«En otros capítulos de nuestras obras [*] pudimos comprobar cómo en su día Mao Zedong, al igual que tantos otros líderes de Europa del Este y Asia, recibieron su flamante «República Popular» de la mano de las acciones decisivas del Ejército Rojo de la URSS contra Japón, de su financiación permanente, de la existencia de una frontera segura −como era la soviético-mongola− y gracias −en líneas generales− a una coyuntura internacional altamente favorable durante la posguerra. En cambio, en 1964, Mao no solo parecía olvidarse de esa verdad histórica, sino que al creerse la propaganda de los suyos −que le erigía como el mayor «genio militar» que el mundo jamás haya conocido− se permitía dar consejos al resto del mundo, «corrigiendo» los errores del resto de experiencias:
«Kang Sheng: Yo le pregunté a los camaradas españoles, y ellos contestaron diciendo que el problema para ellos consistía en establecer una democracia burguesa, y no una nueva democracia. En su país, ellos no se ocuparon de estos tres puntos: ejército, campo y Poder político. Se subordinaron completamente a las exigencias de la política exterior soviética, y no consiguieron nada en absoluto (Mao: ¡Esas son las políticas de Chen Tu-hsiu!). Ellos dicen que el Partido Comunista organizó un ejército y luego se lo entregó a otros. (Mao: Eso es inútil). Ellos tampoco querían el Poder político». (Mao Zedong; Presidente Mao hablando al pueblo; Conversaciones y cartas: 1956-1971)
Esta es la cita del «Gran Timonel» que los neomaoístas han reproducido hasta la saciedad para intentar explicar los diferentes resultados en las guerras de China y España. Sin ir más lejos, obsérvese como la «Línea de Reconstitución» (LR) reproducía la obra del Partido Comunista Revolucionario (EE. UU.) «La Línea de la Comintern ante la Guerra Civil en España» (2016), un escrito en donde, todo sea dicho, se coquetea abiertamente con una reevaluación de la guerra en clave trotskista y se repiten todos los mitos de la historiografía burguesa sobre el PCE, como la acusación de «oponerse a la colectivización», regalar el carnet a «pequeño burgueses» y «rebajar el espíritu revolucionario de las masas», algo que refutamos en su día. Para más inri, demuestra un cínico ejercicio de proyección de lo que ha sido maoísmo y sus propios defectos. Véase el capítulo: «La Guerra Civil Española (1936-39) y su interpretación en clave anarco-trotskista» (2022).
Asegurar que los revolucionarios españoles perdieron la guerra porque en lo militar no aplicaron una «GPP» combinada en lo político-económico con una búsqueda de una «nueva democracia», y que ambos factores fueron decisivos para «la desmoralización de los desposeídos» es lo más patético que se puede llegar a afirmar a nivel histórico. No solo es una auténtica falta de respeto para los antifascistas hispanos y de todo el mundo, sino que es una mentira que, como tal, tiene las patas muy cortas. Precisamente el programa de «nueva democracia» de Mao incluía: 1) negar la hegemonía de cualquier clase o partido en esta etapa; 2) no obstaculizar, sino primar, el desarrollo del sector privado considerándolo «beneficioso para el pueblo»; 3) pedir créditos al imperialismo extranjero para industrializar el país y «desarrollar las fuerzas productivas»; 4) considerar a la burguesía compradora y al colonialismo como únicos enemigos de la nación, configurando a la burguesía nacionalista como parte del «pueblo» y «aliado fundamental» para el triunfo de la revolución, esquema de alianzas que consideraban también posible «durante la construcción del socialismo». No podemos hacer nada por quien se atreva hoy a negar esto; simplemente le aleccionamos a que repase las obras originales del autor chino sin adulteraciones. Véase nuestra obra: «Comparativas entre el marxismo-leninismo y el revisionismo chino sobre cuestiones fundamentales» (2016).
¿Cuál fue la política económica del PCCh maoísta?
El maoísmo no cesó de realizar esfuerzos para ganarse la confianza de la administración estadounidense y obtener su favor en lo económico, asegurando que las políticas liberales del PCCh beneficiarían enormemente a los inversores foráneos. En un cierto sentido cómico, el hombre tan alabado por haber escrito el endiosado artículo «Contra el liberalismo» (1937) admitía ser, él mismo, tan solo un liberal más que un comunista:
«Mao: «Las políticas del Partido Comunista de China son meramente liberales. (…) Incluso los más conservadores hombres de negocios estadounidenses no podrán encontrar nada en nuestro programa que les pueda ofender. China debe industrializarse. Esto sólo se podrá lograr a través de la iniciativa privada y la ayuda del capital extranjero. Los intereses estadounidenses y chinos están entrelazados y son similares». (Informe del Segundo Secretario de la Embajada en China (Service), Yan'an, 23 de agosto de 1944)
Pese a la sorpresa del lector que no conozca estos documentos, nada de esto se puede considerar material inédito. Todos estos cables fueron puestos a disposición pública hace ya varias décadas por el propio Service en su obra: «La oportunidad perdida en China: Despachos de John Service en la Segunda Guerra Mundial» (1974). Algunos se preguntarán si estos cables eran falsificaciones o inventos del diplomático estadounidense. En absoluto. Service no solo mantuvo cordiales relaciones con el régimen de Mao en los peores momentos de las relaciones sino-estadounidenses, sino que fue invitado a Pekín en 1971, siendo recibido por su viejo amigo Chou En-lai. ¿Acaso alguien cuerdo invitaría a su casa y recibiría con honores a quien le calumnia durante décadas? Mejor reconduzcamos al lector, ya que la cuestión no es esa, como nos intentan desviar los maoístas más fanáticos con sus especulaciones y gimoteos, sino la siguiente: ¿por qué algunos cerraban los ojos ante evidencias tan tempranas que certificaban que el maoísmo era un cuerpo extraño en el movimiento comunista? En cuanto a la temática económica no nos extenderemos, ya que ha sido abordada en otras ocasiones. Véase el capítulo: «Seguidismo a las políticas económicas del maoísmo» (2017).
¿Qué perspectivas tenía el PCCh para ganar la guerra contra Japón?
Al mismo tiempo, los más fervorosos seguidores del maoísmo moderno apuntan −no sin razón− que por momentos los comunistas españoles, al igual que sus aliados −republicanos, socialistas o anarquistas−, apostaban gran parte de su plan para la victoria en la guerra en la ilusa esperanza de que las democracias burguesas −como Francia o Inglaterra− terminasen ayudando en algún momento al campo antifascista. Se criticaba que estas fuerzas antifascistas hubieran realizado todo tipo de concesiones para que estos poderosos países interviniesen y mediasen para presionar a sus enemigos −Italia, Alemania, Portugal− y rebajasen así su nivel de hostilidad. Esto, que a priori nos parece una objeción correcta, no deja de ser hipócrita, pues resulta que es una crítica que bien podría aplicarse en igual o mayor medida a los comunistas chinos, cosa que nunca hacen.
Sin ir más lejos, el departamento estadounidense reportó los comentarios de Zhu De al corresponsal extranjero I. Epstein el 21 de julio de 1944, en los que se confirmaba cómo el PCCh confesaba que los comunistas chinos no creían en la victoria si no era en coordinación con las fuerzas británicas y estadounidenses que batallaban contra las fuerzas japonesas:
«La única estrategia factible en el momento actual sigue siendo la guerra total contra el enemigo mediante el uso de tácticas móviles y de guerrilla. (...) La guerra continental debe depender de los suministros marítimos estadounidenses y británicos y requiere ayuda rápida para la 8.ª Ruta y el Nuevo 4.º Ejército para que puedan operar hacia el sur en coordinación con un avance Aliado desde el Sur». (El Embajador en China (Gauss) al Secretario de Estado, 1 de septiembre de 1944)
En su momento, John Service, que era el consejero político del comandante de las fuerzas militares estadounidenses en el frente birmano-chino y más tarde el secretario de la embajada estadounidense adjunta a Chiang Kai-shek en Chunchi, tenía un gran conocimiento de ese extraño «comunismo» que había en esa zona del continente asiático. En una ocasión Service reportaba al general Stilwell su reunión con el general Zhu Zhu del 22 de septiembre de 1944. En ella se dijo que el PCCh estaba dispuesto a someterse no solo a la dirección del KMT, sino a la dirección de un militar estadounidense que coordinase a las dos fuerzas chinas (sic):
«La creencia comunista en la necesidad de que los estadounidenses desembarquen en China para atacar a las principales fuerzas de los japoneses en el continente. (...). Su convicción de que los problemas de mando y el uso de las fuerzas comunistas y del Kuomintang pueden ser resueltos por un Comandante en Jefe estadounidense en el teatro de China». (Informe del Segundo Secretario de la Embajada en China (Service), 22 de septiembre de 1944)
El propio Service se entrevistó varias veces con Mao Zedong a mediados de los años 40, y en otra ocasión reportó a Washington que para el PCCh la «influencia de los EE.UU.» era «decisiva», muy por delante de la soviética:
«Service: «El presidente Mao cree que la influencia de Estados Unidos en China puede ser decisiva si se aplica ahora y que la política estadounidense es, en consecuencia, una preocupación vital del pueblo chino. (…) Específicamente, el presidente Mao busca el apoyo estadounidense. (…) Los comunistas no esperan, por razones muy prácticas, que la Rusia soviética pueda desempeñar un papel importante en China. Y creen, por el bien de la unidad de China sobre una base democrática, que esta participación rusa debería ser secundaria a la de Estados Unidos». (Informe del Segundo Secretario de la Embajada en China (Service), Yan'an, 27 de agosto de 1944)
Además, para tranquilizar a los diplomáticos estadounidenses, la cúpula del Partido Comunista de China (PCCh) repitió una y otra vez que por el momento descartaba que sus intenciones fuesen acercarse y estrechar la colaboración con la URSS −algo que en realidad se prolongó hasta 1950 y el estallido de la Guerra de Corea, cuya alianza sino-estadounidenses se detuvo y tuvo que esperar hasta veinte años después, ya con la administración Nixon−:
«Mao: «Los rusos han sufrido mucho en la guerra y tendrá las manos llenas con su propio trabajo de reconstrucción. No esperamos la ayuda rusa. Además, el Kuomintang (KMT) debido a su fobia anticomunista es antirruso. Por lo tanto, la cooperación kuomintang-soviética es imposible. Y para nosotros buscar dicha ayuda rusa sólo haría que la situación en China se pusiera peor. China ya está desunida y ya basta». (Informe del Segundo Secretario de la Embajada en China (Service), Yan'an, 23 de agosto de 1944)
¿Mantuvo el PCCh una independencia político-militar del KMT durante la etapa del Frente Único Antijaponés?
Por si todo lo visto hasta ahora fuese poco, durante los años 60 los seguidores del «Gran Timonel» se llenaron la boca hablando de que el «partido debía controlar al frente» y no viceversa, que los comunistas tenían que saber controlar al resto de fuerzas políticas y no diluirse dentro del «frente popular antifascista». ¿Y así fue? ¡De ningún modo! El PCCh, lejos de pugnar por la hegemonía política, se la regalaba absolutamente al KMT bajo un sistema clásico de parlamentarismo y acuerdos entre bastidores:
«No pedimos una democracia representativa plena e inmediata: sería impracticable. (…) El gobierno debe ampliar su base para acoger a todos los grupos importantes de personas. (…) Deben ser representantes genuinos, los líderes mejor calificados. Deben incluir el Partido Comunista, todos los partidos menores. Un compromiso viable para la distribución de fuerzas podría ser que el Kuomintang tuviera la mitad de los miembros y todos los demás juntos la otra mitad». (Informe del Segundo Secretario de la Embajada en China (Service), Yan'an, 23 de agosto de 1944)
Palabras similares serían recogidas en la obra de Stuart R. Schram «El pensamiento político de Zedong» (1965), donde se anotaba como Mao había prometido que «El trabajo que los comunistas estamos llevando a cabo hoy es el mismo trabajo que llevaron a cabo anteriormente en Estados Unidos Washington, Jefferson y Lincoln».
Service resumió una entrevista que Mao Zedong y otros concedieron al periodista británico Guenther Stein en la cual se reconocía que el liderazgo principal de la lucha contra Japón era del KMT de Chiang Kai-shek:
«Guenther Stein citó a Wang Cheng en el Christian Science Monitor del 27 de junio como afirmando que todos esperan lograr un entendimiento pleno con el Kuomintang, «porque nunca hemos dejado de reconocer al Generalísimo Chiang Kai-shek como líder». (El Secretario de Estado al Embajador en China (Gauss), 19 de julio de 1944)
Los estadounidenses estaban al tanto de que tanto a nivel gubernamental como militar el PCCh estaba supeditado al KMT en última instancia:
«En 1937, los comunistas renunciaron definitivamente al derecho de independencia del gobierno y del ejército, pero no al derecho de igualdad del Partido que el Kuomintang nunca reconoció. Los comunistas esperan que sus «gobiernos» −bases comunistas− se conviertan en órganos inferiores de gobierno del Gobierno Nacional. El Octavo Ejército de Ruta depende del Consejo Militar Nacional». (El Secretario de Estado al Embajador en China (Gauss), 16 de septiembre de 1944)
¿Y qué hubo en relación al peligro de «ir abandonando progresivamente la propaganda y los objetivos particulares del futuro»? Si examinamos los comentarios de Mao Zedong a Maurice Votaw, corresponsal y empleado estadounidense del Ministerio de Información en China, del 18 de julio de 1944, allí se decía:
«Mao: Los comunistas nunca se han comprometido a abandonar la propaganda comunista, pero a pesar de esto no han llevado a cabo mucha propaganda. La mayor parte de la propaganda comunista está dedicada a la lucha contra Japón y por la democracia. El Partido Comunista no tiene intención de derrocar el gobierno del Kuomintang. Desea que el Kuomintang haga progresos que sean beneficiosos para el pueblo, la nación y el Partido Comunista». (El Embajador en China (Gauss) al Secretario de Estado, 1 de septiembre de 1944)
El PCCh llegó al punto hilarante de decidir que su brazo militar no estuviera adoctrinado políticamente, pero a su vez no tenía problema en recomendar que los oficiales estadounidenses influyesen libremente sobre los oficiales del ejército chino. ¿Por qué? Porque Mao consideraba al Tío Sam como el «ideal de la democracia»:
«Mao: «Los oficiales estadounidenses deberían hablar con los oficiales chinos. Después de todo, los chinos los consideramos, a vosotros los estadounidenses como el ideal de la democracia. Sugerí que el uso de nuestro Ejército como fuerza de propaganda política era ajeno, y que no teníamos nada correspondiente al Departamento Político Comunista para adoctrinar a las tropas y dirigir tal trabajo. Pero incluso si sus soldados estadounidenses no hacen propaganda activa, su mera presencia y contacto con los chinos tiene un buen efecto». (Informe del Segundo Secretario de la Embajada en China (Service), Yan'an, 23 de agosto de 1944)
Además, se subrayó que para Mao esta relación con los EE.UU. era muy importante para finalizar la guerra civil china entre el PCCh y el KMT, pues, según él, el país americano actuaría como mediador entre ambos para la pacífica reconstrucción del país:
«Mao: «Creemos que los estadounidenses deben arribar a China. (…) Si los estadounidenses no aterrizan en China, será muy lamentable para China. (…) Cualquier contacto que los estadounidenses tengan con nosotros los comunistas es bueno. (…) Si hay un aterrizaje, tendrá que haber cooperación estadounidense con las dos fuerzas chinas: KMT y comunistas». (Informe del Segundo Secretario de la Embajada en China (Service), Yan'an, 23 de agosto de 1944)
¿De verdad se puede decir que el PCCh mantuvo una política militar ejemplar?
Existen suficientes testimonios de comunistas extranjeros que estuvieron en aquellos momentos en la China controlada por Mao y los suyos y corroboran punto a punto esta versión de los hechos, solo que, por supuesto, desde un punto de vista muy diferente, en este caso de honda preocupación:
«En 1932, según la información que recibí, los comunistas y los miembros de las juventudes constituían menos del 20 por ciento de las bases y el personal de mando del Ejército Rojo, aunque en un momento la población de aldeas enteras y unidades militares individuales fueron aceptadas colectivamente en el partido y las juventudes». (Otto Braun; Notas chinas (1932-39), 1972)
¿Qué ocurrió? En unas ocasiones por motivo de fuerza mayor, en otras por oportunismo de la dirección del PCCh, su ejército se tuvo que valer no solo de militares del KMT, sino que además se aceptaba con holgura a casi cualquier miembro que desease entrar −¡incluido señores de la guerra que habían atacado las fronteras de la URSS!−:
«Estamos muy preocupados por su decisión de que todo el que desee puede ser aceptado en el partido, sin ninguna consideración de su origen social, que el partido no tema que algunos arribistas busquen su camino en el partido, así como de su mensaje sobre las intenciones de aceptar incluso a Zhang Xueliang en el partido. En la actualidad, más que en cualquier otro momento, es necesario mantener la pureza de las filas y el carácter monolítico del partido. Mientras conducimos el alistamiento sistemático de personas en el partido y así lo reforzamos, especialmente en el territorio del Kuomintang, es necesario que al mismo tiempo que evitamos la inscripción masiva en el partido, aceptemos sólo a las mejores y probadas personas de entre los obreros, campesinos y estudiantes. También consideramos un error alistar indiscriminadamente en las filas del Ejército Rojo a estudiantes y exoficiales de otros ejércitos, ya que esto puede socavar su unidad». (Georgi Dimitrov; Telegrama de la Secretaría del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista al Secretariado del Partido Comunista de China, 15 de agosto de 1936)
Esto, lejos de ser una desviación o dificultad puntual, se prolongó durante la segunda etapa de la Guerra Civil China (1946-49), y aunque pueda parecer increíble, aun continuó una vez instaurada la nueva república:
«Se debe tener en cuenta que una parte sustancial de los soldados y oficiales del Ejército Popular de Liberación son ex kuomindangistas, quienes fueron capturados o voluntariamente, en destacamentos completos, se pusieron del lado del Ejército Popular de Liberación. El número de kuomindangistas, por ejemplo, en algunas unidades militares de generales Chen Yi y Liu Bocheng alcanza el 70-80%, al mismo tiempo que los antiguos kuomindangistas no están dispersos entre las unidades de cuadros probados del Ejército Popular de Liberación, pero se mantienen en sus filas casi en la misma forma, en la que fueron capturados». (Informe de Iván Kovalev a Stalin, 24 de diciembre de 1949)
¿Cómo era aquello? «¡Consejos vendo que para mí no tengo!».
Si el lector aun duda de la eficacia real de la «GPP», de la diferencia entre la propaganda maoísta y la cruda realidad, bien puede echar un vistazo a cómo han acabado las «guerras populares» de los maoístas peruanos o nepalíes cuando no han sido asistidos desde el exterior por una superpotencia como la URSS. Véase el capítulo: «Negociaciones para rendir el brazo armado y buscar la inclusión en el régimen» (2017).
Además, si lo desea el lector también puede informarse acerca del programa oportunista de guerrillas como los naxalitas y su inclinación por el terrorismo, lo cual ha encallado a los maoístas hindúes en una situación donde sus simpatizantes presentan de forma surrealista en su propaganda que todo va viento en popa, que simplemente estamos presenciando una «GPP» de más de 50 años de duración, ¡tiempo al tiempo! Véase el capítulo: «Los naxalitas y sus 50 años de «Guerra Popular Prolongada» (2016).
En el siguiente capítulo abordaremos otros temas a nivel histórico donde la LR vuelve a quedar en evidencia por su falta de honestidad». (Equipo de Bitácora (M-L); Sobre la nueva corriente maoísta de moda: los «reconstitucionalistas», 2022)
Anotaciones de Bitácora (M-L):
[*] Nos referimos al capítulo: «La revolución china, el maoísmo y la falsificación de la historia» (2021).
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