lunes, 25 de febrero de 2019

Los marxista-leninistas y la política de alianzas con otros grupos


«[Los marxista-leninistas] Asignan una importancia decisiva a la agrupación de las amplias masas populares en un frente. La experiencia histórica del Partido del Trabajo de Albania (PTA) en los años de la lucha antifascista de liberación nacional, nuestra revolución popular, también lleva a la misma conclusión.

«Al crear un amplio frente popular el Partido Comunista Marxista-Leninista no debe de ninguna manera poner sus esperanzas en las alianzas y la cooperación con los líderes de los diversos partidos políticos y organizaciones y centrar todos sus esfuerzos en ello. Sin descuidar este asunto, el deber del Partido, es que a través de un trabajo más amplio de ilustración y persuasión entre las masas, y especialmente a través de la organización de acciones concretas bien preparadas y bien consideradas, dedicarse a luchar desde abajo por la creación de la unificación del pueblo». (Enver Hoxha; Informes y discursos 1967-1968)

En este sentido, los partidos marxistas-leninistas no solo atribuyen importancia al establecimiento de organismos nacionales en los diversos frentes, sino sobre todo a la organización, propagación y funcionamiento de sus órganos comités, consejos, secciones, etc.  en base a la participación directa de las masas populares, como tribunos de la lucha y la acción revolucionaria de las masas.

Al tratar el problema de las alianzas y un frente común con otros partidos y fuerzas políticas, los partidos marxistas-leninistas no solo despliegan una feroz lucha para exponer los sermones de los revisionistas de todos los matices sobre una alianza con la burguesía, los partidos burguesas y las fuerzas reaccionarias, sino que también se expresan en contra de las alianzas y la cooperación con los mismos partidos revisionistas.

Básicamente, la línea del partido marxista-leninista es clara y completa hacia los revisionistas en todas las áreas, la línea de acercamiento y cooperación con ellos crea ilusiones dañinas entre las masas acerca de los revisionistas, conduce a actitudes centristas y oportunistas, cuyo resultado es la renuncia a la lucha contra el revisionismo.

Los partidos marxistas-leninistas también critican y rechazan las opiniones y actitudes extremistas y sectarias de aislarse y renunciar a cualquier cooperación y frente unido con otras fuerzas. Aquí se habla de fuerzas tales como los diversos partidos y organizaciones campesinas y pequeño burguesas de las ciudades, movimientos de carácter antiimperialista, patrióticos y democráticos, los llamados grupos, organizaciones y movimientos de izquierda. En lo que respecta a estos últimos, es necesario, sobre la base de un análisis concreto, que debe hacer una distinción clara entre organizaciones y grupos contrarrevolucionarios «izquierdistas», como trotskistas, anarquistas, terroristas y otros, contra los cuales los partidos marxistas-leninistas libran una lucha determinada, y los grupos pequeño burgueses de izquierda con sinceras inclinaciones revolucionarias, quienes, independientemente de sus debilidades, fluctuaciones y confusión ideológica que los caracteriza, son aliados potenciales de la clase obrera y su partido.

Sin embargo, los partidos marxistas-leninistas, al implementar la política de cooperación, alianzas y frentes comunes con otros partidos y fuerzas progresistas, siempre tienen en mente los intereses de la clase obrera, su papel principal y su objetivo final: la lucha por el socialismo. En consecuencia, mantienen su autonomía e independencia ideológica, política, organizativa y –en la lucha armada– militar. Al mismo tiempo, los partidos marxistas-leninistas no permanecen en la sombra y la cola de los acontecimientos, sino que luchan para asegurar su papel principal en el frente para que el frente único sirva a los objetivos revolucionarios de la clase trabajadora. Siguen una línea de unidad y lucha, buscando unir las fuerzas revolucionarias y progresistas con el fin de neutralizar la vacilación y aislar a los elementos incorrectos, divisores y saboteadores». (Agim Popa; Los partidos marxista-leninistas; la fuerza motriz del movimiento revolucionario actual, 1978)

viernes, 22 de febrero de 2019

Sobre algunas cuestiones de principio del marxismo-leninismo; Elena Ódena, 1967


«En nuestra época la lucha revolucionaria de los pueblos atraviesa por un período de intensas luchas políticas ideológicas de importancia decisiva para el curso de todo el desarrollo histórico de nuestra sociedad. Actualmente, el revisionismo, al igual que en la época de Lenin, no constituye un fenómeno nacional sino internacional. Tras la derrota sufrida por el revisionismo, gracias esencialmente a la demoledora denuncia de Lenin, el revisionismo y el oportunismo de toda laya dejaron de tener en aquel momento una influencia decisiva entre los elementos más avanzados de la clase obrera.

Pero desde el final de la II Guerra Mundial, y con la agudización de la lucha de clases en todo el mundo y la creciente agresividad del imperialismo, cada vez más aislado y fustigado por la lucha revolucionaria de los pueblos oprimidos, las distintas corrientes de la ideología reformista y burguesa se han hecho más virulentas en el seno de la clase obrera y han llegado a penetrar en la cabeza misma de los Partidos Comunistas. Gran parte de los dirigentes de los partidos han caído así bajo la influencia de las ideas oportunistas, revisionistas, dándose el hecho agravante de que esas corrientes se han manifestado en sumo grado y en primerísimo lugar entre los actuales dirigentes del Partido Comunista de la Unión Soviética, quienes han servido de punta de lanza y de base al revisionismo.

La lucha contra las tergiversaciones y falsificaciones ideológicas y teóricas de los revisionistas modernos es una obligación ineluctable para todo Partido marxista-leninista; es imprescindible y urgente arrancar de esas corrientes reformistas a extensas capas de la clase obrera particularmente en los países más desarrollados, y también de las capas bajas de la pequeña y media burguesía. Los marxista-leninistas hemos de inspirarnos en estos momentos, en la tenacidad y la perseverancia demostradas por Lenin en su lucha por los principios revolucionarios, y contra todos los revisionistas y oportunistas, ya que de otro modo, sería difícil movilizar a las amplias masas del proletariado para la lucha revolucionaria.

El apasionamiento y la intransigencia que Lenin manifestó en esa lucha por los principios, es para nosotros el mejor punto de apoyo para perseverar en nuestros esfuerzos por desenmascarar hoy a los revisionistas y oportunistas que en España, concretamente, constituyen sin duda alguna un obstáculo considerable, por cuanto que, sirviéndose de un pasado revolucionario, tratan de infundir a las luchas obreras corrientes pacifistas, economicistas, revisionistas, etc. Pero el revisionismo de Carrillo, al igual que el de Bernstein, Kautsky y otros semejantes, será, en definitiva, vencido por la corriente revolucionaria, y como en el pasado, el proletariado encontrará el cauce revolucionario del marxismo-leninismo. Sólo pretendemos abordar en este trabajo algunas de las cuestiones de principio más urgentes que creemos necesarias plantear hoy a la luz del marxismo-leninismo con objeto de disipar los negros contornos con que el revisionismo moderno pretende ocultar a la clase obrera la senda de la revolución proletaria.

jueves, 21 de febrero de 2019

Sobre el seguidismo entre los partidos



«Habla usted de la línea del P.C. de Alemania. Indudablemente –me refiero a su línea política–, es acertada. Ello, propiamente, explica las relaciones íntimas, amistosas –y no sólo de camaradas– entre el P.C.(b) de Rusia, y el P.C. de Alemania, esas relaciones de las que usted mismo habla en su carta. Pero ¿significa esto que debamos ocultar ciertos errores en la labor política del P.C. de Alemania o del P.C.(b) de Rusia? Natural-mente que no. ¿Puede afirmarse que el C.C. del P.C. de Alemania o el C.C. del P.C.(b) de Rusia no cometen algún que otro error? ¿Puede afirmarse que la crítica de una parte de la actividad del C.C. del P.C. de Alemania –utilización insuficiente del asunto Barmat, la conocida votación de la minoría comunista en el parlamento de Prusia en el problema de la elección del presidente del parlamento, el problema de los impuestos relacionados con el plan Dawes, etc.– excluye la plena solidaridad con la línea general del C.C. del P.C. de Alemania? Claro que no. ¿Qué sería de nuestros Partidos si al encontramos nosotros en el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, supongamos, cerrásemos los ojos a los errores de nuestros Partidos, nos entusiasmásemos ensalzando nuestro «acuerdo completo» y nuestra «bonanza» y nos pusiéramos a decir amén en todas las cuestiones? Creo que semejantes partidos nunca llegarían a ser revolucionarios. Serían momias, pero no partidos revolucionarios. Me parece que algunos camaradas alemanes se sienten a veces inclinados a pedimos que demos nuestro asentimiento a todo lo que hace el Comité Central del P.C. de Alemania, estando por su parte siempre dispuestos a asentir a cuanto haga el Comité Central del C.C.(b) de Rusia. Yo me opongo enérgicamente a ese asentimiento mutuo. A juzgar por su carta, usted es de la misma opinión. Tanto mejor para el P.C. de Alemania». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili; Stalin; Carta del Camarada Me-rt, 8 de noviembre de 1925)

miércoles, 20 de febrero de 2019

Sobre el hecho de haber militado en partidos revisionistas o sobre el hecho de separarse de ellos


«No queremos que se nos malinterprete en esta cuestión. No estamos diciendo que los elementos que hayan militado parte o gran parte de su vida en organizaciones revisionistas están condenados de por vida. No, el haber mantenido posturas ajenas al marxismo o el haber militado en organizaciones no marxistas es un proceso lógico que puede ocurrir en el desarrollo dialéctico de la vida, formación y maduración de un revolucionario desde sus inicios hasta que toma consciencia real y total de las cosas, y de ello dependen varios factores como el origen social, el contexto cultural del individuo, el ambiente en que se desarrolla, y los rasgos de personalidad que porta, que puede hacer que ese viraje sea más corto o más largo, tenga más ziz zags o menos. Pero tampoco nos equivoquemos, el mero hecho de separarse de un partido revisionista no significa que seas un verdadero marxista-leninista. Tal elemento debe realizar una autocrítica y examinar las razones de su salida; y si es motivada por razones de incompatibilidad ideológica debe preguntarse por qué ha militado entonces en esa organización; en caso de darse cuenta de esa incompatibilidad ideológica tiempo después de entrar a militar en dicho partido revisionista, entonces debe exponer qué es lo que ha llevado a dicho elemento a discrepar de la línea política revisionista de su partido; si finalmente se ha comprendido y expuesto correctamente el carácter revisionista de su vieja organización, debe demostrar en la práctica que no tolerará caer en el mismo lodazal de nuevo; del mismo modo que no debe obsesionarse ni dejarse deslumbrar con las desviaciones y corriente revisionista de su vieja organización, sino también estudiar y comprender el resto de desviaciones y corrientes revisionistas, así como ser consecuentes y exponerlas en igual medida». (Equipo de Bitácora (M-L); Antología sobre Reconstrucción Comunista y su podredumbre oportunista, 25 de septiembre de 2017)

lunes, 18 de febrero de 2019

El neocolonialismo; Equipo de Bitácora (M-L), 2018


El neocolonialismo como hemos venido explicando durante todo el documento tiene una explicación muy plausible:

«La Segunda Guerra Mundial produjo un cambio radical en la correlación de fuerzas en el mundo. Condujo a la destrucción de las grandes potencias fascistas, pero también estremeció los fundamentos y debilitó considerablemente a las viejas potencias colonialistas. La guerra antifascista planteó en todas partes, incluso en los países que no se habían visto envueltos en su torbellino, el problema de la liberación nacional. Los pueblos de las antiguas colonias que, conjuntamente con los países de la coalición antifascista, habían participado en la guerra para sacudirse el yugo fascista, ya no podían dar pasos atrás y soportar por más tiempo el yugo colonial (...) Obligados por la situación, muchos países colonialistas comprendieron que las viejas formas de explotación y administración de las colonias eran anacrónicas, sin concederles la más mínima libertad e independencia. Las potencias imperialistas, colonialistas, no llegaron a esta conclusión movidas por sus sentimientos democráticos y por su deseo de conceder la libertad a los pueblos, sino presionadas por los pueblos colonizados y a causa de su debilidad militar, económica, política e ideológica, que no les permitía conservar el viejo colonialismo. Pero, el imperialismo francés, inglés, italiano, estadounidense, etc., no quería renunciar a la explotación de esos pueblos y países. Cada potencia imperialista se vio obligada por las circunstancias creadas a conceder la autonomía a estos pueblos o prometerles la libertad y la independencia después de un cierto plazo. Este plazo, que fijaron supuestamente para permitirles tomar conciencia de su capacidad de gobernarse por sí mismos y formar a este fin los cuadros locales, tendía de hecho a preparar nuevas formas de explotación imperialistas, el nuevo colonialismo, dando a los países y a los pueblos la falsa impresión de que habían conquistado la libertad. (…) Muchos pueblos ex coloniales, a pesar de haber obtenido esta «independencia» y esta «libertad», tal como se las habían dado las antiguas potencias colonialistas, tuvieron que empuñar las armas porque los imperialistas no estaban dispuestos a conceder de inmediato esa «libertad» y esa «independencia». Particularmente los imperialistas franceses pretendían conservar también después de la guerra la fuerza o la «grandeza» de Francia. Así fue cómo los pueblos de Argelia, Vietnam y muchos otros dieron inicio a una prolongada lucha de liberación y, por último, lograron liberarse». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)

Queda de sobra demostrado históricamente que una revolución anticolonial es un acto progresista, eso es indudable, pero hay que dejar claro que aunque ello sea per se un acto antiimperialista, no siempre el nuevo Estado resultante llega a consolidarse como tal si no es dirigido por el proletariado y su partido:

sábado, 16 de febrero de 2019

El leninismo sobre los movimientos nacionales


«El principio de la nacionalidad es históricamente inevi­table en la sociedad burguesa, y, teniendo presente la exis­tencia de esta sociedad, el marxista reconoce plenamen­te la legitimidad histórica de los movimientos nacionales. Pero, para que este reconocimiento no se transforme en una apología del nacionalismo, es preciso que se limite rigurosa y exclusivamente a los elementos progresivos de tales movimientos, con el fin de que no contribuya a enturbiar la conciencia del proletariado con la ideología bur­guesa.

Es progresivo el despertar de las masas después del le­targo feudal; es progresiva su lucha contra toda opresión nacional, su lucha por la soberanía del pueblo, por la sobe­ranía nacional. De aquí, la obligación incondicional para todo marxista de defender la democracia más resueIta y más consecuente en todos los aspectos de la cuestión na­cional. Es ésta una tarea fundamentalmente negativa. Pe­ro más allá de este límite el proletariado no puede apoyar el nacionalismo, pues más allá empieza la actividad «po­sitiva» de la burguesía en su afán de consolidar el nacio­nalismo.

La liquidación de toda opresión feudal, de toda opre­sión de las naciones y de todo privilegio para una de las naciones o para uno de los idiomas es una obligación in­discutible del proletariado como fuerza democrática; en ello residen los intereses indiscutibles de la lucha de clase del proletariado, velada y frenada por las querellas na­cionales. Pero apoyar el nacionalismo burgués más allá de estos límites, firmemente establecidos y encuadrados en un determinado marco histórico significa traicionar al proletariado y pasarse al Iado de la burguesía. Existe aquí un límite, a menudo muy sutil, del que se olvidan por com­pleto los socialnacionalistas ucranianos y los del Bund.

Sí, indiscutiblemente debemos luchar contra toda opre­sión nacional. No, indiscutiblemente no debemos luchar por cualquier desarrollo nacional, por la «cultura nacio­nal» en general. El desarrollo económico de la sociedad capitalista nos muestra en todo el mundo ejemplos de mo­vimientos nacionales que no han llegado a desarrollarse plenamente, ejemplos de grandes naciones formadas a par­tir de varias pequeñas o en detrimento de algunas peque­ñas naciones, ejemplos de asimilación de naciones. El prin­cipio por que se rige el nacionalismo burgués es el desa­rrollo de la nacionalidad en general; de aquí el carácter exclusivo del nacionalismo burgués, de aquí las estériles querellas nacionales. El proletariado, en cambio, no sólo no asume la defensa del desarrollo nacional de cada na­ción, sino que, por el contrario, pone en guardia a las ma­sas contra semejantes ilusiones, defiende la libertad más completa del intercambio económico capitalista y celebra cualquier asimilación de las naciones, excepto la que se realiza por la fuerza o se basa en privilegios». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Notas criticas sobre la cuestión nacional, 1913)

viernes, 15 de febrero de 2019

Los comunistas ante la cuestión nacional no deben tomar principios abstractos o formales sino tener en cuenta lo siguiente


«De acuerdo con su tarea fundamental de luchar contra la democracia burguesa y de desenmascarar la falsedad y la hipocresía de la misma, los partidos comunistas, intérpretes conscientes de la lucha del proletariado por el derrocamiento del yugo de la burguesía, deben, en lo referente al problema nacional, centrar también su atención, no en los principios abstractos o formales, sino 1) en apreciar con toda exactitud la situación histórica concreta y, ante todo, la situación económica; 2) diferenciar con toda nitidez los intereses de las clases oprimidas, de los trabajadores, de los explotados y el concepto general de los intereses de toda la nación en su conjunto, que no es más que la expresión de los intereses de la clase dominante; 3) asimismo dividir netamente las naciones en: naciones oprimidas, dependientes, sin igualdad de derechos, y naciones opresoras, explotadoras, soberanas, por oposición a la mentira democrático-burguesa, la cual encubre la esclavización colonial y financiera –cosa inherente a la época del capital financiero y del imperialismo– de la enorme mayoría de la población de la tierra por una insignificante minoría de países capitalistas riquísimos y avanzados». (Vladimir Ilich Uliánov, LeninPrimer esbozo de las tesis sobre los problemas nacional y colonial para el II Congreso de la Komintern, 5 de junio de 1920)

domingo, 10 de febrero de 2019

¿Es cierto que la lengua ha tenido siempre y sigue teniendo el mismo carácter de clase?


«Pregunta: ¿Es cierto que la lengua ha tenido siempre y sigue teniendo un carácter de clase y que no existe una lengua común y única para la sociedad, una lengua común a todo el pueblo y sin carácter de clase?

Stalin: No, no es cierto.

Es fácil comprender que no cabe siquiera hablar de una lengua de clase en una sociedad sin clases. El régimen gentilicio de la comunidad primitiva no conocía las clases; por consiguiente, en él no podía tampoco haber una lengua de clase: en él, la lengua era común y única para toda la colectividad. La objeción de que debe entenderse por clase toda colectividad humana, comprendida la comunidad primitiva, no es una objeción, sino un juego de palabras que ni siquiera merece ser refutado.

Por lo que se refiere al desarrollo posterior, desde las lenguas gentilicias hasta las lenguas tribales, desde las lenguas tribales hasta las lenguas de los pueblos y desde las lenguas de los pueblos hasta las lenguas nacionales, en todas partes, en todas las etapas del desarrollo, la lengua, como medio de relación de los hombres en la sociedad, ha sido común y única para la sociedad, ha servido por igual a los miembros de ésta, independientemente de su condición social.

No me refiero a los imperios de los períodos esclavista y medieval, al imperio de Ciro y de Alejandro Magno, pongamos por caso, o al imperio de César y de Carlomagno, que no poseían una base económica propia y eran agrupaciones militares y administrativas efímeras y precarias. Ninguno de estos imperios tenía ni podía tener una lengua única y comprensible para todos sus miembros. Eran un conglomerado de tribus y de pueblos que vivían su propia vida y tenían sus propias lenguas. Por consiguiente, no me refiero a esos imperios y otros semejantes, sino a las tribus y los pueblos que formaban parte del imperio, poseían una base económica propia y tenían sus lenguas, formadas desde hacía tiempo. La historia nos enseña que las lenguas de estas tribus y de estos pueblos no tenían un carácter de clase, sino que eran comunes a toda la población, comunes a las tribus y a los pueblos y comprensibles para ellos.

jueves, 7 de febrero de 2019

Shuterland: otro ejemplo del rol que cumplen los «ideólogos» intelectuales burgueses en las organizaciones revisionistas

Jean-Paul Sartre

«Doy conferencias gratuitas o pagadas en mil sitios, eso no hace que sea mentor o jefe ideológico de nadie. (...) No tengo la culpa de haber sido referente puntual, en algunos tópicos económicos técnicos, del PCV. (...) Si me invita el PCV, el PSUV o cualquier partido, organización, ONG o grupo que se crea progresista, con todo gusto voy a hacer el conversatorio, sin ánimos de adoctrinar o ideologizar, puedo estar equivocado en mis ideas, así que respeto la de los demás, aunque manifieste mi desacuerdo. Buscar puntos de coincidencia para articular esfuerzos o intercambiar pareceres no me parece una traición, creo que es necesario para avanzar». (Manuel Sutherland; Declaraciones, 16 de enero de 2017)

Efectivamente Manuel Sutherland aparece en todos los medios de comunicación de los distintos partidos revisionistas del mundo, así como en medios de comunicación de una «no ideología oficial» pero altamente eclécticos y que no pueden dejar de estar influenciados por el revisionismo, recordemos que el eclecticismo es el hábitat habitual del revisionismo, a veces su principal hogar. Así, los escritos de Sutherland pueden verse en no pocos medios ultraeclécticos; son recomendados y publicados por los medios del revisionista Partido Comunista de España (PCE); él mismo reconoce orgulloso haber sido entrevistado por el canal chino CCTV y por el Instituto de Economistas «Marxistas» en China; de haber ido a dar conferencias a los trotskizantes de Marea Socialista (MS); en un breve resumen: Shuterland aparece en una lista interminables de medios y colectivos que son famosos por su antimarxismo abierto o latente, sobre todo entre aquellos que apoyan abiertamente al chavismo o que se cubren de un presunto «apoyo crítico». En especial es muy conocida la conexión de Sutherland con el Partido Comunista de Venezuela (PCV), de hecho el propio Shuterland militó en la juventud del PCV, y pese a su salida no ha impedido el contacto regular entre él y la organización. Pero no solo ha tenido nexos con el PCV, sino también con el amo de este: el Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV), llegando a ser anunciado con fervor junto a otros intelectuales revisionistas como el bochornoso prochino José Antonio Egido. Tanto PCV como PSUV sacaban pecho de su presencia con motivo de las conferencias organizadas en las que ha participado como ponente. Por ejemplo en el XIIº Congreso de la Juventud Comunista del PCV y dando entrevistas a la Tribuna Popular –medio de expresión del PCV–, a la vez que como hemos dicho ha dado conferencias para el PSUV, aparece en los medios afines al chavismo como Aporrea lo que deja entrever  el profundo eclecticismo-fraccionalismo que padece tanto él como sus valedores: el PCV y el PSUV.

Aún así, Sutherland no quiere que le relacionen con ningún partido, ha dicho en varias ocasiones que él «no adoctrina a nadie», y que «no es ideólogo de nadie», para ello ha utilizado diversas excusas.

Desmontaremos estos sofismas.

a) Los «formadores ideológicos» de un partido no tienen porqué ser miembros permanentes del mismo. Es más en el caso de las organizaciones revisionistas pueden ser teóricos del partido o de fuera de él. El existencialista Jean-Paul Sartre es el ejemplo histórico de un intelectual «heterodoxo» que lo mismo estaba en la «órbita» del Partido Comunista Francés (PCF), que en sus filas, que fuera criticándolo, y eso no evitaba que pasado un tiempo volviera a recorrer el mismo ciclo. Otro ejemplo más actual serían los trotskistas de todo el mundo como Alan Wood que van a Cuba a dar sus discursos, publicar libros, etc. Precisamente ese orgullo de «heterodoxia» es una característica del trotskismo y el maoísmo, el negar unos principios ideológicos claros y demarcatorios, otro por supuesto es negar el leninismo, Sutherland curiosamente coincide con ambos, así como en otros conceptos que ya hemos visto. Organizaciones como el Partido Comunista de Venezuela (PCV) se valen de Sutherland –lo quiera éste o no– por sus características eclécticas, necesita gente como él para combatir al leninismo, que es lo que llevan haciendo desde los años 40, cuando introdujo la «heterodoxia» a través de las tesis de Browder. Les viene como anillo al dedo, sino no habría hecho tantos artículos, entrevistas, conferencias, y charlas para el PCV, o no habría tantas entradas en la web del todavía carrillista PCE recomendando sus trabajos. No estamos diciendo que Shuterland sea «el único y exclusivo ideólogo del PCV, no, solo es uno más, o mejor dicho una figura más que usan para justificar su línea «heterodoxa» como Sutherland la llama, nosotros la llamamos simplemente ideología antimarxista, revisionista.

¿Son por ejemplo «formadores ideológicos» del Partido Comunista de Cuba (PCC) los trotskistas del exterior que vienen a su isla? Sí, los revisionistas cubanos los usan para dar una visión que coincide –más allá de alguna pequeñez– con la línea del partido. ¿Por qué los revisionistas cubanos usan a estas figuras? ¿No tienen «formadores ideológicos» propios? Sí, los tienen, mucho más siendo un partido que está en el gobierno y tiene fondos y medios para ello, por tener, tienen hasta cuadros abiertamente trotskistas como Ariel Dacal y Francisco Brown. Pero recurren a otros trotskistas y filotrotskistas de fuera del partido y de fuera de la isla como Eduardo Galeano, Santiago Alba Rico, Marta Harnecker, Néstor Kohan, Atilio Borón, Ignacio Ramont, Celia Hart, etc., por la notoriedad de esas figuras, el partido prefiere que sean estas figuras las que estén en sus charlas, conferencias, las que salgan en sus entrevistas y a los que financiar sus libros; personajes que no son militantes del Partido Comunista Cuba (PCC), pero forman –se quiera o no– a sus militantes, a sus juventudes, adoctrinan a las masas trabajadoras cubanas en general.

¿No son los mismos Néstor Kohan, Eduardo Galiano, Atilio Borón un reclamo a veces común a veces ocasional para partidos ultraeclécticos y ultraoportunistas como el PCCE y PCA en Argentina o el PCE y PCOE en España? Entonces queda claro, que un partido de este tipo, sabe bien a quién se acerca, porqué los invita a dar charlas y porqué difunde sus obras, luego lo que digan y juren es secundario, incluso aunque algunos se las den de «antitrotskistas» cuando toca.

¿Es posible que un colectivo –de la ideología que sea– invitase a un ideólogo conocido por ser opositor de la línea general del colectivo? ¿Lo invitaría si fuese realmente un marxista-leninista y por tanto fuese a criticar la política revisionista de este colectivo –sea un partido, sindicato, centro de estudio, o lo que fuese–? No. ¿En caso de ser un partido, invitaría a un ideólogo para hablarle a sus juventudes –el sector más proclive a tener vacilaciones a causa de un más que posible bajo nivel de formación ideológica–? Obviamente no. Nadie «va a tirar piedras contra su propio tejado» de forma tan torpe. Al revés, los revisionistas usan conscientemente a los intelectuales de dentro o fuera del partido que saben que van a persuadir a la juventud, a la militancia y a las masas trabajadoras en general con un discurso que en lo fundamental coincide con la línea del partido. La elección de Manuel Sutherland y su trabajo en las juventudes del PCV no es casual, la elección del gobierno cubano de los intelectuales trotskizantes que pululan por La Habana tampoco lo es. De igual modo que una televisión o un grupo de intelectuales financiados por el gobierno socialimperialista chino no iba a permitir una entrevista y difundirla si Manuel Sutherland fuese un enemigo conocido del gobierno chino. Es en el mismo sentido que todos los gobiernos dan invisibilidad a sus críticos reales y un protagonismo evidente a sus aduladores y los que se encuentran a medio camino. Otro ejemplo es que si Manuel Sutherland fuese un opositor real de las políticas del PCV criticaría sin piedad a sus líderes y sus teorías cada vez que tiene la oportunidad y jamás ha hecho eso en sus intervenciones, siempre ha pasado en silencio, ha sido conciliador, o en su defecto ha desarrollado una crítica blanda. Del mismo modo, su Centro de Investigación y Formación Obrera (CIFO) recomiendan la web del PCV, por lo que como él mismo reconoce hay una amistad y no una enemistad ideológica entre ambos colectivos.

b) Manuel Sutherland dice que «no pretende adoctrinar» en sus diversas intervenciones, que él «solo da su opinión». Esta es la excusa de las personas que hablan inocentemente y creen que sus discursos son neutrales, que no llevan sello de clase, que se pude «hablar por hablar», y lo triste es que lo dice alguien que se reclama así mismo como «marxista». Esto tiene tanto sentido como cuando en la época de Marx y Engels los científicos decían que no había rastro alguno de filosofía en ellos, cuando la realidad material, el condicionamiento de ella, hace que todos tengamos una filosofía, lo que ocurre es que la mayoría no salen de una cosmovisión idealista y metafísica de los procesos de la naturaleza y de las relaciones sociales, pero es necio decir que no tenemos filosofía, ideas, y que no las reproducimos en cuando trabajo, en nuestro tiempo libre, o donde toque.

Sutherland realiza una función de adoctrinamiento de nociones y tesis revisionistas cuando en aquellas ocasiones debido a sus concepciones económicas intenta hacer creer al público –y a veces lo logra por las razones que sea–, que la exportación de capitales no es «algo tan malo», que no existe el proceso de monopolización, que las relaciones económicas entre Rusia y Venezuela son «relaciones normales entre Estados», y hasta benignas, o cuando nos intenta convencer de que China no es una potencia socialimperialista porque no es «agresiva». Así que por mucho que Sutherland finja hipócritamente «neutralidad» en su opinión, sus tesis económicas revisionistas tienen extensos puntos en común con la de los partidos oportunistas que frecuenta; sin menospreciar el hecho de que los jefes revisionistas, y la propaganda revisionista, venden sus tesis como «la opinión de un reputado marxista que debe ser escuchada para entender la realidad», lo que en consecuencia le hace partícipe de ese círculo donde se contribuye a inocular y perpetuar una visión revisionista en la militancia; está colaborando para crear una «cosmovisión» burguesa de la economía. Y esto mismo ocurre no solo a los militantes de base más desorientados sino también a los líderes del PCV que influenciados por los «reputados» revisionistas del tipo José Antonio Egido o Manuel Sutherland acaban calificando de «revolución», de «antiimperialista» o de «socialismo» a casi cualquier cosa, y eso ocurre entre otras cosas por esa falta de formación en los principios marxista-leninistas, por el hecho de que el PCV lleva décadas arrastrándose detrás del PSUV negando la búsqueda de una propia hegemonía, y por la influencia de esos «intelectuales» que profundizan la brecha de la organización con los principios marxistas. Todo ello desemboca como se sabe en que sus militantes apoyen a países imperialistas como países antiimperialistas y a figuras históricas revisionistas como si de marxista-leninistas se tratara.

Este circo es la consecuencia de los payasos, malabaristas, e ilusionistas que a sus filas atrae el PCV, sean o no miembros permanentes del circo». (Equipo de Bitácora (M-L); Las perlas antileninistas del economista burgués Manuel Shuterland; Una exposición de la vigencia de las tesis leninista sobre el imperialismo, 2018)

miércoles, 6 de febrero de 2019

El movimiento político de la clase obrera tiene como último objetivo la conquista del poder político, y a este fin es necesario su organización independiente


«El movimiento político de la clase obrera tiene como último objetivo, claro está, la conquista del poder político para la clase obrera y a este fin es necesario, naturalmente, que la organización previa de la clase obrera, nacida en su propia lucha económica, haya alcanzado cierto grado de desarrollo.

Pero, por otra parte, todo movimiento en el que la clase obrera actúa como clase contra las clases dominantes y trata de forzarlas «presionando desde fuera», es un movimiento político. Por ejemplo, la tentativa de obligar mediante huelgas a capitalistas aislados a reducir la jornada de trabajo en determinada fábrica o rama de la industria es un movimiento puramente económico; por el contrario, el movimiento con vistas a obligar a que se decrete la ley de la jornada de ocho horas, etc., es un movimiento político. Así pues, de los movimientos económicos separados de los obreros nace en todas partes un movimiento político, es decir, un movimiento de la clase, cuyo objeto es que se dé satisfacción a sus intereses en forma general, es decir, en forma que sea compulsoria para toda la sociedad. Si bien es cierto que estos movimientos presuponen cierta organización previa, no es menos cierto que representan un medio para desarrollar esta organización.

Allí donde la clase obrera no ha desarrollado su organización lo bastante para emprender una ofensiva resuelta contra el poder colectivo, es decir, contra el poder político de las clases dominantes, se debe, por lo menos, prepararla para ello mediante una agitación constante contra la política de las clases dominantes y adoptando una actitud hostil hacia ese poder. En caso contrario, la clase obrera será un juguete en sus manos, como lo ha demostrado la revolución de septiembre en Francia [3] y como lo está, hasta cierto punto, demostrando el juego que aún hoy llevan con éxito en Inglaterra Gladstone y Cía». (Karl Marx; Carta a Federico Bolte, 23 de noviembre de 1871)

Anotaciones de la edición:

[3] El 4 de septiembre de 1870, al tenerse noticia de la derrota de las fuerzas francesas en Sedán, se produjo una sublevación revolucionaria de las masas populares que desembocó en la caída del Segundo Imperio y la proclamación de la república. No obstante, en el Gobierno Provisional entraron monárquicos, además de republicanos moderados. Este Gobierno, presidido por Trochu, gobernador militar de París, y su auténtico inspirador Thiers, reflejando los ánimos capituladores de los medios terratenientes y burgueses de Francia y su miedo ante las masas populares, tomó el camino de la traición nacional y la componenda con el enemigo exterior.

sábado, 2 de febrero de 2019

¿Por qué el proletariado necesita la disciplina en sus filas?


«La burguesía es la clase dominante de la sociedad capitalista. Su concepción del mundo inspira todo el ambiente de esta sociedad. Su realidad como clase es inmediatamente evidente. Cuenta con todos los recursos en sus manos, con todos los medios de instrucción, de organización y de acción. No se halla embrutecida ni agobiada por sus ocupaciones. Por lo tanto su conciencia de clase se engendra de una manera natural y espontánea y no necesita una disciplina rígida para organizarse como clase, en circunstancias normales.

Todo lo contrario le ocurre a la clase obrera. Por ello, esta clase sólo puede organizarse si sabe implantar en las filas de su vanguardia militante –el Partido marxista-leninista– una disciplina de hierro, si esta vanguardia sabe llevar la dirección única de todas las organizaciones de clase y de las masas no organizadas.

La disciplina de hierro, la cohesión monolítica, son características peculiares de los partidos marxista-leninistas, que diferencian a estos partidos de los partidos revisionistas y socialdemócratas y de las agrupaciones políticas de la burguesía y de la pequeña burguesía.

La clase obrera está acostumbrada a esta disciplina, puesto que es similar a la disciplina de la organización fabril. En cambio los elementos pequeño burgueses e intelectuales que no han asimilado enteramente la concepción proletaria del mundo, no son capaces de soportar esta disciplina que se les antoja «cuartelaria». Pues bien, precisamente el Partido es el Estado Mayor del gran ejército de los oprimidos y explotados y necesita una disciplina tan rígida como la disciplina militar –aunque cualitativamente distinta–.

Sólo un Partido que sabe imponer en sus propias filas una disciplina de hierro podrá dirigir a la clase obrera y a todo el pueblo a la revolución. Plantearse tan gigantescas tareas con un Partido que debe necesariamente abarcar a una pequeña minoría de la clase obrera, si este Partido no está férreamente unido es una tarea sin perspectivas de triunfo.

La disciplina implica el más riguroso centralismo y la negación del autonomismo, el federalismo y demás «principios» oportunistas que van en contra del centralismo democrático.

En el Partido debe haber «autonomía» de cada organización, pero esa autonomía relativa no es un principio de dirección, sino un método de trabajo. Es decir, que esa autonomía no limita los derechos de los órganos superiores del Partido, sino que consiste en el derecho y el deber de cada organización del Partido de desplegar la máxima iniciativa en el desempeño de sus tareas, dentro del cumplimiento de las instrucciones de los órganos superiores. La autonomía consiste, pues, en que al encomendar la ejecución de una tarea a una organización del Partido, el órgano superior que se la encomienda debe concederle el margen necesario de iniciativa propia.

Pero incluso esa autonomía, que no es un principio de dirección, sino sólo un método de trabajo, no debe ir tan lejos que impida o dificulte el control sistemático de la ejecución de las tareas encomendadas.

Es misión de los órganos dirigentes del Partido saber Combinar el control con el margen de iniciativa, de modo que no se caiga ni en el liberalismo ni en el ultracentralismo burocrático –el cual mata la iniciativa de los militantes y de los órganos inferiores– pero combinar ambos aspectos es tarea que incumbe a los órganos dirigentes, de modo que una organización del Partido no puede actuar en este punto a su buen saber y entender o atribuirse a sí misma el margen de autonomía que entienda necesario.

La disciplina partidaria no debe ser una disciplina ciega. Es por eso por lo que no es una disciplina cuartelaria. Nuestra disciplina es consciente, está basada en el conocimiento de unos principios organizativos, en la comprensión de las razones ideológicas de esos principios y en la libre admisión de esa disciplina, puesto que el ingreso en el Partido es voluntario y ese ingreso no puede realizarse sin conocer los Estatutos del Partido.

Nada más absurdo, pues, que calificar nuestra disciplina de «ciega». Un militante puede no comprender las razones concretas por las que se le encomienda una tarea, pero lo que sí es necesario es la subordinación de la minoría a la mayoría y de los órganos inferiores a los superiores». (Elena Ódena; Notas para la escuela del partido, 1981)

viernes, 1 de febrero de 2019

Para la burguesía el problema nacional, allí donde éste existe, es materia especulativa


«El problema nacional no es una abstracción, no es una entidad aislada. El problema nacional es parte indisoluble del problema general de la revolución. Hemos, pues, de verlo a la luz de la lucha de clases, de su desarrollo y de su objetivo histórico. Estamos ahora en la fase superior y última del capitalismo, la fase imperialista. La lucha de clases se agudiza y la burguesía se convierte en extra y antinacional. El interés de clase prima por encima de cualquier otro interés. Y todos los elementos que intervienen en la vida colectiva son utilizados con el objetivo único de asegurar el dominio de clase, el monopolio del Estado, instrumento de la clase dominante. Para la burguesía el problema nacional, allí donde éste existe, es materia especulativa; se sirve de ella si así conviene momentáneamente a su interés de clase o se reniega de ella cuando lo pone en peligro. Y como el interés de clase capitalista es incompatible con el interés nacional la burguesía termina siempre por traicionar a la nación. (...) ¿Y cómo reaccionan la gran burguesía y las castas tradicionales en estos países? Como clase y castas gobernantes que continúan la tradición de la guerra: para mantener sus privilegios han convertido en moneda de cambio la independencia y la soberanía nacional. Y como políticos e «ideólogos» inventan filosofías y teorías, cuyo único objetivo es sembrar la confusión en las masas populares, dividir la clase obrera y movilizar a la opinión contra los partidos comunistas. (...) No hay manera, amiga Reyes Bertral, de rehuir la polarización. Con las patrañas hipócritas de las terceras fuerzas y principios puros y conductas impuras no se va más que al deshonor y a nuevas derrotas». (Joan Comorera; Carta abierta  a Reyes Bertal, dirigente de Estat Català, 1948)