viernes, 1 de septiembre de 2017

El apoyo del PCE(r) a aventurerismo terrorista de las RAF; Equipo de Bitácora (M-L), 2017


«Precisamente, la RAF en Alemania declaraba sentirse inspirada en los Tupamaros como los GRAPO. Pese a las leves divergencias entre los dos grupos europeos siempre mantuvieron grandes relaciones, y como los GRAPO reconocían, era un grupo con el que se sentían identificados. ¡Faltaría más!:

«¿Qué tipo de relaciones mantienen con otras organizaciones europeas como el IRA o la RAF de Alemania?

Bueno, los medios de comunicación han estado especulando durante estos años sobre las supuestas relaciones de los GRAPO con otras organizaciones revolucionarias de Europa. ¿Qué podemos decir sobre estas especulaciones? Con el IRA no mantenemos ningún tipo de relaciones, aunque comprendemos y apoyamos su justa lucha nacional. ¿Con la RAF y otras organizaciones antifascistas e internacionalistas? pues que nos sentimos mucho más identificados, no hay por qué negarlo». (Entrevista a miembros de los GRAPO, 1990)

La RAF fue otro grupo denunciado por los marxista-leninistas alemanes por cometer las mismas desviaciones típicas de «bandas armadas»:

«Como comenzó todo esto es bien conocido. En la Alemania Occidental de 1972 querían comenzar la lucha armada, fiel a sus modelos a seguir: «Mao, Fidel, Giáp, Marighella», siendo la mayoría de ellos intelectuales provenientes en su mayoría del movimiento estudiantil revolucionario de finales de los años 60 que albergaban un odio justificado al imperialismo, los crímenes de guerra del imperialismo estadounidense en Vietnam y la dominación brutal del capitalismo. Se veían a sí mismos como una élite revolucionaria, que propagaba la guerrilla urbana según el modelo de América Latina –en ausencia de una situación revolucionario y negando estar bajo dirección de un partido marxista-leninista– por lo que estaban fracasando antes de empezar a luchar. Esto no dice nada de su valentía personal, de su compromiso revolucionario pero sí de su juicio político. (...) Desde el principio, el partido –contrariamente a lo que a propósito mentirosamente ha difundido la prensa de Alemania Occidental– se ha distanciado de la RAF, por sus llamadas teorías: del uso del terrorismo expresado en intentos de asesinatos políticos sin conexión, de forma ajena con la lucha revolucionaria de las masas; de su blanquismo, que espera que la abolición para la humanidad de la esclavitud asalariada con la lucha de clase del proletariado es a través de la conspiración de una pequeña minoría de intelectuales; de su teoría del «impulso externo», la pequeña rueda de intelectuales revolucionarios que impulsa a la rueda grande, la clase obrera, para que funcione el engranaje; que establece que la clase obrera y los demás trabajadores, ya que son incapaces de elevarse a la lucha revolucionaria deben ser estimulados a través de acciones espectaculares; de su negación de la necesidad del partido marxista-leninista de vanguardia del proletariado y otras teorías oportunistas más. (…) El límite entre un revolucionario pequeño burgués y un contrarrevolucionario pequeño burgués obviamente se alcanza, cuando sus acciones, sus ataques, su terror, se vuelven contra el pueblo. (...) La historia de la RAF es un ejemplo clásico de la desesperanza de terrorismo pequeño burgués, como su principio revolucionario acaba en acciones contrarrevolucionarias». (Equipo de Bitácora (M-L); Recopilación de citas de Ernst Aust sobre la cuestión alemana y sobre el revisionismo alemán, 15 de enero de 2016)

¿Por qué teorías se caracterizaban las RAF? Sabemos que tenían una visión tercermundista de la lucha internacional. Una de las organizaciones maoístas españolas, que admiran a las RAF, reconoce:

«La RAF tiene claro que el frente de batalla está entre las metrópolis y las periferias, entre los países imperialistas y los países imperializados –el llamado Tercer mundo–. En su concepción, son los habitantes de las periferias y no los de los centros quienes están llamados a llevar a cabo la revolución proletaria mundial y a terminar con el sistema de intercambio imperialista saqueador de plusvalía. Los combatientes de la RAF se ven a sí mismos únicamente como partisanos «que operan tras las líneas enemigas». (Iniciativa Comunista; La fracción del Ejército Rojo, 2016)

¿Y en qué capa de la sociedad fijaba sus esperanzas como vanguardia de la revolución? En un alegato maoísta de la época de la «Revolución Cultural», decían:

«En la República Federal y Berlín Occidental, corresponde al movimiento estudiantil: su lucha en las calles, sus incendios, su uso de la violencia, su entusiasmo, también, por lo tanto, sus exageraciones y su ignorancia, en definitiva: su praxis, reconstruir el marxismo-leninismo como teoría política, al menos en la conciencia de la intelectualidad, sin la cual no se pueden aprehender los hechos políticos, económicos e ideológicos y el modo en que aparecen, sin la cual no se pueden describir sus conexiones internas y externas». (Fracción del Ejército Rojo (RAF); Concepción de la guerrilla urbana, 1971)

Negaban así el papel predominante del proletariado en nuestra época. Suponemos que los admiradores de las RAF están en conocimiento de que estos intelectuales, pequeño burgueses y lumpens eran seguidores de una de las corrientes revisionistas del momento como era la Escuela de Frankfurt, conocidos por su negación de las leyes objetivas y de la previsión científica de cualquier fenómeno. La RAF también eran afines a tesis como las de Herbert Marcuse que negaban el proletariado en pro del estudiantado, pero quizás todo esto era un «detalle» sin más relevancia, como el hecho de que tomasen el foquismo, el guevarismo urbano de Marighella o el guerrillerismo espotaneista de Débray como estrategia militar a seguir. Honestamente, a la mayoría de seguidores de la RAF parece importarles muy poco todo esto, puesto que: «¡Al menos pegaban tiros, al menos hacen algo! ¿Al menos no son pacifistas verdad?». Ese es la máxima línea de defensa de estos pobres diablos. Un argumento tan viejo como inútil:

«2) El hecho de tomar las armas como sabemos no significa ser representante de la clase obrera, marxista-leninista, ni siquiera revolucionario. Pero la teoría de que al ser marxista-leninistas o al menos verdaderos revolucionarios hay que perdonar ciertas desviaciones del proceso, como dando a entender que «es lo mejor que hay», es lo más patético que puede escucharse, es la teoría del «mal menor». Los verdaderos marxista-leninistas no hacemos «la vista gorda» cuando vemos que un camarada o un partido hermano incurre en un error, no aludimos a su carácter marxista-leninista para pasarle uno, dos o más errores, al revés el perdonar o ser condescendientes con las desviaciones es lo que podría hacer perder el carácter revolucionario y marxista-leninista a nuestro camarada o partido hermano, por lo que jamás transigimos con ello, lo criticamos con educación y paciencia. Del mismo modo el internacionalismo proletario está reñido con el sentimentalismo, el compadrazgo, él no permite sino que presupone la crítica a todas las variantes antimarxistas del panorama internacional, usen las armas o no;

3) Sobre la acusación de que señalar las desviaciones antimarxistas de un movimiento político que se reivindica como marxista es caer en el teoricismo, el doctrinarismo y que no ayuda a nada, es un despropósito. De lo que se deberían preocupar estos elementos es de tener el suficiente nivel ideológico como para saber discernir si las críticas emitidas tienen algo de sentido, ya que de ser ciertas, el movimiento político que está siendo criticado está usando la bandera de una doctrina a la que está ensuciando. De hecho, de lo que adolece el movimiento marxista-leninista de hoy en día es de verdaderos teóricos que analicen los movimientos locales e internacionales, históricos o presentes, pues la inoperancia predomina por doquier, y lo que prima es el seguidismo y el sentimentalismo, que muchas veces conduce a apoyar a grupos y figuras antimarxistas. Además, los conocimientos teóricos son necesarios para que en la práctica de la estrategia militar de toma de poder no se caiga en desviaciones como el aventurismo o el terrorismo, o para que una organización armada que llegue al poder no sea usurpada por elementos oportunistas debido al bajo nivel teórico y que usen la victoria militar para implantar un régimen capitalista-revisionista. Hay que empezar a considerar de una vez por todas el marxismo-leninismo como una ciencia, y como dijeron los clásicos, respetarla estudiándola concienzudamente». (Equipo de Bitácora (M-L)Una reflexión necesaria sobre las FARC-EP, los acuerdos de paz y la historia de las guerrillas en Colombia, 2016) 

Entre las RAF también eran famosos por figuras como el guevarista-maoísta Ulrike Meinhof, conocida por sus comentarios antistalinistas que le hacían el juego a la URSS socialimperialista a la que apoyaban:

«Lo poquísimo que habían conseguido los intentos stalinistas de politización mediante la agitación y la propaganda. La ingenuidad con la cual se hablaba antes de la invasión de un socialismo democrático de nuevo tipo, de compromiso con la Iglesia, de política antiimperialista, de una nueva formulación del marxismo, sin decir material y exactamente en qué pensaba (...) Es probablemente un producto de la despolitización masiva por obra de la política stalinista». (Ulrike Meinhof; Der Schock muß aufgearbeitet werden; Publicado en «Konkret», 10/1968)

¿Que opinara el castro-maoísta de Hasél cuando se entere de estas declaraciones de su musa? Callará o desviará el tema como acostumbra cuando le dejan en evidencia.

¿Quién era el culpable de la degeneración del Partido Comunista Checoslovaco y la invasión socialimperialista de la Unión Soviética de Brézhnev, y sus satélites, de 1968? ¡Por supuesto de Stalin que había fallecido en 1953! Esta crítica en realidad se nota de lejos que es una reproducción de la que hicieron en su momento los autores de la Escuela de Frankfurt, que acusaban a los regímenes capitalistas como socialistas de poner la técnica por delante de los ideales, de obsesionarse con los fines sin preguntarse si los medios son lícitos, de no prestar atención a la educación en valores humanistas, o de dar una educación en pro del pragmatismo. Por supuesto, eso evidencia que «no conocían nada» de la teoría marxista sobre cómo concibe este la cultura, el trabajo, el humanismo, y demás cuestiones en las cuales el marxismo está muy lejos de un frio pensamiento insensible, de un modelo de sociedad de productores autómatas sin ideales e intereses, precisamente al socialismo no le beneficia ese tipo de modelo con ese tipo de personas porque unos trabajadores sin inclinaciones e intereses, sin cultura, sin la vigilancia revolucionaria no pueden sostener el democratismo proletario, es presa fácil de la influencia ideológica de la vieja sociedad y de la presión ideológica del exterior. 

En la URSS de Stalin, que es la figura que más demoniza esta pandilla de demagogos, se hizo hincapié en conocer de forma profunda los fundamentos de la economía más allá de superficialidades para que la propiedad colectiva no sufra robos ni sea usurpada. Instó a que los productores se implicaran en la vida política y pusieran en su sitio a los burócratas, a que se los criticase y se condenara su mala gestión y se votara en su contra incluso si eran miembros del partido comunista. Exhortó a condenar la vanidad y el intelectualismo teniendo paciencia con la gente que no sabía emitir una crítica completa e implacable por miedo, ausencia de conocimiento o falta de costumbre, aclarando que debe rescatarse la esencia positiva de la crítica camaraderil, y animarlos a que siga hablando y señalando errores por el bien de todos. 

Otro caso que demuestra ese carácter del marxismo-leninismo es el de Albania; en esta experiencia socialista sus líderes comunistas se interesaban por la cuestión medioambiental desde la óptica marxista, pero también de la necesidad de eliminar el formalismo y el compadrazgo en las reuniones y tomas de decisiones, de acabar con la herencia patriarcal o el misticismo religioso, amortiguar la desigualdad entre las diferentes regiones del país, entre el campo y ciudad, de promover que el intelectual y el gobernante no se quedasen anquilosados en sus tareas y ayudasen en labores de la producción físicas durante al menos una temporada una vez al año, había una preocupación y se actuaba en consecuencia para no caer en la desproporcionada diferencia entre salarios que crease una capa de privilegiados separados del resto, donde se fustigaba el desinterés y el espíritu de delegar en terceros las cuestiones políticas que te incumben a ti y tú familia; reminiscencias heredadas de la sociedad anterior. Esto demuestra que lo que han propagado los intelectuales pseudomarxistas de estas escuelas aburguesadas no tiene nada que ver con la realidad.

Otra cosa muy diferente es lo que ocurría en los países revisionistas-capitalistas donde la propiedad sobre los medios de producción fue establecida o restablecida, donde las diferencias salariales y de clase se ahondaban, donde la diferencia entre trabajo físico e intelectual se ampliaban, donde el burocratismo abarcaba todo el sistema, en cuya cultura el egoísmo, la avaricia, el indiferentismo, el idealismo religioso, la cultura decadente y las drogas se propagaban como la peste, en especial entre la juventud. Muchos de los autores de la Escuela de Frankfurt al evaluar la URSS no hacen diferencia entre la época de Lenin y Stalin, y la época de Jruschov y Brézhnev, ni sus sucesores lo hacen a la hora de evaluar la Albania de Enver Hoxha a la etapa final con Ramiz Alia, no ven un cambio cualitativo de un periodo a otro, sino que lo tratan como un todo uniforme, algo que precisamente hace casi cualquier historiador burgués para endosar errores de la etapa revisionista-capitalista a la etapa socialista, esa es una de las razones por las que sus críticas son desechables desde ese momento y por completo.

¿A qué nos recuerdan estas declaraciones de Ulrike? ¿Y las declaraciones de la banda trotsko-guevaristas del MIR de Chile?

«Nació en pleno periodo stalinista, cuando las libertades se hacían aparecer como antagónicas con el socialismo, cuando se reducía el socialismo a la planificación de la economía y al aumento de la producción en toneladas de acero, cuando ejercía el poder una capa de funcionarios y militares, la burocracia y no la clase obrera y el campesinado». (MIR; El MIR y los sucesos en Checoslovaquia, 1968)

¿No nos suena estas palabras a Mao Zedong, a Jruschov, a Tito?

¿Era acaso esto verdad? ¿Los «stalinistas» checoslovacos no proporcionaron una formación ideológica a su partido y su población? Tal parece que estos zopencos no han leído ningún texto de los «stalinistas» de la época como Klement Gottwald, Josef Horn, Alexej Čepička o Václav Kopecký para permitirse afirmar esas barbaridades, ni mucho menos los materiales del Partido Comunista de Checoslovaquia (PCCh) de aquel momento. ¿No será más bien culpa de los antistalinistas como Gustáv Husák, Ludvík Svoboda que habían sido expulsados o degradados del partido y luego readmitidos por los jruschovistas checoslovacos tras la muerte de Gottwald? ¿No fueron los jruschovistas los que eliminaron cualquier línea de demarcación entre sus teorías políticas, económicas y culturales revisionistas con las de la socialdemocracia?

A los maoístas, trotskistas, anarquistas, castro-guevaristas eso les da igual, la culpa siempre será de Stalin, para nosotros mejor, pues traza una línea objetiva entre marxista-leninistas de los farsantes:

«A pesar de todas las disputas y desacuerdos los revisionistas de distintas especies coinciden en desacreditar y calumniar a Stalin, desde los soviéticos, eurocomunistas, titoistas, maoístas, trotskistas, anarquistas, espontaneistas, etc. Encontramos en ello aquí un frente común con los imperialistas, los fascistas y la reacción mundial. En este sentido, la actitud en torno a Stalin es una cuestión fundamental, un criterio, una línea de demarcación que separa a los verdaderos marxista-leninistas de los revisionistas y oportunistas de todos los matices, los verdaderos revolucionarios de los contrarrevolucionarios. Si defendemos a Stalin, defendemos al marxismo-leninismo, las tradiciones revolucionarias del Octubre Rojo de 1917 y la experiencia del primer Estado socialista fundado por Lenin y Stalin de hace 30 años. Nuestro compromiso con el Camarada Stalin no debe ser sólo un servicio de palabra. Honremos mejor a Stalin, aprendiendo de él. Aprendiendo de sus ricas experiencias sobre la lucha de clases, su espíritu revolucionario de lucha, su compromiso marxista-leninista, sus métodos de trabajo, etc. Adquiramos su capacidad de mirar al marxismo-leninismo no como dogma sino como guía de acción». (Equipo de Bitácora (M-L); Recopilación de citas de Ernst Aust sobre la cuestión alemana y sobre el revisionismo alemán, 2016)

Pasemos al siguiente punto». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos políticos oportunistas del PCE (r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 2017)

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