«El impresionismo fue una corriente artística que triunfó a finales del siglo XIX, gracias entre otros a Monet, su máximo representante. Como tal, respondía a las ansias de un nuevo estilo burgués en el arte.
Esta corriente tiene raíces en el realismo y en los paisajistas. Conecta con el realismo en cuanto a pintar lo contemporáneo, y con los paisajistas en fijarse especialmente en paisajes que causasen una honda impresión.
No hacían distinción entre bello y feo: para ellos era bello aquello que estuviese bien pintado y tuviese sentido.
No les preocupaba el sujeto histórico, el ser social, sino la anécdota y en concreto el ambiente natural. Su intención era llamar la atención del espectador con una combinación espectacular y original para los sentidos.
Constituyeron la luz como personaje fundamental de sus obras. A consecuencia todo lo corpóreo, formal y táctil se fue diluyendo, habiéndose solamente rasgos parciales, ráfagas de luz, etc.
Los objetos en caso de estar presentes tienen vagas formas. Es una descomunal abstracción, empero opuesto a la abstracción geométrica, algo que en las siguientes corrientes posteriores como el cubismo donde se acentuará aún más.
El expresionismo como corriente vanguardista nacida en el siglo XX en Alemania, sería la evolución de dicha corriente, con la diferencia que en vez de centrarse en el paisajismo y en general en temática naturalista, se centraría mucho más en temas personales, subjetivos». (Equipo de Bitácora (M-L); Terminológico, 2017)
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