jueves, 3 de septiembre de 2020

Admitir la dictadura del proletariado significa romper con el oportunismo


«Una reiteración evasiva, ambigua, de fases generales, que, lejos de esclarecer el concepto «dictadura del proletariado», lo oscurecen; ataques a la «política del señor Clemenceau» –ardid habitual de los politiqueros burgueses en Francia, que explican el cambio de camarilla como un cambio de régimen–; exposición de un programa fndamentalmente reformista: impuestos, «nacionalización de los monopolios capitalistas», etc. Los longuetistas no comprenden ni quieren comprender –algunos son incapaces de comprender– que el reformismo, envuelto en una faseología revolucionaria, fue el mal principal de la II Internacional, la causa principal de su igominiosa bancarrota. (...) En la práctica, los longuetistas son los reformistas de antes, que encubren su reformismo con fases revolucionarias con la única diferencia de que utilizan como fase revolucionaria un nuevo término: «dictadura del proletariado». El proletariado no necesita a semejantes jefes. (...) Admitir la dictadura del proletariado no significa que en cualquier momento y a toda costa haya que lanzarse al asalto, a la insurrección. Eso es absurdo. Para que la insurrección tenga éxito se necesita una larga preparación, hábil y perseverante, que impone grandes sacrificios. Admitir la dictadura del proletariado significa una resuelta, implacable y, lo que es más importante, plenamente consciente y consecuente ruptura con el oportunismo, con el reformismo, con la ambigüedad y la actitud evasiva de la II Internacional; significa la ruptura con los jefes que no pueden dejar de continuar las viejas tradiciones. (...) Es indispensable romper con ellos. Sería criminal compadecerles: significaría traicionar los intereses vitales de decenas de millones de obreros y pequeños campesinos por los intereses mezquinos de diez mil o cien mil personas. Admitir la dictadura del proletariado requiere transformar radicalmente la labor cotidiana del partido, significa descender hasta los millones de obreros, braceros y pequeños campesinos, a los que no se puede librar de las calamidades del capitalismo y de las guerras sin los Soviets, sin el derrocamiento de la burguesía. La dictadura del proletariado significa explicar esto concreta, sencilla y claramente a las masas, a decenas de millones de hombres; significa decirles que sus Soviets deben tomar todo el poder, y que su vanguardia el partido del proletario revolucionario, debe dirigir la lucha. Ente los longuetistas no hay ni sombra de comprensión de esta verdad, ni tampoco existe el menor deseo o capacidad de aplicar esa verdad diariamente». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Notas de un publicista, 1920) 

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