«Los mencheviques y bundistas, que lamentablemente fueron apoyados por Trotski, quien no pertenece a ninguna fracción, lucharon con encono contra la inclusión de tales problemas en el temario del Congreso de Londres del POSDR. El ala oportunista de nuestro Partido, así como de otros partidos socialdemócratas, postulaba para el congreso un orden del día «práctico» y «concreto». Huía de los problemas «generales y amplios». Olvidaba que, en definitiva, una amplia política de principios es la única política práctica en realidad. (...) Los mencheviques no hacen crítica socialista de los partidos burgueses, pues calificar de democráticos burgueses a todos los partidos no proletarios de oposición no significa hacer crítica socialista ni mucho menos. Si ustedes no han mostrado los intereses de qué clases y en particular cuáles de los intereses predominantes en ese momento determinan la naturaleza de los distintos partidos y su política, entonces no han aplicado el marxismo en la práctica, han abandonado en la práctica la teoría de la lucha de clases. Entonces la expresión «democrático burgués» no es en boca de ustedes más que una platónica manifestación de respeto al marxismo, puesto que no relacionan su empleo con la identificación de cierto tipa ad liberalismo o democratismo con ciertos intereses egoístas de determinados sectores de la burguesía. (...) En efecto, ¡no es el término «democracia burguesa» lo que asusta a los liberales! Los asusta que se denuncie ante el pueblo a qué intereses materiales de qué clases poseedoras concretamente se reducen sus programas y frases liberales. Esto es lo esencial, y no el término «democracia burguesa». No aplica la doctrina de la lucha de clases quien se protege constantemente –como con el signo de la cruz– con el término «democracia burguesa», sino quien demuestra en los hechos en que se manifiesta concretamente el carácter burgués de un partido determinado. (...) Si el concepto de «democracia burguesa» sólo implica la condena de los extremismos del oportunismo y el revolucionarismo, entonces este concepto rebaja la doctrina marxista al ni el de una adocenada frase liberal. Al liberal no le asusta semejante utilización del concepto, pues, repetimos, no teme a los términos, sino al hecho. Puede aceptar un término que le es desagradable y «huele a marxismo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Actitud hacia los partidos burgueses, 1907)
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