«El agua duerme, el enemigo no, sentencia nuestro pueblo. Pobres de los que se duermen. Esto no sucederá con los partidos marxista-leninistas y con ninguno de los revolucionarios, si mantienen afilada la espada de la dictadura del proletariado, la lucha de clases, la vigilancia revolucionaria, si continúan sin cesar la lucha contra el imperialismo, contra el revisionismo moderno, contra los reaccionarios internos y externos.
El enemigo de clase es astuto, brutal, por eso debemos ser severos en extremo, implacables y luchar a vida o muerte con él. El enemigo no perdona, por ello nosotros no sólo no debemos darle cuartel, sino liquidarlo desde sus propias raíces. No debemos alimentar ilusiones respecto al enemigo ni hacerle concesiones. Este ha sido y es el principio que ha guiado y guía a nuestro Partido.
La catástrofe que sobrevino en la Unión Soviética, en los países europeos de democracia popular y en numerosos partidos comunistas y obreros del mundo, no se debe consentir en nuestros países y partidos. Y no sólo no se debe consentir jamás, sino que para nosotros es una tarea vital, una gran tarea internacionalista, junto con los demás partidos marxista-leninistas del mundo, con los grupos revolucionarios marxista-leninistas y todos los marxista-leninistas [1], en unidad de pensamiento marxista-leninista, en unidad de acción revolucionaria, a la cabeza de los pueblos, ascender la corriente luchando, invertir la situación en el movimiento comunista internacional, desenmascarar, para después vencer y desbaratar a los revisionistas y a sus patrones imperialistas.
Desde luego, lo sucedido en la Unión Soviética, independientemente de los métodos putchistas y fascistas utilizados por los revisionistas jruschovistas para usurpar el poder, no fue un fenómeno espontáneo, sino preparado por ellos con tiempo. Esto lo demuestra el hecho de que Jruschov y sus principales colaboradores en el putch, han figurado antes de la muerte de Stalin entre los principales dirigentes que actuaban bajo cuerda, preparaban y esperaban el momento apropiado para una acción a escala amplia y abierta. Es un hecho que estos traidores eran conspiradores curtidos con la experiencia de los diversos contrarrevolucionarios rusos, con la experiencia de los anarquistas, los trotskistas, los bujarinistas y conocían además la experiencia de la revolución y del Partido Bolchevique. No hacían nada por la revolución, contrariamente hacían todo lo posible por minar la revolución y el socialismo, escapando a los golpes de la revolución y de la dictadura del proletariado. En una palabra, eran contrarrevolucionarios y actuaban como gente con dos caras. Por un lado cantaban loas al socialismo, a la revolución, al Partido Comunista Bolchevique, a Lenin y a Stalin y, por otro, preparaban la contrarrevolución.
Ante todos nosotros se plantea la pregunta: ¿Por qué no fueron descubiertos y golpeados a tiempo? Descubrir y golpear en el momento preciso es de decisiva importancia para no permitir que el microbio se multiplique y se fortalezca en un cuerpo afectado por la enfermedad. Es imprescindible hacer un diagnóstico exacto para combatir y eliminar la enfermedad y para impedir que reaparezca y constituya nuevamente un peligro.
Nuestro Partido desarrolla desde hace más de 20 años una lucha dura, incesante e indoblegable, contra el revisionismo moderno titista y tiene absolutamente claros el origen, la línea, la estrategia, la táctica y los métodos de lucha de esta agencia de la burguesía y del imperialismo. Nuestro Partido está luchando de manera activa y con todas sus fuerzas contra el revisionismo jruschovista desde que asomó las orejas. En esta lucha ha obtenido una gran experiencia que ha venido a sumarse a la lograda en la lucha contra los titistas.
La línea seguida por Stalin, durante toda su vida y hasta el momento de su muerte, en opinión de nuestro Partido, ha sido una línea correcta marxista-leninista, revolucionaria.
Veamos la cuestión de la lucha de clases. No se puede criticar a Stalin ni en lo más mínimo por una actitud oportunista hacia las potencias capitalistas e imperialistas. Al contrario, desarrolló contra ellas una lucha dura, implacable y diente por diente. Sus obras teóricas y políticas así como la actuación de la Unión Soviética en la arena internacional lo prueban. En caso de que puedan encontrarse en la política de la Unión Soviética durante todo el período de Stalin puntos débiles en la táctica, impuestos por las diversas circunstancias, por los retrocesos tácticos, o por no haber sopesado bien, por falta de datos o de análisis completos, las diversas circunstancias, éstos no constituyen lo principal. Lo principal ha sido correcto. Esta fue una victoria colosal para la Unión Soviética, para el movimiento comunista internacional y para los pueblos que lucharon y luchan contra las potencias imperialistas y el fascismo. A la luz de los acontecimientos actuales aparece aún más claramente que la justeza de esta posición de clase ha sido mérito de Stalin, ya que, después de su muerte, sus colaboradores más cercanos, con los jruschovistas entre ellos, arrastraron por el fango esta bandera.
Veamos en líneas generales la lucha de clases en el interior de la Unión Soviética, después de la Revolución y durante toda la vida de Stalin. En opinión de nuestro Partido, no se observan errores de principio en la línea del Partido Bolchevique en el tiempo de Stalin, aunque en las tácticas, en las formas y en los métodos podemos encontrar errores, que a su vez deben ser juzgados por nosotros en las circunstancias y coyunturas del momento y no con la visión de hoy y la gran experiencia acumulada por nuestros partidos.
Durante toda la vida de Stalin no se puede decir que se melló o ablandó la dictadura del proletariado. Muy al contrario, ésta golpeó política, económica y militarmente de modo implacable al enemigo de clase y lo liquidó sin piedad. Tras el triunfo de la Revolución, tras la toma del poder, después de la intervención y la NEP, las clases explotadoras capitalistas de la ciudad y del campo en la Unión Soviética sufrieron, por decirlo de algún modo, un golpe colosal y radical. Económicamente quedaron, como dice la expresión, en cueros.
Pero no podemos decir que, mientras Stalin vivió, la dictadura del proletariado en la Unión Soviética actuara de manera unilateral únicamente en la liquidación de la fuerza económica de las clases explotadoras y descuidara o relajara la lucha política e ideológica contra ellas. Por el contrario, también la lucha política e ideológica era colosal. Esto lo prueba cabalmente la lucha concreta y diaria de Stalin, del Partido Bolchevique, de todo el pueblo soviético, lo confirman los escritos políticos e ideológicos de Stalin, los documentos y las decisiones del Partido Comunista de la Unión Soviética, lo confirman la prensa y la propaganda masiva de aquel tiempo contra los trotskistas, los bujarinistas, los zinovievistas, los tukachevski y miles de traidores más. A esto no se le puede dar otro nombre que dura lucha de clases política e ideológica, en defensa del socialismo, de la dictadura del proletariado, del partido y de los principios del marxismo-leninismo.
En esto Stalin posee grandes méritos, se comportó como un gran marxista-leninista de principios claros, de gran audacia y serenidad, de madurez y clarividencia propias del revolucionario marxista. Sólo si pensamos en la fuerza que tenía en aquel momento el enemigo exterior e interior de la Unión Soviética, el único país socialista en el mundo, las astucias, la desenfrenada propaganda, las diabólicas tácticas del enemigo, podemos valorar debidamente la correcta actuación de Stalin a la cabeza del Partido Comunista de la Unión Soviética.
¿Ha habido errores, excesos, definiciones a veces no rigurosamente exactas? Seguramente que sí. Ahora podemos analizarlos y valorarlos más correctamente en su contexto, en las circunstancias creadas y las consecuencias que hubiese tenido en aquel momento actuar de forma diferente. Pero lo principal permanece y es correcto. Es difícil criticar a Stalin por violar o no defender los principios leninistas, es difícil o imposible acusarle de manifestaciones oportunistas en la línea, de miopía en la política y la ideología proletarias. La vigilancia revolucionaria de Stalin se aprecia también en los últimos años de su vida. Descubrió y desenmascaró la actividad traidora y revisionista de Tito y del titismo [2]. Esto representa un gran mérito de Stalin.
Antes de morir –y esto ha sido confirmado por el mismo Jruschov– Stalin dijo a los dirigentes soviéticos que tenía miedo de que fueran a arrodillarse ante el imperialismo. Y así sucedió. ¿Fue esto falta de vigilancia por parte de Stalin? ¿Se trata de una expresión casual o de una conclusión, una reflexión profunda de un gran revolucionario que veía lejos y ponía al corriente al partido y al pueblo para que tuviesen los ojos abiertos, para que fuesen vigilantes e hicieran frente a los peligros que podían amenazarles en el futuro? Esta última conclusión es la verdad para nuestro Partido.
Entonces si las cosas son así, se plantea la pregunta, ¿por qué el Partido Comunista Bolchevique y el pueblo soviético permitieron a los revisionistas tomar el poder?
La toma del poder desde dentro por parte de los revisionistas modernos soviéticos, sin armas ni violencia, por así decirlo, es un fenómeno nuevo. De hecho Stalin, pensamos nosotros, no había previsto esto, particularmente para la Unión Soviética. El jamás menospreció la agresividad de los elementos de las clases explotadoras que cuanto más se aproximan a su tumba, más brutalmente combaten al socialismo y a la dictadura del proletariado, pero, en la situación en la que se encontraban estos restos, opinamos que Stalin, juzgando sólida la situación interna, valoraba, y no sin razón, que era el imperialismo exterior el aliado que podía resucitarlos.
Stalin puso el acento en el peligro exterior, y podemos decir que no previó en toda su amplitud la peligrosidad de los elementos revisionistas, que, por diversas circunstancias subjetivas y objetivas, podían surgir en el interior del partido y del Estado socialista, y de manera gradual, intencionadamente o no, de manera consciente o no, con un plan organizado o sin él, se transformaran en una corriente antimarxista particularmente en el seno del Partido Comunista de la Unión Soviética y en la misma Unión Soviética. Tenía la convicción de que si surgía una actividad hostil al partido, en el interior de éste, podía desarrollarse, organizarse en sus formas ordinarias, pero tenía asimismo gran confianza en que sería golpeada y liquidada en las formas normales y con los métodos con que fueron desenmascaradas y liquidadas todas las demás. El hecho es que esta vez, con los revisionistas modernos, no sucedió como habitualmente con la actividad antipartido.
Sin embargo la actuación del Partido Comunista Yugoslavo y del grupo titista, Stalin la vio con más perspicacia y llegó a conclusiones correctas. Esto lo testimonian las cartas dirigidas a Tito y los documentos del Kominform, documentos que revisten una gran importancia y que cuando los leemos, particularmente hoy, podemos juzgar aún mejor cuán justos han sido los puntos de vista de clase de Stalin.
Los cabecillas revisionistas jruschovistas escondían muy bien los pies, actuando encubiertos con la bandera roja de Stalin.
Nosotros pensamos que han existido contradicciones, han existido fricciones en la dirección de la Unión Soviética y no podemos aceptar la absurda tesis de los jruschovistas de que ningún dirigente podía abrir la boca para manifestar su opinión porque temía a Stalin. Por lo que hemos llegado a saber, Stalin incluso calificó a Jruschov de populista, criticó a Voroshillov, e hizo lo mismo con Molotov y otros. Así pues, por un lado debemos concluir que Stalin no era un miope político, y por otro, que no siempre utilizaba la bala y el terror, como pretenden los enemigos, sino por el contrario la persuasión y la confrontación de opiniones.
Independientemente de que no conocemos los documentos internos que determinan muchas cosas, es un hecho que Stalin no detectó la peligrosidad de los traidores Jruschov, Mikoyán y otros, y la Gran Guerra Patria desempeñó un gran papel en esta cuestión. Si podemos culpar a Stalin de algo es de que en los años de la postguerra, y particularmente en los últimos de su vida, no percibió que el pulso de su partido no latía como antes, que el partido había perdido y perdía su ímpetu revolucionario, se había esclerotizado y, a pesar de los heroísmos de la Gran Guerra Patria, no se restableció debidamente, de lo que se aprovecharon los traidores jruschovistas. Aquí, pienso yo, y creo no equivocarme, debemos buscar el origen del drama ocurrido en la Unión Soviética.
La edificación del socialismo en la Unión Soviética y la lucha contra el enemigo exterior, al igual que contra el interior, se desarrolló con un elevado espíritu revolucionario por parte del Partido Comunista de la Unión Soviética y de Stalin que lo dirigía. Los golpes implacables y justos contra los trotskistas, los bujarinistas y otros, eran la conclusión lógica de esta gran lucha de clases.
Toda esta lucha compleja y multilateral elevó la justa autoridad de Stalin y del Comité Central del Partido Comunista Bolchevique de la Unión Soviética. Esto fue positivo, pero con los métodos y las formas de trabajo que se utilizaron en la orientación del partido, se llegó a un resultado contrario.
Si se hace un análisis detallado de las directrices políticas, ideológicas y organizativas de Stalin para la dirección y la organización del partido, para la lucha y el trabajo, en general no se encontrarán errores de principio, pero veremos que el partido se burocratizó paulatinamente, quedó envuelto en el trabajo rutinario y el peligroso formalismo que constriñen al partido, que sofocan su espíritu e ímpetu revolucionarios. El partido se cubría de una pesada herrumbre, de una apatía política, pensando erróneamente que sólo la cabeza, sólo la dirección actúa y lo soluciona todo. Fue una concepción semejante en el trabajo la que condujo a la situación en que por todos los lados y para todo se dijera: «esto lo sabe la dirección», «el Comité Central lo sabe todo», «el Comité Central no se equivoca», «esto lo ha dicho Stalin y se acabó». Muchas cosas podía no haberlas dicho Stalin, pero se decían en su nombre. Los aparatos y los funcionarios se convirtieron en «omnipotentes», en «infalibles» y actuaban de modo burocrático bajo las fórmulas del centralismo democrático, de la crítica y la autocrítica bolcheviques, que ya no eran bolcheviques. No hay duda de que fue así como el Partido Bolchevique perdió su vitalidad anterior, vivía con fórmulas correctas, pero que no eran más que fórmulas; obedecía pero no actuaba por sí mismo.
En estas condiciones las medidas administrativas burocráticas comenzaron a prevalecer sobre las revolucionarias. Las correctas medidas revolucionarias adoptadas contra los enemigos de clase, con estos métodos y formas burocráticas de trabajo, en lugar de tener el efecto debido producían el contrario y fueron utilizadas por los burócratas para crear el miedo en el partido y entre el pueblo. La vigilancia revolucionaria ya no era operante, porque había dejado de ser revolucionaria, independientemente de que fuera pregonada como tal. De ser una vigilancia de partido y de las masas se estaba transformando en una vigilancia del aparato burocrático y se transformaba de hecho, si no en su totalidad, sí desde el punto de vista de las formas, en una vigilancia de las fuerzas de seguridad y de los tribunales.
Es comprensible que en estas condiciones, en el Partido Comunista de la Unión Soviética echaran raíces y se ampliaran entre los comunistas y en la conciencia de muchos de ellos sentimientos y puntos de vista no proletarios, no de clase. Se desarrollaban el arribismo, el servilismo, la charlatanería, el favoritismo, la moral antiproletaria, etc., que corroían al partido desde dentro, sofocaban el espíritu de la lucha de clase y de los sacrificios y estimulaban la búsqueda de una vida «buena», cómoda, con privilegios, con beneficios personales, con el menor trabajo y esfuerzos posible. «Trabajamos, luchamos y vencimos para este Estado socialista, ahora disfrutemos y aprovechémonos, somos intocables, el pasado nos lo justifica todo», esta mentalidad burguesa y pequeñoburguesa se estaba creando y representaba un gran peligro el hecho de que estaba afectando también a los viejos cuadros del partido con un pasado bueno y de origen proletario, quienes debían ser ejemplo de pureza para los demás. Muchos de los que sabían utilizar bien las palabras, las frases revolucionarias, las fórmulas teóricas de Lenin y de Stalin, que cosechaban los laureles del trabajo de los demás y daban y estimulaban el mal ejemplo, estaban situados en la dirección, en los aparatos. Se estaba creando en el Partido Comunista de la URSS una aristocracia obrera de cuadros burócratas.
Este proceso de degeneración se desarrollaba desgraciadamente bajo las consignas «alegres» y «prometedoras» de que «todo va bien, normalmente, dentro de las normas y las leyes del partido», que de hecho estaban siendo violadas, bajo las consignas de que la «lucha de clases continúa y es llevada a cabo», «se mantiene el centralismo democrático», «la crítica y la auto crítica continúan como antes», «existe una unidad férrea en el partido», «ya no hay elementos fraccionalistas y antipartido», «ya pasó el tiempo de los grupos trotskistas, bujarinistas», etc., etc. Este deformado concepto de la situación, y aquí reside la esencia del drama y el error fatal, era considerado incluso por los elementos revolucionarios como una realidad normal en general, por tanto se pensaba que no había razón para alarmarse, porque los enemigos, los ladrones, los que infringían la moral eran condenados por los tribunales, los militantes indignos eran expulsados del partido como siempre, y como siempre ingresaban otros nuevos, los planes se cumplían, aunque había también de los que no se cumplían, la gente era criticada, condenada, elogiada, etc. La vida, según ellos, seguía su curso normal y a Stalin se le informaba que «todo marcha normalmente». Estamos convencidos de que Stalin, como gran revolucionario que era, si hubiese conocido realmente esta situación en el partido, hubiese dado un golpe demoledor a este espíritu enfermizo, y el partido y el pueblo soviético se habrían puesto todos en pie, porque con razón tenían gran confianza en Stalin.
Pero si no dio Stalin este golpe ¿será porque conciliaba con esta situación enferma, porque se equivocaba política e ideológicamente en los principios? ¡De ninguna manera! Nosotros pensamos que en esto debe defenderse a Stalin hasta el fin. Stalin puede ser criticado porque en los últimos años de su vida debilitó los vínculos con las masas del partido y del pueblo, pero esto sucedió sólo físicamente y nunca ideológica y políticamente. Tenía confianza en los cuadros, pero no se puede decir que sólo tuviera confianza en ellos y que no la tuviera o la hubiera perdido en la gente sencilla, en las masas del partido y del pueblo.
Los aparatos no sólo no informaban correctamente a Stalin, y deformaban de forma burocrática sus justas directrices, sino que habían creado también una situación entre el pueblo y en el partido, que incluso cuando Stalin, en la medida en que se lo permitía su edad y su salud, iba junto a las masas del partido y del pueblo, éstas no le informaban de las deficiencias y los errores que se daban, porque los aparatos habían inculcado en la gente la concepción de que «no debemos molestar a Stalin».
En cuanto al llamado culto a la personalidad de Stalin, los traidores jruschovistas lo extendieron de forma intencionada para utilizarlo ampliamente contra el marxismo-leninismo, tal como sucedió. Nosotros pensamos que Stalin, por su obra y su lucha, fue un gran marxista. Era un hombre sencillo y no tenía necesidad de que la prensa y la propaganda soviéticas le exaltasen de aquel modo mientras vivía. En cuanto a esta cuestión pensamos que Stalin, personalmente, no adoptó medidas severas que equilibraran de manera marxista-leninista y liquidaran los numerosos aspectos negativos y peligrosos de esta propaganda, que puede encerrar y como los hechos demostraron, encerraba graves peligros, porque tras la desequilibrada propaganda a Stalin se escondían también los enemigos y traidores como Jruschov y Cía., que gritaban más que nadie y ocultaban su complot tras esta máscara. Después de la muerte de Stalin se vio claramente cómo estos traidores utilizaron esta desenfrenada propaganda, no sólo contra Stalin, no sólo contra la Unión Soviética, sino también contra el marxismo-leninismo a escala internacional.
No debemos hacer responsable a Stalin de las culpas y errores de los que no es autor, que no ha querido que se hicieran y que si los hubiese detectado, los habría golpeado implacablemente como revolucionario que era. Por tanto, las graves culpas recaen sobre muchos otros, grandes y pequeños, y también sobre el Partido Comunista de la Unión Soviética en su conjunto, porque no supo luchar y reaccionar enérgicamente y de forma revolucionaria, sobre la base de la teoría marxista-leninista militante, contra las deformaciones burocráticas, lo que condujo a deformaciones ideológicas y políticas, a la creación de la corriente de los revisionistas modernos, quienes tomaron el poder desde dentro, esperando el momento oportuno, la muerte de Stalin.
Mikoyán nos ha afirmado que en una ocasión habían decidido atentar contra la vida de Stalin, asesinarle, pero luego desistieron. Esto no prueba únicamente los objetivos criminales de estos bandidos, sino también que, cuando resolvieron asesinar a Stalin, debían estar en peligro de ser descubiertos. Si hubiesen llevado a cabo este atentado, con seguridad habrían fracasado, se habrían destruido a sí mismos, porque todo el partido y el pueblo les habrían despedazado. Según parece, aguantaron un poco más. Así pues, este grupo de conspiradores putchistas y traidores conocían la situación en el partido, conocían a los cuadros, sus deficiencias y debilidades, calladamente habían colocado en posiciones clave a los suyos y habían preparado con tiempo su táctica y su estrategia. Y tiene gran importancia analizar esto.
Molotov y sus compañeros eran viejos revolucionarios, comunistas honestos, pero eran representantes típicos de la rutina burocrática, de la «legalidad» burocrática y, cuando intentaron tibiamente utilizarla contra el evidente complot de los jruschovistas [3], el asunto había terminado ya. La burocracia y la «legalidad» burocrática fueron utilizadas por los traidores, quienes cubrieron el complot palaciego con esta «legalidad» y maniobraron a través de su red y de toda la capa de burócratas de origen proletario, y no de origen kulak o capitalista, feudal, para tomar en sus manos las riendas del partido y de los órganos del poder.
Tras la muerte de Stalin los complotadores jruschovistas maniobraron muy bien con esta «legalidad», con las «reglas del partido», con el «centralismo democrático», con sus lágrimas de cocodrilo por la pérdida de Stalin, preparando paso a paso el torpedeo de su obra, de su persona, del marxismo-leninismo, hasta coronar todo esto en el XXº Congreso del PCUS de 1956 y en las llamas del fuego que quemó el cuerpo de Stalin. Este es un período lleno de enseñanzas para nosotros los marxista-leninistas porque señala la bancarrota de la «legalidad» burocrática, que constituye un gran peligro para un partido marxista-leninista, porque pone al descubierto los métodos que utilizan los revisionistas para beneficiarse ellos mismos de esa «legalidad» burocrática, porque pone de relieve cómo dirigentes honestos y experimentados, pero que han perdido el espíritu revolucionario de la clase, caen en las trampas de los intrigantes y ceden, retroceden ante los chantajes, la demagogia de los revisionistas traidores enmascarados tras la fraseología revolucionaria.
En este período transitorio de consolidación de su poder, vimos cómo los jruschovistas, alardeando con gran escándalo de que actuaban con «gran espíritu de partido», «liberados de la angustia por el miedo a Stalin», «con formas verdaderamente democráticas y leninistas», trabajaron activamente para organizar las calumnias más monstruosas que únicamente la burguesía había podido lanzar contra la Unión Soviética y Stalin. Toda esta campaña de calumnias apoyaba y pretendía confirmar con documentos supuestamente legales las calumnias de muchos años de los capitalistas contra el marxismo-leninismo. Los jruschovistas utilizaron todo, rebuscaron en los archivos, en los documentes, en las actas de una actividad de décadas, de donde extrajeron opiniones y frases aisladas, que citaron para interpretar a su antojo las tácticas utilizadas, etc. Fueron utilizadas incluso anécdotas, sucesos de la vida personal de la gente, en una palabra, métodos típicos de una actividad trotskista. Y toda esa labor se desarrolló para atacar la correcta estrategia revolucionaria de Stalin, para atacar y minar las normas leninistas, para atacar la ideología marxista-leninista con métodos seudolegales, para desacreditar a Stalin y al socialismo en la Unión Soviética y en el mundo.
La continuación y desarrollo de la actividad traidora de los revisionistas jruschovistas son conocidos. Se han adueñado del Partido Comunista de la Unión Soviética y disponen del apoyo de una amplia capa de miembros del partido que se han burocratizado, que se han transformado y se transforman sistemáticamente en nuevos burgueses. Los restos de las clases explotadoras capitalistas de la Unión Soviética no lograron golpear a la dictadura del proletariado, por ser impotentes y estar desbaratados, pero la ausencia de vigilancia revolucionaria, el marchitamiento de la lucha de clases dentro y fuera del partido, el relajamiento del espíritu revolucionario para todo, la falta de un trabajo político e ideológico profundo, masivo, revolucionario, la burocratización del partido, hicieron que una capa entera de éste perdiese por completo los rasgos del proletariado, del revolucionario, que se aburguesara, crease sus cuadros en el partido y en el estado y tomase el poder en sus manos. Lo que no pudieron hacer los restos de las clases explotadoras, lo hicieron ellos y, ahora, en esta legalidad revisionista vigente, se lleva a cabo su fusión de clase contra la revolución, contra el marxismo-leninismo, contra el socialismo.
A pesar de que en los demás países dominados por los revisionistas modernos se utilizaron los mismos métodos y se persiguieron los mismos objetivos y de que los jruschovistas les ayudaron con todos los medios para que tomasen el poder, para nosotros los marxista-leninistas reviste interés estudiar la estrategia y las tácticas que utilizaron los traidores al marxismo-leninismo y el papel específico que desempeñaron las clases burguesas capitalistas en cada uno de esos países. ¿Por qué? Porque existen acentuadas diferencias en este sentido, existen diferencias en el desarrollo de la lucha de clases, en la intensidad de la lucha de liberación nacional, en el papel de los partidos en esta lucha, en su línea en la lucha por lograr la victoria, por la liberación del país, por la toma del poder, por la organización de éste y la consolidación de la democracia popular. Todo este proceso no se desarrolló de idéntica forma en todas partes. Ha tenido un desarrollo diferente en diferentes países». (Enver Hoxha; Nuestro Partido desarrollará como siempre con consecuencia, audacia y madurez la lucha de clases; De una conversación con Chou En-Lai [4], 24 de junio de 1966)
Anotaciones de la edición:
[1] Los partidos y los grupos marxista-leninistas cifraron grandes esperanzas en el respaldo del Partido y de la RP Chinos en tanto que «gran partido marxista-leninista» y «gran país socialista». Pero quedaron defraudados. Respecto a esto el camarada Enver Hoxha, dirigiéndose a una delegación china, recalcaba:
«Opinamos que es en primer lugar a su gran partido y a nuestro Partido, a quienes corresponde dar los primeros pasos para concretar lazos más fuertes, más eficaces con todo el movimiento marxista-leninista mundial, a fin de templar aún más nuestra unidad marxista-leninista y reforzar nuestras acciones comunes contra nuestros enemigos comunes». (Enver Hoxha; Son nuestros partidos quienes deben concretar los lazos con el movimiento marxista-leninista; Reflexiones sobre China, Tomo I, 28 de octubre de 1966)
Keng Piao, entonces director del departamento de relaciones con el exterior del CC del PC de China, en 1973, en una conversación con camaradas de nuestro Partido señaló:
«China no aprueba la creación de los partidos marxista-leninistas ni desea que los representantes de estos partidos vengan a China. Su llegada nos crea problemas, ha señalado, pero qué vamos a hacer, no podemos expulsarlos. Los aceptamos al igual que hacemos con los representantes de los partidos burgueses». (Archivos Centrales del Partido del Trabajo de Albania; Extracto de la conversación de Keng Piao con camaradas de nuestro partido en Pekín, 16 de abril de 1973)
Véase: Enver Hoxha. «El Imperialismo y la Revolución», de 1978.
[2] Alusión a los puntos de vista erróneos de los chinos hacia el titismo y Stalin, expresados al camarada Enver Hoxha por el propio Mao Zedong en Pekín en 1956 durante los trabajos del VIIIº Congreso del PC de China.
Véase: Enver Hoxha. «Los Jruschovistas (Memorias)», págs. 255-258, Tirana, 1980, ed. en español.
[3] Véase: Enver Hoxha. «Los Jruschovistas (Memorias)». págs. 31, 198; Tirana, 1980, ed. en español.
[1] Visitó Albania del 24 al 28 de junio de 1966.
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