«Ahora bien, el Buró Político [del PCE] haría bien en calcular más serenamente el camino y el arma que escoge, ya que el terrorismo nunca ha dado buen resultado a las organizaciones que lo han empleado. Haría bien en recordar la experiencia del partido social-revolucionario ruso y del provocador Azef, jefe de su organización de combate y al mismo tiempo agente de la Ojrana. Haría bien en recordar que en nuestro país el anarquismo ha hecho una desastrosa experiencia del terrorismo y que la locura se saldó con pérdidas irreparables en las filas de la CNT. El Buró Político haría bien en grabarse en el cerebro que el terrorismo es el arma de los impotentes, de los desesperados, y a menudo de los cobardes, también por experiencia histórica, de los agentes del enemigo de clase incrustado en los centros dirigentes del proletario revolucionario. El terrorismo se encuentra en las antípodas de la lucha de clases, comienza disfrazado de arcángel y acaba siempre presentándose con la ropa del esbirro que mata por cuenta de quién le paga mejor. El terrorismo es una arma de doble filo mortal que acaba ahogando las fuerzas políticas que caen presas de sus redes y que el pueblo rechaza siempre». (Treball (Comorerista); A todos los militantes comunistas, a toda la clase obrera, a todos los republicanos, hombres y mujeres demócratas y progresistas de los pueblos hispánicos; Denunciamos un intento del Buró Político del Partido Comunista de España de asesinar a Joan Comorera, Secretario General del Partido Socialista Unificado de Cataluña, 1953)
Anotaciones de Bitácora (M-L):
Y las sospechas de Comorera no eran fantasías. Enrique Líster, miembro carrillista del PCE hasta los 70 –cuando se escindió para crear su propio partido brézhnevista–, comentó una confesión que Vicente Uribe le relató muchos años después sobre un plan fallido de atentado contra Comorera a inicios de los 50, cuando el catalán cruzó la frontera franco-española, y como ante el fallido intento, la nueva táctica de Carrillo contra Comorera fue la pura calumnia mediante los medios de comunicación del PCE:
«El examen y decisión sobre las eliminaciones físicas se hicieron siempre en el Secretariado, y el encargado de asegurar su ejecución era Carrillo, quien tenía los ejecutores en su aparato. Alguna vez la ejecución fallaba. Tomemos, por ejemplo, el caso Comorera. Tú conoces toda la parte política del problema. Pues bien, Carrillo y Antón propusieron al Secretariado la liquidación física de Comorera. La propuesta fue aceptada y Carrillo, encargado de organizar la liquidación. Carrillo designó dos camaradas para llevarla a cabo; pero Comorera decidió marcharse del país. A través del informador que tenía entre la gente de Comorera, Carrillo conoció la decisión de aquél y luego el lugar de su paso por la frontera y su fecha. Carrillo envió a sus hombres a ese lugar para liquidar a Comorera al ir a cruzar la frontera. Pero éste, que se sentía en peligro y vivía con una gran desconfianza, a última hora cambió el lugar del paso. Supimos que había cruzado la frontera cuando ya llevaba quince días en Barcelona. En 1971 y después de leer mi libro ¡Basta!, uno de los componentes del equipo que debía liquidar a Comorera me completó la información que me había hecho Uribe. El equipo lo componían seis, entre ellos el jefe del sector de pasos por donde Comorera debía cruzar la frontera. Este miembro del equipo me dio los nombres de los restantes componentes del mismo. Dos siguen con Carrillo, tres han roto con él, incluido el responsable del sector de pasos, y el sexto no sé lo que fue de él. Me dijo también que el tiempo que estuvieron en la montaña esperando el paso de Comorera fue de tres semanas. Ante la imposibilidad de la liquidación física, Carrillo, como buen especialista de las acusaciones y denuncias del más puro estilo policíaco y provocador, se dedicó a la destrucción moral por medio de calumnias infames. Dirigida por él, se abrió en nuestras publicaciones y en nuestra radio una ofensiva de chivatería denunciando la presencia de Comorera en Barcelona». (Enrique Líster; Así destruyó Carrillo el PCE, 1982)
¡Es decir, los revisionistas emularon a los exaltados anarquistas de la FAI, quienes veinte años antes en la Guerra Civil también intentaron atentar varias veces contra Comorera por la espalda! ¡Y al igual que los periódicos de los pistoleros anarquistas, los medios del PCE se preocupaban más de escribir infamias contra Comorera que de elevar el pésimo nivel de sus cuadros!
El catalán no dudó en comparar las campañas políticas de desprestigio que llevaban a cabo sus enemigos, su falsa fraseología y la falsa adhesión de los mismos a los principios marxista-leninista que a su vez practicaban las mismas tácticas engañosas de históricos personajes oportunistas que fueron condenados por traidores e hipócritas. Comorera comentaba como sus actuales enemigos eran iguales a aquellos elementos que juraban y perjuraban absoluta fidelidad al partido, a sus grandes figuras, inclusive realizando actos fingidos de autocrítica cuando el partido detectaba sus desviaciones, y se aprovechaban de la generosidad del partido por reeducarles para reagruparse y esperar a la primera oportunidad para darle la estocada final al partido, para liquidar sus principios y su carácter:
«Que el Buró Político [del PCE] se aplique la lección ejemplar de lo que ha ocurrido personalmente a gente que se creían intocables, inamovibles, infalibles y que se parapetaban tras la adulación, que ejercían el terror político que les eximía de la obligación de hacer una autocrítica comunista. Que el Buró Político [del PCE] se pregunte cómo han acabado Malinovski, Bujarin, Piatakov en Rusia; Rajk en Hungría, Kostov en Bulgaria, Slánský en Praga. O es que el Buró Político cree de verdad que el PC de España es por decreto divino invulnerable a la provocación. ¿Es que el Buró Político se ha creído de verdad que saldaría la cuestión con la eliminación de Joan Comorera?». (Treball (Comorerista); marzo de 1953)
¿Y es que acaso esto no era cierto? El tiempo daría la razón a Comorera una vez más: como el grupo de los Bujarin, Rajk, Kostov o Slánský, o también el grupo de los Tito, Mao y Jruschov, la gente acostumbrada a la fraseología, la adulación de las figuras del comunismo, y el postureo variado, e incluso a las autocríticas por sus desviaciones ideológicas y personales, como también Tito o Jruschov, serían desenmascarados antes o después frente al proletariado mundial por sus propias acciones, la diferencia es que mientras el primer grupo fue juzgado por la justicia popular de sus gentes, el segundo grupo pese a ser destapados como unos traidores y criminales por el paso del tiempo, sus acciones jamás fueron ajusticiados por sus pueblos. ¿Y qué hay en especial de Santiago Carrillo y Dolores Ibárruri? ¿También entran en este saco? ¡Por descontado! Dolores Ibárruri fue coparticipe de la línea ultraizquierdista de Bullejos en el PCE hasta el advenimiento de la nueva línea de José Díaz en 1932 ante lo cual realizó una autocrítica oportunista para mantenerse cerca de las cuotas de poder del partido, durante años se presentó como una ardiente «stalinista» para convertirse luego en una defensora acérrima del antistalinismo de Jruschov, atacando a los «recalcitrantes stalinistas» como Enver Hoxha en los foros internacionales. Lo mismo que decir de Carrillo, miembro de las juventudes socialistas, que realizó declaraciones de «autocrítica» dando a entender que «había comprendido» la necesidad del marxismo-leninismo frente a las limitaciones del PSOE, adhiriéndose a las posiciones del PCE poco antes de 1936, también un pretendido «firme defensor de Stalin y su legado», aprovechando el fenómeno del «titoismo» y su lucha contra él para difamar a sus rivales políticos, convirtiéndose poco tiempo después en uno de los mayores admiradores de Jruschov y Tito:
«Viendo ya en el siglo XXI la historia por sí sola como se ha desarrollado. ¿Quién es entonces señoras y señores, el «agente», «traidor», «liquidacionista», «titoista», y «canalla» en el Partido Comunista de España de los años 40 y 50? ¿Los miembros como Comorera, Trilla, Monzón y compañía que fueron verdaderos cuadros probados y a los cuales nunca se les probó los crímenes de los que se les acusó? ¿O lo era en cambio la persona de la que sí se demostró que todas estas acusaciones eran imputables a ella misma? Queda clarísimo entonces, que poco a poco con el advenimiento de cierta información, documentos, y hechos, se ha descubierto que en realidad el mayor agente emboscado que ha tenido el movimiento comunista español; o sino al menos, el mayor traidor consciente a la clase obrera y al comunismo –que encima hizo un trabajo gratuito a la reacción– ha sido y es hasta el momento el «señor» Santiago Carrillo. Ha quedado demostrado conforme pasaban los años y su actividad oportunista y renegada se amplificaba, que él es el principal culpable junto a Dolores Ibárruri de la degeneración ideológica tan atroz sufrida por el Partido Comunista de España, ha quedado demostrado que los cuadros condenados bajo su mando cuanto menos eran inocentes de las viles calumnias que se inventaba y que lejos de demostrarse se irían desmontando por la labor de viejos o exmilitantes –como Vicente Uribe y Enrique Líster– implicados en su día, aunque en realidad ya con su sola actuación en toda su carrera política, destapa sus propios crímenes, ya que al haber acusado a cuadros de lo que él mismo cometía o iba a cometer, sin necesidad de nada más, sólo con su hipocresía estaba retratando la fragilidad de sus viejas acusaciones hacia otros camaradas en el pasado. Todo intento de defender a Carrillo-Ibárruri son monsergas sentimentalistas que intentan salvar el honor de un partido que precisamente se perdió en su deriva revisionista a causa de la actividad de este binomio de víboras revisionistas». (Equipo de Bitácora (M-L); Unas reflexiones sobre unos comentarios emitidos en «Nuestra Bandera» en 1950 vistos a la luz de nuestros días, 28 de marzo de 2015)
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