Propaganda de la coalición electoral PCE (m-l)/PCPE en 1989 |
«En la Internacional Comunista se comentaba sobre las tácticas de frente:
«1. Las tácticas del frente único desde abajo son necesarias siempre y en todas partes, con la posible excepción de raros momentos durante las luchas decisivas cuando los obreros comunistas revolucionarios se verán obligados a volver sus armas incluso contra grupos del proletariado que, por una conciencia de clase deficiente, están del lado del enemigo. 2. Unidad desde abajo y, al mismo tiempo, negociaciones con líderes. Este método debe emplearse con frecuencia en países donde la socialdemocracia sigue siendo una fuerza importante. Se entiende que en tales casos los partidos comunistas mantienen su independencia completa y absoluta, y conservan su carácter comunista en cada etapa de las negociaciones y en todas las circunstancias. 3. Frente único solo desde arriba. Este método es rechazado categóricamente por la Internacional Comunista. Las tácticas del frente único desde abajo son las más importantes, es decir, un frente único bajo el liderazgo del partido comunista que cubre a los obreros comunistas, socialdemócratas y no partidistas». (Internacional Comunista; Extractos de las Tesis sobre tácticas adoptadas por el Vº Congreso de la Internacional Comunista, 1924)
En la actualidad todos los revisionistas no solo no han comprendido estos axiomas, sino que se esfuerzan por obscurecer lo que es harto claro.
En el IIº Congreso del PCE (m-l) de 1977 se decía con toda justeza sobre el revisionismo:
«1. Las tácticas del frente único desde abajo son necesarias siempre y en todas partes, con la posible excepción de raros momentos durante las luchas decisivas cuando los obreros comunistas revolucionarios se verán obligados a volver sus armas incluso contra grupos del proletariado que, por una conciencia de clase deficiente, están del lado del enemigo. 2. Unidad desde abajo y, al mismo tiempo, negociaciones con líderes. Este método debe emplearse con frecuencia en países donde la socialdemocracia sigue siendo una fuerza importante. Se entiende que en tales casos los partidos comunistas mantienen su independencia completa y absoluta, y conservan su carácter comunista en cada etapa de las negociaciones y en todas las circunstancias. 3. Frente único solo desde arriba. Este método es rechazado categóricamente por la Internacional Comunista. Las tácticas del frente único desde abajo son las más importantes, es decir, un frente único bajo el liderazgo del partido comunista que cubre a los obreros comunistas, socialdemócratas y no partidistas». (Internacional Comunista; Extractos de las Tesis sobre tácticas adoptadas por el Vº Congreso de la Internacional Comunista, 1924)
En la actualidad todos los revisionistas no solo no han comprendido estos axiomas, sino que se esfuerzan por obscurecer lo que es harto claro.
En el IIº Congreso del PCE (m-l) de 1977 se decía con toda justeza sobre el revisionismo:
«Es preciso hoy tener la máxima claridad sobre la cuestión del revisionismo y combatir todas sus manifestaciones. Revisionismo no es solamente renegar de los principios del marxismo, renunciar a la dictadura del proletariado y a la revolución violenta, revisionismo es también predicar la unidad con los revisionistas descarados, revisionismo es también no tener una práctica consecuentemente revolucionaria, por muchas frases marxista-leninistas que se pronuncien y por muchas poses revolucionarias que se quieran tomar». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIº Congreso del PCE (m-l), 1977)
Elena Ódena siempre fue clara en que las alianzas del partido debían de ser con los elementos de base que eran combatientes y revolucionarios, criticando a la vez la actitud oportunista de los cabecillas:
«Nuestra política, pues, es la desenmascarar y aislar firmemente a los cabecillas oportunistas de los distintos grupos, manteniendo una clara línea de demarcación en todas las cuestiones de principios, y la de acercarnos y discutir camaraderilmente con los elementos honrados de su base». (Elena Ódena; Unidad con todos los revolucionarios y lucha contra los oportunistas, 1973)
Buscando la unidad principalmente con su base con el objetivo de lograr propósitos conjuntos en intereses de los trabajadores, y atraer así a los elementos rescatables:
«La lucha entre el marxismo-leninismo y el revisionismo es una manifestación más de la lucha de clases entre el proletariado y la burguesía. Por consiguiente, los marxista-leninistas debemos rechazar toda unidad y colaboración con los cabecillas revisionistas –a los que no hay que confundir con los elementos honrados que aún quedan en su base–, y por el contrario debemos combatirlos más y más». (Documentos del Iº Congreso del PCE (m-l), 1973)
Por encima de todo se resaltaba que en las alianzas no se perdiese la autonomía del partido:
«Nosotros tenemos ahora clarísimo que el Partido no tiene que ocultar su condición de tal, ni el miembro del Partido su condición de tal, en ningún caso, absolutamente en ninguno. Ir con la política del Partido por delante no quiere decir que debemos apabullar con todos los planteamientos del Partido, sino ir con nuestras propias posiciones de clase, porque en decir que somos del Partido ya hay una posición de clase, porque el Partido no ha renegado de la lucha de clases ni mucho menos; tampoco tenemos que ir con una etiqueta. Somos el Partido de la clase obrera y luchamos por la revolución socialista, estamos en contra de la colaboración de clases, pero ahora planteamos éste y éste términos concretos. Esto es ir con la política del Partido por delante y no ocultarlo». (Elena Ódena; Sobre la táctica unitaria del partido; Intervención en el IIº Pleno del Comité Central, elegido en el IVº Congreso del PCE (marxista-leninista), 1985)
Por encima de todo se resaltaba que en las alianzas no se perdiese la autonomía del partido:
«Nosotros tenemos ahora clarísimo que el Partido no tiene que ocultar su condición de tal, ni el miembro del Partido su condición de tal, en ningún caso, absolutamente en ninguno. Ir con la política del Partido por delante no quiere decir que debemos apabullar con todos los planteamientos del Partido, sino ir con nuestras propias posiciones de clase, porque en decir que somos del Partido ya hay una posición de clase, porque el Partido no ha renegado de la lucha de clases ni mucho menos; tampoco tenemos que ir con una etiqueta. Somos el Partido de la clase obrera y luchamos por la revolución socialista, estamos en contra de la colaboración de clases, pero ahora planteamos éste y éste términos concretos. Esto es ir con la política del Partido por delante y no ocultarlo». (Elena Ódena; Sobre la táctica unitaria del partido; Intervención en el IIº Pleno del Comité Central, elegido en el IVº Congreso del PCE (marxista-leninista), 1985)
El propio Raúl Marco antes de convertirse en un abierto y repugnante renegado, en su artículo: «¿Es posible la «unidad de acción» con los dirigentes revisionistas?» comentaba en referencia indirecta a las declaraciones de algunos líderes del Partido Comunista de Alemania/Marxista-Leninista (PCA/M-L) lo siguiente:
«Se plantea en la actualidad por parte de algunos, la posibilidad de llegar a una unidad de acción, bilateral y a nivel de dirección máxima, con los partidos revisionistas. (…) El partido de Carrillo, y todos los partidos revisionistas –independientemente de que sea «eurocomunista», prorusos, titoistas o maoístas–, tienen la misma esencia: son contrarrevolucionarios, son anticomunistas, están al servicio de la reacción y de la burguesía, independientemente de la fraseología que utilicen. (…) No, no existe posibilidad de «unidad de acción» bilateral y «por arriba» con los cabecillas revisionistas; si no habría que preguntarse si nuestras posiciones de principio son sólo frases que dejamos de lado a la hora de aplicarlas. (…) Y esto que nadie lo tache de sectarismo o dogmatismo –que es el «supremo» argumento de los oportunistas–. (…) Nuestra política unitaria debe reposar sobre los principios que nos dan la razón de ser, con toda la flexibilidad táctica necesaria, pero sin que en ningún momento supeditemos nuestros principios a esa necesaria flexibilidad táctica. Nuestro deber es el saber ofrecer a nuestros pueblos una verdadera alternativa popular y no componendas que, por más que las adornemos con frases o citas, no dejan de ser oportunistas». (Vanguardia Obrera; Nº 375, 1982)
En la política sindical, se pensaba de igual forma, destacando como debía de ser la lucha en el frente sindical:
«Vivimos unos momentos en que las corrientes oportunistas están siendo cada vez más un instrumento de la patronal y del gobierno reaccionario, del poder reaccionario, de la clase capitalista. (…) En todo el periodo de la transición hemos podido confirmar esto día a día y paso a paso a través de todos los pactos y acuerdos que estas centrales sindicales amarillas –verticalistas, por así decirlo– han pactado directamente con el pode reaccionario, han vendido de arriba abajo a la clase obrera. Están apoyados firmemente por todo el aparato estatal y por toda la patronal. Es evidente que en esas condiciones, pensar que es posible cambiar la dirección, conquistar la dirección de estos sindicatos, es francamente utópico y hubiera sido una traición por parte del partido, vanguardia del proletariado, no haber apoyado la creación de un sindicato revolucionario, la AOA, concretamente. Esto no quiere decir que uno de los objetivos más importantes de la AOA y del partido no sea buscar la unidad de acción, la unidad de clase [con los obreros honestos de los sindicatos amarillos], sino todo lo contrario. (…) Pero una unidad de clase obrera para luchar y para defender los intereses de clase y las reivindicaciones que en estos momentos se ven tan amenazados por el capitalismo en crisis. (…) Por eso la unidad no es posible ni con los dirigentes de los partidos revisionistas, ni con los dirigentes de los partidos de la socialdemocracia, ni con los bonzos y vendidos aristócratas obreros de los sindicatos amarillos en las fábricas y empresas». (Elena Ódena; Intervención de la delegación del PCE (m-l) en el IIº Congreso de la AOA, 16 de mayo de 1982)
En otra ocasión se recalcaría una vez más, la necesidad de establecer contactos por la base con los sindicatos amarillos, mientras se denunciaba la labor de los jefes sindicalistas reformistas:
«Una cosa son los bonzos y jefecillos sindicaleros, dadas las diferencias existentes en el seno de la clase obrera, y otra es una buena parte de la base de esos sindicatos. Cada día se manifiestan con más amplitud y profundidad las contradicciones entre los intereses de la aristocracia obrera y los de la patronal, y los del resto de la clase obrera. Amplios sectores de la clase obrera, afiliada a dichos sindicatos reformistas, buscan el camino de la lucha para defender su puesto de trabajo y sus derechos. La agudización de la crisis en importantes sectores como la siderurgia, la construcción naval, de bienes de equipo, la construcción, están poniendo al descubierto de manera particularmente evidente las contradicciones entre estos sectores de la aristocracia obrera y los cabecillas sindicales, y el resto de la clase obrera. Por ello, el PCE (marxista-leninista) considera de mayor importancia intensificar y ampliar su actividad dentro y por la base de las centrales sindicales, UGT y CC.OO., para aislar no sólo a los cabecillas amarillos, sino a los sectores contrarrevolucionarios de la aristocracia obrera». (Elena Ódena; Algunas cuestiones del momento; Basado en la intervención de Elena Ódena al Pleno (Ampliado) del C.C. del PCE (m-l), 15 de mayo de 1983)
Es más, por poner un ejemplo. ¿Que aconsejaba Enver Hoxha a los marxista-leninistas españoles respecto al nuevo fenómeno de los abundantes partidos revisionistas prochinos? Ciertamente había muchos y variados partidos revisionistas prochinos por entonces, unos hacían una gran apología del «nuevo democratismo», de la «Guerra Popular Prolongada», del «tercermundismo» como fuerza motriz de nuestra época», instaban «a apoyar la Comunidad Económica Europea», la OTAN y el imperialismo estadounidense. Pero los partidos marxista-leninistas lejos de formar un frente con ellos por la fraseología pseudorevolucionaria que mantenían en algunos, ¡debían oponerse a ellos si se quería combatir a la burguesía nacional e internacional!:
«Otra cuestión es la creación del frente en contra de la burguesía capitalista, contra el imperialismo estadounidense, contra el socialimperialismo soviético, contra el partido revisionista de Carrillo-Ibárruri, contra cualquier partido revisionista pro-chino, y contra cualquier otro de los partidos del capital». (Enver Hoxha; Sobre la situación en España, 2 de diciembre de 1977)
En el IIº Congreso del PCE (m-l) de 1977 se instaba a que a la hora de contraer alianzas el punto determinante no debía ser el nivel de influencias de otras organizaciones ni tampoco rebajar los principios del partido para adecuarlo a dichas fuerzas:
«¿Cuál es la línea para la formación de un Frente? ¿Basarse en la fuerza real o aparente de este o aquel partido y fijar una línea «que no cree» contradicciones, que «permita» la alianza con ese partido? ¿O basarse en los intereses del pueblo y de la revolución, fijar un programa que corresponda a los intereses populares y oponerse implacablemente a quienes de hecho actúan en el campo del pueblo al servicio del enemigo, por grandes y fuertes que sean –o aparenten ser–? Esta es la cuestión. Es bien sencilla, aunque algunos pretenden embrollarla». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIº Congreso del PCE (m-l), 1977)
Se apelaba a mantener la independencia del partido a no basar su política en lo que hiciesen otros grupos oportunistas fuesen de la corriente que fuesen, debiéndose ejercer la iniciativa y dirección de las masas por el partido en sus zonas neurálgicas:
«No podemos colocar en el centro de nuestro trabajo de cara a las masas nuestra relación con esos grupos u organizaciones que representan la línea oportunista a la que hemos de esforzarnos por aislar y denunciar implacable y hábilmente ante las masas. Se trata de aplicar una política de principios en la que no abandonemos en ningún caso ni la iniciativa ni la dirección política a la zaga de cualquiera de ellos, pues ello supone confundir a las masas y arriar nuestra propia bandera para colocarnos de hecho a la zaga de la línea oportunista.
En definitiva, la posición de los fraccionalistas antipartido y complotadores consistía en diluir la política del partido en el conjunto de la política de los grupos oportunistas, practicar la unidad sobre la base de mezclar y confundir posiciones, abandonando nuestra condición de partido dirigente en el actual proceso revolucionario que se desarrolla en el movimiento de masas.
Es evidente que subsiste, y es inevitable, en el seno del partido, enquistados algunos camaradas y organizaciones, actitudes ideológicas próximas al oportunismo de derecha que hemos combatido. Es preciso, por ello, profundizar y desarrollar aún más la lucha ideológica en este terreno y dilucidar y comprender mejor la base objetiva de la política de masas del partido, y también el papel y la naturaleza objetiva y subjetiva de colaboraciones con la reacción de las corrientes, grupos y fuerzas oportunistas.
Otro aspecto de nuestra labor en el frente de masas en los momentos actuales, es el de que hemos de comprender la importancia ideológica de dedicar lo esencial de nuestras energías y preocupaciones a nuestra labor revolucionaria entre el proletariado, en especial en las grandes fábricas y en las grandes concentraciones proletarias, así como también entre el proletariado agrícola. Es preciso comprender adecuadamente, desde el punto de vista ideológico, que en la actual coyuntura el proletariado de la ciudad y del campo constituye el terreno en el que han de chocar y romperse las maniobras de las oligarquías y de los oportunistas; pero ello a condición de que nuestro Partido implante allí su línea, levante su propia bandera y sea capaz de orientar, movilizar y dirigir el impetuoso movimiento obrero que ya está en marcha. De no hacerlo así, las masas proletarias caerán en actitudes espontaneístas que, tarde o temprano, podrán ser recuperadas por las corrientes revisionistas, oportunistas y contrarrevolucionarias». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIº Congreso del PCE (m-l), 1977)
Se dejaba claro que una organización que se pretenda el partido de vanguardia, no puede transigir con las apelaciones de los sentimentalistas y de los sectores atrasados de las masas que no ven la traición de sus dirigentes y partidos y que predican la paz ideológica o que hacen exhortaciones a la unidad sin que sus líderes y organizaciones muevan su línea un ápice. Subrayaban que caer en el revisionismo no solamente es traicionar los principios, sino también el mantener una paz ideológica con los líderes quienes han traicionado dichos principios:
«Es posible que algunos obreros honrados no entiendan esta actitud, opinen que los dirigentes revisionistas no son todos unos canallas, que exageramos, etc. A veces se escuchan opiniones de ese tipo entre sectores atrasados de las masas. Pero la cuestión es: ¿nosotros debemos basar nuestra política en los principios y en el análisis político científico o en las opiniones de los sectores atrasados de las masas? ¿Tenemos que ir a remolque de las masas atrasadas en las cuestiones ideológicas y políticas o somos el partido de vanguardia de la clase obrera que tiene que marcar el camino en las cuestiones ideológicas y políticas sobre la base del marxismo-leninismo? ¿Tenemos que crear claridad entre las masas o sembrar la confusión? Esta es la cuestión. Es preciso hoy tener la máxima claridad sobre la cuestión del revisionismo y combatir todas sus manifestaciones. Revisionismo no es solamente renegar de los principios del marxismo, renunciar a la dictadura del proletariado y a la revolución violenta, revisionismo es también predicar la unidad con los revisionistas descarados, revisionismo es también no tener una práctica consecuentemente revolucionaria, por muchas frases marxista-leninistas que se pronuncien y por muchas poses revolucionarias que se quieran tomar». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIº Congreso del PCE (m-l), 1977)
En el IVº Congreso del PCE (m-l) se volvía a recalcar:
«Toda táctica basada en una estrategia revolucionaria debe, en su política de alianzas tácticas con otras fuerzas, mantener la independencia del partido tanto en lo político como en lo militar, no colocarse a la zaga de la burguesía nacional e internacional. (…) En segundo lugar, la táctica no debe relegar o aplazar nunca la lucha de clases en el marco de cualquier alianza; y tercero, las alianzas, compromisos y apoyos a otras fuerzas políticas, deben servir siempre para reforzar la implantación y el prestigio del partido y no a la inversa». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IVº Congreso del PCE (m-l), 1984)
Estamos seguros que Elena Ódena vislumbrando el callejón sin salida en que se metía el partido por diversos factores, temía que muy pronto o tras su muerte, algunos oportunistas volviesen a plantearse soluciones derechistas como en el pasado, ya que en sus últimos escritos se nota tal ambiente de preocupación. En una de sus últimas intervenciones advirtió que el partido no se dejara llevar por los aparentes caminos fáciles como las «llamadas convergencias de la izquierda», que no era sino un intento de cesar la lucha ideológica entre la organización revolucionaria y las organizaciones revisionistas en vistas de apuntalar una presunta «mayor influencia entre las masas» que daría una «mayor fortaleza para el partido». Por el contrario, proponía que el partido se tomase en serio la tarea de clarificar a las masas, inclusive la de las agrupaciones revisionistas, los puntos cardinales del programa del partido, reforzando el rol del partido, como pretendida vanguardia consciente del proletariado:
«La consigna de la convergencia de izquierdas que proponen los revisionistas pues hoy por hoy, esas fuerzas de izquierdas, ¿cuáles son? ¿Con quién va a converger hoy, por ejemplo, un sector del revisionismo, si no es con la socialdemocracia o con otras fuerzas revisionistas, organizadamente nos referimos? Nosotros creemos que hoy, toda la cuestión de la unidad del pueblo pasa por un esclarecimiento que permita una mayor unidad, ante la gran división que hoy existe. Una división que, como decíamos anteriormente, nace de la descomposición de las fuerzas de la izquierda y oportunistas. Hay que pasar por un proceso de esclarecimiento, de generación de fuerzas verdaderamente clarificadas, que encabezamos nosotros. Ese es el proceso en que nosotros tenemos esta táctica de unidad en el seno del pueblo, pero con los sectores organizados, divididos, de las llamadas fuerzas de izquierda, que desgraciadamente tienen incidencia en el seno del pueblo». (Elena Ódena; Sobre la táctica unitaria del partido, 1985)
En cambio, el PCE (m-l) de 1985, liderado por Raúl Marco y Manuel Chivite, apenas un mes del fallecimiento de la cabeza visible del partido, Elena Ódena, sellaron a partir de los plenos de noviembre-diciembre de 1985 un cambio táctico en la política sindical, disolviendo el sindicato del partido, la AOA, dentro de CC.OO. bajo diversas excusas en torno a la coyuntura del momento:
«Especial importancia tuvo el pleno del 30 de noviembre y del 1 de noviembre de 1985, en un momento en que Comisiones Obreras (CC.OO.) estaba fuertemente sometida a la acción fraccional de las diferentes camarillas revisionistas y en un alarmante proceso de pérdida de afiliación. (...) Este pleno decidió igualmente la incorporación condicionada de la Asociación Obrera Asambleísta (AOA) a CC.OO.». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del Vº Congreso del PCE (m-l), 1988)
Aquí no se explica que era esa «incorporación condicionada», ni se explicaba a los militantes de forma clara porque lejos de absorber a los sindicatos revisionistas, un sindicato revisionista estaba absorbiendo al sindicato del PCE (m-l). Es un documento clásico de como una dirección lejos de hacer autocrítica, prefiere tapar sus fracasos con verborrea. Realmente no hubo ese esperado «refuerzo de la autoridad del PCE (m-l) con las masas». Esta incorporación definitiva a CC.OO. más allá de la propaganda oficial, no tuvo ninguna influencia positiva reseñable para el partido, ya que el contacto con las masas dentro de CC.OO. ya se realizaba previamente cuando el PCE (m-l) apostaba por la AOA, a veces incluso paralelamente. Ni por supuesto supuso que CC.OO. cambiara su carácter reformista en sus resoluciones y tácticas a adoptar, pues dicho sindicato siguió estando armonizado por los jefes revisionistas. Con un partido con una militancia cada vez más raquítica, con cada vez más abandonos, lo que sucedió fue que los jefes revisionistas de dicho sindicato se aprovecharon poco a poco de la situación de debilidad para inocular entre los elementos del PCE (m-l) diversas teorías sindicalistas y reformistas, que a la postre ayudarían a degenerar más aún a la militancia, ya de por sí desarmada y desorientada ideológicamente por la dirección. Obviamente adoptar dicha táctica con la situación crítica en la que estaba el partido era una invitación a que los militantes fuesen absorbidos por el mundo revisionista y no al revés.
Varios partidos del exterior notaron que la política del PCE (m-l) empezaba a ser muy condescendiente con los partidos reformistas y revisionistas, intentando dar la apariencia de un partido no sectario, flexible en cuanto alianzas.
Con ello se llegó a loar incluso a personajes que antes se criticaron fuertemente.
«El PCE (m-l) manifiesta su respeto a la memoria de este hombre honesto [Tierno Galván] que, en medio de la podredumbre política, de la sumisión y la falta de carácter, ha sabido mantener su integridad ética e intelectual demócrata, ganándose así el respeto del pueblo madrileño. (…) A pesar de evidentes diferencias ideológicas y políticas que nos separan, mantuvo con el PCE (m-l) unas relaciones cordiales». (Vanguardia Obrera; Nº 531, 1986)
Desde el Partido Comunista Marxista-Leninista Estadounidense (1967-1993), de marcadas tendencias thälmannianas, pese a que gran parte de sus análisis siempre fueron fantasiosos, especuladores y tendenciosos para cuadrar su visión a priori, llevaban razón por ejemplo en achacar al PCE (m-l) lo que ya hemos comentado, registrando desde sus medios de expresión los últimos bandazos del partido español sobre este tema. En su artículo «Sobre la línea del PCE (m-l)», decían:
«Un examen de Vanguardia Obrera en el último año muestra poco trabajo en el desarrollo de la postura revolucionaria independiente del marxismo-leninismo. En cambio, hay una campaña tras otra en la que la agitación del PCE (m-l) se combina con la de los círculos reformistas. En las campañas en las que trabaja codo con codo con los reformistas, el PCE (m-l) no parece tener una posición independiente. La prensa del PCE (m-l) no se ocupa de cómo separar a los trabajadores y activistas de alto rango de la influencia de los revisionistas y los socialdemócratas de «izquierda». En su lugar, se glorifica en las listas de nombres de líderes oportunistas que firmaron varias declaraciones liberales y oportunistas. El PCE (m-l) firma estas declaraciones sin críticas y simplemente las promueve en su prensa. (...) Y Vanguardia Obrera no ha esperado campañas especiales para promover la unidad con los reformistas. Se ha dedicado a promover la maravillosa historia y el mérito extraordinario de este o aquel líder socialdemócrata. Por supuesto, Vanguardia Obrera no deja de decir que tiene algunas diferencias ideológicas con estas figuras. Pero no pasa tiempo explicando cuáles son estas diferencias. En cambio, crea la impresión de que los líderes socialdemócratas son buenos en los temas candentes actuales, cualquiera sea el papel menor que la diferencia entre marxismo-leninismo y socialdemocracia pueda tener en general. (...) Por ejemplo, Vanguardia Obrera presentó un elogio de primera página a Enrique Tierno Galván, alcalde de Madrid, cuando murió. Elogió de forma extravagante esta luminaria del ala «izquierda» del partido socialdemócrata en el poder. Pero ¿quién era el señor Galván? ¿Era un socialdemócrata de alto rango que había sido exiliado a una posición de menor importancia entre las fortalezas socialdemócratas por sus hechos revolucionarios que habían perturbado el liderazgo socialdemócrata? De ningún modo. Era una figura importante con buena posición del partido socialdemócrata. Fue alcalde de Madrid, la ciudad más grande de España y su capital. Era un líder confiable de la socialdemocracia, que actualmente está gobernando a España como representante de la burguesía. Al elogiar al señor Galván, Vanguardia Obrera les estaba diciendo a los activistas y simpatizantes del PCE (m-l) la actitud que se debe tomar ante el ala de la «izquierda» de la socialdemocracia. En lugar de tratar de separar a las masas de los líderes socialdemócratas, estaba promoviendo la fusión con los círculos reformistas y socialdemócratas. Estaba reduciendo las áreas de desacuerdo con los socialdemócratas gobernantes hasta el momento que ahora puede encontrar mucho en común incluso con los principales líderes del partido socialdemócrata». (The Workers' Advocate (Suplemento); Vol. 2 #8; Voz del Partido Marxista-Leninista de Estados Unidos, 15 de octubre de 1986)
¿A qué tipo de figuras estaban rindiendo homenaje desde «Vanguardia Obrera»? Cojamos el ejemplo de este artículo: como sabemos Tierno Galván fue socialdemócrata y su partido: el Partido Socialista Popular (PSP), fue abiertamente financiado desde Bonn y Washington como precisamente denunciaba el propio PCE (m-l) en su IIº Congreso de 1977:
«El hecho de que el PSOE esté financiado fundamentalmente por la socialdemocracia imperialista alemana no quiere decir que sólo él se beneficie de esos marcos. De hecho el grupo de Tierno Galván, por ejemplo, ha estado alimentándose de diversas fundaciones aparentemente caritativas. El mismo Matthófer ya citado reconocía al respecto: «Tierno Galván ha recibido casi exclusivamente ayuda alemana durante muchos años. Si hay alguna persona que no tienen por qué atacar a alguien por recibir ayuda, es Tierno Galván». Posteriormente, cuando el imperialismo alemán decidió jugar más a fondo la carta del PSOE y dejó de financiar a Tierno, éste se volvió hacia los imperialistas yanquis, sus amigos de largo tiempo, y comenzó a atacar a sus antiguos protectores. (...) Entre otros de todos los que se llaman socialdemócratas, constituidos desde los despachos de la Embajada USA en los últimos años, los García López, Tierno, Morodo, etc., se hallan directamente en la esfera de influencia de los americanos, han realizado visitas «culturales» y de otros tipos a los Estados Unidos y bajo la égida de asociaciones directamente controladas por la CIA como el «Congress for Cultural Freedom» y la «International Comisión of Jurits». (...) Los Felipe González, Tierno y demás líderes socialdemócratas prefabricados estos últimos años desde Bonn o Washington, cumplen fielmente su papel de leal oposición a su Majestad y como tales tratan por todos los medios y hay que decir que con ningún sentido del ridículo, de embellecer y apuntalar a la Monarquía». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIº Congreso del PCE (m-l), 1977)
Esto no es nada que hoy no se haya constatado con abundante documentación. De hecho los nexos entre el PSOE de González o el PSP de Galván son reconocidos abiertamente por la socialdemocracia alemana y el imperialismo yanqui. En cambio el PCE (m-l) se permitía el lujo de calificar a Galván de socialfascista (sic):
«Situándose de palabra en «la izquierda» está el grupo social-fascista del profesor Tierno Galván». (Lorenzo Peña; Sobre las rivalidades internas del campo franquista; Escrito bajo el pseudónimo E. Zújar para Revolución Española, Nº 1, 4º trimestre 1966)
Pese a que Lorenzo Peña abandonaría el partido en 1972 por diferencias con la dirección, el PCE (m-l) seguiría describiendo a Tierno Galván de la misma forma:
«Si se toma por ejemplo la actividad teórica y política del socialfascista Tierno Galván, se comprueba cómo su objetivo fundamental es el de realizar una crítica desde el punto de vista de la burguesía a todas las ideas fundamentales del marxismo y reforzar de esta forma la corriente socialreformista, pro-oligárquica y pro-monárquica entre los llamados socialistas». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIº Congreso del PCE (m-l), 1977)
Aquí lo primero que debemos decir es que advertimos un lenguaje pseudorevolucionario muy peligroso. Obviamente Galván era un reformista y actuó en favor de la monarquía, eso está fuera de toda duda. Pero llamar socialfascista a un socialdemócrata perseguido y encarcelado por el fascismo franquista como Galván es ridículo, es perder toda la credibilidad ante sus militantes. Esto es una desviación precisamente calcada a la que el líder alemán Ernst Thälmann abanderaba en los treinta, en la cual en su miopía izquierdista todo era susceptible de ser fascista. El comunista Pieck diría de esta nefasta política:
«Estos errores se debieron a la absolutamente falsa concepción de que todos los partidos burgueses son fascistas, que «no hay dos métodos de dominación burguesa». (Wilhelm Pieck; Las actividades del Comité Ejecutivo de la Komintern; Informe en el VIIº Congreso de la Komintern, 26 de julio de 1935)
Tierno Galván efectivamente con sus especulaciones teóricas cumplió un papel activo en promover la paz entre clases, lo normal en un líder socialdemócrata, más a la derecha o a la izquierda. Y el PCE (m-l) haría lo correcto en denunciar en sus artículos el hecho de que Galván intentaba la transformación del marxismo en una doctrina domesticada e inofensiva desde posiciones y pensamientos reformistas, socialdemócratas, ya que Galván daba a entender que el marxismo y en concreto el materialismo histórico y dialéctico no inundaba todos los fenómenos naturales y sociales, sino que, trayendo el falso argumento de los historiadores y sociólogos burgueses, argumentaba que el marxismo es más bien un mero método de interpretación del que se podían valer los estudiosos para algunas cosas, y del que por supuesto se podía combinar perfectamente con otros métodos no marxistas:
«Como socialista demócrata me atrevo a decir que nuestra acción política en España sólo tendrá efectos decisivos después de la acción y el progreso político de la clase media. (…) Los partidos socialistas y la izquierda en general deben percatarse de que es contrario a sus intereses ofrecer programas que inciten a los ciudadanos por el poder. (…) El marxismo suyo, no es una filosofía, sino más bien un método de interpretación de las relaciones sociales». (Tierno Galván; Citado por el PCE (m-l) en el Informe del Comité Central en el IIº Congreso del PCE (m-l), 1977)
No sabemos si para la dirección del PCE (m-l) de 1986 la reconciliación e integración de Tierno con el PSOE en 1978 en los momentos en que Felipe González forzaba al partido a renunciar oficialmente al marxismo, era para ellos una muestra de su «viraje hacia la izquierda» a posiciones revolucionarias. Galván ciertamente se ganó la imagen de un político «moderno y progresista» ya que apoyaba cualquier tendencia y moda de aquel entonces sin crítica alguna, una clara estrategia populista con el fin de ganar votos fáciles sobre todo entre la población joven e inocente. Famosas fueron sus palabras hacia la juventud de 1984 en el Palacio de los Deportes de Madrid: «¡El que no esté colocado que se coloque!». No sabríamos decir si esta apología hacia la drogadicción que tantas penas darían a las familias españolas durante los 80, le resultaba gracioso o progresista para la dirección del PCE (m-l) de aquel entonces.
Esto del PCE (m-l) de llamar socialfascista a Galván en 1977 para luego acabar alabándolo en 1986 es algo tan bizarro, como las críticas del PTA al «revanchismo alemán» de Strauss, y su posterior visita a Albania en 1984.
Pero este no sería el único patinazo ideológico severo que el PCE (m-l) empezaría a mostrar a partir de 1986:
«A principios de este año, Olof Palme, el primer ministro socialdemócrata de Suecia, fue asesinado. «Vanguardia Obrera» no pudo frenar sus dulces palabras de elogio. Elogió a Palme por ser un hombre que defendió la neutralidad de su país, como un antifascista, como un hombre que se enfrentó a los Estados Unidos y al agresivo plan estadounidense para Europa, etc.». (Véase: «Vanguardia Obrera», No. 537, 6-12 de marzo de 1986)
Pero ¿quién era Olof Palme? Fue el líder electo de la burguesía sueca. Y Suecia es un país industrializado altamente desarrollado, un país donde la burguesía libra una guerra de clases contra la clase obrera, un país que explota mano de obra inmigrante, un país que es un importante productor de guerra, un país que está vinculado al imperialismo occidental por un millón de hilos.
Elogiar a Olof Palme recuerda a cualquiera de las opiniones de la «teoría de los tres mundos» maoísta. Hubo un tiempo en que los «tercermundistas» hablaban de la oposición a las dos superpotencias. Elogiaban tanto a varias potencias europeas del «segundo mundo» como a tiranos del «tercer mundo» porque supuestamente se enfrentaban a las superpotencias. ¿A quién le importaba si estos regímenes estaban oprimiendo a sus propios trabajadores si se oponían a las superpotencias? ¿A quién le importaba si estaban compuestos por imperialistas, explotadores o contrarrevolucionarios?
Por supuesto, resultó que estos héroes del «segundo mundo» y el «tercer mundo» no se oponían en absoluto a las superpotencias. En cambio, fueron el baluarte del sistema imperialista mundial contra las luchas revolucionarias de clase en sus propios países.
Y lo mismo ocurre con Olof Palme. Oh, sí, durante la guerra de Vietnam, Palme había criticado la agresión estadounidense. Sin embargo, nunca condenó al imperialismo estadounidense, y simplemente se opuso a políticas particulares. Varios líderes imperialistas occidentales también se opusieron a la guerra de Estados Unidos en Vietnam como una aventura perdedora para los agresores, no solo socialdemócratas como Palme de Suecia o Michael Foote de Gran Bretaña, sino también reaccionarios como el general Charles de Gaulle de Francia. Pero esto no significaba dividirse frente al imperialismo occidental. Y de hecho, en los últimos años de su vida, Olof Palme fue restaurado a las buenas gracias del gobierno de los Estados Unidos.
Alabar a Palme significa reconciliarse con la burguesía liberal –o al menos mostrarse en bancarrota ante la burguesía liberal–. Y significa reconciliarse con la socialdemocracia. Palme fue un destacado líder mundial de la socialdemocracia. Es cierto que no era un líder de la sección oficialmente militarista de la socialdemocracia, sino de una sección más detallista. Así que el elogio de Vanguardia Obrera por Palme es una analogía internacional a su política de promover la unidad con la socialdemocracia de «izquierda» en España. Pero la tarea de los marxistas-leninistas no es elogiar a los líderes socialdemócratas populares como Palme, sino mostrar a la clase trabajadora la naturaleza sin salida del camino que defienden». (The Workers' Advocate Supplement; Vol. 2 #8; Voz del Partido Marxista-Leninista de Estados Unidos, 15 de octubre de 1986)
Por si alguien duda el carácter demagogo e imperialista de la socialdemocracia nórdica, puede mirarse el artículo del Partido Comunista de Suecia (PSC): «El «socialismo imperialista en crisis», publicado en el Nº1 de 1983 de la revista conjunta internacional «Teoría y práctica», que casualmente publicaba junto con el PCE (m-l) cuando éste todavía combatía a la socialdemocracia.
Precisamente hasta hacía poco, todos los partidos marxista-leninistas criticaban a los eurocomunistas y otras tendencias revisionistas por esto mismo:
«Omitiendo toda experiencia histórica, los revisionistas modernos se han aproximado cada vez más a las posiciones de la socialdemocracia, y los partidos revisionistas se han transformado de hecho en partidos socialdemócratas con ropajes «comunistas». (...) Independientemente de las contradicciones y rivalidades entre los revisionistas y la socialdemocracia, de las «criticas» que se hacen mutuamente, los revisionistas en países como Francia, Grecia, España, Italia, la RFA y otros propagan entre las masas ilusiones sobre los socialistas y los socialdemócratas, como si éstos velaran por los derechos de los trabajadores, tratando además de hacer creer que se puede colaborar con ellos para limitar y golpear el poder de los monopolios, que, encabezando gobiernos en tal o cual país, los socialistas siguen o pueden seguir una supuesta política interna y externa en interés de las masas populares del país y del desarrollo progresivo de la sociedad, así como de los pueblos de otros países, etc. De este modo, los revisionistas se han convertido en sostenedores de la táctica de la burguesía y del imperialismo para una reanimación del papel de la socialdemocracia y para ponerla a la cabeza de los gobiernos burgueses de distintos países en las condiciones de la grave crisis actual que ha apresado al mundo capitalista, como un instrumento para evitar el peligro de la revolución». (Agim Popa y Vangjel Mosiu; Acerca de algunos problemas actuales de la lucha del PTA contra el revisionismo moderno, 1984)
De igual forma puede verse de parte del PCE (m-l) un homenaje sin criticismo alguno hacia el ex Presidente de la Generalidad Catalana Lluís Companys en el «Vanguardia Obrera» Nº 701 de 1990. Generalmente los oportunistas acostumbran y tienen la concepción ciega, de que con la muerte de una figura se «limpian sus pecados», pero un marxista tanto en vida, como en la muerte de dichas figuras, realiza un análisis basado no en deseos y subjetividades varias, sino en base al materialismo histórico y lo que dicten los hechos. El mayor marxista consecuente que ha tenido Cataluña, diría de Companys tras fallecer:
«¿Y Lluís Companys?, preguntaréis. Hablemos, pues. En el curso de la guerra, Lluís Companys fue el más digno de los suyos. Apoyado por nosotros únicamente, Lluís Companys venció los intrigantes de su partido y no podemos afirmar que fuera el jefe de los claudicadores, si bien no luchó como era debido contra los más peligrosos. Lluís Companys hizo grandes esfuerzos para comprender una Cataluña que se le escapaba de las manos, sin conseguirlo. Lluís Companys no llegó a ser nunca el presidente de una Cataluña en guerra. Cataluña el superaba día a día. En el primer periodo minimizarse dejando el campo libre a los faístas y trotsquistas. En el segundo período, no tuvo más que reacciones histéricas, ante los desatinos de los funcionarios provocadores de la Estado central y las intemperancias y abusos de poder de Negrín. En el curso de la última ofensiva enemiga no fue ni un Claris ni un Casanova, a pesar de haber estudiado su historia. Sin embargo, nosotros estuvimos a su lado, colaboramos con él y fuimos ayudarle, honradamente, pues era el mejor de los suyos. Pero el Lluís Companys de los últimos días de la guerra y de la emigración es toda otra cosa. (...) Lluís Companys rompió las relaciones con el partido. Por voluntad de Lluís Companys, el Gobierno de la Generalidad murió sin pena ni gloria abandonando a su suerte a los cientos de miles de catalanes exiliados, renunciando a la lucha por el recobro de Cataluña. Enseguida se abandonó a claudicadores y desertores y cubrió con su nombre la campaña de difamación que contra el PSUC, la Unión Soviética y la Internacional Comunista, defendieron los asalariados del imperialismo. Y, por último, Lluís Companys se entregó a Prieto el enemigo tradicional de Cataluña, el individuo siniestro que sabotea la expedición de los catalanes en Mallorca, que tiene sobre su conciencia la responsabilidad por la invasión primera de Cataluña, una de las mayores responsabilidades por la pérdida de Cataluña y de la república. ¿Qué podemos hacer ahora con Lluís Companys, sino olvidarlo? Es un hombre del pasado y en la Cataluña de hoy no tiene nada que hacer, y aunque quisiera tampoco podría, pues hablamos lenguajes diferentes. Y vamos nosotros adelante a hacer su trabajo, sin mirar atrás. Han desaparecido los líderes pequeñoburgueses, pero queda el pueblo». (Joan Comorera; Contra la guerra imperialista y por la liberación nacional y social de Cataluña; Discurso pronunciado ante la comunidad catalana de la ciudad de México, 8 de septiembre de 1940)
¡Esto es lo que debería haber recordado el PCE (m-l), las luces y sombras de Companys, no un artículo de seguidismo al nacionalismo pequeño burgués catalán de ERC!
¿Cuál fue la consecuencia para el PCE (m-l) de coquetear con el oportunismo? Para 1989 se empezó a hablar de la necesidad de nuevas alianzas, esto es, nuevas alianzas con las agrupaciones revisionistas marginales, a fin de ganar oxígeno, ya que la organización estaba en un declive innegable:
«El Pleno del Comité Central que plantea avanzar en la unidad de la izquierda y llegar, aunque no a plazo inmediato a una alianza electoral de izquierda». (Revolución Española; Revista del Partido Comunista de España (marxista-leninista), Nº20, diciembre de 1989)
Bajo la excusa del eslogan «Para una alternativa de izquierda» y de un necesario «debate entre la izquierda», se empiezan a publicar varios artículos de diversas organizaciones revisionistas en los medios de expresión del PCE (m-l). En el «Vanguardia Obrera» Nº 672 de 1989 se publica el artículo de Rubén Cruz Orive, Secretario General del PCE de Madrid: «Izquierda Unida, proyecto estratégico». En el «Vanguardia Obrera» Nº 674 se publica el artículo «Hacia el frente de izquierdas» de Carlos Gutiérrez, Secretario Político del Comité Regional de Madrid del PCPE. En el «Vanguardia Obrera» Nº673 de 1989 se publica el artículo de Herri Batasuna (HB), titulado: «La pelea hasta el fin» de Txema Montero Zabala, electo al Parlamento Europeo. Estos tres artículos fueron publicados en la prensa del PCE (m-l) sin una sola nota crítica de la dirección, sin rebatir ni una sola palabra de estos partidos. ¡El PCE (m-l) actuó gratuitamente desde «Vanguardia Obrera» como propagandistas de estos partidos!
Por si alguien tiene dudas de quien abanderaba estas ideas de cambio en las alianzas, puede ver todas estas ideas recogidas en el artículo realizado por Raúl Marco en su artículo de Vanguardia Obrera «Por una auténtica alternativa de izquierdas», Nº 669 de 1989.
Finalmente, de todos estos contactos se selló una alianza carente de sentido –y saltándose todos los principios previos del partido– con el brézhnevista-gorbachoviano PCPE, como se reflejaría en las elecciones de septiembre de 1989 con la llamada Plataforma de Izquierdas. ¿Que había cambiado para aliarse con un grupo testimonial y que no había rectificado sus posiciones revisionistas nacionales o internacionales? Nadie lo sabe. Para más inri, en su eslogan electoral valenciano, se decía: «Un pas endavant per a transformar la societat» [Un paso adelante para transformar la sociedad]. ¿Alguien se imagina un alarde de cretinismo parlamentario más evidente?
¿Esta política de Raúl Marco y Manuel Chivite de 1989 no contradecía los discursos de ambos en el pasado? Recordemos que en la polémica contra las tesis oportunistas de líderes como Kolch del Partido Comunista de Alemania/Marxista-Leninista (PCA/M-L), el PCE (m-l) había sido muy claro sobre las posturas que debían adoptar los partidos marxista-leninistas sobre las alianzas. El Comité Central del PCE (m-l) de aquel 1982 aprobó el siguiente documento en su momento [Nota: La parte entre corchetes fue la autocensurada en el documento público]:
«Condenamos rotundamente la unidad de acción bilateral y a nivel máximo con los revisionistas. Hoy por hoy no hay nada que justifique esa unidad de acción que algunos preconizan. (…) El negarnos a la unidad bilateral y por arriba con los revisionistas, no significa que no actuemos donde están ellos, por ejemplo, en huelgas, manifestaciones, etc. Lo hemos hecho siempre y lo seguiremos haciendo, pues nosotros vamos allá donde están las masas obreras y populares. Y esto tanto en la calle como en la fábrica, escuela, movimientos populares. Incluso aunque estos movimientos no haya más fuerza que los revisionistas, nosotros participamos. (…) La diferencia entre los oportunistas y nosotros a la hora de hablar de «unidad de acción» es que para ellos esa unidad de acción conlleva el abandono de las propias consignas y banderas y se atiende sólo a las consignas generales del momento; mientras que nosotros, además de las consignas propias al caso en cuestión, ondeamos nuestras banderas, nuestras propias consignas y, en ningún caso, ocultamos nuestro partido. [Esta es una diferencia clara y neta entre los camaradas alemanes y nosotros. Ellos justifican su «Resolución sobre la unidad de acción» con los revisionistas, porque no hacerlo no hubieran podido participar en una gran manifestación en Bonn, convocada por ¡500 organizaciones! Y ellos, para acudir hacen una resolución completamente oportunista, y van a esta manifestación sin sus banderas ni consignas revolucionarias. ¿A quién quieren engañar? ¿Por qué mienten descaradamente?]». (Raúl Marco; Sobre algunas cuestiones del Movimiento Internacional; Discurso pronunciado en un plenario ampliado del Comité Central, 3 de octubre de 1982)
¡¿Acaso los tratos cerrados «por arriba» entre Raúl Marco y Ballesteros, entre la dirección máxima del PCE (m-l) y el PCPE en 1989 si eran aceptables pero no en 1982?! Para nada. ¿Acaso el PCPE había extendido su influencia entre la clase obrera para que se destinasen tantos esfuerzos para intentar negociar «por arriba» un acuerdo? Ni de lejos, era un grupo marginal. ¿Acaso el PCE (m-l) mantenía su independencia ideológica y combatía las desviaciones del PCPE? Para nada, incluso en ocasiones hacía el papel propagandista gratuito del PCPE a través de publicar sus tesis en sus propios periódicos. La cuestión es que el Raúl Marco de 1989 no era el mismo que el de antaño, o directamente vio que era un buen momento para dar a conocer su verdadera cara oportunista.
El PCE (m-l) de mediados de los 80 todavía mantenía la idea, de que la única forma de que el partido se hiciera un hueco en el movimiento obrero, y desbancara a los revisionistas en influencia, era ir sin miedo con su discurso, y atacarlos abiertamente en cada ocasión manifiesta. Comprendiendo que las alianzas no significan sacrificar los principios en pactos deshonrosos. En el informe a la IVº Conferencia Nacional de 1986, Raúl Marco pese haber degenerado en muchas otras cuestiones, parecería que todavía proclamaba tal idea en este campo, aunque iba a abandonarla a no mucho tardar:
«Se ha visto como cuando no hemos rehuido la confrontación, hemos expuesto abierta y decididamente nuestras posiciones y opiniones, han tenido que poner paños calientes y en muchos casos batirse en retirada. ¿Por qué? Porque hemos entrado en su terreno sin abandonar el nuestro. Porque les hemos golpeado y combatido sin miramientos. Incluso en cuestiones sobre las que en apariencia coincidíamos, y lo hemos hecho con la convicción de nuestras razones, de que estamos en lo justo. Mas si vamos para «comprenderlos», o vacilamos en nuestras convicciones, o vamos con el maldito complejo de que «somos pocos», acabaríamos rindiéndonos ante sus marrullerías y chalaneos, porque en eso si son fuertes y con experiencia. (…) Pese a nuestra inferioridad numérica y cuyos militantes pueden ir con la cabeza bien alta, que no tienen que justificar ninguna renuncia, ningún compromiso vergonzoso o vergonzante, ninguna claudicación». (Vanguardia Obrera; Nº 554, 1986)
La postura del PCE (m-l) respecto al PCPE y otros grupúsculos revisionistas en 1989 incluso contradice las proclamas del Vº Congreso del PCE (m-l) de 1988, donde se denunciaba las alianzas de este tipo. Por ejemplo: se diría de la presunta alianza con Izquierda Unida (IU):
«Se ha visto como cuando no hemos rehuido la confrontación, hemos expuesto abierta y decididamente nuestras posiciones y opiniones, han tenido que poner paños calientes y en muchos casos batirse en retirada. ¿Por qué? Porque hemos entrado en su terreno sin abandonar el nuestro. Porque les hemos golpeado y combatido sin miramientos. Incluso en cuestiones sobre las que en apariencia coincidíamos, y lo hemos hecho con la convicción de nuestras razones, de que estamos en lo justo. Mas si vamos para «comprenderlos», o vacilamos en nuestras convicciones, o vamos con el maldito complejo de que «somos pocos», acabaríamos rindiéndonos ante sus marrullerías y chalaneos, porque en eso si son fuertes y con experiencia. (…) Pese a nuestra inferioridad numérica y cuyos militantes pueden ir con la cabeza bien alta, que no tienen que justificar ninguna renuncia, ningún compromiso vergonzoso o vergonzante, ninguna claudicación». (Vanguardia Obrera; Nº 554, 1986)
La postura del PCE (m-l) respecto al PCPE y otros grupúsculos revisionistas en 1989 incluso contradice las proclamas del Vº Congreso del PCE (m-l) de 1988, donde se denunciaba las alianzas de este tipo. Por ejemplo: se diría de la presunta alianza con Izquierda Unida (IU):
«En las elecciones de 1986 el partido lanza una propuesta pública para formar coaliciones unitarias de la izquierda revolucionaria. Una izquierda que como se indicaba en Vanguardia Obrera de abril de ese año «está por construir y será revolucionaria o no será nada, ni siquiera verdadera izquierda». (...) En el Pleno del Comité Central de mayo de 1986, dedicado a uno de sus apartados a analizar la táctica del partido se señala en relación a la propuesta de «Izquierda Unida» planteada por el PCE: «¿Podemos coincidir en las elecciones legislativas con el montaje de IU, al igual que coincidimos en el NO a la OTAN? Ya hemos dicho que de ninguna manera. No hay una base mínima de coincidencia, por supuesto en lo ideológico, pero tampoco en lo mínimamente político y coyuntural, dada la situación del país y de las fuerzas en presencia». (...) Así pues sin electoralismos absurdos, y sabiendo de antemano que el número de votos que íbamos a lograr sería limitado». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del Vº Congreso del PCE (m-l), 1988)
¿Y qué pasaba que estos epítetos no eran aplicables a un PCPE marginal y a punto de desaparecer en 1989? ¿Era necesario ir con un partido que en el interior mantenía una política reformista que había saboteado la unidad de los revolucionarios y la línea sindical revolucionaria y que en el exterior apoyaba la Perestroika que precisamente el Vº Congreso del PCE (m-l) de 1988 denunció? No hay excusas que valgan.
Incluso en 1988 el propio PCE (m-l) se reía de la pretendida unidad que vociferaban los partidos oportunistas. Véase el artículo de «Vanguardia Obrera»: «PCE-PCPE-PTE: ¿De qué «unidad» hablan?» Nº 647 de 1988.
Como dice el refranero español: «Donde dije digo, digo Diego». Es decir el PCE (m-l) se desdecía de sus principios proclamados en el pasado.
La confirmación de que el PCE (m-l) se había perdido su autonomía como partido de vanguardia de la clase obrera y se había convertido en el furgón de cola de las agrupaciones de «izquierda» promulgando alianzas sin principios a toda costa, se constató también cuando en las elecciones de junio 1989 llamó a votar por Herri Batasuna. En el artículo 25 años del partido de la revista Revolución Española, se decía sobre el 15 de julio de 1989:
«Elecciones al Parlamento Europeo. (…) El PCE (m-l), que llama a votar a Herri Batasuna, insiste en la necesidad de trabajar en la búsqueda de una unidad de la izquierda capaz de abrir nuevas perspectivas». (Revolución Española; Revista del Partido Comunista de España (marxista-leninista), Nº20, diciembre de 1989)
La dirección del PCE (m-l) de 1989 estaba confluyendo con Herri Batasuna y sus propuestas justo como la escisión de 1981 había promovido años antes. Herri Batasuna era una organización nacionalista pequeño burguesa vasca que no solo estaba infectada de una mezcolanza de ciertas teorías supremacistas del nacionalismo vasco, de anarquismo o tercermundismo, sino que por entonces era la expresión legal de la banda ETA y había legitimado hasta entonces su política de terrorismo individual, la cual como sabemos llegó a atentar contra barrios obreros de Euskadi y fuera de ella. Precisamente este apoyo acrítico del PCE (m-l) a la izquierda abertzale es un error pusilánime imperdonable. Misma desviación que todos los partidos revisionistas habían cometido desde tiempos inmemorables:
«ETA cumplía el rasgo de ser una banda terrorista de visión nacionalista pequeñoburguesa. Aquí el PCE (r) también mantuvo una postura basada en el seguidismo total, incluso llegando a pedir el voto por sus organizaciones legales. (...) La postura del PCE (r) sobre ETA y sus agrupaciones afines no es sino el resultado de su incapacidad de aunar fuerzas y apoyos en Euskadi, por lo cual creyeron que no podían hacer otra cosa que actuar como comparsa para ganar simpatías. Por supuesto para el PCE (r) hubiera sido una labor muy tenaz y angustiosa realizar su propio análisis respecto a ETA y tomar una postura marxista al respecto, pero comprendedles, ellos son más de seguidismo a ultranza, por eso no son marxista-leninistas sino sujetos que creen ser marxista-leninistas; y en efecto, son otra cosa: maoístas para ser exactos. Los desarrollos de ETA y su partido afín Herri Batasuna son bien conocidos, yendo a la deriva en programas irreales y sin una conexión real con las masas, finalmente los restos de estas organizaciones derrotadas se han ido integrando en partidos como Bildu y Sortu, de aún mayor calado reformista y oportunista que las de entonces, y que andan lejos de haber logrado la hegemonía en Euskadi pese al mayor número de concesiones.
¿No es esta la misma situación que se ve hoy repetida en Cataluña donde el PCE (r) y sus apologistas apoyan públicamente a la Candidatura d'Unitat Popular (CUP) y al proceso en que resulta de aliado con los restos de Convergència i Unió (CiU), partido corrupto de la burguesía catalana nacionalista conocido por sus medidas antipopulares y por traficar con los intereses nacionales? Claro que es lo mismo. Repiten el mismo error que cometieron en los 80 con Herri Batasuna». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos oportunistas del PCE(r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 30 de junio de 2017)
¿Cuál había sido la postura de Elena Ódena sobre Euskadi y la cuestión nacional? El libre derecho de autodeterminación, incluyendo en varias declaraciones el derecho a la separación, aunque siempre se trabajó para que el pueblo de Euskadi eligiese convivir con el resto de pueblos hispánicos, como se ve en los documentos del PCE (m-l). Pero ante todo, se insistía en el necesario trabajo con las bases nacionalistas para desligarlas de sus mitos, el instruir a los obreros tanto castellanos como vascos en el internacionalismo proletario, para que se apoyaran en sus luchas comunes y específicas, nunca se permitió una sumisión a las teorías pseudomarxistas y nacionalistas de ciertos representantes demagogos, ni mucho menos los métodos cercanos al terrorismo individual o la despreocupación por el destino de los obreros no nacionales, de algunos nacionalistas:
«Existen también grupos armados en nuestro país dirigidos por fuerzas nacionalistas pequeño burguesas de diverso signo –vascos, gallegos, catalanes, canarios– que pretenden, de un lado, separar su lucha «específica» de la del conjunto de los pueblos de España, y de otro, suplantar la lucha de la clase obrera y del pueblo, por sus propias acciones violentas y armadas.
Para los marxista-leninistas, es evidente que la violencia revolucionaria y la lucha armada sólo cumplen su función revolucionaria cuando está inserta en el conjunto de una política basada en el desarrollo de la lucha de clases y no al margen de ella y uniendo los objetivos tácticos y estratégicos a los de los hermanos de clase de todo el país. De otro modo, se frena el desarrollo y la elevación a más altos niveles de la lucha de clases y de la lucha política en general, y se fragmenta la unidad imprescindible del conjunto de los pueblos de España contra el poder reaccionario, contra el enemigo común.
La concepción nacionalista y separatista de la violencia y de la lucha armada, practicada por ETA –todas sus ramas– y otros grupos nacionalistas, corresponden, sin duda alguna, a intereses pequeño burgueses de las fuerzas que la practican hoy en España, y ello pese a las propias declaraciones superrevolucionarias y la propia imagen que de ellos mismos intentan darse sus cabecillas nacionalistas.
Tal ha sido y es, objetivamente, el papel desempeñado por las acciones armadas llevadas a cabo por nacionalistas de ETA –en sus distintas ramas–. Es un hecho que en ellas no participan directa ni indirectamente ni la clase obrera, en tanto que tal, ni otros sectores antifascistas y populares, y ello entre otras razones porque los mismos objetivos estratégicos, incluso tácticos, planteados por esos grupos y por sus acciones armadas, que son el separatismo y el independentismo a ultranza, por encima de todo, no sólo no coinciden con los intereses de clase del proletariado y de otros sectores populares vascos que aspiran al socialismo, sino que, en el fondo, se contraponen, no sólo en el plano estratégico, sino también en muchos casos, en el táctico.
Independientemente de los derechos que le son debidos, el pueblo de Euskadi cabe recordar que el separatismo vasco tiene su punto de arranque en la doctrina del archirreaccionario Sabino Arana y Goiri, ideólogo de la burguesía vasca naciente, en el pasado siglo, el cual fue apoyado por el imperialismo británico interesado en las riquezas minerales de Euskadi, sobre la base del muy reaccionario lema: «Dios y las viejas leyes».
Esta doctrina clerical separatista vasca, que hizo suya la burguesía vasca, no fue obstáculo para que los financieros y capitalistas vascos se convirtieran, gracias a la explotación de las riquezas y del pueblo trabajador de Euskadi, en grandes banqueros y financieros a nivel de toda España.
La lucha armada, al margen del conjunto de la lucha de clases y de los objetivos generales del proletariado y del pueblo de Euskadi y de los demás pueblos de España, sí sirve a los intereses de la burguesía vasca nacionalista centralista, que se apoya en ella cuando le interesa «negociar» con el poder monárquico y arrancar algunas concesiones y privilegios específicos políticos y económicos, y ello en detrimento mismo de los demás pueblos de España. Tal ha sido la esencia de las negociaciones del Estatuto de Guernica y de los acuerdos en él consignados.
Sólo bajo la dirección de un partido de clase del proletariado puede la lucha armada y la violencia revolucionaria adquirir y desempeñar en su momento, en las circunstancias idóneas objetivas y subjetivas, un papel consecuentemente revolucionario de cara al socialismo, es decir, no a favor de los intereses de tal o cual sector de la burguesía, sino de las masas trabajadoras, de los obreros y campesinos pobres que aspiran al socialismo y que necesitan hacer la revolución para librarse de la explotación y opresión social y nacional. Para la clase obrera y el pueblo trabajador de Euskadi, ambos objetivos son inseparables, como lo son para todos los pueblos de España.
Los marxista-leninistas consideramos la lucha armada y la violencia revolucionaria como una de las formas de lucha que surge en el marco de la lucha de clases y la lucha política en determinadas condiciones. La violencia revolucionaria y la lucha armada ni se inventan ni se improvisan de la mañana a la noche, sino que se producen como resultado de unas circunstancias y fenómenos objetivos y subjetivos en el marco del desarrollo de la lucha política general, de los conflictos políticos, económicos y sociales que enfrentan a las clases explotadas y oprimidas con sus explotadores y opresores.
Por otra parte, la lucha armada y la violencia cuando está dirigida por sectores nacionalistas y burgueses y no por el partido del proletariado, desembocan cuando triunfa, en regímenes de carácter burgués y no en una revolución socialista.
Tal ha sido, por ejemplo, el caso en el pasado de diversos países de África del Norte y de Asia. Sólo bajo la dirección de la clase obrera y de su partido de clase puede la lucha armada y la violencia desembocar en una revolución de carácter socialista y poner fin al poder de cualquier sector de la burguesía, abriendo así el camino del socialismo hacia la sociedad comunista». (Elena Ódena; El marxismo, la lucha armada y la violencia revolucionaria y las guerras, 1979)
Cuando en 1991 la facción de Chivite derroca a la de Raúl Marco precisamente entre otras acusaciones por desear fusionar al PCE (m-l) con el PCPE, no era porque temieran terminar con la autonomía del partido, sino porque sus seguidores en cambio deseaban integrarse en su mayoría en IU. En los debates para preparar el congreso donde se proclamaría vencedor su facción, se comenta en el artículo «Proyecto revolucionario y unidad de la izquierda»:
«A la vista de esta especie de radiografía que hemos hecho, pensamos que debemos optar por nuestra integración en Izquierda Unida (IU). (...) En las actuales circunstancias la integración en IU, con todas sus contradicciones internas, que son, en cierto modo, el reflejo de las contradicciones de la izquierda en nuestro país, nos permitiría participar más directamente de la lucha y del debate». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Debate VIº Congreso, Nº4, 1991)
«A la vista de esta especie de radiografía que hemos hecho, pensamos que debemos optar por nuestra integración en Izquierda Unida (IU). (...) En las actuales circunstancias la integración en IU, con todas sus contradicciones internas, que son, en cierto modo, el reflejo de las contradicciones de la izquierda en nuestro país, nos permitiría participar más directamente de la lucha y del debate». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Debate VIº Congreso, Nº4, 1991)
¿Y qué se decía hasta hace bien poco sobre IU? Que era incompatible programáticamente con las aspiraciones del PCE (m-l) en las líneas políticas básicas. En su artículo «La Izquierda Unida del PCE» de R. Santillana, se comentaba todavía en 1989:
«El PCE, por su propia cuenta, ha definido la estrategia de IU en estos términos: «Hacia la sociedad de pleno empleo, en una democracia plena». Una estrategia socialdemócrata. (…) En un mitin del 8 de octubre de 1988 en Madrid, Anguita definía el objetivo de IU. (…) «Este objetivo puede ponerse en marcha desde mecanismos constitucionales perfectamente explicitados en los artículos 128, 129, 140 y 131 de nuestra Constitución». (…) IU que sin proclamarse monárquica, silencia toda referencia a la república y al republicanismo; que sin considerarse centralista ignora el derecho de autodeterminación. (…) Señalado que «sería absurdo cuestionar los resultados del referéndum», lo que hace IU es renunciar a defender a los siete millones de españoles que votaron NO a la OTAN y pasar a exigir el cumplimiento de las condiciones del SI de la OTAN. (…) La propuesta de IU se concreta en «Creación en las Cortes Generales de una Comisión de seguimiento que vele por el acatamiento por parte del gobierno de esas condiciones y denunciar públicamente, en caso de su vulneración». (…) IU se ha limitado a reproducir con nula imaginación, las tesis que aprobó el PCE en su pasada Conferencia Nacional dedicada a la «construcción europea»: aceptación del Acta única, reiteración del SI parlamentario a la CEE, etc. (…) IU «considera imprescindible trabajar para que la presencia de España en la CEE no signifique más perdida en la economía». (…) «Potenciar el papel del parlamento europeo como único foro de la CEE para discusión y el debate sobre los problemas de seguridad de Europa». (…) Se olvidan de las clases de las naciones, las clases, el papel de los monopolios, el control del imperialismo sobre los foros internacionales». (Revolución Española; Revista del Partido Comunista de España (marxista-leninista), Nº19, junio de 1989)
Con sin razón se concluía que:
«IU con sus actual composición y planteamiento no sirve». (Revolución Española; Revista del Partido Comunista de España (marxista-leninista), Nº19, junio de 1989)
Igualmente, M. Serrada en su artículo «Por una alternativa de izquierda» comentaba que IU lejos de agrupar a toda la izquierda, había fracasado en su intento de sumar fuerzas:
«¿Es la actual IU, o puede ser, la alternativa de unidad de la unidad de izquierda? Hemos repetido en diversos trabajos, artículos y plenos del Comité Central que no. (…) A la vista de los resultados electorales del pasado 29 de octubre de 1989. El PCE-IU en esa fecha pasó de 7 a 19 diputados y dobló, y a la incorporación a sus filas de algunas personalidades socialdemócratas descolgadas de un PSOE neoliberal –como P. Castellano, Bustelo y otros–, el listón establecido por el PCE en 1979, con 24 diputados no ha sido alcanzado. Por otro lado la suma de votos PSOE-PCE o posteriormente PSOE-PCE-IU ha sido sensiblemente la misma a lo largo de la diversas confrontaciones electorales desde 1979 a 1989. Quiere decir, ante todo, que la izquierda que no apoyaba al PCE –o al PSOE– que se sitúa en un sector de la relativamente alta abstención o en una u otra opción más a la izquierda de las citadas –desde los nacionalismos de izquierda hasta ecologistas u organizaciones rupturistas y revolucionarias en uno u otro grado–, sigue sin dar ese apoyo al PCE con su plasmación en IU». (Revolución Española; Revista del Partido Comunista de España (marxista-leninista), Nº20, diciembre de 1989)
La actitud hacia IU y sus bases era clara:
«Nuestra actitud hacia IU, en especial hacia los sectores no encuadrados en el PCE –independientes, sindicalistas, etc.– no es en absoluto cerrada. Pensamos que IU debe abrirse al debate serio y democrático con toda la izquierda por una verdadera unidad no hipotecada a un solo partido [PCE] y que no debe permitir que la dirección del PCE la conduzca a rellenar el espacio que el neoliberal PSOE está dejando. De ahí que estamos a favor de los contactos, las reuniones y diluciones y las discusiones con IU. Estar dentro de IU hoy es ponerse a las órdenes del PCE, que la monopoliza sin contrapeso político. Oponerse frontalmente a IU es aislarse de sectores que están dispuestos a exigir más, a ir más allá, a romper el sectarismo y plantearse una unidad más amplia y real de la izquierda». (Revolución Española; Revista del Partido Comunista de España (marxista-leninista), Nº20, diciembre de 1989)
Realmente la visión de alianzas del PCE (m-l) capitaneado por Chivite desde 1991 era un claro cheque en blanco hacia cualquiera que se autodenominase comunista o marxista, daba igual su pasado o sus prácticas presentes. El propio Chivite escribiría en el VIº Congreso del PCE (m-l) de 1991 que había que formar «un nuevo proyecto revolucionario» trabajando «por la recomposición del campo revolucionario», buscando el «diálogo y coordinación de todos los comunistas o que se reclamen del comunismo o marxismo revolucionario».
Es decir, se pretendía recomponer el campo revolucionario aliándose y coordinándose con todos a los que hasta hacía unos años o meses se les tachaba con total justeza de revisionistas.
Si miramos el magnífico artículo de M. Serrada, se decía sobre la política de alianzas y la llamada de la búsqueda de una «nueva izquierda»:
«A esa nueva izquierda en ciernes no pertenece el revisionismo, a ella no pueden pertenecer quienes tan importante papel tuvieron en la transición para pactar y desnaturalizar los años de lucha antifranquista, para aceptar y defender como nadie la solución monárquica, los pactos sociales y la pervivencia de los aparatos franquistas. Es una vieja y demasiado conocida «izquierda», una izquierda de desecho, de retales y zurcidos al compás del oportunismo electoralista. Una izquierda que se condujo a sí misma a la división y al fraccionalismo, a las luchas intestinas de cabecillas y camarillas de mil tendencias, que debilitó y sigue debilitando la actividad sindical, que fomentó y sigue fomentando la despolitización de la clase obrera, y en consecuencia, la desorganización. (…) La nueva izquierda está por construir y será revolucionaria o no será nada, ni siquiera verdadera izquierda. Será revolucionaria o no pasará de calentar poltronas en parlamentos, ayuntamientos y ministerios, gestionando lo que deseen que gestione quienes nunca han perdido el poder real en España. Quien quiera apuntarse con ellos, allá él; quien quiera hacer bulto en sus carteles electorales, allá él». (Vanguardia Obrera, Nº 540, 1986)
El abandonar esta concepción, hizo que el PCE (m-l) se bañase en las mismas charcas del oportunismo que otras organizaciones, y que con el tiempo, no se diferenciase de ellas.
Este proceder en las relaciones no fue más que una medida desesperada que aplicaron sin duda otros partidos como el PC (m-l) de Colombia reconciliándose con el PCC, el PC de Brasil alabando al PT, el PC (m-l) de Ecuador buscando alianza con los tremendistas y socialdemócratas, Bandera Roja acercándose a la derecha venezolana para hacer contrapeso al incipiente socialismo del siglo XXI. Estrategias desesperadas que no sirvieron en ninguno de los casos para retomar el vuelo, sino para desacreditarse aún más, para ser el furgón de cola de una u otra corriente burguesa de «izquierda» o incluso de derecha, en los casos más patéticos.
En los llamados «Cuadernos de debate para el VIº Congreso», se reniega abiertamente de la línea política del Vº Congreso del PCE (m-l) de 1988, pseudoargumentando que «no se había prestado demasiada atención a diversos fenómenos»:
«Visto ahora, y a la luz de los vertiginosos acontecimientos ocurridos, el informe del Vº Congreso es de una gran vaciedad de contenido político e ideológico, en el que con cuatro frases manidas se pretende deslegitimar al contrario, al tiempo que cuestiones de gran relevancia en el movimiento obrero y popular son insuficientemente analizadas, tales como la perestroika –lanzada por Gorbachov en 1985– o la formación de Izquierda Unida en 1986 ». (Partido
Comunista de España (marxista-leninista); Cuadernos de debate para el VIº Congreso,
1991-1992)
Todo lo que aquí dice sobre que los informes, resoluciones y todo tipo de documentos del partido adolecían de «cuatro frases manidas», es una acusación que muchas veces puede ser cierta. Ahora, no era culpa del pobre diablo de Raúl Marco y sus incapacidades teóricas, sino de todo el Comité Ejecutivo y del Comité Central, que siempre fueron a la zaga de los acontecimientos, y siempre se adaptaban a las nuevas circunstancias apoyándose en una figura central –Elena Ódena– o en una ayuda internacional –el Partido del Trabajo de Albania–, pero comparando congresos, el de 1988 es una maravilla en cuanto a principios ideológicos comparándolo con las tesis liquidacioncitas el de 1991. La intención de la facción de Chivite es clara con este mensaje: traduciéndolo a un lenguaje claro para el lector, significa que para Chivite el congreso de 1988 debía haber saludado como positiva la Perestroika de Gorbachov en la URSS, y que el partido se debía haber sumado a IU en 1986, y que al no haberlo hecho, todo fue erróneo. Nada más.
En otra ocasión del informe se decía que la postura del PCE (m-l) sobre el PCE de Carrillo de los años 70 no fue correcta:
«En el informe del Comité al II Congreso del PCE (m-l), junio de 1977, es decir cuando ya estábamos en plena fase de transición y en vísperas de las primeras elecciones pluripartidistas –julio del 1977–, se criticaba a la llamada, sin duda con poco acierto, oposición colaboracionista al régimen». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Cuadernos de debate para el VIº Congreso, 1991-1992)
Lo primero que hay que comentar es que en esas «primeras elecciones pluripartidistas» a las que alude ni el PCE (m-l) ni varios grupos nacionalistas, republicanos, trotskistas y maoístas estaban legalizados, lo que muestra el «cariz democrático» de aquellas elecciones. Segundo. Para Chivite y compañía parece que reflexionando con los años mira atrás y cree que era un «exceso» llamar al PCE de Carrillo-Ibárruri de colaboracionista, pese a que el PCE (m-l) proporcionó toda una serie de material contundente para demostrarlo, pese a que ahora toda la reacción nacional ha reconocido que el PCE carrillista fue un factor fundamental para que el nuevo régimen monárquico se consolidase, rindiendo honores a sus figuras en varias ocasiones por su «ejemplar moderación». Para Chivite muy seguramente era difícil calificar ya a Carrillo de traidor porque sus perspectivas políticas cada día se parecían más a las de él incluso sin quererlo. Estos comentarios sobre el PCE, nos hacen comprender como en 1991 la dirección del PCE (m-l) plantease la integración en IU que precisamente estaba dirigido por el PCE. ¿Quién está equivocado entonces, el viejo Chivite que clamaba desde el PCE (m-l) contra el colaboracionismo de Carrillo con el régimen en 1977 o el Chivite de 1992 que exonera a Carrillo de todo pecado oportunista y además pretendía integrar al PCE (m-l) en IU?
En otra ocasión del informe se decía que la postura del PCE (m-l) sobre el PCE de Carrillo de los años 70 no fue correcta:
«En el informe del Comité al II Congreso del PCE (m-l), junio de 1977, es decir cuando ya estábamos en plena fase de transición y en vísperas de las primeras elecciones pluripartidistas –julio del 1977–, se criticaba a la llamada, sin duda con poco acierto, oposición colaboracionista al régimen». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Cuadernos de debate para el VIº Congreso, 1991-1992)
Lo primero que hay que comentar es que en esas «primeras elecciones pluripartidistas» a las que alude ni el PCE (m-l) ni varios grupos nacionalistas, republicanos, trotskistas y maoístas estaban legalizados, lo que muestra el «cariz democrático» de aquellas elecciones. Segundo. Para Chivite y compañía parece que reflexionando con los años mira atrás y cree que era un «exceso» llamar al PCE de Carrillo-Ibárruri de colaboracionista, pese a que el PCE (m-l) proporcionó toda una serie de material contundente para demostrarlo, pese a que ahora toda la reacción nacional ha reconocido que el PCE carrillista fue un factor fundamental para que el nuevo régimen monárquico se consolidase, rindiendo honores a sus figuras en varias ocasiones por su «ejemplar moderación». Para Chivite muy seguramente era difícil calificar ya a Carrillo de traidor porque sus perspectivas políticas cada día se parecían más a las de él incluso sin quererlo. Estos comentarios sobre el PCE, nos hacen comprender como en 1991 la dirección del PCE (m-l) plantease la integración en IU que precisamente estaba dirigido por el PCE. ¿Quién está equivocado entonces, el viejo Chivite que clamaba desde el PCE (m-l) contra el colaboracionismo de Carrillo con el régimen en 1977 o el Chivite de 1992 que exonera a Carrillo de todo pecado oportunista y además pretendía integrar al PCE (m-l) en IU?
Todo está bastante claro. Recordemos como colofón final cual es la postura de un partido que se diga marxista-leninista sobre las alianzas:
«[Los marxista-leninistas] Asignan una importancia decisiva a la agrupación de las amplias masas populares en un frente. La experiencia histórica del Partido del Trabajo de Albania (PTA) en los años de la lucha antifascista de liberación nacional, nuestra revolución popular, también lleva a la misma conclusión.
«Al crear un amplio frente popular el Partido Comunista Marxista-Leninista no debe de ninguna manera poner sus esperanzas en las alianzas y la cooperación con los líderes de los diversos partidos políticos y organizaciones y centrar todos sus esfuerzos en ello. Sin descuidar este asunto, el deber del partido, es que a través de un trabajo más amplio de ilustración y persuasión entre las masas, y especialmente a través de la organización de acciones concretas, bien preparadas y bien consideradas, dedicarse a luchar desde abajo por la creación de la unificación del pueblo». (Enver Hoxha; Informes y discursos 1967-1968)
En este sentido, los partidos marxistas-leninistas no solo atribuyen importancia al establecimiento de organismos nacionales en los diversos frentes, sino sobre todo a la organización, propagación y funcionamiento de sus órganos –comités, consejos, secciones, etc.– en base, a la participación directa de las masas populares, como tribuno de la lucha y la acción revolucionaria de las masas.
Al tratar el problema de las alianzas y un frente común con otros partidos y fuerzas políticas, los partidos marxistas-leninistas no solo desplegaron y despliegan una feroz lucha para exponer los sermones de los revisionistas de todos los matices sobre una alianza con la burguesía, los partidos burgueses y las fuerzas reaccionarias, sino que también se expresan en contra de las alianzas y la cooperación con los mismos partidos revisionistas.
Básicamente, la línea del partido marxista-leninista es la de una línea clara y completa a los revisionistas en todas las áreas, la línea de acercamiento y cooperación con ellos crea ilusiones dañinas entre las masas acerca de los revisionistas, conduce a actitudes centristas y oportunistas, cuyo resultado es la renuncia a la lucha contra el revisionismo.
Los partidos marxistas-leninistas también critican y rechazan las opiniones y actitudes extremistas y sectarias de aislarse y renunciar a cualquier cooperación y frente unido con otras fuerzas. Aquí se habla de fuerzas tales como los diversos partidos y organizaciones campesinas y pequeño burguesas de las ciudades, movimientos de carácter antiimperialista, patrióticos y democráticos, los llamados grupos, organizaciones y movimientos de izquierda. En lo que respecta a estos últimos, es necesario, sobre la base de un análisis concreto, se debe hacer una distinción clara entre organizaciones y grupos contrarrevolucionarios «izquierdistas», como trotskistas, anarquistas, terroristas y otros, contra los cuales los partidos marxistas-leninistas libran una lucha determinada, y los grupos pequeño burgueses de izquierda con sinceras inclinaciones revolucionarias, quienes, independientemente de sus debilidades, fluctuaciones y confusión ideológica que los caracteriza son aliados potenciales de la clase obrera y su partido.
Sin embargo, los partidos marxistas-leninistas, al implementar la política de cooperación, alianzas y frentes comunes con otros partidos y fuerzas progresistas, siempre tienen los intereses de la clase obrera, su papel principal y su objetivo final: la lucha por el socialismo. Por el contrario, mantienen su autonomía e independencia ideológica, política, organizativa y –en la lucha armada– militar. Al mismo tiempo, los partidos marxistas-leninistas no permanecen en la sombra y la cola de los acontecimientos, sino que luchan para asegurar su papel principal en el frente para que el frente unido sirva a los objetivos revolucionarios de la clase trabajadora. Siguen una línea de unidad y lucha, buscando unir las fuerzas revolucionarias y progresistas, para neutralizar la vacilación, aislar los elementos correctos, divisivos y de sabotaje». (Agim Popa; Los partidos marxista-leninistas; la fuerza motriz del movimiento revolucionario actual, 1978)
En el momento en que se olvida esto, por lo general, los partidos se enmarañan en alianzas con organizaciones oportunistas de mayor aparato, financiación e influencia, y ante la renuncia de mantener una línea ideológica clara y de mostrarla ante el enemigo, el partido acaba minado, su militancia desmoralizada; lo que repercute en que el partido que está claudicando a su fisonomía suele acabar siendo absorbido por los grupos oportunistas con los que trabaja: fue el caso del PCE (m-l) que primero intentó fusionarse con el PCPE bajo la dirección de Marco en 1989, y después con el cambio de dirección y bajo el mandato de Chivite trataba de solicitar su inclusión en IU en 1992.
La lucha contra el revisionismo no es una cuestión baladí, y por lo general los oportunistas tratan de convencernos que la colaboración, transigencia y menosprecio de la importancia del revisionismo es aceptable ya «que más allá de sus defectos» al menos estos grupos y figuras revisionistas «son más progresistas que la derecha» sea ella desde neoliberal hasta fascista. He aquí una vez más la famosa teoría de apoyar el «mal menor». Pero en realidad el revisionismo es un enemigo enormemente peligroso para el comunista –tanto individualmente como en colectivo–. El revisionismo, da igual en la forma en que se presente, es más peligroso que las formaciones políticas que se declaran abiertamente no comunistas, porque los revisionistas con su labor de zapa básicamente impiden la consolidación de las ideas marxistas entre la clase obrera y las masas populares bajo la distorsión de sus eslóganes, teorías y el uso de su simbología, lo que confunde a los trabajadores y le impregna de nociones equivocadas, lo que junto a la labor de propaganda anticomunista de la burguesía liberal o fascista y abiertamente anticomunista, supone un trabajo añadido para los comunistas a la hora de acercarse a las masas e introducir la conciencia de clase. También estas concepciones oportunistas suponen negar la obvia realidad de que mientras los grupos de «derecha» se declaran sin complejos anticomunistas y «representantes de toda la nación», los revisionistas en cambio se declaraban «comunistas» y muchos de ellos «representantes de la clase obrera». Solo un necio no puede ver la peligrosidad de esta fórmula ». (Equipo de Bitácora (M-L); Ensayo sobre el auge y caída del Partido Comunista de España (marxista-leninista), 2019)
Anotaciones de Bitácora (M-L):
Las secciones anteriores referidas a los problemas fraccionales serían:
La importante fracción de 1981 en el PCE (m-l); Equipo de Bitácora (M-L), 2019
El estudio sobre los problemas y desviaciones en la concepción militar serían:
El estudio sobre los problemas y desviaciones en la concepción militar serían:
La mecánica adopción inicial de la «Guerra Popular Prolongada» (GPP) en el PCE (m-l) como método militar de toma de poder; Equipo de Bitácora (M-L), 2019
Los evidentes errores en la línea y programa serían:
Los evidentes errores en la línea y programa serían:
Dogmatismo metafísico en el PCE (m-l) al no apreciar la posibilidad de que la burguesía transite del fascismo a la democracia burguesa; Equipo de Bitácora (M-L), 2019
El triunfalismo en los análisis y pronósticos del PCE (m-l); Equipo de Bitácora (M-L), 2019
El seguidismo del PCE (m-l) a las políticas de la «Revolución Cultural» de los revisionistas chinos; Equipo de Bitácora (M-L), 2019
Conatos en el PCE (m-l) de indiferencia en la posición sobre la cultura y la necesidad de imprimirle un sello de clase; Equipo de Bitácora (M-L), 2019
Conatos en el PCE (m-l) de indiferencia en la posición sobre la cultura y la necesidad de imprimirle un sello de clase; Equipo de Bitácora (M-L), 2019
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