«Toda corriente del esteticismo burgués y revisionista propaga y sostiene el formalismo separando la forma de las obras de arte de su contenido, relacionando los valores estéticos de estas obras con su sola forma, o bien sobrestimando la forma y subestimando su contenido. Las nuevas doctrinas estéticas formalistas, aunque utilizan algún nuevo argumento, persiguen, en cuanto al fondo, la línea del antiguo formalismo. De ese modo, la estética formalista modernista especula con la noción «experiencia estética» que ella misma considera como «replegada sobre ella misma», «orientada sobre ella misma», «inmanente», independiente del mundo exterior y capaz de crear ella misma «objeto» estético. El término «objeto» es propio de la estética modernista, pero, en el espíritu de un objetivo idealista, se identifica con un conjunto de sensaciones y de emociones subjetivas privada de todo contenido objetivo. Es pues, la «experiencia estética» que ella misma engendraría el «objeto» de su «contemplación bajo el impulso del subconsciente o de los instintos». Cuidadosa de separar el arte de la realidad, la estética formalista modernista no vacila en identificarse con la estética freudiana, que se pretende una doctrina «original» por no haber existido en el siglo XIX. De hecho, en esta alianza, el formalismo y el freudismo tienden al mismo fin que la teoría del «arte por el arte»: aislando el arte de la vida, creyendo en el indiferentismo social, negando el carácter objetivo de los fenómenos estéticos de la realidad y del contenido objetivo del arte, identificando lo bello a las formas «puras».
Sobre el plan teórico, el esteticismo formalista sostiene y estimula las tendencias regresivas del modernismo en todos los campos del arte. Este es el caso particular de las variantes formalistas como el cubismo y el arte abstracto. El formalismo es al mismo tiempo la síntesis de estas prácticas artísticas. El formalismo orienta a los artistas hacía experimentos formalistas, carentes de sentido y estériles, les conduce al empobrecimiento de la forma. Separando el arte de la vida, de hecho lo aísla en realidad del factor determinante en la creación de la forma, se empobrece y hace que sobre los términos formales también sea estéril. Por sus teorías formalistas, la burguesía procura mantener el arte ajeno de los conflictos y los dramas sociales, para que éste no refleje las heridas y la putrefacción del régimen burgués, la lucha de las fuerzas progresistas y revolucionarias contra dicho régimen. En uno de los congresos internacionales celebrados recientemente sobre los problemas de la estética, el esteticista estadounidense Monroe subrayó que era más importante para el arte la combinación de colores que la vida de los pobres.
La estética formalista de la burguesía revisionista ha dado otra corriente extremista, la corriente naturalista. Las concepciones estéticas ultranaturalistas ocupan actualmente un lugar importante en la estética burguesa. La burguesía apoya el naturalismo como una alternativa que ofrece a los artistas que se oponen al formalismo. De buenas a primeras, el naturalismo difiere del formalismo, pero desvía el arte del camino de las leyes objetivas de la aprehensión estética de la realidad, empujando a un subjetivismo extremo. A fin de desacreditar al realismo, la estética naturalista lo considera un método «imitado a la búsqueda de la verdad». El naturalismo lucha contra el realismo desde «dentro» acusándolo de «subjetivismo», de haberse apartado de la «verdad total» considerado al realismo un límite de la interpretación y la apreciación en la materia vital. Según los naturalistas, el arte debe reproducir la vida sin hacerse ningún comentario ni interpretación, desde una mirada fría. La estética naturalista exige que, lejos de reflejar caracteres típicos en circunstancias típicas, el arte se ocupe sólo de la descripción de los detalles, los lados fortuitos, absurdos y superficiales de la vida con el fin de presentar al hombre como un simple ser biológico. Describir la vida «sin subjetivismo» y con «objetividad científica» es un eslogan que la burguesía utiliza para propagar entre los artistas y los escritores la idea de adoptar en el arte una posición ideológica no comprometida, para lograr su desideologización. Si ellos adoptaran la «objetividad» e «imparcialidad» reclamada por el naturalismo, los artistas tendrían que tratar en sus obras únicamente aspectos secundarios y características específicas de los objetos y fenómenos de la vida. En vez de llevar a descubrir los estrechos vínculos de los tipos sociales con la vida y las circunstancias sociales, el naturalismo anima a que el arte debe entregarse al juego de las sensaciones e impresiones del momento –esta es la tendencia naturalista del impresionismo–, el zambullirse en el «flujo psíquico», a fijar los procesos psicofisiológicos del subconsciente, los reflejos a las estimulaciones naturales más insignificantes, a los colores y a las luces. Es allí uno de los aspectos de la manifestación del subjetivismo en el arte naturalista. Las variantes naturalistas de la literatura, del expresionismo, del surrealismo y del hiperrealismo modernista son un claro ejemplo. De esta manera, el arte estético naturalista está fijado al extremo opuesto de las leyes de aprehensión estética de la realidad, lejos de la autenticidad artística». (Alfred Uçi; La crisis de la estética burguesa-revisionista, 1984)
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«¡Pedimos que se evite el insulto y el subjetivismo!»