«Indudablemente la situación de Palestina es una de las más catastróficas del planeta, y la más paradigmática en materia de colonización y limpieza étnica proyectada por el capitalismo, cuya característica fundamental es la segregación racial y religiosa como política de Estado. La variada y extensa participación de diversos actores hace de tal situación un problema de gran complejidad que requiere de un estudio pormenorizado para llegar a comprender la actual situación. Todo el mundo conoce la ignominiosa acción de la potencia ocupante –Israel–, y del respaldo criminal que las potencias mundiales –Estados Unidos, los países de la Unión Europea, China, Rusia, etc– le han dado por acción u omisión. Las tibias condenas se quedan en el campo de lo meramente declarativo– dan campo libre a Israel en materia económica, militar y política, aún cuando dicho Estado no ha cumplido con las sucesivas resoluciones de la ONU o los sucesivos acuerdos alcanzados en los procesos de paz, cuya función fundamental ha sido la de legitimar la ocupación por vía político-mediática.
Pero observemos el lado palestino, el caso de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) que a menudo queda fuera de la ecuación Palestina. Organización en cuyas acciones se observa cortoplacismo, vacilación y oportunismo, características que han resultado en acuerdos profundamente perjudiciales para los palestinos. Los acuerdos de Oslo de 1993 son la muestra de lo que hablamos.
Podemos afirmar lo siguiente:
1. Existe un bloque formado por la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) actualmente integrado por: Al Fatah, Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), Frente Democrático por la Liberación de Palestina (FDLP), Frente por la Liberación de Palestina (FLP), Unión Palestina Democrática (Fida), Partido Popular Palestino (PPP), As Saiqa (pro-sirio), Frente por la Liberación Árabe (FLA), Frente por la Lucha Popular Palestina (FLPP), Frente Árabe Palestina (FAP). Otros miembros se retiraron de la coalición tras el evidente fracaso de las conversaciones de paz. Esta organización se ha comportado históricamente como un frente de liberación guiada por un profundo eclecticismo teórico-práctico resultante de la influencia de eso que se dio en llamar «socialismo árabe panarabista», encuadrado en la teoría revisionista del «socialismo específico» y del «no alineamiento».
2. La Organización para la Liberación de Palestina (OLP), al tratarse de un frente, ha estado compuesto desde su nacimiento por sujetos provenientes de todas las clases sociales que tenían contradicciones con el Estado israelí, por lo tanto dicha organización, en especial su dirigencia, se ha nutrido y está nutriéndose de sectores tanto de la clase obrera como de la pequeña burguesía, pero también de burgueses, por lo que en dicho frente no hay una línea diferenciadora entre los objetivos de unas clases y otras, ni opera ningún partido obrero y comunista que sepa lidiar con la complicada circunstancia del conflicto entre tanta clase y objetivo diferente. Esto es lo mismo que dejar vía libre como así ha sucedido para que este frente haya sido tomado por la burguesía y trafique con la cuestión nacional palestina en pactos deshonrosos para el pueblo palestino.
3. Debido a su composición social variada en este frente, y la no existencia de un partido comunista, no encontramos una teoría de emancipación social ligada a la clase proletaria. Esa característica resultó en que ese frente ni siquiera tuviese un programa de mínimos de cumplimiento inmediatos en las conversaciones de paz, lo que derivó en el reconocimiento de Israel por parte de los representantes de Palestina sin obtener la misma consideración del Estado Israelí y de las potencias involucradas en la mediación. Esto de hecho hubiese demostrado que Israel era y se reconocía así mismo como potencia ocupante. Como resultado de ese reconocimiento unilateral, Israel logró que mejoraran sus relaciones internacionales y se multiplicara el reconocimiento internacional de dicho Estado sionista;
Es decir, la política de paz llevada a cabo por la OLP ha jugado a favor de la consolidación del Estado Israelí, y en contra de la liberación de Palestina.
4. Debido a lo anteriormente mencionado, las organizaciones nacionalistas-laicas han perdido la batalla frente a las organizaciones de carácter nacionalista-religioso como Hamás, la cual contó con el decidido apoyo del Estado Judío en su etapa inicial debido a que la misma es una expresión de los Hermanos Musulmanes –aunque Hamás alcanzaría cierta independencia y en la actualidad la ha perdido al volver a la órbita de los Hermanos Musulmanes por intermediación de Qatar, país que funge de aliado del imperialismo y del sionismo en la región–.
5. Podemos afirmar que el conflicto palestino-israelí y su desenredo solo se dará si el mismo está ligado a un planteamiento de clase, si es el proletariado –tanto palestino como israelí– en alianza al resto las capas trabajadoras los que se involucran políticamente y no delegan sus funciones en los demagogos de siempre. Solo entonces y no antes se sentarán las bases para una resolución definitiva del conflicto que se viene arrastrando. Hay que explicar que, si bien no es descartable que en las condiciones actuales el pueblo palestino pueda forzar al imperialismo israelí mediante una lucha a reconocer sus derechos como pueblo, a reconocerle como Estado sin cortapisas, mucho menos posibilitado está de alcanzar el fin real y del conflicto; el entendimiento y convivencia entre israelíes y palestinos. Este, como decíamos, no puede llegar sin una revolución en ambas zonas, solo esta y el cambio de paradigma que apareja conducirá a una paz duradera entre ambos pueblos, bien como Estados socialistas separados pero fraternales e internacionalistas, o bien, como debería ser si se dejan de lado los egoísmos y recelos: en un Estado palestino unificado y socialista en igualdad para unos y otros. Con este nuevo estado de las cosas se debería barrer no solo los obstáculos del racismo y el nacionalismo, sino también con el idealismo religioso que en parte es causante de la situación. Entiéndase por eso que la labor principal de una organización revolucionaria es ser internacionalista, poner la piedra piedra en este sentido ya antes de la toma de poder, dar ejemplo de que sus posturas no son chovinistas sino internacionalistas.
Por eso advertimos que sólo un genuino partido marxista-leninista que opere en ambos lados y haga comprender este dificil pero no imposible propósito puede dar solución a las contradicciones de nuestra época, incluida la cuestión palestino-israelí. Todo ensayo de «socialismo siraelí», «panarabismo», «socialismo del siglo XXI», será como ha sido históricamente una máscara más de los clérigos y terratenientes y capitalistas para proteger la propiedad privada y acrecentar sus riquezas, es decir para sus mezquinos intereses particulares. La burguesía bajo un marco político de este tipo no dudará en volver a atizar las diferencias religiosas, culturales, y étnicas en la región, e incluso no dudará en aliarse con el imperialismo extranjero que mejores prebendas ofrezca traicionando una vez más la causa nacional, que como ya ha quedado claro, si quiere ser consecuente no puede pasar por el interclasismo. En Palestina, como en cualquier lado, el explotador mira por su intereses económicos, y aunque se presente como garante de los intereses de la nación, lo cierto es que lo más seguro es que entre bastidores ya esté pactando con el enemigo con tal de poder seguir viviendo de forma privilegiada, lejos de los sufrimientos reales del pueblo. Es un tablero político: unos quieren seguir mandando y otros quieren abrir una cuota de mercado en estas tierras, entre tanto, otros harán negocio del conflicto regional, otros seguirán viviendo de las limosnas. He aquí la importancia de distinguir entre amigos y enemigos». (Equipo de Bitácora (M-L); ¿De qué han servido los Acuerdos de Oslo?, 2013)
Anexo:
A 20 años de los acuerdos de Oslo
Diana Buttu
2013
Dos décadas después que el encuentro entre Arafat y Rabin diera inicio al proceso de paz, Israel continúa oprimiendo al pueblo palestino y usurpando su territorio bajo la fachada de las negociaciones.
Hace 20 años, los difuntos Yasser Arafat, presidente de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) e Isaac Rabin, primer ministro israelí, estrechaban sus manos en el jardín de la Casa Blanca, inaugurando el ‘proceso de paz’ y supuestamente abriendo una nueva era en las relaciones palestino-israelíes.
Muchas y muchos palestinos creyeron que ese apretón de manos nos llevaría al fin del dominio israelí; que los derechos palestinos serían reconocidos y respetados (incluyendo el derecho de las refugiadas y refugiados a regresar a su patria) y que el pueblo palestino sería por fin libre.
Teníamos buenas razones para ser optimistas: el apretón de manos marcó el comienzo de una serie de promesas israelíes e internacionales de que en cinco años Israel pondría fin a la ocupación militar, evacuaría sus colonias ilegales y finalmente dejaría a las y los palestinos vivir en libertad.
Para los israelíes, el “proceso de paz” produjo resultados positivos: entre 1993 y 1999, 45 países establecieron relaciones diplomáticas con Israel; más que en las cuatro décadas anteriores juntas.
La economía israelí floreció, en parte gracias al apoyo financiero otorgado por la comunidad internacional al pueblo palestino (fondos que de otro modo hubiera tenido que gastar Israel). Los israelíes se beneficiaron de los nuevos acuerdos de seguridad (que condujeron a los años más seguros en la historia de Israel hasta el momento), dado que ahora los palestinos eran absurdamente los responsables de brindar seguridad a su opresor y ocupante.
Finalmente, la OLP reconoció el ‘derecho a existir’ de Israel sin obtener ningún reconocimiento por parte de Israel del ‘derecho a existir’ de Palestina. Y lo más importante, para la población de las colonias israelíes significó “business as usual”: de 190.000 personas en 1993, pasó a 370.000 en 2000; fue el crecimiento de colonias más rápido en la historia de Israel.
Pero para el pueblo palestino, el proceso de paz fue un desastre. Se le aseguró una y otra vez que los checkpoints israelíes que impiden su libertad de movimiento, los plazos reiteradamente incumplidos para el retiro israelí de Cisjordania y Gaza, y la fallida liberación de los presos políticos de las cárceles israelíes eran “dolores” necesarios en el camino para alcanzar su independencia del dominio israelí.
Simplemente tenían que ser pacientes. Sin embargo, 20 años después, no están más cerca de la libertad: debido al régimen militar israelí, sus hijas e hijos sólo pueden soñar con visitar Jerusalén ocupada o con ir al mar; viven bloqueados y rodeados por checkpoints, muros y colonias que los privan de sus derechos básicos. La economía palestina está peor que hace 20 años.
Pero para el pueblo palestino, el proceso de paz fue un desastre. Se le aseguró una y otra vez que los checkpoints israelíes que impiden su libertad de movimiento, los plazos reiteradamente incumplidos para el retiro israelí de Cisjordania y Gaza, y la fallida liberación de los presos políticos de las cárceles israelíes eran “dolores” necesarios en el camino para alcanzar su independencia del dominio israelí.
Hoy, incluso mientras exige el retorno a las conversaciones de paz, el gobierno israelí continúa –como todos los gobiernos que lo precedieron, incluyendo el de Rabin- construyendo nuevas colonias y expandiendo las actuales. La población colona se ha triplicado desde 1993; incluso con la reanudación de las negociaciones, el gobierno de Netanyahu anunció la construcción de más de 1.500 nuevas viviendas en las colonias.
Trece años atrás, me uní escépticamente al equipo legal del grupo negociador palestino. Era escéptica porque veía lo que nos habían deparado los primeros siete años de Oslo, pero también creía ingenuamente que era posible un acuerdo. Creía que los numerosos relatos sobre los “cambios” en los dirigentes y en las encuestas de opinión pública indicaban que los israelíes “querían la paz”.
Muy pronto aprendí, después de participar en esas negociaciones, que aunque los israelíes “querían la paz”, la querían a su manera: deshaciéndose de la población palestina, ya sea encerrándola en bantustanes o manteniéndola como refugiada para continuar robándole su tierra, mientras al mismo tiempo eran recompensados por la comunidad internacional por dialogar con los palestinos.
Estas lecciones las aprendí muy temprano durante las negociaciones. Los líderes israelíes se negaban a abordar cualquier discusión sobre el destino de las y los refugiados palestinos; consideraban que Jerusalén ocupada estaba “fuera de la mesa” (dando a entender que los palestinos jamás podrían volver a tener control sobre sus lugares sagrados); se les decía que tenían que “dar cabida” a las colonias israelíes ilegales en su territorio; y en la cuestión más básica: la frontera internacional, Israel se negaba a reconocer las fronteras de 1967, afirmando en cambio que los palestinos tenían que ser “prácticos” y no reclamar sus derechos.
La comunidad internacional permitía que todo esto continuara mientras se limitaba simplemente a observar. No hubo ninguna sanción a Israel por su comportamiento ilegal y ninguna forma de ostracismo por hacer caso omiso al derecho internacional. Aun cuando la Corte Internacional de Justicia afirmó que el Muro israelí era ilegal, la comunidad internacional se quedó de brazos cruzados.
Mucho se podría decir sobre los ‘fracasos’ y los ‘fallos’ del proceso de paz. En efecto, muchos han concluido que “si X hubiera pasado, habría habido paz”. Pero luego de dos décadas y amplias oportunidades de corregir esos defectos y fallas, yo sólo puedo concluir que aquel gesto de 1993 pretendía ser no el apretón de manos de la paz, sino las esposas de la sumisión. La comunidad internacional, Israel y la población israelí que según las encuestas de opinión “quieren la paz” podrían haber actuado para garantizar la libertad del pueblo palestino.
Dada su experiencia pasada con el proceso de paz, no es de extrañar que las y los palestinos sean profundamente escépticos de que esta nueva ronda de “conversaciones” les vaya a deparar resultados positivos. Israel ahora exige ser reconocido como “Estado judío” (un eufemismo para que los palestinos consientan el racismo), que se le permita mantener sus colonias en Cisjordania, que los refugiados palestinos no retornen a sus hogares (simplemente porque no son judíos) y que Jerusalén ocupada permanezca para siempre bajo exclusivo control israelí.
En lugar de empujar para la reanudación de las negociaciones –como han hecho EEUU y la Unión Europea-, la comunidad internacional debe empezar a exigir que Israel rinda cuentas. En lugar de premiarlo por querer “conversar” con los palestinos, la comunidad internacional debería sancionar a Israel por no evacuar sus colonias, por continuar su bloqueo a la Franja de Gaza, por negar los derechos palestinos (incluyendo los derechos de la población palestina de Israel) y por continuar manteniendo su dominación militar.
Cualquier cosa menos, significará simplemente seguir premiando el comportamiento ilegal de Israel y enviando a las y los palestinos el mensaje de que el proceso de paz nunca fue pensado para lograr la paz, sino para destruirlos.
Diana Buttu es una abogada palestino-canadiense y ex asesora legal de la OLP.
Original en inglés: From handshake of peace to handcuffs of subjugation.
Diana Buttu
15 de septiembre del 2013
Traducción: María Landi
Palestina en el Corazón
Lo triste es que en esos países del Oriente Medio: Palestina, Israel, Irán, siria, etc., es ultra-difícil que exista un partido m-l vanguardia de esos respectivos pueblos, porque en dichos países existe una brutal alienación (a parte de la económica, por supuesto) ideológica de tipo religiosa, etc.
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