«Tiene extraordinaria importancia las directivas del gran Lenin, en el sentido de que la clase obrera debe, antes que nada, tener fe en sus propias fuerzas, acabar con el maldito prejuicio de que los pueblos no pueden rescindir de la dirección de la burguesía, no pueden subsistir si ésta no decide su destino. La clase obrera debe compenetrarse profundamente de la idea que tiene que encabezar con decisión el movimiento popular contra el fascismo.
La traición contra Checoslovaquia y la confabulación de Munich demuestran una vez más, y de modo muy convincente, que la clase obrera no puede dejar los problemas de la política exterior y la defensa del país al arbitrio de las camarillas imperialistas y los magnates financieros, a la dirección no controlada de los gobiernos burgueses. La vida reclama imperiosamente que la propia clase obrera se ocupe de la solución de esos problemas». (Georgi Dimitrov; El frente único del proletario internacional y de los pueblos contra el fascismo, 1938)
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