«El actual conflicto sirio, y la incursión de
los dos bloques imperialistas −Estados Unidos y sus aliados-lacayos como
Francia por un lado, y del otro Rusia e Irán; China de momento solo está dando
apoyo nominal−, se origina en la negativa del gobierno sirio a que por sus
suelo discurra el oleoducto trazado por Qatar-Exxon que partiría de ese país, y
que pasaría por Arabia Saudí, Jordania, Altos del Golán y entraría al
Mediterráneo a través de Siria, entre otras cosas debido al papel central de
las «monarquías árabes fundamentalistas» en el refuerzo de los también
fundamentalistas «Hermanos Musulmanes» en el Norte de África y Oriente Medio.
No obstante, la idea de este oleoducto nace de acuerdos entre Francia y Qatar:
el trasfondo del mismo, considerando que Bulgaria debido a las sanciones de los
Estados Unidos y de la Unión Europea a Rusia rechazó la construcción del
oleoducto ruso Burgas-Alexandrópolis que tomaba como puerta de entrada a Grecia
para así superar los problemas de distribución que plantea el oleoducto actual
a su paso por Ucrania, el objetivo del mismo es arrebatar a Rusia su principal
herramienta a la hora de tratar los temas geopolíticos con los Estados Unidos y
la Unión Europea, pues Rusia en este momento es la principal fuente de hidrocarburos
de esta última; en tanto, el oleoducto se traduce en que EE.UU. y la Unión
Europea se quedan con las manos libres para redibujar tanto el mapa geopolítico
de Oriente Medio como el de Europa del Este. En otras palabras: es un proyecto
que tiene como meta final el aislamiento de Rusia al tiempo que afectar su
economía. (…) El imperialismo ruso, por el contrario, requiere que Bashar
al-Asad mantenga el poder debido a que este es una garantía para seguir
manteniendo el estatus actual, es decir, en Siria Rusia se juega el poder de
negociación que posee en la actualidad, de perderlo ya no tendría un elemento
económico disuasorio frente a la Unión Europea como lacayo de EE.UU. Y es
precisamente por esto que no ha intervenido militarmente en Ucrania −país que depende
completamente de los combustibles fósiles ruso− y sí en Siria. Vale aclarar que
Rusia ganó la «partida de Ucrania» −por llamarla de alguna manera− al quedarse
con la joya ucraniana, Crimea; y lo hizo por ser esta una de las zonas de
producción cerealera más importante del mundo, no por sus vínculos históricos,
ni por la acción militar de las milicias gubernamentales y fascistas contra la
población rusófona de Ucrania que aún sufre la embestida militar del nuevo
gobierno de Kiev». (Equipo de Bitácora (M-L); Breves apuntes sobre Siria y la intervención
imperialista, 2015)
11) Kazajistán. En cuanto a este tema, desde enero de 2022 hemos asistido a una nueva intervención rusa en territorio ajeno. Esta vez, el Presidente de Kazajistán Tokaev viene siendo desde 2019 una marioneta en manos Nazarbáyev, quien domina el país desde las sombras desde hace más de veinte años, algo similar al «retiro» de Putin y la gobernanza de Medvédev durante (2008-12). Este país de Asia Central es muy rico en recursos y cosechó en las últimas décadas un considerable superávit económico gracias a sus dos fuentes principales de riqueza: el gas y el petróleo. A todo esto, no podemos olvidar que, por herencia de la cultura zarista y soviética, hay un fuerte y arraigado culto a la personalidad, en este caso, hacia la figura Nazarbáyev, cuyas estatuas dominan las ciudades del país, e incluso se le ha cambiado el nombre a la capital, llamándose ahora por su nombre de pila: Nursultán. Hasta hace no mucho el gobierno había subsidiado la gasolina y otros bienes cotidianos que le permitieron maquillar la fea y gris realidad de su autoritarismo. En cambio, a partir de 2015 este país de Asia Central sufrió una recesión económica muy seria que, como el lector puede imaginar, derivó en grandes picos de inflación y nuevos impuestos; entre las medidas, hay una que cobró mucho protagonismo entre la ciudadanía: la duplicación del precio del gas licuado, principal combustible automotriz del país. Esto causó un hondo descontento y rápidamente este se transformó en protestas masivas, logrando hasta la mismísima dimisión del ejecutivo. El gobierno kazajo, aunque debilitado, no se rindió. Recurrió a las balas, el control de la vía aérea y la supresión de las redes de comunicación, pero ni aun así fue incapaz de hacerse con la situación y controlar la rebelión, ¿qué as le quedaba en la manga? Valerse de Organización del Tratado de la Seguridad Colectiva (OTSC), es decir, el equivalente de la OTAN, pero en versión rusa. De esta forma Kazajistán pudo solicitar ayuda a Rusia y otros países de la zona para que mandasen a 2.500 soldados extranjeros a contener a su propio pueblo. El Kremlin aceptó esto con sumo orgullo ya que, además, tras décadas de intensa rusificación, en torno al 18% de la población es de origen ruso, por lo que tiene el mismo pretexto que en el Este de Ucrania, ¡ayudar a sus hermanos eslavos! ¿Qué significa esto? Lo que queda claro, es que al igual que en los días de los Zares, Rusia actúa dentro de sus zonas de influencia como un factor reaccionario, como un ejército listo para desatar la contrarrevolución.
«Los reaccionarios la utilizaron para calificar tanto a Marx, como a Lenin, de teóricos, sin tomar para nada en cuenta que sus utopías inspiraron a Rusia y a China, los dos países llamados a encabezar un mundo nuevo que permitiría la supervivencia humana si el imperialismo no desata antes una criminal y exterminadora guerra. (...) El aporte que Rusia y China pueden hacer en la ciencia, la tecnología y el desarrollo económico de Suramérica y el Caribe es decisivo». (Fidel Castro; Es hora de conocer un poco más la realidad, 21 de julio de 2014)
«Sólo cuando hayamos derribado, cuando hayamos vencido y expropiado definitivamente a la burguesía en todo el mundo, y no sólo en un país, serán imposibles las guerras». (Vladimir Ilich Uliánov; El programa militar de la revolución proletaria, 1916)
El señor Borón, de forma muy desinteresada, mira por nosotros y nos recomienda que nos informemos adecuadamente a través de los «medios alternativos» al imperialismo yankee, ¿cuáles? ¡Las cadenas de televisión que abiertamente reciben dinero del gobierno ruso y afines!
«@atilioboron: Sugiero seguir fuentes alternativas: Telesur. Al Mayadeen, RT, Sputnik, Hispan TV y sacar nuestras propias conclusiones». (Twitter; Atilio Borón, 26 feb. 2022)
Por su parte, José Antonio Egido, licenciado en Ciencia Política y Sociología, considerado en el mundo de la «izquierda latinoamericana» como un eminente politólogo, es otro personaje al que se le podría meter en el saco de los propagandistas de Moscú y Pekín. A él se le puede ver en diversos medios de China, Rusia, Venezuela, Cuba y demás. Allí realiza una apología del bloque sino-ruso y, por supuesto, también de los países que estos neocolonizan, definiendo a esta agrupación como un bloque «antiimperialista». Recientemente nos comentaba:
«Quiero comentar el nuevo rol mundial que ejerce la Federación Rusa, a raíz de los conflictos y de las nuevas correlaciones que se están creando. Hay quién dice que Rusia es un nuevo imperialismo, que solo interviene en política internacional buscando sus intereses. No cabe duda que Rusia que no estamos ante la política exterior de la URSS que buscaba el triunfo mundial del socialismo. Pero es mentira que Rusia es un país imperialista, es un país que hoy cumple una función importantísima para equilibrar la política mundial, para frenar la expansión terrorista de los Estados Unidos y sus aliados, para abrir una solución pacífica a los conflictos. Sabiendo además que Rusia se siente agredida, acosada precisamente por la política imperialista, las autoridades rusas, hubieran querido otro tipo de relación con los EE.UU. (...) Rusia tiene el derecho legítimo de defenderse, y se defiende en varios escenarios, esa defensa es muy útil para los pueblos del mundo, como por ejemplo para el pueblo sirio, que sin la defensa activa de Rusia hoy estaría viviendo el mismo drama espantoso que Libia. (...) Hablamos la otra vez de la cuestión kurda, el otro día se ha celebrado en Moscú un importante congreso pankurdo, lo cual es significativo y positivo, muy positivo que no haya sido en EE.UU., porque sería una manifestación de la voluntad estadounidense de manipular a los kurdos contra los árabes, los turcos, los persas. (...) Rusia cumple, insisto una función positiva. (...) En Venezuela también Rusia cumple un papel positivo, siendo solidaria con el pueblo venezolano, atacado por los que quieren controlar omnímodamente el petróleo, el gas, el mineral de hierro, el oro, la bauxita del pueblo venezolano. Tiene que haber claridad en torno al rol geoestratégico progresista de Rusia, abandonar la teoría del interimperialismo, que acusa a Rusia de ser un nuevo imperialismo. Es sin duda un país capitalista que tiene la memoria muy fresca de 75 años de socialismo». (Annur TV; Entrevista a José Antonio Egido, 17 de febrero de 2017)
«Putin ha iniciado una serie de cambios importantes, especialmente en el terreno económico. El 25 de julio Putin pidió al denominado «Club Stolypin» que preparara un plan de impulso económico porque para hacer frente a los imperialistas en todos los terrenos, hay que impulsar también el crecimiento económico y estrechar filas en el terreno político, lo cual no se puede hacer sin la depuración de los viejos cuadros y el nombramiento de nuevos equipos dirigentes. Lo mismo que Theresa May en Reino Unido, Putin quiere poner fin a las viejas políticas monetarias implementadas desde los 80, que nunca van más allá del corto plazo, la especulación, las burbujas y el enriquecimiento golfo de cuatro oligarcas. En Rusia estas políticas tienen un nombre, Alexei Kudrin, el antiguo ministro de Finanzas, ahora defenestrado». (Movimiento Político de Resistencia; Putin: La etapa de los compromisos internacionales ha pasado, 25 de septiembre de 2016)
«Por lo demás, calificar a un nacionalista burgués, como sin ninguna duda lo es Putin, de «déspota», «fascista» o simplemente de «reaccionario», no creemos que pueda contribuir a esclarecer la verdad sobre lo que está sucediendo realmente en Rusia. Un nacionalista cuyo origen es la clase obrera, que, según la misma prensa burguesa «tiene el corazón dividido entre la Rusia imperial y la extinta URSS»; que metió en la cárcel a los oligarcas mafiosos, próceres del capitalismo salvaje de los primeros años, tras hundirse la URSS; que llamaba «traidores» a quienes desertaron en la época soviética; que puso fin a la miseria generalizada en que estaba sumido el país cuando alcanzó la presidencia a primeros del año 2000; que en 2005 declaró ante el Parlamento ruso que la desaparición de la Unión Soviética fue «la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX». (...) En fin, no parece que este nacionalista pueda estar muy sujeto a los intereses oligárquicos ni pueda tener muy arraigadas las ideas y los sentimientos burgueses. (...) Como si no hubiera existido en Rusia más de 70 años de régimen socialista». (Manuel Pérez Martínez, «Arenas»; ¿Sigue Actualmente Rusia una Política de Expansión Imperialista, 8 de agosto de 2014)
«Como sabemos, durante 1.000 años de historia, nuestro país era un Estado unitario, estrictamente centralizado. Esto propuso Lenin: (...) Se les concedió el derecho a separarse de la URSS. Incluso los territorios se dividieron de tal manera que no correspondían y no corresponden con los territorios tradicionales de esas etnias». (Actualidad RT; Putin: «Vladímir Lenin no era un estadista, sino un revolucionario», 2019)
Al parecer tanto cariño tiene Putin a la antigua URSS que para agradar a los liberales occidentales, sacerdotes y nostálgicos del zarismo no puede estar sin aprovechar para lamentar «las represiones del stalinismo», por no citar el bochornoso espectáculo de inaugurar, junto a obispos y gracias al dinero público, un monumento a las «víctimas del comunismo» en el monasterio de Sretinski, ¿para cuándo un solemne monumento que condene los muertos, torturas y siglos de explotación del clero ruso, señor Putin? Queda visto que el PCE (r) no tiene problemas en apoyar, como pasó recientemente con el caso de Perón, a un hombre que se destaca por su feroz anticomunismo, todo, con tal de tratar de agradar a grupos y sectores políticos que están a años luz del progresismo.
«Como si no hubiera existido en Rusia más de 70 años de régimen socialista. Por el contrario, en base a todo ello, habría que considerar hoy día a Rusia, no como el «eslabón débil», sino como el eslabón principal a partir del cual podría comenzar de nuevo a desarrollarse con fuerza el movimiento antiimperialista y revolucionario a nivel mundial». (Manuel Pérez Martínez, «Arenas»; ¿Sigue Actualmente Rusia una Política de Expansión Imperialista, 8 de agosto de 2014)
Ojo a la cita que tiene miga y es para troncharse. Dejando de nuevo a un lado «los más de 70 años de socialismo» −que recuerda a cuando el PCE (r) proclamaba en 1988 que la Gorbachov y la Perestroika eran «mejoras del socialismo»−, aquí se asegura que Rusia podría ser hoy: «el eslabón principal a partir del cual podría comenzar de nuevo a desarrollarse con fuerza el movimiento antiimperialista y revolucionario a nivel mundial» (sic). Al César lo que es del César. A lo largo de los años habíamos leído muchas payasadas de los hombres afines al imperialismo ruso, pero como las que esgrime del señor Arenas, muy pocas. ¡Suponemos que la alianza Putin-Trump fue para el PCE (r) todo un ejemplo de «frente antiimperialista»! Quizás si los admiradores de Putin, como Viktor Orbán, Bolsonaro, Le Pen o Nigel Farage, llegan al poder, Rusia pueda ampliar para felicidad del PCE (r) ese «frente antiimperialista» −nótese la ironía−. Salvo los castristas y chavistas pocos se habían atrevido a escribir algo tan sumamente lacayuno.
«[La actuación de Rusia] se trata, apenas si hace falta decirlo, del reconocimiento y respeto de Ucrania como país soberano e independiente». (Manuel Pérez Martínez, «Arenas»; ¿Sigue Actualmente Rusia una Política de Expansión Imperialista, 8 de agosto de 2014)
El 30 de noviembre de 2021, pese a las maniobras militares, ciberataques y mensajes amenazantes del gobierno ruso en las semanas previas, los títeres del Kremlin, como Inna Afinogenova, se mofaban en el vídeo de Actualidad RT «Inminente» invasión rusa a Ucrania: ¿qué se esconde detrás de los insistentes anuncios de guerra?». Según ella, los opinólogos y expertos militares de Occidente venían metiendo el miedo sobre ese «ataque inminente siempre postergado». El 21 de febrero de 2022, Iniciativa Comunista (IC), otro grupo conocido por agarrase a todo lo que se declare «antiyankee» y justificar como fruto de un «hábil manejo de las contradicciones», también advertía a sus lectores de que: «La prensa occidental construye el relato de una inminente invasión rusa cuando, en realidad, apunta a lo contrario». Desde el Movimiento Político de Resistencia, en su artículo «La Doctrina Putin, una nueva política exterior para Rusia» reproducían sin ninguna nota crítica el discurso de Serguei Karaganov, uno de los asesores de Yeltsin y Putin. Este proclamaba el 24 de febrero de 2022: «Rusia dice que no atacará ni hará explotar a nadie». Unos visionarios.
Al parecer no todo eran «fake news», ¿verdad señores prorrusos? Si el 22 de febrero de 2022 el gobierno ruso reconocía la independencia de Ucrania de las repúblicas prorrusas de Donetsk y Luhansk, era solo para que tres días después, en la madrugada del 24 de febrero de 2022, con total premeditación y alevosía, el señor Putin decidiera mover ficha y comenzar con la invasión terrestre sobre Ucrania. En un ataque coordinado el ejército ruso atravesó las fronteras del Norte −Bielorrusia−, Sur −Crimea− y Este −Donetsk y Lugansk−. A su vez la aviación comenzó el bombardeo hacia todos los sectores militares estratégicos en Járkov, Mariupol, Kiev y Odesa.
¿Por qué consideramos esto un salto al vacío? Porque Rusia no tiene nada que ganar con estos movimientos militares. Nos explicamos. Pese al hecho de haberse provisto durante estos últimos meses de una acumulación de divisas y recursos −por primera vez el Banco de Rusia acumula más reservas en oro que en dólares−, y aun contando con el factor logístico a su favor −a diferencia de lo que le ocurriría a la OTAN en caso de intervenir− esto no salvará al Kremlin de la avalancha de sanciones internacionales que se le avecinan −acumuladas a otras anteriores más al terrible efecto de la pandemia−, ¿qué significa este escenario a largo plazo? Una debacle asegurada. Mantener tropas desplegadas y pretender ocupar un país como Ucrania −con una densidad de población similar a España− que además compite junto a Polonia y Lituania por ser los países que más odio histórico le profesan, hace que la perspectiva rusa de una guerra sencilla se evapore casi automáticamente. En el mejor de los casos, Moscú logrará anexionarse por la fuerza Luhansk y Donetsk −quien ya operan de facto como suyas, sin olvidar que ya desgajó Crimea del mapa ucraniano en 2014−, y quizás si juega bien sus cartas incluso podrá imponerle una paz deshonrosa a Kiev a través de ciertas ocupaciones estratégicas y bombardeos punitivos −ya que el gobierno ucraniano sin ayuda de la OTAN no podrá aguantar sola, y menos siendo conocido como el «país de las llanuras»−. Pero no debemos llevarnos a engaño: esta hipotética victoria pírrica rusa solo será posible a costa de deteriorar sus relaciones internacionales y arruinar aún más su propia economía. Y de prolongarse esta situación en el tiempo y empecinarse Rusia con mantener una ocupación total de Ucrania, la victoria solo sería a condición de aceptar tener bajas sensibles y cargar la crisis de la guerra sobre los trabajadores rusos −y no olvidemos que el primer día ya han estallado protestas en ciudades rusas en contra de la guerra con un saldo de más de 1.700 detenidos−. A su vez, a mayor prolongación del conflicto mayor tiempo para Kiev y mayor presión para que sus aliados se movilicen e intervengan de una manera u otra.
Dos de los países geográficamente más cercanos a Rusia, Suecia y Finlandia, ya han solicitado la incorporación a la OTAN, justo como también ha hecho la pequeña Kosovo. Esto bastaría para demostrar cuan desastrosa ha sido la maniobra de Putin, que además ha respondido amenazando a las dos primeras diciendo: «Su adhesión a la OTAN tendría graves consecuencias». Alemania se ha visto en una encrucijada terrible, pues no deseaba enemistarse con Rusia ya que había construido con ella el gasoducto Nord Stream 2 −que conecta ambos países y podría evitar al país teutón una futura vía de ingresos que para el resto de Europa es seguro que muy pronto esté cerrada definitivamente−. Esta actitud de mercachifle es lo que ha hecho que hasta el último momento Berlín no aceptase aplicar sanciones duras a Moscú por su invasión de Ucrania, así como tampoco quisiera vender armas a Kiev −prefiriendo hacerlo en el «avispero libio y yemení»−. Esto demuestra que la «unidad de los miembros de la UE» es ficticia, que cada uno va por libre. ¿Y qué hay de los EE.UU. de Joe Biden? Tras el enorme ridículo en Afganistán que mermó enormemente su prestigio como «policía del mundo», ha quedado de nuevo retratado dejando en la estacada a un socio que deseaba «formar parte del club». Aun así, no todos son malas noticias para Washington, porque con las sanciones de la UE a Rusia el país norteamericano será el que más salga beneficiado: esto le permitirá aumentar el envío de gas licuado a través de sus buques, un procedimiento sumamente caro en comparación al envío directo que Rusia proporcionaba a Europa a través de los gaseoductos, pero todo sea por el bien del «mundo libre», dirá EE.UU. Además, más allá de que la OTAN acabe interviniendo o no, es seguro que sus países ofrecerán, como ya está haciendo, todo tipo de créditos e intereses hacia el gobierno ucraniano para reconstruir el país. De igual modo, la Ucrania de Zelenski debería haber aprendido qué intereses mueven realmente al Tío Sam tras declaraciones del señor Biden tan impactantes como: «La misión de EE. UU. en Afganistán nunca fue crear democracia», sino «evitar los ataques terroristas contra suelo estadounidense». Como se ve, es todo un juego de intereses muy siniestro.
Los proimperialistas recuperan la cuestión de la «no posible equidistancia» para apoyar una guerra de motivaciones mezquinas
Pero a todo esto, ¿cuál fue esta vez la desternillante excusa de los imperialistas rusos para dar este paso tan arriesgado? Veámoslas, porque Moscú usó unas cuantas trampas argumentativas:
«Si Ucrania se uniera a la OTAN, serviría como una amenaza directa para la seguridad de Rusia... el nivel de amenazas militares a Rusia aumentará dramáticamente… el peligro de un golpe repentino contra nuestro país se multiplicará muchas veces… los documentos de planificación estratégica de EU contienen la posibilidad de un llamado ataque preventivo contra los sistemas de misiles enemigos. ¿Y quién es el principal enemigo de EU y la OTAN? Eso también lo sabemos, es Rusia». (Vladimir Putin, Discurso, 21 de febrero de 2022)
En primer lugar, unas semanas antes, Putin, creyéndose el amo y señor de los destinos de Ucrania, intentó convencer al mundo de que esta no tenía derecho a incorporarse a la OTAN, por lo visto, debe de pedir permiso al «gran hermano ruso», ahora, nos hacemos una pregunta: ¿mañana Moscú consultará con Washington si Serbia decidiese integrarse en la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), o ahí no haría falta porque Serbia sí es un «país soberano»? La hipocresía de unos y otros sobrepasa todo lo imaginable. ¿Por qué esta cuestión ha levantado tanta polvareda? Según Rusia por las hipotéticas consecuencias que esto puede tener para su seguridad, ¿les suena el argumento alarmista −copiado de sus rivales−? Moscú arguye que no teme tanto la capacidad militar de Kiev −ni el respaldo que pueda recibir de sus aliados occidentales−, ni siquiera que este sirva como base terrestre o naval para la OTAN, sino la colocación de misiles nucleares de la OTAN que desarbolarían el sistema de defensa ruso y reduciría su capacidad de reacción en caso de una guerra nuclear. Esto da igual, sus agentes repiten esta propaganda palabra a palabra.
«Si la OTAN se estableciera en Ucrania sus misiles tendrían la capacidad de atacar ciudades como Moscú o San Petersburgo en 5 o 7 minutos, según el misil. Putin consideró inaceptable esa amenaza a la seguridad rusa y se preguntó cómo reaccionaría Washington si su país instalara bases militares en la frontera de Estados Unidos con México o Canadá». (Atilio A. Borón; Rusia-Ucrania: Una tragedia evitable, 2022)
Esto es totalmente cierto. ¿Pero acaso no hay regiones de la OTAN limítrofes con Rusia −como los países bálticos− que podrían cumplir la misma función? ¿Cuál es la otra laguna que tiene este relato? Muy sencillo… dado que desde 1945 nadie ha presionado el «botón rojo», y como la propia Rusia sigue siendo la potencia con mayores cabezas nucleares del mundo, dudosamente va a iniciar la OTAN una guerra nuclear por hacer uso de esta «ventaja virtual» −que, recordemos, tampoco borra totalmente la capacidad de respuesta de Rusia−. Y menos lo hará por un país como Ucrania que todavía no es parte de la OTAN. Esto no lo decimos nosotros, lo dice la propia lógica, ya que si repasamos el video de Actualidad RT «¿Cómo terminaría una guerra entre Rusia y la OTAN?» (2019), en menos de 3 minutos un conflicto de este tipo causaría no solo la «destrucción mutua asegurada» con la muerte de 91 millones de personas, sino la devastación del hábitat de zonas enteras por varios siglos. Dado que ahora Rusia tiene peor cómputo en el tablero, tampoco que ella vaya a ser la que se arriesgue y eleve la apuesta a un conflicto de tipo nuclear, por mucho que Putin nos salga con bravuconadas que tanto nos recuerdan a su amigo Trump −el cual, por cierto, le alabó por su «genialidad» actuación con su vecino, y propuso que EE.UU. emulase lo mismo en México−.
El Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE), uno de los viejos partidos prorrusos fundado en 1984 y financiado desde Moscú, ya preparaba el terreno a su amo pocos días antes de comenzar las operaciones militares:
«En la actualidad más reciente se sitúa la intervención provocadora del imperialismo yanki en Europa, con el pretexto de la supuesta invasión rusa de Ucrania». (Partido Comunista de los Pueblos de España; La guerra imperialista es una amenaza para toda la humanidad. Por la paz y el desarme, ni bases ni OTAN, 2022)
Hasta los grupos revisionistas que se supone que se oponen a la «guerra imperialista», no han dejado de repetir las historietas de Moscú de que es un «ataque preventivo» o un «ataque defensivo» frente a la presión de la OTAN. Reconstrucción Comunista (RC), que como en tantas otras cuestiones, no olvida su matriz, copia al PCPE en su guion:
«Con este ataque, Rusia busca defenderse ante los intentos de EE.UU. y la UE de incorporar a Ucrania en la OTAN». (Reconstrucción Comunista; No a la guerra, no al imperialismo, 2022)
Una vez más, cómo no, Roberto Vaquero ha vuelto a ser el paradigma de lo que no hay que hacer. Por si esto no fuera poco, en un tono fuera totalmente de las coordenadas de la lucha de clases, lanzaba el siguiente discurso «europeísta»:
«¿Cómo vamos a reivindicar Europa? ¿Enfrentándonos entre los europeos? Porque los rusos... ¡son europeos!. (...) Lo que deberíamos hacer es entendernos con ellos. La gente que quiere una Europa grande, que se llena la boca de Europa, qué Europa va a haber si está fomentando que unos europeos se maten con otros por intereses del imperialismo estadounidense. (...) Europa va para abajo. La única forma no siga ese proceso es dejar de pelearse unos con otros. La única forma para que a nivel geopolítico Europa siga pintando algo. Hay que acabar con el servilismo al imperialismo de Estados Unidos». (Formación Obrera; No a la guerra, no al imperialismo #Shorts, 23 de febrero de 2022)
Por lo visto, las tareas que tienen los revolucionarios por delante es «evitar enfrentarnos» −en general− «entre europeos», porque no debemos olvidar que «Rusia es Europa» y esta es la única forma de que España y otros países de la Unión Europea «pinten algo» a nivel geopolítico como antaño; de ahí la conclusión lógica es que hemos de dejar de lado nuestras diferencias y unirnos con nuestras propias burguesías europeas para «combatir al imperialismo estadounidense» con posibilidades. Esta es justamente la recomendación de Mao Zedong para España en 1975. Recordemos también que este señor convocó −al igual que todas las agrupaciones falangistas− a todos sus fieles para ir a manifestarse en Madrid −en la C/Serrano a las 19:00 del 22 de mayo de 2021− con el objetivo de defender «la soberanía española» frente a Marruecos. Es decir, que para Roberto Vaquero hay guerras económicas, culturales y militares que son buenas y otras que son malas. Las primeras serían cuando tu nación imperialista «se defiende» para no perder territorios en África, inversiones o tradiciones reaccionarias; las segundas cuando otros países hacen esto mismo. ¿Se imaginan que posición hubiera tomado Roberto en la Guerra del Rif (1927)?
Entonces, ¿cómo operan mentalmente los oportunistas de ayer y hoy para justificar esta estafa? Muy sencillo. Aunque sus argumentos no son muy elaborados, estos son más que suficientes para engañar a una parte sustancial de la población alienada:
«Cualquier país que posea más colonias, capital y tropas que el «nuestro» «nos» priva de ciertos privilegios, de ciertos beneficios o superbeneficios. Igual que entre distintos capitalistas los superbeneficios van a aquel cuyas máquinas son superiores al promedio, o a quien es dueño de ciertos monopolios, así también entre las naciones, aquella que está económicamente en mejores condiciones es la que obtiene superbeneficios. Es cuestión de la burguesía luchar por obtener privilegios y ventajas para su capital nacional, y engañar al pueblo o a la gente sencilla −con ayuda de Arturo Labriola en Italia y de Gueorgui Plejánov en Rusia−, presentando como una guerra de liberación nacional la lucha imperialista por el «derecho» de expoliar a otros. (...) Lo mismo que Plejánov apoya la guerra «liberadora» de Rusia contra las pretensiones de Alemania de convertirla en una colonia suya, el dirigente del partido reformista, Leonida Bissolati, vocifera contra «la invasón de Italia por el capital extranjero». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Imperialismo y socialismo en Italia, 1915)
Por lo visto ahora también hay que celebrar la vitalidad de la «multipolaridad», y algunos además nos advertían que el «no a la guerra» taparía u obstaculizaría en la actual situación la «humillación» recibida por de EE.UU. −¡curioso antiimperialismo, sí señor−:
«@GBorgesRevilla: Por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial la OTAN es humillada y reducida a un club de espectadores. Tal cosa merecería una celebración mundial por ser un triunfo de la multipolaridad, pero la mediocridad intelectual de la izquierda global lo reduce todo al «no a la guerra». (Twitter; 24 feb. 2022)
Hasta el señor Vincent Gouysse, que hasta hace no tanto criticaba con saña a la teoría de los «tres mundos», los «países no alineados» o el «altermundismo» por todos los estragos que estas habían causado en el movimiento revolucionario, hoy no solo se apuntaba a la moda de saludar todo lo prorruso, sino que declaraba en un tono delirante:
«La inevitable victoria militar por venir de las fuerzas armadas rusas y los patriotas antifascistas y anticolonialistas en Donbass marcará un hito importante en la fase final del colapso del ámbito colonial atlantista». (Vincent Gouysse; La intervención rusa en Ucrania desde el punto de vista chino, 2022)
Tampoco el «camarada Arenas», jefe del Partido Comunista de España (reconstituido), podía faltar a la fiesta, declarando que:
«La burguesía rusa no está interesada en esta guerra −y menos aún la clase obrera−, pero se ha visto obligada a emprenderla. (...) Hemos de considerar como justo y necesario −pese a todo lo que está sucediendo− que el Estado ruso haya tomado la firme determinación, apoyado por China y otros países, de impedir aquella locura plantando cara a los imperialistas. (...) Es decir, el Estado ruso no persigue conquistas territoriales, ni le interesa saquear las riquezas naturales de otros países». (Carta de Manuel Pérez Martínez «Arenas» desde la cárcel de Aranjuez, 2022)
No, por supuesto, Rusia «no desea conquistas territoriales» −la incorporación de Crimea fue una anécdota, y la de Donetsk y Luhansk también−. ¿Si a Rusia «no le interesa saquear las riquezas de otros países»? ¿A qué cree que que se dedica la política exterior del capitalismo ruso −en Ucrania, Bielorrusia, América Latina, África o Asia Central−? ¿A la defensa antiimperialista de los pueblos? No se puede ser más ridículo. Por su parte el señor Olarieta, como abogado y simpatizante de los miembros del PCE (r) que acostumbra a escribir en sus círculos, lanzó en el Movimiento de Resistencia Política (MRP) −siglas que burlonamente son ya denominadas por algunos como «Movimiento Rusófilo de Putin»− la siguiente declaración:
«Para justificar su complicidad con el imperialismo, los oportunistas crean cortinas de humo con las víctimas que van a llevar al cadalso: Slobodan Milosevic, Muamar El-Gadafi, Saddam Hussein, Bashar Al-Assad, Vladimir Putin… Con ellos agotan el repertorio de descalificaciones, que son siempre las mismas». (Juan Manuel Olarieta; Rusia tiene razón, 2022)
Estos cabestros por no esforzarse, los pobres no tratan ni de buscar argumentos que no signifiquen pegarse un tiro en el pie. El señor Olarieta parece olvidarse que todas esas «valerosas figuras» que cita no solo eran líderes demagogos, nacionalistas y carniceros, sino que todos, antes de ser derrocados −o estar a punto de ello−, iniciaron un viraje para contentar a los EE.UU. −y en su gran mayoría esto ni siquiera les sirvió−. Pero no es todo, al parecer, el deber de los revolucionarios de hoy es realizar un frente común para apoyar a la Rusia de los oligarcas:
«Cuando un país, como Rusia, está siendo agredido desde hace tres décadas en muy diversos escenarios y por fuerzas hegemónicas, a los gobiernos sólo les cabe exigir que hagan frente a esos ataques y los revolucionarios de verdad deberían ponerse al frente de esa batalla. En una guerra no hay neutrales. Quien se mantiene al margen está con el más fuerte, con el agresor y con el imperialista». (Juan Manuel Olarieta; Rusia tiene razón, 2022)
Según este picapleitos del imperialismo ruso, cuando un país capitalista pugna por arrebatar las cuotas de mercados y territorios del otro, acosa y calumnia a sus rivales −hechos que «Juanma» nunca reconocerá en los movimientos del Kremlin−, resulta que por lo visto estas acciones convierten automáticamente al resto de potencias en potentes vectores «antiimperialistas», curioso. Una vez más asistimos a una extraña «dialéctica» herencia del maoísmo setentero que tan amargos frutos ha dado hasta ahora. Véase el capítulo: «La teoría de los «tres mundos» y la política exterior contrarrevolucionaria de Mao» (2017).
Esto recuerda a otra posición, la del renegado Vincent Gouysse. En palabras suyas resulta que si rechazamos posicionarnos con alguno de los bloques imperialistas como el chino-ruso, o bien somos o bien proyankees o:
«Dulces soñadores que piensan que pronto verán a los pueblos deshacerse de sus cadenas para liberarse tanto del colonialismo occidental como de las –futuras– pacíficas cadenas de esclavitud asalariada que acompañarán la fase, ahora próxima, de la libre expansión internacional del capital financiero chino». (Vincent Gouysse; China «comunista»: mitos y hechos principales, ¡de Mao a Xi!, 2020)
Aquí el señor Gouysse en un tono muy jocoso −pero no por ello menos filisteo− nos recomendaba que por nuestro bien rechazáramos de una vez a los «dulces soñadores» que piensan neciamente que «pronto verán a los pueblos deshacerse de sus cadenas» del imperialismo. Una vez más, dejemos a Lenin contestar los argumentos de este cariz, ya que estos son debates muy antiguos cuya postura le dejaran en franca evidencia, pues coincide con la del Kautsky de 1914:
«El problema no consiste, ni mucho menos, en saber si la socialdemocracia alemana se hallaba en condiciones de impedir la guerra, ni tampoco en saber si, en general, pueden los revolucionarios garantizar el triunfo de la revolución. El problema consiste en saber si uno debe conducirse como socialista o si debe «expirar» auténticamente en brazos de la burguesía imperialista». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El socialismo y la guerra, 1915)
La posición de rebajarse a apoyar a uno de los dos bloques imperialistas refleja siempre −aunque sea de forma indirecta− una debilidad manifiesta. Esto ocurre cuando el sujeto o grupo implicado sufre de un grave acomplejamiento ligado una gran desconfianza. Sus miembros no piensan realmente que sus fuerzas puedan revertir algún día la difícil encrucijada en la que se encuentran, sobrevuela sobre sus cabezas la duda permanente de que estén en capacidad de superar sus deficiencias, entre las cuales se cuentan la falta de influencia y coherencia política, razón por la que se contentan con unas cuantas concesiones en cuanto a sus antiguos principios, lo cual lo presentan como un «arreglo temporal» para «no aislarse» −aunque hace rato que ese barco zarpó−. A partir de ahí, ya se sabe, «a falta de pan buenas son tortas»; o dicho de otro modo, ya que no se tiene suficiente capacidad como para influenciar la política de su país con su plataforma, estos señores tratan de engañarse a sí mismos y al resto de que esto podrá ser solventando «manejando» o «manipulando» a los principales actores de la función, aunque estos ni siquiera sepan que ellos existen o los ninguneen abiertamente considerándolos como meros figurantes de los cuales pueden prescindir con un chasquido de dedos.
«El público filisteo, cori los oídos muy abiertos, escucha estos cuentos, toma en serio las fábulas y sigue ciegamente a los caballeros de industria, que se esfuerzan por hacer recaer la atención «de la sociedad» precisamente en lo que a ellos les conviene. El público filisteo no sospecha que le llevan de la brida, que las sonoras frases acerca del «patriotismo», del «honor y el prestigio de la patria» y de la «agrupación de grandes potencias» encubren intencionadamente los manejos de los estafadores financieros y de aventureros capitalistas de toda calaña. (...) Todos esos procedimientos sutiles no son más que disputas de negociantes capitalistas y de gobiernos capitalistas por el reparto del botín. Se esfuerzan por arrastrar al pequeño burgués a la discusión en torno a cómo sacar «nosotros» mayor tajada y darles «a ellos» la menor, por interesarlo en la querella en torno a esta cuestión». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El socialismo y la guerra, 1915)
Respondiendo concretamente a las insinuaciones del señor Gouysse, este puede estar sumamente tranquilo… nosotros no somos soñadores, tomamos la realidad como es. Muchos pueblos están y estarán aún lejos de librarse tanto de la influencia de las potencias extranjeras como de su burguesía nacional. En definitiva, a los desposeídos les queda un viaje muy amargo y largo para lograr su emancipación social mientras no sepan aprender de sus experiencias, mientras no logren una clarividencia programática y materialicen una organización que condense una línea de actuación conjunta y concisa que resuma todo esto. Una de esas tareas ideológicas pasa por superar estas mismas ilusiones «tercermundistas»; una conclusión que el antiguo Vincent Gouysse defendía con tesón antes de convertirse en poco más que el limpiabotas de Xi Jinping. Ahora, una vez matizado lo obvio, ¿en qué podemos decir que ayuda hoy la labor política de «orientación» de gente como Vincent Gouysse? En nada, solo se puede calificar como un «trabajo de zapa» que obstaculiza que ese día del fin del capitalismo llegue:
«Aún somos débiles, y se acabó, dice Blatchford. Pero con su franqueza pone al desnudo de golpe su oportunismo. (…) Se ve en seguida que está al servicio de la burguesía y los oportunistas. Al declarar la debilidad del socialismo, él mismo lo debilita con su prédica de una política antisocialista, burguesa». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El socialismo y la guerra, 1915)
Nótese que Lenin concluyó que el trabajo de los bolcheviques era trabajar con paciencia y tesón en crear dicha alternativa, no en rebajarse a mendigar la atención y favor de los círculos imperialistas:
«La extraordinaria abundancia de corrientes y matices del oportunismo pequeño burgués entre nosotros, en tanto que la influencia del marxismo en Europa, así como la solidez de los partidos socialdemócratas legales antes de la guerra. (…) La clase obrera en Rusia no podía constituir su partido más que en una lucha resuelta, durante treinta años, contra todas las variedades del oportunismo. (…) No podemos saber si un fuerte movimiento revolucionario estallará con motivo de la primera o de la segunda guerra imperialista de las grandes potencias, o si estallará en el curso de esta guerra o después de ella, pero de todos modos nuestro deber ineludible es trabajar de un modo sistemático y firme en esa dirección». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El socialismo y la guerra, 1915)
Por eso ayer, hoy y siempre:
«La clase obrera no puede desempeñar su papel revolucionario universal si no sostiene una guerra implacable contra esa apostasía, contra esa falta de firmeza, contra esa actitud servil ante el oportunismo, contra ese inigualable bastardeamiento teórico del marxismo. El kautskismo no es un hecho fortuito, sino un producto social de las contradicciones de la II Internacional, de la combinación de la fidelidad verbal al marxismo con la subordinación, de hecho, al oportunismo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El socialismo y la guerra, 1915)
En consecuencia, actualmente nos negamos a seguir la línea derrotista y servil de dedicarnos a discutir como intelectuales charlatanes sobre cuál de los imperialismos es más «aceptable» y constituye la mejor baza para nuestro pueblo. Quienes piensen esto pueden quedarse con su «realpolitik» burguesa. Véase el capítulo: «Debemos apoyar a China porque pone en entredicho la política occidental», ¿dónde hemos oído esto antes?» (2021).
¿Qué legitimidad tiene Moscú de acusar a Kiev de fascista y viceversa?
«Estoy convencido de que la verdadera soberanía de Ucrania será posible precisamente en asociación con Rusia». (Vladimir Putin; Discurso, 21 de julio de 2021)
En este caso, despechada, Rusia desea que Ucrania vuelva a ser su sirvienta y no la de EE.UU. y la Unión Europea. ¿Se puede justificar por tal motivo la actual guerra? Esto sería como si en Colombia la gente se rebelase contra el presidente corrupto de turno, y más adelante el nuevo gobierno de este país sudamericano aceptase un acuerdo militar con Rusia o China y cediese una base para su presencia, en tal situación, ¿tendría EE.UU. «legitimidad» para invadir Colombia por sentir «amenazada su seguridad»? Bueno... quizás a las marionetas de uno u otro bloque sí se contenten con estas burdas consignas para mentecatos, pero desde luego que no cuenten con nosotros para participar en tal bochorno de propagarlas.
«Para ello, nos esforzaremos por desmilitarizar y desnazificar Ucrania. Y también para llevar ante la justicia a quienes han cometido numerosos y sangrientos crímenes contra la población civil, incluidos los ciudadanos de la Federación de Rusia». (Vladimir Putin; Discurso, 24 de febrero de 2022)
El gobierno ruso se presenta al mundo con la misión de «desnazificar» y «llevar ante la justicia» a «quienes cometieron numerosos crímenes sangrientos». ¿Ah, sí? ¿Entonces no debería empezar por llevar a la corte de justicia al propio Putin por sus barrabasadas en Chechenia y por los constantes atropellos contra sus propios ciudadanos? ¿Acaso no era él quien citaba y homenajeaba a autores fascistas, monárquicos y simpatizantes de los nazis como Ilyin, Denikin y Solzhenitsyn? ¿No es él quien mantiene unas relaciones idóneas con el oscurantismo clerical que defiende ideas de épocas ya muy lejanas? ¿No invita la TV rusa Life News a reconocidos nazis como Alexei Milchakov para lanzar su propaganda prorrusa? ¿Quién ha financiado al Batallón Varyag? ¿No es cierto que también son legales grupos supremacistas, como el Partido Liberal-Demócrata de Rusia de Vladímir Zhirinovski −con 23 diputados en la Duma−, que han pactado varias veces con Putin?
Por si todo esto fuera poco, algunos olvidan que en los 90 fue el propio Putin quien, en calidad de alcalde subrogante de San Petersburgo y presidente del Comité de Relaciones Exteriores, propuso a la Chile de Pinochet como posible modelo para solucionar los problemas sociales en Rusia (sic):
«Vladimir Putin, alcalde subrogante de San Petersburgo y presidente del Comité de Relaciones Exteriores de la ciudad de seis millones de habitantes, ha dejado claro a los representantes empresariales alemanes que una dictadura militar según el modelo chileno sería la solución deseable para los actuales problemas políticos de Rusia. (...) Putin distinguió entre la violencia «necesaria» y la «criminal». La violencia política es criminal si tiene como objetivo eliminar las condiciones de la economía de mercado, «necesaria» si promueve o protege las inversiones del capital privado. En vista de la difícil trayectoria de la economía privada, Putin aprobó expresamente los posibles preparativos de Yeltsin y los militares para instaurar una dictadura al estilo de Pinochet. Las declaraciones de Putin fueron recibidas con un amistoso aplauso tanto por los representantes de las empresas alemanas como por el cónsul general adjunto de Alemania que estaba presente». (Neues Deutschland Aktuell; Un político de San Petersburgo quiere una dictadura, 1994)
Por lo visto al Partido Comunista de España (reconstituido) y sus restos no le importa nada todo esto... continúa erre que erre en 2022 con su guion ficticio. Para ellos en Moscú todos son progresistas mientras en Kiev gobiernan neonazis:
«Para que la OTAN sobreviva, es necesario demonizar a Rusia y luchar como leones por la «independencia» de Ucrania, lo cuál es la mejor noticia que pueden recibir los neonazis que hoy controlan al gobierno de Kiev y que, hasta la fecha y desde el golpe de Estado de 2013». (Movimiento Político de Resistencia; La neutralidad y el «ninismo» ante los neonazis ucranianos garantiza los intereses de la OTAN en el este de Europa, 2022)
¡Vaya! Será la primera y última vez que en Ucrania hay un «gobierno neonazi» con alguien como Volodímir Zelenski al frente, conocido por ser de familia judía y apenas hablar bien el ucraniano. ¡¿Qué curioso «nazismo» este, verdad?! ¿Pero qué esperar del PCE (r) si califica indistintamente a España o EE.UU. de «gobiernos fascistas»?
Tanto el partido Rusia Unida (RU) de Putin como el Partido Comunista de la Federación Rusa (PCFR) de Ziugánov intentaron vender a nivel internacional el relato de que la «nación rusa estaba amenazada −como vimos en secciones anteriores−, y que por ende la actual guerra se reducía a una «guerra antifascista» entre «fascistas ucranianos» y «antifascistas prorrusos», pero nada más lejos de la realidad. Lo que ha abundado en el bando separatista de Donbas afín a Rusia no han sido «militantes de izquierda», sino nacionalistas prorrusos, conservadores, monárquicos, nostálgicos del brezhnevismo y fascistas varios. En cambio, los prorrusos de todo el mundo se guardan muy mucho de ocultar la mugrienta ideología «nazbol», antisemita, homófoba o monárquica de personajes protagonistas en estos eventos. Hablamos no solo del del patriarca Kirill de la Iglesia ortodoxa, íntimo amigo de Putin, que ha dado su bendición a esta «cruzada rusa» declarando que: «La guerra es correcta porque es contra el lobby gay», sino que nos referimos también a las vomitivas declaraciones de los Pavel Gubarev, Alexander Borodai, Igor Strelkov, Alexander Barkashov, Aleksandr Dugin o Igor Girkin, quienes han tenido un papel fundamental en las dos repúblicas prorrusas del Donbas como ideólogos, gobernantes o jefes de milicias. Véase el artículo de David Karvala «Contra el fascismo bajo todas las banderas» (2014) o el de Antifascist Europe «Éxodo nazi: cómo los nazis rusos terminaron en Ucrania» (2021).
Entonces, ¿a qué se debe este doble rasero del Kremlin? Simple y llanamente Kiev ha cambiado de amo, y en vez de mirar hacia Moscú ahora mira hacia Washington, y esto no ha sido aceptado por el mundo ruso, que se ve a sí misma como su hermano mayor. ¿Qué hay de los actuales grupos fascistas en Ucrania? Svoboda, que como mínimo es la síntesis de un proyecto ucraniano de reminiscencias claramente de ese tipo, apenas logró llegar al 4% en las elecciones parlamentarias de 2014. De hecho, los fascistas locales fueron utilizado al comienzo de la revuelta del Euromaidan para hacer el trabajo sucio a los sectores tradicionales antirrusos −al menos hasta que Yanukóvich huyó a Moscú−. En cualquier caso, sus cabezas visibles apenas han tenido representación política −tres de los dieciochos ministros del Gobierno de Yatsenyuk (feb-nov. 2014)−, mientras que en las elecciones locales (2020) apenas alcanzaron el 2%. Otros grupos como Sector Derecho y Cuerpo Nacional, han boicoteando diversas elecciones o han acabado haciendo piña con Svoboda pidiendo el voto por su candidato Ruslan Koshulynskyi en las elecciones presidenciales (2019), no logrando con esta coalición más de un 1,6% de los votos. También han sido notables las tiranteces entre Zelenski y estos grupos, aunque ambos se necesitan mutuamente, por esto antes de la invasión rusa hubo un acercamiento de posturas.
Viendo estos resultados, ¿quién en su sano juicio diría que en Kiev gobiernan los fascistas con puño de hierro? Nadie, lo que no quita que estos grupos políticos dominen ciertas zonas o tengan influencia, o que sus brazos armados hayan sido integrados y protegidos en lugares como la Guardia Nacional, un fenómeno del cual no están exento cualquier régimen capitalista, como bien sabe mismamente Francia, Italia, España o la propia Rusia, cuyos mandos y unidades se han visto salpicadas por escándalos por hacer gala de su ideario reaccionario. Imaginemos hipotéticamente que en España mañana una región de importancia económica, como Cataluña, decidiese optar por la secesión inmediata, obtuviese apoyo de China, y además se desatase la guerra, ¿alguien duda que el gobierno de turno de Madrid, angustiado por la situación, «llamaría a filas» y armaría a los «decididos patriotas» sin mirar la filiación política ni guardar demasiado las apariencias? ¿No veríamos desfilar camino a Barcelona al «Batallón Reconquista» formado por miembros de Ultrasur, Frente Aleti, Brigadas Blanquiazules, Democracia Nacional, Hogal Social, Bastión Frontal, España 2000 o Vox? Eso es lo que ha ocurrido en Ucrania con el Batallón Azov, cuya espina dorsal eran los hinchas radicales del Dínamo de Kiev, Dnipro, Shakhtar, Karpaty Lviv, Vorskla Poltava, Metalist Kharkiv, Metallurg Zaporizhya, Tavriya Simferopol, Chernomorets Odessa y PFC Sevastopol… más por supuesto las juventudes de Svoboda −C14−, a lo que también se sumaron combatientes fascistas de todo el mundo, alcanzando los 1.000 miembros aproximadamente.
En España mismamente hemos asistido al bochornoso espectáculo de presidentes que han financiado a la Fundación Francisco Franco −Aznar−, que han escrito artículos de juventud racistas −Rajoy−, diputados que han asistido a misas por Primo de Rivera −Ortega Smith− y otros que directamente fueron ministros durante el franquismo −Fraga−. Esto no implica que muchas de estas figuras sean fascistas de cabo a rabo, ni descarta que hayan ejercido una política con programas y valores fascistas, pero que hayan virado hacia un ideario más liberal por la razón X. Un tema muy polémico ha sido el culto creciente en Ucrania a Stepan Bandera −colaboracionista de los nazis−, el cual certificaría que «Kiev ha caído en manos del fascismo». Pero esta rehabilitación no se remonta si quiera a 2014. Ya en 2010 el aquel entonces Presidente Víktor Yúshchenko lo nombró «Héroe de Ucrania», incluso ya en 1994 se legalizaron los símbolos de su partido: la Organización de Nacionalistas Ucranianos (ONU). ¿La razón? Al igual que los países bálticos, la casta política necesita agarrarse a cualquier figura o grupo que represente lo conservador, cristiano, antirruso, antipolaco y anticomunista. No olvidemos que en varias democracias burguesas de la UE la apología del comunismo está penada con multas o penas de prisión, mientras la exaltación de grupos fascistas y colaboracionistas de los nazis es ignorada. En Europa del Este −Polonia, Lituania, Estonia, Letonia− este relato histórico incluso es exaltado como «símbolos nacionales de resistencia contra la opresión rusa». Lo que ocurre es que algunos no desean entender la interrelación que hay entre las figuras, valores, leyes e instituciones −heredadas en un tiempo lejano o próximo− del fascismo y la democracia burguesa, las cuales −aun con sus diferencias importantes− no dejan de ser vehículos de expresión de clase, por lo que es normal que haya ciertos puentes, simpatías y adaptaciones, como también ocurre mismamente entre liberalismo y socialdemocracia. Por encima de todo, el nacionalismo, más exacerbado o más disimulado, la religión y sobre todo los intereses económicos suelen ser el gran nexo de unión entre las distintas expresiones de la burguesía y sus cachorros.
Putin el «libertador» defiende el «derecho de los pueblos a decidir», ¿debe de ser una broma, no?
«No hay ninguna barrera a la integración del gran espacio eurasiático alrededor de Rusia, ya que estas zonas fueron política, cultural, económica, social y psicológicamente unidas en el transcurso de muchos siglos. La frontera occidental de la civilización eurasiática va un poco más al este de la frontera occidental de Ucrania, por lo que el Estado recientemente establecido es inviable y frágil». (Alexander Dugin; Nueva república, 2015)
Como todo el mundo sabe que Dugin, este filósofo conservador, paneslavista y heideggeriano ha tenido una influencia notable en el Presidente Putin, quien a su vez lo cita habitualmente y lo ha tratado siempre como un íntimo colaborador de su proyecto. Antes de ordenar la invasión a Ucrania tuvimos la ocasión de ver una escena surrealista donde Putin se pronunciaba a favor del derecho de autodeterminación, asegurando que su gobierno solo defiende:
«Los altos valores de los derechos y las libertades humanas, teniendo en cuenta la realidad actual formada durante todas las décadas de posguerra. Tampoco anula el derecho de las naciones a la autodeterminación consagrado en el artículo 1 de la Carta de la ONU. (...) Nuestra política se basa en la libertad, la libertad de elección para todos, determinar su propio futuro y el de sus hijos». (Vladimir Putin; Discurso, 24 de febrero de 2022)
Lo que acarreó los aplausos de sus fans nacionalistas en Europa Occidental, creyendo −pobres ingenuos ellos− que él cree en tal cosa:
«@ciruela_negra: ¿Putin no ha llevado a efecto, precisamente hoy, el derecho de autodeterminación de dos territorios?». (Twitter; Ciruela negra, 21 feb. 2022)
Desde el PCE (r) reproducían con orgullo el discurso del nacionalista rojo, el señor Ziugánov, quien propuso en la Duma reconocer a las dos repúblicas e intervenir inmediatamente en ellas para salvar a la «nación rusa» con «más de mil años de existencia». Putin, agradecido por esta «ayuda patriótica» de la «oposición», aceptó de buen grado, mientras se encarcelaba a quienes se manifestaban en contra de la guerra. Esta borrachera chovinista que vive hoy la política rusa es celebrada por parte de la «izquierda» europea prorrusa, considerando el papel liberador que estaría llevando a cabo el ejército ruso ejerce por las tierras del Este de Ucrania (sic):
«La Federación Rusa ha tomado una posición en defensa de la gente de Donbas». (Movimiento Político de Resistencia; Ziugánov: «Solo la desmilitarización y la desnazificación de Ucrania pueden garantizar una seguridad duradera para Rusia, Ucrania y Europa», 2022)
Ver a Putin o Ziugánov apelando al «principio de autodeterminación de los pueblos» es como ver en su día a Napoleón III o Bismark hablar en nombre del «principio de las nacionalidades», es decir, un cinismo apabullante. ¿Acaso no ha aplicado Putin una represión brutal y ha usado la intervención militar contra cualquier territorio que muestre su deseo de separarse de la Federación Rusa? ¿El art.4 de la «Constitución de la Federación Rusa» (1993) no dictamina que «asegura la integridad y la inviolabilidad de su territorio»? ¿No ha intervenido el gobierno ruso recientemente en países vecinos, como Kazajistán o Georgia, para apoyar, precisamente, a todo tipo de sátrapas y asegurar así los intereses económicos de los monopolios rusos?
En verdad, Rusia ni siquiera necesita incorporar de iure a estas regiones separatistas, le vale con hacerlo de facto a través de controlar a dichos gobernantes o hacerlos dependientes de Moscú:
Hay que recordar para los más despistados que el Tío Sam también ha utilizado históricamente la baza de que «X gobierno ha atentado contra la seguridad de ciudadanos estadounidenses» afincados en dichos territorios, por lo que «irremediablemente los EEUU. se ven obligados a declarar la guerra al país vecino para «neutralizar X amenaza» y «defender de ese modo la seguridad de sus compatriotas» o «atender la reclamación de ayuda de un aliado». Sin ir más lejos, este fue el pretexto de la Guerra México-Estadounidense (1848) o la Anexión de Hawái (1893). El mismo patrón que ha aplicado una y otra vez en América Latina cuando le ha venido en gana para defender sus intereses empresariales en Cuba, Guatemala, Argentina, Panamá, Venezuela, Granada, etcétera.
Recordemos también que tras la Primera Guerra Mundial (1914-18) se formaron nuevos países como Checoslovaquia. El «único problema» era que por culpa de la falta de lógica de pactos internacionales como el Tratado de Versalles (1919) y el Tratado de Saint-Germain-en-Laye (1919) hubo zonas cuyas fronteras estaban configuradas de forma que no correspondían demasiado con la etnia predominante del Estado −algo que no debería de ser un problema, pero que bajo el capitalismo siempre lo es−. Tal era el caso de la región de los Sudetes, donde la mayoría de ciudadanos eran de cultura germana, fruto de las antiguas luchas entre germanos y eslavos que se llevó por la zona durante varios siglos. El gobierno checoslovaco no solo no permitió a estos territorios incorporarse libremente a Alemania o Austria, sino que obstruyó deliberadamente la representación política de los germanos. A la larga este y otros fenómenos −como el mayor desempleo en estas zonas o la mayor expropiación de propiedades hacia ciudadanos germanos−, acabaron minando la convivencia y servirían de pretexto perfecto para que los políticos alemanes cultivasen allí un sentimiento revanchista. Huelga decir que esta política de discriminación de Praga hacia los alemanes de los Sudetes fue la baza perfecta para que las huestes de Hitler se ganasen simpatías de los germanos. En el Acuerdo de Múnich (1938) varias de las potencias occidentales −Gran Bretaña, Italia y Francia− permitieron que el nazismo legalizase la ocupación y anexión de los Sudetes aun siendo un gobierno caracterizado por humillar y exterminar a las minorías étnicas. Esta vez, a diferencia de lo que ocurrió en el Sarre (1935), ni siquiera se formalizó referéndum alguno, y en menos de un año el Tercer Reich acabó invadiendo toda Checoslovaquia. Este es un ejemplo de cómo la cuestión nacional mal gestionada es aprovechada por una potencia imperialista para expandir sus tentáculos. En la posguerra (1945-48) los políticos checoslovacos no parece que aprendiesen de sus errores nacionalistas, porque decidieron hacer pagar a justos por pecadores, por lo que para quitarse el problema de en medio decidieron expulsar a todos los alemanes de la zona, más allá de que hubieran colaborado o no con el nazismo.
Cómo Putin ilustra a sus compatriotas con sus clases de historia
Dudamos que este hombre haya leído los debates de los bolcheviques en torno a la cuestión nacional, los cuales eran producto no del empecinamiento o capricho de Lenin en «separar Rusia», sino de la necesidad de tener en cuenta la fisonomía sociohistórica particular de unos territorios que además contaban ya con una población enrolada en importantes movimientos nacionales. ¿Cuál era la postura real de los bolcheviques? Lenin en su «Extractos de la carta a los obreros y campesinos de Ucrania» (1919) aclaró que solo los revolucionarios ucranianos debían decidir si separarse o juntarse a Rusia −y en caso de hacerlo, de qué modo−, pero que se aceptase una forma u otra lo importante era: «Trabajo conjunto para defender la dictadura del proletariado». Por último, dejó claro que ante todo eran: «Enemigos de los odios nacionales, de las querellas nacionales y del aislamiento nacional. Somos internacionalistas. Aspiramos a una unión estrecha y a la completa fusión de los obreros y campesinos de todas las naciones del mundo».
En cuanto a la teoría de que si un pueblo no ha logrado nunca su independencia estatal −o la ha perdido hace mucho tiempo− no puede considerar como «nación legítima» no solo es metafísica, sino que va en contra de los hechos históricos comúnmente conocidos. En relación a los noruegos, irlandeses o ucranianos, Stalin se mofaba de dicha noción formalista porque supondría aceptar dos lagunas: a) o que estos no llegaron a ser nación hasta que lograron su primera independencia histórica −que en muchos casos nos obligaría a retrotraernos a épocas pretéritas precapitalistas, y por ende a un concepto de «nación» ajeno a los cánones científicos−; b) o que se convirtieron en nación recientemente sólo cuando lograron su independencia −lo que no explicaría la génesis de esos movimientos nacionales que reclamaban tal independencia−. Además:
«De aceptar vuestro esquema, sólo podríamos reconocer como naciones a las que tienen su propio Estado, independiente de los demás, y todas las naciones oprimidas, privadas de independencia estatal, deberían ser excluidas de la categoría de naciones. Además, la lucha de las naciones oprimidas contra la opresión nacional y la lucha de los pueblos de las colonias contra el imperialismo deberían ser excluidas de los conceptos «movimiento nacional» y «movimiento de liberación nacional». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili; Stalin; La cuestión nacional y el leninismo, 1929)
«Putin: Nuestro parentesco se ha transmitido de generación en generación. Está en los corazones y en la memoria de las personas que viven en la Rusia y Ucrania modernas, en los lazos de sangre que unen a millones de nuestras familias. Juntos siempre hemos sido y seremos muchas veces más fuertes y exitosos. Porque somos un solo pueblo». (Sputnik Mundo; Putin publica un artículo sobre Ucrania: «Rusia nunca ha sido y nunca será antiucraniana», 12 de julio de 2021)
Cuando el señor Arenas nos aseguraba en 2014 que Putin tiene un profundo «reconocimiento y respeto de Ucrania como país soberano e independiente»... ¿a qué se referiría, a las palabras supremacistas sobre Ucrania o a la gentil lluvia de «hermandad» que ha caído recientemente sobre Kiev? No lo sabemos. En último lugar, por si a alguien le quedase dudas de lo que piensan verdaderamente los reaccionarios rusos de sus «hermanos ucranianos», aquí tenemos una prueba inequívoca de la boca del propio Putin:
Aun con ciertos intervalos de resistencias, en cuestión nacional la línea soviética oficial se volvió cada vez más proclive a recuperar la antigua visión zarista de rusificación generalizada en varias de las esferas fundamentales, una tendencia que lejos de reducirse se fue agudizando en las siguientes décadas, ya bajo Jruschov, Brézhnev y Gorbachov. Esto no solo tuvo una repercusión directa en Ucrania, sino también en las repúblicas asiáticas, las repúblicas caucásicas o en las repúblicas bálticas −por no hablar de los pueblos siberianos y otros−:
«El número de colonos rusos fuera de las fronteras de la Federación Rusa durante el período de 20 años 1959-1979 llegó a 7,6 millones. «Ahora el 17,4% de la población rusa del país», escribe el diario Komunist, «ha emigrado a otras repúblicas: Ucrania, Kazajistán, Uzbekistán, etc». La proporción de rusos en la población del Este durante las últimas décadas es entre 10-20%. En general, el grupo nacional más grande junto a la nación autóctona en las repúblicas no rusas es el grupo ruso. Así, en Turkmenia la población local supone el 68,4%, mientras que los rusos el 12,6%; en Estonia el 64,7 %, frente al 27 %; en Letonia 53,7% contra 32,8%. En Kazajstán la proporción es diferente, el grupo ruso representa el 40,8% frente al 36,0% de kazajos. En la República Autónoma de Bashkiria hay un 40,5% de rusos frente a un 23,4% de bashkires, en la República de Buriatia los rusos constituyen 73,5%, etc». (Natasha Iliriani; Algunas manifestaciones de la opresión nacional en la Unión Soviética actual, 1987)
A la postre todo ello causó todo tipo de choques, protestas y animadversiones mutuas −tanto hacia los rusos como hacia otras repúblicas colindantes−. Esto demuestra, que lejos de lo que Putin o Armesilla aseguran, no fue el «derecho de autodeterminación de las naciones» lo que terminó destrozando a la URSS:
«@armesillaconde: En su discurso de hoy, #Putin ha estado impecable y me ha dado la razón en algo que llevo diciendo años: el «derecho de autodeterminación» fue la muerte de la URSS y el gran error de Lenin. Todo el que defienda ese «derecho» aplicado a su país es un inconsciente político». (Twitter; Santiago Armesilla, 21 feb. 2022)
Sino que abandonar este principio básico del marxista-leninismo fue lo que realmente terminó por arruinar la igualdad y confianza entre los pueblos. En cualquier caso, si el lector quiere más información también puede echar un vistazo a los vídeos del canal The Cold War «Did the Soviet Union Russify Other Nationalities?» (2022) «Was Russian Language Dominant in the Soviet Union?» (2022).
La composición étnica y lingüística de Donetsk y Luhansk
En último lugar, ¿qué consecuencias tuvo en la zona que hoy es objeto de debate? Hoy día el 74,9% de los residentes en el Óblast de Donetsk y el 68,8% en el Óblast de Luhansk consideran al ruso como su lengua materna, seguido por el ucraniano.
A partir de 1926 la población ucraniana del Óblast de Donetsk fue perdiendo peso en los censos de 1939, 1959, 1979 y 1989. Según el censo de 1926 el 61% de la población se consideraba ucraniana, el 24% rusa, 6% griega, 2% judíos y otros. En 1989 los datos eran: 50% ucranianos y 43% rusos, 1% griegos y otros. En 2001 eran el 56% ucranianos, 38% rusos, 1% griegos y otros.
A partir de 1926 la población ucraniana del Óblast de Luhansk fue perdiendo peso en los censos de 1939, 1959, 1979 y 1989. Según el censo de 1926 el 68% de la población se consideraba ucraniana, el 28% rusa y un 3% de judíos. En 1989 los datos eran: 51% ucranianos, 44% rusos y 3% judíos. En 2001 eran el 58% ucranianos, el 39% rusos y otros.
Estos datos a veces son algo subjetivos, ya que el encuestado suele declarar que es X o Y por afinidad o por el árbol genealógico que su familia le ha contado, pero no se trata, ni mucho menos, de un análisis genético ni nada por el estilo −dado que entonces mostraría una fusión étnica mucho mayor−, lo que echaría al traste muchos de los sentimientos de «pureza» de algunos nacionalistas de uno y el otro lado del Dnieper. ¿Y qué significa esto? Muy sencillo, que más allá de la propaganda y esfuerzos en rusificar estas regiones fronterizas, ninguna de las dos autoproclamadas repúblicas del Donbas son actualmente de mayoría rusa, como tampoco lo eran hace dos décadas. Esto no ha evitado que la población prorrusa siempre haya sido muy activa en Donetsk y Luhansk, y, de hecho, allí es donde mayor porcentaje de votos obtenía de toda Ucrania el antiguo aliado de Moscú, Víctor Yanukovych −pues en las elecciones de 2014 recibió un 57% de votos en Lugansk y un 65% en Donetsk−.
¿Por qué en 2014 estas regiones han tenido una respuesta tan marcadamente prorrusa? A comienzos de año, momento en que los problemas internos ucranios llegan a su paroxismo entre el bando proclive al identitarismo ucraniano y el bando más prorruso, los imperialismos extranjeros aprovechan la situación para azuzar a los bandos protagonistas, usando a los contendientes en liza como peones para dirimir sus intereses: EE.UU. anima al movimiento del Euromaidan a que impulse a Ucrania definitivamente hacia la Unión Europea (UE) y la OTAN, mientras Moscú ofrece concesiones al gobierno de Yanukovych para que todo se mantenga como hasta entonces, esto es, permaneciendo dentro de su área de influencia. En esa difícil coyuntura, era de esperar lo que ocurrió: a) que los ciudadanos prorrusos del Donbas deseasen defenderse de las políticas rusófobas del nuevo gobierno de Kiev −que entraría en acción febrero de ese mismo año−; b) y que los ucranianos cansados de Putin y su sombra Yanukovich quisieran darle la patada probando suerte con las bonitas promesas que siempre suelta Occidente para atraerse nuevos socios. ¿Qué más decir ante tanta inmundicia intelectual?
Entiéndase, decimos «era de esperar» [*], dado que a diferencia de la fantasía de otros, nosotros somos totalmente conscientes de la nula influencia de revolucionarios consecuentes que opongan un discurso contrario a estas dos propuestas igualmente nocivas. El resto de declamaciones supremacistas, amenazas y matanzas entre ambos bandos es de sobra conocido por todos, por lo que no los repetiremos.
«El socialchovinismo, que defiende de hecho los privilegios, las ventajas, el saqueo y la violencia de «su» burguesía imperialista −o de toda burguesía en general−, constituye una traición absoluta a todas las ideas socialistas y a la resolución del Congreso Socialista Internacional de Basilea». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El socialismo y la guerra, 1915)
Por supuesto, los bobos buscarán entre alguno de estos reaccionarios gobiernos capitalistas y sus impulsores algún punto para probar el papel «progresista» de su ejército en el conflicto, pero lo cierto es que ninguno de ellos es de fiar ni ha buscado desde el principio otra cosa que no sea asegurar sus mezquinos intereses capitalistas, que por otra parte no tienen nada que ver con los de los asalariados.
«Los cálculos de los nacionalistas son descarados y cínicos en grado superlativo. Pronuncian frases altisonantes sobre la «guerra santa por la independencia» de los pueblos mientras juegan a sangre fría con la vida de millones de seres humanos y empujan a los pueblos al matadero para dar ganancias a un puñado de comerciantes e industriales». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Juegos de azar, 1911)
Anotar que, en octubre de 2022, el gobierno ruso reiteró que miente una y otra vez a su público. Si bien en febrero de 2022 el Kremlin vendía en su propaganda que no tenía ningún propósito anexionista en su intervención en Ucrania, ocho meses después decidió anexionarse por la fuerza las provincias de Jerson y Zaporiyia. Estas regiones, para quien no lo sepa, lejos de constar de una mayoría rusa a nivel étnico y lingüístico, tienen una composición aún menos favorable para sostener su relato:
a) El Óblast de Jerson, según el último censo de 2001, cuenta a nivel étnico con un 82% de ucranianos, un 14% de rusos más otras minorías. En cuanto a la composición lingüística el ucraniano el idioma principal de la población con un 45% de la misma que habla el ruso.
b) El Óblast de Zaporiyia, según el último censo de 2001, cuenta a nivel étnico con un 70% de ucranianos, un 24% de rusos más otras minorías. En cuanto a la composición lingüística el ucraniano el idioma principal de la población con un 50,2%.
Esto puede significar perfectamente que el objetivo real del gabinete de Putin sea partir Ucrania en dos, quedándose Rusia con todas las regiones existente al Este del río Dniéper, algo que, por otra parte, dudamos que se consiga viendo la deficiente disposición militar del ejército ruso hasta el momento». (Equipo de Bitácora (M-L); El PCE (r) y Cía. como voceros del imperialismo ruso, 2022)
Anexo:
[*] «Nosotros, sin embargo, compañeros no somos pacifistas sentimentales. (...) Nosotros queremos la paz hecha revolucionariamente por los pueblos. Nosotros luchamos en cada país contra las fuerzas de regresión y de opresión que lanzan a los pueblos a la carnicería imperialista, para levantar sobre las ruinas del capitalismo, la verdadera paz, la única paz posible, la paz hecha por los pueblos libres de explotación social y nacional, por los pueblos iguales y hermanos, por los pueblos liberados de los estériles y monstruosos prejuicios de raza, de religión, de historia falsificada, prejuicios sistemáticamente cultivados por las clases parasitarias y explotadoras. Nosotros queremos una paz sin anexiones, sin indemnizaciones, sin pueblos vencidos ni pueblos repartidos, una paz justa que no lleve en sí misma el calor de nuevas y próximas carnicerías». (Joan Comorera; Contra la guerra imperialista y por la liberación nacional y social de Cataluña, 1940)
La intención de los revolucionarios no puede ser jamás desear la provocación o la prolongación de una guerra imperialista cuyas consecuencias pagan los pueblos, sino derrocar estos regímenes atroces a la menor oportunidad. En caso de no estar en condiciones para ello –como, no nos engañemos, ocurre actualmente en todo el planeta– no deben desanimarse, sino que deben ponerse manos a la obra –para que, aunque ahora sea algo remoto, haya una posibilidad en un futuro–. Entre tanto, deberán intentar movilizar a la población para forzar a que sus gobiernos mantengan la paz o, en su defecto, para que paralicen la guerra imperialista en curso en las mejores condiciones posibles. Algunos preguntarán, pero, ¿cómo va a ser esto posible si hablamos de un estado de indefensión de los trabajadores ante sus patronos? Para empezar, no es lo mismo derrocar a un gobierno capitalista que forzarlo a retroceder en sus decisiones más impopulares –incluyendo su permanencia en una guerra–. Incluso en condiciones de desorganización y bajo nivel ideológico generalizado, los efectos y cambios súbitos que suponen fenómenos como una guerra o la perspectiva de la misma –déficit comercial, caídas en la inversión y el ahorro, carestía de alimentos, aumento de las exigencias laborales, reclutamientos forzosos de la población, bajas en el frente y demás– pueden crear toda una serie de dificultades y divisiones tanto en los intereses de las capas laboriosas como entre los círculos burgueses. En este panorama político especial existen mejores oportunidades para organizar y movilizar a los trabajadores conscientes y/o desencantados contra los gobiernos capitalistas culpables de su desdicha, pues son estos últimos quienes fantasean o están interesados con provocar o alargar las guerras para llenarse los bolsillos o saldar deudas.
Empero, como siempre hemos mantenido, esto dependerá en gran medida de la habilidad de esa estructura política –opositora al régimen– a la hora de canalizar, dirigir y profundizar ese momento tan especial de efervescencia política. La cuestión es, ¿tienen capacidad los «marxistas» de hoy para exponer a los líderes nacionales belicistas, a sus seguidores fanáticos y a sus lacayos a sueldo? ¿Cuentan con una explicación desarrollada y coherente sobre las pugnas interimperialistas en un lenguaje que sea comprensible para las capas más atrasadas de su país? ¿Tienen un trabajo regular en los frentes de masas de todo tipo para informar a la población de sus propuestas y objetivos? ¿Podrían ser capaces de reconducir y elevar las manifestaciones espontáneas de indignación popular hacia algo más serio y consciente? ¿No? ¿A qué esperan para madurar o mejorar esas condiciones si desean tener una oportunidad? Y es que esto, como en toda cuestión, depende del factor subjetivo; a más capacidad teórico-práctica, mayor nivel de influencia para imponer unos objetivos políticos. Repetimos, esto no lo cumplen ninguno de los grupos autodenominados «marxistas-leninistas», «comunistas» o llámense X, porque hacen de sus formas de organización y métodos de trabajo el camino más corto para el fracaso. Por eso, como en toda cuestión, hay que empezar por replantearse las cosas desde el principio. Véase la obra: «Fundamentos y propósitos» (2022).
Nada que agregar en tal exposiciones, totalmente de acuerdo.
ResponderEliminarMás una pequeña corrección en tema de geografía, Colombia es de Sur América y no de Centro américa (ver la pregunta ¿Qué legitimidad tiene Moscú de acusar a Kiev de fascista y viceversa? En sus primeros párrafos dice ese pequeño error.
Gran aporte para los que estamos iniciando en el Marxismo.
Saludos y gracias por su gran trabajo.
Buen artículo.Dugin merece un analisis aparte después de todo ha influenciado tanto a grupos de extrema derecha como de extrema izquierda. Dugin perteneció a grupos nazis,imperialistas rusos(pamyat),brevemente paso por el PCR,y termino en los rojo-pardos.Ahora defiende la ortodoxia rusa pero en su juventud perteneció a distintos grupos ocultistas cómo la ordo templo orientis.
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