y lucha de clases, aún asi la futura sociedad comunista no estará estancada ni será "fija", más bien todo lo contrario, aunque se esté ya en la sociedad comunista, pues seguirán existiendo muchos avances en materia de desarrollo social, economía, ciencia, arte, etc, etc., y por tanto y por ello mismo seguirá habiendo «Historia» aún.

    Pues eso, mi duda es que inevitablemente, y precisamente, pues se hará Historia con los descubrimientos y avances y desarrollos sociales, económicos (mejoras en los medios de producción), científicos, tecnológicos y así como en el arte, la literatura, etc.,
    Por tanto, en el comunismo, se seguirán sucediendo eventos de descubrimientos y demás fenómenos diversos en dicha sociedad futura de tal modo que irán formando parte de eventos históricos.
    Por ello, que no entiendo del todo el porqué se dice que no se produciría más «Historia» en el comunismo (esta conclusión la saco en base a que Marx decía que el motor de la historia es la lucha de clases, y por tanto en el comunismo las clases ya habrían dejado de existir, asimismo la lucha de clases también dejarán de existir.
    Pero en cambio, yo pretendo decir pues que, creo yo, que sí seguiría habiendo «Historia», ¿no?)

    Espero que me haya explicado bien para que se entienda bien mi duda.
    Saludos.

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    1. La sociedad primitiva carecía de clases y apenas tenía fuerzas productivas, aún así pudo avanzar hacia jefaturas y luego estados.
      Esto también se matiza en ciertas ediciones con la frase " una vez superada la fase primitiva" o similares", queriendo decir que la lucha de clases es impulsora de cambios dentro de la sociedad que tenga clases, pero qué no ha de ser así por defecto. Es siempre referido a un cambio en las relaciones de producción, no tanto a la ciencia o la técnica, que puede perderse o ganarse un poco o bastante con indiferencia casi absoluta de la etapa.

      Lo que en última instancia funciona y lo que se aprende del materialismo histórico es, que son las fuerzas productivas y las relaciones de producción las que determinan a la formación social incluida su superestructura.

      Historia seguirá habiendo, pero ya no se basará en ser "la prehistoria de la humanidad". Si la sociedad primitiva, basada en la subsistencia pudo desarrollarse al cambiar el clima, a orillas de los grandes ríos... lo que hará una sociedad con el trabajo automatizado.

      Un abrazo camarada.

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    2. El aporte del anónimo es bastante esclarecedor. Sólo por intentar resumirlo le diré que el que "el motor de la historia es la lucha de clases" no implica que sin lucha de clases no vaya a haber historia.

      Simplemente resume el que tras la sociedad primitiva, con la introducción de la propiedad privada, las diferentes sociedades han sido formadas por clases antagónicas y es la lucha entre éstas la que ha prevalecido en el desarrollo de de la historia.

      Cuando se llegué a la sociedad comunista, se acabará la lucha de clases, PERO NO LA HISTORIA!!! Como mucho acabará la historia tal y como se ha desarrollado desde las sociedades tribales, es decir, con la lucha de clases como "motor", pero seguirá habiendo historia solo que esta vez el desarrollo será fomentado por una comunidad unida en pos de un objetivo e interés común.

      Saludos

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