«La filosofía: ya hemos visto que la filosofía romana del periodo republicano no era original, sino más bien proclive al eclecticismo [1]; en la época del imperio, esta característica se hace aún más clara. Un ecléctico típico fue Séneca. En su producción hay una obra sobre cuestiones filosóficas: «Cartas a Lucilio», y varios pequeños tratados sobre temas morales: «De clementia», «De ira», De tranquillitate animi», «De otio», «De vita beata», etcétera. Séneca no se ocupa de problemas ontológicos o gnoseológicos; la naturaleza, como acabamos de decir, le interesa exclusivamente desde el punto de vista ético-religioso. El centro de gravedad de su filosofía se apoya sobre los problemas morales. Aunque diciéndose partidario de la escuela estoica, Séneca toma sin embargo mucho de Epicuro. La época en que vivió y la posición que le tocó ocupar, definieron el carácter de sus concepciones morales: la misión principal de la filosofía es dar al hombre independencia interior y tranquilidad de conciencia; sólo de ese modo se le puede salvar del mal y la tristeza de la vida. El último ideal del sabio es por eso la muerte y toda vida no debe ser sino una preparación para la muerte. En esta enseñanza aparecen nítidamente la resignación y el pesimismo de la aristocracia romana agonizante en la época del régimen terrorista. En el espíritu de las enseñanzas estoicas, Séneca reconoce la igualdad de todos los hombres, incluso de los esclavos; ataca a la riqueza, exalta la sencillez de vida del pobre y la felicidad que de ella se deriva. Sin embargo, no reniega de la riqueza en un sentido absoluto: enseña solamente que no hay que convertirse en su esclavo, que hay que saber renunciar a ella y no sufrir por su pérdida. Esta doble actitud puede explicarse con el hecho de que Séneca era rico y no tenía suficiente coraje como para ser coherente con sus propios principios morales. Engels dice de él:
«Este estoico y predicador de la virtud y la abstinencia fue el primer intrigante de la corte de Nerón, lo que significaba que no podía dejar de ser servil: se hacía regalar dinero, tierras, huertos, palacios y mientras predicaba como el pobre Lázaro del Evangelio, era en realidad el hombre rico de la misma parábola. Sólo cuando Nerón quiso su cabeza, suplicó al emperador que se llevara todos sus regalos, que a él con su filosofía le bastaba». (Friedrich Engels; Bruno Bauer y el cristianismo primitivo, 1892)
Pero cualquiera que fuese su vida, Séneca expió muchos de sus pecados con una muerte viril. Ya hemos visto que Nerón, con la excusa del complot de Pisón, quiso desembarazarse de él y le ordenó morir, cosa que Séneca, de acuerdo con sus convicciones filosóficos, supo hacer con estoica serenidad, ordenando que le abriesen las venas.
El estoicismo se convirtió pronto en la filosofía más difundida y casi en la oficial del imperio romano. No llamaba a la lucha activa contra el mal, se limitaba a enseñar una resistencia pasiva con el recogimiento de la vida interior: la salvación no está fuera del hombre, sino en lo íntimo. Esto respondía al espíritu de la época. La confusa percepción de la catástrofe social inminente generaba en los hombres un sentimiento de impotencia y pesimismo. Los vínculos sociales estaban minados, la sociedad se descomponía en sus elementos constitutivos. La única salvación consistía en refugiarse en el propio «yo», encerrarse en el mundo de la perfección moral personal. Con la enseñanza de un espíritu universal divino, del cual el espíritu individual era una pequeña parte, el estoicismo favoreció el desarrollo de las tendencias religiosas idealistas. Además, los rasgos de cosmopolitismo que lo caracterizaron desde su nacimiento, correspondían al carácter universal y cosmopolita del imperio romano, que no llegó a materializarse como Estado nacional, pero confundió todas las particularidades locales, todas las diferencias de tribu y todos los pueblos, en el crisol gigantesco del mecanismo estatal romano y de la única cultura de ese tiempo, la cultura greco-romana.
Discípulo y continuador de Séneca fue el liberto frigio Epicteto –segunda mitad del siglo I comienzos del siglo II–, cuyas lecciones eran escuchadas por el propio emperador Trajano. El pesimismo y la ética individualista son características también de Epicteto.
Una forma distinta y más activa tuvo el estoicismo con Marco Aurelio, «filósofo en el trono». Su posición de jefe de estado obligado a lucha contra una crisis amenazadora, no le permitía ocuparse solamente del perfeccionamiento interior. Las tareas prácticas del poder requerían de él una gran actividad, que no podía dejar de reflejarse en sus ideas filosófico-morales, las cuales encontraron su expresión en los «Recuerdos», de 12 libros. Aquí el factor social aparece más determinante que en toda la otra literatura de los estoicos. El hombre es puesto en su lugar por la voluntad divina, que le obliga a cumplir su deber hasta el fin, por más difícil e ingrato que sea:
«Deja que la divinidad sea en ti la guía del romano viril maduro, fiel a los intereses del Estado, investido de poder, consciente de su responsabilidad; hombre que no necesita ni de juramentos ni de encargos y espera con el corazón sereno el momento de la muerte. Así tu espíritu será iluminado y no tendrás necesidad de que otros te ayuden o aseguren la serenidad». (Recuerdos, III, 5)
El hombre es sobre todo un miembro de la sociedad; por eso todas sus acciones; por eso todas sus acciones deben estar en armonía con la vida social:
«Como tú mismo formas parte de la sociedad civil, así cada una de tus acciones debe estar en armonía con la vida civil. Si hay algo que no tiene relaciones directas ni indirectas con el fin general, ese algo fracciona la vida, destroza su unidad, produce un choque a semejanza de un hombre que siendo miembro de la misma asamblea popular no quiera someterse a las decisiones comunes». (Recuerdos, IX, 23)
En el estoicismo de los últimos tiempos hubo muchos motivos puramente religiosos, que luego fueron acentuándose cada vez más. En el siglo II, la sed de religión provocada por la situación general empezó a dominar con gran fuerza a la población del imperio. La vasta difusión de los cultos orientales y la aparición de sistemas filosófico-religiosos proteiformes –gnosticismo– concurrieron a la creación de la nueva religión, el cristianismo, que tomó mucho también del estoicismo. De esto hablaremos más adelante». (Serguéi Ivánovich Kovaliov; Historia de Roma, 1948)
«Este estoico y predicador de la virtud y la abstinencia fue el primer intrigante de la corte de Nerón, lo que significaba que no podía dejar de ser servil: se hacía regalar dinero, tierras, huertos, palacios y mientras predicaba como el pobre Lázaro del Evangelio, era en realidad el hombre rico de la misma parábola. Sólo cuando Nerón quiso su cabeza, suplicó al emperador que se llevara todos sus regalos, que a él con su filosofía le bastaba». (Friedrich Engels; Bruno Bauer y el cristianismo primitivo, 1892)
Pero cualquiera que fuese su vida, Séneca expió muchos de sus pecados con una muerte viril. Ya hemos visto que Nerón, con la excusa del complot de Pisón, quiso desembarazarse de él y le ordenó morir, cosa que Séneca, de acuerdo con sus convicciones filosóficos, supo hacer con estoica serenidad, ordenando que le abriesen las venas.
El estoicismo se convirtió pronto en la filosofía más difundida y casi en la oficial del imperio romano. No llamaba a la lucha activa contra el mal, se limitaba a enseñar una resistencia pasiva con el recogimiento de la vida interior: la salvación no está fuera del hombre, sino en lo íntimo. Esto respondía al espíritu de la época. La confusa percepción de la catástrofe social inminente generaba en los hombres un sentimiento de impotencia y pesimismo. Los vínculos sociales estaban minados, la sociedad se descomponía en sus elementos constitutivos. La única salvación consistía en refugiarse en el propio «yo», encerrarse en el mundo de la perfección moral personal. Con la enseñanza de un espíritu universal divino, del cual el espíritu individual era una pequeña parte, el estoicismo favoreció el desarrollo de las tendencias religiosas idealistas. Además, los rasgos de cosmopolitismo que lo caracterizaron desde su nacimiento, correspondían al carácter universal y cosmopolita del imperio romano, que no llegó a materializarse como Estado nacional, pero confundió todas las particularidades locales, todas las diferencias de tribu y todos los pueblos, en el crisol gigantesco del mecanismo estatal romano y de la única cultura de ese tiempo, la cultura greco-romana.
Discípulo y continuador de Séneca fue el liberto frigio Epicteto –segunda mitad del siglo I comienzos del siglo II–, cuyas lecciones eran escuchadas por el propio emperador Trajano. El pesimismo y la ética individualista son características también de Epicteto.
Una forma distinta y más activa tuvo el estoicismo con Marco Aurelio, «filósofo en el trono». Su posición de jefe de estado obligado a lucha contra una crisis amenazadora, no le permitía ocuparse solamente del perfeccionamiento interior. Las tareas prácticas del poder requerían de él una gran actividad, que no podía dejar de reflejarse en sus ideas filosófico-morales, las cuales encontraron su expresión en los «Recuerdos», de 12 libros. Aquí el factor social aparece más determinante que en toda la otra literatura de los estoicos. El hombre es puesto en su lugar por la voluntad divina, que le obliga a cumplir su deber hasta el fin, por más difícil e ingrato que sea:
«Deja que la divinidad sea en ti la guía del romano viril maduro, fiel a los intereses del Estado, investido de poder, consciente de su responsabilidad; hombre que no necesita ni de juramentos ni de encargos y espera con el corazón sereno el momento de la muerte. Así tu espíritu será iluminado y no tendrás necesidad de que otros te ayuden o aseguren la serenidad». (Recuerdos, III, 5)
El hombre es sobre todo un miembro de la sociedad; por eso todas sus acciones; por eso todas sus acciones deben estar en armonía con la vida social:
«Como tú mismo formas parte de la sociedad civil, así cada una de tus acciones debe estar en armonía con la vida civil. Si hay algo que no tiene relaciones directas ni indirectas con el fin general, ese algo fracciona la vida, destroza su unidad, produce un choque a semejanza de un hombre que siendo miembro de la misma asamblea popular no quiera someterse a las decisiones comunes». (Recuerdos, IX, 23)
En el estoicismo de los últimos tiempos hubo muchos motivos puramente religiosos, que luego fueron acentuándose cada vez más. En el siglo II, la sed de religión provocada por la situación general empezó a dominar con gran fuerza a la población del imperio. La vasta difusión de los cultos orientales y la aparición de sistemas filosófico-religiosos proteiformes –gnosticismo– concurrieron a la creación de la nueva religión, el cristianismo, que tomó mucho también del estoicismo. De esto hablaremos más adelante». (Serguéi Ivánovich Kovaliov; Historia de Roma, 1948)
Anotaciones de la edición:
[1] Con una única excepción: Lucrecio. Aunque, si bien no fue un escéptico, sus concepciones filosóficas no fueron originales, como ya hemos hecho notar.
Editaran proximamente el libro de Kovaliov, o simplemente lo usan para la referencia?
ResponderEliminarSería genial una edición de ese estudio tan valioso.
Qué asi sea la publicacion del texto de Kovaliov.
EliminarGustavino. ★☆★
Nuestros fin es traer aspectos interesante de la historia, economía, política o filosofía romana. Por ejemplo los intentos reformadores de los Graco, o las rebeliones de esclavos en Silicia, la misma rebelión de Espartaco...
ResponderEliminarGracias por estas publicaciones, para los no muy duchos en el tema se abren unas mayores perspectivas de comprensión. Esperamos más publicaciones
ResponderEliminarhaz lo que este en tus manos y lo que no este en tus manos ni te preocupes, manten tus emociones dominadas mediante tu razon y que tus deseos no te dominen, eso es el estoicismo
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