jueves, 28 de abril de 2022

La terrible disociación entre la teoría y la práctica y sus consecuencias; Equipo de Bitácora (M-L), 2022

«Se ve cómo la solución de las mismas oposiciones teóricas sólo es posible de modo práctico sólo es posible mediante la energía práctica del hombre y que, por ello, esta solución no es, en modo alguno, tarea exclusiva del conocimiento, sino una verdadera tarea vital que la filosofía no pudo resolver precisamente porque la entendía únicamente como tarea teórica». (Karl Marx; Manuscritos económicos y filosóficos, 1844)

Por cuestiones obvias, consideramos este capítulo uno de los más importantes de nuestro documento. En él, abordaremos cuáles han sido las confusiones más típicas entre la unidad de la teoría y la práctica, cómo se interrelacionan y qué consecuencias ha tenido esto en el actuar de los grupos revolucionarios y demás. Entre medias, nos veremos obligados a clarificar conceptos variopintos como: «teoría», «abstracción», «práctica» o «praxis», entre otros; confirmándose, como vimos en entregas anteriores, que no se puede hacer un culto a las palabras. Esto demostrará que los sujetos, aun estando separados por otras épocas, distintas lenguas y diferentes culturas filosóficas, y aunque no manejen exactamente los mismos términos, esto muchas veces no les ha impedido entender y actuar de forma análoga. También nos centraremos en indagar por qué el revisionismo tiene tanto interés en rebajar o ignorar la necesidad de un estudio científico de la teoría, insistiendo una y otra vez en «el peligro de caer en la desviación contemplativa» −cuando, desde sus inicios, de lo que más ha adolecido el movimiento emancipador es de un «practicismo ciego»−. Por último, daremos una serie de ejemplos para liquidar ese pensamiento idealista que considera como «práctica» solo las cosas más básicas instaladas en el imaginario colectivo, cuando esta recorre toda actividad humana, haciendo entender que el problema no es la «teoría» o la «práctica», sino de qué tipo se trata, de si es efectiva o no, de si se sostiene sobre bases sólidas, de si parte de la realidad.

La «Línea de Reconstitución» y sus sofismas lukacsianos sobre la «praxis»

Aquí de nuevo tomaremos a la «Línea de Reconstitución» (LR) por ser un buen representante de una o varias desviaciones típicas, lo cual nos servirá una vez más como hilo conductor para explicar las cosas. Ahora, el lector ha de tener en cuenta que, si se fija con detenimiento, sus concepciones nunca son originales, sino reproducciones de las que muchos grupos de la «izquierda» ya cometían antes de su misma existencia −se presentasen estos como más «radicales» y «revolucionarios», o más «moderados» y «académicos», que lo mismo da−; unos planteamientos que, por otra parte, también heredan hoy muchos de los competidores de la LR, lo que certifica que comparten raíces.

Sin ir más lejos, en sus escritos, la LR advierte que hay que saber bien lo que es la «praxis» −o más bien, la versión lukacsiana que ellos entienden de este concepto−, una rehabilitación de Lukács en la que también vinieron insistiendo décadas atrás los eurocomunistas del Partido Comunista de España (PCE) −si el lector no nos cree, hoy tiene disponible las publicaciones de «Nuestra Bandera» o «Utopía» al respecto−. Al parecer su percepción sobre esta le atribuye una transcendencia que «lo habría cambiado todo». Genial. ¡Afortunados somos de teneros entonces! Veamos en qué se basa:

«Esta praxis revolucionaria, como decimos, es la fusión ente la teoría revolucionaria y la práctica revolucionaria». (Comité por la Reconstitución; Línea Proletaria, Nº3, 2018)

¿Y qué hay aquí de novedoso? Nada, todo lo contrario. Pero antes de continuar, nos vemos obligados −aunque no sea muy agradable ni para el lector, ni para nosotros− a detenernos en la etimología del término para observar los errores y malinterpretaciones que se suelen dar −y que acaban en un subjetivismo atroz como veremos más adelante−. 

miércoles, 20 de abril de 2022

Labriola: «¿Y qué otra cosa es el pensamiento en el fondo, sino el consciente y sistemático complemento de la experiencia?»

«La mutación en las ideas, hasta la creación de nuevos métodos de concepción, ha venido reflejando paso a paso la experiencia de una nueva vida. Así como ésta, en las revoluciones de estos dos últimos siglos, se ha ido poco a poco despojando de las envolturas míticas, místicas y religiosas a medida que ha ido adquiriendo la conciencia práctica y precisa de sus condiciones inmediatas y directas, así también el pensamiento que resume y teoriza esta vida, se ha despojado á su vez de las presuposiciones teológicas y metafísicas, para encerrarse al fin en esta prosaica exigencia: en la interpretación de la historia es necesario restringirse a la coordinación objetiva de las condiciones determinantes y de los efectos determinados. 

La concepción materialista señala el colmo de esta nueva dirección en el descubrimiento de las leyes histórico-sociales, en cuanto no es un caso particular de una genérica sociología o de una genérica filosofía del Estado, sino el resolvente de todas las dudas y de todas las incertidumbres que acompañan las demás formas de filosofar sobre las cosas humanas, y principio de la interpretación integral de éstas. Es, por consiguiente, cosa fácil, especialmente, como han hecho algunos vulgares criticastros, ir descubriendo los precursores de Marx y de Engels, que por primera vez precisaron los fundamentos de esta doctrina. Jamás se le ocurrió a ninguno de sus secuaces, ni siquiera á los de la observación más estrecha, hacer pasar ti aquellos dos pensadores por fabricantes de milagros. Antes bien, si hay que andar buscando las premisas de la creación doctrinal de Marx y de Engels, no bastará con detenerse en aquellos que llámense precursores del socialismo hasta Saint-Simón y más allá, ni en los filósofos, y especialmente en Hegel, ni en las economistas que declararon la anatomía de la sociedad que produce las mercancías; tendríamos que remontarnos a toda la formación de la sociedad moderna y declarar por último triunfalmente que la teoría es un plagio de las cosas que explica.

Porque, a decir verdad, los precursores efectivos de la nueva doctrina fueron los hechos de la historia moderna, que se ha vuelto perspicaz y reveladora de sí misma desde que se operó en Inglaterra la gran revolución industrial de a fines del siglo pasado, y desde que en Francia se produjo aquella gran laceración social que todos conocemos, cuyas cosas, mutatis mutandis, se han ido después reproduciendo, con diversas combinaciones y formas más benignas, en todo el mundo civilizado. ¿Y qué otra cosa es el pensamiento en el fondo, sino el consciente y sistemático complemento de la experiencia? ¿y qué es ésta, sino el reflejo y la elaboración mental de las cosas y de los procesos que nacen y se desarrollan o fuera de nuestra voluntad o por obra de nuestra actividad? ¿y qué otra cosa es el genio, sino la individuada y consiguiente y aguzada forma de aquel pensamiento que por sugestión de la experiencia surge en muchos hombres de la misma ápoca, pero que en la mayor parte de ellos permanece fragmentario, incompleto, incierto, oscilante y parcial?

Las ideas no caen del cielo, antes bien, como cualquier otro producto de la actividad humana se forman en dadas circunstancias, en tal precisa madurez de los tiempos, por la acción de determinadas necesidades y por las reiteradas tentativas de dar satisfacción a éstas, y con el descubrimiento de tales y cuales medios de prueba, que son como los instrumentos de su producción y elaboración. Las ideas suponen también un terreno de condiciones sociales y tienen su técnica, y el pensamiento es también una forma del trabajo. Apartar aquéllas y éste, ó sea las ideas y el pensamiento, de las condiciones y del ámbito de su propio nacimiento y desarrollo, es desfigurar su naturaleza y significado.

El tema de mi primer ensayo consistió en enseñar cómo la concepción materialista de la historia nació precisamente en dadas condiciones, es decir, no como personal y discutible opinión de dos escritores, sino como una nueva conquista del pensamiento por la inevitable sugestión de un nuevo mundo que ya se está engendrando, o sea la revolución proletaria. Lo que es como decir que una nueva situación histórica se ha completado con un congruo instrumento mental.

Imaginar ahora que esta producción intelectual podía confirmarse en cualquier tiempo y lugar, es como dar el absurdo por regla de las propias investigaciones. Transferir las ideas, a capricho, del terreno y de las condiciones históricas en que nacieron a cualquier otro terreno, es como si tornáramos por base del raciocinio el simple irracional». (Antonio Labriola; Del materialismo histórico, 1896)

jueves, 14 de abril de 2022

El republicanismo abstracto como bandera reconocible del oportunismo de nuestra época; Equipo de Bitácora (M-L), 2020


[Publicado originalmente en 2020. Reeditado en 2022]

«La cuestión republicana, como la cuestión de género, la nacional o la ecológica, si no se presenta bajo un análisis científico y en conexión con la lucha de clases, acaba desembocando en posiciones utópicas, ridículas, cuando no reaccionarias. 

Los oportunistas −quienes se aprovechan de las circunstancias para el beneficio propio, sin tener en cuenta principios ni convicciones− nos hablan con frecuencia de un bellísimo «proyecto republicano» en el que, por supuesto, se evita explicar detalladamente cuáles serán las «medidas radicales» que implementarán en política, economía y cultura y que coronarán esa «nueva sociedad»; o, en su defecto, cuando lo hacen, estas «novedades» que proponen se parecen en demasía a otras recetas ya implementadas bajo el sistema capitalista y que no supusieron ningún cambio sustancial. 

a) En política, suelen eludir cuestiones como la necesidad del «uso de la dictadura del proletariado» para la consecución y mantenimiento de esa «república» −tanto en aspectos coercitivos como no coercitivos−. La «dictadura del proletariado» y todo lo que implica es un concepto que, como hacían los eurocomunistas, a lo sumo solo justifican para referirse a experiencias del pasado, o que, a lo sumo, solo figura en su «programa máximo», por lo que es una cuestión que esquivan en la agitación diaria y en los manifiestos concretos que firman con otras organizaciones de «izquierda». Esto no es de extraño, y seguramente así será hasta que, como hicieron los eurocomunistas en su día, decidan suprimirlo oficialmente para quitarse de malentendidos con la burguesía. Apuestan por un colorido «multipartidismo» y hacen de la defensa de los «derechos naturales del hombre» su mejor carta para entenderse con otras formaciones idealistas que gustan de ese fetiche liberal. Para ellos la política es una buena forma, como cualquier otra, de matar el tedío o hacerse ricos, nada más.

b) En economía, aunque nueve de cada diez no tienen ni siquiera una ligera idea de lo que hablan, a veces se atreven incluso a proponer la «socialización de los medios de producción» y otros eslóganes que han leído de terceros. Eso sí, en ningún lado detallan que entienden ellos por las «leyes fundamentales del socialismo», beneficiándose de dicha indefinición ecléctica para engañar a incautos de todo tipo en torno a ese «nuevo sistema». Entiéndase que el socialismo −abolición de las clases explotadoras−, como antesala del comunismo −abolición de todas las clases sociales−, no se puede construir sin conocimientos, de forma espontánea y totalmente improvisada. Esto es similar a cuando un niño con su grupo de amigos asegura que tiene la intención de construir un transbordador espacial, y eludiendo la más que posible falta de financiación y capacidad organizativa para llevar a cabo tal empresa, ignora lo más importante: que carecen de conocimientos básicos de física, mecánica, informática y matemáticas para cumplir tal propósito. Acerca de esta cuestión, estos grupos políticos que desean «ir al socialismo» no están lejos del deseo infantil y fantasioso de los niños de «viajar a Marte». Estas agrupaciones tampoco demuestran comprender cómo opera el capitalismo como para poder combatirlo eficazmente, por lo que este tipo de fraseología «socializante» no puede ser tomada en serio. De ahí que otras veces formulen recetas inofensivas o marginales, como los piadosos deseos de «ajustes fiscales» y la famosa «redistribución de la riqueza», siendo estas elevados a «palancas transformadoras» que «cambiarán todo». 

c) En cuanto al campo cultural, sufren de un mismo «humanismo» de corte liberal, el cual concibe las cosas desde un punto de vista muy cándido: por ejemplo, yendo a remolque del discurso del oficialismo, repiten y tratan de convencernos de que bajo el sistema capitalista es posible acceder a una «educación laica, universal y de calidad», todo, claro está, gracias a las «herramientas democráticas» que nos otorga la democracia burguesa. En esta área cultural se destaca especialmente la bienvenida a cualquier moda decadente en el arte y el modo de vida, la cual incluso se elevará a modelo de lo «contestatario» y «transgresor» −como si lo diferente fuese, per se, progresista. Incluso los hay que plantean que el primer esfuerzo de toda organización revolucionaria es centrarse en «dar la guerra cultural», lo que para ellos en verdad se traduce en seguir los debates y lenguaje que maneja la «opinión pública» del país, ¿y cómo llevan a cabo tal labor? Fijándose en los aspectos más banales del debate, y en dar explicaciones aun menos profundas sobre dichos temas −los cuales podrían ser enfocados desde un punto de vista mucho más ambicioso−; todo, cómo no, con la excusa de «acercarse a las masas» sin incurrir en «paternalismos». De ahí que la propia «cultura política» de estas asociaciones se reduzca a una «afición» y no un «compromiso» real con la causa que dicen defender, a que cada «pensador» de estos grupos reproduzca una filosofía de la charlatanería que otros a su vez reproducen en sus ambientes, un círculo vicioso que acaba inundando todos estos «espacios» de la «izquierda» −se presente esta como más «oficialista» o más «antisistema»−. 

miércoles, 6 de abril de 2022

La Guerra Civil Española (1936-39) y su interpretación en clave anarco-trotskista; Equipo de Bitácora (M-L), 2022


«En esta sección se abordará el hecho de cómo la «Línea de Reconstitución» (LR), y tanto sus representantes oficiales como extraoficiales, han dedicado sus mayores esfuerzos no con vistas a realizar un análisis histórico de valor que supere lo visto hasta ahora, sino enfocado a sugerir que debemos recuperar lo peor de lo peor de la historiografía sobre la Guerra Civil (1936-1939). Por ende, nos veremos obligados a repasar brevemente −documentación en mano, a veces inédita en castellano− varios temas polémicos como: a) ¿Mantuvo el PCE una postura pequeño burguesa respecto a la colectivización de la tierra?; b) ¿En qué se basaban las «socializaciones» de los faístas, caballeristas y trotskistas?; c) ¿Puede considerarse al POUM un partido trotskista? d) ¿Es buena idea recomendar sin filtro cualquier obra con el sello de «clásico» de cualquier historiador académico que tiene el estatus de «eminencia» −aun cuando solo contiene mitos y clichés−?; e) ¿Cuáles son las obras que sí han arrojado luz verificando los datos y hechos? Entiéndase que este es solo un esbozo que pretende ser el principio de un futuro estudio mayor, que realizaremos cuando nuestras tareas nos lo permitan −y el lector sabe que nosotros, a diferencia de nuestros adversarios, no hablamos por hablar−.

¿Mantuvo el PCE una postura pequeño burguesa respecto a la colectivización de la tierra?

¿Qué es lo que nos ofrecen aquí los representantes de la «Línea de la Reconstitución» (LR) respecto al siempre polémico tema de la guerra civil? Una vez más la «lucha de dos líneas» entre los neomaoístas ha reservado para la historia muchas sorpresas y giros inesperados, y de nuevo no nos han decepcionado sus jugosas conclusiones. Poco a poco se fue larvando en la LR una nueva postura tendiente a reproducir los mitos de la historiografía trotskista del siglo pasado, especialmente aquella dirigida hacia el Partido Comunista de España (PCE) y el periodo de la Guerra Civil Española (1936-39). El «balance» de los «reconstitucionalistas» bien podría haber sido firmado por los mismísimos Kean Loach o George Orwell. Vean:

«El PCE sacrificó toda medida revolucionaria aunque fuera promovida por la iniciativa espontánea de las masas: bloqueó la colectivización de la tierra −que en muchos casos era un deseo sincero de los campesinos, dejando que el anarquismo monopolizara y capitalizara la defensa de una medida intrínseca al marxismo−». (Partido Comunista Revolucionario (Estado Español); La Forja; Nº9, 1996)

En la misma publicación los «reconstitucionalistas» se quejaban de que el PCE se hubiera prestado durante la guerra a:

«La defensa de la pequeña propiedad burguesa». (Partido Comunista Revolucionario (Estado Español); La Forja; Nº9, 1996)

¡Vaya! ¿Habrían leído alguno estos burros la literatura marxista clásica en torno a la cuestión de la propiedad agraria y las diferentes capas sociales, como, por ejemplo, la obra polémica de Engels «El problema campesino en Francia y Alemania» (1894) o el grueso tomo de Karl Kautsky «La cuestión agraria» (1899)? En la primera de las obras mencionadas se decía: «Es tan evidente que cuando estemos en posesión del poder del Estado, ni siquiera pensaremos en expropiar a la fuerza a los pequeños campesinos −con o sin compensación−, como tendremos que hacer en el caso de los grandes terratenientes», por ende,  «nuestra tarea relativa al pequeño campesino consiste, en primer lugar, en efectuar un tránsito de su empresa privada y propiedad privada a cooperativas, no por la fuerza sino a fuerza de ejemplo y de la prestación de asistencia social para este fin». 

viernes, 1 de abril de 2022

Vygotsky confrontando a los pedagogos partidarios de una «educación libre» para los niños

«Los ideales de la educación libre, esto es, la búsqueda de los actos desinhibidos del niño, produce objeciones desde dos puntos de vista. Primero, casi nunca es posible realizar en verdad la educación libre en su totalidad y, en consecuencia, siempre nos quedamos con solo un principio pedagógico que posee cierto grado de fuerza relativa dentro de límites muy estrechos. Los deseos del niño siempre van a abarcar mucho de peligroso y destructivo y, abandonado a su suerte, un niño puede causarse a sí mismo tanto daño que ningún maestro en su sano juicio se opondría a desalentarle de llevar a cabo este o aquel acto en el nombre de los principios de la educación libre.

Aún más, la completa libertad en educación significa rechazar toda previsión y toda adaptación social, en otras palabras, toda influencia educativa. Pero la educación denota una restricción y una limitación de la libertad desde el principio. A medida que la educación es un proceso inevitable en la vida del hombre, en esa medida la educación libre no denota un rechazo a las limitaciones en general, más bien significa impartir a esas limitaciones la fuerza elemental de la situación en que vive el niño. Si una persona rechaza la correcta educación, ella comienza a ser educada por la calle y por las cosas en general.

Así, la educación libre debe ser entendida exclusivamente como una educación que es tan libre como pueda dentro de las limitaciones de todo un programa educativo y dentro de las limitaciones del entorno social. Así es siempre y, de hecho, a menudo resulta que la conducta del niño está lejos de ser lo mismo que los intereses del grupo. Así el conflicto siempre surge sin forzar al niño a hacer cualquier cosa en particular, y le hará ver el valor de cambiar el modo como se comporta para estar de acuerdo con los intereses del grupo. La rutina de la escuela debería entonces organizarse de modo que el niño halle mejor seguir en la senda del grupo, tal como cuando juega; que cualquier desviación del grupo parece tan sin sentido como salir de un juego. Tal como jugar un juego, la vida demandaría un esfuerzo constante, una alegría constante en la actividad concertada.

A fin de cuentas, la teoría de la educación libre es la cara opuesta de la teoría de lo innato de la sensibilidad moral. Ambas reconocen que la intervención pedagógica es impotente e inútil para el desarrollo y crecimiento del niño, y ambas suponen que lo más importante de la respuesta moral del niño está presente desde el nacimiento. Así ambas llegan a la conclusión bastante natural que hay niños buenos y niños malos, niños que tienen moral y niños inmorales, desde que nacen y de forma natural». (Lev Vygotsky; Psicología pedagógica, 1926)