Carta I
«Querido Alexei Maximovich:
¿Qué se propone usted? ¡Es sencillamente horrible!
Ayer leí en el Riech su respuesta a los «rugidos» sobre Dostoievski y estuve a punto de alegrarme; pero hoy llegó el periódico liquidacionista conteniendo un párrafo de su artículo que no había sido publicado por el Riech.
He aquí un párrafo:
«En cuanto a la «busca de Dios» debe ser abandonada por el momento [¿tan sólo por el momento?]. Es una ocupación estéril. De nada sirve buscar algo que no ha estado oculto. Sin sembrar es imposible recoger. No tenéis dios, no lo habéis creado aun [¡aún!]. A los dioses no se los busca, sino que se los crea; ¡la vida no los inventa, los crea!».
¡¡Así, pues, según parece, usted es contrario a la «busca de Dios» únicamente por el momento!! ¡¡Al parecer, pues, usted se opone a la busca de Dios nada más que para sustituirla por la creación de Dios!!
Hay tanta diferencia entre la busca de Dios, la construcción-de-Dios, la creación-de-Dios y la procreación-de-Dios, como la que hay entre un diablo amarillo y un diablo azul. Hablar de la busca de Dios, no con objeto de oponerse a todos los dioses y diablos, a toda necrofilia ideológica –todo pequeño dios, aun el más puro, el más ideal, no rebuscado sino concebido, es puro necrofilismo–, sino para escoger entre un diablo azul y otro amarillo, es mil veces peor que no hablar siquiera de ello.
En los países más liberales, en los países donde un llamamiento «a la democracia, al pueblo, a la opinión pública y a la ciencia» esta completamente fuera de lugar, en países tales como América, Suiza, etcétera, la mentalidad de la gente y de los obreros es precisamente idiotizada mediante la idea de un pequeño dios puro y espiritualmente concebido. Es por esto que todas las ideas religiosas, todas las ideas acerca de cualquier pequeño dios, incluso el coqueteo con un pequeño dios, son una abominación incalificable, particularmente tolerad –a menudo deseada– por la burguesía democrática, justamente porque e la abominación más peligrosa, la «contaminación» más repugnante. La masa es mucho más capaz de ver a través de millones de pecados corporales, fullerías sucias, abusos e inmoralidades, que son por consiguiente mucho menos peligroso que la sutil y espiritual idea del pequeño dios adornado de los más brillantes atavíos «ideológicos». Un sacerdote católico que viola muchachas –como acabo de leer en un periódico alemán– es mucho menos peligroso para la «democracia», que los sacerdotes que no llevan sotana, que no profesan una religión vulgar, sacerdotes ideológicos y democráticos que predican la creación de pequeños dioses. El tipo de sacerdote anteriormente citado puede ser fácilmente desenmascarado, condenado y descalificado, pero el segundo no puede ser tan simplemente descalificado. Es mil veces más difícil desenmascararlo, ya que ni un sólo «frágil y lastimosamente débil filisteo osará condenarlo».
¡Y usted que sabe lo «frágil y lamentablemente débil» que es el alma filistea [rusa, ¿por qué rusa? Es mejor italiana], usted perturba esta alma con el veneno más dulzón y más recubierto de almíbar y de papelitos multicolores!
¡Realmente horrible!
«Basta ya de autoflagelación que en usted usurpa el lugar de la autocrítica».
¿Acaso la construcción de Dios no es la peor forma de autoflagelación? Todo aquel que se allá empeñado en construir a Dios o simplemente en concebir la construcción de Dios, se flagela de la por manera posible, porque en vez de ocuparse de «hechos» se abandona a la autocontemplación, a la propia admiración y «contempla» asimismo los rasgos más hediondos, más estúpidos y serviles de su propio «Yo» glorificando por la egolatría y transformado en un dios de su propio creación.
Desde el punto de vista social, no personal, toda construcción-de-Dios no es más que la autocontemplación adoradora de un filisteo imbécil y pusilánime, una «autoflagelación»extática del «desesperado y hastiado» filisteo y pequeño-burgués –como dijo usted con mucha razón acerca del alma; sólo que usted no debió haber dicho el alma «rusa», sino el espíritu pequeño-burgués, porque los pequeños -burgueses judíos, italianos e ingleses, son una misma cosa–. El filisteísmo es siempre repugnante, pero el «filisteísmo democrático», abandonado a su necrofilia ideología, es particularmente repelente.
Leyendo atentamente su artículo tratando de descubrisr cómo ocurrió este desliz, confieso que no caigo en la cuenta. ¿Qué es esto? ¿Reminiscencias de la «Confesión» de la cual usted mismo renegó? ¿Un eco de ella?
¿O bien -talvez- es una tentativa fracasada de inclinarse hacia el punto de vista democrático general en lugar de hacerlo hacia el punto de vista proletario?¿Quizás al hablar de la «cemocracia en general» usted creyó necesario (perdóneme la expresión) cecear como se hace cuando se habla a los niños? ¿Quizás, con objeto de «hablar un lenguaje popular» a la pequeña burguesía creyó usted necesario hacer una concesión momentánea a sus prejuicios?
Pero ¿no es acaso este acercamiento erróneo de todos los modos y en todos los sentidos?
Dije antes que en los países democráticos está completamente fuera de lugar para un escritor proletario el apelar a la «democracia, al pueblo, a la opinión pública y a la ciencia». Pero ¿y en Rusia? Aun en Rusia semejante apelación no está del todo en su sitio, porque también aquí equivaldría a halagar los prejuicios pequeño-burgueses. Hasta Izgoiev del Russkaia Misl [1] se suscribiría de buena gana a un llamamiento vago y general. ¿Qué saca usted con lanzar consignas que para usted puede ser muy fácil distinguir del izgoievismo pero que para el lector sería imposible hacer esta distinción? ¿Por qué componer ramilletes democráticos para el lector en vez de hacer una distinción clara entre la pequeña burguesía –frágil, lastimera, vacilante, débil, aburrida, desesperada, contemplativa de la Divinidad, auto-contemplativa, divinizante, concebidota de Dios, autoflagelante, impotentemente anarquista [¡¡excelente expresión!!], etcétera, etcétera– y el proletariado –inteligente, no esclavo de la frase, capaz de discernir entre la «ciencia y la opinión pública» burguesas y las suyas propias, entre la democracia burguesa y la proletaria–?
¿Por qué no hizo?
Es terriblemente irritante.
Suyo, V. Ulianov.
P. S. - He enviado la novela por correo certificado. ¿La ha recibido?
P. P. S. - Sométase a un tratamiento medicinal, se lo digo en serio, a fin de que viaje en invierno sin coger frío –es peligroso viajar en invierno–». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Carta a Gorki, escrita el 13 o 14 de noviembre de 1913)
Carta II
«En lo que concierne a Dios, lo divino y todo lo que a eso se refiere, hay en usted una contradicción, la misma en mi opinión, que yo señalaba en nuestras conversaciones durante nuestra ultima entrevista en Capri. Rompió usted (o pareció haber roto) con los vperedovtsi [2], sin haberse dado cuenta de las bases ideológicas del vpredovismo.
Así ocurre ahora. Esta usted «contrariado», no puede usted comprender cómo se le han escapado las palabras «por el momento» y al mismo tiempo defiende la idea de Dios y de la edificación de la divinidad: «Dios es la suma de las ideas elaboradas por una tribu, por una nación, por la humanidad, que despiertan y organizan los sentimientos sociales que tienen por objeto ligar al individuo a la sociedad, dominar el individualismo zoológico».
Esta teoría está manifiestamente ligada a la teoría o a las teorías de Bogdanov y Lunatcharski [3].
Pero, es manifiestamente errónea e indudablemente reaccionaria. Como los socialistas cristianos –el peor aspecto del «socialismo» y su peor deformación– emplea usted un procedimiento que, a pesar de sus buenas intenciones, repite el truco de la clerigalla: de la idea de Dios se halla separado todo lo que la vida y la historia han puesto en ella –la impureza, los prejuicios, la consagración del oscurantismo y la incultura, de una parte, de la servidumbre y la monarquía de la otra–; y, a guisa de realidad histórica y viviente, se introduce en la idea de Dios una buena frasecita pequeño-burguesa: «Dios equivale a ideas que despiertan y organizan los sentimientos sociales».
Con esto quiere usted decir algo de «bueno y de bien», enseñar la «Verdad-Justicia» y así sucesivamente. Pero la buena intención que le anima es su patrimonio personal un «anhelo inofensivo» subjetivo. En cuanto usted lo escribió, fué lo escrito a las masas y su alcance no depende de su buena intención, sino de la relación de las fuerzas sociales, de la relación objetiva de las clases. De esta relación resulta –a pesar suyo y contra usted– que usted ha embellecido y endulzado la idea de los clericales, de los Purichkevitch de Nicolás II y de los Struve, porque, en el fondo, la idea de Dios les ayuda a mantener al pueblo en la esclavitud. Al adornar la idea de Dios, ha adornado usted también las cadenas que amarran a los obreros y a los campesinos incultos. ¡He aquí una excelente y profunda idea, la idea de Dios -dirán los curas-, vuestros propios jefes, los señores demócratas, lo reconocen; pues bien, nosotros, los curas servimos esta idea!
Es falso decir que Dios es la suma de las ideas que despiertan y organizan los sentimientos sociales. Eso es idealismo bogdanovista que difumina el origen material de las ideas. Dios es por la historia y por la vida, ante todo una suma de ideas engendradas por el aplastamiento del hombre por la naturaleza que le rodea y el yugo de clase, ideas que fijan este aplastamiento, que disimulan la lucha de clases. Hubo un tiempo en la historia en que a despecho de este origen y de esta significación efectiva de la idea de Dios, la lucha de la democracia y del proletariado se desarrollaba en forma de lucha de una idea religiosa contra otra.
Pero este tiempo está ya muy remoto.
Ahora en Europa como en Rusia, toda defensa, por refinada que sea, por bien intencionada, o toda justificación de la idea de Dios, equivale a justificar a la reacción.
Su definición es enteramente reaccionaria y burguesa. «Dios igual a una suma de ideas que despiertan y organizan los sentimientos sociales, que tiene por objeto ligar el individuo a la sociedad, dominar el individualismo zoológico».
¿Por que es reaccionaria? Porque hace más atractiva la idea de los curas y de los señores feudales, que consiste en «frenar» la zoología. En realidad no es la idea de Dios la que ha dominado «el individualismo zoológico», es también el clan y la comuna primitivos. La idea de Dios ha adormecido y embotado siempre los «sentimientos sociales», sustituyendo lo que es muerto a lo que vive, ha sido siempre la idea de la esclavitud –de la peor, de la esclavitud sin mañana–. La idea de Dios no ha ligado jamás el individuo a la sociedad, sino que ha esclavizado siempre a las clases oprimidas sirviéndose de su fe en la divinidad de los opresores.
Su definición es burguesa –anticientífica, antihistórica– porque opera con concepciones gratuitas, generales, «robinsonianas», e lugar de contar con las clases determinadas de una época histórica bien definida.
La idea de Dios en el salvaje y en el semisalvaje es una cosa, en Struve y Cía. otra cosa muy diferente. En los dos casos esta idea es sostenida por la clase dominante, que es a su vez sostenida por ella. La concepción «popular» de Dios y de lo divino, es el embrutecimiento popular, el aplastamiento, la incultura, identifica a la idea que el pueblo se hace del zar, del Diablo, de la utilidad de arrastrar a las mujeres por los cabellos. No comprendo absolutamente cómo puede usted calificar de «democrática» la «idea» que el pueblo se hace de Dios.
Es falso que el idealismo filosófico tenga siempre a la vista los intereses del individuo. ¿Tuvo acaso descartes más en cuenta los intereses del individuo que de Gassendi? ¿O Fichte y Hegel más que Feuerbach?
Decir que la edificación de la divinidad es el proceso del desenvolvimiento ulterior y de la acumulación de los gérmenes sociales en el individuo y en la sociedad, es sencillamente horrible. Si en Rusia hubiera libertad, toda la burguesía le levantaría un pedestal por estas cosas, por esta sociología y esta teología de un tipo y de un carácter puramente burgués.
Vamos, esto basta por el momento, mi carta es ya demasiado larga. Una vez más le estrecho la mano y le deseo mucha salud.
Suyo, V. Ulianov». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Carta a Gorki, escrita en la segunda quincena de noviembre de 1913)
Notas de la edición:
(1) «El pensamiento ruso», revista mensual que apoyaba los propósitos imperialistas de los grandes capitalistas rusos.
(2) Miembros del grupo literario Vpriod (Adelante), que en 1909 organizo una escuela de militares en Capri, residencia de Gorka.
(3) Bogdanov y Lunatcharski eran los dirigentes del grupo Vpriod.
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