viernes, 23 de septiembre de 2016

La lucha por el triunfo de la ideología socialista, es la lucha por el triunfo del socialismo y el comunismo


«En nuestro país la ideología socialista proletaria es la ideología en el poder; ella es la que da hoy el tono general a toda la vida y la actividad de nuestros trabajadores. Pero, a pesar de los éxitos alcanzados, somos conscientes de que la lucha en este campo es larga y difícil. Lenin ha dicho:

«Nuestra tarea reside en vencer la resistencia capitalista, no sólo la militar y política, sino también la ideológica, más profunda y potente». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Discurso pronunciado en la conferencia de toda Rusia de los organismos de educación política, 1920)

La vieja ideología idealista de la sociedad explotadora tiene aún profundas raíces y ejerce una influencia poderosa y permanente. Y, cuando hablamos de esta influencia, no se trata únicamente de «algunos residuos y algunas manifestaciones extrañas que se ven aquí y allá», como se dice a menudo erróneamente en nuestra propaganda, sino de la influencia de toda una ideología extraña que se manifiesta en diferentes conceptos, costumbres y actitudes extrañas, los cuales se mantienen durante un largo tiempo como herencia del pasado, tienen su apoyo social en las ex clases exploradoras y sus restos, en las tendencias a la espontaneidad pequeño burguesa y son alimentadas en diferentes formas por el mundo capitalista y revisionista que nos rodea.

Mientras no esté garantizada, la victoria total de la revolución socialista en el terreno de la ideología y de la cultura, no pueden estar aseguradas y garantizadas tampoco las victorias de la revolución socialista en los terrenos político y económico. Por eso, la lucha en el frente ideológico por la derrota total de la ideología burguesa y revisionista, está relacionada en resumidas cuentas, con la cuestión de si se construirá el socialismo y el comunismo y se evitará la restauración del capitalismo, o se le abrirán las puertas a la difusión de la ideología burguesa y revisionista y se permitirá el retroceso al capitalismo.

La revolución ideológica y cultural se encuadra en la lucha de clases general dirigida a llevar hasta el fin la revolución socialista en todos los campos. En contradicción con los puntos de vista de los revisionistas modernos, quienes han proclamado la lucha de clases en el socialismo como algo anticuado y superado, nuestro Partido piensa que la lucha de clases, incluso después de la liquidación de las clases explotadoras, continúa siendo una de las principales fuerzas motrices de la sociedad. Esta lucha abarca todos los aspectos de la vida. Se desarrolla con oleadas y zigzags; unas veces asciende y otras desciende; unas veces se agudiza y otras se «atenúa», pero nunca se interrumpe ni se apaga.

Esta lucha es en el socialismo, como demuestra la experiencia de nuestro país, un fenómeno objetivo e inevitable. Se desarrolla tanto contra los residuos de las clases explotadoras derrocadas y expropiadas, pero que siguen resistiendo y ejerciendo presión por todos los medios y, en primer lugar, mediante su ideología reaccionaria, así como contra los nuevos elementos burgueses, los elementos degenerados revisionistas y antipartido, que surgen de manera inevitable en el seno de nuestra sociedad. Se desarrolla también contra la ideología burguesa y revisionista, que se mantiene y se manifiesta en diferentes formas e intensidades, así como contra la presión exterior del imperialismo.

De este modo se entrelazan el frente interior y el frente exterior de la lucha de clases, que unas veces se funden en un único frente, otras actúan por separado, pero siempre están ligados por el mismo objetivo: el derrocamiento de la dictadura del, proletariado, la restauración del capitalismo.

Aceptar o no la lucha de clases en el socialismo es una cuestión de principios; constituye una línea de demarcación entre los marxista-leninistas y los revisionistas, entre los revolucionarios y los traidores a la revolución. Todo alejamiento de la lucha de clases tiene consecuencias fatales para la suerte del socialismo. Por eso, simultáneamente a la lucha por el aumento de la producción, por el desarrollo de la enseñanza y de la cultura, simultáneamente a la lucha contra los enemigos: externos –los imperialistas y los revisionistas–, no debemos descuidar, no debemos olvidar jamás la lucha de clases en el interior del país; en caso contrario la historia nos condenaría severamente.

El deber del Partido es no cerrar los ojos frente, a esta necesidad, es no adormecer la vigilancia revolucionaria de los comunistas y de las masas, sino desarrollar esta lucha de clases resuelta e indoblegablemente hasta la victoria final. El progreso de nuestra sociedad y la educación revolucionaria de los trabajadores son inconcebibles e irrealizables al margen de la lucha de clases.

A menudo nos encontramos en la práctica, frente a un concepto estrecho de la lucha de clases y de los enemigos de clase, como cuando sólo son considerados como tales o el kulak y otros elementos de las ex clases explotadoras, o los imperialistas y revisionistas titoistas y jruschovistas fuera del país, y como cuando se considera lucha de clases únicamente la lucha contra su actividad antisocialista. La lucha, contra estos enemigos es permanentemente la tarea primordial del Partido, del Estado y de nuestros trabajadores. Ahora bien, debemos ver la lucha de clases de manera más amplia. Esta es una lucha multilateral; hoy es, en primer lugar, una lucha ideológica, una lucha por el pensamiento y el corazón de los hombres; una lucha contra la degeneración burguesa y revisionista, contra todos los residuos y las manifestaciones extrañas que se conservan y se manifiestan, en mayor o menor grado, en todos nuestros: hombres, es la lucha por el triunfo de nuestra ideología y de nuestra moral comunistas.

Es lucha de clases la lucha contra los robos y los abusos de la propiedad socialista, contra las tendencias parasitarias y especuladoras de tomar el máximo de la sociedad y darle lo menos posible, contra la tendencia a colocar la comodidad, el interés y la gloria personal por encima del interés general, contra las manifestaciones y las deformaciones burocráticas, contra la ideología religiosa, los prejuicios, las supersticiones y las costumbres retrógradas, contra la subestimación de la mujer y la falta de respeto a sus derechos iguales en la sociedad, contra la moda y el modo de vida burgueses, contra el idealismo y la metafísica, contra los «ismos» del arte y la cultura decadentes burgueses y revisionistas, contra la influencia política e ideológica de los enemigos externos, etc., etc.

Así pues, la lucha de clases se dirige no sólo contra los enemigos internos y externos, sino también se desarrolla en el seno del pueblo trabajador, contra cualquier manifestación extraña que se percibe en la conciencia, en el pensamiento, en la conducta y las actitudes de cada persona. Nadie debe pensar que está inmunizado contra cualquier mal y que no tiene nada que combatir en su propia persona. En la conciencia de cada individuo se desarrolla una aguda lucha entre la ideología socialista y la ideología burguesa. Cada cual tiene que verse a sí mismo como en un espejo y, así como diariamente se lava la cara, debe limpiarse su conciencia, adoptando una actitud comunista ante sí mismo.

La lucha de clases se refleja también en el seno del Partido, ya que, por un lado, en éste ingresan personas provenientes de diferentes capas de la población, que traen consigo toda clase de residuos y manifestaciones extrañas, y, por otro lado, los comunistas, al igual que todos los trabajadores, se encuentran bajo la presión del enemigo de clase, sobre todo de su ideología, dentro y fuera del país.

Por consiguiente, tanto de entre las filas de los trabajadores como de entre las del Partido, pueden surgir y surgen personas que degeneran y que se pasan a posiciones extrañas antipartido y antisocialistas. En efecto, nuestros enemigos dan una especial importancia en su actividad a la degeneración de los miembros del Partido con el fin de lograr la degeneración del partido en general, ya que sólo así se le puede abrir el camino a la restauración del capitalismo. Hay que tener presente que, sin contradicciones de distinto carácter y sin lucha para superarlas, no sería posible la vida del Partido y su desarrollo. No se debe encubrir esta lucha so pretexto de salvaguardar la unidad, sino que se la debe desarrollar y llevar hasta el fin, fortaleciendo así la verdadera unidad del Partido, su espíritu revolucionario, su combatividad, la dictadura del proletariado.

Una tarea de primer orden de todo el trabajo ideológico del Partido es formar en los comunistas y en todos los trabajadores una correcta concepción de la lucha de clases en nuestro país, educarlos el espíritu de la lucha irreconciliable de clases, arraigar en ellos el método del análisis de clase, el único método que permite conocer y resolver correctamente todos los problemas, enseñarles a que no sólo acepten de palabra la necesidad de la lucha de clases, sino que la pongan en práctica cada día y en todos los terrenos de la vida. Esto no es algo nuevo. El Partido ha subrayado continuamente la necesidad del desarrollo de la lucha de clases y de la educación de clase, y ha realizado un gran trabajo en este sentido.

Debemos combatir el indiferentismo y el formalismo en nuestro trabajo político de educación del Partido y de las masas, enlazarlo siempre y debidamente con la viva lucha de clases. Hay que luchar resueltamente contra los conceptos y las manifestaciones extrañas que están en contradicción con la línea del Partido, con los intereses del pueblo y del socialismo, contra la tendencia a no llamar a las cosas por su nombre, sino atenuarlas y limarlas, ocultando su esencia de clase y su peligrosidad social.

Estas deficiencias del trabajo de las organizaciones del Partido explican el que algunos cuadros y comunistas no pongan siempre en primer plano los intereses comunes representados por la política del Partido, sino que vean frecuentemente las cosas bajo el prisma de los intereses personales o locales y departamentales, aborden los diferentes problemas con el ojo del tecnócrata y del «oficinista», con el ojo del especialista obtuso y dejen a un lado su aspecto político e ideológico. Esta gente no comprende que existe política en todas partes, en cada trabajo y en cada sector, que no hay cuadros ni actividades económicas, administrativas, culturales y militares desprendidas de la política y al margen de la política de la dictadura del proletariado. Todas las actividades están entrelazadas y son interdependientes, y en esta unidad, la política ocupa el lugar principal; de igual modo todos nuestros cuadros, en cualquier sector en que trabajen deben ser, antes que nada, hombres políticos, situar en primer plano la política del Partido y orientarse siempre por ella.

A nuestro Partido siempre le ha caracterizado la severidad y la intransigencia con los enemigos del pueblo, del socialismo y del marxismo-leninismo, el amor y la fidelidad ilimitada hacia los trabajadores y su causa revolucionaria, la prudencia y la paciencia con todos los que yerran, pero que son susceptibles de corregirse. Para él han sido y son extrañas las actitudes estrechas y sectarias. Por eso las organizaciones del Partido deben luchar resueltamente contra cualquier manifestación de sectarismo en su trabajo, ya que tales manifestaciones dañan los lazos del Partido con las masas, confunden la frontera entre nosotros y nuestros enemigos, conducen, al empleo de métodos erróneos en la solución de las contradicciones en el seno del pueblo, que perjudican a los mismos trabajadores.

El trabajo ideológico del Partido debe dejar bien claro el carácter de las contradicciones en la sociedad socialista y los caminos para su justa solución. Toda confusión de los dos tipos de contradicción es conduce a errores oportunistas o sectarios.

Debemos tener siempre presente que no sólo los elementos de las ex clases explotadoras son portadores y difusores de la ideología burguesa, sino también nuestros hombres, que están trabajando por la causa del socialismo. En estos casos, al luchar despiadadamente contra la enfermedad, la ideología extraña, debemos luchar con todas nuestras fuerzas por curar al enfermo, el portador de esa ideología. Sólo cuando el portador y el difusor de la ideología extraño, es o se transformar en nuestro enemigo consciente, sólo entonces la contradicción debe tratarse y solucionarse como una contradicción antagónica y sustituirse el método de persuasión por el de la coerción. El Partido debe realizar un gran trabajo profiláctico, educativo y político, paciente y sistemático para no permitir que nadie incurra en errores graves, que pase del error al delito y después al crimen contra el Estado y contra la sociedad socialista, que la dictadura del proletariado condena con el máximo rigor.

Otra dirección muy importante del trabajo ideológico del Partido es la educación en la nueva actitud socialista ante el trabajo, con objeto de que nuestros hombres trabajen como revolucionarios y luchen resueltamente para hacer realidad los ideales revolucionarios. Sólo en el trabajo y mediante el trabajo se educa y se templa el hombre nuevo, porque el trabajo es la mayor escuela de educación comunista.

En la atmósfera del gran trabajo creador lleno de abnegación y entusiasmo revolucionarios, que está transformando la propia naturaleza y la conciencia de los hombres, se aprecia aún con mayor claridad cuán extrañas e insoportables son las actitudes de aquellas personas que eluden el trabajo, que temen a las dificultades y los sacrificios, que no quieren alterar su tranquilidad y su comodidad personal, que se esfuerzan por conservar u ocupar algún «rincón confortable», que hacen un trabajo superficial, que intentan obtener lo más posible de la sociedad, que en todo parten del interés personal y el provecho material y, con mil pretextos y justificaciones, eluden el deber de trabajar allí donde lo necesiten el pueblo y la patria. Todas estas son actitudes burguesas.

Las organizaciones del Partido deben desarrollar una lucha resuelta contra estas manifestaciones extrañas, incompatibles con la moral comunista. La lucha, contra estas manifestaciones debe ser considerada por ellas como un aspecto de la lucha de clases, como una lucha contra la semilla de la degeneración burguesa y revisionista de la gente. Deben arraigar en todos los trabajadores del campo y la ciudad la concepción y la actitud socialistas y revolucionarias hacia el trabajo, de forma que cada uno considere el trabajo como una cuestión de honor y de gloria, como un alto deber patriótico, como una cuestión sin la cual la vida no puede existir. Nuestros hombres, en primer lugar los cuadros y los comunistas, deben trabajar con disciplina, con elevada conciencia, con ímpetu y ritmo militar, deben superar con audacia cualquier obstáculo o dificultad, marchar siempre adelante, situar por encima de todo los intereses del pueblo, de la patria y el socialismo, no escatimar nada ante estos intereses, estar dispuestos a entregar, en su nombre, incluso la vida. Un hijo sencillo de nuestro pueblo, hijo de una familia ayer oprimida y explotada por los beyes y los agás fue el soldado Hekuran Zenuni de Tozhari, Berat, quien, para cumplir la tarea que le habían encomendado, no retrocedió ni ante las dificultades, ni los sacrificios, sino que entregó sin vacilar su joven vida, del mismo modo que ayer la ofrendaron por la patria los 28.000 mártires de la Lucha de Liberación Nacional. Tales son los nuevos hombres que ha, educado y forjado el Partido.

Cuando hablamos de la actitud socialista ante el trabajo, tiene una importancia trascendental la justa concepción del trabajo manual, del trabajo en la producción. Se trata de una gran cuestión de principios a la que las organizaciones del Partido, en su trabajo educativo, deben dedicarle una atención especial. Los conceptos aristocráticos sobre el trabajo en la producción son completamente extraños al socialismo y están preñados de peligrosas consecuencias. Cualquier subestimación o menosprecio del trabajo manual debe ser condenado como subestimación y menosprecio de los obreros y los campesinos, de las amplias masas del pueblo, que conduce al divorcio del pueblo, de su trabajo y de su vida, y este divorcio es la fuente de muchos males. Esto lo deben tener presente particularmente las personas que desarrollan actividades intelectuales, los cuadros, los empleados, la intelectualidad técnica y artística, los alumnos y los estudiantes. Ellos, en su inmensa mayoría, se han formado después de la liberación del país, han salido del seno de las masas trabajadoras, están estrechamente ligados con el pueblo y el Partido y han demostrado y demuestran una elevada conciencia patriótica y socialista. Pero estas características no deben hacemos menospreciar el peligro de que se contagien con la ideología burguesa, y particularmente con los puntos de vista revisionistas. Este peligro no es imaginario, tiene una base real. Está ligado a la propia naturaleza y condiciones del trabajo y de la vida de las personas que desarrollan actividades intelectuales y especialmente de la intelectualidad creadora, artística, y científica, que está todavía muy desprendida del trabajo físico y, en muchos casos, de las masas trabajadoras y de su vida. En esta capa pueden encontrar y encuentran un terreno más favorable la difusión del individualismo y el carrerismo, la presunción y la petulancia, de las pretensiones, exageradas y la vida cómoda, el intelectualismo y el menosprecio de las masas.

Nuestra intelectualidad popular debe ligarse lo más estrechamente posible con el pueblo, trabajar y vivir junto con los obreros y los campesinos, fundirse y encarnarse con ellos. Debe rechazar la idea burguesa heredada del pasado y que tiene profundas raíces, de que el intelectual lo sabe todo y únicamente él está en condicionéis de dirigir, de orientar, de enseñar y aleccionar a los demás, lo que, de hecho, expresa la negación del papel de las masas. Debe quedar claro que el papel decisivo en todos los terrenos de la vida, incluso en el terreno de la vida espiritual, no les pertenece a las personas individuales por muy destacadas que sean, sino a las amplias masas del pueblo. Las ciencias no caen, del cielo. Todas las ciencias tienen su origen en la vida, en la práctica, son el producto de la lucha de las masas por la transformación de la naturaleza y la sociedad. Por eso, los hombres de la ciencia, del arte y la cultura deben escuchar con atención y profundo respeto el parecer de las masas, generalizar su experiencia, deben ser siempre alumnos respetuosos del grande e infalible maestro que es el pueblo, convertir en criterio fundamental de toda su obra el juicio del pueblo. Algunos cuadros de nuestras instituciones científicas se han vuelto altaneros y creen que la suya es la última palabra de la ciencia, que cualquier pensamiento opuesto al suyo no sirve, es injusto, debe ser rechazado. ¡No! Semejantes conceptos en las filas de nuestros científicos deben ser fustigados severamente. Como en cualquier otro tiempo, en la ciencia no hay desarrollo sin lucha, sin lucha de opiniones, sin lucha de clases, sin debates basados en los principios marxista-leninistas, en la ideología proletaria para descubrir la verdad. La idea del desarrolla y del progreso de la ciencia y no la gloria personal, deba orientar en su trabajo a todos nuestros científicos.

Los intelectuales deben ligar lo más estrechamente posible su trabajo intelectual con el trabajo manual de los trabajadores y los campesinos, hacer constantemente y en proporciones determinadas trabajo directo en la producción. Esta tarea, que ha comenzado a ser puesta en práctica ampliamente para todos los cuadros, la intelectualidad, los alumnos y los estudiantes, tiene una gran importancia teórica y práctica, ayudará a conocer mejor la vida, a despojarse de los residuos y manifestaciones extrañas y forjarse como verdaderos revolucionarios. Este es un paso importante para reducir las diferencias entre el trabajo intelectual y el manual, que junto con la reducción de las diferencias entre la ciudad y el campo, entre la clase obrera y el campesinado, constituye un gran problema, estrechamente relacionado con la perspectiva de nuestro desarrollo hacia el comunismo. Si desde ahora no tomamos medidas para reducir estas diferencias y, voluntariamente o no, permitimos que se profundicen, nuestro país no sólo no se desarrollará por el camino que conduce a nuestro objetivo final, sino que aquéllas se convertirán en causa de numerosos males, de relaciones incorrectas entre los trabajadores intelectuales y manuales, entre la ciudad y el campo, entre la clase obrera y el campesinado.

Incumben también grandes tareas al trabajo del Partido en lo que respecta a la educación en los conceptos correctos sobre la vida, de modo que la figura moral de los comunistas y de todos nuestros trabajadores sea una, e indivisible, no sólo en el trabajo y en la sociedad, sino también en la vida personal y familiar. Los cuadros y los comunistas, todo trabajador, deben vivir como revolucionarios, llevar una vida sencilla y desarrollar una dura lucha, deben ser los primeros en los sacrificios y los últimos en las pretensiones. Tal como se afirma en la Carta Abierta:

«No la comodidad vacía y el interés para uno mismo, sino el ideal del socialismo, la lucha, por construir y hacer florecer la patria socialista con nuestras propias manos, el placer del trabajo creador, por el bien y al servicio del pueblo, la continua elevación del nivel de vida de las masas trabajadoras, deben constituir el objetivo principal de la vida, y de la lucha, su principal preocupación». (Partido del Trabajo de Albania; Documentos principales del PTA, t. V, pag. 38, ed. albanés)

Para nuestros hombres es completamente extraña la concepción burguesa y revisionista sobre la vida que consiste en situar por encima de todo el dinero, los placeres, el lujo, la comodidad, la tranquilidad y el bienestar personal. Las consecuencias de esta concepción en los países donde dominan los revisionistas son catastróficas. La degeneración política, la corrupción moral, el afán de dinero y de ganancia, el egoísmo y el individualismo desenfrenado, la moda y el modo de vida burgueses, el vagabundeo y el gamberrismo, son hoy las características de la vida de estos países, que prácticamente no se distingue en nada de la vida en los países capitalistas occidentales.

Estas manifestaciones extrañas sobre la vida pueden insinuarse y se insinúan también en algunos individuos de nuestro país que se encuentran bajo la fuerte influencia de la ideología y la moral burguesas. Las organizaciones del Partido debe estar siempre vigilantes y llevar a cabo un trabajo educativo y una lucha tenaz para crear en el Partido, en el colectivo, en la familia y por doquier, una atmósfera sofocante para tales concepciones decadentes del modo y el objetivo de la vida condenando severamente las actitudes liberales y las concesiones en este sentido. Con su trabajo, el Partido debe arraigar, particularmente en la nueva generación, nuestra concepción revolucionaria sobre la vida, que se inspira en los grandes ideales del socialismo y el comunismo.

Todo el trabajo ideológico del Partido, la propaganda y la agitación deben tener como objetivo, en primer lugar y por encima de todo, la educación ideológica y política, la formación y el temple de las personas como verdaderos revolucionarios y comunistas, de modo que se comprenda y se ponga en práctica la gran  consigna del Partido «pensemos, trabajemos y vivamos como revolucionarios», consigna que constituye la esencia de la educación comunista, el contenido fundamental del trabajo educativo del Partido». (Enver Hoxha; Informe en el Vº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1966)

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