La «nueva
democracia»
Durante
la guerra civil revolucionaria dirigida por el Partido Comunista de China
contra el Gobierno del Kuomintang, el Partido Comunista de China identifica las
clases enemigas señalando a los grandes terratenientes y a los «capitalistas
burocráticos». La clase capitalista burocrática, o la gran burguesía de China,
de acuerdo con Mao Zedong, consistieron en cuatro familias enormemente ricas,
Chiang, Soong, Kung y Chen, quienes tuvieron el sector estatal de la economía.
Este sector incluye la mayor parte de la industria pesada de China, la mayor
parte de la cual fue desarrollada por los imperialistas japoneses y
nacionalizada por el gobierno Kuomintang después de la Segunda Guerra Mundial. Véase
la obra de J. Chesneaux: «China: La República Popular» de 1979.
El
resto de la burguesía china, la que el Partido Comunista de China considera
como «capitalistas nacionales» serán sus aliados en la revolución democrática
nacional. Este sector de la burguesía controlaba dos terceras partes de la
producción industrial moderna en China en la época de la revolución. Véase de nuevo la obra de J. Chesneaux: «China:
La República Popular» de 1979.
Las
empresas de la burguesía nacional se concentran sobre todo en la industria
ligera –textiles, productos alimenticios, etc.–, pero también se incluyen las
minas, molinos de acero, etc. Entre ellos se encontraban fábricas modernas a
gran escala y los molinos que emplean a decenas de miles de trabajadores cada
uno.
El
programa presentado por el Partido Comunista de China durante la revolución
nacional-democrática fue diseñado para ganar la cooperación de la burguesía
nacional, haciendo hincapié en que habría un lugar para ellos en la sociedad de
la «nueva democracia» que el Partido Comunista de China proponía. Mao Zedong describió
el programa económico del Partido Comunista de China de la siguiente manera:
«Confiscar la tierra de la
clase feudal y entregarla a los campesinos; confiscar el capital monopolista,
cuyos cabecillas son Chiang Kai-shek, T. V. Soong, H. H. Kung y Chen Li-fu, y
entregarlo al Estado de nueva democracia; proteger la industria y el comercio
de la burguesía nacional: éstos son los tres principios cardinales del programa
económico de la revolución de nueva democracia». (Mao Zedong; La situación
actual y nuestras tareas, 25 de diciembre de 1947)
Veamos
otro ejemplo del campo económico de la nueva democracia:
«En vista del atraso económico
de China, incluso después de la victoria de la revolución en todo el país, será
todavía necesario permitir, durante un largo período, la existencia del sector
capitalista representado por la extensa capa superior de la pequeña burguesía y
por la burguesía media». (Mao Zedong; La situación actual y nuestras tareas, 25
de diciembre de 1947)
En
el ámbito político, Mao Zedong dejó claro que el Partido Comunista de China no
tenía la intención de establecer la dictadura del proletariado, sino una
coalición de gobierno de las cuatro clases a las que el Partido Comunista de China
calificaba como democráticas y revolucionarias: el proletariado, el
campesinado, la pequeña burguesía y la burguesía nacional:
«La política de nueva
democracia, que preconizamos, consiste en derrocar la opresión extranjera y
liquidar la opresión interior feudal y fascista, para luego establecer un
régimen político de frente único de todas las clases democráticas, y no uno de
vieja democracia. Lo que preconizamos coincide plenamente con las tesis revolucionarias
del Dr. Sun Yat-sen. (...) Hay quienes se preguntan si los comunistas chinos,
una vez en el poder, no implantarán una dictadura del proletariado y un
gobierno unipartidista, siguiendo el ejemplo de Rusia. Nuestra respuesta es que
un Estado de nueva democracia, basado en la alianza de las diversas clases
democráticas, es por principio distinto de un Estado socialista de dictadura
del proletariado». (Mao Zedong; Sobre el gobierno de coalición, 24 de abril de 1945)
Este
gobierno de coalición democrática iba a estar en teoría bajo la dirección del
proletariado, pero se hacía énfasis en que iba a ser en principio diferente de
la dictadura del proletariado. Esto se debió a que Mao Zedong pensaba que la
etapa democrática nacional de la revolución continuaba tras el derrocamiento
del gobierno Kuomintang y el establecimiento de una de un gobierno democrático
de coalición. Mientras explicaba que el programa inmediato del Partido Comunista
de China era el derrocamiento del gobierno de Kuomintang, agregó que:
«Nuestro programa general de
nueva democracia ha permanecido y permanecerá inalterado a lo largo de toda la
etapa de la revolución democrático-burguesa, es decir, durante varias décadas».
(Mao Zedong; Sobre el gobierno de coalición, 24 de abril de 1945)
Durante
esta etapa, llamada de «nueva democracia», bajo la visión de Mao:
«La clase obrera podrá acumular
las fuerzas para conducir a China hacia el socialismo, el capitalismo se
desarrollará en medida apropiada durante un período bastante largo». (Mao
Zedong; Sobre el gobierno de coalición, 24 de abril de 1945)
Y,
agregó, que si bien habría contradicciones entre las clases durante la etapa de
la «nueva democracia», estas no tendrían que ser resueltas violentamente o de manera
antagónica. En su lugar, se resolverían a través de ajustes y cooperación:
«Naturalmente, entre estas
clases no dejarán de existir contradicciones, siendo una de las más evidentes
la contradicción entre el trabajo y el capital. Por lo tanto, cada una de estas
clases tendrá demandas propias. Sería una hipocresía y un error negar la
existencia de esas contradicciones y demandas. Pero, a lo largo de toda la
etapa de nueva democracia, esas contradicciones y demandas no pueden ni deben
prevalecer sobre las demandas comunes. Podrán ser reajustadas, lo que permitirá
a esas clases realizar conjuntamente la construcción política, económica y
cultural del Estado de nueva democracia». (Mao Zedong; Sobre el gobierno de
coalición, 24 de abril de 1945)
Las
exigencias de que la burguesía nacional y el proletariado tenían en común que
eran demandas democrático-burguesas. Sin embargo, Mao Zedong dijo claramente
que las diferentes reivindicaciones del proletariado, es decir, como la
revolución socialista, no se permitirían, pues no se dejaría trascender de las
demandas comunes en la etapa de la «nueva democracia». Por otro lado, sin
embargo, Mao Zedong dejó en claro que el socialismo vendría a través de la
«nueva democracia». ¿Cuál era entonces el significado de la línea de Mao
Zedong?
En
opinión de Mao Zedong la burguesía nacional no abandonaría necesariamente el
proceso, no se volvería en contra de la revolución después de la toma del
poder. Decía que si la contradicción entre el proletariado y la burguesía se
manipulaba correctamente, como una contradicción «en el seno del pueblo», y a
través de «unidad-lucha-unidad», el proletariado podría conducir pacíficamente
a la burguesía nacional al socialismo.
Después
del triunfo de la revolución en 1949, Mao Zedong precisamente no estrecho el
frente único, sino que más bien lo amplio. Él le dijo a los miembros del Partido
Comunista de China que aunque había muchos miembros de la burguesía nacional
que habían tomado partido por el gobierno Kuomintang:
«Muchos de sus
representantes eran antes enemigos nuestros, se han desprendido del campo
adversario para pasarse a nuestro lado». (Mao Zedong; No atacar en las cuatro
direcciones, 6 de junio de 1950)
Y
añadió que:
«Con éstos también debemos
unirnos, ya que en una u otra medida son unibles. La unidad con ellos favorece
al pueblo trabajador». (Mao Zedong; No atacar en las cuatro direcciones, 6 de
junio de 1950)
Y
Mao Zedong reafirmó que la alianza con la burguesía nacional no iba a ser a
corto plazo, sino una alianza a largo plazo. En la primavera de 1950, en un
discurso dirigido a la burguesía nacional entre otros, Mao dijo:
«Superadas las pruebas de la
guerra y la reforma agraria, la prueba restante, la del socialismo, la de la
transformación socialista a escala nacional, será fácil de pasar. Cuando llegue
el momento –este momento llegará en un futuro lejano– de la nacionalización de
la industria privada y de la socialización de la agricultura, el pueblo no
olvidará a aquellos que hayan hecho contribuciones en el curso de la guerra
revolucionaria y de la reforma revolucionaria del sistema agrario, así como en
los subsiguientes años de la edificación económica y cultural; ellos tienen un
brillante porvenir. Nuestro país avanza a paso firme de la manera siguiente: ha
pasado por la guerra, se halla ahora en el proceso de las reformas de nueva
democracia, y luego pasará, sin apresuramiento y con la debida preparación, a
un nuevo período, el socialismo, cuando su economía y cultura hayan alcanzado
un gran florecimiento y todas las condiciones estén dadas y cuando, habiéndolo
meditado bien, lo apruebe todo el pueblo». (Mao Zedong; Ser un revolucionario
completo, 23 de junio de 1950)
Mao
Zedong pintó una imagen agradable, pacífica y gradual de la transición al
socialismo en China, el mismo cuadro ofrecía para su burguesía nacional en sus
discursos. En las siguientes secciones veremos si la línea de Mao cuadró con la
realidad de lucha de clases en China tras la victoria de la revolución.
Las
cuatro clases en el poder
En
septiembre de 1949, en la víspera de la liberación de todo el país, el Partido Comunista
de China invitó a los ocho partidos que representaban a la burguesía nacional y
a la pequeña burguesía, así como a todas las personas de estas clases a unirse
en la formación de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino que
actuaría como un congreso provisional. El Partido Comunista de China constituyó
oficialmente el nuevo gobierno chino.
Mao
Zedong fue designado como Presidente del Consejo de Gobierno Central del
Pueblo, el máximo órgano en la toma de decisiones, con tres miembros del Partido
Comunista de China, así como tres representantes de burguesía nacional, que le
servían a él como vicepresidentes. El número de miembros del consejo estaba
compuesto por 32 miembros del Partido Comunista de China, 32 miembros de los
partidos burgueses y nueve personalidades democráticas, que generalmente eran
burgueses. Véase la obra de J. Domes: «Las políticas internas en China» de
1973.
Chou
En-lai encabezaba el Consejo de Asuntos de Gobierno, el máximo órgano
ejecutivo, y directamente debajo de él servían diez miembros del Partido Comunista
de China y 11 miembros de los partidos burgueses y «personalidades
democráticas». De los ministerios, 16 estaban dirigidos por miembros del Partido
Comunista China, mientras que los miembros de los partidos burgueses se hicieron
cargo de la otros 15. Un representante burgués fue elegido para presidir el
Tribunal Supremo, mientras que un miembro del Partido Comunista de China fue
nombrado Procurador General. Véase la obra de J. Domes: «Las políticas internas
en China» de 1973.
La
dirección del nuevo gobierno del Partido Comunista de China estaba garantizada
por su fuerza, el apoyo popular y, sobre todo, por el Ejército Popular de
Liberación. Los partidos democráticos eran relativamente pequeños, no tenían
apoyo popular significativo fuera de los círculos burgueses e intelectuales, y
no tenían un poder militar independiente. Su peso y sobrerrepresentación en el
gobierno no amenazaba directamente el liderazgo del Partido Comunista de China,
pero sí determinó que el gobierno chino después de la revolución fuera
definitivamente un gobierno de coalición con la burguesía nacional, diferente
en principio de una dictadura sobre la burguesía.
El
Partido Comunista de China aprobó un «Programa Común», que sirvió como
constitución provisional. Este programa pedía un énfasis principal para ir
hacia el desarrollo del sector estatal, del cual el nuevo gobierno
revolucionario se había hecho cargo al recibirlo del gobierno Kuomintang. Pero
al mismo tiempo pidió la expansión del sector privado y reafirmó que el nuevo
gobierno lo debía proteger:
«La propiedad pública del
Estado y de las cooperativas, así como los intereses económicos y la propiedad
privada de los obreros, los campesinos, la pequeña burguesía y la burguesía
nacional. Se debe desarrollar la economía de nueva democracia del pueblo y
continuamente transformar al país de una economía agrícola a una industrial. El
principio básico para la construcción económica de la República Popular de
China es el desarrollo de la producción y el logro de una economía próspera a
través de las políticas que tengan en cuenta tanto los intereses públicos como
los intereses privados, beneficiar tanto al trabajo como al capital, dar ayuda
mutua entre la ciudad y el campo, y fomentar la circulación de mercancías entre
china y el extranjero. El Estado deberá coordinar y regular la economía de
propiedad estatal, la economía cooperativa, la economía individual de los
campesinos y artesanos, la economía capitalista privada y la economía
capitalista estatal». (Prensa de Lenguas Extranjeras; Documentos importantes de
la primera sesión Plenaria del Partido Comunista de China)
El
período de reconstrucción tras el triunfo de la revolución –que más o menos
duró de 1949 a 1952– resultó ser un periodo tan brillante para la burguesía
nacional como el propio Partido Comunista de China había prometido años antes.
Incluso esta etapa ha sido llamada por algunos «la segunda edad de oro de la
burguesía nacional china» –la primera fue el año después de la Primera Guerra
Mundial–. Véase la obra de J. Chesneaux: «China: La República Popular» de 1979.
Entre
enero 1950 y diciembre de 1951 en las ocho principales ciudades chinas, 92.000
nuevas empresas privada se crearon con apoyo estatal. Véase la obra: «Prensa de
Lenguas Extranjeras; Archivos sobre la nueva política económica» de 1949-1952.
La
producción industrial privada casi se duplicó durante los primeros cuatro años
después de la revolución, de 6.825 millones de yuanes en 1949 a 13.109 millones
de yuanes en 1953. Véase la obra de Choh Ming Li: «El desarrollo económico de
la China comunista» de 1959.
Transición
gradual y pacífica al socialismo
Cuando
el Ejército Popular de Liberación entró en las principales ciudades chinas en
1948 y 1949, el Partido Comunista de China tenía muy pocos y débiles vínculos
con la clase obrera. La organización del Partido Comunista de China en las
ciudades en las «zonas blancas», bajo la dirección de Liu Shao-chi, era pequeña
ya que había concentrado su atención en el desarrollo de estrechas relaciones
con los progresistas, con los círculos anti Kuomintang de la burguesía
nacional, los intelectuales y los estudiantes. Como hemos visto antes, el Partido
Comunista de China quería el apoyo y la ayuda de estos sectores los cuales
también asumirían el poder en la reconstrucción del país. Por otro lado, el Partido
Comunista de China había perdido la mayor parte de los lazos con la clase
obrera que había desarrollado en la década de 1920. Los sindicatos eran débiles
o inexistentes.
Al
hacerse cargo del restablecimiento de la producción en los centros de industria
pesada concentradas en las provincias del noreste que antes manejaba el
Kuomintang, el Partido Comunista de China dependió en gran medida de la
organización de los propios obreros, e instituyó formas embrionarias de
participación de los obreros en la gestión. Véase la obra de «R. MacFarquhar:
China bajo Mao» de 1963.
En
las ciudades costeras, donde se concentraban las empresas de la burguesía
nacional, el Partido Comunista de China dependió en gran medida de la
cooperación de la burguesía nacional. En 1952, después de dos años de rápido
crecimiento de la industria privada y del comercio de la burguesía nacional, el
Partido Comunista de China inició una campaña masiva, conocida como la lucha
contra los «cinco males», para frenar la actividad ilegal como la de la
especulación que había acompañado al desarrollo capitalista, intentándose con
esta campaña sentar las bases para el refuerzo del control gubernamental de la
industria privada. Esta campaña fue precedida por una campaña similar contra
los «tres males» en el sector estatal.
La
mayor concentración de la industria en China estaba en Shanghái, casi todas en
manos privadas. En un período de tres semanas durante la campaña contra los
«cinco males», unos 160.000 trabajadores se movilizaron en Shanghái para
asistir a las reuniones para exponer las actividades ilegales de sus empresas y
unas 50.000 personas se unieron a las brigadas de inspección. A través de la
campaña, los sindicatos se organizaron y fortalecieron, y se reclutaron muchos
trabajadores para el partido. Véase la obra de A. Barnett: «Las políticas de
los comunistas chinos en acción» 1969.
El
objetivo principal de la campaña era acercar la industria capitalista al
control del gobierno, rompiendo la independencia económica de los capitalistas.
Esto se realizó mediante impuestos y multas así como con un reforzado mayor
control por parte del gobierno en el suministro de materias primas. El gobierno
entonces formalizo contratos con las empresas capitalistas y las financió. La
campaña de «los cinco males» marcó el comienzo de una nueva etapa en la que la
industria privada y el comercio fueron controlados cada vez más por el aparato
del Estado, proceso que condujo a la parcial «nacionalización» de todas las
empresas privadas en 1956 bajo las entidades estatal-privadas. De todos modos
la participación del obrero en la dirección se seguía desarrollando de forma
desigual, en diferentes fábricas seguían en vigencia las fricciones entre las
fuerzas del proletariado y la burguesía.
La
campaña de los «cinco males» fue sin duda, un paso adelante, pero su
efectividad fue restringida por la concepción del Partido Comunista de China
sobre la alianza con la burguesía nacional en la construcción del socialismo.
Mao Zedong vio la campaña como parte de su enfoque de la «unidad-lucha-unidad»
del Partido Comunista de China con la burguesía nacional. Dijo que el objetivo
de la campaña era:
«Averiguar a fondo la situación
de los establecimientos industriales y comerciales privados, a fin de facilitar
la unidad con la burguesía y el control sobre ella, así como la implantación de
la economía planificada del país». (Mao Zedong; Sobre la lucha «contra los tres
males», y los «cinco males», 23 de marzo de 1952)
Como
ejemplo de esta política hacia la burguesía, Mao dijo que el objetivo de la
campaña de «los cinco males» era de disolver las organizaciones secretas de los
capitalistas y:
«Ayudar a los dirigentes de la
Asociación de la Construcción Nacional Democrática a reorganizar esta entidad,
lo que supone la expulsión de aquellos que estén provistos de las «cinco
ponzoñas» y demás elementos completamente desacreditados, así como la
incorporación de cierto número de personas relativamente honestas, a fin de que
aquélla llegue a ser una agrupación política capaz de representar los intereses
legales de la burguesía, principalmente de la burguesía industrial, y de educar
a la burguesía en el espíritu del Programa Común y los principios de lucha
contra los «cinco males». (Mao Zedong; Sobre la lucha «contra los tres males»,
y los «cinco males», 23 de marzo de 1952)
Aunque
las masas de obreros se movilizaron y jugaron un papel clave en el éxito de la campaña
de los «cinco males», la dirección general de la campaña en Shanghái no fue
puesta en manos de las organizaciones obreras de masas. Más bien, el Partido Comunista
de China buscó la cooperación de los capitalistas más grandes e influyentes en
Shanghái para llevar a cabo el logro de la restricción gubernamental de la
industria, y estos capitalistas fueron invitados a participar en la recién
formada «Incremento de la Producción de Shanghái, el Comité de Práctica
Económica», el cual, dirigió la campaña contra los «cinco males». Véase la obra
de A. Barnett: «Las políticas de los comunistas chinos en acción» de 1969.
La
campaña llamó oficialmente a su fin en junio de 1952 con la convocatoria de la
«Conferencia Preparatoria de la Federación de China de Círculos Industriales y
Comerciales», que debía incluir a los directores de las principales empresas en
China e iba a ser dirigido por la mayoría de los capitalistas «progresistas» a
los que favorecía el control estatal. ChenYun, el Ministro de Comercio, abordó
esta conferencia, diciendo a los capitalistas. ChenYun era un miembro destacado
del grupo revisionista de Liu Shao-chi y Deng Xiaoping.
Un
registro de esta convocatoria:
«Después de la conclusión de
estos movimientos se espera que todas las empresas industriales y comerciales
encuentren legítimos beneficiosos para la economía nativa para que la vida del
pueblo pueda prosperar sobre una nueva base». (Prensa de Lenguas Extranjeras;
Archivos sobre la nueva política económica, 1949-1952)
Más
tomas del registro:
«Recientemente hemos bajado las
tasas bancarias y vamos a conceder préstamos a las empresas privadas en la
mayor escala posible. Huelga decir que los intereses de la industria de nuestro
país y el comercio bien serán servidos. (...) Se han creado condiciones muy
favorables para la construcción económica nacional y para el desarrollo de una
industria y comercio privado lícito. A partir de ahora los industriales y los
comerciantes pueden dedicar todas sus energías al desarrollo de la producción y
la mejora de sus negocios». (Prensa de Lenguas Extranjeras; Archivos sobre la
nueva política económica, 1949-1952)
Último
ejemplo:
«Si los funcionarios de
gobierno se liberan de los «tres males», si las empresas privadas se abstienen
de los «cinco vicios», y bajo el liderazgo de economía Estatal, cumplen con la
política económica del Estado, entonces podemos esperar con impaciencia una
prosperidad aún mayor y más sana desde ya mismo». (Prensa de Lenguas
Extranjeras; Archivos sobre la nueva política económica, 1949-1952)
La
Federación China de los Círculos Industriales y Comerciales, básicamente siendo
una organización de gestión, y mayoritariamente integrado por representantes de
la burguesía nacional, se creó como organización para supervisar la transformación
de la empresa privada en empresas estatales, intentando llevar allí la
racionalización y la concentración de la economía china. Esta organización, que
representaba la alianza con la burguesía nacional, jugaría un rol general
reaccionario en los próximos años. El marco para la campaña de «los cinco
males» y la construcción y ajuste de la economía con la Federación China de los
Círculos Industriales y Comerciales llevó a largo plazo a que el Partido Comunista
de China desarrollara una estrategia de «cooperación» para la transformación de
la industria capitalista, esta línea Mao Zedong la escribía de la siguiente
manera:
«Llevar a cabo la
transformación del sector capitalista en socialista pasando por el capitalismo
de Estado. La industria y el comercio privados, que emplean a unos 3.800.000
obreros y dependientes, constituyen una gran riqueza del país y desempeñan un
papel importante en la economía nacional y la vida del pueblo. No solo proveen
al Estado de productos, sino que también pueden acumular fondos y adiestrar
cuadros para él. Algunos capitalistas se mantienen muy distanciados del Estado
y aún no han abandonado su mentalidad de búsqueda exclusiva de ganancias. Por
su parte, algunos obreros, avanzando con demasiada rapidez, quieren negar toda
ganancia a los capitalistas. Debemos realizar un trabajo de educación con unos
y otros para que se adapten gradualmente –mientras más rápido, mejor– a la
política del Estado, política consistente en lograr que la industria y el
comercio privados de China sirvan en lo fundamental a la economía nacional y la
vida del pueblo y parcialmente a la obtención de ganancias por parte de los
capitalistas, lo que significa entrar en la órbita del capitalismo de Estado.
La siguiente tabla muestra la distribución de las ganancias de las empresas
adscritas al capitalismo de Estado: Impuesto sobre la renta 34,5%, Fondos de
bienestar 15,0%, Fondos de acumulación 30,0%, Dividendos para los capitalistas
20,5%, Total 100,0%. Es necesario continuar educando a los capitalistas en el
patriotismo y, con miras a ello, formar de manera planificada cierto número de
capitalistas que tengan larga visión y buena disposición de acercarse al
partido comunista y al gobierno popular, de modo que, por su intermedio, se
pueda convencer a la mayoría de los capitalistas. Al poner en práctica el
capitalismo de Estado, no solo debemos atenernos a lo que es necesario y
factible –véase el Programa Común–, sino también contar con la libre voluntad
de los capitalistas, pues se trata de una cooperación, y la cooperación está
reñida con la coerción. En lo que atañe a la tarea planteada para todo el
período de transición, que consiste en cumplir en lo fundamental la
industrialización del país y las transformaciones socialistas de la
agricultura, de la artesanía y de la industria y comercio capitalistas, ésta no
puede materializarse en tres o cinco años, sino en el plazo de varios planes
quinquenales». (Mao Zedong; Camino obligado para la transformación de la
industria y comercio capitalistas, 7 de septiembre de 1953)
En
1953, el gobierno chino comenzó a embarcarse seriamente en el camino de
implementar gradualmente el control estatal de la industria privada, Mao Zedong
seguía viendo la transformación socialista de la industria como algo referente
a la realización de varios planes quinquenales. La línea trazada por Mao Zedong
para la transformación gradual de la industria capitalista, a su vez, partía de
la línea general del Partido Comunista de China para la transición al socialismo:
«La línea general y la tarea
general del partido para el período de transición consisten en cumplir en lo
fundamental la industrialización del país y las transformaciones socialistas de
la agricultura, de la artesanía y de la industria y comercio capitalistas en un
lapso de diez a quince años o algo más. Esta línea general es el faro que nos
ilumina en todos los frentes de trabajo. No debemos apartarnos de ella, pues de
lo contrario incurriremos en errores de «izquierda» o de derecha. Hay quienes consideran
demasiado largo el período de transición y se impacientan. Esto los conducirá a
errores de «izquierda». Otros siguen parados en el mismo sitio después de
alcanzado el triunfo de la revolución democrática. Sin comprender que ha
cambiado el carácter de la revolución, continúan trabajando por su «nueva
democracia» y no por las transformaciones socialistas. Esto los conducirá a
errores de derecha». (Mao Zedong; Camino obligado para la transformación de la
industria y comercio capitalistas, 7 de septiembre de 1953)
Mao
Zedong, como se puede ver, se opuso a un libre desarrollo de la empresa
privada, pero al mismo tiempo se opuso a cualquier tipo de transformación
radical que significara la ruptura de la alianza que el Partido Comunista de China
había desarrollado con la burguesía nacional. Orientó progresivamente a la
industria capitalista hacia el sector estatal de la economía en colaboración
con los capitalistas y sin reemplazar la gestión capitalista en las empresas.
Esto según su concepto, podría llevarse a cabo sin problemas, ya que creía que
este proceso de «tratar la contradicción entre la clase obrera y la burguesía
nacional, era una contradicción en el seno del pueblo». Esta fue la línea
general del Partido Comunista de China. El enfoque liberal hacia la burguesía,
permitió que la burguesía se reflejara en la sociedad y que pudiera conservar
su posición en la sociedad china bajo las nuevas condiciones.
Liu
Shao-Chi y la derecha en el Partido Comunista de China
Liu
Shao-chi fue el líder del Partido Comunista de China con el rango más alto en
las ciudades, las llamadas «zonas blancas», antes de la revolución. Él tenía
amplias relaciones con la burguesía nacional y de hecho, su mujer pertenecía a
esta clase social. Liu también tenía buenas relaciones con su hermano, quién
era un gran hombre de negocios. Pero aparte de eso, las acciones de Liu después
de la liberación muestran claramente que ha actuado como representante y agente
de la burguesía dentro del Partido Comunista de China.
Liu
Shao-chi defendió los intereses inmediatos y demandas de la burguesía nacional,
después de la liberación, el 25 de abril de 1949 afirmaba:
«No debe haber restricciones [sobre
las empresas privadas - Anotación de J. W.] durante siete u ocho años. Esto es
beneficioso para el Estado, los obreros y la producción». (Pekín Informa;
Vol.10, No.34, 18 de agosto de 1967)
Sin
embargo, Liu Shao-chi tenía una «visión de futuro» y un programa de desarrollo
nacional mayor que la de muchos miembros de la burguesía nacional, pues estos
solo estaban interesados principalmente en el mantenimiento y expansión de sus
propias operaciones individuales y beneficios inmediatos. Liu pretendía
desarrollar el capitalismo de Estado; en el cual aboga por la gradual
nacionalización de la mayoría de la industria a gran escala con un cierto grado
de planificación centralizada. Pero por otro lado, Liu tampoco estaba a favor
de la restricción y la total liquidación de la industria privada y el comercio
privado. En 1949, Liu había explicado su visión del socialismo a un grupo de
líderes industriales:
«Ahora, en la etapa de nueva
democracia, los capitalistas pueden llevar su iniciativa plenamente. ¿Y qué se
debe hacer en el futuro durante la transición al socialismo? La última vez que
hablé con el Sr. Sung Fei-ching le comenté: «Ahora se puede poner a funcionar
una fábrica, en el futuro podrás poner
en marcha dos, tres, e incluso ocho fábricas más tarde. Cuando el país inicie
la transición al socialismo, puedes entregar las fábricas al Estado, o el
Estado la comprará por una gran cantidad, y si el Estado no tiene dinero
temporalmente puede emitir bonos. A continuación, el Estado va a confiar la
gestión de las ocho fábricas a usted y usted seguirá siendo el gerente, pero
ahora serás el gerente de unas fábricas estatales. Si usted es capaz le darán
más de ocho fábricas, incluso usted será confiado con 16 fábricas en
funcionamiento bajo su mando. No se reducirá su sueldo, sino que será
aumentado; ¡sin embargo, usted tendrá que controlarlas bien! ¿Hará usted esto?
Sr. Sung dijo: «¡Desde luego que voy a hacerlo!» A usted le llamarán a una
reunión para hablar como completar la transición al socialismo. Usted
seguramente no va a fruncir el ceño, sino que usted vendrá con una cara radiante
como la de los demás». (Pekín Informa; Vol.10, No.34, 18 de agosto de 1967)
¡Este
era el «socialismo» de Liu Shao-chi! Efectivamente Liu estaba a favor de la
propiedad estatal y de algunas formas de planificación centralizada, con el fin
de tratar de frenar la anarquía que la economía china había sufrido durante
tanto tiempo. Pero Liu tenía la intención de que esta propiedad estatal y esta
planificación estuvieran de todos modos en manos de la burguesía bajo las
llamadas empresas estatal-privadas –o sea mixtas– que son un calco del programa
de Mao Zedong de 1953. Para garantizar el sistema económico y político que
surgiría de la «nueva democracia» se
utilizaría el capitalismo de Estado bajo la dominación política y económica
burguesa. Liu tenía metas programáticas definidas:
«1) El partido se transformaría
en uno en donde la burguesía tuviera la hegemonía. Los miembros deben ser
reclutados del personal de administración y técnico, así como de obreros
calificados. 2) Mientras el partido se vea influido por el proletariado, éste
no debe tener una «autoridad indebida» en el gobierno o en la industria. La
administración debe estar en manos [burguesas - Anotación de J. W.] de expertos
y no sufrir una «interferencia» política o ideológica [proletaria]. 3) La
rentabilidad debe ser el principal regulador de la planificación económica, y
no las necesidades sociales u objetivos políticos [proletarios] Dentro de
ciertos límites, la gestión de la empresa debe tener «flexibilidad», la
planificación no debe ser «hipercentralizada» [ni siquiera por la burguesía].
4) La división del trabajo entre la dirección y obreros de la producción debería
mantenerse. Los obreros no deben «interferir» con la administración, ni deben
los gerentes «perder el tiempo» en la producción. Ingresos burgueses deben
mantenerse. Las diferencias salariales no deben ser reducidas, sino ampliadas.
5) Los sindicatos y otras organizaciones de obreros no deben preocuparse por la
política, sino que solo deben ocuparse de los objetivos de producción y de
trabajar». (Véase los artículos criticando a Liu Shao-chi en Pekín Informa en
inicios del 1967 y finales del 1968)
Y
así sucesivamente.
Liu
Shao-chi, por supuesto, no estaba trabajando solo en este «proyecto». Entre sus
colaboradores iniciales contó con otros principales dirigentes del partido, así
como con los líderes de gran alcance de la burguesía nacional e intelectuales
burgueses. Deng Xiaoping fue uno de sus colaboradores más importantes.
Los
esfuerzos del grupo de Liu-Deng para intentar establecer la hegemonía burguesa
y la consolidación de las relaciones capitalistas de producción fueron unos
inequívocos esfuerzos que se llevaron a cabo bajo el amparo de la línea general
del Partido Comunista de China y su guía para la transición al socialismo, tal
como en su día había formulado Mao Zedong.
Su trabajo para fortalecer el «cuartel general burgués», se explica con la obsesión desmedida en fortalecer la alianza del partido con la burguesía nacional y esto, por supuesto, fue exactamente lo que se hizo. Para ello se valieron del Departamento de Trabajo del Frente Único del Partido Comunista China, la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino, la Federación de China de Industria y Comercio, y otras organizaciones que fueron las expresiones concretas de esta alianza como su cuartel general. Además, la burguesía nacional y los intelectuales burgueses también fortalecieron su organización a través de los partidos democrático-burgueses que se presentaban así mismos como una nueva creación de organizaciones de «profesionales». El Partido Comunista de China animó esta actividad creyendo siempre que era dirigida por los «capitalistas e intelectuales progresistas» –a los que beneficiaba el capitalismo de Estado– y fue coordinado con el Departamento de Trabajo del Frente Único del Partido Comunista de China –dominado por el grupo de Liu-Deng–.
La línea del Partido Comunista de China de «unidad-lucha-unidad» con la burguesía nacional fue utilizada por este grupo para frenar el individualismo extremo y la fragmentación de la burguesía nacional y unir a esta clase con los sectores de derecha del partido bajo la dirección del grupo de Liu-Deng. Con esto en mente, se llevaron a cabo las campañas de «reeducación» y «remodelación» de los capitalistas.
La línea del Partido Comunista de China sobre que la burguesía podría ser «remodelada» y pacíficamente «integrada» en el socialismo era una tapadera perfecta para estos planes de establecer el dominio burgués mientras se decía ir en el barco del socialismo. En la sociedad postrevolucionaria la burguesía tenía una enorme influencia. Sus miembros lograron seguir gestionando la industria privada y el comercio con amplios beneficios. Los intelectuales burgueses ejercían además una gran influencia en el sector estatal de la economía. Y, por supuesto, al ser una coalición de gobierno según mandaba la «nueva democracia», los representantes de la burguesía nacional alcanzaban los puestos gubernamentales más altos. En todas estas esferas trabajaron estrechamente y abiertamente con el ala derechista del partido. Su objetivo no otro que llevar a cabo la transformación «socialista» sin alterar su posición en la sociedad.
La línea del Partido Comunista de China de «unidad-lucha-unidad» con la burguesía nacional fue utilizada por este grupo para frenar el individualismo extremo y la fragmentación de la burguesía nacional y unir a esta clase con los sectores de derecha del partido bajo la dirección del grupo de Liu-Deng. Con esto en mente, se llevaron a cabo las campañas de «reeducación» y «remodelación» de los capitalistas.
La línea del Partido Comunista de China sobre que la burguesía podría ser «remodelada» y pacíficamente «integrada» en el socialismo era una tapadera perfecta para estos planes de establecer el dominio burgués mientras se decía ir en el barco del socialismo. En la sociedad postrevolucionaria la burguesía tenía una enorme influencia. Sus miembros lograron seguir gestionando la industria privada y el comercio con amplios beneficios. Los intelectuales burgueses ejercían además una gran influencia en el sector estatal de la economía. Y, por supuesto, al ser una coalición de gobierno según mandaba la «nueva democracia», los representantes de la burguesía nacional alcanzaban los puestos gubernamentales más altos. En todas estas esferas trabajaron estrechamente y abiertamente con el ala derechista del partido. Su objetivo no otro que llevar a cabo la transformación «socialista» sin alterar su posición en la sociedad.
La
línea de transición gradual del Partido Comunista de China les daría tiempo
para consolidar su poder. Aunque es cierto que el grupo de Liu-Deng fueron los principales opositores de los
«excesos» de las campañas para restringir el capital privado y eran los más
fuertes partidarios de la prolongación de la transición, no obstante apoyaron
el movimiento de la nacionalización y el control del Estado en las empresas
pues ellos sabían que podrían utilizar esto para fortalecer a la clase burguesa
en su conjunto de igual modo si se manejaba todo bien. Hasta cierto punto
limitaron la corrupción, la especulación y la excesiva proliferación por parte
de los capitalistas individuales que dañaba la economía en su conjunto. También
favorecieron la quiebra de pequeños capitalistas a través de medidas económicas
y de la desviación de este capital a la necesaria industria estatal a gran
escala que debía mover a toda la economía hacia adelante. Los más grandes
capitalistas nacionales, y el grupo de Liu-Deng en su conjunto, se encontraban
a la cabeza del movimiento que creo inicialmente las llamadas empresas
conjuntas «estatal-privadas» en 1954. De esta manera, las pequeñas empresas se
fusionaron en las grandes empresas y las grandes corporaciones resultantes se
colocaron en las manos de los capitalistas más grandes, siendo estos claro,
representantes en el Estado.
Todos
estos acontecimientos fueron parte de una racionalización y concentración de la
industria, un proceso que ocurre en ambas sociedades, tanto en las capitalistas
como en las socialistas. Este proceso podría llevar a una concentración del
poder de la burguesía o del proletariado, dependiendo de cuál sea la clase que
ejerce el control político y económico. Liu Shao-chi se apresuró a criticar a
todo el que abogara en esa época por una transformación radical que pretendiera
realmente expropiar el poder político y económico de la burguesía, diciendo que
se estaba desviando de la línea general del Partido Comunista de China de
«transición gradual y pacífica al socialismo»:
«La tendencia de desviarse de
la línea general del partido desde la «izquierda» se ha manifestado
principalmente en la exigencia de que el socialismo se puede lograr durante una
noche, con ello lanzan la exigencia de que se utilice un método de expropiación
para la industria y comercio capitalistas intentando llevarnos con ello a la
quiebra, ellos no admiten que hay que adoptar medidas cautelosas para avanzar,
yendo paso a paso hacia el socialismo, y tampoco creen que podamos lograr el
objetivo de la revolución socialista por medios pacíficos». (Liu Shao-chi;
Informe en el VIIIº Congreso del Partido Comunista de China, 15 de septiembre de
1956)
Después
de rechazar la expropiación de la burguesía continúa:
«Dicen que no hemos «hecho un
trabajo suficientemente exhaustivo de lo que debíamos haber hecho», que hemos
«conciliado y cedido más de lo que deberíamos», y que por tanto nos «hemos salido
del marxismo». Con esas tonterías tratan de confundir a la gente. Sugieren que
cortemos nuestra alianza con la burguesía nacional inmediatamente, privándonos
de todo lo que hemos conseguido hasta ahora». (Liu Shao-chi; Informe en el
VIIIº Congreso del Partido Comunista de China, 15 de septiembre de 1956)
Y
después de proclamar una vez más su alianza con la burguesía, finaliza que es
imposible construir el socialismo precisamente sin estas ideas que por entonces
anidaban en el Partido Comunista de China:
«Es bastante obvio que nuestro
partido no ha aceptado ninguna de estas opiniones, no seríamos capaces de
construir el socialismo con éxito, el socialismo más que con las ideas que
estamos realizando hoy». (Liu Shao-chi; Informe en el VIIIº Congreso del
Partido Comunista de China, 15 de septiembre de 1956)
Para
consolidar su poder las fuerzas burguesas que estaban librando una lucha a vida
o muerte contra el proletariado tuvieron que organizar y fortalecer a su propia
clase y al mismo tiempo desarrollar la derrota proletaria, minando su
influencia en el partido y desactivando sus organizaciones de masas, como los
sindicatos. En 1953 las fuerzas de Liu Shao-chi se habían puesto a cargo de la
estructura sindical nacional. En 1956 por su propio control de los sindicatos
se habían convertido en órganos burocratizados y aislados de las masas. Esto se
hizo siguiendo el camino del economicismo. De acuerdo con la dirección de los
sindicatos de estas organizaciones, estos debían ocuparse solo de las tareas
económicas y no de las tareas políticas del proletariado; o sea garantizar la
lucha por la dictadura del proletariado, el desarrollo del control obrero y la
expropiación de la burguesía. Abordando el VIIº Congreso de la Federación China
de Sindicatos celebrada en 1953, Hsu Chi-chen dijo que:
«Los sindicatos bajo la
dictadura democrática popular deben tener en cuenta la mejora de la producción
como su tarea central, y sobre esta base, poco a poco mejorar el material y la
vida cultural de los trabajadores». (Prensa de Lenguas Extranjeras; El VIIº Congreso
de Sindicatos de toda China, 1953)
Liu
Shao-chi, que fue elegido presidente honorario de la Federación de China de
Sindicatos, agregó en dicho congreso una anotación en las tareas ideológicas
del sindicato:
«Debemos fortalecer la
educación comunista de los obreros y elevar su conciencia política, para que
puedan darse cuenta de la identidad de los intereses de todo el pueblo, del
Estado y de los suyos. Al mismo tiempo, debemos adoptar el método de la crítica
y la autocrítica para superar los defectos y corregir los errores que existen
en las distintas empresas, oponiéndonos a la burocracia y a todo tipo de
violación de la disciplina laboral y aumentando la fortaleza de nuestra
disciplina laboral». (Prensa de Lenguas Extranjeras; El VIIº Congreso de Sindicatos
de toda China, 1953)
Esta
«educación comunista» que hablaba era por supuesto, la mentira burguesa de «la
identidad de intereses de todo el pueblo» de los capitalistas y los obreros. Al
mismo tiempo, Liu estaba diciendo a los capitalistas:
«Debéis luchar contra los
obreros. Si no lo hacéis, no culpéis al partido comunista si en el futuro los
obreros luchan hasta que sus fábricas estén en ruinas». (Prensa de Lenguas Extranjeras;
El VIIº Congreso de Sindicatos de toda China, 1953)
La
transformación de la industria y el comercio
Mao
Zedong, así como otros dirigentes del Partido Comunista de China no formaban
parte de ese grupo reaccionario y burgués descarado que existía en el Partido Comunista
de China. Durante el período de la Reconstrucción –de 1949 a 1952– y la Guerra
de Corea, siendo realistas, y al juzgar por los artículos de las Obras
Escogidas de Mao Zedong y de los relatos históricos, existía poco conflicto
entre Mao y el grupo de Liu-Deng. Sin embargo a partir de la primavera de 1953,
es decir, a consecuencia del debate en el Partido Comunista de China sobre el
plan para la transición al socialismo, Mao se encontró un creciente aumento de
la oposición de esta parte del partido. Argumentó que él estaba en contra de la
idea de:
«Establecer firmemente el orden
social de nueva democracia». (Mao Zedong; Crítica a los conceptos de derecha
que se partan de la línea general, 15 de junio de 1953)
Y
a la idea de la «igualdad entre los sectores público y privado», diciendo que
estos caminos conducirán inevitablemente al capitalismo, que el sector público
era el sector líder de la economía y debía ser ampliado, y que el sector
privado debía estar subordinado a este. Recordó a los otros derechistas que la
política del partido era apoyarse en la clase obrera y no con la burguesía. Él
advirtió contra todo:
«Proyectil almibarado de la
burguesía». (Mao Zedong; Contra las ideas burguesas en el partido, 12 de agosto
de 1953)
Dijo
que el objetivo de la burguesía era desarrollar el capitalismo y que:
«La contradicción entre la
burguesía y el proletariado es antagónica». (Mao Zedong; Contra las ideas
burguesas en el partido, 12 de agosto de 1953)
Pero
a pesar de estas buenas palabras, coherentes todas ellas, al mismo tiempo,
continuó exponiendo y defendiendo la que había sido la línea general del Partido
Comunista de China para la transición al socialismo: el gobierno de coalición
de cuatro clases, la transición gradual y pacífica hacia el socialismo, el «remodelamiento»
e integración de la burguesía en el socialismo, y el «tratamiento de la
contradicción con la burguesía nacional como una contradicción en el seno del
pueblo» –a pesar de que reconocía que en otros países generalmente sí era
antagónica–, etc. Si bien llevó una crítica frente a los que estaban a cargo de
la planificación económica, los cuales casi todos se encontraban en el grupo de
Liu-Deng, nunca emprendió ninguna lucha
para eliminar a cualquiera de este grupo de dichos puestos económicos.
Sin
embargo y como curiosidad, en 1954 Kao Kang sí fue destituido de su cargo por
tratar de establecer un «reino independiente» con su dirección en Manchuria.
Nunca había habido ninguna crítica política a fondo ni permanente de él y no
podemos estar seguros del contenido exacto de esta lucha política. Es claro,
sin embargo, que tanto para el grupo de Liu-Deng, así como para el grupo Mao,
fue un alivio desprenderse de él. Es muy posible según vemos en casi todos los
relatos, que Kao Kang favoreciera medidas más acordes a la expropiación y la
supresión de la burguesía. Véase los extractos de un discurso de Kao Kang en el
lanzamiento de la campaña de los «tres males», reimpreso en Problemas en el Comunismo
de la edición No.1 de 1952, publicación de opinión publicada por el
Departamento de Estado de los Estados Unidos.
En
1955 Mao Zedong se convirtió en un hombre cada vez más preocupado por la
lentitud de la transición y especialmente por la falta de iniciativa de seguir
adelante en la colectivización de la agricultura. El grupo de Liu-Deng se opone
a la colectivización calificándola de «prematura». Sin embargo Mao Zedong ganó
una gran batalla sobre este tema en cuestión y en el transcurso del próximo año
la agricultura en gran parte se colectivizó, aunque este proceso sufriría
reveses tiempo después por razones obvias que aquí no podemos explicar en su
totalidad.
Ese
otoño Mao Zedong inició una campaña contra los intelectuales de derecha y demás
contrarrevolucionarios del partido. Durante esta campaña se eliminaron algunos
funcionarios locales del Partido Comunista de China, incluyendo entre ellos a
Pan Han-nien en Shanghái. Véase la obra de Lynn White III: «Liderazgo en
Shanghái, 1954-1969», de 1970. Pan Han-nien fue un funcionario local que había
colaborado en la ocultación de las actividades ilegales de los capitalistas
durante la campaña de los «cinco males» y oponiéndose al parecer, a la
transformación de la industria en empresas estatal-privadas que el Partido Comunista
de China había puesto de programa. Al mismo tiempo, decenas de miles de cuadros
del gobierno y del partido se retiraron temporalmente de sus cargos y fueron enviados a los campos a trabajar. Pero
a mediados de 1956 la mayoría de ellos fueron reintegrados en sus antiguas
posiciones, muchos de ellos recibieron disculpas por lo sucedido. Véase la obra
de Maurice Meisner: «La China de Mao» de 1977.
Durante
este período había poco conflicto entre Mao Zedong y la dirección de la
burguesía, reflejada sobre todo en el grupo de Liu-Deng, no había diferencias
sobre cómo se debía proceder a la nacionalización de la industria y el
comercio. El grupo de Liu-Deng pensó que podían utilizar este proceso de
nacionalización en su beneficio por lo que se hicieron cargo de la aceleración
del proceso. A finales de 1956 prácticamente toda la industria privada –con
excepción de la artesanía– fue convertida en empresas conjuntas
«estatal-privadas». Esta transformación masiva fue acompañada por desfiles de
empresarios batiendo gongs y portando banderas rojas mientras marchaban a los
ministerios del gobierno para pedir que sus empresas fueran transformadas en
empresas conjuntas «estatal-privadas». Los capitalistas se colocaron a la
cabeza de las nuevas empresas conjuntas «estatal-privadas» y además los nuevos
funcionarios designados por el Estado se unieron a ellos en la gestión de las
empresas. Los capitalistas recibían sus antiguos salarios y privilegios, así
como el 5% de interés anual sobre su inversión –esto continuó hasta 1966–.
Además, esta transformación allanó el camino para que muchos de ellos fueran
nombrados en puestos más altos en la estructura económica y política del
Estado. Su Fu-ling, el dueño de una gran fábrica de harina en Pekín,
resumió su experiencia en esta
transformación de la siguiente manera:
«Por supuesto, yo estaba muy
preocupado en ese momento acerca de cómo el partido comunista nos trataría. Sin
embargo, el gobierno popular me invitó a participar en varias reuniones
inmediatamente después de la liberación de Pekín, y más tarde, me nombraron
secretario general del órgano que preparaba la creación de la comisión de la
Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino en Pekín. Me di cuenta de que
solo mediante la aceptación de transformación socialista podría haber un futuro
brillante para mí. Cuando mi empresa de harina se convirtió en una empresa
conjunta estatal-privada en 1954, me adjudicaron un puesto de liderazgo en mi
empresa. Además del interés fijo, he recibido una paga relativamente alta. Fui
elegido además, miembro del Gobierno Municipal Popular en 1957». (Pekín
Informa; Vol.10, No.34, 18 de agosto de 1967)
Jung
Yi-jen, el mayor capitalista de China antes de la liberación, fue «líder» en la
campaña contra los «cinco males» en 1952, y fue líder del movimiento de los
capitalistas «progresistas» que hacían apología de la «nacionalización» de 1954
a 1956, se mantuvo como director de su enorme Corporación Textil Sung-Sing
después de que ésta se convirtiera en una empresa conjunta «estatal-privada» en
1955. Al año siguiente fue nombrado para el cargo de director general de los
textiles de Shensí. Poco después fue nombrado diputado de la alcaldía de
Shanghái y en 1959 viceministro de la Industria Textil. Su hermano también
sirvió como diputado en la alcaldía de Shanghái. Véase la obra de Barry
Richman: «La sociedad industrial en la China comunista» de 1969.
Otro
capitalista nacional, el descendiente de una gran familia industrial de China,
se le dio la responsabilidad de la operación de más de medio centenar de
fábricas y también sirvió en el Congreso Nacional del Pueblo. En la década de
1960 su hermano organizó una nueva industria relojera en Shanghái que producía
unos 850.000 relojes al año. Véase la obra de Barry Richman: «La sociedad
industrial en la China comunista» de 1969.
En
1957, Chen Ching-yu, un capitalista nacional de la importante ciudad industrial
de Wuhan y Presidente de la Federación de Industria y Comercio de esa ciudad,
fue ascendido al puesto de vicegobernador de la provincia de Hopeh. Véase la
obra de A. Barnett: «Las políticas de los comunistas chinos en acción», 1969.
Estos
son ejemplos de un fenómeno general que se produjo en China después de la
liberación y que aumentó después de las presuntas nacionalizaciones en pro del
socialismo de 1956.
En
la década de 1960 aún había 300.000 capitalistas nacionales que estaban
recibiendo pagos de intereses. Véase la obra de Barry Richman: «La sociedad
industrial en la China comunista» de 1969.
Un
experto occidental en el ámbito gestión describió el estilo de vida de los
capitalistas chinos más ricos cuando visitó allí China en 1966:
«Liu Tsing-kee, un miembro del
Congreso de Shanghái y del Congreso Nacional del Pueblo, es un magnate textil,
sus activos han incluido a cinco grandes fábricas –ahora en propiedad conjunta
con el Estado–, las cuales emplean a unas 11.000 personas, los pagos de
intereses personales tienen un valor de unos 400.000 dólares anuales, y un
salario mensual de $ 300. Los activos totales de su familia, incluyendo las
propiedades inmobiliarias, se han valorado en $ 16 millones. Mr. Liu heredó
gran parte de la fortuna de su padre hace varios años, y pese a que desde hace
tiempo es un capitalista, no ha recibido ningún estigma social por ello. Su
fabulosa casa está llena de muchas antigüedades de trescientos años de edad,
algunas tan antiguas incluso como para tener seiscientos años encima. Él tiene
a su cargo a cuatro funcionarios y tiene un sedán Humber con chófer. Otro señor
Liu, que tiene negocios con el del partido, recibe $ 320.000 en intereses
anualmente y ha ocupado varios puestos clave del Estado». (Barry Richman; La
sociedad industrial en la China comunista, 1969)
Obviamente,
en lo que se refiere a la burguesía nacional china, la transformación de la
industria se llevó a cabo en 1956, y se realizó en gran parte de la manera en
que Liu Shao-chi había predicho unos siete años atrás. Si bien la burguesía
nacional no poseía su industria privada, lo cierto es que conservaron sus
posiciones, así como sus ingresos. Pudo mantener su poder político y económico
gracias a las teorizaciones del Partido Comunista de China y sobre todo gracias
a su alianza con el sector derechista del Partido Comunista de China, que
velaba por sus intereses.
En
1956, los industriales y hombres de negocios reunidos en el Congreso Nacional
de la Federación de China de Industria y Comercio, aprobaron una resolución en
la que mostraron su visión del proceso de «transición» al socialismo.
Ellos
afirmaron que se debía:
«Fortalecer nuestra
autotransformación y de forma inequívoca reconocer la coherencia entre el
Estado y nuestros propios intereses». (Hughes y Luard; «El desarrollo de la
economía en la China comunista: 1949-1960», 1975)
El
VIIIº Congreso del Partido Comunista de China de 1956
El
VIIIº Congreso del Partido Comunista de China fue realizado en septiembre de
1956. En el transcurso de los siete años entre la caída del gobierno del
Kuomintang y la convocatoria de este congreso la burguesía había sido
revitalizada, una nueva burguesía que se componía tanto de los estratos superiores
de la burguesía nacional como de un sector del Partido Comunista de China que
compartían la misma ideología burguesa y objetivos había consolidado un
tremendo poder en el partido, el Estado y la economía. El férreo predominio de
la burguesía en estos campos se reflejó claramente en los documentos del VIIIº
Congreso del Partido Comunista de China. Liu Shao-chi, el líder del desarrollo
de esta clase, dio el Informe Político del Comité Central del Partido Comunista
de China en el congreso. En su informe, explicó que el poder debe seguir siendo
compartido con la burguesía nacional a pesar de que, según él, el Estado en
1956 era en esencia, una dictadura del proletariado:
«Algunas personas pueden
preguntar: ¿Desde que nuestra dictadura democrática popular sea en el presente
en esencia, la etapa de la dictadura del proletariado, cómo se entiende que
otras clases, otros partidos y personalidades democráticas sin partido
participen en el poder estatal? ¿Por qué es necesario que el frente unido
democrático popular en nuestro país siga existiendo? (...) La burguesía
nacional ocupa un lugar especial en la dictadura democrática de nuestro pueblo
y en nuestro frente único democrático de nuestro pueblo. Durante la Guerra de
Resistencia a la Agresión Japonesa, ciertos individuos representativos de la
burguesía nacional ya se habían puesto en los órganos de gobierno de las bases
revolucionarias. Dado que esto se hizo durante el período de la revolución
democrático-burguesa, era fácil de entender. Desde la fundación de la República
Popular, aún más representantes de la burguesía nacional y sus partidos han
participado en los órganos de nuestro Estado, que es la dictadura del
proletariado en su carácter. Además, han seguido manteniendo la alianza
política con la clase obrera y el partido comunista en la construcción del
socialismo. Es nuestra opinión de que, de ahora en adelante, una política de
coexistencia a largo plazo del partido comunista y los partidos democráticos
así como de supervisión mutua entre todos debe ser adoptada. (...) Es nuestra
opinión de que, de ahora en adelante, una política de coexistencia a largo
plazo del partido comunista y los partidos democráticos así como de supervisión
mutua entre todos debe ser adoptada (...) Se puede ver esto en que el ampliar el
frente único y la unidad patriótica, en vez de afectar nuestra dictadura del
proletariado, dan las condiciones propicias para su consolidación y desarrollo».
(Liu Shao-chi; Informe en el VIIIº Congreso del Partido Comunista de China, 15
de septiembre de 1956)
También
resumió el progreso de la «transformación socialista» de la industria, en la
alianza con la burguesía nacional:
«Después de la fundación de
República Popular de China –la burguesía nacional– ha dado su apoyo a la
dictadura democrática popular, el Programa Común y la Constitución, expresó su
voluntad de seguir oponiéndose al imperialismo, y aceptó la reforma agraria,
pero también tiene un fuerte deseo de desarrollar el capitalismo. Por lo tanto,
nuestra política con respecto a la burguesía nacional, como en el pasado, sigue
siendo al mismo tiempo unirnos a la vez que luchamos con ella, con el objetivo
de así alcanzar la unidad con ellos a través de la lucha. (...) Como las
restricciones impuestas por el Estado en la industria capitalista y comercio
chocan con los estrechos intereses de la burguesía nacional, es inevitable que
muchos de los capitalistas muestren oposición o infrinjan estas restricciones.
La lucha entre la restricción y la lucha contra la restricción ha sido la
principal forma de lucha de clases en el interior de nuestro país en los
últimos años, lo que refleja la principal contradicción de clase en nuestro
país, la contradicción entre la clase obrera y la burguesía. (...) En el curso
de estas luchas, se prestó atención a evitar y corregir el error de imponer a
la economía capitalista restricciones demasiado rígidas o abusivas. La política
básica del partido y el Estado ha sido la de aislar por completo, a través de
estas luchas, a los pocos elementos capitalistas que persisten en sus
actividades ilegales de espaldas a las masas del pueblo, así como unirse con
los demás miembros de la burguesía, reuniendo entonces a la gran mayoría de los
elementos capitalistas que están dispuestos a cumplir con las leyes y decretos
del Estado. (...) Ahora se puede afirmar con convicción que con la excepción de
unos pocos elementos recalcitrantes que todavía tratan de oponer resistencia,
es posible, en el ámbito económico, que la inmensa mayoría de la burguesía
nacional acepte la transformación socialista y cambien gradualmente hacia su
conversión en personas de trabajo. (...)
Sin embargo, la muy compleja y ardua tarea histórica de transformar el
sistema de propiedad privada de los medios de producción en el régimen de la
propiedad pública socialista ha sido llevada a cabo en nuestro país. La
cuestión de quién va a ganar en la lucha entre el socialismo y el capitalismo
en nuestro país ya se ha decidido». (Liu Shao-chi; Informe en el VIIIº Congreso
del Partido Comunista de China, 15 de septiembre de 1956)
Liu
estaba dispuesto a hablar teóricamente acerca de la «dictadura del
proletariado» y la «lucha» contra la burguesía, siempre que esta teorización de
«dictadura» incluyera no aplastar a la burguesía, y siempre que esta «lucha» se
llevara a cabo en una forma no antagónica, de manera pacífica, con el objetivo
de caminar junto a la mayoría de burgueses que según él eran capitalistas de
«buen corazón».
En
el VIIIº Congreso del Partido Comunista de China, al aprobar el informe de Liu
Shao-chi, el propio partido llevó sus conclusiones un paso más allá, donde aprobó
una resolución en la que declaraba que:
«La contradicción entre el
proletariado y la burguesía, ha sido básicamente resuelta en nuestro país». (Prensa
de Lenguas extranjeras; Resolución del Informe Político del Comité Central en
el VIIIº Congreso del Partido Comunista de China, 1956)
Y
que esto se había hecho a través de la transformación de la industria privada
en empresas mixtas estatal-privadas.
Los
viejos elementos burgueses que mantuvieron su poder político y económico y con
ellos también los nuevos elementos burgueses, fueron consolidándose rápidamente
en el sector estatal, ¿pero era esto algo peligroso? por el contrario, de
acuerdo con Liu Shao-chi, esto significaba que se estaba «ganando a la
burguesía para el socialismo», estas tesis eran una victoria completa para la
línea general del partido, pues se hacía oficial una vez más la transición
pacífica y gradual. Liu dijo con entusiasmo:
«El hecho de que nuestra
burguesía haya anunciado su aceptación de la transformación socialista con una
gran alegría entre gongs y tambores es una especie de milagro». (Liu Shao-chi;
Informe en el VIIIº Congreso del Partido Comunista de China, 15 de septiembre
de 1956)
Por
supuesto que no hubo «milagro» que llevara a la burguesía a aceptar la
nacionalización de la manera que lo hizo, sino que la manera en la que se llevo
fue debido a la combinación de la presión del proletariado y al saber ellos que
al hacerse cargo del proceso podrían preservar y centrarían su poder. Sus
esfuerzos por consolidar su poder fueron acompañados por un ataque contra el
poder de la clase obrera, tanto dentro del partido como en el Estado.
La
clase obrera, por tanto, estaba preocupada por la forma en que esta
transformación se está llevando a cabo bajo la dirección de la burguesía. Chen
Yun, Ministro de Comercio y uno de los principales representantes de la
burguesía en el partido, se dirigió a esta cuestión en su discurso ante el
VIIIº Congreso del partido:
«Obreros y funcionarios han
dado un cálido apoyo al cambio a la gestión estatal y privada, y en todas
partes se han organizado unidades de emulación socialista. Pero debido a que no
hemos hecho suficiente por ellos, algunos de ellos se preguntan: ¿Cómo es que
tenemos aún menos derechos y funciones que antes del cambio? ¿Por qué los
antiguos capitalistas están aún en posiciones de autoridad? Antes del reciente
cambio en las empresas privadas, era absolutamente necesario contar con dicho
control de la producción por los obreros. Pero ahora que estas empresas se han
convertido en empresas mixtas estatal-privadas, la clase obrera debe dar un
paso más adelante y, en lugar de limitarse a la supervisión de la producción,
se debe poner en efecto al frente de la gestión directa en el Estado, que
actualmente está dirigido por la clase obrera. En cuanto a los capitalistas y
sus asociados, independientemente de la posición de la autoridad que aún puedan
conservar en las empresas mixtas estatal-privadas, difiere radicalmente de lo
que era antes del cambio». (Prensa de Lenguas Extranjeras; El VIIIº Congreso
del Partido Comunista de China de 1956)
Esto
era pura demagogia por parte de un embaucador de la burguesía. Si el Estado
hubiera estado realmente bajo la hegemonía de la clase obrera, cuando asumió la
propiedad de las empresas privadas no tendría por qué haber ningún deseo en
estas de recortar el poder de control de la clase obrera, las empresas habrían
sido capaces de vencer a los capitalistas –con el apoyo del Estado–. En su
lugar, los propios obreros hubieran supervisado todo este proceso de
transición, pudiendo aislar a los capitalistas sin mucha demora. Como las
relaciones socialistas de producción se perfeccionan bajo los obreros de la
fábrica, estos deberían ganar más y más control directo de la producción bajo
la dirección centralizada del Estado proletario. Pero como hemos observado y
analizado según los documentos disponibles, el hecho es que el poder de los
obreros disminuyó y el de los capitalistas se mantuvo –o aumentó–, esto muestra
claramente la naturaleza de clase de la «transformación» de estas empresas, y
la enorme influencia que la burguesía mantenía en el Estado.
El
ataque a la clase obrera por parte de la burguesía en el poder, en sus
esfuerzos por ampliar su propio poder se intensificó considerablemente en todas
las esferas del país en el momento del VIIIº Congreso del Partido Comunista de China
de 1956. Este ataque se hizo bajo el pretexto de una supuesta «campaña de
rectificación» para combatir «el subjetivismo, el sectarismo y la burocracia».
Esta «campaña de rectificación» en China coincidió «casualmente» con una
«campaña de rectificación» lanzada a su vez en la Unión Soviética por el Partido
Comunista de la Unión Soviética. Tomando ventaja de las debilidades en el
partido y el Estado Soviético, los revisionistas jruschovistas llamaron a una
campaña contra el «dogmatismo, el sectarismo, la burocracia y el stalinismo», e
instó a los revisionistas de los partidos de Europa del Este a tomar el mismo camino.
Bajo la bandera de la lucha contra el «dogmatismo» se opusieron al marxismo-leninismo
y pidieron la libre circulación de las ideas burguesas y revisionistas, que en
esencia eran lo mismo. La consigna de la lucha contra el «sectarismo» fue
utilizada para aplacar la lucha contra los revisionistas, oportunistas y
elementos burgueses. La campaña contra la «burocracia» fue diseñada para
derribar los aspectos de la planificación económica centralizada que ahogaban
el desarrollo del capitalismo.
La
«campaña de rectificación», lanzada en el momento del VIIIº Congreso del Partido
Comunista de China en 1956 iba a ser utilizada por los revisionistas chinos, de
la misma manera que sus homólogos de la Unión Soviética y lo países Europa del
Este estaban utilizando las presuntas medidas de «rectificación».
La
descentralización y reforma salarial de 1956
Después
de explicar a los obreros la «posición fundamentalmente diferente» de los
capitalistas después de la nacionalización, la cual era una estafa arropada de
fina demagogia, Chen Yun anunció las
reformas económicas que el Partido Comunista de China tenía previsto ejecutar,
en ellas se tenía previsto ascender y ampliar el papel del libre mercado
capitalista a causa de que según los dirigentes del Partido Comunista de China
se había conseguido «la decisiva victoria del socialismo» en el ámbito
económico:
«Como resultado de los éxitos
decisivos que hemos logrado en la transformación socialista de la industria y
comercio capitalistas, algunas medidas adoptadas por los departamentos
económicos del Estado en los últimos años, y especialmente en los últimos dos
años, para restringir la industria capitalista y comercio capitalista se han
convertido en innecesarias. Estas medidas eran indispensables y eficaces
anteriormente. Ahora, sin embargo, son bastante injustificadas. No solo eso,
sino que no carecían de defectos en el momento en que se hicieron cumplir. Pero
continuar con esas medidas ahora, inevitablemente obstaculizaría el desarrollo
de la economía nacional. Primero debemos cambiar los acuerdos de compra y
comercialización ya establecidos entre las empresas industriales y comerciales.
El sistema de los departamentos comerciales estatales que dan las órdenes a las
fábricas para el procesamiento y la fabricación de bienes debe ser reemplazado
por un sistema de autogestión de fábricas que puedan compran materias primas y
productos comerciales. Es decir, la práctica seguida en invierno de 1953 en
general, debe ser restaurada sobre la base de nuestra economía socialista.
Debemos corregir nuestro error de centrar la atención en la producción y
gestión centralizada. De lo contrario, los defectos ya vistos en la producción,
en la circulación y en el servicio de los clientes empeoraran. En tercer lugar,
hay que tachar de nuestros reglamentos que rigen el control de mercado todas aquellas
disposiciones que estaban destinados a restringir las actividades especulativas
de la industria y comercio capitalistas. Los
productos locales menores, ahora adquiridos de manera unificada por la
oferta local y las cooperativas de comercialización, deben poder ser libremente
comprados, transportados y comercializados por las tiendas estatales, grupos
cooperativos de suministro y comercialización, y las cooperativas de diferentes
partes del país. Los reglamentos para el control de la industria y comercio,
que están fuera de armonía con la situación actual, deben de ser revisados con
el fin de satisfacer las necesidades de libre compra, comercialización y
transporte. Es decir, debemos retirar lo que en la comercialización llamamos
estabilización de los precios, conocido popularmente como «unificación de
precios» o «congelación de precios». No hay que preocuparse si los precios
suben por un tiempo dentro de ciertos límites. Las fábricas de artículos de
bienes de consumo deben poder hacer sus propios planes de producción en función
de las condiciones del mercado, sin estar atadas a las figuras de referencia
del plan estatal. En cuanto a los beneficios que se entregarán a las arcas del
Estado, la cantidad debe ser determinada en relación a los ingresos reales de
la fábrica conseguidos a final del año. ¿Todas estas medidas se combinan para
provocar el peligro de reaparición del libre mercado capitalista en nuestro
país? No, eso nunca va a suceder. La adopción de las medidas mencionadas
anteriormente no dará lugar a un resurgimiento del mercado capitalista, sino
que impulsará el crecimiento de un mercado socialista adaptado a nuestras condiciones
y necesidades». (Prensa de Lenguas Extranjeras; El VIIIº Congreso del Partido
Comunista de China de 1956)
El
«socialismo de mercado» promulgado aquí por Chen Yun, al igual que otros
«socialismos de mercado» de otros teóricos revisionistas, no es socialismo,
sino capitalismo. El desarrollo de las relaciones socialistas de producción es
imposible sin la planificación económica centralizada por un Estado
proletariado, sin aumentar constantemente la planificación centralizada no hay
manera de que la economía se pueda regular, excepto a través de los métodos
anarquistas de la «ley del valor» y el mercado capitalista, que obviamente no
corresponden a las pautas del socialismo. Las reformas de Chen Yun liberó a la
gran mayoría de las empresas para que pudieran establecer sus propios planes de
producción, así como de libre compra de materias primas, y determinación de
cuándo, dónde y a qué precio se iba a comercializar sus productos, etc.
Como
reacción natural de estas reformas, el gobierno también decidió que la
rentabilidad y no las necesidades de la producción, iba a ser el principal
factor en la responsabilidad industrial. Véase la obra de R. MacFarquhar: «China
bajo Mao» de 1963.
Todo
esto representa una inversión de la cantidad mínima de planificación
centralizada que se había logrado en China y sacó las fuerzas anárquicas de las
relaciones económicas capitalistas.
La
clase de la burguesa intentó contener los efectos desastrosos de la anarquía
del mercado introduciendo un cierto grado de planificación económica, colocando
estos sectores industriales bajo control del Estado. Estas medidas limitaron la
regla absoluta del mercado y las propias ganancias de los explotadores, pero su
objetivo a la larga, conforme a la regla burguesa, era proteger la tasa de
rendimiento sobre la inversión de capital, proteger sus ganancias ante
cualquier intento de expropiación radical, por lo tanto intentaron mediante un
término intermedio conservar el poder económico y político, cediendo ciertas
ganancias a instancias de que sabían que podían perder todo. La burguesía no
puede escapar utilizando sus beneficios como fuerza motriz de su estructura económica
debido a sus intereses de clase y, por lo tanto, no pueden desarrollar la
planificación económica centralizada pues sus mismos intereses capitalistas se
lo impiden. Las acciones del grupo revisionista de Liu-Deng reflejan este
ataque burgués.
De
hecho, los economistas burgueses que han analizado la historia de la
planificación económica en China, dicen que los chinos no lograron un alto
grado de planificación centralizada durante el Primer Plan Quinquenal –de 1953
a 1958–. La aplicación de la planificación centralizada no se llevó a cabo
seriamente hasta 1955, y si bien ante las medidas eran deficientes, las
reformas de 1956 no invitaban a un perfeccionamiento de la centralización y
planificación, sino que expresaba la tendencia hacia la descentralización. Véase
la obra de Jan Prybyla: «La economía política de la China comunista», 1970.
Un
economista burgués consideró que las reformas económicas en China en 1956
fueron igual de dramáticas como las llevadas a cabo en la Unión Soviética bajo
Jruschov en la misma época, y que si bien algunas industrias importantes
siguieron operando de acuerdo a un plan central, la gran mayoría –el 80%– de
las empresas chinas industriales eran incluso más independientes que las de la
Unión Soviética. Véase la obra de Hughes y Luard: «El desarrollo de la economía
en la China comunista: 1949-1960» de 1975.
Otro
autodenominado «experto» burgués en China, comparaba la «planificación»
económica de China a la de Yugoslavia durante la década de 1960, ya que
comentaba el similar grado de autonomía de gestión de las empresas. Véase la
obra de R. MacFarquhar: «China bajo Mao» de 1963.
Después
de las reformas económicas de 1956 la economía china pasó por una brusca
depresión en 1957. Las empresas como ya habíamos comentado, no estaban tan
comprometidas en un plan central, la gestión de las empresas perseguía varios métodos
para lograr en una mayor tasa de ganancia que no necesariamente se ajustaba a
las necesidades de la sociedad como sí eran objetivamente el hecho de tener que
aumentar la producción industrial rápidamente y aumentar el capital para
expandir la construcción de esa y otras ramas industriales. En respuesta a la
crisis, el Consejo de Estado emitió una directiva en noviembre de 1957, dijo
que:
«Con la excepción del principal
personal administrativo –directores, subdirectores, gestores y gestores
adjuntos– y técnicos principales, el resto de los empleados y obreros pueden
ser contratados y despedidos por la empresa. Con la condición de que el número
total de obreros y empleados no se incremente, la empresa puede reajustar su
organización y personal a su gusto». (Chao Kuo-chun; Planificación económica y
organización en China, 1960)
Las
autoridades centrales criticaron a las empresas industriales por la
contratación de 1.250.000 obreros, y en 1956 por la contratación de
«demasiados» obreros se pidió a las direcciones locales despedir a la fuerza de
trabajo «excesiva» con el fin de reducir los costos. Este esfuerzo para llevar
a las empresas a despedir a los trabajadores fue acompañado por nuevas leyes
que se establecían las edades de jubilación obligatorias y con campañas para
convencer a las mujeres a permanecer en el hogar como amas de casa. Véase la
obra de Hughes y Luard: «El desarrollo de la economía en la China comunista:
1949- 1960» de 1975.
Esta
respuesta burguesa dada a la vez de sus reformas económicas capitalistas, se
reflejó también en el mensaje emitido por el Consejo de Estado en los mismos
meses que decía:
«En la actualidad los salarios
de los obreros comunes en los distintos departamentos y localidades son
generalmente demasiado altos. En vista del hecho de que los obreros
comunes solo se involucran en el trabajo
físico simple y generalmente son contratados a nivel local, los salarios
excesivamente altos de estos, en comparación con las de los campesinos,
despiertan como es normal, el descontento de estos últimos». (Chao Kuo-chun;
Planificación económica y organización en China, 1960)
Uno
de los objetivos fundamentales de la dictadura del proletariado es reducir
gradualmente las diferencias entre la ciudad y el campo, entre el obrero y el
campesino, diferencias heredadas de la sociedad feudal y capitalista, pues solo
sobre esta base se puede construir una sociedad comunista sin clases. Sin
embargo, esta directiva que acabamos de leer no está realmente interesada en
esto, sino que solo revelan el desprecio absoluto de los agentes de la
burguesía que manejaban en China el Consejo de Estado, refleja el absoluto
desprecio a las masas de obreros y campesinado, así como de su arduo trabajo.
En
un país socialista hay una división entre el fondo de acumulación –es decir,
para la reinversión, etc.– y el fondo para el consumo –es decir, los salarios,
etc.–. Esta división se realiza de una forma planificada de acuerdo a las
necesidades sociales de la nación y de una manera que permite la mejora gradual
de las condiciones de vida de las masas. Bajo el capitalismo, por el contrario,
los capitalistas se ven abocados a tratar de bajar los salarios de las masas
con el fin de elevar su propia tasa de ganancia, para que puedan producir de
manera competitiva frente a otros capitalistas. Especialmente en tiempos de
recesión económica, los capitalistas tienen que reducir los costos laborales
para restaurar altas tasas de ganancia para que su producción se reanude a un
ritmo acelerado. A través de sus reformas económicas, la clase burguesa que se
desarrollaba en China creó un marco similar para la toma de decisiones
económicas como hemos visto.
Este
enfoque burgués de «enderezar la economía» –que el grupo revisionista de
Liu-Deng repitió y aplico de muchas maneras en el proceso de consolidación de
su control económico y político influyendo en la práctica general del Partido Comunista
de China, incluyendo en ello también los periodos donde ocupaban menores cargos–
debe compararse con el enfoque proletario que se debe dar a las dificultades
económicas y desproporciones que se han producido en la construcción socialista
en varios de los Estados socialistas. La respuesta de un Estado proletario no
es subir los precios de manera que solo los sectores privilegiados con altos
ingresos puedan pagar las necesidades básicas, sino que se debe racionalizar
las necesidades básicas; no se bajan los salarios de los obreros y se aumenta
los del personal de administración y técnico, sino que más bien se hace todo lo
posible para aminorar la diferencia salarial entre estos estratos, intentado
librar una campaña específica para reducir los salarios de los estratos que
cobran salarios más altos; no se debe poner mayor énfasis en la rentabilidad de
inversión de capital ni intentar desalentar la inversión «innecesaria» –como la
de la industria pesada–, sino que más bien se debe redistribuir el capital de
inversión limitado en el país de acuerdo a los planes revisados que reflejan
más exactamente las necesidades sociales más apremiantes; no se debe despedir a
los obreros, sino que, por el contrario se debe movilizar a toda la población,
incluyendo en sus posibilidades a los niños en edad escolar, para trabajar
horas extras voluntarias, para ayudar a cumplir el plan económico y producir
los productos que necesita la nación.
Mientras
que estos representantes de la burguesía estaban cortando los salarios de las
masas obreras, por otro lado se estaba creando grandes ganancias mediante los
sueldos del personal administrativo y técnico. Las diferencias salariales entre
trabajo manual y mental eran muy alargadas después de la liberación del país.
Sin embargo, en 1955, la segunda sesión del Congreso Nacional del Pueblo se
decidió que:
«Debemos paso a paso establecer
escalas salariales razonables para que los salarios de los obreros de las
distintas ramas de la producción sean clasificadas adecuadamente en función de
sus habilidades, lo que eliminaría correctamente el igualitarismo en el sistema
de salarios, así como otras condiciones no razonables y llevándonos a la
adhesión del principio de «a cada cual según su trabajo». Los salarios de los
obreros no calificados no deben fijarse en un nivel demasiado alto. Durante
estos cinco años los mayores aumentos en cuanto a salarios deben ser entregados
al personal técnico altamente calificado y al personal de investigación científica».
(Prensa de Lenguas Extranjeras; Primer Plan Puinquenal para el desarrollo de la
económica nacional de la República Popular China)
Ese
año, de acuerdo con su punto de vista burgués del principio socialista de «a
cada cual según su trabajo», un nuevo sistema de salarios se implementó en el
que los trabajadores de producción que en realidad son quienes crean la riqueza
de la nación, se les pagaba un precio tan bajo como 30 yuanes mensuales,
mientras que el personal administrativo y técnico, que en realidad no crean
ningún valor a través de sus propios esfuerzos, se les pagó hasta 560 yuanes
por mes. Véase la obra de Maurice Meisner: «La China de Mao» de 1977.
En
1956 se llevó a cabo otra importante reforma salarial, la normalización del
sistema de salarios de toda la nación con una escala salarial de ocho
categorías que reforzó aún más la diferencia entre el trabajo manual y mental.
Además, la reforma salarial 1956 amplió en gran medida el uso de trabajo a
destajo y bonificaciones en la producción con incentivos. Véase la obra de Hughes
y Luard: «El desarrollo de la economía en la China comunista: 1949-1960», 1975.
La «rectificación»
del partido
Además
de las medidas económicas adoptadas para garantizar el desarrollo de las
relaciones capitalistas, el grupo de Liu-Deng también tomó otras medidas para
facilitar sus esfuerzos para asegurar la hegemonía burguesa sobre el partido y
el Estado mediante la difusión de la ideología burguesa. En el VIIIº Congreso
del Partido Comunista de China de 1956, Liu Shao-chi advirtió a los miembros
del partido que debían «respetar la autoridad» de los funcionarios del Estado
que venían de las clases de la intelectualidad burguesa y de la propia
burguesía nacional:
«Los representantes de los
partidos democráticos y personalidades democráticas sin afiliación política
ocupan puestos importantes en muchos de los órganos del Estado. También hay un
gran número de personal que no son parte del partido y que trabajan en nuestros
órganos de gobierno, escuelas, empresas y fuerzas armadas. Esta situación requiere que los miembros de
nuestro partido establezcan buenas relaciones y trabajen en colaboración con
ellos. La razón por la que debemos plantear esta cuestión es porque todavía hay
algunos miembros de nuestro partido que sostienen que absolutamente todo debe
ser de «un solo color», que no están dispuestos a ver a estas personas en los
órganos del Estado, que no quieren consultar con ellos los problemas y que no
van a aceptar su autoridad pese a tener un rango inferior. Este punto de vista
es sectario. El partido debe enseñar a sus miembros que no son buenos en la
cooperación con los miembros sin partido a superar rápidamente este tipo de
deficiencias. Esto, en la actualidad, es una de las tareas importantes para
poder consolidar el frente unido democrático popular». (Liu Shao-chi; Informe
en el VIIIº Congreso del Partido Comunista de China, 15 de septiembre de 1956)
Junto
con esta campaña contra el «sectarismo», Liu Shao-chi estaba preocupado por
extender «la democracia». Así lo explicó en una resolución aprobada por el
congreso, en la que se afirmaba que se debía dejar que «diferentes tipos de
flores florezcan y que diversas escuelas de pensamiento compitan»:
«Debemos llevar a cabo la
política del partido de unidad, mediante la educación y transformación de los
intelectuales, debiendo primar el principio de que «diversas escuelas de
pensamiento compitan», alentando a cultivar el pensamiento independiente
participando en las discusiones de forma libre. (…) Tenemos que seguir
adhiriéndonos al principio de que dejar que «diferentes tipos de flores
florezcan», promoviendo el arte y la literatura a extensa escala, fomentando
por todos los medios el trabajo creativo en el arte y la literatura,
promocionando el trabajo creativo y la libre crítica en el arte y la
literatura. (Partido Comunista de China; Propuestas del VIIIº Congreso del
Partido Comunista de China para el Segundo Plan Quinquenal para el Desarrollo
de la Economía Nacional (1958-1962), 27 de septiembre de 1956)
Todo
esto fue diseñado para dar a los intelectuales burgueses la oportunidad de
propagar libremente la ideología burguesa. Al mismo tiempo, los revisionistas
querían que su actividad y esfuerzos no tuvieran restricciones a la hora de
difundir las ideas burguesas en el partido. Deng Xiaoping dijo al Congreso:
«En el período en que nuestro
partido fue dominado por los oportunistas de izquierda, los errores nos
empujaron a una lucha interna del partido extrema. Una política de lucha
excesivamente dura y arbitraria –la llamada «lucha despiadada» y de «golpes
despiadados»– acampó en el seno del partido. Como resultado de ello, la unidad,
la democracia interna del partido y la iniciativa de base y de todos los
miembros del partido sufrieron daños severos y el avance de la causa del
partido se vio obstaculizado en serio. Ahora, aunque tal tratamiento
incorrecto, por suerte no es un rasgo dominante en la vida de partido ni entre
los camaradas, todavía existe en algunas organizaciones y camaradas del
partido, por ello se debe prestar atención para llevar una rectificación en
cuanto se localice». (Deng Xiaoping; Informe en el VIIIº Congreso del Partido
Comunista de China, 16 de septiembre de 1956)
También
se puede ver fácilmente que entre los objetivos del grupo de Liu-Deng era
transformar el Partido Comunista de China en un partido completamente burgués,
para ello como no podía ser de otra forma, el proceso se realizaría mediante el
reclutamiento de miembros de su clase o influenciados por su ideología. Al
oeste de China se dieron informes sobre el «énfasis en el reclutamiento urbano
a mediados de 1950», en ellos se veía el refortalecimiento en el partido, y en
la situación socioeconómica, de intelectuales y técnicos, los cuales fueron
favorecidos en detrimento de los obreros, y a los especialistas se les dio
preferencia sobre los obreros no cualificados». Véase la obra de Maurice
Meisner: «La China de Mao» de 1977.
Tan
solo en el año 1956, unos 635.137 intelectuales fueron reclutados por el Partido
Comunista de China. En total, en 1956, una tercera parte de la intelectualidad
del país, la gran mayoría de miembros de dicha clase social venía de los días
prerrevolucionarios y estaba estrechamente vinculado con la burguesía nacional
y habían sido reclutados por el Partido Comunista de China. Muchos de ellos
habían sido reclutados directamente de los partidos democrático-burgueses. En
1956 había más intelectuales en el partido que obreros y el porcentaje crecía. Véase
la obra de Maurice Meisner: «La China de Mao» de 1977.
Esta
política de reclutamiento llevó a una situación en la que casi todo el personal
de gestión en la industria eran miembros del partido, mientras que solo un
pequeño porcentaje de los obreros de la producción había sido reclutado para el
partido –10-20% de todo el personal, incluyendo a administradores, eran
miembros del partido–. Véase la obra de Prensa de Lenguas Extranjeras: «El VIII
Congreso del Partido Comunista de China» de 1956.
El
reclutamiento de miembros del partido no se concentró solo de forma
desproporcionada en la administración de las empresas, sino aún más importante,
las asignaciones de rango en el partido fueron determinadas en gran medida por
la importancia de los cuadros en el proceso de industrialización. Véase la obra
de Maurice Meisner: «La China de Mao» de 1977.
Los
gerentes de las empresas solían tener posiciones de poder en el partido
también. La medida en que esto se hizo realidad se puede ver en una encuesta de
1966 dentro de las organizaciones del partido tasando a 33 grandes empresas
industriales en China. En la mayoría de estas ningún obrero era un miembro de los comités del partido.
Con la excepción de tres empresas, el resto de los comités del partido solo
tenían a uno o dos obreros –de entre siete y treintena miembros del total–. Véase
la obra de Barry Richman: «La sociedad industrial en la China comunista» de
1969.
Al
explicar esta política de cuadros antiobrera, Deng Xiaoping, dijo en el VIIIº
Congreso del Partido Comunista de China:
«La distinción que hasta ahora
se había hecho en el procedimiento de admisión para los nuevos miembros del
partido se ha eliminado debido a que la vieja clasificación que hacia
discriminaciones debido al extracto social se ha perdido o está perdiendo su
sentido original. Tanto en el VIIº Congreso del Partido Comunista de China de
1945 y también por un período considerable después de este, era indispensable
contar con diferentes procedimientos de admisión sobre los solicitantes por su
diferente condición social, y esto sirvió ciertamente con un propósito muy
bueno. Pero en los últimos años la situación ha cambiado básicamente. La
diferencia entre los obreros y empleados de oficina es ahora solo una cuestión
de división del trabajo dentro de la misma clase». (Deng Xiaoping; Informe en
el VIIIº Congreso del Partido Comunista de China, 16 de septiembre de 1956)
Con
esta tesis revisionista de «una división del trabajo dentro de la misma clase»,
Deng Xiaoping quiso negar la absoluta necesidad de la hegemonía del
proletariado y allanó así el camino para los elementos burgueses que buscaban
consolidar su control en el partido. Esta tesis ha sido una tapadera para los
esfuerzos de los revisionistas en tratar de transformar el Partido Comunista de
China en un partido de una élite técnica y de gestión, elementos que pretendían
con esta teorización colocarse por encima de las masas obreras, para poder
oprimirlos y explotarlos.
«Contradicciones
en el seno del pueblo»
Mao
Zedong pese a formulaciones anteriores, ahora no estaba de acuerdo con la tesis
simplista de Liu Shao-chi y Deng Xiaoping sobre que «la cuestión de quién va a
ganar en la lucha entre el socialismo y el capitalismo en nuestro país se ha
resuelto» ni tampoco en la de que «la contradicción entre la proletariado y la
burguesía se ha resuelto», en realidad estas tesis fueron diseñadas para desmovilizar
a la clase obrera.
En
febrero de 1957, cuatro meses después del VIIIº Congreso del Partido Comunista
de China, dijo en su famoso discurso: «Sobre el tratamiento correcto de las
contradicciones en el seno del pueblo»:
«La lucha de clases no ha
terminado. La lucha de clases entre el proletariado y la burguesía, entre las
diferentes fuerzas políticas y entre el proletariado y la burguesía en el
terreno ideológico, será aún larga, tortuosa y a veces incluso muy enconada. El
proletariado aspira a transformar el universo según su concepción del mundo, y
a otro tanto aspira la burguesía. A este respecto, aún no ha sido solucionada
realmente la cuestión de si será el socialismo o el capitalismo el que venza». (Mao
Zedong; Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del
pueblo, 27 de febrero de 1957)
¿Cómo fue esta lucha de clases que según
Mao Zedong aún se estaba llevando a cabo? Pues como siempre se había hecho en
el Partido Comunista de China, Mao Zedong sostuvo que esta lucha puede y debe
llevarse a cabo de manera no antagónica y pacífica basada en el principio de la
«unidad-lucha-unidad», o sea como también promulgaba Liu Shao-chi como ya hemos
visto. Pero veamos que decía Mao esta vez:
«Existen ante nosotros dos
tipos de contradicciones sociales: contradicciones entre nosotros y el enemigo
y contradicciones en el seno del pueblo. Estos dos tipos de contradicciones son
de naturaleza completamente distinta. (...) En nuestro país, la contradicción
entre la clase obrera y la burguesía nacional hace parte de las contradicciones
en el seno del pueblo. La lucha de clases entre la clase obrera y la burguesía
nacional es, en general, una lucha de clases en las filas del pueblo, porque la
burguesía nacional de China tiene doble carácter. En el período de la
revolución democrático-burguesa, ella tenía en su carácter tanto un lado
revolucionario como otro conciliador. En el período de la revolución
socialista, al tiempo que explota a la clase obrera obteniendo ganancias, apoya
la Constitución y se muestra dispuesta a aceptar la transformación socialista.
(...) La contradicción entre la clase obrera y la burguesía nacional, que es
una contradicción entre explotados y explotadores, es antagónica. Sin embargo,
en las condiciones concretas de China, esta contradicción antagónica entre las
dos clases, si la tratamos apropiadamente, puede transformarse en no antagónica
y ser resuelta por medios pacíficos. Pero la contradicción entre la clase
obrera y la burguesía nacional se convertirá en una contradicción entre
nosotros y el enemigo si no la tratamos como es debido, es decir, si no
aplicamos la política de unidad, crítica y educación respecto a la burguesía
nacional, o si ella no acepta esta política nuestra. (...) Es imposible que el pueblo ejerza la
dictadura sobre sí mismo, e inadmisible que una parte del pueblo oprima a otra.
(...) En 1942 sintetizamos este método democrático de resolver las
contradicciones en el seno del pueblo en la fórmula unidad-crítica-unidad»,
que, expresada en forma detallada, significa partir del deseo de unidad,
resolver las contradicciones a través de la crítica o la lucha y alcanzar una
nueva unidad sobre una base nueva. Según nuestra experiencia, éste es el método
correcto para resolver las contradicciones en el seno del pueblo. (...) Después
de la liberación de todo el país, hemos empleado el mismo método de
«unidad-crítica-unidad» en nuestras relaciones con los partidos democráticos y
con los círculos industriales y comerciales. Nuestra tarea actual consiste en
seguir generalizándolo entre todo el pueblo y aplicarlo cada vez mejor;
planteamos que todas las fábricas, cooperativas, establecimientos comerciales,
centros docentes, entidades oficiales y organizaciones populares, en una
palabra, los seiscientos millones de integrantes de nuestro pueblo, lo usen
para resolver sus contradicciones internas. (...) En circunstancias normales,
las contradicciones en el seno del pueblo no son antagónicas. Sin embargo,
pueden llegar a serlo si no las tratamos como es debido o si aflojamos nuestra
vigilancia y nos adormecemos políticamente. En un país socialista, semejante
situación no pasa de ser, por lo común, un fenómeno parcial y transitorio. Esto
se explica porque allí ya se ha abolido el sistema de explotación del hombre
por el hombre y existe una identidad fundamental de intereses en las filas del
pueblo. (...) La situación actual es la siguiente: Las vastas y tempestuosas
luchas clasistas de las masas, características de los períodos de revolución,
han terminado en lo fundamental, pero la lucha de clases no ha cesado por
completo. (...) En este momento es, pues, imperativo que planteemos la cuestión
de diferenciar las contradicciones en el seno del pueblo de las existentes
entre nosotros y el enemigo y la de tratar correctamente las contradicciones en
el seno del pueblo, con el propósito de cohesionar al pueblo de todas las
nacionalidades de nuestro país para una nueva batalla –la batalla contra la
naturaleza–, desarrollar nuestra economía y nuestra cultura, hacer que todo el
pueblo atraviese de manera relativamente feliz el actual período de transición,
consolidar nuestro nuevo sistema y construir nuestro nuevo Estado. (...) Las que, con ideas derechistas, en vez de
distinguir entre nosotros y el enemigo, toman al enemigo por gente nuestra y
consideran amigos a quienes a los ojos de las grandes masas son enemigos. Y las
personas que, con ideas «izquierdistas», amplían el marco de las
contradicciones entre nosotros y el enemigo hasta el punto de tomar como tales
ciertas contradicciones en el seno del pueblo y de considerar
contrarrevolucionarias a personas que en realidad no lo son. (...) Después de
la Liberación eliminamos cierto número de elementos contrarrevolucionarios.
Algunos de ellos fueron sentenciados a muerte por sus graves crímenes. (…) La
situación ha cambiado radicalmente desde 1956. Tomando el país en su conjunto,
las fuerzas principales de la contrarrevolución ya han sido liquidadas. Nuestra
tarea Fundamental ya no es liberar las fuerzas productivas, sino protegerlas y
desarrollarlas en el contexto de las nuevas relaciones de producción». (Mao
Zedong; Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del
pueblo, 27 de febrero de 1957)
Al
mismo tiempo que Mao Zedong decía que la burguesía quería desarrollar el
capitalismo, Mao Zedong instó al proletariado a seguir luchando para unirse con
la burguesía nacional arengando tranquilidad, pues el tratamiento de la
contradicción entre las dos clases era una contradicción en el seno del pueblo.
Se decía a la vez que el proletariado no puede ejercer la dictadura sobre la
burguesía porque la burguesía era «parte del pueblo» y, por tanto, ella no
debía recibir los golpes de la dictadura, sino que debía participar en el
ejercicio de esta dictadura. Advirtió a los miembros del partido de la
infiltración de la burguesía y sus agentes en el partido, pero añadía al mismo
tiempo que el «cambio radical» desarrollado con el VIIIº Congreso del Partido Comunista
de China de 1956 había dado lugar a una situación en la que los «intereses del
pueblo eran fundamentalmente idénticos».
En
este discurso de Mao Zedong pasó además a apoyar el lema de «dejar que
florezcan cien flores y que compitan cien escuelas de pensamiento», lema que
como hemos visto, fue utilizado por la burguesía y sus agentes desde 1956 para
difundir la ideología burguesa y revisionista. A continuación explicó la
política que el partido debía tener frente a los demás partidos
democrático-burgueses, un tema que ya Liu Shao-chi había tocado en su informe
en el VIIIº Congreso del Partido Comunista de China de 1956:
«La consigna «coexistencia
duradera y supervisión mutua» también es fruto de las condiciones históricas
concretas de nuestro país. No ha sido presentada de modo súbito, puesto que estuvo
en gestación durante varios años. La idea de la coexistencia duradera nació
hace mucho tiempo. El año pasado, cuando quedó establecido fundamentalmente el
sistema socialista, esta consigna fue planteada en términos explícitos. ¿Por
qué, pues, hay que admitir una larga coexistencia de los partidos democráticos
de la burguesía y de la pequeña burguesía con el partido político de la clase
obrera? Porque no tenemos motivos para no adoptar la política de coexistencia
duradera con respecto a todos aquellos partidos que se dediquen verdaderamente
a la tarea de unir al pueblo para la causa del socialismo y se hayan granjeado
su confianza. (...) ¿Por qué se admite
la supervisión de los partidos democráticos sobre el partido comunista? Porque
un partido, lo mismo que una persona, tiene gran necesidad de oír opiniones
diferentes de las propias. Es de todos conocido que la supervisión sobre el
partido comunista la ejercen principalmente el pueblo trabajador y los
militantes del partido. Pero será más provechoso para nosotros que también
participen en ella los partidos democráticos». (Mao Zedong; Sobre el
tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo, 27 de
febrero de 1957)
Los
partidos democrático-burgueses no se «dedicaban a la tarea de unir a la gente
para la causa del socialismo». La equivocación de Mao Zedong se ve magnificada
cuando se sabe que él hizo estas declaraciones en medio de un ataque a vasta
escala y en todos los campos por parte de la burguesía y los revisionistas para
consolidar su poder. La publicación y promoción de este y otros discursos de
dirigentes tan importes en China durante 1957, no podía más que desarmar
ideológicamente al proletariado en su lucha a vida o muerte con la burguesía, y
precisamente lo curioso es que este «desarme» ideológico se hizo desde lo que
se suponía era la expresión del proletariado: su partido, éste se enfrasco en
su tarea revisionista de continuación e intensificación de promover ilusiones
sobre la lucha de clases «pacífica».
En
este mismo período, Mao Zedong también se unió al grupo de Liu-Deng para instar
en el país a una mayor descentralización de la planificación económica,
llamando a la iniciativa de las autoridades locales:
«La relación entre las
autoridades centrales y las locales constituye también una contradicción. Para
solucionarla, debemos preocuparnos, actualmente, de ampliar un tanto las
atribuciones de las autoridades locales, concederles una mayor independencia y
permitirles más actividades, con sujeción a la premisa de consolidar la
dirección unificada de las autoridades centrales. (...) No debemos, como se
hace en la Unión Soviética, concentrarlo todo en manos de las autoridades
centrales y maniatar rígidamente a las autoridades locales privándolas de todo
derecho de acción independiente». (Mao Zedong; Sobre diez grandes relaciones,
25 de abril de 1956)
Con
sus referencias vagas al «liderazgo central fuerte y unificado», el llamado de
Mao Zedong a «llevar la iniciativa de las autoridades locales a otro nivel»,
puede ser visto como una decisión dialéctica y clásica del
centralismo-democrático que quiere corregir algún error de cálculo. Pero esta
descentralización debe verse en el contexto en que tuvo lugar.
En
China todavía no se había alcanzado un alto grado de planificación centralizada
y, de hecho, fue en ese momento cuando se llevó a cabo las nacionalizaciones de
todo el sector capitalista que hablamos más atrás. Pero Mao Zedong no llamó a
un movimiento paso a paso para desarrollar el aparato y fortalecer la
planificación centralizada, sino que hizo hincapié en «la ampliación de las
facultades para las autoridades locales». Sin excepción, los escritores
burgueses describen a Mao Zedong como un gran defensor de la descentralización
en este momento y esto se ve confirmado, por el hecho de que durante el «Gran
Salto Adelante» –el cual duro de 1958 a 1960–, cuando Mao gozaba de gran
influencia, la planificación económica centralizada se descompone a un grado
sin precedentes. Escritores burgueses, así como intelectuales de izquierda que
simpatizan con Mao Zedong, coinciden y describen una lucha entre él y los
burócratas del grupo de Liu-Deng, que, según ellos, no querían romper con «el centralismo
stalinista». En realidad, sin embargo, el grupo de Liu-Deng, al igual que sus
homólogos Jruschov y Tito, también abogaron por la descentralización debido a
que sus esfuerzos para desarrollar el capitalismo exigían un alto grado de
descentralización como hemos comentado.
Mientras
que las posiciones del grupo de Liu Shao-chi y Deng Xiaoping y el grupo de Mao
Zedong coincidieron en la cuestión económica de la descentralización, Mao Zedong
discrepó fuertemente con muchas de las otras descaradas reformas burguesas que
el grupo de Liu-Deng se apresuraron a introducir. Estos desacuerdos llevarían
Mao Zedong a movilizar a las masas contra las políticas del grupo de Liu-Deng
en los próximos años. Las victorias y la derrota definitiva del proletariado en
China, el cual se arropó en el liderazgo de Mao Zedong para combatir a Liu
Shao-chi y Deng Xiaoping, terminó en fracaso, y ello fue así sobre todo por la
falta de un genuino partido y liderazgo realmente comprometido con el
marxismo-leninismo, pero esto se tratará en el capítulo tres». (Jim Washington; El socialismo no puede construirse en alianza con la burguesía, 1980
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