«¿En qué consiste la desventaja fundamental del método capitalista de industrialización? En que conduce a un divorcio entre los intereses de la industrialización y los intereses de las masas trabajadoras, a la agudización de las contradicciones internas del país, a la depauperación de millones y millones de obreros y campesinos, a la inversión de los beneficios, no en el mejoramiento de la situación material y cultural de las amplias masas del país, sino en la exportación de capitales y en la ampliación de la base de la explotación capitalista dentro y fuera del país.
¿En qué consiste la ventaja fundamental del método socialista de industrialización? En que conduce a la unidad de los intereses de la industrialización y de los intereses de las masas fundamentales de los sectores trabajadores de la población; en que no conduce a la depauperación de las grandes masas, sino al mejoramiento de la situación material de estas masas; en que no conduce a la agudización de las contradicciones internas, sino a su amortiguamiento y superación; en que amplía de continuo el mercado interior y aumenta su capacidad, creando así una sólida base interior para el despliegue de la industrialización». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; La desviación socialdemócrata en nuestro partido, 1926)
Los errores políticos y orgánicos del bloque de oposición son la consecuencia directa de su error básico en el problema fundamental: el carácter y las perspectivas de nuestra revolución.
Al hablar de estos errores de la oposición, me refiero a cuestiones como la hegemonía del proletariado en la construcción de la economía, como la industrialización, como el aparato del partido y el «régimen» en el partido, etc.
El partido arranca del criterio de que en su política en general, y en su política económica en particular, no se puede desligar la industria de la agricultura; de que el desarrollo de estas dos ramas fundamentales de la economía debe transcurrir por el cauce de su combinación, por el cauce de su unión en la economía socialista.
De ahí nuestro método, el método socialista de industrialización del país a través del mejoramiento continuo de la situación material de las masas trabajadoras, entre ellas la masa fundamental del campesinado, como base primordial del despliegue de la industrialización. Hablo del método socialista de industrialización a diferencia del método capitalista, que se lleva a cabo a través de la depauperación de millones y millones de trabajadores.
¿En qué consiste la desventaja fundamental del método capitalista de industrialización? En que conduce a un divorcio entre los intereses de la industrialización y los intereses de las masas trabajadoras, a la agudización de las contradicciones internas del país, a la depauperación de millones y millones de obreros y campesinos, a la inversión de los beneficios, no en el mejoramiento de la situación material y cultural de las amplias masas del país, sino en la exportación de capitales y en la ampliación de la base de la explotación capitalista dentro y fuera del país.
¿En qué consiste la ventaja fundamental del método socialista de industrialización? En que conduce a la unidad de los intereses de la industrialización y de los intereses de las masas fundamentales de los sectores trabajadores de la población; en que no conduce a la depauperación de las grandes masas, sino al mejoramiento de la situación material de estas masas; en que no conduce a la agudización de las contradicciones internas, sino a su amortiguamiento y superación; en que amplía de continuo el mercado interior y aumenta su capacidad, creando así una sólida base interior para el despliegue de la industrialización.
De ahí que las masas fundamentales del campesinado estén interesadas directamente en que la industrialización se efectúe por vías socialistas. De ahí la posibilidad y la necesidad de que el proletariado ejerza la hegemonía respecto al campesinado en la edificación socialista en general, y en la industrialización del país en particular.
De ahí la idea de la ligazón entre la industria socialista y la economía campesina –en primer término, mediante la incorporación en masa de los campesinos al régimen cooperativo–, la idea del papel dirigente de la industria respecto a la agricultura.
De allí nuestra política fiscal, nuestra política de rebaja de los precios de las mercancías industriales, etc., política que tiene en cuenta la necesidad de mantener la colaboración económica entre el proletariado y el campesinado, de fortalecer la alianza entre los obreros y los campesinos.
El bloque de oposición, por el contrario, parte del enfrentamiento de la industria a la agricultura y marcha por el camino del divorcio entre una y otra. No comprende y no admite que es imposible hacer avanzar a la industria soslayando los interese de la agricultura, perjudicándolos. No comprende que si la industria es el principio rector de la economía nacional, la agricultura es, a su vez, la base sobre la que puede desplegarse en nuestro país la industria. De ahí que vea en la economía campesina una «colonia», que debe ser «explotada» por el Estado proletario –Preobrazhenski–.
De ahí el temor a una buena cosecha –Trotski–, considerada como una fuerza capaz de desorganizar nuestra economía.
De ahí la peculiar política del bloque de oposición, política que marcha hacia la agudización de las contradicciones internas entre la industria y la agricultura, hacia los métodos capitalistas de industrialización del país.
¿No queréis oír, por ejemplo, a Preobrazhenski, uno de los líderes del bloque de oposición? He aquí lo que dice en uno de sus artículos:
«Cuanto más atrasado económicamente, más pequeñoburgués y más campesino sea un país que esté pasando a la organización socialista de la producción, tanto más habrá de apoyarse la acumulación socialista en la explotación de las formas económicas presocialistas. Por el contrario, cuanto más desarrollado económica e industrialmente sea un país en el que triunfe la revolución social, cuanto más necesario sea para el proletariado de ese país disminuir la falta de equivalencia del cambio de sus productos por los productos de las colonias, es decir, disminuir la explotación de estas últimas, tanto más se trasladará el centro de gravedad de la acumulación socialista a la base productora de las formas socialistas, es decir, se apoyará en el plusproducto de la industria propia y de la agricultura propia». (E. Preobrazhenski; Artículo La ley fundamental de la acumulación socialista, Véstnik Komakademii, 1924, núm.8)
No creo que sea necesario demostrar que Preobrazhenski marcha por el camino de las contradicciones insolubles entre los intereses de nuestra industria y los intereses de la economía campesina de nuestro país, es decir, por el camino de los métodos capitalistas de industrialización.
Yo creo que Preobrazhenski, al equiparar la economía campesina con una «colonia» y al pretender estructurar las relaciones entre el proletariado y el campesinado como relaciones de explotación, socava, intenta socavar, sin darse cuenta él mismo, la base de toda industrialización socialista posible. Yo afirmo que esa política no tiene nada que ver con la política del partido, que basa la industrialización en la colaboración económica entre el proletariado y el campesinado.
Lo mismo o casi lo mismo hay que decir de Trotski, que teme una «buena cosecha» y cree, por lo visto, que una buena cosecha sería un peligro desde el punto de vista del desarrollo económico de nuestro país. He aquí, por ejemplo, lo que dijo en el pleno de abril:
«En estas condiciones –Trotski hablaba de las condiciones de la desproporción actual. J. St.–, una buena cosecha, es decir, una cantidad potencialmente acrecida de excedentes mercantiles de la agricultura, puede ser un factor que, en vez de acelerar el ritmo del desarrollo económico hacia el socialismo, desorganice, por el contrario, la economía, agudice las relaciones entre la ciudad y el campo y, dentro de la misma ciudad, entre los consumidores y el Estado. Hablando prácticamente, una buena cosecha –no existiendo artículos industriales– puede significar el aumento de la cantidad de cereales invertidos en la obtención casera de aguardiente y el aumento de las colas en las ciudades. Políticamente, significaría la lucha del campesino contra el monopolio del comercio exterior, es decir, contra la industria socialista». (Actas taquigráficas de las sesiones del Pleno de abril del Comité Central, enmiendas de Trotski al proyecto de resolución de Rýkov, pág.164)
Basta confrontar esta declaración, más que extraña, de Trotski con la declaración del camarada Lenin, hecha en el período de hambre mercantil más aguda, acerca de que una buena cosecha sería «la salvación del Estado» [90], para comprender cuán erróneas san las palabras de Trotski.
Trotski, por la visto, no admite la tesis de que, en nuestra país, la industrialización sólo puede desarrollarse mediante el mejoramiento gradual de la situación material de las masas trabajadoras del campo.
Trotski, por la visto, parte del criterio de que, en nuestro país, la industrialización debe realizarse, digámoslo así, mediante una especie de «mala cosecha».
De ahí las propuestas prácticas del bloque de oposición relativas a la elevación de los precios de fábrica, o la presión fiscal sobre el campesinado, etc., propuestas que no conducen al fortalecimiento de la colaboración económica entre el proletariado y el campesinado, sino a su ruptura, que no conducen a la preparación de las condiciones en que el proletariado puede ejercer la hegemonía en la edificación económica, sino a malograr esas condiciones; que no conducen a la ligazón entre la industria y la economía campesina, sino a su divorcio.
Unas cuantas palabras sobre la diferenciación del campesinado. De todos es conocido el alboroto y el pánico promovidos por la oposición con motivo del aumento de la diferenciación. De todos es conocido que nadie ha sembrado tanto pánico en torna al incremento del pequeño capital privado en el campo como la oposición. Pero ¿qué es, en realidad, lo que sucede? He aquí lo que sucede.
En primer lugar, la diferenciación entre el campesinado, como lo demuestran los hechos, se produce en nuestro país de un modo completamente original, a saber: no mediante la «merma» del campesino medio, sino, por el contrario, mediante su consolidación, con una reducción considerable de los polos extremos, siendo de notar que factores como la nacionalización de la tierra, la incorporación en masa del campesinado al régimen cooperativo, nuestra política fiscal, etc. han de crear necesariamente cierto marco y ciertas limitaciones para la misma diferenciación.
En segunda lugar, y esto es lo principal, el incremento del pequeño capital privado en el campo, es resarcido, y resarcido con creces; por un factor tan decisivo como el desarrollo de nuestra industria, que fortalece las posiciones del proletariado y de las formas socialistas de economía y representa el antídoto más importante contra todas y cada una de las formas de capital privado.
Al parecer, todas estas circunstancias han escapado, al campo visual de la «nueva oposición», que continúa, por inercia, gritando y sembrando el pánico a propósito del capital privado en el campo.
Quizá no esté de más recordar a la oposición las palabras de Lenin sobre esta materia. He aquí la que dijo el camarada Lenin a este respecto:
«Todo mejoramiento de la situación de la gran producción, la posibilidad de poner en marcha a algunas grandes fábricas afianza hasta tal punto la situación del proletariado, que no, hay por qué temer el elemento pequeñoburgués, aunque vaya en ascenso. Lo que hay que temer no es que se incremente la pequeña burguesía y el pequeño capital. Lo que se debe temer es la excesiva prolongación del estado de hambre y de penuria extrema, de escasez de productos, del que deriva ya el debilitamiento total del proletariado, la imposibilidad, para él, de contrarrestar el empuje de las vacilaciones y de la desesperación pequeñoburguesas. Eso es más temible. Con el aumento de la cantidad de productos, ningún desarrollo de la pequeña burguesía será un gran inconveniente, por cuanto ese aumento supone el desarrollo de la gran industria». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; v. t. XXVI, pág.256)
¿Comprenderán alguna vez los oposicionistas que la alarma a propósito de la diferenciación y del capital privado en el campo es el reverso de la falta de fe en la posibilidad del triunfo de la edificación socialista en nuestro país?
Unas cuantas palabras sobre la lucha de la oposición contra el aparato del partido y el «régimen» en el partido.
¿A qué se reduce en la práctica la lucha de la oposición contra el aparato del partido, que, es el núcleo dirigente de nuestro partido? No creo que sea necesario demostrar que la lucha de la oposición en este terreno se circunscribe, en resumidas cuentas, a los intentos de desorganizar la dirección del partido y de desarmar a éste en su lucha por el mejoramiento del aparato del Estado, por la expulsión del burocratismo de ese aparato, por la dirección del aparato del Estado.
¿A qué conduce la lucha de la oposición contra el «régimen» en el partido? A relajar la disciplina de hierro en el partido, sin la cual es inconcebible la dictadura del proletariado; a resquebrajar, en resumidas cuentas, las bases de la dictadura del proletariado.
Por eso, el partido lleva razón al afirmar que los errores políticos y orgánicos de la oposición reflejan la presión ejercida por los elementos no proletarios sobre nuestro partido, sobre la dictadura del proletariado.
Tales son, camaradas, los errores políticos y orgánicos del bloque de oposición.
Notas
[90] Véase: Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Obras, t.32, pág.201, 4a ed. en ruso.
Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin;
1926
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