martes, 12 de julio de 2016

El papel histórico de la clase obrera; Elena Ódena, 1981


«En las entrañas mismas del capitalismo se engendran las condiciones de su muerte y sustitución por el nuevo régimen: el socialismo.

El desarrollo de las fuerzas productivas llega a ser incompatible con todo el régimen social y político del capitalismo.

Al mismo tiempo, crece y se desarrolla la nueva clase llamada a vencer la resistencia que los capitalistas oponen a desaparecer, como tal clase, de la escena histórica: el proletariado.

a) ¿Por qué el proletariado es la clase designada por la Historia para poner fin al capitalismo e instaurar el socialismo?

Por las siguientes razones:

La clase obrera es la clase más explotada de la sociedad capitalista. Sus mismas condiciones de vida la convierten en el enemigo firme e intransigente del orden capitalista, empujándola en la lucha contra él.

—Los obreros por su misma situación en la producción están ligados al futuro de ésta y no a su pasado. El desarrollo de la gran industria no amenaza la existencia del proletariado como clase –a diferencia de lo que ocurre con los grupos sociales formados por campesinos, artesanos, pequeños capitalistas, a los que la gran industria va arruinando y destruyendo–. La posición de la clase obrera en la sociedad se fortalece, aumenta el número de obreros y su importancia en la vida económica y social.

Los intereses y aspiraciones de la clase obrera coinciden objetivamente con las necesidades de las fuerzas productivas. Estas, para expansionarse sin trabas, necesitan que desaparezca la propiedad privada sobre los medios de producción. Los obreros, para liberarse de la explotación de la que son víctimas, necesitan exactamente lo mismo.

La clase obrera es la única que reúne las cualidades combativas, que son necesarias para una tarea tan ardua como es la lucha contra el capitalismo.

En primer lugar tiene a su favor el número, la masa, que crece con el mismo desarrollo del capitalismo.

En segundo lugar, tiene mayor capacidad de organización que otros grupos sociales, en virtud de sus mismas condiciones de vida. El trabajo en la gran industria no sólo agrupa a los obreros, sino que contribuye a cultivar en ellos rasgos como el espíritu colectivo, de equipo: la predisposición a la disciplina, a la solidaridad, al apoyo mutuo, cualidades que, si son inapreciables en el trabajo, lo son también en la lucha.

Mientras más progresa la industria moderna, más necesita trabajadores de un nivel cultural y técnico superior a los de otras épocas, lo que facilita la asimilación de las doctrinas del socialismo científico. Por ello el proletariado industrial es el sector más avanzado de las clases oprimidas.

Por las razones expuestas, la clase obrera reúne mejores condiciones que otros grupos sociales para desarrollar su conciencia política, para asimilar la teoría revolucionaria, para organizarse en un partido combativo, sin el cual no es posible la lucha victoriosa contra el capitalismo ni la conquista del poder político.

b) ¿Por qué la clase obrera puede y debe ser la dirigente de todas las demás clases y capas oprimidas por el capitalismo?

Junto a las razones expuestas, por otra de suma importancia: los intereses de la clase obrera coinciden, en lo esencial, con los intereses de la sociedad que viven de su trabajo y no del trabajo ajeno.

Del yugo capitalista, en particular del moderno capitalismo monopolista, no sólo sufren los obreros, sino los campesinos, las capas medias urbanas, los intelectuales, etc. La situación de esos sectores sociales en la España actual es un ejemplo vivo.

Independientemente de la actitud subjetiva de esos sectores sociales hacia la meta final de la clase obrera –el socialismo– hay cuestiones fundamentales inmediatas en las que están vitalmente interesados como la clase obrera. En nuestro caso: la lucha por los derechos democráticos, económicos, políticos y sociales, en el marco de un amplio frente contra la Monarquía continuadora del franquismo, contra la dominación yanqui; por la República y por la independencia nacional.

Pero además, esa comunidad de intereses entre la clase obrera y los campesinos trabajadores, las capas medias urbanas, la intelectualidad, existe también en cuanto se refiere al objetivo final de la clase obrera. No es una simple frase que la clase obrera, al emanciparse ella, emancipa a toda la sociedad.

Cuando la burguesía luchaba contra el régimen feudal hablaba de libertad, igualdad y fraternidad para todos, pero tan bellas frases se convirtieron en la dura realidad de la explotación capitalista, con todas las injusticias, desigualdades y antagonismos que de ella se derivan; ya que no suprimían la propiedad privada de los medios de producción, ni la explotación del hombre por el hombre.

En cambio, la clase obrera, al destruir el capitalismo e instaurar el socialismo, destruye la causa primaria, la raíz de las injusticias sociales: la propiedad privada de los medios de producción, la explotación del hombre por el hombre.

Por esta razón la alianza de la clase obrera con los campesinos, en primer lugar, y en otro plano con las capas urbanas medias y con la intelectualidad es posible, y no sólo posible sino absolutamente necesaria, porque sin esa alianza, ni la clase obrera ni los otros sectores sociales mencionados, tienen fuerza suficiente por sí solos para vencer al poder del capital monopolista.

Esa función dirigente de la clase obrera es necesaria para la eficacia de la lucha. La gran masa de obreros, campesinos, empleados, funcionarios, pequeños industriales y comerciantes, etc., es algo así como un gran ejército, que para vencer a su enemigo, el capital monopolista, necesita tener una dirección firme, consecuente, organizada y, como hemos visto, la clase obrera es la que reúne esas condiciones.

Pero esa función dirigente que la clase obrera desempeña no le otorga ningún privilegio, sino al contrario, le impone más obligaciones, entre ellas la de tener en cada fase de la lucha siempre en cuenta los intereses específicos de las clases sociales que son sus aliados, sin por ello perjudicar los objetivos finales de la clase obrera, que es el socialismo y la dictadura del proletariado.

La experiencia de nuestro país ha demostrado, sin lugar a dudas, cómo, no ya el socialismo, sino ni siquiera la democracia burguesa puede triunfar y consolidarse en España si no es bajo la dirección de la clase obrera. Ver ejemplos en la Historia reciente de España II República, Guerra Civil 1936-1939.

La burguesía liberal y la pequeña burguesía han demostrado su incapacidad para dirigir la lucha y asegurar la victoria de la democracia en los años 1931-1936. En la presente lucha contra la Monarquía continuadora del franquismo, la clase obrera es la que está a la cabeza de todas las demás capas y clases sociales interesadas en la democracia, y en acabar con el continuismo franquista.

c) El internacionalismo de la clase obrera y su patriotismo

Otra de las razones decisivas de la fuerza de la clase obrera, de su capacidad, para dirigir con éxito la lucha contra el capitalismo, es su carácter internacional, su internacionalismo.

En el pasado ninguna clase, ni opresora ni oprimida, podía ser internacionalista, por la sencilla razón de que no había condiciones económicas para ello. Aunque existieran, como existían, lazos económicos entre los países, comercio, relaciones culturales, estos lazos eran todavía muy débiles. Los pueblos vivían relativamente aislados unos de otros.

Con el desarrollo del capitalismo, y su fase superior, el imperialismo, los países, por primera vez en la Historia, se ligan estrechamente entre sí, se crea el mercado mundial, se traban estrechas relaciones económicas y culturales, aparecen rapidísimos medios de comunicación que cubren con tupida red todo el orbe.

Pero esta posibilidad práctica, material, de estrechar la compenetración entre los pueblos, es dificultada por el imperio de la propiedad privada y el expansionismo de las grandes potencias que fomentan los conflictos de intereses, la desconfianza recíproca entre las naciones y los individuos, que da lugar cíclicamente a guerras entre los países del mundo entero, –ejemplos en este siglo la I Guerra Mundial (1914-1918) y la II Guerra Mundial (1939-1945)–.

En cambio, los obreros, los asalariados, privados de toda propiedad, unidos por su condición de explotados, son los que están en mejores condiciones de aprovechar la posibilidad material creada por el actual nivel de la civilización, para ligarse estrechamente entre sí los de uñas y otras naciones y formar, en la práctica, una clase mundial única, un proletariado internacional, con unos mismos intereses de clase y unos mismos objetivos: el socialismo. Los Estados reaccionarios se esfuerzan por su parte por sembrar la desunión y la desconfianza entre los pueblos del mundo.

El capitalismo monopolista, pese a las contradicciones que enfrentan a unos capitalistas con otros, es también una fuerza internacional, que coordina y une sus recursos para luchar contra la clase obrera, contra el socialismo. El Pacto del Atlántico, la OTAN, el Pacto de Varsovia, de los países revisionistas, etc,, son ejemplos concretos. Sin embargo, es importante tener en cuenta las contradicciones, a veces insolubles, que existen en el campo capitalista, y que impiden su unidad y favorecen la lucha de la clase obrera por el socialismo.

En 1936, cuando los grandes capitalistas y terratenientes españoles se levantaron en armas contra la democracia, contra la República española, los capitalistas de Alemania e Italia acudieron en su ayuda, y lo mismo hicieron los de Estados Unidos, Inglaterra y Francia, pese a que los conflictos de intereses con los de Alemania e Italia eran tan importantes que provocaron la guerra entre ellos poco después de haber aplastado todos juntos a la República española.

Cuando los obreros y campesinos rusos hicieron su revolución socialista, los capitalistas de catorce Estados enviaron contra ellos sus tropas, y no pudieron ir todo lo lejos que hubieran querido porque los obreros de sus países manifestaron su solidaridad con sus hermanos rusos.

Lo mismo hicieron los trabajadores de todos los países con los del nuestro durante la Guerra Civil de 1936-39. Mientras los capitalistas alemanes, italianos, franceses, ingleses, americanos, etc., ayudaban a Franco, los obreros soviéticos ¿y también los demócratas alemanes, franceses, ingleses, americanos, italianos, etc., ayudaban a sus hermanos de España y enviaban sus mejores hijos a luchar en las Brigadas Internacionales, a morir en suelo español.

Cuando los obreros y las masas explotadas de un país logran liquidar el capitalismo y edificar el socialismo, las masas trabajadoras de todos los demás países están vitalmente interesadas en ayudarles, en defender esa victoria contra toda agresión de los capitalistas.

Por eso los obreros, y otros sectores progresistas de todos los países capitalistas, durante los años más difíciles de la existencia de la Unión Soviética formaron el cuadro en tomo a ella, la defendieron con uñas y dientes contra los repetidos intentos que hacían los capitalistas por aplastarla.

Esta comunidad de intereses de los trabajadores de todos los países no quiere decir que al mismo tiempo la clase obrera de cada país no sea profundamente nacional y patriótica, pero no a la manera de los capitalistas, que sólo ven en la patria el fondo donde disponen de esclavos asalariados a los que explotar.

En esta época, la clase obrera es la más patriótica de cada país, puesto que con su lucha tiende a liberar las fuerzas productivas de las trabas que frenan su desarrollo, y a asegurar a toda la población condiciones dignas de vida; la clase obrera está a la vanguardia de la defensa de la independencia nacional contra el crimen de lesa patria que cometen los grandes capitalistas abriendo las puertas a la dominación y rapiña de los monopolios extranjeros, entregando el solar nacional para que sirva de base militar y de depósito de bombas atómicas, como está sucediendo en España, ayer bajo el franquismo y hoy bajo la Monarquía borbónica.

El internacionalismo y el patriotismo de la clase obrera son, por tanto, dos sentimientos, dos posiciones ideológicas, que se armonizan y funden indisolublemente.

d) La unidad de la clase obrera

Los apartados anteriores explican por qué la clase obrera es la más revolucionaria de la sociedad, la llamada a dirigir a todo el pueblo en la lucha por la democracia y por el socialismo.

Pero para poder cumplir esta histórica misión, la clase obrera necesita ser consciente de sus intereses como clase, estar unida, y organizada, y contar con un Partido basado en el marxismo-leninismo.

Esto no es fácil. En primer lugar, porque no todos los obreros adquieren rápidamente conciencia de sus intereses como clase. A las filas obreras llegan constantemente gentes procedentes de otras clases sociales –intelectuales progresistas, campesinos, artesanos, pequeños industriales y comerciantes que son arruinados por el capitalismo–. Estos nuevos proletarios siguen pensando durante un tiempo más o menos largo, con arreglo a su anterior condición social, de una manera individualista, soñando con su «emancipación» personal, sin comprender que no hay más salida que la liberación de toda la clase obrera, y que para lograrla hay que sostener una lucha prolongada y difícil, en la que es necesario organizarse y arrastrar peligros y sacrificios. Hacia estos sectores la clase obrera, los obreros conscientes, y el Partido deben observar una actitud fraternal y paciente, ayudándoles a que vean claro donde están sus verdaderos intereses, y para que asuman el temple y la ideología de clase del Partido, lo que requiere tiempo y esfuerzo.

Pero el obstáculo mayor para la unidad y la conciencia de la clase obrera no proviene de ese factor, sino de las maniobras y los procedimientos, presiones y chantajes a los que la burguesía recurre para impedir que la clase obrera se convierta en la fuerza capaz de dar al traste con el régimen capitalista. Además, se sirve de los partidos y centrales sindicales reformistas y revisionistas y oportunistas, agentes ele la reacción en el seno del pueblo y enemigos de la revolución, como son, en primer lugar en España, el PSOE y el partido de Carrillo, el PCE.

La burguesía dispone de poderosos recursos que los obreros conscientes deben saber medir en toda su importancia, no para amilanarse ni para retroceder ante ellos, sino para comprender mejor las tareas que el proletariado debe realizar para alcanzar la victoria, y los distintos obstáculos y dificultades con los que se ha de enfrentar, entre ellos, el desenmascarar a los dirigentes de las organizaciones mencionadas que dividen a la clase obrera.

Uno de los métodos principales de la burguesía monopolista es el terror, como sucedió en España bajo el franquismo y actualmente bajo la Monarquía con toda suerte de leyes y medidas represivas, bajo cubierta «constitucional».

Los grandes capitalistas disponen, además, de la coacción económica. La misma miseria y explotación a que condenan a los trabajadores, son utilizadas por los capitalistas para reducirlos a la resignación y al sometimiento. Las jornadas agotadoras de diez, doce y más horas dificultan la actividad revolucionaria y la educación política de los trabajadores. El despido, la amenaza de privar a los obreros más conscientes y combativos, incluso del pedazo de pan para sus hijos, es uno de los medios favoritos de los capitalistas para obligar a los obreros a resignarse, para provocar entre unos y otros obreros la rivalidad, la competencia, para llevarles a vender más barata su fuerza de trabajo. Por eso la burguesía está interesada siempre en que exista un cierto paro, aún fuera de los momentos de crisis.

Además de la violencia y de la coacción económica la oligarquía recurre al engaño, a la demagogia política y social, para impedir la unidad de la clase obrera y su toma de conciencia, para inculcar en los obreros ideas contrarias a sus intereses –y para corromper a la juventud–, como fue ayer con los partidos socialistas de la II Internacional y después con los partidos comunistas, hoy revisionistas después de la II Guerra Mundial a raíz de la muerte de Stalin.

Con ese fin, la burguesía trata de atraerse y de corromper a los dirigentes sindicales y a los dirigentes políticos de los partidos obreros.

La burguesía estimula y ayuda por todos los medios a las tendencias, sindicatos y a los partidos que predican en la clase obrera el reformismo, la renuncia al marxismo, a la violencia revolucionaria y a la revolución socialista. Además se sirve de ellos para evitar y frenar la lucha de la clase obrera y del pueblo.

Contra todos estos medios que la gran burguesía monopolista pone en juego para impedir la unidad de la clase obrera y la formación de su conciencia revolucionaria, los obreros más avanzados tienen que llevar a cabo una lucha tenaz, paciente, prolongada, apoyándose en la indignación de las masas, en la defensa de sus reivindicaciones más sentidas, para educar a sus compañeros de clase, en la ideología del marxismo-leninismo, para organizarles y unirles.

Y esta tarea sólo la pueden cumplir los obreros conscientes y con ellos todos los hombres y mujeres de otros núcleos sociales que quieran luchar también por la democracia y el socialismo, por la República Popular y Federativa, si se organiza en un partido guiado por el marxismo-leninismo, con una severa disciplina y una sólida organización, como es, en España, el Partido Comunista de España (marxista-leninista)». (Elena Ódena; Notas para la escuela del partido, 1981)

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