«Hay otro obstáculo para el desarrollo de nuestro movimiento en la corriente que acabamos de señalar: la ausencia de visión política, que desde el comienzo mismo de nuestro movimiento impidió que nuestros revolucionarios se fijaran sus tareas inmediatas de acuerdo con sus fuerzas, y cuya causa no es sino la insuficiente experiencia política de los dirigentes sociales rusos. Al dirigirnos al pueblo con el fin de difundir las publicaciones socialistas, al establecernos en las aldeas para organizar a los elementos descontentos de nuestro campesinado o cuando iniciábamos la lucha abierta contra los representantes del absolutismo, repetíamos siempre el mismo error. Siempre exagerábamos nuestras fuerzas, jamás teníamos en cuenta cabalmente la resistencia que nos ofrecería el ambiente social y nos apresurábamos a erigir en principio universal el modo de actuar favorecido transitoriamente por las circunstancias, excluyendo todos los demás métodos y procedimientos. Todos nuestros programas se hallaban por eso en un equilibrio muy inestable, que podía ser alterado por la variación más insignificante del medio circundante. Cada dos años cambiábamos estos programas, y no podíamos detenernos en algo firme, porque siempre nos apoyábamos en algo restringido y unilateral. Así como, según palabras de Belinsky, la sociedad rusa, careciendo aún de literatura, ya recorrió todas las tendencias literarias, el movimiento socialista ruso, que aún no se había convertido en el movimiento de nuestra clase obrera, ya alcanzó a pasar por todos los matices del socialismo de Europa occidental.
La lucha contra el absolutismo que emprendiera Naródnaia Volia, lanzando a nuestros revolucionarios hacia un campo de acción más amplio, obligándolos a esforzarse por la creación de un partido efectivo, contribuirá decididamente, sin duda alguna, a superar el carácter unilateral de los círculos. Pero, para terminar con estos cambios constantes de programas, para abandonar estos hábitos de nómadas políticos y alcanzar por fin la estabilidad espiritual, los revolucionarios rusos deben realizar hasta el fin la crítica iniciada con la aparición de las tendencias políticas en su medio. Deben adoptar una actitud crítica ante el mismo programa que tornó necesaria la crítica de todos los programas y teorías anteriores. El partido de Naródnaia Volia es fruto de una época de transición. Su programa es el último programa nacido en las condiciones que hicieron de nuestra parcialidad un fenómeno inevitable y, por consiguiente, legítimo. Al ampliar el horizonte político de los socialistas rusos, este programa aún no está exento de aspectos unilaterales. En él también se advierte la falta de visión política, de aptitud para ajustar los objetivos inmediatos del partido a sus fuerzas reales o posibles. El partido de Naródnaia Volia recuerda al hombre que avanza por un camino real, pero que aún no tiene idea de las distancias, y que por eso confía en que puede recorrer al instante «cien mil millas sin descansar». La práctica, por supuesto, destruirá esta ilusión, pero la experiencia le puede resultar muy cara. Es mejor que se pregunte si las botas de siete leguas no pertenecen al reino de la fantasía». (Gueorgui Plejánov; El socialismo y la lucha política, 1883)
Anotaciones de Bitácora (M-L):
«Toda clase que aspira a su emancipación, todo partido político que llega al poder, son revolucionarios solamente en tanto representan las corrientes sociales más progresistas y, por consiguiente, sustentan las ideas más avanzadas de su tiempo. Una idea de contenido revolucionario es como una dinamita, que no puede ser reemplazada por ningún explosivo. Y mientras nuestro movimiento siga bajo la bandera de teorías atrasadas o erróneas, sólo tendrá significación revolucionaria en algunos aspectos, pero no en todos ellos. Y al mismo tiempo, sin que lo adviertan sus defensores, contendrá los gérmenes de la reacción, que la privarán incluso de esa significación parcial en un futuro más o menos próximo. (...) Afortunadamente, los socialistas pueden fundar sus esperanzas en una base más sólida. Pueden y deben confiar ante todo en la clase obrera. La fuerza de los obreros, como de cualquier otra clase, depende, entre otras cosas, de la claridad de su conciencia política, de su unidad y organización. Sobre estos elementos de su fuerza influyen precisamente nuestros intelectuales socialistas. Éstos deben ser los dirigentes de la clase obrera en el próximo movimiento emancipador, presentarle con claridad sus intereses políticos y económicos, el nexo recíproco de esos intereses, inducirla a que adopte un papel independiente en la vida social de Rusia. Tiene que esforzarse por todos los medios para que nuestra clase obrera, durante el primer período de la vida constitucional de Rusia, pueda participar como partido especial, con un programa político-social determinado. La elaboración detallada de este programa, por cierto, debe ser presentada a los obreros mismos, pero los intelectuales deben explicarles sus puntos principales, como por ejemplo, la revisión radical de las actuales relaciones agrarias, el sistema impositivo y la legislación fabril, la ayuda estatal a las asociaciones productivas, etc. Todo esto sólo puede lograrse mediante una esforzada labor que se debe realizar, por lo menos, con las capas más avanzadas de la clase obrera, mediante la propaganda escrita y oral y la organización de círculos socialistas obreros». (Gueorgui Plejánov; El socialismo y la lucha política, 1883)
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