miércoles, 20 de junio de 2018

Contra la vulgarización de la consigna de la autocrítica


«La consigna de autocrítica no puede considerarse algo efímero y de corta duración. La autocrítica es un método particular, el método bolchevique de educación de los cuadros del Partido, y de la clase obrera en general, en el espíritu del desarrollo revolucionario. Marx hablaba ya de la autocrítica como de un método de fortalecimiento de la revolución proletaria. Por lo que se refiere a la autocrítica en nuestro Partido, su comienzo se remonta a la aparición del bolchevismo en nuestro país, a los primeros días del nacimiento del bolchevismo como corriente revolucionaria independiente en el movimiento obrero.

Es sabido que ya en la primavera de 1904, cuando el bolchevismo no constituía aún un partido político independiente y trabajaba con los mencheviques en el seno de un mismo partido socialdemócrata, Lenin llamaba al Partido a ejercer la «autocrítica, poniendo despiadadamente al descubierto sus propias deficiencias». He aquí lo que Lenin decía entonces en su folleto «Un paso adelante, dos pasos atrás»:

«Ellos [es decir, los adversarios de los marxistas- S.] observan con muecas de alegría maligna nuestras discusiones; procurarán, naturalmente, entresacar para sus fines algunos pasajes aislados de mi folleto, consagrado a los defectos y deficiencias de nuestro Partido. Los socialdemócratas rusos están ya lo bastante fogueados en el combate para no dejarse turbar por semejantes alfilerazos y para continuar, pese a ellos, su labor de autocrítica, poniendo despiadadamente al descubierto sus propias deficiencias , que de un modo necesario e inevitable serán enmendadas por el desarrollo del movimiento obrero, ¡Y que prueben los señores adversarios a describimos un cuadro de la situación verdadera de sus «partidos» que se parezca, aunque sea de lejos, al que brindan las actas de nuestro IIº Congreso!». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Un paso adelante, dos pasos atrás, 1904) 

Por eso no tienen ninguna razón los camaradas que piensan que la autocrítica es un fenómeno efímero, una moda pasajera como todas las modas. En realidad, la autocrítica es un arma inalienable y en continua acción del arsenal del bolchevismo, vinculada indisolublemente con la naturaleza misma del bolchevismo, con su espíritu revolucionario.

A veces dicen que la autocrítica es buena para un partido que no está en el Poder aún y «nada tiene que perder», pero que es peligrosa y nociva para un partido que se encuentra ya en el Poder y se halla rodeado de fuerzas enemigas, que pueden aprovechar contra él sus debilidades puestas al desnudo.

Eso es erróneo. ¡Absolutamente erróneo! Al contrario, precisamente porque el bolchevismo ha llegado al Poder, precisamente porque a los bolcheviques pueden subírseles a la cabeza los éxitos de nuestra edificación, precisamente porque los bolcheviques pueden no advertir sus debilidades y, de este modo, facilitar la obra de sus enemigos, la autocrítica es necesaria sobre todo ahora, sobre todo después de la toma del Poder.

La autocrítica persigue el fin de poner al desnudo y eliminar nuestros errores, nuestras debilidades. ¿No es evidente, acaso, que en las condiciones de la dictadura del proletariado la autocrítica sólo puede facilitar la lucha del bolchevismo contra los enemigos de la clase obrera? Lenin tenía en cuenta estas particularidades de la situación después de la toma del Poder por los bolcheviques cuando decía en su folleto «La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo», escrito en abril-mayo de 1920:

«La actitud de un partido político ante sus errores es uno de los criterios más importantes y más seguros para juzgar de la seriedad de ese partido y del cumplimiento efectivo de sus deberes hacia su clase y hacia las masas trabajadoras. Reconocer abiertamente los errores , poner al descubierto sus causas, analizar la situación que los ha engendrado y discutir atentamente los medios de corregirlos: eso es lo que caracteriza a un partido serio; en eso consiste el cumplimiento de sus deberes; eso es educar e instruir a la clase, y después a las masas». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo, 1920)

Lenin tenía mil veces razón cuando decía en el XIº Congreso del Partido, en marzo de 1922:

«El proletariado no teme confesar que en la revolución hay cosas que le han salido maravillosamente y cosas que le han salido mal. Todos los partidos revolucionarios que se han hundido hasta ahora, han corrido esa suerte por haberse dejado llevar del engreimiento, por no haber sabido ver en qué consistía su fuerza, por miedo a hablar de sus debilidades. Pero nosotros no nos hundiremos, porque no tenemos miedo a hablar de nuestras debilidades y aprenderemos a vencerla». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Informe en el XIº Congreso del P.C. (bolchvique) de R., 1922)

La conclusión es una: sin autocrítica no hay educación acertada del Partido, de la clase, de las masas; sin educación acertada del Partido, de la clase, de las masas, no hay bolchevismo». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Contra la vulgarización de la consigna de la autocrítica,  26 de junio de 1928)

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