«Surge, inevitablemente, el problema de la relación entre la teoría y la práctica, que no dejará de imponernos algunas pequeñas charlas al respecto con miras a criticar nuestro propósito. Se nos dirá que no hay teoría sin práctica. Responderemos a esto que de la estrecha práctica sectaria no puede surgir ninguna teoría, ahí están quince años que lo demuestran. Pero, sobre todo, afirmaremos que nosotros somos materialistas porque consideramos que la práctica continúa siendo lo primordial. La teoría que nosotros queremos desarrollar responde a las cuestiones surgidas de la práctica, es decir, del desarrollo de la lucha política en nuestro país en la cual nosotros participamos desde hace quince años, lucha suscitada por los profundos antagonismos entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas a escala nacional e internacional. La práctica no es la insignificante agitación de una secta, la práctica es el movimiento real, la vida, la realidad del desarrollo capitalista francés junto a los antagonismos sociales y políticos que suscita. Con todo, la realidad francesa, su historia y su desarrollo reciente y actual siguen siendo un enigma para el movimiento maoísta. El estado de las relaciones de producción derivado del desarrollo imperialista de nuestro país, la nueva composición de clases que resulta de este estado, todo esto es tema tabú para el maoísmo, como lo es el problema de la división del proletariado, o el de la corrupción de los amplios estratos superiores de éste. Sin embargo, es sobre la aclaración de estas cuestiones que depende la elaboración de una teoría de la revolución en Francia. Hace falta ser profundamente deshonesto para pretender que estas cuestiones caigan del cielo y no surjan de la práctica. Los antimaterialistas son precisamente aquellos que no admiten el enorme retraso de la teoría revolucionaria sobre la práctica. Desde hace décadas, la práctica del movimiento obrero demuestra que él mismo busca desesperadamente –dada su ceguera– un camino para luchar de manera revolucionaria contra el imperialismo mientras que el revisionismo, que seguirá siendo hegemónico en tanto que el movimiento obrero permanezca ciego, justifica y conserva el imperialismo del que fue engendrado. Del mismo modo, el movimiento maoísta tiene cuidado de tratar explícitamente la existencia pasada y presente del sistema socialista en el mundo, cuestión que, sin embargo, ¡es inevitable que encuentre quien quiera que sea al pretender desarrollar un trabajo práctico con miras al establecimiento del socialismo en nuestro país!». (L’emancipation; La demarcación entre marxismo-leninismo y oportunismo, 1979)
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«¡Pedimos que se evite el insulto y el subjetivismo!»