lunes, 1 de julio de 2019

Aristóteles; V. Svetlov, 1942

Alejandro Magno y su maestro Aristóteles

«La cumbre del desarrollo de la filosofía en la antigua Grecia está en las doctrinas de Aristóteles, quien sintetizó los resultados científicos de sus predecesores, tomó de ellos todo lo que le parecía positivo, y sometió a una crítica severa lo que consideraba erróneo. Introdujo mucho nuevo en toda una serie de dominios de la ciencia y del arte: supo hacerles avanzar. Mucho valioso creó, particularmente en el dominio de la filosofía, ejerciendo una gran influencia sobre el ulterior desarrollo del pensamiento filosófico universal.

Aristóteles vivió durante el período en que Atenas, a consecuencia de su derrota en la llamada guerra del Peloponeso con Esparta y los desórdenes interiores –levantamientos de los esclavos y de los pobres–, se debilitó al extremo de llegar a perder su independencia, quedando sometida, así como su vencedora Esparta y casi todas las ciudades griegas, al poderoso Estado macedónico.

Aristóteles nació en el año 384 antes de nuestra era. Su padre, Nicómaco, fue médico en la Corte del rey dé Macedonia. Aristóteles llegó joven a Atenas y tuvo por maestro a Platón durante largo tiempo.

En el año 343 antes de nuestra era, el rey Felipo de Macedonia confió a Aristóteles la educación de su hijo Alejandro. El gran sabio griego supo inculcar en su alumno –el posteriormente famoso jefe de ejércitos Alejandro Magno– el amor a la cultura y a la ciencia griega. Más tarde, por orden de Alejandro, durante su marcha sobre el Oriente, se reunieron para Aristóteles las más ricas colecciones científico-culturales. En el año 335, cuando Alejandro avanzaba con sus ejércitos en Asia, Aristóteles regresó a Atenas, donde formó su escuela filosófica, el Liceo.

Después de la muerte de Alejandro, aumentó en Atenas el malestar contra la dominación macedónica y Aristóteles fue también objeto de persecución por sus relaciones con la Corte macedónica, viéndose obligado a refugiarse en la isla de Eubea, donde murió poco después, en el año 322 antes de nuestra era.

Ha llegado hasta nosotros la mayor parte de las obras de Aristóteles sobré filosofía, historia, ciencias naturales, arte, etc. Al parecer, Aristóteles no escribió todas estas obras solo, sino con la ayuda de sus discípulos, Teofrasto, Eudemo y otros, que después de la muerte de su maestro se pusieron al frente de su escuela.

En la solución del problema fundamental de la filosofía, Aristóteles oscila entre el materialismo y el idealismo. Aristóteles:

«No tiene duda respecto a la realidad del mundo exterior». (Lenin. Cuadernos filosóficos, edición rusa, página 333)

Reconoce la existencia objetiva de las cosas y critica duramente a Platón por su idealismo, por haber concebido la naturaleza sólo como una ilusión, como una sombra imperfecta del mundo de las ideas. Para Aristóteles, es, pues, indudable, evidente, la existencia objetiva de la naturaleza. 

«Es ridículo intentar demostrar que la naturaleza existe». (Aristóteles. Física, libro II, cap. I. Edición rusa)

Esta declaración del filósofo encierra un carácter absolutamente materialista. Aristóteles, al combatir por la realidad de la naturaleza y al refutar la existencia del mundo platónico de las ideas divinas, socavó los fundamentos del idealismo. Sin embargo, no supo mantener una posición materialista consecuente. Afirma que el fundamento de todas las cosas, su esencia interna, es la «forma», entendida por él como un principio ideal, espiritual, inmaterial. Pero, según él, la materia es otro principio primario, otra sustancia de las cosas. Es así como Aristóteles concibe como fundamento del mundo dos principios antagónicos, la materia y la forma, o sea, que en este problema fue dualista. 

«Se enredó el hombre». (Lenin. Cuadernos filosóficos, edición rusa, página 332)

Estos dos principios, según Aristóteles, están constantemente relacionados entre sí en el mundo real, no existen por separado y componen en conjunto una cosa íntegra. Sólo mentalmente se les puede concebir por separado. En esta forma; combatió a Platón que separaba el mundo de las ideas del de las cosas. Al contrario de Platón, que reconocía como esencia del mundo lo «general», la idea, Aristóteles considera como tales «sustancias» las siguientes cosas materiales.

Pero, como dualista que era, adoptó en última instancia una posición idealista, concediendo el papel primario a la forma, al principio espiritual. La materia, a su juicio, es un material caótico, bruto, inerte, que sólo gracias al principio activo –la forma– se convierte en una cosa determinada. El bloque de mármol, por ejemplo, en las manos del escultor que le da la forma, se convierte en una estatua. La materia sola, sin introducir en ella la forma, constituye sólo la posibilidad de nacimiento de las cosas. Sólo cuando a ella se une la forma, nacen de la materia cosas auténticas, reales. La forma, como fuerza activa, convierte la materia de una posibilidad en una realidad, la transforma en un objeto determinado. 

La teoría de Aristóteles sobre la forma y la materia también encierra en sí rasgos dialécticos. La materia la concibe como mutable constantemente mediante la continua adquisición de nuevas formas más perfectas. Así se acerca Aristóteles al reconocimiento de la evolución, del cambio del mundo. Contrariamente a su dualismo, habla del tránsito mutuo de la forma y la materia, del tránsito de una en la otra. Lo que en una fase de su desarrollo es la forma, en otra, en la fase superior, se hace materia. El ladrillo, por ejemplo, en relación con la arcilla, es una forma, y la arcilla es una materia, pero este mismo ladrillo en relación con una casa ya es una materia.

Aristóteles reconocía la estrecha ligazón existente entre el movimiento y las cosas; afirmaba que el movimiento no puede existir fuera de las cosas, que el movimiento es inherente a las cosas de la naturaleza. Esto constituye el gran mérito científico de Aristóteles. Entendía por movimiento, no sólo el desplazamiento en el espado, no sólo el aumento o la disminución cuantitativa de las cosas, sino también sus cambios cualitativos, su transformación en su contrario, en otra cosa; la generación y la muerte de las cosas. Por eso Lenin, transcribiendo una cita de la «Metafísica» de Aristóteles en la que éste dice que «todo el material es en todo caso transitorio», escribe por su cuenta: 

«Aquí hay un punto de vista del materialismo dialéctico, pero casual, no firme, no desarrollado, pasajero». (Lenin. Cuadernos filosóficos, edición rusa, página 334)

En Aristóteles se puede observar alguna insinuación respecto al reconocimiento del movimiento a saltos, cuando dice que el cambio cualitativo puede efectuarse «de golpe», y expone como ejemplo la congelación del agua. (Aristóteles. Física, libro VIII, cap. 3. Edición rusa)

Pero Aristóteles interpreta con espíritu idealista la causa del cambio de las cosas. Considera, que la cosa perece y se transforma en otra cosa debido al cambio en ella de las formas, que son eternas, inmutables, y que no pueden pasar una a la otra.

Tampoco mantiene consecuentemente su modo dialéctico de abordar el movimiento, puesto que todas las formas del movimiento las subordina a la del desplazamiento en el espacio. Ve la causa del movimiento en la influencia de un objeto sobre otro. El movimiento de las cosas de la tierra es, a su juicio, provocado por el movimiento del cielo, de los planetas, que, siendo ellos mismos inmutables, se mueven mecánicamente en un círculo. El movimiento del cielo, a su vez, es condicionado por la acción de una fuerza espiritual externa, que Aristóteles denomina el primer motor divino o, simplemente, Dios. Es así como Aristóteles, habiendo salido, en el modo de concebir el movimiento, fuera de los límites del mecanismo, vuelve nuevamente hacia él. Además, ve la causa final de todo movimiento en Dios, al que considera inmutable.

De todos modos, Aristóteles no llegó a reconocer la contradicción interna como causa fundamental de toda clase de movimientos, de toda clase de mutaciones; en este sentido, hace una concesión a Heráclito, con el que sostuvo una aguda polémica sobre este problema. También es verdad que en Aristóteles se puede hallar, en una serie de lugares un reconocimiento de la contradiccionalidad de las cosas. Por ejemplo, en la «Metafísica», plantea la siguiente pregunta: «¿No es el hombre vivo un muerto posible?» Pero a pesar de eso, sus elementos de dialéctica, no desarrollados, planteados sólo en forma de insinuaciones, entran en colisión con la ley de las contradicciones, detalladamente elaborada por él, por la que se refuta categóricamente la existencia de contradicciones de las cosas.

En los problemas del conocimiento, Aristóteles revela tendencias materialistas bastante fuertes. Lenin dice que aquí:

«Llega muy cerca del materialismo». (Lenin. Cuadernos filosóficos, edición rusa, página 292)

Si Platón llamaba conocimiento a la reminiscencia en el alma inmortal del mundo de las ideas, Aristóteles, rechazando este mundo de las ideas, veía la fuente del conocimiento en la propia naturaleza, en el mundo que rodea al hombre; afirmaba que este mundo es cognoscible.

Aristóteles concede a los sentidos un gran papel en el conocimiento. La sensación es provocada por las cosas que existen objetivamente, independientemente del hombre. Aristóteles compara las percepciones sensibles a la impresión de un anillo de oro en la cera: con ello señala que la sensación no es la propia cosa, sino su impresión, su imagen en los sentidos del hombre. Pero, limita el papel de las sensaciones. Con la ayuda de las sensaciones, a juicio de Aristóteles, el hombre sólo adquiere conocimiento de las cosas o de los fenómenos separados. Y exige por eso no limitarse al conocimiento sensible, sino ir más lejos, al raciocinio, que generaliza las cosas singulares, las compara entre sí, las distingue una de otra, y crea conceptos generales, la multitud unida de los fenómenos.

Aristóteles reconocía que las sensaciones suministran un material para el raciocinio; que, sin las sensaciones, la razón es sólo una tabla rasa sobre la que nada está escrito. Pero menospreció las sensaciones, concediendo el papel primario al raciocinio, basándose en que mediante las sensaciones no se puede descubrir el principio general ideal de todas las cosas –la forma– ni conocer la «forma de las formas»: Dios. Esto último es sólo asequible al pensamiento. Según Aristóteles, las sensaciones sólo son el impulso que incita al hombre al pensamiento. La verdad, pues, no se halla en él sentido, sino en la razón, en los conceptos.

De manera que Aristóteles separa hasta cierto punto el conocimiento sensible del pensamiento. Por eso no hallamos en Aristóteles una explicación científica de cómo las sensaciones, mediante las cuales se adquiere conocimiento de las cosas singulares, se ligan al pensamiento, a los conceptos generales de dichas cosas, como lo singular pasa en lo general. En esto radica una seria insuficiencia de su teoría del conocimiento. Esta separación entre lo singular y lo general tiene también su expresión en lo que Aristóteles declaraba las cosas singulares como mutables, y su principio –las formas ideales–, inmutable.

Una enorme importancia tuvo la lógica creada por Aristóteles. El conjunto de sus obras lógicas obtuvo posteriormente el nombre de «Organon» [órgano-método de ciencia]. En la época de Aristóteles alcanzó la ciencia tal grado de desarrollo que fue necesario crear un método para sintetizar los materiales acumulados; una teoría científica de las demostraciones, juicios, deducciones. Como tal método universal, Aristóteles promovió su lógica deductiva, con forme a la cual, en las indagaciones y en los pensamientos científicos, hay que partir de las conclusiones generales al hecho particular,

Todas las conclusiones científicas, según Aristóteles, deben ser deducidas de las premisas generales imprescindibles, mediante la cadena de deducciones intermedias, los silogismos. 

La forma del silogismo es aproximadamente la siguiente: 

1) Se toma la conclusión general admitida como indiscutiblemente justa y no sujeta a ser demostrada (el axioma matemático, una síntesis demostrada prácticamente, etc.). Por ejemplo, «todos los hombres son mortales»; 

2) Luego se toma un hecho singular, particular, o un juicio sujeto a explicación, y se establece la relación existente entre ellos y la conclusión general. Por ejemplo, «Juan es un hombre»; 

3) Por último, de la confrontación del juicio general y del particular, se hace una determinada deducción que establece que el atributo inherente al fenómeno general es también extensivo al particular: «por consiguiente, Juan es también mortal».

Aristóteles no fue un deduccionista limitado; no separaba la deducción de la inducción. Subrayaba que de premisas generales imprescindibles –sobre todo la mayoría de ellas– debe servir la síntesis de los datos de la experiencia. Aristóteles fue el primero de los pensadores antiguos que indagó las formas del pensamiento humano. Aristóteles establece diez formas-categorías del pensamiento: la sustancia –o sea, el objeto que tiene una existencia independiente–, la cantidad, la cualidad, la relación, el lugar, el tiempo, la acción, la pasión –es decir, la experimentación de la acción producida por otro objeto–, la manera de ser y la situación. Aristóteles subraya, sin embargo, que estas categorías son inherentes no sólo a la conciencia, sino también al ser; que reflejan en conceptos el contenido, las formas, las leyes del mundo objetivo. 

«En Aristóteles la lógica objetiva se mezcla en todas partes con la subjetiva, de manera que en todas partes es visible la objetiva. No cabe duda del objetivismo del conocimiento. Es ingenua la creencia en la fuerza de la razón, en la fuerza, la potencia, la veracidad objetiva del conocimiento». (Lenin. Cuadernos filosóficos. edición rusa, página 332)

En su lógica, Aristóteles, oscila también entre el materialismo y el idealismo, entre la dialéctica y la metafísica. En su lógica hay muchos elementos de dialéctica, pero su fundamento es la ley de la contradicción que excluye la contradiccionalidad interna, tanto de las cosas como del juicio sobre ellas. Los discípulos y comentaristas de Aristóteles acentuaron los momentos formalistas de su lógica y la convirtieron en una lógica formal. Los teólogos y escolásticos de la Edad Media, rechazaron definitivamente el lado materialista y dialéctico de la lógica aristotélica, y eternizaron sus aspectos metafísicos e idealistas. Como premisas generales, para las que se adaptan todos los múltiples y variados fenómenos de la realidad, se comenzó a tomar exclusivamente los dogmas religiosos y las citas de las «sagradas escrituras». 

«La escolástica y el oscurantismo clerical tomaron de Aristóteles lo muerto y no lo vivo, tas interrogaciones, las búsquedas. (...) La lógica de Aristóteles es una interrogación, una búsqueda, un acceso a la lógica de Hegel y, de ella, de la lógica de Aristóteles –que en todas partes, a cada paso, plantea el problema precisamente: de la dialéctica–, han hecho una escolástica muerta, echando fuera todas las indagaciones, las oscilaciones, el procedimiento de plantear los problemas». (Lenin. Cuadernos filosóficos. edición rusa, página 332)

También en sus concepciones natural-científicas, Aristóteles se aproxima considerablemente al materialismo. Considera, que la naturaleza, en todos los casos, está ligada con la materia. Concibe el universo como eternamente existente, por nadie creado, concediendo así a Dios un papel secundario, no el de un creador del mundo, sino el de un motor. El universo, a juicio de Aristóteles, tiene la forma más perfecta, la forma de un globo. El universo se divide en dos partes, diferentes en principio una de la otra: el cielo perfecto e inmutable y la tierra mutable e imperfecta. En la parte más extrema del cielo están distribuidas las estrellas inmutables e inmóviles. Debajo de ellas están el Sol, la Luna y cinco planetas que se mueven en un círculo concentrado alrededor de la Tierra inmóvil, que tienen forma de globo y que se encuentran bajo el cielo de las estrellas inmóviles a diversas distancias de la Tierra. Aristóteles consideraba este movimiento de los eternos e inmutables planetas en un círculo cerrado, como la forma más perfecta de movimiento de que son incapaces los cuerpos terrestres. La fuente del movimiento de los planetas es el cielo de las estrellas inmóviles, el que, a su vez, recibió su movimiento del primer motor divino, colocado detrás de ésta esfera celeste. 

Aristóteles consideraba que en la tierra los cuerpos se componen de la combinación de cuatro primeros elementos: el fuego, el agua, el aire y la tierra. También la materia se compone de estos elementos reconocía el tránsito, la transformación de estos primeros elementos uno en el otro: del fuego puede formarse el aire, del aire el agua, etc. Reconocía las constantes mutaciones que existen sobre la tierra, la generación y la destrucción de las cosas terrestres. Pero, al establecer las causas de esta mutación, oscila nuevamente entre el materialismo y el idealismo. De un lado, condiciona la generación y la destrucción de las cosas por la aproximación y el alejamiento entre el Sol y la Tierra. Y, del otro lado, explica esta mutación por la aspiración de la naturaleza a la perfección, a obtener una forma que la aproxima a la «forma suprema», a Dios, la materia –principio inerte, pasivo– se opone a este tránsito: por eso, el movimiento de las cosas inferiores hacia lo superior se efectúa en la naturaleza, no de golpe, sino a través de una serie de fases. Aquí se revela en Aristóteles cierta tendencia al reconocimiento y de la evolución del mundo de lo inferior hacia lo superior, del mundo inorgánico hacia el orgánico. La naturaleza, a juicio de Aristóteles, en su aspiración a la perfección, atravesó las siguientes fases: cuerpo inorgánico, vegetal, animal y hombre como suprema creación de la naturaleza.

Aristóteles y su escuela se dedicaron mucho también a los problemas sociales: política, Estado, economía.

Aristóteles denominaba al hombre «animal político», es decir, lo consideraba como un ser social. Manifestándose como ardiente defensor del régimen esclavista, declaró que la propia naturaleza dividió desde siempre a los hombres en esclavos y libres, determinando que los esclavos trabajasen para sus amos y se sometiesen a ellos incondicionalmente. Aristóteles defiende la existencia de la propiedad privada; considera que ésta brota de la propia naturaleza del hombre y que existe eternamente con la misma sociedad. También el Estado existe eternamente y es determinado por la propia naturaleza del hombre. Aristóteles consideraba la sumisión de los ciudadanos al Estado, la observancia de sus leyes, la obligación de no levantarse contra el régimen del Estado existente, como la justicia, la virtud supremas.

También se acerca mucho al reconocimiento de que el Estado es un Poder de una clase, de los esclavistas. Recomienda despojar de los derechos políticos, no sólo a los esclavos, sino también a los artesanos y agricultores, es decir, a todos los que se dedican al trabajo.

Pero sería injusto presentar a Aristóteles como partidario exclusivo de la aristocracia esclavista. El papel predominante en su Estado ideal lo concede a la gente semiacomodada. A juicio del filósofo, para evitar una revolución, hay que impedir, mediante el aumento del número de hombres semiacomodados, la posibilidad de una profunda miseria en unos y de una riqueza desmesurada en otros.

A juicio de Aristóteles, el Poder también debe pertenecer a esta gente semiacomodada». (Profesor A. V. Shcheglov y un grupo de catedráticos de la Academia de Ciencias de la URSS; Historia general de la filosofía; de Sócrates a Scheler, 1942)

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