martes, 18 de agosto de 2020

¿A dónde conduce el exceso de optimismo y el triunfalismo?


«Las cosas hay que mirarlas frente a frente para poderlas analizar y solucionar. Hay que mirarlas cara a cara y con optimismo, pues las perspectivas son dialécticamente revolucionarias. Pero a la dialéctica también hay que «ayudarla». No está de más el reconocer –pues el que no conoce sus fallos o errores jamás los solucionará– que hoy la mayoría de los partidos que actuamos en los países capitalistas somos relativamente débiles. (...) Este indiferentismo, esta falta de unidad y acción, es particularmente grave en las actuales circunstancias –y siempre–, pues ya podemos ver cómo los partidos podemos sobrestimar nuestra propia fuerza, nuestra influencia real entre las masas populares, nuestra capacidad de dirección en el movimiento obrero, etc. En muchos casos basta con leer regularmente la prensa de los partidos hermanos para darnos cuenta de que se dan casos de triunfalismos injustificables, cuando se conoce la fuerza real de esos partidos. Y esto ante la indiferencia y la falta de reacción de los demás. ¿Por qué? Porque no existe ningún tipo de organismo internacional capacitado para intervenir y llamar al orden a quien sea. Es más, ese error de triunfalismo, de sobreestimación de nuestra propia fuerza, conlleva otras no menos nefastas consecuencias: el menosprecio de la fuerza del revisionismo. Negarse a ver la fuerza y capacidad de movilización que aún conservan los partidos revisionistas en muchos de los países capitalistas, significa, nos guste o no, que rebajábamos el nivel de lucha contra el revisionismo a todos los niveles, tanto internacionalmente como dentro de nuestras propias filas. Y así se dan casos de componendas vergonzosas, y casos de derrotismo y pesimismo, o bien se cae en posturas de alianzas con oportunistas de cualquier tipo. Y los ejemplos no nos faltan». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IVº Congreso del PCE (m-l), 1984)

Anotaciones de Bitácora (M-L):

Esta crítica hacia el movimiento internacional era totalmente correcta, pero el PCE (m-l) debería haber dado ejemplo mostrando algo de humildad autocrítica, ya que si existía un partido que había pecado de triunfalismo durante estos años, ese era él mismo, empezando por la exageración de la pérdida de influencia del PSOE y el PCE, así como una distorsión de la realidad sobre la fuerza real del propio (PCE m-l). Véase el capítulo: «El triunfalismo en los análisis y pronósticos del PCE (m-l)» de 2020.

El PCE (m-l) decía que «ejemplos no nos faltan» de derrotismo, pesimismo o alianzas con oportunistas de cualquier tipo entre algunos partidos hermanos, pero una vez más podría haber citado cuales eran esos ejemplos claramente con nombres, con una exposición del error concreto para que el público fuese aleccionado con lo que no se debía hacer. En cambio, el partido prefirió una vez más jugar a dejar en el aire el nombre de los culpables del pecado Sea como sea, la prueba de que la infravaloración y desdén hacia el revisionismo te llevaba a reproducir tarde o temprano sus teorías y acciones, a aliarte o fundirte con él, lo demostraba el propio desarrollo posterior del PCE (m-l), cuando a partir de 1986 empezó a relajar la lucha contra ciertas corrientes y finalmente aliándose con algunos de los partidos que iban desde el nacionalismo, como Herri Batasuna, hasta revisionistas como el breznevista PCPE. Véase el capítulo: «El PCE (m-l) y su progresivo cambio en las alianzas: con los revolucionarios y progresistas honrados vs aliarse con los cabecillas oportunistas» de 2020.

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