[Este capítulo fue escrito originalmente en 2017]
«Uno de los rasgos predilectos de los falsos ilustrados en fascismo es ver fascismo en cada acto de represión, como si la represión no fuera inherente a cualquier Estado democrático-burgués, es decir, a cualquier forma en que se dé la dictadura de la burguesía.
¿Un aumento de represión en la idílica Europa?
En España, desde la introducción de la Ley Mordaza en 2015, efectivamente se han coartado más los derechos y libertades existentes gracias a una variedad de artículos ambiguos que ponen muy fácil que bajo un criterio subjetivo se condene a los acusados. Existen artículos que afectan al derecho de defensa y la presunción de inocencia:
«El artículo 52 regula «el valor probatorio de las declaraciones de los agentes de la autoridad». Y es muy alto. Lo que digan los agentes que hayan presenciado los hechos constituye «base suficiente» para la multa, dice la ley. Es decir, que pesa más la palabra del policía que del afectado, algo que rompe el principio de igualdad procesal. En procesos penales la equidad sí está garantizada porque hay un juez independiente que decide sobre las pruebas». (El Diario.es; Los siete derechos fundamentales que limita la «Ley Mordaza», 30 de junio de 2016)
Artículos que afectan al principio de seguridad jurídica:
«Entre las ambigüedades, por ejemplo, el artículo 36.2: será infracción muy grave –hasta 600.000 euros– «la perturbación de la seguridad ciudadana» en el Congreso, el Senado y las cámaras autonómicas aunque los edificios estén vacíos. ¿Qué es perturbar la seguridad ciudadana? ¿Interrumpir un pleno, protestar a la puerta, cortar la calle, gritar? La ley no lo define. Otra actitud punible es la «falta de respeto y consideración» a un policía. ¿Es eso un insulto, un mal gesto, o solo una agresión? No se determina. También prevé multa para organizadores y promotores de manifestaciones no autorizadas. ¿Incluye ese concepto al que tuitee la convocatoria? ¿Estar en la cabecera de la protesta? La ley añade de remate que se puede considerar promotor por «cualesquiera otros hechos». (El Diario.es; Los siete derechos fundamentales que limita la «Ley Mordaza», 30 de junio de 2016)
Artículos que afectan al derecho a la información:
«El artículo 36.23 establece multas por difundir imágenes o datos personales o profesionales de los agentes de Policía si pueden «poner en peligro la seguridad personal o familiar del agente». ¿Quién decide si hay peligro o no? ¿Cómo se combina esto con la grabación si algún policía se extralimitara? Las precauciones con los ciudadanos son menores. Los agentes sí podrán grabar a las personas «de acuerdo con la legislación vigente en la materia». Sin ningún pero ni condicionante ni justificación para hacerlo». (El Diario.es; Los siete derechos fundamentales que limita la «Ley Mordaza», 30 de junio de 2016)
En la práctica se ha mostrado, en efecto, como una ley que facilita justificar la represión, pero si se observa la mayor parte de las condenas tienen que ver con drogas y delitos menores, por lo que por encima de todo se ha revelado como una ley que proporciona un buen canal recaudatorio adicional para el gobierno en momentos en que se hallan faltos de fondos:
«Un total de 285.919. Este ha sido el número total de multas que el Estado español ha puesto a los ciudadanos en cumplimiento de la Ley de Protección de la Seguridad Ciudadana, conocida como «ley mordaza», desde su entrada en vigor el 1 de julio de 2015. Esta cantidad de multas ha permitido al Ministerio del Interior recaudar un total de 131.470.206 euros, una cifra muy similar a la que, por ejemplo, recauda el Estado en concepto de multas por exceso de velocidad, que asciende a 164.206.233,66. (...) El mayor número de denuncias por aspectos regulados por la Ley Mordaza, no obstante, son por asuntos relacionados con el consumo o la tenencia de drogas en lugares públicos. Sólo en el año 2016 el Estado ha interpuesto un total de 126.115 multas en cumplimiento del artículo 36.16 que considera una infracción grave el «consumo o la tenencia ilícitos de drogas tóxicas, estupefacientes o sustancias psicotrópicas, aunque no estuvieran destinadas al tráfico», en lugares públicos». (Público; La «ley Mordaza» deja 131.470.206 euros en las arcas del Estado en 18 meses, 19 de mayo de 2017)
En Europa, debido a la crisis generalizada de las democracias burguesas, asistimos a un recorte de derechos y libertades como el que se ve en España con la Ley Mordaza. Ejemplos recientes en otros países son la reforma laboral de Francia, las reformas legislativas sobre cuestiones religiosas de Hungría, nuevas leyes antiinmigración de Dinamarca, la ilegalización de la simbología comunista en Lituania y Polonia, etc. España, efectivamente, también es uno de los países con mayor número de denuncias por malos tratos y torturas, como reconocen sus jueces y los organismos internacionales:
«Hace pocos días el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo condenó a España por no investigar suficientemente las denuncias de torturas interpuestas por Xabier Beortegui Martínez, detenido por la Guardia Civil en 2011. Se trata de la sexta condena a España de este tipo desde 2010 y la octava desde que firmó el Convenio Europeo de Derechos Humanos. Sin embargo, la respuesta sistemática de los sucesivos gobiernos desde la llegada de la democracia es que en España no se tortura, según denuncian las organizaciones de derechos humanos. De hecho, el pasado mes de abril el juez de la Audiencia Nacional José Ricardo de Prada admitió que en nuestro país «la tortura se ha producido de manera clara». (El Diario.es; El gobierno silencia el problema de los malos tratos y las torturas en España, 4 de julio de 2016)
¿Solo se reprime en los países fascistas?
Pero esta situación no ocurre solo en los países fascistas, como creen algunos, sino también dentro de las democracias burguesas, como reconocen agencias poco sospechosas de ser marxistoides:
«El informe destaca que «en varios países de las Américas, el uso de la tortura y otros tratamientos crueles, inhumanos y degradantes es algo rutinario y es aceptado por muchos como una respuesta legítima a los altos niveles de violencia criminal». En Brasil, el 80% de los detenidos temen ser torturados y en México el 64%, las cifras más altas de una encuesta llevada a cabo por Amnistía en la que han participado 21.000 personas en 21 países de todos los continentes. «Incluso el 32% de la gente en Estados Unidos y el 21% en Canadá temen ser torturados», destaca Amnistía. (...) El informe cita estudios que revelan un incremento del uso de la tortura en México desde 2006, destaca la falta de investigaciones por los abusos detectados en Colombia, la tendencia del Gobierno de Estados Unidos a desentenderse de los abusos en la llamada guerra contra el terrorismo y los cientos de delitos cometidos en el pasado reciente por los regímenes militares en países como Chile, El Salvador y Uruguay y que no han llegado hasta los tribunales». (El País; Amnistía Internacional denuncia prácticas de tortura en 141 países, 12 de mayo de 2016)
Quien niega que en las democracias burguesas no existen malos tratos y torturas es porque es un inocente, porque no conoce nada de la historia del movimiento marxista-leninista y lo que han sufrido en sus carnes sus militantes históricos, o si es consciente y aun así niega estas barbaridades es porque se trata de un limpiabotas del sistema capitalista en su forma democrático-burguesa. Dejemos, para ilustrar, un relato de los marxista-leninistas alemanes en los años 70 y de la represión que en la Alemania Occidental se vivía, una democracia burguesa clásica:
«El Partido Comunista de Alemania/Marxista-Leninista y sus juventudes, la Guardia Roja, están sujetos a un mismo grado de persecución por parte del enemigo de clase. Esto comienza en las escuelas, donde los miembros de la Guardia Roja son expulsados a causa de sus opiniones políticas. A esto le siguen las prohibiciones a maestros y doctores, a los obreros que están perdiendo su trabajo y el pan debido a su trabajo y postura política revolucionaria. Cuando los revisionistas del Partido Comunista de Alemania conocen o sospechan que un trabajador es miembro del PCA/ML, lo denuncian con el fin de lograr su expulsión. Desde sus inicios, nuestro partido y sus organizaciones juveniles han sido expuestos al terror del enemigo de clase. Los camaradas han tenido que pagar millones de marcos en multas debido a su actividad de agitación y propaganda comunista. Las penas de prisión son cada vez más pronunciadas y eso da con nuestros camaradas en la cárcel. Incluso la afirmación de que la República Federal Alemana (RFA) es un Estado imperialista, en la que los capitalistas explotan a los trabajadores, es un comentario suficiente como para ir a la cárcel. La burguesía no duda incluso en recurrir a los asesinatos abiertos como el caso del camarada Günther Routhier, que murió como consecuencia de los maltratos policiales. Durante nuestra estancia en Albania, nos enteramos de la noticia de que la Unión Demócrata Cristiana (UDC) ha decidido realizar la solicitud, al Consejo Federal y al Tribunal Constitucional de Alemania, de prohibir de nuestro partido. Se estima una situación similar al de los años 1933-56, cuando el proletariado tenía prohibido legalmente su partido comunista de vanguardia. Ahora bien, ante esta solicitud se ha ajustado nuestro partido con una preparación previa. Como coherente partido marxista-leninista, es capaz de confrontar una forma de lucha con otra sin mayores retrasos. Por supuesto vamos a participar en una lucha abierta contra la inminente prohibición. La manifestación de alrededor de 16.000 personas el pasado fin de semana en Bonn, a la que asistieron también otros revolucionarios perseguidos, es una impresionante muestra de ello». (Equipo de Bitácora (M-L); Recopilación de citas de Ernst Aust sobre la cuestión alemana y sobre el revisionismo alemán, 2016)
Ni siquiera la legalidad o ilegalidad de un partido comunista demuestra per se el carácter de un Estado burgués, no determina en exclusiva si ese rasgo le hace fascista o democrático-burgués. Para ello hay que tener en cuenta, como ya hemos incidido, todos los factores. En un Estado fascista es obvio que el partido marxista-leninista no es legal, en uno democrático-burgués puede ser ilegal sin haberse salido de los marcos democrático-burgueses de dominación, depende de los acontecimientos que se den para que la burguesía declare ilegal a dicha organización: esta puede estar declarada fuera de la legalidad por apoyar una huelga, por no apoyar una guerra del gobierno en el exterior, por una insurrección, por negarse a aceptar la ley de partidos, por no sacar un número determinado de votos para poder existir legalmente como partido, por apoyar la política externa de un país socialista que choca con la política gubernamental nacional… el número de razones puede ser tan variado que sería inútil tratar de nombrar todos los casos posibles.
Debemos dejar claro que hubo varias experiencias en que un gobierno democrático-burgués llegó a acosar y ejercer una represión más severa sobre los comunistas con su partido legalizado que cuando ha sido ilegalizado en otras épocas. En las democracias burguesas el contexto político influye mucho a la hora de legalizar, ilegalizar y volver a rehabilitar de nuevo al partido revolucionario. No olvidemos que la democracia burguesa quiere mantener ante todo la apariencia de «libertad y multiplicidad de partidos», y la de que es una «democracia para todos», y que el antimarxismo en crudo no necesariamente es la principal baza propagandística de esto, ya que se sirve de otros medios más eficaces y sutiles para alienar a las personas, por ejemplo y, sobre todo, actualmente, el ocio y el consumismo.
Es de sobra conocido que determinados sectores de la «izquierda» operan dentro de esta lógica esquemática y superficial que dicta que toda represión es una manifestación de fascismo. Pero eesta es una idea adoptada desde círculos anarcoides y thälmannianos que difiere por completo de la realidad. Y sabemos a dónde han conducido en la historia estos análisis ultraizquierdistas: a que el fascismo los pille desprevenidos. Uno de los palmeros públicos de las tesis del PCE (r) nos dice que, en España, ¡los militantes de este partido sufren una represión mayor que en la Rusia zarista! (sic):
«Ni los bolcheviques en el zarismo sufrían una represión tan contundente». (Pablo Hasél; ¿El comunismo es legal en el Estado Español?, 25 de marzo de 2017)
Sin palabras ante tamaña sandez ahistórica. En su pobre necedad, el arlequín del PCE (r), Pablo Hasél nos dice que España debe ser fascista porque, ¡en las democracias burguesas no se persigue a los comunistas!:
«Hasél: En una democracia burguesa, en todo caso sería Venezuela, donde un comunista no está perseguido, donde la burguesía sigue teniendo su poder». (Hasél y Valtónyc; Actuación En Gracia (Barcelona) + Entrevista, 2012)
Según Hasél en Venezuela y el resto de democracias burguesas no se persigue a los comunistas. Como si no se obstaculizara el trabajo de masas y se persiguiera a los verdaderos marxista-leninistas. En nuestros días hemos visto incluso como el chavismo con sus leyes de partido ha querido ilegalizar a su viejo aliado revisionista, el Partido Comunista de Venezuela (PCV), quien le venía haciendo el trabajo sucio durante más de una década, y es que recordemos: «Roma no paga a traidores». ¡¿Cómo no se va a perseguir en Venezuela a los marxista-leninistas si se trata así a sus viejos aliados?! ¿Cómo no va el gobierno venezolano, los peones de una dictadura de la burguesía en forma «democrático-burguesa», a perseguir a cualquier progresista honesto, si persigue a los propios chavistas críticos que aun están maniatados por gran parte de los mitos del movimiento? Por añadidura no hace falta ser un lince para ver que el chavismo ha alcanzado un autoritarismo difícil de camuflar. Hasñel está, pues, idealizando así las democracias burguesas donde, según nos dice él, «no se persigue a los comunistas», visto lo visto ¿qué se puede esperar de sus pensamientos en materia ideológica-organizativa? Pues puras aberraciones. Afirmamos sin paños calientes que estas teorías son altamente peligrosas como para dejarlas correr sin más. Las ilusiones de los pseudomarxistas sobre los derechos y libertades en las democracias burguesas implican que el pueblo en pie de lucha sea un blanco fácil.
«Por ejemplo, muchos de ellos no hicieron ningún esfuerzo para obtener un profundo conocimiento sobre el rol principal del partido como el destacamento de vanguardia de la clase obrera y de las principales dificultades que encontrarían en su lucha y trabajo bajo las salvajes condiciones de opresión y explotación del régimen capitalista, un régimen hostil, en primer lugar, para los marxistas-leninistas. (...) Hasta a día de hoy, hay miembros de estos partidos que piensan que ellos pueden militar en las formas legales como comunistas marxista-leninistas sin que ser molestados por el capitalismo y sin sufrir su aparato de represión. En estas circunstancias, entonces, difícilmente se puede decir que allí existe ese núcleo sólido tan fuerte como para poder estar en condiciones de ilegalidad, siendo capaz de resistir un ataque repentino de la reacción, ataque que seguramente se realizará contra el partido. (...) En resumen, algunos de estos partidos marxista-leninistas se diluyeron debido a que no tenían una adecuada comprensión de su papel en la revolución, porque no se organizaron para una feroz lucha contra la reacción organizada y armada y los partidos revisionistas y socialdemócratas, los cuales tienen gran experiencia y numerosos medios para combatir a cualquier oponente que emerge, para lucha y socavar su trabajo, como las herramientas del capital que son». (Enver Hoxha; El movimiento marxista-leninista y la crisis mundial del capitalismo, agosto de 1979)
Los «superrevolucionarios» hablan como la misma burguesía que tanto dicen repudiar asegurando que en los países de la «socialdemocracia nórdica» no existe represión y «hay verdadera libertad»; o que en la República Gala heredera de los principios de «Libertad, Igualdad y Fraternidad» es «imposible que se pisoteen los derechos básicos»; todos ellos actúan sin duda como apologistas del capitalismo y sus falsas grandezas. Por norma al maoísta le encanta de un modo u otro ensalzar a la burguesía, sobre todo si es nacional, les encanta parlotear sobre su «carácter específico» y «patriota». Y es que, el maoísta, como tal, es un malabarista a la hora de analizar las «contradicciones antagónicas y no antagónicas»; de ese modo, Mao prefería tratar y se entendía mejor, como reconocía en sus entrevistas, con los gobernantes «derechistas», esto es, prefería a Nixon, Franco y Pinochet antes que a los pueblos combativos.
En este tipo de declaraciones se constata que elementos aparentemente «muy a la izquierda» y muy «radicales», como Hasél, también reflejan las clásicas desviaciones de «derecha» que le acercan al abstracto republicanismo pequeño burgués, basadas en una fe en la legalidad y la justicia democrático-burguesas que desprendería dicho régimen según sus cálculos. La idealización de la democracia burguesa y una banalización total del fascismo, un reduccionismo solo adopto para los más crédulos. Sea como fuere, Hasél tiende el «izquierdismo» y el «derechismo» según le dé, pero jamás se queda centrado en un equilibrio que se acerque a la realidad objetiva, es decir, el análisis que reclama el materialismo histórico. El PCE (r), pese a sus innumerables peroratas por creerse «especial», no se diferencia mucho del legalismo y republicanismo, lo cual se constata comparando el programa del PCE (r) de 1997 con las propuestas de «República Popular y Federativa» del actual PCE (m-l) de Raúl Marco, Carlos Hermida y Cía. En este sentido podemos concluir que el PCE (r)/GRAPO fue una especia de «reformismo armado» como el de las FARC-EP y tantos otros. ¿Y esto puede soprendernos? ¿Acaso los partidos socialdemócratas no tenían milicias armadas en las décadas del siglo pasado?
¿Se asesinó más en la Transición que en el Franquismo, señor Olarieta?
Algunos ideólogos del PCE (r) aluden constantemente al número de antifascistas asesinados desde la llamada «Transición» (1976-82), como prueba irrefutable de que «España sigue siendo un país fascista»; pero ni siquiera estirando este periodo cronológico hasta 1986 o 1996 estos cálculos tendrían el más mínimo sentido. Algunos para tener razón incluso alteran las cifras y dicen que se ha asesinado a más antifascistas en la «Transición» que durante el «Franquismo» (1939-75), ese es el nivel de desparpajo al que llegan estos sofistas modernos:
«Más de 500 víctimas mortales de la represión dan para pensar que la policía disponía de un respaldo total para actuar, incluso empleando armas de fuego. La comparación con la época de Franco, por otra parte, deja constancia de que las cifras de muertes son mucho más numerosas en la nueva etapa constitucional». (Juan Manuel Olarieta; Transición y represión política, Revista de Estudios Políticos, 1990)
La fuente que utiliza Olarieta en su obra para hablar de 500 asesinados es la de la «elaboración propia en base a informaciones periodísticas», es decir, ¡que se basa en su imaginación y su cinismo para intentar demostrar que tiene razón! Para empezar, si para Olarieta, el que se hayan continuado cometiendo muertes después de 1975 es prueba de fascismo, habría también que analizar las estadísticas de los asesinados durante las últimas dos décadas y preguntar por qué los gobiernos de turno no han seguido asesinando del mismo modo si dicen que no ha cambiado un ápice y que el Estado sigue siendo igual o peor. Aun así, esa discusión sería estéril, con metafísicos que se fijan en un aspecto variable y no determinante, o peor aún, que piensan que la «parte» hace el «todo» –absolutización de un aspecto aislado como único factor condicionante–.
En el propio régimen franquista las cifras sobre la represión cambian según la época: no es lo mismo el nivel de represión –e incluimos con esto torturas y ejecutados– en los años 40, a principio de la posguerra, que luego en los 70, durante el tardo-franquismo. Nadie diría en base a ello que no había fascismo en los últimos años del franquismo porque el régimen hubiera bajado un pequeño escalón en el nivel de crueldad y represión –y recordemos que pese a todo no se dejó de ejecutar judicialmente o extrajudicialmente–; ni tampoco diríamos que el tardofranquismo no era fascismo porque el nivel de la censura no fuese el mismo que en el de los años 40; ni por no haber retirado la enorme parafernalia de simbología fascista típica de los primeros años de extremo falangisom. Esta clase de analfabetos suele fijarse detalles con el objeto de maximizarlos, ignorando las regularidades y aspectos generales que ocurrente en frente de sus narices. Por otro lado, ningún historiador serio más allá de su ideología aceptaría la fantasía de Olarieta de decir que hubo más asesinados por represión en la etapa «constitucional» que en el franquismo, donde las cifras superan cualquier número, redondeado a lo alto, del periodo «constitucional» de la «Transición» hasta nuestros días:
«Será difícil establecer con exactitud cuántos muertos causó la represión franquista en España. Sin embargo, la paulatina apertura de algunos archivos, sobre todo militares, ha permitido que el trabajo de los historiadores haya avanzado mucho en los últimos años en acotar esta cifra: entre 1936 y 1943 hubo aproximadamente 150.000 víctimas mortales en actos de represalia, campos de concentración y trabajo y cárceles. (...) Según el historiador Javier Rodrigo, del Instituto Universitario Europeo de Florencia, en España funcionaron 104 campos. Como recuerda Molinero, entre 1936 y 1939 pasaron por ellos entre 370.000 y 400.000 personas, «muchas de las cuales murieron por las malas condiciones higiénicas y alimentarias». Y un libro coordinado por el historiador Julián Casanova cifraba recientemente en 50.000 el número de rojos asesinados entre 1939 y 1946». (El País; Los historiadores cifran en 150.000 los muertos por la represión franquista, 21 de octubre de 2002)
Hay que ser un completo sinvergüenza para atreverse a soltar tales sofismas solo para intentar engañar a unos pocos necios más con la teoría de que «España sigue siendo fascista». Comparar el número de represión y asesinatos políticos del franquismo con los últimos años de democracia burguesa y concluir que estos últimos han sido peores, esto reírse en la cara de los que sufrieron en sus cuerpos y mentes el fascismo.
El nivel de represión de un Estado burgués depende de varios factores, como las crisis económicas, el poder de movilización de los asalariados, su concienciación, el nivel de organización, etc. Reducir el fascismo a un número de cifras encima de algo concreto es un ejercicio de gimnasia para los filósofos de tres al cuarto, tan acostumbrados a ejercitar su idealismo cuantitativo. Si somos serios y estudiamos los datos de los fallecidos violentamente durante la «Transición» (1976-82), quedaría por determinar qué tipo de muertes fueron las sucedidas durante aquella época para no caer en equívocos, pues no toda muerte contiene las mismas causas ni tiene la misma la mano ejecutora:
«Los datos que aporta Mariano Sánchez en su obra son demoledores. Entre 1975 y 1983, se produjeron 591 muertes por violencia política –terrorismo de extrema izquierda y extrema derecha, guerra sucia y represión–. De ellos, nada menos que 188 de los asesinados, los menos investigados, entran dentro de lo que el autor denomina violencia política de origen institucional. Es decir, los asesinatos «desplegados para mantener el orden establecido, los organizados, alentados o instrumentalizados por las instituciones del Estado», explica Mariano Sánchez. (...) La investigación llevada a cabo por Mariano Sánchez detalla el origen de cada uno de los 591 asesinatos. Los grupos incontrolados de extrema derecha causaron 49 muertos; los grupos antiterroristas asesinaron a 16 personas, principalmente del entorno de ETA y los GRAPO; la represión policial le costó la vida a 54 personas; 8 personas fueron asesinados en la cárcel o en comisaría; 51 murieron en enfrentamientos entre la Policía y los grupos armados; ETA y el terrorismo de izquierdas asesinó a 344 y los GRAPO a 51». (Diario Público; La Transición, un cuento de hadas con 591 muertos, 21 de enero de 2013)
Resultaría según estos datos, que la propia ETA tendría un saldo de asesinados más alto que el número de desaparecidos atribuidos a las instituciones gubernamentales, la represión policial, y los atentados de grupos derechistas. ¡Asombroso! Seguramente estos datos no son exactos ni fiables, pues siempre son muy difíciles de contabilizar las cifras de los crímenes que «oficialmente» recoge el gobierno, pero ya indican que las bandas que basaban su actividad principalmente en el terrorismo individual tuvieron un protagonismo en las muertes de este periodo, unas muertes no enmarcadas en una lucha de masas y en un estado de guerra, en todo caso, una calma tensa durante «los años de plomo», puesto que el gobierno no sabía cúando ni en qué momento se iba a atentar. Si tenemos en cuenta tanto las bajas civiles que se cobraron como la nula confianza de las masas hacia las acciones de grupo como ETA, observaremos que el PSOE, pese a todos los problemas que arrastró en sus primeras elgislaturas, gobernaba con mayoría absoluta; otro tanto ocurría con el PNV que dominaba en Euskadi con holgura.
En realidad esto parte de una nula compresión de la naturaleza de un gobierno de democracia burguesa y de un gobierno de abierta dictadura terrorista fascista, y esto se debe a la falta de formación ideológica en el materialismo histórico, a la falta de un estudio de los distintos gobiernos demócrata-burgueses y fascistas y sus sendas características específicas; y, por supuesto, claro está, esto también está motivado por una clara falta de experiencia en general en cuanto a conocimientos políticos. Seamos claros, en un régimen democrático-burgués se reprime a los marxistas, se cierra su prensa, se prohíben sus mítines, se ilegalizan sus partidos y organizaciones de masas, se encarcelan, se torturan y se asesinan a sus militantes o simpatizantes si así la burguesía lo cree necesario; aunque por su puesto, en un régimen «parlamentario demócrata-burgués» la profundidad de esos rasgos represivos dependerán de qué individuos adquieran el poder, cómo lo administren, y qué proporción del poder ostenten. Recuérdese que la burguesía no requiere del fascismo para ser asesina, coercitiva, violenta, represiva, etcétera. Negar esto no solo es negar el carácter de las democracias burguesas de los siglos XIX y XX, sino también el de las actuales, «embelleciéndolas» en cierto modo.
El haber sufrido la represión no te exime de recibir la crítica política
Como sabemos, el revisionismo armado, desde las FARC-EP, ETA, la RAF y muchos otros, han pretendido popularizar la idea de que si te encarcelan es porque indudablemente esto implica que uno es un verdadero «revolucionario», que a quien lo reprimen es porque está «haciendo bien las cosas», que «solo quien se mueve sienten las cadenas» y otras sandeces varias de autocomplacencia, ¿y con qué fin plantean esto? Para así justificar sus erradas políticas en materia de seguridad, de fuerzas motrices de la revolución, de concepción de la lucha armada, relación partido-brazo militar y demás temas donde no han acertado en ni una sola de las cuestiones, salvo que su objetivo fuese emular a las bandas bakuninistas.
«Los más inmaduros, políticamente hablando, piensan que si un grupo toma las armas, automáticamente es un grupo representante de la clase obrera y su ideología: el marxismo-leninismo, sobre todo por el hecho de que actualmente no se estila la lucha armada en los movimientos políticos como antaño. Creemos que pocos pensamientos hay más ignorantes en cuanto a esto. Como ya hemos explicado, la clase obrera y los marxista-leninistas no son los únicos que toman las armas, a veces la clase obrera se alza incluso en insurrecciones de forma espontánea o influida por otras ideologías, ni siquiera los elementos revolucionarios –más allá de su clase social– son los únicos que se alzan en armas, los contrarrevolucionarios también lo hacen, por supuesto. Para discernir si los que toman las armas son marxista-leninistas o no, hay que fijarse en si respetan los principios del marxismo-leninismo sobre la estrategia militar de toma de poder, ni más ni menos, y fundamentalmente en ver si dicha violencia impulsa un programa revolucionario acorde a los principios marxista-leninistas. No es lo mismo el brazo armado de un partido marxista-leninista que el brazo amarado de una organización reformista-revisionista, que una organización guerrillera sin partido, que una banda armada terrorista, que un grupo de pistoleros anarquistas, que un ejército mercenario, que un ejército de fanáticos religiosos, o que un ejército burgués. No son lo mismo el programa y los fines de los marxista-leninistas que los fines de quienes usan las armas para mejoras puntuales en las condiciones de los trabajadores, o de quienes las usan para forzar la integración de sus líderes en unas poltronas ministeriales en el gobierno democrático-burgués, o de quienes las usan pretendiendo instaurar un socialismo pequeño burgués, o de quienes, usándolas, ni siquiera han planteado qué hacer tras la toma del poder». (Equipo de Bitácora (M-L); Una reflexión necesaria sobre las FARC-EP, los acuerdos de paz y la historia de las guerrillas en Colombia, 2016)
En realidad, en un Estado democrático-burgués el orden represivo no se aplica solo contra todo revolucionario sino también contra pretendido revolucionario que moleste lo más mínimo. Se ha de hacer un esfuerzo para comprender que igual que existen autodenominados marxistas que no saben identificar a su enemigo, existen antimarxistas que tampoco saben identificar a sus verdaderos enemigos; entendamos que la burguesía no estudia el marxismo y asimila la teoría para distinguir a los revisionistas de los consecuentes, eso es irreal, y en todo caso la burguesía puede llegar a tener tratos, pactos de no agresión y tramas ocultas con una organización en la medida que esta última demuestre su debilidad y podredumbre ideológica en la práctica, ganándose la simpatía y confianza de la burguesía. Del mismo modo y dicho en términos más amplios: las clases explotadoras y todos sus miembros, al estar educados en una filosofía idealista, aceptan que toda persona o grupo autodenominado anticapitalista lo es por el mero hecho de autodenominarse así, y es que son de la escuela que piensan que algo lo es por su apariencia o que basta con decirse algo para cumplirse. No entienden –o a veces les sale más rentable no molestarse en reflexionar en ello– el hecho de que para que un grupo o individuo sea esto o aquello no basta con que se proclame, sino que es algo que debe ser contrastado en la práctica. Pero ha de entenderse que muchos explotadores –demócratas burgueses o fascistas– prefieren barrer con escoba de hierro todo lo que se diga anticapitalista y así guardarse las espaldas, aunque muchos de los que se lleven por delante no sean peligrosos para su régimen e incluso de conocerlos bien les sean hasta de utilidad. He ahí por qué los burgueses más inteligentes prefieren valerse de estos elementos o infiltrarse en sus grupos, manejándolos a su gusto para sus fines.
Y todo esto que decimos viene a señalar que el haber sufrido una represión directa, bien sea cierre de locales, retención ilegal, tortura, e incluso asesinato de militantes, no significa que las posiciones políticas del sujeto o grupo sean acertadas. A poco que se reflexione, el lector reconocerá que muchas de las pugnas entre grupos burgueses han acabado con representantes de una de las partes han acabado así. Si se hace un esfuerzo ha de reconocerse que lo mismo puede suceder –y de hecho sucede– en las pugnas con los grupos pequeño burgueses radicalizados. Lo mismo acontente con las tiranteces de la burguesía con las capas de la intelectualidad que en un momento determinado dejan de ser válidas para sus intereses y decide apartarlas, o cuando una sección algo progresista de la intelectualidad se opone al régimen. Ni qué decir de los grupos hegemonizados por lúmpenes, que suelen ser altamente inestables, que lo mismo son matones de la burguesía, que acaban como cabeza de turco con sus huesos en la cárcel cuando algo sale mal.
En España no solo los viejos franquistas han mandado bajo los nuevos partidos creados durante la «Transición» (1976-82), también hay varios casos significativos de gente que ha sido reprimida durante el franquismo y finalmente ha acabado ocupando grandes cargos en los sucesivos gobiernos del PSOE y PP o que han sido guardianes del orden constitucional desde las tribunas periodísticas, de esto tenemos varios ejemplos, en especial entre los grupos maoístas, como la ORT-PTE, por lo que sobraría comentar esta estupidez de teoría de que «sufrir represión es sinónimo tener una línea correcta, de hacer las cosas bien». ¿Y entonces a los grupos fascistas que les condenan por agresiones, incitación al odio y demás, que son, los más «subversivos»?
A algunos no le entra en la cabeza que el haber sufrido la represión en tus carnes o en la de tus seres cercanos no es garantía de ser un revolucionario consecuente, ni tampoco en caso de serlo en ese momento, tener por la represión garantía de mantener la pureza en esos principios de forma eterna. Nos detendremos un momento en detallar uno de los casos más sonados: el de Manuel Blanco Chivite, quien fuera miembro del Partido Comunista de España (marxista-leninista), por aquel entonces también famoso por el frente que presentó: el Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP). En los años del tardofranquismo Chivite fue detenido infinidad de veces, pero cobró notoriedad por haber sido uno de los miembros juzgados en el Consejo de Guerra del 12 de septiembre de 1975, del cual saldrían las últimas sentencias de muerte del franquismo. Este fue un juicio sin ninguna garantía legal, como reconocieron todos los periodistas y expertos internacionales. Chivite fue condenado a muerte y luego indultado a una alta pena de cárcel, por unos delitos de asesinato de los que tanto él como sus compañeros negaron ser responsables, acusaciones ante las cuales no se presentó prueba material alguna, ni siquiera testigos. Más adelante sería liberado con la ley general de amnistía de 1977, pero tres de sus compañeros no corrieron la misma suerte y sí fueron fusilados en el acto tras ese fatidico juicio de 1975. ¿Fue este juicio una lección vital lo suficientemente contundente como para que Chivite fuese coherente con sus ideas hasta el fin de sus días? ¿Acaso el recuerdo de los compañeros del PCE (m-l) encarcelados y asesinados fue suficiente peso moral para no abandonar los fundamentos de la línea política de aquellos años?
En absoluto, para el año 1991 Chivite ya había organizado en torno a sí una fracción que lograría derribar a la otra fracción rival, la de Raúl Marco, por entonces jefe máximo. Desde aproximadamente finales de los años 80 este último había venido conduciendo la línea general del PCE (m-l) hacia posiciones socialdemócratas; por cierto, una liberalización de la cual el propio Chivite fue copartícipe, aunque luego no quiso acordarse. Si obervaremos los registros y debates de aquellos años podemos constatar cómo Chivite y su fracción teorizaban en los llamados «Cuadernos de Debate» (1991-92) que debía «abandonarse el concepto de partido de vanguardia», que solo había dado «quebraderos de cabeza», que la solución a los males del socialismo era el «multipartidismo en el socialismo» como proponían Carrillo o Mao. Teorizaban también que, debido al «contexto histórico», el PCE (m-l) debía integrarse en Izquierda Unida (IU) y luchar por «construir una Europa Unida de los trabajadores desde dentro de las instituciones de la UE». Bajo estas disposiciones se consideraban ahora a las obras de clásicos como Stalin o Hoxha «como piezas de museo del dogmatismo, inservibles para nuestros propósitos». Aun sin confesarlo, esto era una rehabilitación a lo grande de las tesis s browderistas, togliasttitas, titoístas y eurocomunistas. Finalmente, sus «modernas tesis» produjeron el hundimiento definitivo de la formación, autodisolviéndose de forma lastimosa en 1992. Desde entonces Chivite y sus seguidores han pedido formar parte de Podemos, el nuevo engendro de la socialdemocracia posmoderna, casi nada. ¿No les parece esto una biografía lo suficientemente reveladora como para dejar de adorar sin criticismo a los «veteranos»? Todo esto puede verse en nuestra obra «Ensayo sobre el auge y la caída del Partido Comunista de España (marxista-leninista)» de 2020.
¿Ha sido el PCE (r) el único luchador contra el franquismo y el juancarlismo?
Esto demuestra que no importa la represión que haya sufrido un individuo o un colectivo para «comprobar» la validez o calidad de su ideario, dado que aquella no es ninguna legitimadora de la línea política. Pese a todo esto comentado, el PCE (r) tiene la insolencia de proclamar relatos como el que sigue:
«Dos años después del Congreso Reconstitutivo, tuvo lugar el IIº Congreso de 1977; en él quedaron fijadas las tesis de que del fascismo no hay marcha atrás a la democracia burguesa y lo que se ha denominado la política de resistencia, que incluía el recurso a la lucha armada guerrillera por parte de los obreros en su enfrentamiento con los modernos Estados capitalistas y para la toma del poder. El aún débil PCE (r) se convertía, así, en el primer y único enemigo político del nuevo régimen reformado». (Partido Comunista de España (reconstituido); Bigrafía política de Manuel Pérez Martínez)
Sí, han leído bien: ¡el primer y único enemigo político del nuevo régimen reformado! Los hooligans del PCE (r) hoy intentan manipular la historia reciente y presentarse como «el grupo que más ha sufrido la represión franquista y postfranquista», y a veces como «el único que la ha sufrido», el «único que denunció la maniobra de la transición y sus injusticias», lo cual es una broma pesada, ya que fueron un grupo constituido como partido justo en 1975, el mismo año de la muerte de Franco, sin células en el interior del país, como reconocían sus dirigentes, articulándose muy a la postre como una organización conspirativa que atentaba de tanto en tanto sin una conexión e influencia entre las masas. La consecuencia de dicha línea era que no se tomaba partido, pues no desarrollaban una participación real, ni podían influir en las movilizaciones contra el desempleo, el peligro de una nueva guerra, las huelgas, ni en ningún mínimo hito de la lucha de clases que hubo en las sucesivas décadas, acabando sus días, de nuevo, con una desesperada cúpula en el exilio y sin presencia real en el interior para levantar una estructura mínima. Véase el capítulo: «Los grupos semianarquistas y el nulo aprovechamiento de las luchas electorales y sindicales» de 2017.
Pese a estas obviedades, se presentan como «los únicos luchadores antifascistas que lucharon y sufrieron represión», cuando está claro que no solo los marxista-leninistas sino también revisionistas y anarquistas estuvieron antes en la lucha contra el franquismo y el postfranquismo: prueba de ello son los mártires como Julian Grimau del PCE, los anarquistas Delgado y Granados en 1963, Fernando Elorriaga y Jesús Murueta en 1969, Mario Diego Capote del PSUC, Antonio Huertas Remigio, Cristóbal Ibáñez y Manuel Sánchez Mesa que resultaron heridos de muerte en una huelga de 1970, la muerte del sindicalista tiroteado Antonio Ruiz Villalba en 1971, Enrique Ruano, militante del Frente de Liberación Popular asesinado durante los interrogatorios o el famoso caso del anarquista Salvador Puig Antich ejecutado en 1974. Podríamos seguir con una lista interminable de nombres para demostrar que durante el franquismo y el postfranquismo el PCE (r) fue testimonial comparado con otros grupos.
En concreto los marxista-leninistas agrupados en el PCE (m-l), sus juventudes JCE (m-l), su sindicato la OSO, su rama estudiantil FUDE y su frente antifascista y patriótico del FRAP, sufrieron tanto o más que el PCE (r) pese a que los restos de estos alardean en la actualidad de haber sufrido represión y piden que se les otorgue la medalla al antifascismo. Por citar solo unos pocos ejemplos de la represión sufrida por miembros o entorno del PCE (m-l), tenemos:
-El tiroteo a Riccardo Gualino en 1965 por repartir propaganda, siendo apresado hasta su liberación y expulsión de España en 1968;
-La detención de los dirigentes de la cúpula del PCE (m-l) Paulino García Moya y Emilio en 1966;
-La detención en 1970 de Matías, otro miembro de la cúpula;
-En 1971 es detenido y torturado el militante del PCE (m-l) Vicente Antonio López durante 17 días;
-En 1972 miembros de la Brigada Político Social (BPS) disparan sobre el sindicalista Victoriano Diego Gómez por repartir octavillas de la Oposición Sindical Obrera (OSO), sindicato vinculado al PCE (m-l);
-En 1973 el militante del PCE (m-l) Cipriano Martos es apresado, torturado y envenenado durante los interrogatorios, hoy existe una querella emitida desde Argentina para que en España extraditen y se pueda juzgar a los responsables allí;
-Se sucede en Valencia la detención de los militantes del PCE (m-l) José Tena Gil así como de Esteban Villanueva, por portar propaganda. Durante un período que va desde octubre de 1973 hasta verano del 74, sufrieron en ese lapso de tiempo severas torturas;
-La famosa caída de 18 militantes del PCE (m-l) en Málaga y de 40 militantes en Elche durante 1973, que debilitan la organización en esos núcleos;
-La detención y torturas del militante del FRAP José Manuel García Benito a manos de la BPS bajo la única acusación de pertenecer a un grupo político ilegal, siendo uno de los primeros presos políticos después de la muerte de Franco;
-El secuestro de Rosa Mª García Alcón [militante de la Federación Universitaria Democrática Española (FUDE) vinculado al PCE (m-l)] en 1975 por la BPS siendo objeto de torturas continuadas durante una semana;
Detención y tortura de Riccardo Gualino en 1976, pieza clave del partido por sus contactos con los exiliados y los revolucionarios italianos;
La encarcelación de Pablo Mayoral y Vladimiro Fernández Tovar con los cargos de participación en acción armada en 1975 que negarían y siguen negando hasta la actualidad, excarcelados por la amnistía de 1977;
-Víctor Pérez Elexpe, militante del PCE (m-l) muere el 20 de enero 1975 mientras repartía propaganda en Santurce; así mismo: fue herido de gravedad por los disparos de un policía de la BPS Carlos Urritz Geli, el 1 de febrero de ese mismo año.
-Se llevan a cabo, tras las inmensas protestas nacionales e internacionales, los fusilamientos de José Humberto Baena Alonso, José Luis Sánchez Bravo y Ramón García Sanz en 1975, en un juicio sin garantías como se reconoció en el exterior. Tras un periodo previo de torturas, como denunciaron en sus alegatos, tampoco se aceptaron las pruebas de la defensa. La fiscalía a su vez no presentó prueba de huella dactilar, ni testigos, ni prueba de balística ni del arma homicida; pese a ello, los tres fueron condenados sin prueba alguna.
-El montaje en 1978 contra José Félix Abad, Josep Mª Caparros y Javier Sáez, acusados de colocar una bomba contra la sede de Fuerza Nueva –el autor real y dueño del propio local, Tomás Antón Torregrosa, confesaría años después su responsabilidad–;
-El PCE (m-l) se presenta para solicitar oficialmente la legalización del partido dentro del nuevo marco de libertad de asociación, con la consiguiente denegación oficial en mayo de 1978 por considerar los estatutos vigentes de la organización aprobados en el IIº Congreso de 1977 como anticonstitucionales, extendiéndose ese marco de ilegalidad a todas sus organizaciones dependientes como el FRAP o la Convención Republicana. A partir de ahí el PCE (m-l) llevará una ardua lucha para extender este derecho de asociación a todas las organizaciones antifascistas. Hay que decir que a diferencia de otros partidos pseudomarxistas, el PCE (m-l) no renunció a rebajar sus principios ideológicos revolucionarios de sus estatutos para aceptar ser legalizado, triunfo que se logró finalmente en febrero de 1981. Pese a esta victoria, se suceden los intentos de volver a ilegalizar la organización, siendo el único grupo legal de aquel entonces, a excepción del partido del golpista Tejero, Solidaridad Española (SE), contra el que se hicieron movimientos oficiales desde el Ministerio del Interior para tramitar su ilegalización, aunque sin éxito. A mediados de los 80 se da la última liberación de los presos del PCE (m-l), tras cumplir condena o ser indultados.
Así podríamos seguir hasta la extenuación sobre la represión que sufrió el PCE (m-l) capitaneado por Elena Ódena durante 1964-85 antes de perder su espíritu revolucionario. Existe suficiente documentación online para estudiar algunos de estos hechos. Véase la obra del PCE (m-l): «Grupo Edelvec; FRAP, 27 de septiembre de 1975» (1985), obra que más allá de su clara vocación partidista/propagandística, relata hechos que son fácilmente contrastables con las noticias de la época.
Un grupo verdaderamente marxista-leninista, más allá de posibles desviaciones y excesos no sostiene una lucha permanente a base de atentados y sin perspectivas claras como los grupos netamente terroristas y semianarquistas, sino que lucha por llevar a término la revolución de la mano de las propias masas, utilizando tanto métodos pacifistas como no pacíficos, estando codo a codo en cada lucha, algo que por sus características es una tarea larga pues supone hacer que la clase obrera y sus aliados tomen conciencia a cada a paso de la necesidad de la revolución, aprendiendo de su propia experiencia, de las pugnas que se desarrollan en los campos de la política, la economía y la cultura, no pudiéndose forzar las etapas para lanzarse a la toma del poder. Por tanto, la represión que sufren los revolucionarios a diferencia de la que sufren los aventureros terroristas, siempre se hará sentir en una intensidad mayor y de forma multifacética, debido a la sencilla razón de que sus acciones y sus objetivos suponen una verdadera peligrosidad para el Estado, tanto en la forma de democracia burguesa como en su forma fascista, mientras que un grupo desligado de las masas, ecléctico y desesperado, por muy espectacular que se pretenda con sus acciones, no supone un desafío real sino un problema fugaz, y puede hasta llegar a ser, como hemos visto históricamente, un juguete en manos de los servicios secretos.
¿Está acosado y perseguido el PCE (r)/GRAPO?
Pero vayamos a una cuestión todavía más importante. El PCE (r)/GRAPO denuncia que sufre una persecución sistemática que ningún otro grupo ha sufrido. Además de que esto es falso, preguntémonos: ¿Cuál es el estatus del PCE (r)/GRAPO ante el Estado de España? El primero está considerado como el partido, el factor ideológico, que dirigía al segundo, siendo el GRAPO identificado entonces como su rama militar, habiendo perpetrado atentados con bombas, asesinatos selectivos, secuestros y demás acciones, sentenciándose entonces a la ilegalidad a ambas organizaciones por delitos de terrorismo, entre otros. Teniendo todo esto presente... ¿Es cierto que sufren sus simpatizantes y expositores una persecución incesante, como mantienen sus seguidores más nostálgicos? Ni de lejos.
¿Cómo es posible que, si España es «igual de fascista» que en la época de Franco, como dicen ellos, nos encontremos con plataformas online del PCE (r) mal disfrazadas como el Movimiento Político de Resistencia o Amnistía Presos, donde sus ideólogos, Olarieta, Hasél y compañía, publican sus impresiones y artículos con todo tipo de odas al PCE (r), Arenas, y los GRAPO? ¿Cómo es entonces que, incluso tras la detención de su cúpula en los años 2000 y 2002 se siguieran publicando documentos nuevos bajo la firma del PCE (r) y GRAPO en este tipo de medios sin consecuencias para los autores ni de quienes comparten tal material? ¿Cómo es posible que, si existe una «persecución sistemática» contra ellos, existan webs afines –como Fracción Proletaria– con toda una serie de documentos históricos del PCE (r) para leer online y descargar? Nadie creería que esto pudiese ocurrir en países donde realmente vetan el acceso a internet a ciertas páginas como ocurre en China, Vietnam, Polonia, Lituania, Nicaragua, Cuba –cuyo gobierno, por cierto, es revindicado por estos anticomunistas aventureros– o donde ciertas webs de apología autodenominada comunista son prohibidas e incluso el individuo es multado, pierde su trabajo o es detenido por ello.
Si las cosas fuesen como dicen, estas personas ya hubieran sido juzgadas, torturadas y encarceladas por estas acciones repetidas veces, cuando lo que ocurre es que las más veces se les ignora por completo, permitiéndoseles montar hasta tenderetes de venta de sus documentos y revistas –en Madrid, Tirso de Molina, como anuncian en redes sociales, por ejemplo-. A estas organizaciones ilegalizadas por terrorismo y a sus simpatizantes y/o entorno político se les permite casi todo. ¿Cuántas cuentas de Twitter, Facebook e Instagram hacen apología abierta a los GRAPO, a sus militantes y acciones históricas? Nuestros «superrevolucionarios» son tan sumamente perseguidos que hasta realizan propaganda y agitación a estos grupos desde cuentas personales donde muestran sus caras sin ninguna preocupación. Naturalmente, en casos extremos de manifestaciones infantiles y ultraizquierdistas por parte de algunos simpatizantes de estos grupos, como amenazar de muerte a otros usuarios, la justicia burguesa interviene bajo la acusación de «exaltación al terrorismo», o las propias redes sociales censuran algo como material que «incita al odio o la violencia», pero habría que ver con seria agudeza y frialdad si la censura que el Estado español impone a estos casos sigue estando en los «estándares» de cualquier democracia burguesa al uso o siendo excesivamente severo con mensajes o imágenes en redes sociales de índole «subversiva». Adelantamos que muy frecuentemente se trata de la primera situación, si bien no descartamos que pueda existir el segundo caso, como por ejemplo le ocurrió a Willy Toledo, actor pintoresco donde los haya e ideológicamente inestable, pero quien sufrió la represión del Estado democrático-burgués español por «injurias al Rey», persecución judicial por «insultar a Dios» y hasta por injuriar un monumento fascista como el Valle de los Caídos.
En esta misma línea, nos preguntamos: ¿Cómo es posible que el propio Olarieta, Pepe Balmón, Aitor Cuervo y Pablo Hasél den charlas en sitios públicos, incluso en recintos universitarios anunciados a viva voz en la calle e internet? Asistimos perplejos en este «fascismo» al hecho de que personas condenadas por delitos de terrorismo o por enaltecimiento del terrorismo realicen su propia propaganda como si nada. En cualquier país verdaderamente fascista no se les permitiría el uso público o privado de ningún recinto a nadie que se autodenomine «comunista», incluso a un simple detractor que hable mínimamente mal del gobierno. En un país fascista toda célula estudiantil antifascista sería desmontada en cuanto asomase la cabeza, sus responsables serían buscados para ser encarcelados o como mínimo expulsados de la universidad.
¿Cómo es posible que sus seguidores se tiren todo el día en sus redes sociales personales publicando sus simpatías con mensajes exaltados sobre sus atentados, pidiendo la vuelta de los GRAPO, pidiendo como buenos bakuninistas la «liquidación de los hombres doctrinarios que no se suman a la causa», o compartiendo en general el putrefacto material maoísta del PCE (r)? ¿No deberían los «fascistas» aplicarles la ley antiterrorista a la primera oportunidad, ya que, como ellos aseguran, les persiguen severamente? Pero eso no ocurre, Valtónyc y Hasél son entrevistados en las cadenas del régimen que dicen despreciar, como la Sexta, Antena3 y, por supuesto, también Etb o TV3. ¡Vaya fascismo de pacotilla!
El caso de Pablo Hasél lejos de reforzar su discurso es paradigma de las fantasías de esta gente. Imaginemos por un momento que Pablo viviese en los años 60 del siglo pasado, en pleno franquismo. ¿Era posible que un poeta o un periodista escribiese una columna en la prensa franquista, pongamos, por ejemplo, del Arriba, ABC o Pueblo, criticando al jefe del Estado y amenazando de muerte a los ministros? Ni de lejos. A lo sumo, el antifranquista debía buscarse la vida para lanzar un panfleto clandestinamente en la universidad, ya que los medios de comunicación oficiales jamás aceptarían publicar nada suyo. ¿Se imaginan a la justicia franquista dirimiendo años y años este tipo de casos? Imposible, lo resolvían por la vía rápida, y todos sabemos lo que eso significaba, una condena enorme y sin ninguna garantía. Es más, ¿se imaginan suspender la condena por no tener antecedentes o condonar inicialmente cualquiera de estos «delitos» como «difamación contra el jefe del Estado» y «enaltecimiento del terrorismo» –que estaban recogidos en la jurisprudencia del franquismo– por una multa? Pues dentro de las leyes democrático-burguesas esto le ocurrió a Hasél inicialmente con su condena de 2014. Después, tras más de seis años de varios pleitos por varias causas abiertas, ha caído sobre él una sentencia de dos años de cárcel en 2018, reducida en 2020 a nueve meses, mientras que, de vivir en el franquismo, mínimo le hubieran caído 20 años solo por asociación «ilícita», a lo cual podrían sumar «propaganda ilegal» y «manifestación ilegal», incluso ser juzgado por la vía militar por la Ley Antiterrorista de 1947 o 1975. Innegablemente, un antifascista de tipo anarquista como él lo tenía mucho peor antes que ahora, pero Hasél no ve diferencias, solo minucias. Pero aquí no acaba todo. ¿Se imaginan que llegue el día de tu detención y la Brigada político-social (BPS) no aparece por tu casa? Impensable en aquellos años, pues ni siquiera te citaba, te secuestraba sin avisar y listo. Pues algo así también ha sucedido con Hasél, puesto que tras vencer la invitación para presentarse en prisión el 17 de febrero de 2021, ¡curiosamente nadie del «Estado fascista» acudió a reclamarle! Este, finalmente, para realzar su caso mediáticamente, decidió encerrarse en la universidad, cosa lícita, pero que no oculta lo contado atrás que ya desmonta su relato sobre el «Estado fascista». Aquí no acaba la tragicomedia. Hasél tuvo un soporte continuo de los medios de comunicación antes y después de su detención. Gracias a los periódicos y canales de televisión pudo arengar a las masas para que «se unieran a la resistencia», discurso del cual se hicieron eco todos los medios masivos. ¿Se imaginan a los medios franquistas retransmitiendo en directo un motín o las palabras de los acusados del Juicio de Burgos de 1970? Imposible. Se censuraba todo, o al menos lo que no interesaba para que la gente pensase que nada importante estaba sucediendo. Finalmente, los Mossos de Escuadra retiraron los obstáculos en la universidad y, una vez frente a Hasél, le sacaron tranquilamente sin tocarle un pelo como mostraron las imágenes. ¿Alguien ha visto vídeos de una ocupación en la universidad en 1965 o 1972? Los «grises» sacaban a la gente a palo limpio, y al contrario, aquí no hubo tal cosa. Muchas cosas no han cambiado, esto es cierto y lo hemos venido explicando en este documento largo y tendido –comparando las similitudes en las leyes de la II República, el franquismo y la actual monarquía parlamentaria–, pero comparar el actual régimen y su represión con el franquismo, como hace Hasél, no solo no es tener ni la más remota idea de lo que es el fascismo, es que supone directamente escupir en la memoria de los antifranquistas.
En resumen, si realmente viviésemos en un país fascista, la persecución a sus miembros anarcoides y a cualquiera que hiciese apología de sus bandas debería ser el pan de cada día. No les permitirían ni ver la luz del sol ni mostrar sus símbolos. Pero no es lo que ocurre... ni por asomo, y es así porque simplemente el Estado burgués les considera un reducto marginal sin capacidad de reorganizar su partido, el PCE (r), ni su rama militar, los GRAPO. Es más, debido a la falta de seguridad de esta gente –cosa que siempre ha caracterizado a esta organización– todos se hacen notar en redes sociales –siendo el máximo ejemplo en la «clandestinidad»–, por lo que en su mayoría están identificados y bien controlados en caso de reactivar alguna de estas organizaciones. Por ello en la absoluta mayoría de los casos el Estado les permite continuar con su folclore de enaltecimiento a un grupo idealizado hasta la saciedad que no irá a ninguna parte.
RC/FO reproduce los mismos patrones victimistas que el PCE (r)
Este guion basado en el victimismo y la exageración es el que hoy reproducen los que seguramente sean los más dignos sucesores del PCE (r), tanto en lo ideológico, por su eclecticismo, como en lo metodológico por su gansterismo. Hablamos de Reconstrucción Comunista/Frente Obrero (RC/FO):
«Sin embargo, y para no caer en el simplismo del que pecan otras organizaciones revisionistas del Estado español que se aventuran a catalogarlo como «democracia burguesa» o «dictadura fascista» de forma excluyente, hay que tener en cuenta que las fuerzas represivas que nos oprimen, el endurecimiento de las leyes y condenas, el estado de excepción en Euskal Herria, nuestra criminalización, ilegalización y encarcelamiento de militantes en la operación del 27 de enero, la represión en las últimas huelgas y movilizaciones, etc., marcan una tendencia hacia una posible implantación del fascismo si la crisis se agudizara y aumentaran las posibilidades de un estallido revolucionario. Todo ello significa que nos encontramos ante un proceso de «fascistización» del Estado, ante el cual debemos, no solo prepararnos para combatirlo, sino analizarlo adecuadamente para evitar así el riesgo de propiciarlo». (De Acero, Nº11, 2018)
Nótese el lenguaje enmarañado, clásico en RC/FO por otro lado y producto de ese simio ilustrado que tienen al frente llamado Roberto Vaquero. Primero nos sale hablando de una «tendencia hacia una posible implantación del fascismo», para, a continuación, decir lo contrario, que ya estamos inmersos en su proceso de implantación, «Todo ello significa que nos encontramos ante un proceso de «fascistización» del Estado». ¿Por qué? Porque Roberto Vaquero entró un par de meses a la cárcel dado que para satisfacer a la internacional maoísta en la que estaban, la ICOR, mandando a dos chavales a luchar por la revolucionarísima burguesía nacionalista de los anarco-feministas kurdos, responsabilidad sobre los cuales, por cierto, quiso deshacerse como uno de los implicados y muchos exmilitantes relataron con todo lujo de detalles. Entonces resulta que el «Estado le persigue sistemáticamente» porque él y su banda salían día sí y día también en las noticias por amenazar y pelearse con sus escisiones y adversarios políticos, por tener a sus espaldas sentencias de agresiones contra disidentes. Véase el artículo del Diario.es: «Condenada una militante del partido Reconstrucción Comunista por agredir a una amiga que abandonó la militancia y acusarla de «claudicadora» de 2020; como también la sentencia del «Tribunal Supremo Sala de lo Penal, Madrid 20/07/2020». En esta última se los cataloga de «grupo criminal» debido al material que se las ha extraído, desde amenazas a exmiembros o antifascistas varios, hasta abiertas agresiones a los mismos.
Y por este tipo de cosas España se está «fascistizando», ¡porque RC-FO llama demasiado la atención por su gansterismo! Si algún día RC-FO logra alguna alcaldía en algún pueblo remoto del Levante –como su fallido y humillante intento en Sedaví–, se nos dirá que el Estado español vuelve a los cauces democrático-burgueses o, simplemente, no se hable mucho más de esto. Ya nos tienen acostumbrados a tales giros, como ocurrió con la cuestión nacional, donde se pasó de apoyar a los Països Catalans a hablar que Cataluña es una «nación moribunda» que se integra en la nación española; pasando de desfilar con señeras a pelearse con los independentistas por las calles de Barcelona. Y no, señor Roberto Vaquero, no es un simplismo aclarar si vivimos en una democracia burguesa o en el fascismo. Es algo cardinal para todo revolucionario. Pero tú quizás estás ya solo para cameos en Youtube con Armesilla, recibir los aplausos de falangistas y «nazbols», vender tus económicos cursos sobre «patriotismo» y cerrar el puño solo para recibir el dinero de jóvenes ingenuos. ¡Ese es un puesto acorde a tus limitaciones intelectuales y tu baja moral! El de ser un showman para competir a imbecilidades con Armesilla. En definitiva, un producto «freak» más de los que abundan en nuestros días; para nada posmoderno, por cierto.
El PCOE como actor de reparto en una tragicomedia
Entre estos grupos afines a causar más estropicio ideológico en el «movimiento revolucionario», recordemos las dantescas escenas del PCOE. Este, muy probablemente está mareado de dar tantos tumbos a derecha e izquierda. Han sido siempre muy famosos sus coqueteos amorosos con el PCPE, su amor de juventud que jamás ha podido olvidar; debemos avisar al PCPE que quizás no se emocione, ya que el muy truhan del PCOE juega a dos bandas –o incluso tres–, ya que también se dejó querer por RC, al cual agradeció el trato educado que habían recibido en varios encuentros públicos. Véase el capítulo: «Dime con quien te juntas y te diré quien eres» de 2017.
Pero su bandazo más fuerte ha sido al izquierdismo. Hasta hace nada el PCOE publicaba artículos argumentando el carácter democrático-burgués de España. ¿Y bien? Después de su acercamiento hacia el PCE (r), para conquistar su ácrata corazón, ha acabado adoptando sus tesis sobre que «España es fascista». ¡Uno está dispuesto a hacer cualquier tontería por amor! Estos juegos y coqueteos nos resultan confusos. Puede que a no mucho tardar anuncien nupcias, como demuestran sus últimos escritos sobre la famosa búsqueda de la «unidad» entre PCOE, PCPE y PCE (r), toda una relación poliamorosa de las que abundan en nuestra época. Pero hemos de advertir que buscar la unidad entre los revisionistas es algo tan vano y futil como la búsqueda del Santo Grial o El Dorado. ¿Por qué ocurre esto? En este caso, sabiendo que su final está cerca, antes de morir, los viejos dinosaurios del revisionismo intentan reproducirse con otros de su especie para legar algo sus sucesores. Por eso, intentando agasajar al PCE (r), se quejaban tan amargamente de que entre los partidos del congreso:
«Todos dicen abrazar la constitución fascista del 78». (Partido Comunista Obrero Español; debate de investidura, 2020)
¡Claro! La Constitución de 1978 es fascista, algo que podemos comprobar haciendo una ojeada a todos sus artículos que, por supuesto, no son nada paradigmáticos de una constitución burguesa, siendo que como vimos, se basó en la de la República Federal Alemana. Pero no solo eso, estos profetas ya nos advirtieron. Allá ellos que no quieran oír su sabiduría...
«Ya advertimos cuando triunfó la moción de censura contra el gobierno fascista de Rajoy, que todo se había escorado, todavía más, hacia la extrema derecha». (Partido Comunista Obrero Español; El gobierno y los fuegos de artificio, 2018)
¿Se han enterado? ¿Está claro no? Mariano Rajoy es «fascista», pero Sánchez está más a la derecha. O, peor aún, abandera hoy un gobierno, ¿socialfascista?, que suplanta a uno fascista para abrir paso al fascismo. Bueno, confesamos que, si no se han enterado de nada, nosotros en realidad tampoco, sólo intentamos seguir la «lógica» del PCOE.
«Manuela Carmena, Pablo Iglesias y toda la lacra socialdemócrata que les sigue no son más que la encarnación del fascismo». (Partido Comunista Obrero Español; Socialdemocracia y fascismo; un amor inseparable, 2018)
No solo PP-PSOE y sus votantes, sino que Podemos y todos los que les siguen son fascistas. ¡Olé!
«Así, el socialfascista Alberto Garzón, se expresaba en la prensa burguesa. (...) Criminaliza a la disidencia y la silencia, en que el presidente Puigdemont, no podía irse de rositas». (Partido Comunista Obrero Español; Socialfascistas, 2017)
¡Obvio! Porque, evidentemente, la socialdemocracia jamás ha destacado por su chovinismo, eso es solo cosa de fascistas, no de los honorabilísimos socialistas españoles y franceses, los socialdemócratas alemanes o los laboristas ingleses.
«La socialdemocracia podemita, los pseudofalangistas del PSOE y el oportunismo asqueroso de IU/PCE en su gobierno antiobrero sirve a los empresarios. (...) Estos hacen su trabajo ideológico al objeto de seguir aupando al fascismo a la toma del gobierno, puesto que el Estado es fascista desde 1939». (Partido Comunista Obrero Español; El gobierno «progresista» allana el camino al fascismo, 30 de diciembre de 2020)
Poco tenemos que decir de alguien que usa «socialdemocracia» y «socialfascismo» de forma indistinta, salvo que tendrán el mismo destino que Thälmann cuando las cosas se pongan feas. Les pasará como en el cuento de Pedro y el Lobo, de tanto decir que venía el lobo, al final cuando vino nadie se lo creyó. De igual modo esgrimen, indignados:
«Ocultan que EE.UU. es un Estado fascista». (Partido Comunista Obrero Español; La toma del capitolio y la bancarrota del CPUSA, 2020)
¡Por supuesto! Estados Unidos es fascista. Sí, Suiza también. Y la Atlántida en ello está. Otro día, estos bonachones se levantan y cambian de opinión. Ahora el Estado español está en proceso de fascitización –como afirma RC o ciertos grupos catalanes independentistas–:
«El Gobierno «progresista» allana el camino al fascismo». (Partido Comunista Obrero Español; El gobierno «progresista» allana el camino al fascismo, 30 de diciembre de 2020)
«Estados fascistas» que a su vez necesita de agentes «socialfascistas» que aúpen al fascismo al poder (?). ¿Qué diablos os pasa? ¿Hay alguien al volante?
Entonces, ¿en qué quedamos? España es fascista, no lo es, lo es a ratos, depende de la facción del PCOE que escriba... ¡Sáquennos de dudas como «vanguardia teórica»! ¡El proletariado español necesita de vuestra sapiencia en estos negros días!
La «Línea de la Reconstitución» también ve fanstasmas por doquier
Aunque la «Línea de la Reconstitución» (LR) se haya mofado siempre del Partido Comunista de España (reconstituido) por su incapacidad para reconocer al fascismo «enredándose con la cuestión de la continuidad del fascismo» (La Forja, Nº24, 2001); en verdad ellos mismos también utilizan esa calificación de forma indiscriminada. Sin ir más lejos, en 2004, al igual que haría luego el populista de Chávez, se evaluaba al gobierno del PP de José María Aznar como un gobierno de «políticas fascistas». Bajo subtítulos como «El freno a la fascistización fortalece la dictadura burguesa» y «Aznar, el fascista, y su política», proclamaban:
«La subida al poder de un PSOE alineado con el sector de la burguesía española más moderado ha frenado esa tendencia del PP hacia la fascistización. (…) El anterior gobierno, encabezado por Aznar, empezó a hacer una política de tendencia fascista, posicionándose en contra de las burguesías periféricas –ley de partidos, ilegalización de partidos políticos, declaración de Barcelona, Plan Ibarretxe–». (Partido Comunista Revolucionario (Estado Español); La Forja, Nº29, 2004)
Primero, una cosa son las convicciones personales del sujeto y otras su política –los hombres tienen voluntad, pero esta está condicionada y se entrecruza con toda una serie de condicionantes, por lo que no siempre es posible implantar lo que uno desearía–; más allá de las filias y fobias del señor Aznar, en ningún caso asistimos a un desempeño «fascista» en sus dos legislaturas (1996-2004). En segundo lugar, nótese que para los «reconstitucionalistas» el fin de un supuesto proceso de «fascistización» fortalece al poder burgués, ergo son tan cazurros desearían su profundización para «agudizar la lucha de clases», la clásica teoría fatalista de que cuanto peor, mejor, es decir, el dogma thälmanniano. En último lugar, hablan de que hubo «políticas fascistas» porque el poder central de Madrid se enfrentó al poder periférico catalán y vasco en sus justas pretensiones de obtener mayor soberanía, ¡suponemos que todos los gobiernos europeos que han solido prohibir los partidos independentistas o que no reconocen las lenguas regionales han sido brutalmente «fascistas» y no nos hemos enterado! Esto, una vez más, es idealizar la democracia burguesa, dando a entender que bajo ella es perfectamente normal que la problemática nacional se materialice en partidos políticos que tranquilamente tendrían representación, expresión y ejecución de sus pretensiones lingüísticas, autonómicas o secesionistas. Aquí se habla en un tono liberal como si en todo régimen democrático-burgués no se dieran estas «pugnas entre burguesías periféricas», y como si a veces no se prohibiese de raíz toda formación política o toda propaganda que «ponga en peligro la integridad territorial». ¿Habrán repasado los artículos de las cartas magnas europeas o sus ojos provincianos y su ignorancia no ven más allá de su época y su zona? Véase la obra: «Epítome sobre la cuestión nacional en España y sus consecuencias en el movimiento proletario» de 2021.
En sus «reflexiones históricas», la LR llega a dar el visto bueno como estrategia comunista a que, por ejemplo, en los países amenazados por el fascismo, la lucha se dirigiese principalmente contra los socialdemócratas, a los cuales en muchas ocasiones se les calificaba de forma indiscriminada y mecánica como «socialfascistas». Consideran que esto fue y es:
«La lógica de la «lucha contra el socialfascismo» como tarea principal, que no es producto ni de la ceguera ni del sectarismo comunista, sino de la consecuencia granítica con sus propias premisas revolucionarias». (Comité por la Reconstitución; Línea Proletaria, Nº4, 2019)
Esa misma gran «consecuencia granítica» recuperada para el siglo XXI es la que anunció en 2006 que el feminismo junto a otros movimientos reformistas estaba aceptando el inevitable paso del Estado hacia su fascistización (sic):
«El reformismo feminista es la demostración palpable de la situación límite en la que se encuentra el sistema de dominación burgués para encontrar una alternativa distinta de la revolución que no sea el reaccionario corporativismo protofascista ante la incorporación de cada vez más sectores de las masas a la vida pública y a la política. (…) El feminismo que viene ha superado la reválida para incorporarse al aparato ideológico y de propaganda de la clase dominante: en lo jurídico, despliega velas en el mismo rumbo que orienta la tendencia creciente hacia la fascistización del Estado. (…) En plata, el corporativismo es el elemento generatriz de la constitución política del Estado fascista, como la historia ha mostrado en sucesivas ocasiones. La consigna que resume el aporte feminista a este proceso de corporativización del poder político se denomina democracia paritaria, y su perniciosa secuela, discriminación positiva». (Partido Comunista Revolucionario (Estado Español); La Forja, Nº34, 2006)
Pero nuestros «reconstitucionalistas», aquellos que vienen a «ilustrarnos» sobre los «fallos» del comunismo del siglo XX pretenden hacernos retroceder hasta adoptar los peores errores de dicho movimiento histórico. Algunos dirán en su defensa que, por ejemplo, ellos solo hablaban en 2006, bajo égida del PSOE, de creciente «fascistización», ajá. ¿Y esto era justo? ¿Se ha completado ya ese proceso? ¿No? ¿Cuándo se abortó? O más bien deberíamos preguntarnos, ¿para qué necesitaba la burguesía española de 2006 una «fascistización»? ¿Estábamos «a las puertas de una revolución»? ¿Había al menos un movimiento huelguístico de importancia que paralizaba la producción? ¿Aunque fuese había una división política entre los partidos tradicionales? Nada de eso, ni siquiera estamos hablando del periodo de crisis mundial de 2008, ergo, no existía tal proceso, simplemente era una más de sus cansinas charlatanerías.
Este patético espectáculo recuerda a todos aquellos que calificaban a cualquier movimiento burgués y capitalista de «fascismo» y a cualquier medida regresiva o represiva como «fascista». Esto fue lo que promovía el señor Earl Browder en su etapa más ultraizquierdista –justo antes de convertirse en un ultraderechista que aceptaba los valores de la «democracia estadounidense» y trataba de introducir la «razonable heterodoxia» del maoísmo en Latinoamérica–:
«Tenía razón el camarada Palme Dutt cuando afirmaba que en nuestras filas se manifiesta la tendencia a considerar al fascismo de un modo general, sin tener en cuenta las particularidades concretas de los movimientos fascistas en los distintos países, calificando erróneamente como fascismo a todas las medidas reaccionarias de la burguesía, llegando inclusive a catalogar como fascistas a todos los sectores no comunistas. Lo que se conseguía con esto no era fortalecer, sino, por el contrario, debilitar la lucha contra el fascismo. (...) ¿Acaso no se manifiesta esta actitud esquemática en la afirmación de algunos camaradas de que el «New Deal» de Franklin Roosevelt representa la forma más clara, más aguda del desarrollo de la burguesía hacia el fascismo, como, por ejemplo, el «gobierno nacional» de Inglaterra? (...) Como no saben abordar de un modo concreto los fenómenos de la realidad viva, algunos camaradas, que padecen de pereza mental, sustituyen el estudio minucioso y a fondo de la situación por fórmulas generales que nada dicen». (Georgi Dimitrov; Por la unidad de la clase obrera contra el fascismo; Discurso de resumen en el VIIº Congreso de la Internacional Comunista, 13 de agosto de 1935)
Un año antes, los comunistas checoslovacos ya reconocían de forma autocrítica:
«Hemos mostrado indiferencia por el análisis específico en cada país, hemos caído en distorsiones esquemáticas. (…) Hubo un período en que todo lo reaccionario estaba calificada como fascismo. Hemos llegado a recopilar veinte tipos de fascismos. (…) Si todo lo reaccionario que existe en este mundo se caracteriza simplemente de fascismo, cuando no tienen nada que ver con la dictadura fascista, o en el mejor de los casos son las etapas que conducen hacia la dictadura fascista, caracterizar esto como fascismo, hace que uno entienda mejor porque los trabajadores tenían ideas completamente erradas sobre la dictadura fascista y finalmente llegasen a la conclusión de que el fascismo no es tan malo, tan peligroso, que su amenaza no es tan grande como presentan los comunistas». (Karel Šváb; La IC y los partidos comunistas en la lucha por un frente único contra el fascismo, 2 de agosto de 1934)
Estos cabezas de chorlito todavía no han comprendido que la burguesía, en su versión más «democrática» o más «autoritaria» siempre tendrá entre ceja y ceja lo mismo: asegurar su tasa de ganancias y ampliarla. Para ello, intentará realizar todo tipo de reajustes en derechos formales o reales relativos a sanidad, educación, salarios, vacaciones, asociación, expresión y otros. Esto no siempre tiene que ver con una directriz general para establecer el fascismo, lo cual sería reducir dicho proceso a un acuerdo burgués general, cosa que nunca sucede. Parecen olvidar que el fascismo no es el simple retroceso en unos cuantos campos, sino el establecimiento directo de la dictadura terrorista abierta y sin complejos. A su vez, ha de entender que cuanto menor sea la capacidad de resistencia de los trabajadores, más fácil le será al capitalismo implementar esta «regresión», para la cual no necesitará del fascismo, porque simplemente le bastará aprovecharse del bajo nivel ideológico y cultural de la población, con los partidos y sindicatos amarillos que tiene en nómina, con la aristocracia obrera y los medios de comunicación.
En 2018 la LR restructurada todavía se negaban a reconocer la falsedad de sus antiguos pronósticos ¡y celebraban que estos artículos habían sido todo un acierto!:
«@_Dietzgen: El PCR, hace más de una década, supo ver adónde apuntaba el reformismo feminista». (Twitter; Comunista, 9 mar. 2018)
¿Sí? ¿Vivimos ya en un «fascismo encubierto» como dice el PCOE-PCOE (r)? ¿Era cierto que el régimen no daba más de sí? ¡Por favor, explicadnos cual fue la gran previsión cumplida que nosotros no atisbamos a ver! ¿Cómo han llegado a emitir análisis reduccionistas y ridículos? Ni idea. Quizás de leer y promocionar tanto al maoísta estadounidense Bob Avakian, ese hombre con delirios de grandeza, que proclamaba:
«¡El régimen de Trump y Pence tiene que marcharse! En nombre de la humanidad, nos NEGAMOS a aceptar a un Estados Unidos fascista». (Partido Comunista Revolucionario; Avakian por la liberación del pueblo negro y por la emancipación de toda la humanidad, 2020)
¿Nixon, Reagan y Truman también eran «fascistas»? ¿Cuándo EE.UU. ha sido fascista, cuando gobiernan los «republicanos»; se «desfascitiza» cuando llegan los «demócratas»? El análisis político de esta gente es proporcional a de su ínfima inteligencia. ¡Y estos son los que presuntamente deben «guiarnos»! Véase la obra: «Las primeras polémicas decisiones gubernamentales de Trump [Recopilación Documental]» de 2017.
Pasemos ahora a analizar otros aspectos del fascismo». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos políticos oportunistas del PCE (r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 2021)
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El ser revisionista y maoista es lo que tienen Pablo Hasél y Olarieta, decir acerca de la represión que los militantes del PCE(r) sufren más que lo que sufrieron los bolcheviques y el pueblo ruso bajo el Zar, es como decir que Franco está gobernando desde El Pardo, declarar esto es de una ignorancia supína de lo que pasó en Rusia, ya empezando, por no decir mucho atrás, en 1905, acabando hasta 1917.
ResponderEliminarDecir que en España no se persiguen comunistas porque es una democrácia burguesa, yo le pregunto, entonces porque a Manuel Pérez Martínez y a todo/as los militantes el PCE(r) siguen en la carcel?, va a comparar el sufrimiento y las tragedias del pueblo ruso con ellos?.
Venezuela, un comunista no está perseguido, ya, pero si el PCV es revisionista, oportunista y plagado de trotskos, al igual que el PSV, el PCV sigue siendo la muletilla del PSV y de Maduro en todos los entresijos en acuerdos económicos con los criminales de los EE.UU y los asesinos de la UE, porque el PCV no oraniza la revolución socialista? y toma de una vez el cielo por asalto?, no lo hacen porque son falsos marxistas-leninistas, solamente hacen de correa de transmisión de ese falso también llamado Socialismo del Siglo XXI.
Que Olarieta hable de 500victimas y que las cifras son mucho más numerosas en la etapa constitucional no se lo cree ni el, ya que el nivel de represión no era siempre el mismo y no se sabía tampoco mucho, al igual que la censura (todavía me acuerdo de cosas). El PCE (r) y su brazo armado el GRAPO nunca pueden decir que eran revolucionarios y buscaban la revolución socialista, ellos lo que hacían era terrorismo, igual que el FRAP, ETA,RAF, las FARC-EP y muchos más, ante esto Lenin dijo que en un partido obrero no cabe como medio de lucha, por lo tanto, estos amigos están fuera de la realidad de lo que es el marxismo-leninismo y la revolución proletaria.
¿Fascismo solo seria aquel que se desarrolló en las condiciones de la Europa de entreguerras o se puede seguir hablando de fascismo en regímenes que se consolidaron con posterioridad? ¿los cambios económicos que se han dado podrían justificar un cambio en la apariencia del fascismo? ¿ que opinan del siguiente documento del pcoe: http://www.pcoe.net/pcoe/comite-central/919-es-fascista-el-estado-espanol-documento-aprobado-por-el-vii-pleno-del-comite-central-del-p-c-o-e ?
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