jueves, 23 de febrero de 2023

Tres conclusiones pedagógicas sobre el interés: interconexión entre temas, ampliación gradual de la explicación y utilidad práctica

«Una ayuda esencial es el método laboral de educación. Éste parte precisamente de las inclinaciones naturales de los niños a hacer cosas, a actuar; permite que cada objeto se transforme en una serie de acciones interesantes, y nada es tan propio del niño como sentir satisfacción por su propia actividad. A la vez, la actividad del niño permite que cada objeto se ponga en relación personal con él, se convierta en cuestión de su éxito personal. Aquí es donde corresponde combinar las tareas escolares con la vida; la exigencia de que cada conocimiento nuevo que se imparta esté relacionado con algo ya conocido y que aclare al alumno algo nuevo. Es difícil imaginar algo menos psicológico que el sistema zarista de educación en el que se enseñaba aritmética, álgebra, alemán, sin que el niño comprendiese absolutamente a qué se refería todo eso y para qué lo necesitaba. Cuando se procedía de este modo y surgía algún interés, eso ocurría de forma casual e independientemente de la voluntad del maestro. 

Hay tres importantes conclusiones [reglas] pedagógicas más que se deben extraer de la teoría sobre el interés. 

La primera [regla] consiste en la vinculación entre todos los temas de un curso, que es la mejor garantía de que se despierte un interés único, concentrándolo en torno de un solo eje. Solo podemos hablar de un interés más o menos prolongado, estable y profundo cuando éste no se fragmenta en decenas de partes separadas, lo que impide captar la idea única y general de los fragmentarios temas de enseñanza. 

La segunda regla se refiere a que todos deben recurrir a la repetición como método de recordación y asimilación de conocimientos. Y todos saben qué poco interesante es para los niños la repetición, cómo les disgusta esa tarea, aunque no les ofrece dificultad alguna. La causa reside en que allí se viola la regla fundamental del interés y, debido a eso, la repetición es un mero marcar el paso sin moverse del lugar y representa el recurso más irracional y nada psicológico. La regla [correcta] consiste en evitar totalmente la repetición y en hacer que la enseñanza sea concéntrica, es decir, disponer el tema de tal modo que sea recorrido en su totalidad en la forma más breve y sencilla posible de una sola vez. Después, el maestro vuelve al mismo tema, pero no para una simple repetición de lo ya visto, sino para recorrer una vez más el mismo tema en forma profundizada y ampliada, con muchos hechos nuevos, generalizaciones y conclusiones, de manera que todo lo aprendido por los alumnos vuelve a repetirse, pero desplegado desde un nuevo aspecto, y éste se vincula con lo ya conocido, de modo que el interés surge fácilmente por sí solo. En este sentido, tanto en la ciencia como en la vida, sólo lo nuevo acerca de lo viejo puede despertar nuestro interés. 

Por último, la tercera regla de utilización del interés prescribe estructurar todo el sistema escolar en contacto directo con la vida, enseñar a los niños lo que les interesa partiendo de lo que conocen y que despierta naturalmente su interés. Froebel señala que el niño obtiene sus primeros conocimientos sobre la base de su interés natural por la vida y las ocupaciones de los adultos. Desde sus primeros años de vida, el hijo de un campesino, un comerciante o un artesano adquiere espontáneamente una multitud de los más diversos conocimientos durante el proceso de observación de la conducta del padre. Así también, en una edad posterior siempre se debe observar el punto de partida para elaborar un nuevo interés, tomando el ya existente y partiendo de lo ya conocido y cercano. Éste es el motivo por el que era tediosa la enseñanza clásica que se iniciaba de golpe con la mitología y las lenguas antiguas, y con temas que nada tienen en común con la vida que concierne al niño. Por consiguiente, la regla fundamental pasa a ser la tesis de que antes de comunicar al niño un nuevo conocimiento o reforzar en él una nueva reacción, debemos preocuparnos de preparar el terreno para eso, es decir, despertar el correspondiente interés. Esto es similar a mullir la tierra antes de la siembra». (Lev VygotskyPsicología pedagógica, 1926)

martes, 14 de febrero de 2023

¿Era Perón un representante del fascismo a la argentina?; Equipo de Bitácora (M-L), 2021


«El justicialismo y el falangismo son la misma cosa separados solo por el espacio por eso me halagan sus palabras de falangista que, para nosotros, suenan a camaradería». (Juan Domingo Perón; Carta a Rafael García Serrano, 21 de diciembre de 1963)

¿Era Perón fascista? Bueno, para empezar a desglosar la pregunta del millón habría que responder antes a lo siguiente: ¿qué podemos considerar fascismo? Para ello, el lector debe remitirse a otro artículo donde nos explayamos sobre el tema. Véase el capítulo: «Aclaraciones sobre el fascismo desde un auténtico punto de vista marxista-leninista» (2017).

En cualquier caso, Perón, en una autobiografía, no tendría ningún problema en mostrar su admiración por las figuras y obras fascistas:

«No me hubiera perdonado nunca al llegar a viejo, el haber estado en Italia y no haber conocido a un hombre tan grande como Mussolini. Me hizo la impresión de un coloso cuando me recibió en el Palacio Venecia. No puede decirse que fuera yo un bisoño y que sintiera timidez ante los grandes hombres. Ya había conocido a muchos. Además, mi italiano era tan perfecto como mi castellano. Entré directamente en su despacho donde estaba él escribiendo; levantó la vista hacia mí con atención y vino a saludarme. Yo le dije que, conocedor de su gigantesca obra, no me hubiera ido contento a mi país sin haber estrechado su mano. (…) Hasta la ascensión de Mussolini al poder, la nación iba por un lado y el trabajador por otro. (…). Yo ya conocía la doctrina del nacionalsocialismo. Había leído muchos libros acerca de Hitler. Había leído no solo en castellano, sino en italiano Mein Kampf». (Torcuato Luca de Tena, Juan Domingo Perón, Luis Calvo, Estebán Peicovich; Yo, Juan Domingo Perón: relato autobiográfico, 1976)

Como ya dijimos, Ibarguren, el ideólogo del golpe de Estado de Uriburu, otro admirador confeso de Mussolini y Hitler, se adhirió tiempo después al peronismo como propagandista. Véase la obra de Carlos Ibarguren: «El sistema económico de la revolución» (1946). De las variadas dictaduras militares que asolaron Argentina en el siglo XX, ninguna se acercaba remotamente a la «pureza» de los esquemas de los movimientos fascistas de Europa, pero si hubo un movimiento cercano a la idiosincrasia fascista este fue, sin duda, el peronismo. La admiración de Perón hacia el fascismo no solo fue manifiesta ni quedó en una simple simpatía, sino que su doctrina cumplía con varios de los rasgos fundamentales del fascismo tanto en lo relativo al papel de los sindicatos, su forma de concebir el pensamiento religioso, la relación entre masas y líder como su admiración por la violencia irracional, su hondo anticomunismo, su orgulloso chovinismo nacional, etcétera. Véase el capítulo: «Los reaccionarios orígenes del peronismo» (2021).

Los peronistas de «izquierda» y otros «marxistas» han tratado de salvar a su ídolo argumentando que Perón no podía ser fascista o amigo de estos, ¿por qué? Según ellos, porque era imposible que en Argentina hubiera fascismo, ya que esta denominación no correspondía al nivel de desarrollo de las fuerzas productivas del país sudamericano. Sin embargo, estos «grandes teóricos sobre el fascismo» deberían revisar la propia historia del siglo XX, ya que no era necesario que un país alcanzara una cuota máxima de concentración económica, de monopolismo, para que una figura política fuese fascista y tomase el poder. Estos esquemáticos y amantes de la teoría menchevique de las fuerzas productivas deberían observar los gobiernos fascistas o semifascistas que se establecieron en España o en cualquiera de los países de Europa del Este, como Polonia antes de la Segunda Guerra Mundial, los cuales no solo dependían en parte del capital extranjero, sino que incluso tenían rasgos semifeudales. Por lo demás, también harían bien en saber que Argentina no era precisamente un país atrasado, sino uno de los países con mayor auge económico a principios del siglo XX. Esto corrobora que los conocimientos históricos y económicos de estos analistas son escasos cuando no directamente nulos.

Otros aluden a que el peronismo no podía representar las aspiraciones del fascismo en Argentina porque, por un lado, algunos sectores tradicionales no fascistas se unieron a él, mientras otros se oponían directamente al fascismo, haciendo al peronismo un movimiento heterogéneo e incluso antifascista. Además, argumentan que el justicialismo o peronismo no se reconocía de forma abierta como un movimiento fascista. Sin embargo, olvidan que precisamente la mayoría de movimientos fascistas de la época también absorbieron a figuras y escisiones de todo tipo: antiguos monárquicos, católicos, socialistas, radicales, liberales o comunistas, del mismo modo que pasaron de la admiración al progresivo distanciamiento del «fascio» italiano, no queriendo aparecer ante sus huestes como una mera copia de un referente que, si bien admiraban, no dejaba de ser un modelo extranjero. Ergo, dar este tipo de explicaciones es ignorar cómo se ha configurado el fascismo y cómo se ha desarrollado para acceder –o mantenerse– en el poder:

lunes, 6 de febrero de 2023

Lenin contra Bogdánov, Mach y Avenarius, ¿existe la verdad objetiva?


«El señor Bogdánov declara: 

«El marxismo implica para mí la negación de la objetividad incondicional de toda verdad, cualquiera que sea; la negación de todas las verdades eternas». (Aleksándr Bogdánov; Empiriomonismo, 1906) 

¿Qué quiere decir la objetividad incondicional?:

«La verdad eterna [es] una verdad objetiva en el sentido absoluto de la palabra». (Aleksándr Bogdánov; Empiriomonismo, 1906) 

Consintiendo en admitir únicamente:

«La verdad objetiva tan sólo dentro de los límites de una época determinada». (Aleksándr Bogdánov; Empiriomonismo, 1906) 

Hay aquí dos cuestiones claramente confundidas: 

1) ¿Existe una verdad objetiva, es decir, puede haber en las representaciones mentales del hombre un contenido que no dependa del sujeto, que no dependa ni del hombre ni de la humanidad? 

2) Si es así, las representaciones humanas que expresan la verdad objetiva, ¿pueden expresarla de una vez, por entero, incondicionalmente, absolutamente o sólo de un modo aproximado, relativo? Esta segunda cuestión es la cuestión de la correlación entre la verdad absoluta y la verdad relativa.

A la segunda cuestión Bogdánov contesta con claridad, franqueza y precisión, negando la más insignificante admisión de verdad absoluta y acusando a Engels de eclecticismo por haberla admitido. Ya hablaremos después, en lugar aparte, de este descubrimiento del eclecticismo de Engels, hecho por Bogdánov. Detengámonos por lo pronto en la primera cuestión, que Bogdánov, sin decirlo de una manera abierta, resuelve también negativamente, pues se puede negar el elemento de lo relativo en estas o las otras representaciones humanas sin negar la verdad objetiva; pero no se puede negar la verdad absoluta sin negar la existencia de la verdad objetiva.

«El criterio de la verdad objetiva en el sentido que la entiende Béltov [Plejánov], no existe; la verdad es una forma ideológica, una forma organizadora de la experiencia humana». (Aleksándr Bogdánov; Empiriomonismo, 1906) 

Nada tienen que hacer aquí ni «el sentido en que la entiende Béltov», pues se trata en este caso de uno de los problemas filosóficos fundamentales y no se trata en modo alguno de Béltov, ni el criterio de la verdad, sobre el cual es preciso hablar especialmente, sin confundir esta cuestión con la cuestión de si existe la verdad objetiva. La respuesta negativa de Bogdánov a esta última cuestión es clara: si la verdad es sólo una forma ideológica, no puede haber verdad independiente del sujeto, de la humanidad, pues nosotros, como Bogdánov, no conocemos otra ideología que la ideología humana. Y aun más clara es la respuesta negativa de Bogdánov en la segunda parte de su frase: si la verdad es una forma de la experiencia humana, no puede haber verdad independiente de la humanidad, no puede haber verdad objetiva.

La negación de la verdad objetiva por Bogdánov es agnosticismo y subjetivismo. Lo absurdo de esta negación resalta evidente aunque sólo sea en el ejemplo precitado de una verdad de las ciencias naturales. Estas no permiten dudar que su afirmación de la existencia de la tierra antes de la humanidad sea una verdad. Desde el punto de vista de la teoría materialista del conocimiento esto es plenamente compatible: la existencia de lo que es reflejado, independientemente de lo que lo refleja la independencia del mundo exterior con respecto a la conciencia, es la premisa fundamental del materialismo. La afirmación de las ciencias naturales de que la tierra existía antes que la humanidad es una verdad objetiva. Y esta afirmación de las ciencias naturales es incompatible con la filosofía de los machistas y con su doctrina acerca de la verdad: si la verdad es una forma organizadora de la experiencia humana, no puede ser verídica la afirmación de la existencia de la tierra fuera de toda experiencia humana.