sábado, 20 de diciembre de 2014

Contradicciones entre los dirigentes revisionistas soviéticos y los dirigentes revisionistas de los países bajo su esfera de influencia

El revisionista checoslovaco Alexander Dubček y el revisionista soviético Leonid Brézhnev poco tiempo antes de los acontecimientos checoslovacos de 1968

«Como los revisionistas indígenas procuraban sobrepasar el marco autorizado por la «libertad que se habían ganado», se oponían inevitablemente de manera creciente a las ambiciones imperialistas de Moscú –la burguesía calificó de «stalinistas» a los revisionistas pro-soviéticos [a los de corte brezhnevista sobre todo - Anotación de Bitácora (M-L)] por los métodos «autoritarios» empleados–, y por lo tanto cuando los revisionistas indígenas en vez de apoyar al revisionismo monocentrista con sede en Moscú [o dicho de otro modo: seguir la teoría y práctica política, económica y cultural del revisionismo soviético como modelo inalienable - Anotación de Bitácora (M-L)], preferían el policentrismo de los titoistas [tesis en la que se apoyaban los revisionistas indígenas como el revisionismo italiano, que querían separarse de la influencia ideológica del socialimperialismo soviético proclamando aquello de que «existen tantas vías «específicas» al socialismo como países» para no seguir directrices ni tutelaje del revisionismo soviético y crear un revisionismo propio acorde a sus intereses que era usado como cabeza de puente por las potencias imperialistas competidoras para inmiscuirse en los ex países socialistas. A pesar de las dificultades creadas por Tito, los revisionistas soviéticos no podían romper abiertamente con él sin correr el riesgo de romper también con los líderes de corte titoista de los países dependientes bajo dominación de otras potencias imperialistas, que ellos mismos consideraban como «progresistas». Por ello, los socialimperialistas soviéticos adoptaron una doble faz con Tito. El socialimperialismo ya había demostrado sus ambiciones coloniales desde 1956 en Hungría, luego en 1968 en Checoslovaquia, y finalmente en 1979 en Afganistán, desde luego bajo la cubierta de la «lucha contra elementos antisocialistas» –elementos a los cuales los mismos revisionistas soviéticos habían apoyado y permitido abiertamente–, cuando los métodos neocolonialistas se mostraban insuficientes, cuando la burguesía compradora procuraba cambiar de socios.. (...) 

La dirección revisionista soviética, no podía evidentemente aceptar que fuera puesto en cuestión su monopolio ideológico, es decir, que dejara de imperar la ideología monocentrista de los revisionistas soviéticos ni en China ni en las ex democracias populares. En otros términos, los revisionistas soviéticos querían transmitirles a sus homólogos revisionistas chinos y de otras ex democracias populares: «ustedes sois libres de recomendar cualquier especie de «socialismo», ahora que Stalin ha muerto y que los partidarios del culto a la personalidad han sido eliminados, pero lo sois desde el momento en que ustedes sean «razonables» y de que «ustedes» acepten nuestra ayuda».

Allí, los elementos titoistas [se refiere a elementos antimarxistas de gran inspiración nacionalista y pro-occidental - Anotación de Bitácora (M-L)] que los revisionistas soviéticos habían sostenido para hacer contrapeso a los elementos marxista-leninistas de los países de democracia popular, ahora aspiraban a una mayor independencia queriendo tener las «ayudas» de todos los lados, no sólo de Moscú: estos revisionistas indígenas pensaban que no se habían liberado del fantasma del comunismo [es decir, de los elementos revolucionarios que tenían el poder - Anotación de Bitácora (M-L)] para sólo obedecer el dedo y el ojo del socialimperialismo soviético. Así rápidamente aparecieron en el escenario histórico las teorías revisionistas policéntricas, como una sombra que acompañaba a la teoría monocéntrica del revisionismo soviético: ambas se combinaban cuando era necesario para combatir al «stalinismo», sin embargo ambas estaban enfrentadas en cuanto a determinar quién iba a aprovechar la desestimación del marxismo-leninismo y quién iba a dominar el proceso de restauración de la explotación asalariada. (...)

Pero los revisionistas soviéticos pronto se desilusionaron, porque si bien Imre Nagy era cierto que era un ardiente antistalinista al que habían sabido utilizar para desbancar a la dirección revolucionaria húngara, no era menos cierto que era un titoista, que soñaba con el «no alineamiento» y tener ocasión de aproximarse a las potencias imperialistas occidentales. Si el socialimperialismo soviético daba su apoyo al «no alineamiento» para penetrar en Asia, áfrica, y América Latina, lo rechazaba cuando esta teoría era respecto a los países incluidos en su esfera de influencia: la insurrección de Budapest de otoño de 1956 fue pues reprimida e Imre Nagy apartado y posteriormente ejecutado en 1958, siendo remplazado por otro revisionista, János Kádár, alguien más fiel a la camarilla revisionista de Moscú. Los revisionistas soviéticos remplazaron a Imre Nagy por otro peón con menos tendencias titoistas: János Kádár representaba al ala compradora de la burguesía nacional [es decir, a la burguesía húngara que aceptaba el neocolonialismo impuesto por la burguesía socialimperialista de la Unión Soviética - Anotación de Bitácora (M-L)]. János Kádár al igual que Imre Nagy en Hungría o Władysław Gomułka en Polonia, habían sido condenados como nacionalistas burgueses y encarcelados a principios de los años 50.

Checoslovaquia conocería un proceso semejante una década más tarde: Alexander Dubček, otro panegírico del «socialismo con rostro humano» –es decir del «socialismo» que mima, reeduca e integra a los elementos burgueses– con notables tendencias titoistas reconocidas, después de haber sido el peón promocionado por los revisionistas soviéticos contra los marxista-leninistas checoslovacos, sería apartado por sus antiguos aliados en respuesta a los sucesos conocidos como la «Primavera de Praga» de 1968.

En Polonia, los revisionistas soviéticos tuvieron más «suerte»: Władysław Gomułka que había sido excluido del Partido Obrero Unificado Polaco en 1949 como desviacionista de derecha y nacionalista y encarcelado en 1951, fue liberado de prisión en 1954 y llegaría a recuperar su puesto en 1956. Tan pronto como recobró su lugar las tendencias separatistas se reafirmaron en Varsovia, pero Gomułka aseguró a los revisionistas soviéticos que no pagarían ellos el «no alineamiento», y que no se traduciría en «antisovietismo». El revisionista burgués-comprador Władysław Gomułka fue forzado pues, a poner freno a las tendencias separatistas titoistas con el fin de evitar enfadar a los revisionistas soviéticos, quienes se escaparían de tener un nuevo «Budapest», pero en Polonia.

El 24 de octubre de 1957, en un texto que descubría la situación del partido, Władysław Gomułka exigía que fuera rechazado el próximo congreso del Partido Obrero Unificado Polaco debido a la situación caótica que existía en el partido. A pesar de los artificios leninistas que utilizó para combatir a los elementos titoistas que:

«Criticaban los errores del pasado». (Partido del Trabajo de Suiza; Revista mensual «Socialismo», nº 144, 1957)
Él los había liberado, y tampoco podía abstenerse de denunciar a:

«Los partidarios del dogmatismo y del sectarismo». (Partido del Trabajo de Suiza; Revista mensual «Socialismo», nº 144, 1957)

Que calificaban el XXº Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética de:

«Gran desgracia para el movimiento obrero internacional». (Partido del Trabajo de Suiza; Revista mensual «Socialismo», nº 144, 1957)

No vacilaba en afirmar que:

«Para este género de personas, no puede haber sitio en el partido: liquidaremos toda manifestación antipartido por lo tanto todo punto de vista del dogmatismo». (Partido del Trabajo de Suiza; Revista mensual «Socialismo», nº 144, 1957)

¡Y tal fue el destino de los marxista-leninistas en los países revisionistas-burgueses! Władysław Gomułka pese a todo esto, sería también sustituido en 1970 por Edward Gierek, otro revisionista, favorable a la tendencia monocéntrica de Moscú, él fue la respuesta a los acontecimientos de Checoslovaquia durante 1968, pues los revisionistas soviéticos deseaban por entonces, prevenir otros «desbordamientos» similares. Si primeramente la victoria de los revisionistas soviéticos pudo parecer en otros partidos revisionistas como una victoria internacional gracias también a las proporciones internacionales alcanzadas bajo la «lucha contra el stalinismo», lo cierto es, que la nueva política expansionista y neocolonialista de los revisionistas soviéticos pronto chocó con los intereses de sus homólogos de otros partidos revisionistas, especialmente cuando dichos partidos estaban en el poder. Así en los países bajo gobiernos revisionistas, los «derechistas» siguieron denunciado la «tutela de Moscú», al mismo tiempo que se permitía el libre desarrollo del «socialismo específico», tratando de mantenerlos en su esfera de influencia». (Vincent Gouysse; El socialimperialismo soviético: génesis y colapso, 2007)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

«¡Pedimos que se evite el insulto y el subjetivismo!»