«La posibilidad de que los países subdesarrollados pasen directamente al socialismo, evitando la etapa del capitalismo desarrollado, ya no constituye un dilema. El marxismo-leninismo lo ha resuelto en el plano teórico, mientras que en la vida, el establecimiento en el camino del desarrollo socialista de una serie de antiguos países subdesarrollados, ha confirmado la verdad de esta posibilidad, ha enriquecido la teoría y la práctica de la revolución socialista y de la revolución democrático-popular de liberación nacional.
Todo en el mundo tiene una historia. La idea de la transición directa de los países subdesarrollados al socialismo también tiene su propia historia. Tiene su origen en la época en que se creó la teoría del socialismo científico, basándose en el detallado análisis del desarrollo de los principales países capitalistas.
Pero cuando esta teoría se creó también existían países que estaban en la etapa del desarrollo precapitalista. Con respecto éstos con las perspectivas históricas de aquéllos países, Marx expresó por primera vez la idea de la posibilidad de su transición directa al socialismo, evitando el camino capitalista de «pobreza, sangre, miseria y humillación».
Esta transición de ningún modo excluye el funcionamiento de las leyes generales del desarrollo de la historia mundial, la continuidad del reemplazo de las formaciones socioeconómicas. Al contrario, muestra que el camino del desarrollo de varios pueblos es más rico y más diversificado que la línea universal del desarrollo de la historia mundial. Y si echamos un vistazo retrospectivo a este desarrollo notaremos seguramente que los pueblos individuales han sido capaces de pasar de una formación económica y social a la otra, sin pasar por un intermediario que ha sido inevitable para la humanidad en general [2].
A principios del siglo XX, cuando la revolución socialista ya no era un lejano horizonte de la historia, sino un tema al orden del día del movimiento obrero, la aplicación de la doctrina de Marx al futuro, estableció como un importante problema teórico y práctico la transición de los países subdesarrollados al socialismo. Al mismo tiempo, los oportunistas de la Segunda Internacional, bajo la máscara del «desarrollo creativo» y de la «revisión» teórica de la nueva experiencia histórica, pusieron en duda en primera instancia, y luego dejaron a un lado la concepción de Marx sobre la posibilidad de transición de los países subdesarrollados al socialismo. [3]
En estas circunstancias se volvió necesario restablecer la correcta concepción de Marx sobre esta cuestión. Y lo más importante era enriquecerla y desarrollarla aún más en conformidad con la nueva experiencia de la época del imperialismo y la revolución proletaria. Esta tarea fue enfrentada con éxito por V. I. Lenin.
Lenin relacionó la transición de los países subdesarrollados al socialismo con la teoría del imperialismo, de la transformación de la revolución democrático-popular en la revolución socialista, de la realización de la revolución política y de la toma del poder estatal como una condición decisiva para allanar el camino a la creación de las premisas socioeconómicas del socialismo. Destruyó el concepto determinista-mecanicista de Kautsky que proclamó como un dogma: «Si no se ha alcanzado la madurez económica la revolución política no se debería llevar a cabo».
La exitosa realización de la revolución democrático-popular exige que sea liderada por la clase obrera y su partido, que el poder político pase a las manos de las masas trabajadoras. Este es un axioma para una auténtica revolución democrática del pueblo, de modo que no debiera permanecer a mitad del camino, sino que debe continuar ininterrumpidamente hasta que se transforme en una revolución socialista mediante profundas transformaciones políticas, económicas, sociales, ideológicas, culturales y otras. Esta tarea fue abordada por Lenin, que al mismo tiempo mostró el camino hacia su solución.
Las enseñanzas leninistas sobre la transición de los países subdesarrollados directamente al socialismo han sido traicionadas, han sido puestas patas para arriba por los revisionistas modernos. Han sido sustituidas por el descubrimiento de una «nueva teoría», sobre la llamada «vía no capitalista de desarrollo» [4]. Este camino es presentado por los revisionistas como una formación de transición, que, según afirman, debe preparar las condiciones materiales y subjetivas preliminares para el socialismo en los países subdesarrollados, así como el capitalismo prepara estas condiciones en los países desarrollados. Asignándole tal papel, esta formación es presentada como una amalgama, un equilibrio inerte de fuerzas políticas, ideológicas, de clase y económicas opuestas. En esencia, el camino no capitalista de los revisionistas representa el desarrollo capitalista convencional revestido con una falsa cáscara socialista.
Es cierto que los países atrasados están en diferentes etapas del desarrollo social, se enfrentan a tareas diferentes y su propia práctica histórica tiene sus rasgos específicos. Abarcan muy diferentes relaciones socioeconómicas, que van desde los restos del orden tribal y la economía natural, a las relaciones feudales o semifeudales y terminan con la economía y las relaciones capitalistas. Esta situación resulta en una gran diversidad de fuerzas sociales y de clase en estos países. También da lugar a los más diversos antagonismos socio-políticos.
Por otra parte, es sabido que se han necesitado siglos enteros para el establecimiento, en el marco del capitalismo, de las condiciones materiales y subjetivas para la revolución socialista y para la edificación del socialismo. En este punto surgen varias preguntas: ¿Se pueden crear estas condiciones en un país subdesarrollado donde el capitalismo todavía se encuentra en su etapa inicial o en un bajo nivel de desarrollo? ¿Existe allí algún otro camino aparte del capitalista para crear de estas condiciones? ¿Cómo puede un país subdesarrollado emprender directamente el camino de la edificación socialista sin pasar por la etapa del capitalismo desarrollado?
La transición directa al socialismo de los países subdesarrollados representa hoy la única posibilidad de llenar lo más rápida y menos dolorosamente posible el gran vacío que se ha creado en su desarrollo histórico. Aunque sea difícil prever o definir todas las formas concretas de esta transición, para su inicio hay un camino, un medio universal – la necesaria realización de una auténtica revolución popular. «La idea de que la revolución es el único medio para transformar el mundo, el único camino de salvación del yugo nacional y social, ha conquistado las mentes de millones de seres en todos los continentes» [5]. La cuestión central y más importante de esta revolución es la conquista absoluta del poder político por las masas trabajadoras conducidas por un partido marxista-leninista y el establecimiento de una dictadura democrática de las fuerzas más revolucionarias –la clase obrera y el campesinado–.
Una revolución democrático-burguesa convencional, incluso en su forma específica para los países subdesarrollados, no puede servir de base para la transición al socialismo. La historia de las tres décadas pasadas ha proporcionado la prueba indiscutible de que varios países de Asia y África, que consiguieron la independencia estatal después de la Segunda Guerra Mundial, pero donde el poder político no pasó a las manos de las masas trabajadoras conducidas por su partido marxista-leninista, no sólo no emprendieron el camino del desarrollo socialista, sino que también permanecieron económicamente dependientes al imperialismo en su forma neocolonialista.
En oposición flagrante al marxismo-leninismo y a la experiencia histórica, los revisionistas modernos han reducido toda la teoría y práctica de la revolución a las reformas dentro del orden social existente. Propagan la idea de que incluso hasta el llamado «estado de transición» [6] que también puede tener a la cabeza a los líderes de las clases explotadoras, a los propietarios y la burguesía [7], pueden servir como un medio para la transición al socialismo de los países subdesarrollados. Y tienen el descaro de describir un estado con tal contenido de clase como el poder popular y declararlo capaz de construir el socialismo. ¿No es este un engaño ostensible?
En las condiciones de los países subdesarrollados, cuando no existe ningún partido revolucionario de la clase obrera, la creación de las premisas subjetivas para la victoria de una verdadera revolución debería comenzar con la formación del partido marxista-leninista, la dirección política indispensable de la revolución. Sin este liderazgo no es posible hablar de la conquista del poder por las masas trabajadoras o del desarrollo ininterrumpido de la revolución con el objetivo de preparar la transición al camino del desarrollo socialista.
La usual pequeña proporción de la clase obrera en los países subdesarrollados, su comparativamente bajo nivel ideológico y cultural, su limitada experiencia de organización y lucha de clases política no pueden servir como argumento para negar la necesidad y la posibilidad de la creación del partido de la clase obrera. Como lo demuestra, por ejemplo, la experiencia de nuestro país, el partido de la clase obrera se debe crear y puede surgir a la cabeza de la lucha revolucionaria aún cuando la clase obrera es pequeña en número y no se encuentra organizada. En este caso los comunistas son los representantes más leales de la clase obrera y su personificación; luchan resuelta y consecuentemente por los intereses de la clase obrera, por su ideología y política, por los intereses más radicales de todas las masas trabajadoras y de la nación entera.
Algunos revisionistas modernos afirman que la existencia del partido marxista-leninista y el liderazgo de la revolución y el poder político por este partido para la transición de los países subdesarrollados al socialismo conforman un dogma obsoleto, reemplazado por el tiempo. En su opinión, si este ha sido el caso en algunos países, esto ha ocurrido no por motivos de principio y necesidad universal, sino simplemente por motivos históricos específicos o por casualidad [8]. Otros públicamente afirman que el papel de vanguardia y el liderazgo en el llamado desarrollo no capitalista de los países atrasados puede ser desempeñado por cualquier partido u organización política, incluso por los sindicatos, independientemente de su ideología y composición de la clase [9]. Esta es otra traición de los revisionistas a la revolución socialista y la edificación del socialismo, es una caricatura de la idea del rol de vanguardia en la transformación socialista de la sociedad.
La conquista del poder político por las masas trabajadoras sólo marca el punto de partida necesario para preparar los países subdesarrollados para la transición al socialismo. La propia transición es un proceso histórico completo, a veces más largo y a veces más corto, según las condiciones concretas de cada país. El contenido principal de este proceso debe ser la transformación revolucionaria ininterrumpida de la superestructura y la estructura económica de la sociedad, el continuo cambio de la proporción de fuerzas de clase en beneficio del socialismo, la lucha contra el imperialismo y todas las fuerzas reaccionarias internas.
La transformación de la vida política y social requiere en primer lugar del quebrantamiento de la vieja máquina estatal burocrática creada por los colonialistas y basada en los intereses de las clases explotadoras locales, divorciada de las masas trabajadoras y contrapuesta a ellas como un medio de violencia para conservar la opresión y la explotación. En su lugar se debe crear una nueva máquina estatal, basada en nuevos líderes, surgidos del seno de los trabajadores que sean conscientes de sus necesidades y defiendan sus intereses, purgada de los elementos reaccionarios colaboradores de los colonialistas, de los partidarios del imperialismo y de los enemigos del socialismo. En la transformación de la vida política y social, las características esenciales son la puesta de los trabajadores en la gestión del país, el crecimiento numérico y la educación de la clase obrera, la emancipación de las mujeres y su participación en las actividades sociales y la mejora sistemática de las condiciones materiales de los trabajadores». (Hekuran Mara; Posibilidades de construir el socialismo sin pasar por la etapa del capitalismo desarrollado, 1973)
Anotaciones de Hekuran Mara:
[1] Enver Hoxha, Informe ante el VIº Congreso del PTA de 1971.
[2] Es sabido, por ejemplo, que el pueblo ruso fue capaz de pasar del orden de la comunidad campesina directamente al feudalismo sin pasar por la formación socioeconómica esclavista.
[3] La teoría de mala fama de las «fuerzas productivas» de Kautsky excluyó completamente la posibilidad de la transición directa de los países subdesarrollados al socialismo.
[4] «Problems of peace and socialism» 1960, Nr. 7, p. 74-80 Sudarev Nauchnie doklladi vishei shkolli 1972, Nr. 11 p. 69-78. V. Solodovnikov Mezhdunarodnaja Zhiznj. 1973. Nr. 5 p. 59-60.
[5] Enver Hoxha, Informe ante el VIº Congreso del PTA de 1971.
[6] «Problems of peace and socialism» 1963. Nr. 2, p. 39-48.
[7] En este caso se toman como ejemplos a India, Birmania y algunos otros países.
[8] Roger Garaudy. Pour un modèle français du socialisme. 1968, page 114.
[9] Entre los entusiastas partidarios de esta opinión se encuentran los revisionistas yugoslavos.
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