sábado, 11 de julio de 2015

La mentira del «comercio justo y solidario», el «nuevo orden económico», el «reparto de las riquezas», y otros cuentos del ALBA

 XII Cumbre de los países del ALBA-TCP de 2013, en la imagen Nicolás Maduro, Evo Morales, Rafael Correa y Daniel Ortega

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9) Se ha demostrado la simple confianza de los gobiernos burgueses latinoamericanos de todo tipo –liberales, neoliberales, reformistas, revisionistas, etcétera– en la institucionalidad burguesa doméstica e internacional para impulsar la coexistencia e incluso una unidad regional; y dentro de esta un tema común es el famoso referido a la distribución de las riquezas y por la desigualdad económica existente. Un analista político marxista-leninista curtido en este tipo de conferencias, sobreentiende, que cuando países capitalistas-imperialistas hablan a los países a los que maniataban económicamente de la búsqueda de un «nuevo orden económico», lo hacen para tranquilizar a los pueblos de estos países cansados de su explotación en beneficio de las camarillas locales y extranjeras, del mismo modo que cuando estos países capitalistas-dependientes de las grandes potencias imperialistas declaran y abogan por un «nuevo orden económico», se sobreentiende de nuevo que se refieren, a que o bien exigen que los imperialismos aflojen el nudo que les subyuga pidiendo un mejor reparto de los mercados o que reclaman más ayudas económicas, adoptando bien esta postura de cara al pueblo para calmar los ánimos de las masas trabajadoras y posar como antiimperialistas que buscaban soluciones a su crisis económica interna, o simplemente para lanzar tal consigna como representantes burgueses de un país capitalista en alza que busca convertirse en potencia y directora del dichoso nuevo orden económico en su región o a nivel mundial. Pero este eslogan es falso, y como los marxistas saben, el único «nuevo orden económico» posible que dará solución a los problemas intrínsecos del capitalismo es el sistema económico socialista:

«Los representantes del gran capital mundial hablan mucho sobre la necesidad de cambiar el actual sistema de relaciones económicas internacionales y de crear un «nuevo orden económico mundial», que también es respaldado por los dirigentes chinos. Según ellos, este «nuevo orden económico» servirá de «base para la estabilidad global». Por su parte, los revisionistas soviéticos hablan de crear una pretendida estructura nueva en las relaciones económicas internacionales. Todo esto son esfuerzos y planes de las potencias imperialistas y neocolonialistas, las cuales quieren mantener vivo y prolongar el neocolonialismo, y conservar la opresión y la expoliación de los pueblos. Pero, las leyes de desarrollo del capitalismo y del imperialismo no obedecen a los deseos ni a las invenciones teóricas de la burguesía y de los revisionistas. Como Lenin ha señalado, para resolver estas contradicciones es necesaria la lucha consecuente contra el colonialismo y el neocolonialismo, la revolución». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)

Pero lamentablemente, precisamente la frasecita del «nuevo orden económico mundial» sigue siendo uno de los eslóganes preferidos de los líderes de los países imperialistas y dependientes. Muestra de ello es cuando Nicolás Maduro habla de:

«Rescatamos nuestra independencia, que empezamos a construir modelos sociales igualitarios verdaderamente democráticos, la democracia no solamente es votar y elegir cada cinco o seis años, la democracia tiene que ser participar de la riqueza, de la distribución de la riqueza de nuestros países, participar de las decisiones, democracias participativas, protagónicas». (Nicolás Maduro; Discurso en la VI Cumbre de las Américas, 11 de abril de 2015)

O dicho de otro modo: habla de «repartición de las riquezas» y «nuevo orden económico» sin darle un carácter de clase, sin un carácter marxista-leninista, meramente abstracto como si se pudiera hacer bajo regímenes capitalistas liberales, neoliberales, o los de «democracia protagónica» del «socialismo del siglo XXI» –todos ellos expresiones de una democracia burguesa y sus mecanismos–. Estos revisionistas hablan como si por ejemplo el monopolio de la industria o los avances tecnológicos se cedieran entre países capitalistas los cuales precisamente compiten y especulan con tal industria y con tales patentes tecnológicas, demuestran con ello que no entiende el carácter de la sociedad en que vivimos, el imperialismo, fase superior del capitalismo, y que los países capitalistas evolucionan en base a la voracidad de sus sistemas que no da lugar a repartimiento de riquezas sino al monopolio, búsqueda de mercados, mera supervivencia a base del pisoteo de la competencia.

El rastro de esta perorata referente al «nuevo orden económico» lo encontramos también en el discurso de Daniel Ortega referente al «comercio justo» dentro del marco del ALBA:

«Y lo que tenemos de Venezuela en la Región son Programas Solidarios. La Complementariedad, el Comercio Justo. Eso es lo que tenemos con Venezuela en la Región. En PETROCARIBE, en el ALBA, no hay ningún Proyecto de tipo militar con Venezuela. Todos son Programas de Orden Social». (Daniel Ortega; Discurso en la VI Cumbre de las Américas, 11 de abril de 2015)

Pero también en los discursos de muchos otros como de Raúl Castro:

«Cuando los días 2 y 3 de diciembre de 2011 se creó la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), en Caracas, se inauguró una nueva etapa en la historia de Nuestra América, que hizo patente su bien ganado derecho a vivir en paz y a desarrollarse como decidan libremente sus pueblos, y se trazó para el futuro un camino de desarrollo e integración, basada en la cooperación, la solidaridad y la voluntad común de preservar la independencia, soberanía e identidad». (Raúl Castro; Discurso en la VI Cumbre de las Américas, 11 de abril de 2015)

Hemos de afirmar que tal calificativo del mandatario nicaragüense es incorrecto puesto que las relaciones de intercambio dentro de tal institución siguen siendo capitalista, por tanto y en tanto por esa naturaleza no puede tratarse de relaciones de intercambio económico justas pues están fundamentadas en la «ley del valor» y en la «oferta y demanda» como elementos indisolubles de tales intercambios. Veamos los efectos de ese supuesto intercambio al interior de la sociedad nicaragüense a través de un caso concreto: uno de los productos de intercambio con Venezuela es el «frijol rojo» que tradicionalmente se ha consumido en Nicaragua, pero debido a que Nicaragua tiene una técnica de producción agrícola básicamente artesanal el volumen del producto producido –siempre a merced de las condiciones climáticas–, con dificultad satisface las demanda interna, tras los acuerdos económicos en el marco del ALBA ahora se dedica a la exportación casi en su totalidad hacia el país sudamericano para lo cual el Estado nicaragüense realiza acopio de la producción, pero al exportar el producto a Venezuela este desabastece el mercado interno por lo cual el Estado a través de sus empresas importa «frijol» etíope para satisfacer el mercado interno, pero ocurre que el costo del frijol importado es mayor que el exportado –añadido a la especulación mercantil– por lo cual el producto se ha visto encarecido dificultando el acceso al mismo a las pobres economías familiares; dicho de otro modo, Nicaragua exporta su frijol de mayor calidad, más barato, y más sostenible respecto al medio ambiente debido a la técnica de producción empleada; e importa frijol de menor calidad, más caro, procedente de producción industrial intensiva; con lo que el consumidor final ve multiplicado exponencialmente el precio del producto. ¿Quién puede calificar esto de «comercio justo» y solidario? Todo esto será entendido cuando se comprenda el carácter del desarrollo histórico de la humanidad bajo la fase imperialista, fase superior del capitalismo: Lenin hace tiempo que desmitificó las ideas de los apologistas de los imperialismos y de los necios pequeño burgueses sobre la posibilidad de un reparto equitativo entre los países capitalistas. Los países capitalistas imperialistas defienden sus zonas de influencia, y cuando pueden intentan arrebatárselas a sus competidores, no reparten sus ganancias con sus competidores ni mucho menos con los países a los que somete:

«¿Renunciar a las colonias, a las «esferas de influencia», a la exportación de capitales? Pensar en ello significa reducirse al nivel de un curita que predica cada domingo a los ricos la grandeza del cristianismo y les aconseja regalar a los pobres, bueno, si no unos cuantos miles de millones, unos cuantos centenares de rublos al año. (...). Bajo el capitalismo no puede haber otra base ni otro principio de reparto que la fuerza. El multimillonario no puede repartir con alguien la «renta nacional» de un país capitalista sino en proporción «al capital» –añadiendo, además, que el capital más considerable ha de recibir más de lo que le corresponde–. El capitalismo es la propiedad privada de los medios de producción y la anarquía de la producción. Predicar una distribución «justa» de la renta sobre semejante base es proudhonismo, necedad de pequeño burgués y de filisteo. No puede haber más reparto que en proporción «a la fuerza». Y la fuerza cambia en el curso del desarrollo económico. (...) No hay ni puede haber otro medio que la guerra para comprobar la verdadera potencia de un Estado capitalista. La guerra no está en contradicción con los fundamentos de la propiedad privada, sino que es el desarrollo directo e inevitable de tales fundamentos. Bajo el capitalismo es imposible el crecimiento económico parejo de cada empresa y de cada Estado. Bajo el capitalismo, para restablecer de cuando en cuando el equilibrio roto, no hay otro medio posible más que las crisis en la industria y las guerras en la política». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La consigna de los Estados Unidos de Europa, 13 de agosto de 1915) (Equipo de Bitácora (M-L)Algunas reflexiones sobre los discursos en la VII Cumbre de las Américas23 de abril del 2015)

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