«Decir que tras el fallecimiento de Iósif Stalin en 1953, rápidamente los revisionistas soviéticos con Nikita Jruschov a la cabeza establecieron una serie de reformas políticas económicas e ideológicas en pro de restaurar el capitalismo. En lo tocante al mantenimiento y defensa de la teoría marxista-leninista, la nueva dirección jruschovista, no la defendía en el interior y no tenía ninguna intención de defenderla en el exterior. Ergo en las relaciones con otros partidos, se abrió la veda de «libertad ideológica» para que cada partido comunista tomara su propio camino para crear un «socialismo específico», lo que traducido según el sentido jruschovista es: traicionar al socialismo como buenamente quisiera cada uno, a condición de que todos y cada uno de ellos declararan que la Unión Soviética seguía siendo un país socialista –y no un país revisionista y capitalista–, que la nueva dirección jruschovista era revolucionaria –y no revisionista y contrarrevolucionaria–, y que las relaciones entre la Unión Soviética y los países de democracia popular estaban basadas en el internacionalismo –y no en la explotación neo-colonial–:
«Si los elementos proburgueses de las democracias populares tenían interés en apoyarse en la dirección revisionista soviética, los revisionistas soviéticos tenían interés en sostener a los revisionistas indígenas con vistas a transformar a los países de ex democracia popular en neocolonias, y seguirían apoyándolos en la medida en que estos revisionistas no se opusieran a su integración en la esfera de influencia del social imperialismo soviético». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo 2007)
Hubo dos tipo de casos: (1) el de los viejos desviacionistas y revisionistas que irían tomando el poder aupados en gran parte por la injerencia de los revisionistas soviéticos, como Władysław Gomułka en Polonia o Imre Nagy en Hungría; y, (2) otros que se destaparían de forma abierta como revisionistas –y que en muchas ocasiones ya habían sido reprendidos precisamente por sus desviaciones por los marxista-leninistas– como Mao Zedong en China o Gheorghiu-Dej en Rumanía, quienes rápidamente aceptaron el nuevo curso de los revisionistas soviéticos creyendo que era la forma más fácil de implementar sus ideas revisionistas que antes no podían ser expuestas del todo bajo la lente del movimiento y campo marxista-leninista previo a 1953.
En el caso del revisionismo coreano de Kim Il Sung, ya que advertimos que sus raíces teóricas corresponden al revisionismo chino, tendría que meterse en el grupo de revisionistas de los de segundo tipo, esos que presentaron serias desviaciones ya en vida de Iósif Stalin, y que posteriormente se destaparían como revisionistas por completos, apologistas de la «vía específica» al «socialismo» –métodos heterodoxos y «heréticos» de ir del capitalismo al comunismo– y adalides de aplicar las «condiciones «específicas» del país –condiciones específicas que por supuesto inventabas o exageraban para consumar sus teorías oportunistas– y finalmente como teóricos de un «pensamiento superior» al marxismo-leninismo –y claro que ni era superior al marxismo-leninismo, ni siquiera mejor enmascarados que otros revisionismos–. Eran miembros oportunistas que pudieron tapar su oportunismo con el desarrollo de los acontecimientos o con las tareas propias del partido y la etapa. ¿A qué nos referimos? A que tanto los viejos desviacionistas y revisionistas condenados rápidamente, como los revisionistas emboscados que finalmente tardarían más tiempo en sacar a la luz su verdadero pelaje, tarde o temprano, acababan revelando su naturaleza reaccionaria por el discurrir de la dialéctica y las tareas del partido comunista en su lucha por construir el socialismo y el comunismo. Pero hay que comprender que era mucho más fácil para estos últimos permanecer ocultos en los partidos comunistas en periodos en que el partido mantiene tareas más generalizadas y simples, donde incluso su discurso es más amoldable y aceptable, sin que levante sospechas:
«¿Por qué se descubren las debilidades teóricas de Władysław Gomułka y otros revisionistas en la etapa concreta de paso a la etapa socialista, a la etapa de la construcción económica del socialismo y la eliminación por tanto de las clases explotadoras como tales? Por la sencilla razón de que a los oportunistas y vacilantes les es mucho más fácil camuflar su pelaje revisionista, o su debilidad teórica, en periodos «defensivos» como puede ser la lucha antiimperialista o la lucha antifascista, es decir, cuando las tareas del partido comunista son más generales y generalmente «más sencillas», en las que además se necesita de la alianza con amplias capas de la población y sus organizaciones; ese camuflaje les resulta imposible cuando el partido está a la «ofensiva» como puede ser en la toma de poder y sobre todo en la construcción económica del socialismo, cuando las tareas se tornan más complejas y es necesario tener los conocimientos teóricos concretos que rigen la praxis, cuando ciertas capas de la población y sus organizaciones antes aliadas ahora vacilan o se niegan a avanzar. Por ello, muchos de los revisionistas históricos han podido pasar desapercibidos durante ciertas etapas «defensivas», destapándose poco después en las ofensivas». (Equipo de Bitácora (M-L); El revisionismo del «socialismo del siglo XXI», 2013)
Si bien en periodos «defensivos» a los revisionistas les es más fácil camuflarse, no significa que estos oportunistas intenten amoldar sus propias teorías e imponerlas al partido en estos periodos, de hecho si miramos el caso del revisionismo polaco su líder Władysław Gomułka fue finalmente descubierto en la etapa ofensiva de construcción económica del socialismo, pero ya en el periodo defensivo de lucha antifascista y antifeudal, el Partido Obrero Polaco ya detectó y corrigió sus intentos de llevar al partido por el camino del oportunismo negando el rol de la clase obrera y su partido en el frente antifascista. Pero es obviamente en periodos «ofensivos» donde estos elementos se destapan más fácilmente, de ahí la negativa de Gomułka a seguir al partido en el inicio de la colectivización del campo o la negativa a comprender la necesidad del establecimiento y fortalecimiento de la dictadura del proletariado.
Es por eso que los marxista-leninistas somos partidarios de ser firmes como el acero y criticar las actitudes insanas y antimarxistas en nuestros miembros en cualquier periodo, pues de otro modo, pasará como ha ocurrido históricamente, dará lugar a que los oportunistas aniden y se desarrollen en el partido. Se deben condenar tanto las desviaciones sobre la etapa presente –por ejemplo el papel del partido comunista en el frente antifascista durante la lucha antifascista, o el papel del partido comunista en la construcción económica del socialismo en la revolución socialista– sin que esto no signifique que dejemos de criticar desviaciones de la siguiente etapa si ya notamos entre nuestros miembros tales deficiencias –por ejemplo si en la etapa antiimperialista y antifascista se habla de la «no necesidad de la dictadura del proletariado», o de la «integración de la burguesía nacional» para la próxima etapa de revolución socialista–.
Otro factor, para la proliferación de oportunistas en el partido sin que los miembros revolucionarios noten su presencia, son las propias condiciones internacionales, que conduzcan al partido a una etapa «defensiva», como podría ser la Guerra de Corea de 1950-1953, y donde como hemos dicho las tareas impliquen un programa más amplio y tareas más generalizadas. También la lucha de clases a nivel internacional, puede estimular a los oportunistas a resguardar exponer y querer implantar sus tesis en el partido, como pudieron ser periodos como el de la crítica al revisionismo yugoslavo en verano de 1948.
¿Cómo afrontarían los revisionistas coreanos el XXº Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética de 1956 y la descara injerencia y exigencias del revisionismo soviético y del revisionismo chino en los asuntos del Partido del Trabajo de Corea? Veamos que decía Enver Hoxha de sus memorias sobre Corea del Norte durante 1956:
«La avispa revisionista había comenzado a clavar también allí su aguijón envenenado. Kim II Sung, en las conversaciones oficiales que desarrollamos, nos habló de un acontecimiento que les había ocurrido en el pleno del Comité Central de su partido reunido después del XXº Congreso del PCUS de 1956. «Después del informe que presente –nos dijo Kim Il Sung–, dos miembros de nuestro Buró Político y algunos miembros del Comité tomaron la palabra para decir que las enseñanzas del XXº Congreso del PCUS de 1956 y la cuestión del culto a la personalidad entre nosotros, en Corea, no habían sido valoradas debidamente, que no se llevaba a cabo una lucha consecuente contra el culto a la personalidad, etc. Nosotros –dijeron ante el pleno– no hemos alcanzado resultados políticos y económicos según la plataforma del XXº Congreso del PCUS de 1956 y en torno a nuestro Comité Central se ha juntado gente incapaz. En una palabra –continuó Kim II Sung– estaban atacando la línea de nuestra dirección, su unidad. Todo el Comité Central –concluyó– se levantó contra ellos». «Y ¿qué actitud han adoptado a este respecto? –le pregunté–». «El pleno les criticó y eso es todo –me respondió Kim II Sung, y añadió: inmediatamente después de esto los dos huyeron a China». «¡¿A China?! –dije– ¿Y qué hacen allá?». «Nuestro Comité Central –me respondió Kim II Sung–, los ha calificada de elementos antipartido y hemos escrito a la dirección China pidiendo su extradición a toda costa. Aparte de otros errores, han cometido el grave acto de su huida. Pero los camaradas chinos no nos lo han entregado. Así hoy todavía están allí». (Enver Hoxha; Los jruschovistas, 1980)
Lo que quiere decir que, Kim Il Sung no se adhirió oficialmente a la nueva línea soviética de Nikita Jruschov en un principio ya que la cuestión del culto de la personalidad afectaba directamente a su ejercicio del poder. Más bien los elementos revisionistas dentro del Partido del Trabajo de Corea aprovecharon los análisis distorsionados en la Unión Soviética sobre el culto a la personalidad para poner más énfasis si cabe en los evidentes errores sobre la cuestión del culto a la personalidad en Corea del Norte, intentando sustituir a quién hiciera falta que no aceptara tal curso. Esta acusación de los elementos coreanos jruschovistas de culto a la personalidad como hemos visto durante el transcurso del presente documento no era una invención, quizás petición de que se acabara con la práctica fuera abanderada por elementos que buscaban más un pretexto para eliminar a sus oponentes que una crítica para salvaguardar los principios –como hizo Jruschov con la crítica a este fenómeno–, pero lo cierto es que ya por entonces el culto a la personalidad había acarreado problemas realmente importantes al PTC, unas graves desviaciones y desviaciones que ciertamente eran muy visibles en 1956:
«El 7 de septiembre de 1956 llegamos a Pyongyang. Fuimos bien recibidos por una gran multitud, al son de gongs, con flores y retratos de Kim II Sung a cada paso. Hacía falta mirar buen rato para poder encontrar en algún rincón perdido algún retrato de Lenin». (Enver Hoxha; Los jruschovistas, 1980)
Seguramente la intención de estos elementos no era corregir las posibles desviaciones en este punto, sino hacer que la cuestión del culto de la personalidad fuera una excusa para poder así introducir los otros puntos del XXº Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética de 1956 como la coexistencia pacífica con los países capitalistas –a la manera jruschovista–, la integración del capitalismo de forma paulatina y pacífica en el socialismo, la promoción de la vía parlamentaria y pacífica al socialismo –tomando las insurrecciones proletarias anteriores como «casualidades» o «válidas tan solo en aquella época o para aquellos países»–, el estrechamiento de la colaboración con los socialdemócratas –incluyendo a los más reconocidos derechistas y chovinistas, en un frente sin ninguna exigencia revolucionaria, e incluso a veces contrarrevolucionaria–. En resumen se utilizaba la misma táctica que los elementos projruschovistas de toda Europa del Este, primero introducción de una revisión sobre la cuestión del culto a la personalidad –que podía ser cierto o no, se podía exagerar en caso de cierto o no– y después venía de la mano la oficialización de las nuevas tesis de Nikita Jruschov, acusando a quién no aceptara el «paquete regalo» de albergar defectos del culto a la personalidad y de no querer corregir la extensión de estos defectos en otros campos. Pero Kim Il Sung seguramente viendo el destino de quién se oponía frontalmente a los jruschovistas, decidió como vimos aceptar finalmente la línea de corregir los defectos del culto de la personalidad con la salvedad de echándole la responsabilidades de esta práctica a los propios cuadros jruschovistas en el IIIº Congreso del PTC de 1956.
En el caso de Corea del Norte, según su dirigencia comandada por Kim Il Sung y sus intereses concretos, la mayoría de tesis del XXº Congreso del PCUS de 1956 podían ser aceptadas sin queja alguna, ya que de hecho habían sido teorizadas o directamente bajo una teorización diferente se estaban aplicando igualmente por parte de la dirección y de Kim Il Sung, pero puntos y tesis como la coexistencia pacífica al estilo jruschovista con el imperialismo y especialmente con los Estados Unidos, eran cuestiones que por lo menos por aquel entonces no sólo podían perjudicaban los intereses norcoreanos, si ponían en un buen aprieto a la política de los últimos años del partido y al propio Kim Il Sung, ya que aceptar tal tesis significaba tener que cambiar de arriba abajo toda la propaganda y más importante: echar abajo toda la base del apoyo internacional a Corea y su lucha contra el imperialismo estadounidense, apoyo casi sin discusión en todo el mundo que se daba a este país, y única fuente real de apoyo a dicho gobierno en cuestiones internacionales.
Volviendo a la entrevista entre Enver Hoxha y Kim Il Sung de 1956, el albanés le mostró su apoyo contra los elementos favorables a los revisionistas soviéticos, y le advirtió que ese mismo problema habían tenido en su partido cuando los elementos projruschovistas se organizaron para dar un golpe y cambiar la línea del partido en conexión con otros revisionismos, como el yugoslavo, que los apoyaban:
«Los agentes yugoslavos juzgaron propicia la ocasión para derrocar a la dirección albanesa «obstinada y stalinista» y organizaron el complot que se descubrió y se aplastó en la Conferencia del Partido de la ciudad de Tirana, en abril de 1956. Los participantes en el complot recibieron el severo castigo que merecían. Otros peligrosos agentes de Tito en Albania, Dali Ndreu y Liri Gega, recibieron de aquél la orden de huir a Yugoslavia ya que «estaban en peligro y las acciones contra nuestro partido debían organizarse en territorio yugoslavo». El partido tenía pleno conocimiento de su actividad y de la orden secreta de Tito. Estaba vigilante y detuvo a los traidores en la frontera cuando intentaban huir. Estos fueron juzgados y fusilados. Los agentes yugoslavos que preparaban la contrarrevolución en Albania fueron descubiertos y aniquilados por completo. Es asombroso como el camarada Jruschov llegó a enfrentársenos como defensor de estos traidores y agentes yugoslavos. (...) Mas la actitud injusta, contraria a los principios y nada amistosa del camarada Jruschov para con nuestro partido y su dirección, no se limitó a eso. Panajot Plaku, otro agente yugoslavo, traidor al Partido del Trabajo de Albania y al pueblo albanés, huyó a Yugoslavia y se puso al servicio de los yugoslavos. Era él quien organizaba las emisiones hostiles de la estación de radio llamada «La Albania socialista». Este traidor escribió al renegado Tito y al camarada Jruschov pidiendo a este último que, valiéndose de su autoridad, eliminara a la dirección albanesa, con Enver Hoxha a la cabeza, porque decía que éramos «antimarxistas y stalinistas». El camarada Jruschov, lejos de indignarse con la carta de ese traidor, estimaba que éste podía regresar a Albania, a condición de que no tomáramos medidas contra él, o podía encontrar asilo político en la Unión Soviética. Al saber eso, tuvimos la impresión de que los muros del Kremlin se desplomaban sobre nuestras cabezas, ya que jamás habríamos podido imaginar que el primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética llegara hasta apoyar a los agentes de Tito y a los traidores a nuestro partido, contra nuestro partido y nuestro pueblo». (Enver Hoxha; Discurso pronunciado en nombre del Comité Central del Partido del Trabajo de Albania en la Conferencia de los 81 partidos comunistas y obreros celebrada en Moscú, 16 de noviembre de 1960)
Enver Hoxha le comentaría así estos hechos a Kim Il Sung:
«Le hicimos saber abiertamente a Kim Il Sung que, «aunque no estamos al corriente de las cuestiones que han expuesto estos dos miembros del Buró Político y no nos corresponde entrar en sus asuntos, dado que nos han planteado este problema, podemos decirles que se trata de un hecho grave. También en nuestro país –le dijimos–, después del XXº Congreso del partido soviético, elementos antipartido han intentado organizar un complot contra nuestro partido y su Comité Central. Este complot era obra organizada de los revisionistas de Belgrado, y, apenas nos dimos cuenta, lo hemos desbaratado». Le hablamos más adelante de la Conferencia del Partido de Tirana de abril de 1956, de las presiones que se nos hicieron y de la actitud resuelta y firme de nuestro partido hacia todos los enemigos del exterior y del interior». (Enver Hoxha; Los jruschovistas, 1980)
A continuación Enver Hoxha, relataba sobre sus sospechas sobre el nerviosismo de Kim Il Sung que se confirmaban con una claudicación hacia los miembros del revisionismo soviético en rebeldía bajo presión sino-soviética, y en una aceptación de las tesis jruschovistas del XXº Congreso del PCUS de 1956:
«No me había equivocado en mis sospechas. Algunos días después, en el curso de un encuentro que tuve en China con Ponomariov, miembro de la delegación soviética al VIIIº Congreso del Partido Comunista de China de 1956, entre otros problemas le saqué a colación el referente a los fugitivos coreanos. (...) «Los camaradas coreanos se han equivocado –insistió Ponomariov–. No han tomado medidas ateniéndose a la línea del XXº Congreso del PCUS y de aquí que los dos miembros del Buró Político se les hayan opuesto. También los camaradas chinos se han indignado ante esta situación y le han dicho a Kim II Sung que si no toma medidas para remediar este estado de cosas no les van a entregar los dos camaradas refugiados en China». «¡Extraño! –le dije–». «No hay de qué extrañarse –replicó–, el mismo Kim II Sung está dando marcha atrás. Estos últimos días se ha realizado un pleno del Comité Central del Partido de Corea y los coreanos han aceptado rectificar sus errores». Y en verdad así ocurrió. Los dos fugitivos volvieron a Corea y ocuparon los puestos que anteriormente ocupaban en el Buró Político. Kim Il Sung, habiéndole apretado las clavijas, bajo no sólo la cresta, sino también sentó la cabeza. Era ésta una acción coordinada de los soviéticos y los chinos, en la que el mérito especial le correspondía a Anastás Mikoyán. Este último fue enviado a China en calidad de jefe de la delegación soviética al VIIIº Congreso del Partido Comunista de China y, sin esperar a que éste terminara, el mañoso jruschovista, junto con Ping Te-jua, que Mao Zedong designó en representación de China, salió a toda prisa hacia Corea para templar a lo jruschovista las desafinadas cuerdas de Kim II Sung. Más tarde, los soviéticos, los chinos y otros iban a hacer otros viajes para «atemperar» a Corea». (Enver Hoxha; Los jruschovistas, 1980)
Es decir, mientras los albaneses resistieron las presiones durante años de la nueva dirección soviética revisionista, ganándose el respeto del mundo marxista-leninista con su nueva heroica y estoica gesta, los norcoreanos mostraron por su parte que no estaban a la altura como para llamarse a sí mismos comunistas. A partir de ese instante, la política de Corea del Norte iría subordinada a la política de la Unión Soviética. Y cuando los revisionistas coreanos intentaban salirse de ese marco, utilizaban los chantajes, amenazas y todo tipo de presiones económicas y políticas para meter de nuevo en el redil a Kim Il Sung.
Por otro lado, y para que el lector pueda contrastar una actitud correcta con una oportunista frente al revisionismo soviético, vayamos viendo como los marxista-leninistas albaneses rechazaban todas estas injerencias soviéticas en su política, injerencia, que por supuesto también se intentaron aplicar en Albania de parte de la dirección jruschovista de la Unión Soviética:
«¿Es que se pueden permitir actos de subversión en un partido estimulados por otro con el fin de escindir su unidad, y derrocar a la dirección de dicho partido o la de cualquier otro Estado? ¡De ningún modo! Los dirigentes soviéticos acusaron al camarada Stalin de que «intervenía en los asuntos de los otros partidos e imponía a los demás los puntos de vista del partido bolchevique». Podemos probar que el camarada Stalin no hizo jamás algo semejante con nosotros, pues en todo momento se condujo con el pueblo albanés y el Partido del Trabajo de Albania como un gran marxista, como un internacionalista ejemplar, como camarada, hermano y amigo sincero del pueblo albanés». (Enver Hoxha; Discurso pronunciado en nombre del Comité Central del Partido del Trabajo de Albania en la Conferencia de los 81 partidos comunistas y obreros celebrada en Moscú, 16 de noviembre de 1960)
Enver Hoxha explicaba, como buen comunista, la historia pasada de su partido, los viejos lazos contraídos entre partidos, e incluso la vieja amistad con miembros de aquel partido, nunca deben interferir en el camino de la crítica y autocrítica entre las relaciones bilaterales de dos partidos, mucho menos, cuando uno de los dos partidos ha constatado que el otro partido ha sido usurpado y maniatado por una nueva dirección contrarrevolucionaria, ¡con más razón si cabe, cuando ésta ejerce una presión para que aceptes su misma línea reaccionaria!:
«Nuestro partido ha considerado siempre al partido Comunista de la Unión Soviética como el partido padre porque es el partido más antiguo, el glorioso partido de los bolcheviques; lo ha considerado así teniendo en cuenta su experiencia universal y su gran madurez. Mas, nuestro partido jamás ha consentido y jamás consentirá que un dirigente soviético, quienquiera que sea, le imponga sus propias concepciones si por nuestra parte las juzgamos equivocadas. La dirección soviética consideró esta importante cuestión de principio de manera errónea, idealista y metafísica. Se envanece de los colosales éxitos alcanzados por los pueblos soviéticos y el Partido Comunista de la Unión Soviética, viola los principios marxista-leninistas, se cree infalible, considera infalible e indiscutible toda resolución, acto, palabra y gesto suyos. Los demás pueden equivocarse, los demás son criticables, pero no la dirección soviética. (...) Nuestro único «crimen» es que somos un pequeño partido, el partido de un país pequeño y pobre, que, según las concepciones del camarada Jruschov, debe contentarse con aplaudir, con aprobar, pero sin expresar su opinión. Pero esta concepción no es marxista ni es admisible. Es el marxismo-leninismo el que nos ha dado el derecho a exponer nuestras ideas y nadie nos lo puede quitar, ni con presiones políticas o económicas ni con amenazas o los epítetos que puedan aplicarnos». (...) Creemos que los comunistas deben tener la conciencia tranquila, fortalecer la unidad marxista, pero sin fomentar en sus corazones ni reservas, ni preferencias malsanas, ni rencores. El comunista debe decir abiertamente lo que tiene en su corazón, y las cuestiones deben ser juzgadas correctamente. (...) Deseo subrayar que el Partido del Trabajo de Albania y el pueblo albanés han probado con sus actos cuánto aprecian y respetan a la Unión Soviética y al Partido Comunista de la Unión Soviética, y que cuando el Partido del Trabajo de Albania critica los actos errados de ciertos dirigentes soviéticos, esto no significa que hemos cambiado de punto de vista y de posición. Nosotros, los albaneses, tenemos el coraje marxista de criticar a estos camaradas con rigor marxista, nos dirigimos a ellos en un espíritu de camaradería, les abrimos sinceramente el corazón, les decimos francamente lo que pensamos, porque no hemos sido ni seremos hipócritas. El Partido Comunista de la Unión Soviética nos apreciará no obstante la dureza que mostramos, independientemente de que podamos equivocarnos, y si hay una cosa por la que no nos condenará el Partido Comunista de la Unión Soviética ni los partidos comunistas y obreros del mundo, es por nuestra sinceridad y porque no hablamos a espaldas de nadie, ni somos como los de las cien banderas». (Enver Hoxha; Discurso pronunciado en nombre del Comité Central del Partido del Trabajo de Albania en la Conferencia de los 81 partidos comunistas y obreros celebrada en Moscú, 16 de noviembre de 1960)
¿Qué excusa tenían los revisionistas coreanos para doblegarse ante los revisionistas soviéticos? Ninguna de peso, ni ninguna dificultad de peso mayor que las dificultades de los albaneses. ¿Pero a que se dedicó el Partido del Trabajo de Corea y Kim Il Sung mismo durante los 60? A seguir firmando acuerdos, comunicados conjuntos, a seguir reconociendo al Partido Comunista de la Unión Soviética y su dirección encabezada por Nikita Jruschov, sin discusión alguna, como si nada hubiera pasado después de 1953 en la Unión Soviética, como si ninguna presión externa se hubiera ejercido en la propia Corea del Norte desde la subida al poder de Nikita Jruschov.
En julio de 1961, con la visita de una delegación coreana en Moscú, se firmó un Comunicado Conjunto Soviético-Norcoreano que decía que en cuanto a las conversaciones que allí se habían celebrado se habían mostrado una:
«Completa identidad de puntos de vista entre los dirigentes soviéticos y norcoreanos sobre cuestiones relacionadas con el Movimiento Comunista Internacional». (Keesing’s Contemporary Archives; Comunicado Conjunto Soviético-Norcoreano, julio de 1961)
También el documento nos dejó la siguiente afirmación de decir que el Partido Comunista de la Unión Soviética era:
«La vanguardia universalmente reconocida del Movimiento Comunista mundial». (Keesing’s Contemporary Archives; Comunicado Conjunto Soviético-Norcoreano, julio de 1961)
¿Que «extrañas» declaraciones para los que afirmar que Kim Il Sung y cía. son «grandes antirevisionistas» no creen?
Una muestra de que los revisionistas coreanos eran unos falsos antirevisionistas era su forma de censurar la denuncia al propio revisionismo soviético. En la ocasión de que los marxista-leninistas albaneses pronunciaron su discurso en el IVº Congreso del Partido del Trabajo de Corea de 1961, los revisionistas coreanos censuraron las reflexiones de la delegación albanesa contra el revisionismo soviético:
«Una cálida recepción fue extendida también a nuestra delegación de jóvenes que participaron en el VIº Congreso del Partido del Trabajo de Corea de 1961. Pero los coreanos pidieron que en el discurso de saludo de nuestra delegación se retirara la parte en que se atacaba a los revisionistas soviéticos, y cuando nuestra delegación se negó a retirarlo los coreanos encontraron otros medios para detener estos epítetos y no traducir esa parte a los idiomas extranjeros». (Informe del Ministerio de Asuntos Exteriores sobre la República Popular Democrática de Corea, 1970)
Algo que sucedió también en el Vº Congreso del PTC de 1970:
«Mirando el boletín de la Agencias de Noticias de Corea (adjunto) se ha suprimido nuestro telegrama de felicitación enviado al Vº Congreso del Partido del Trabajo de Corea de 1970 las palabras que aparecen al final del telegrama: «con los revisionistas soviéticos a la cabeza», que seguía inmediatamente a la frase «contra el revisionismo soviético». (Notas sobre el boletín de la Agencias de Noticias de Corea, 15 de marzo de 1971)
Era común ver a las delegaciones norcoreanas en regular movimiento hacia Moscú. Por ejemplo, a la caída de Nikita Jruschov en 1964 del cargo de Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética, y con el consiguiente ascenso de Leonid Brézhnev a tal cargo, los revisionistas coreanos, al igual que sus homólogos los revisionistas chinos y los revisionistas vietnamitas, fueron a Moscú a celebrar el nombramiento del nuevo jefe de los revisionistas soviéticos, creyendo además que cambiaría algo respecto a la línea política socialimperialista de la Unión Soviética de la era Jruschov:
«Por diversas fuentes dignas de crédito, hemos sabido lo que sucedió en Moscú con las delegaciones de China, Corea del Norte y Vietnam, que habían ido a «celebrar» el gran aniversario de la revolución de octubre de 1917 con los «hermanos soviéticos» y para «ayudar a los hermanos soviéticos». Se dice que estas delegaciones fueron humilladas por los revisionistas soviéticos. La delegación de Vietnam fue recibida a duras penas tan sólo por Alekséi Kosygin, advirtiéndola con antelación que no disponía de más de una hora. Kosygin la recibió fríamente y con desprecio, enumeró las ayudas que les habían concedido y luego les criticó porque en sus periódicos publicaban materiales antisoviéticos. Por lo que se refiere a la cuestión de Jruschov, nada más la mencionó, afirmando que se aplicarían con puntos y comas su línea. Se tuvo el mismo comportamiento despreciativo con la delegación coreana, e incluso a ésta se le redujo el tiempo de la entrevista debido a que los vietnamitas habían gastado al señor Kosygin quince minutos más del tiempo que se había dignado en concederles». (Enver Hoxha; Derrota de Chou En-lai en Moscú: Reflexiones sobre China, Tomo I, 21 de noviembre de 1964)
Los marxista-leninistas albaneses estaban completamente seguros que los revisionistas coreanos no emprendían una lucha contra el revisionismo soviético, que aceptaban la cobarde polémica «sin daños» que tanto acostumbran los oportunistas, y que su pretendida línea política «independiente» en torno al revisionismo soviético y otros, en efecto iba en beneficio del revisionismo moderno en sí:
«Se reafirma aún más la opinión que teníamos antes sobre los camaradas coreanos, de que en la lucha contra los revisionistas modernos no sólo no son decididos, sino que el viaje de Alekséi Kosygin debilitó aún más esa lucha. No debemos extrañarnos de que los soviéticos y los coreanos hayan entrado incluso en ciertas componendas para no atizar la polémica entre ellos y que los coreanos hayan aceptado la forma de «polémica» sin daños, que preconizan los revisionistas soviéticos». (Enver Hoxha; Presiones ejercidas sobre China para impedirle reaccionar a las acciones de los jruschovistas: Reflexiones sobre China, Tomo I, 15 de marzo de 1965)
Los despropósitos que acarrearía al Partido del Trabajo de Corea, la no denuncia de la contrarrevolución que sufrió la Unión Soviética con Jruschov y Brézhnev, y los problemas inherentes a la aceptación del revisionismo soviético y sus tesis en su seno, se vería reflejadas muy pronto en su propia línea política sobre temas de suma importancia. El Partido del Trabajo de Corea, estaba de acuerdo junto con los revisionistas chinos y los revisionistas japoneses a combatir al imperialismo mundial en un frente común con los revisionistas soviéticos:
«Tomemos la cuestión de la creación del «frente antiimperialista que englobe también a los revisionistas». La línea de nuestro partido en este problema capital ha sido marxista-leninista, firme, consecuente, mientras que la línea del Partido Comunista de China no lo ha sido. (...) Para nuestro partido «un frente contra el imperialismo incluyendo a los revisionistas modernos» no era viable, mientras que para el Partido Comunista de China sí que lo era. (...) Sin combatir debidamente al revisionismo, no se puede combatir debidamente al imperialismo, esta es la tesis leninista que nos orienta. ¿Pero qué significaba la propuesta de los chinos de «marchemos junto a los revisionistas modernos en un frente contra el imperialismo»? (...) Aceptar que los revisionistas modernos son «marxista-leninistas con algunos errores susceptibles de ser corregidos, pero de todos modos marxistas». Ahora esta tesis es defendida por dirigentes revisionistas del Partido del Trabajo de Corea [referencia clara a Kim Il Sung - Anotación de Bitácora (M-L)] y del Partido Comunista de Japón, los cuales afirmen que: «marchando junto con los revisionistas soviéticos en un frente contra el imperialismo estadounidense estaremos combatiendo al revisionismo moderno». (Enver Hoxha; Desviaciones ideológicas: Reflexiones sobre China, Tomo I, 23 de agosto de 1966)
Como los albaneses veían, la posición de Corea del Norte ante el revisionismo no estaba basada en el marxismo-leninismo y el internacionalismo proletario sino en intereses nacionalista-burgueses:
«La postura de los coreanos hacia los revisionistas nunca estuvo basada sobre la base del internacionalismo proletario, sino solamente en la base del nacionalismo, el oportunismo, el centrismo». (Informe sobre la orientación de la República Popular Democrática de Corea hacia Albania, enero de 1967)
La actitud del falso antirevisionista Kim Il Sung sobre los revisionistas soviéticos y la política exterior de ellos, se podría resumir en esta cita donde afirmaban: (1) que no veían a la Unión Soviética como un país socialimperialista sino «socialista», donde la clase obrera esta en el poder; (2) apoyaba todas las intervenciones que la Unión Soviética tuviera que hacer en pro del «socialismo» en los países de su esfera de influencia tanto la de Checoslovaquia en 1968:
«En la República Popular Democrática de Corea, no llaman a los soviéticos «socialimperialistas». Ellos ven claramente en la Unión Soviética y los países socialistas de Europa, que el poder está en manos de la clase obrera. Al mismo tiempo ellos no entienden porque hay deficientes y situaciones de desorden en esos países. (...) Incluso escribieron sobre esto en los periódicos coreanos con respecto a los acontecimientos en Polonia. En el momento de 1968, ellos apoyaron la intervención armada de los cinco países socialistas en los acontecimientos de Checoslovaquia, pero decían que no sabían muy bien quién era el responsable de la degeneración de la situación». (Memorándum del embajador húngaro Andras Gyenes en la República Popular Democrática de Corea, 22 de marzo de 1971)
O su posición en la sonada intervención en Afganistán en 1979:
«El régimen de Corea del Norte apoyó la intervención soviética en Afganistán a través del reconocimiento del régimen de Babrak Karmal en Afganistán en 1980, después de la invasión soviética». (Yongho Kim; Política exterior de Corea del Norte: El dilema de la seguridad y el problema de la sucesión, 2010)
Y como esas acciones de intervención, todas las injerencias llevadas a través de otras formas por el socialimperialismo soviético en terceros países.
¿Qué diferencia hay entre Fidel Castro, gramófono del socialimperialismo soviético y Kim IL Sung en cuanto a las tropelías y aventuras de los revisionistas soviéticos? Ninguna diferencia que importe en cuanto al carácter prosoviético de ambos. ¿Este supuestamente es según algunos agentes europeos y latinoamericanos de los revisionistas coreanos «uno de los clásicos del marxismo-leninismo y del antirevisionismo»? Corea del Norte no sólo apoyó la política exterior revisionista inicial de la Unión Soviética de los años 50, sino que como vemos, apoyó toda acción emprendida por la Unión Soviética de Leonid Brézhnev de los 60 y 70, incluyendo la invasión de Checoslovaquia de 1968 o la invasión de Afganistán de 1979. ¡Invasiones del socialimperialismo soviético que tenían el objetivo de remplazar a los respectivos líderes de aquellos partidos en el poder que no se subordinaban a las exigencias de los intereses socialimperialistas del revisionismo soviético! ¡Situación de chantajes, intentos de golpe de Estado, asesinatos, presión económica y militar, que el propio Kim Il Sung había sufrido en sus carnes en 1956! Traduciéndolo: mientras los líderes contrarrevolucionarios de Checoslovaquia y Afganistán como Alexander Dubček y Jafizulá Amín al menos fueron «fieles» a sus ideas reaccionarias, a Corea del Norte no le tuvo que invadir el socialimperialismo soviético, ya que Kim Il Sung acabó «aceptando a tiempo» las imposiciones de la dirección revisionista soviética antes de enfadar demasiado a los revisionistas soviéticos. Pese haberlo sufrido ellos mismos y sufrir grandes humillaciones, los revisionistas coreanos no entendían o mejor dicho no querían entender que:
«La vida se ha encargado de probar que las presiones, la corrupción, las intervenciones y otras actividades del mismo estilo, a las que recurren los socialimperialistas soviéticos tienen por objetivo realizar sus fines neocolonialistas, hegemonistas y contrarrevolucionarios, en cualquier parte y en los países de pretendida «orientación socialista». Tratan de pasar por amigos y aliados de los pueblos, pero fraguan continuos complots a espaldas suyas. Cuando estos complots de los socialimperialistas soviéticos son descubiertos y desenmascarados y no se acepta su tutela, como ha ocurrido en algunos países africanos, acusan a estos países de desviarse del camino de la «orientación socialista» y a sus dirigentes de tomar decisiones apresuradas, de carácter subjetivo. Este hecho evidencia que tanto la teoría de la «vía no capitalista de desarrollo» como la de «orientación socialista» han sido inventadas y son propagadas por los revisionistas soviéticos en función de sus fines neocolonialistas y hegemonistas». (Nesti Karaguni; La esencia reaccionaria de la teoría revisionista soviética de la «orientación socialista», 1984)
Por ello, para los revisionistas coreanos, la Unión Soviética revisionista era un país socialista:
«Kim Il Sung: Incluso aunque la Unión Soviética esté cometiendo algunos errores, especialmente en materia internacional, y sus relaciones con los países socialistas, es sin embargo, un país socialista». (Minutos de conversación en el encuentro oficial entre la delegación rumana –liderada por Nicolae Ceaușescu– y la delegación coreana –liderada por Kim Il Sung–, 20 de mayo de 1978)
Esta táctica revisionista es más usada de lo que se cree comúnmente: por un lado se admiten errores sobre una figura, partido o país, por el otro –y la gran mayoría de veces sin concretar cuales fallos son estos– se busca la unidad con la figura, el partido o el país. No hay que dejarnos engañar por estas supuestas diferencias. Es claro que entre los países neocoloniales y la Unión Soviética socialimperialista existían serías contradicciones, pero no dejaban de ser polémicas sobre bases nacionalistas, burguesas, contradicciones entre dirigencias revisionistas, antimarxistas, y anticomunistas. No eran ni mucho menos una lucha progresista ni una dirigencia revolucionaria la de estos liderazgos revisionistas de los países neocoloniales.
También hay que entender una cuestión fundamental, que no se puede obviar en todo tipo de relación entre los países revisionistas-capitalistas y la extinta Unión Soviética. Esta complicidad política era la consecuencia de la sumisión económica que Kim Il Sung, y el resto de revisionistas coreanos, que sometió a Corea del Norte frente a la Unión Soviética socialimperialista:
«Estas tribulaciones políticas evidentemente se sitúan mejor si entendemos la perspectiva de crisis económica de país dependientes en que se había convertido Corea del Norte en los años 60. Los hechos económicos dicen que desde el año 1973 aparece un déficit de la balanza comercial así como una deuda consecuente. En 1976, la deuda exterior norcoreana ya alcanzaba 1,2 mil millones de dólares, de la cual algo menos de la mitad fue contraída con los países del Consejo de Ayuda Mutua Económica. En 1979, la deuda exterior norcoreana se instalaba ya en los 2 mil millones de dólares. En 1981 fue adoptada una «reforma de la planificación» que dejaba a las empresas una gran autonomía de gestión con relación al plan. El 8 de septiembre de 1984 fue votada una ley que autorizaba la creación de sociedades mixtas con participación de capitales extranjeros, y el 26 de noviembre de 1988 fue hasta creado un ministerio encargado de la gestión de las empresas a participación extranjera. ¡En 1987, la deuda exterior norcoreana se instalaba 4 mil millones de dólares! En octubre de 1991 es creada la primera «zona económica especial» en Rajin-Sonbong donde los inversionistas extranjeros gozan de grandes ventajas, tales como la exoneración de impuestos durante 5 años [los elementos cronológicos son extraídos del informe antimarxista de René Lefort: «Informe sobre Corea del Norte»]. La dependencia comercial semicolonial había cambiado a dependencia financiera semicolonial». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo, 2007)
Esto se reflejaba por supuesto, en el comercio, que para el socialimperialismo soviética era uno de los pilares fundamentales para ejercer la explotación sobre los países bajo su esfera de influencia:
«Kim Il Sung: Tenemos más del 70% de nuestro comercio sólo con la Unión Soviética y China y por lo tanto estamos muy limitados». (Minutos de conversación en el encuentro oficial entre la delegación rumana –liderada por Nicolae Ceaușescu– y la delegación coreana –liderada por Kim Il Sung–, 20 de mayo de 1978)
En estas declaraciones vemos el nexo indisoluble que a finales de los 70 existía en Corea del Norte respecto a la Unión Soviética. Las «ayudas» y créditos otorgados por la Unión Soviética a los países de su esfera de influencia, eran el reflejo de los lazos económico-políticos entre esclavo y amo, entre Corea del Norte y la Unión Soviética:
«De hecho, las denominadas «ayudas» y créditos que otorga la Unión Soviética a algunos de estos países ex coloniales son una forma de exportación de capitales, que les asegura grandes ventajas económicas y políticas, además de servir a fines propagandísticos. Mediante estas «ayudas» y créditos, y por otras vías, los neocolonialistas soviéticos se esfuerzan por suplantar en esos países a los monopolios de otros Estados imperialistas, apoderarse de los mercados y ocupar posiciones estratégicas, expoliar las riquezas de estos países e imponerles su política». (Nesti Karaguni; La esencia reaccionaria de la teoría revisionista soviética de la «orientación socialista», 1984)
La Unión Soviética socialimperialista subyugaba a los países encuadrados dentro de sus organismos –de carácter militar como el Pacto de Varsovia y de carácter económico como el Consejo de Ayuda Económica Mutua–:
«La Unión Soviética aplica una política típicamente neocolonialista en los países del Consejo de Ayuda Económica Mutua. Las economías de estos países se han convertido en apéndices de la economía soviética. Para tenerlos subyugados, la Unión Soviética se vale del Tratado de Varsovia, que le permite mantener acantonados en estos países importantes contingentes militares, que en nada difieren de los ejércitos ocupantes. El Tratado de Varsovia es un pacto militar agresivo que está al servicio de la política de las presiones, los chantajes y las intervenciones armadas del socialimperialismo soviético. También las «teorías» revisionista-imperialistas de la «comunidad socialista», la «división socialista del trabajo», la «soberanía limitada», la «integración económica socialista», etc., están al servicio de esta política neocolonialista». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)
Pero esto no significa que las relaciones coreano-soviéticas fueran sencillas, primero porque los revisionistas soviéticos estaban bastante decepcionados con los revisionistas coreanos por sus neo-teorizaciones sobre el «Juche», y segundo por su mejora en las relaciones de relaciones entre China y Corea del Norte:
«Tras seguir una discusión entre Aurelian Lazar y I. N. Dudoladov, El primer secretario soviético nos señaló que la Unión Soviética está descontenta con el estado actual de sus relaciones con la República Popular Democrática de Corea, dado que las relaciones coreano-soviéticas están actualmente en un punto muerto, donde los intercambios de delegaciones se han reducido a su punto más bajo y la falta de iniciativa de la parte norcoreana se ha complementado con una pasividad a las propuestas de la parte soviética». (Dimitru Popa; Telegrama secreto desde Pyongyang: NO.061487, Urgente, 30 de octubre de 1973)
¿Cual eran los males de este punto muerto en las relaciones? Como los propios revisionistas soviéticos reconocían, los puntos que eran obvios:
1) Los revisionistas coreanos no podían como hemos dicho saltarse la ley del jruschovismo de que «cada partido comunista tomara su propio camino para crear un «socialismo específico», lo que traducido según el sentido jruschovista es: traicionar al socialismo como buenamente quisiera cada uno, a condición de que todos y cada uno de ellos declararan que la Unión Soviética seguía siendo un país socialista –y no un país revisionista y capitalista–, que la nueva dirección jruschovista era revolucionaria –y no revisionista y contrarrevolucionaria–, y que las relaciones entre la Unión Soviética y los países de democracia popular estaban basadas en el internacionalismo –y no en la explotación neo-colonial–»:
«Los revisionistas indígenas procuraban sobrepasar el marco autorizado por la «libertad que se habían ganado», se oponían inevitablemente de manera creciente a las ambiciones imperialistas de Moscú. (...) La dirección revisionista soviética, no podía evidentemente aceptar que fuera puesto en cuestión su monopolio ideológico, es decir, que dejara de imperar la ideología monocentrista de los revisionistas soviéticos ni en China ni en las ex democracias populares. En otros términos, los revisionistas soviéticos querían transmitirles a sus homólogos revisionistas chinos y de otras ex democracias populares: «ustedes sois libres de recomendar cualquier especie de «socialismo», ahora que Stalin ha muerto y que los partidarios del culto a la personalidad han sido eliminados, pero lo sois desde el momento en que ustedes sean «razonables» y de que «ustedes» acepten nuestra ayuda». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo, 2007)
Por eso respecto al revisionismo coreano, si bien cumplían ciertos de estos requisitos, a la dirección soviética le empezaba molestar el inicio de opiniones y teorizaciones que a todas luces ponían en tela de juicio el monopolio económico de los socialimperialistas soviéticos en Corea del Norte, como vimos en el caso de la entrevista entre Kim Il Sung y Nicolae Ceaușescu hablando de la economía coreaba, Los revisionistas soviéticos viendo el tema de su monopolio ideológico de modo más profundo, tampoco era aceptable para los revisionistas soviéticos los epítetos de los revisionistas coreanos en torno a la teoría «Juche», que pretendía rivalizar con la versión revisionista soviética del «marxismo-leninismo» que defendía Brézhnev y compañía, como teoría universal en el mundo «comunista» –léase revisionista–;
2) La otra cuestión era la puñalada que para los revisionistas soviéticos era el acercamiento y mejoramiento de las relaciones sino-coreanas a partir de la nueva política exterior china de inicios de los 70 basada en el reconocimiento y sostenimiento de todo movimiento que se declara antisoviético o que tuviera contradicciones con la Unión Soviética y viera que podía explotarlas a su favor. Esto para los socialimperialistas soviéticos, era una úlcera parecida a la que ya sufrieron con el acercamiento sino-rumano de los 60, resumiendo, para ellos el que uno de sus países neocoloniales bajo su esfera de influencia estuviera mejorando las relaciones con el país que más le atacaba –aunque no de forma marxista-leninista sino desde objetivos chovinistas– en la arena internacional, era una decepción y una acción que sin duda iba a tener consecuencias entre la Unión Soviética revisionista y el país que se hubiera acerado a la China revisionista:
«El diplomático soviético mencionó que este estado de las relaciones bilaterales entre la Unión Soviética y la República Popular Democrática de Corea duraría al menos otro año, momento en el que se podría retomar la intensidad que ha caracterizado a las relaciones en pasados años. Él agregó que las relaciones entre la República Popular Democrática de Corea y la República Popular de China seguían el mismo camino endeble que las actuales relaciones entre la República Popular Democrática de Corea y la Unión Soviética, con la excepción de que las actuales buenas relaciones entre la República Popular Democrática de Corea y la República Popular de China corresponden al enfriamiento de relaciones entre la República Popular Democrática de Corea y la Unión Soviética y viceversa». (Dimitru Popa; Telegrama secreto desde Pyongyang: NO.061487, Urgente, 30 de octubre de 1973)
Esto afectaría indudablemente a las relaciones entre Leonid Brézhnev y Kim Il Sung, entre la Unión Soviética y Corea del Norte por un tiempo.
Pese a todo tampoco en los años 80 el revisionismo coreano cesó su clara y apegada posición política y económica respecto del socialimperialismo soviético. Lejos de acortarse, la dependencia se ahondaba más. Esto se reflejaba pues, tanto en las relaciones económicas:
«En los años 1984-1987 las relaciones con los revisionistas soviéticos fueron ampliamente desarrolladas. En diciembre de 1985 y en octubre de 1986, los revisionistas de Corea del Norte efectuaron visitas oficiales a la Unión Soviética donde se reunieron con Mijaíl Gorbachov, quién prometió una duplicación de la ayuda económica en el próximo periodo de 1986 a 1990. En los años 1986-1988, la Unión Soviética socialimperialista representaba más de la mitad del comercio exterior de Corea del Norte». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo, 2007)
Como en las relaciones políticas. Pero aquí coincidiría que en los 80 lejos de las tiranteces de los 70, en las relaciones coreano-soviéticas se iniciara un periodo de mejora de relaciones tras la muerte del revisionista y líder soviético Leonid Brézhnev en 1982, siendo sus sucesores menos exigentes en los puntos sobre todo ideológico de adhesión con el revisionismo coreano, reflejándose esto en más repetidos gestos de Kim Il Sung hacia el revisionismo soviético. Esto diría Kim Il Sung del Secretariado General del Partido Comunista de la Unión Soviética de los años 1984-1985, Konstantín Chernenko:
«El Camarada Konstantín Chernenko, un amigo cercano del pueblo de Corea del Norte, hizo una gran contribución para el mejoramiento de las relaciones de amistad y cooperación entre dos partidos las cuales están basadas en el marxismo-leninismo y los principios del internacionalismo proletario elevándolas a un nuevo estado superior». (Kim Il Sung; Mensaje por la muerte de Konstantín Chernenko, 1985)
Y esto diría Kim Il Sung del Secretariado General del Partido Comunista de la Unión Soviética de los años 1985-1991, Mijaíl Gorbachov:
«Este nuevo cambio que está teniendo lugar en la Unión Soviética es inconcebible sin las enérgicas actividades del Camarada Mijaíl Gorbachov, un leal marxista-leninista». (Kim Il Sung; Discurso en el banquete en Moscú, 24 de octubre de 1986)
Sigamos aportando pruebas de la complicidad del revisionismo coreano con el revisionismo soviético incluso en la era de la «Perestroika»:
«El 16 de abril de 1985 Kim Yong-nam arrivaba en Moscú y posteriormente se llevaron a cabo al día siguiente unas conversaciones con Gromyko. (...) Kim Yong-nam también firmaría un comunicado conjunto sino-coreano con su contraparte soviética, en la cual se enfatizaba la «unidad sino-coreana. (...) Shevardnadze recíprocamente visitaría Pyongyang el 19 de enero de 1986, siendo la primera vez como Primer Ministro de Política Exterior de la Unión Soviética. (...) El completo consenso y satisfactoria unanimidad de puntos de vista entre ellos hizo posible describir sus relaciones como unas relaciones basadas en el «internacionalismo socialista». (Yongho Kim; Política exterior de Corea del Norte: El dilema de la seguridad y el problema de la sucesión, 2010)
Por consiguiente, los revisionistas coreanos siguieron teniendo buena salud en sus relaciones con el revisionismo soviético hasta los últimos días de vida del socialimperialismo soviético, siendo estos últimos instantes quizás los momentos de mayor unión entre ambos, esto se vería en hechos de varias unas formas, uno de ellos como hemos visto en el caso de los comunicados sino-soviéticos de 1985 y 1986, que significaba de cara al exterior, que entre los dos países existía más unión de pensamiento y acción que nunca.
Esto vuelve a demostrar una vez más, que el revisionismo coreano no luchó contra el revisionismo soviético ni en los 60, ni en los 70, ni en los 80, y que por tanto todo mito construido por los «juches» tras el colapso del socialimperialismo soviético en 1991 es una burda mentira propagada a posteriori. Labor que hacen para intentar lavar el pasado y papel de complicidad que jugaron.
¿Y cuáles son las políticas de Corea del Norte respecto a Rusia después de la desintegración de la Unión Soviética? No han cambiado mucho, veamos unos datos de sus relaciones comerciales, de mano de obra, deuda y demás:
«Estas prácticas son antiguas para Corea del Norte, pues ya enviaba trabajadores emigrantes como medio de satisfacer la deuda contraída frente a la Unión Soviética socialimperialista: en respuesta al acuerdo concluido entre Kim Il Sung y Brézhnev en 1966, eran de una media entre 15.000 a 20.000 trabajadores emigrantes quienes trabajaban anualmente en la región de Vladivostok, sobre las obras de construcción y deforestación, es decir trabajadores empleados en los sectores más ávidos de mano de obra barata y donde las condiciones de trabajo eran más penosas. Sin embargo la deuda exterior norcoreana nunca fue reabsorbida: la dawisación de Corea del Norte lo impidió, y en 1991 la deuda exterior contraída frente a la Unión Soviética socialimperialista llegaba a los 8 mil millones de dólares». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo, 2007) (Equipo de Bitácora (M-L); El revisionismo coreano: desde sus raíces maoístas hasta la institucionalización del «pensamiento Juche», 2015)
«Si los elementos proburgueses de las democracias populares tenían interés en apoyarse en la dirección revisionista soviética, los revisionistas soviéticos tenían interés en sostener a los revisionistas indígenas con vistas a transformar a los países de ex democracia popular en neocolonias, y seguirían apoyándolos en la medida en que estos revisionistas no se opusieran a su integración en la esfera de influencia del social imperialismo soviético». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo 2007)
Hubo dos tipo de casos: (1) el de los viejos desviacionistas y revisionistas que irían tomando el poder aupados en gran parte por la injerencia de los revisionistas soviéticos, como Władysław Gomułka en Polonia o Imre Nagy en Hungría; y, (2) otros que se destaparían de forma abierta como revisionistas –y que en muchas ocasiones ya habían sido reprendidos precisamente por sus desviaciones por los marxista-leninistas– como Mao Zedong en China o Gheorghiu-Dej en Rumanía, quienes rápidamente aceptaron el nuevo curso de los revisionistas soviéticos creyendo que era la forma más fácil de implementar sus ideas revisionistas que antes no podían ser expuestas del todo bajo la lente del movimiento y campo marxista-leninista previo a 1953.
En el caso del revisionismo coreano de Kim Il Sung, ya que advertimos que sus raíces teóricas corresponden al revisionismo chino, tendría que meterse en el grupo de revisionistas de los de segundo tipo, esos que presentaron serias desviaciones ya en vida de Iósif Stalin, y que posteriormente se destaparían como revisionistas por completos, apologistas de la «vía específica» al «socialismo» –métodos heterodoxos y «heréticos» de ir del capitalismo al comunismo– y adalides de aplicar las «condiciones «específicas» del país –condiciones específicas que por supuesto inventabas o exageraban para consumar sus teorías oportunistas– y finalmente como teóricos de un «pensamiento superior» al marxismo-leninismo –y claro que ni era superior al marxismo-leninismo, ni siquiera mejor enmascarados que otros revisionismos–. Eran miembros oportunistas que pudieron tapar su oportunismo con el desarrollo de los acontecimientos o con las tareas propias del partido y la etapa. ¿A qué nos referimos? A que tanto los viejos desviacionistas y revisionistas condenados rápidamente, como los revisionistas emboscados que finalmente tardarían más tiempo en sacar a la luz su verdadero pelaje, tarde o temprano, acababan revelando su naturaleza reaccionaria por el discurrir de la dialéctica y las tareas del partido comunista en su lucha por construir el socialismo y el comunismo. Pero hay que comprender que era mucho más fácil para estos últimos permanecer ocultos en los partidos comunistas en periodos en que el partido mantiene tareas más generalizadas y simples, donde incluso su discurso es más amoldable y aceptable, sin que levante sospechas:
«¿Por qué se descubren las debilidades teóricas de Władysław Gomułka y otros revisionistas en la etapa concreta de paso a la etapa socialista, a la etapa de la construcción económica del socialismo y la eliminación por tanto de las clases explotadoras como tales? Por la sencilla razón de que a los oportunistas y vacilantes les es mucho más fácil camuflar su pelaje revisionista, o su debilidad teórica, en periodos «defensivos» como puede ser la lucha antiimperialista o la lucha antifascista, es decir, cuando las tareas del partido comunista son más generales y generalmente «más sencillas», en las que además se necesita de la alianza con amplias capas de la población y sus organizaciones; ese camuflaje les resulta imposible cuando el partido está a la «ofensiva» como puede ser en la toma de poder y sobre todo en la construcción económica del socialismo, cuando las tareas se tornan más complejas y es necesario tener los conocimientos teóricos concretos que rigen la praxis, cuando ciertas capas de la población y sus organizaciones antes aliadas ahora vacilan o se niegan a avanzar. Por ello, muchos de los revisionistas históricos han podido pasar desapercibidos durante ciertas etapas «defensivas», destapándose poco después en las ofensivas». (Equipo de Bitácora (M-L); El revisionismo del «socialismo del siglo XXI», 2013)
Si bien en periodos «defensivos» a los revisionistas les es más fácil camuflarse, no significa que estos oportunistas intenten amoldar sus propias teorías e imponerlas al partido en estos periodos, de hecho si miramos el caso del revisionismo polaco su líder Władysław Gomułka fue finalmente descubierto en la etapa ofensiva de construcción económica del socialismo, pero ya en el periodo defensivo de lucha antifascista y antifeudal, el Partido Obrero Polaco ya detectó y corrigió sus intentos de llevar al partido por el camino del oportunismo negando el rol de la clase obrera y su partido en el frente antifascista. Pero es obviamente en periodos «ofensivos» donde estos elementos se destapan más fácilmente, de ahí la negativa de Gomułka a seguir al partido en el inicio de la colectivización del campo o la negativa a comprender la necesidad del establecimiento y fortalecimiento de la dictadura del proletariado.
Es por eso que los marxista-leninistas somos partidarios de ser firmes como el acero y criticar las actitudes insanas y antimarxistas en nuestros miembros en cualquier periodo, pues de otro modo, pasará como ha ocurrido históricamente, dará lugar a que los oportunistas aniden y se desarrollen en el partido. Se deben condenar tanto las desviaciones sobre la etapa presente –por ejemplo el papel del partido comunista en el frente antifascista durante la lucha antifascista, o el papel del partido comunista en la construcción económica del socialismo en la revolución socialista– sin que esto no signifique que dejemos de criticar desviaciones de la siguiente etapa si ya notamos entre nuestros miembros tales deficiencias –por ejemplo si en la etapa antiimperialista y antifascista se habla de la «no necesidad de la dictadura del proletariado», o de la «integración de la burguesía nacional» para la próxima etapa de revolución socialista–.
Otro factor, para la proliferación de oportunistas en el partido sin que los miembros revolucionarios noten su presencia, son las propias condiciones internacionales, que conduzcan al partido a una etapa «defensiva», como podría ser la Guerra de Corea de 1950-1953, y donde como hemos dicho las tareas impliquen un programa más amplio y tareas más generalizadas. También la lucha de clases a nivel internacional, puede estimular a los oportunistas a resguardar exponer y querer implantar sus tesis en el partido, como pudieron ser periodos como el de la crítica al revisionismo yugoslavo en verano de 1948.
¿Cómo afrontarían los revisionistas coreanos el XXº Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética de 1956 y la descara injerencia y exigencias del revisionismo soviético y del revisionismo chino en los asuntos del Partido del Trabajo de Corea? Veamos que decía Enver Hoxha de sus memorias sobre Corea del Norte durante 1956:
«La avispa revisionista había comenzado a clavar también allí su aguijón envenenado. Kim II Sung, en las conversaciones oficiales que desarrollamos, nos habló de un acontecimiento que les había ocurrido en el pleno del Comité Central de su partido reunido después del XXº Congreso del PCUS de 1956. «Después del informe que presente –nos dijo Kim Il Sung–, dos miembros de nuestro Buró Político y algunos miembros del Comité tomaron la palabra para decir que las enseñanzas del XXº Congreso del PCUS de 1956 y la cuestión del culto a la personalidad entre nosotros, en Corea, no habían sido valoradas debidamente, que no se llevaba a cabo una lucha consecuente contra el culto a la personalidad, etc. Nosotros –dijeron ante el pleno– no hemos alcanzado resultados políticos y económicos según la plataforma del XXº Congreso del PCUS de 1956 y en torno a nuestro Comité Central se ha juntado gente incapaz. En una palabra –continuó Kim II Sung– estaban atacando la línea de nuestra dirección, su unidad. Todo el Comité Central –concluyó– se levantó contra ellos». «Y ¿qué actitud han adoptado a este respecto? –le pregunté–». «El pleno les criticó y eso es todo –me respondió Kim II Sung, y añadió: inmediatamente después de esto los dos huyeron a China». «¡¿A China?! –dije– ¿Y qué hacen allá?». «Nuestro Comité Central –me respondió Kim II Sung–, los ha calificada de elementos antipartido y hemos escrito a la dirección China pidiendo su extradición a toda costa. Aparte de otros errores, han cometido el grave acto de su huida. Pero los camaradas chinos no nos lo han entregado. Así hoy todavía están allí». (Enver Hoxha; Los jruschovistas, 1980)
Lo que quiere decir que, Kim Il Sung no se adhirió oficialmente a la nueva línea soviética de Nikita Jruschov en un principio ya que la cuestión del culto de la personalidad afectaba directamente a su ejercicio del poder. Más bien los elementos revisionistas dentro del Partido del Trabajo de Corea aprovecharon los análisis distorsionados en la Unión Soviética sobre el culto a la personalidad para poner más énfasis si cabe en los evidentes errores sobre la cuestión del culto a la personalidad en Corea del Norte, intentando sustituir a quién hiciera falta que no aceptara tal curso. Esta acusación de los elementos coreanos jruschovistas de culto a la personalidad como hemos visto durante el transcurso del presente documento no era una invención, quizás petición de que se acabara con la práctica fuera abanderada por elementos que buscaban más un pretexto para eliminar a sus oponentes que una crítica para salvaguardar los principios –como hizo Jruschov con la crítica a este fenómeno–, pero lo cierto es que ya por entonces el culto a la personalidad había acarreado problemas realmente importantes al PTC, unas graves desviaciones y desviaciones que ciertamente eran muy visibles en 1956:
«El 7 de septiembre de 1956 llegamos a Pyongyang. Fuimos bien recibidos por una gran multitud, al son de gongs, con flores y retratos de Kim II Sung a cada paso. Hacía falta mirar buen rato para poder encontrar en algún rincón perdido algún retrato de Lenin». (Enver Hoxha; Los jruschovistas, 1980)
Seguramente la intención de estos elementos no era corregir las posibles desviaciones en este punto, sino hacer que la cuestión del culto de la personalidad fuera una excusa para poder así introducir los otros puntos del XXº Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética de 1956 como la coexistencia pacífica con los países capitalistas –a la manera jruschovista–, la integración del capitalismo de forma paulatina y pacífica en el socialismo, la promoción de la vía parlamentaria y pacífica al socialismo –tomando las insurrecciones proletarias anteriores como «casualidades» o «válidas tan solo en aquella época o para aquellos países»–, el estrechamiento de la colaboración con los socialdemócratas –incluyendo a los más reconocidos derechistas y chovinistas, en un frente sin ninguna exigencia revolucionaria, e incluso a veces contrarrevolucionaria–. En resumen se utilizaba la misma táctica que los elementos projruschovistas de toda Europa del Este, primero introducción de una revisión sobre la cuestión del culto a la personalidad –que podía ser cierto o no, se podía exagerar en caso de cierto o no– y después venía de la mano la oficialización de las nuevas tesis de Nikita Jruschov, acusando a quién no aceptara el «paquete regalo» de albergar defectos del culto a la personalidad y de no querer corregir la extensión de estos defectos en otros campos. Pero Kim Il Sung seguramente viendo el destino de quién se oponía frontalmente a los jruschovistas, decidió como vimos aceptar finalmente la línea de corregir los defectos del culto de la personalidad con la salvedad de echándole la responsabilidades de esta práctica a los propios cuadros jruschovistas en el IIIº Congreso del PTC de 1956.
En el caso de Corea del Norte, según su dirigencia comandada por Kim Il Sung y sus intereses concretos, la mayoría de tesis del XXº Congreso del PCUS de 1956 podían ser aceptadas sin queja alguna, ya que de hecho habían sido teorizadas o directamente bajo una teorización diferente se estaban aplicando igualmente por parte de la dirección y de Kim Il Sung, pero puntos y tesis como la coexistencia pacífica al estilo jruschovista con el imperialismo y especialmente con los Estados Unidos, eran cuestiones que por lo menos por aquel entonces no sólo podían perjudicaban los intereses norcoreanos, si ponían en un buen aprieto a la política de los últimos años del partido y al propio Kim Il Sung, ya que aceptar tal tesis significaba tener que cambiar de arriba abajo toda la propaganda y más importante: echar abajo toda la base del apoyo internacional a Corea y su lucha contra el imperialismo estadounidense, apoyo casi sin discusión en todo el mundo que se daba a este país, y única fuente real de apoyo a dicho gobierno en cuestiones internacionales.
Volviendo a la entrevista entre Enver Hoxha y Kim Il Sung de 1956, el albanés le mostró su apoyo contra los elementos favorables a los revisionistas soviéticos, y le advirtió que ese mismo problema habían tenido en su partido cuando los elementos projruschovistas se organizaron para dar un golpe y cambiar la línea del partido en conexión con otros revisionismos, como el yugoslavo, que los apoyaban:
«Los agentes yugoslavos juzgaron propicia la ocasión para derrocar a la dirección albanesa «obstinada y stalinista» y organizaron el complot que se descubrió y se aplastó en la Conferencia del Partido de la ciudad de Tirana, en abril de 1956. Los participantes en el complot recibieron el severo castigo que merecían. Otros peligrosos agentes de Tito en Albania, Dali Ndreu y Liri Gega, recibieron de aquél la orden de huir a Yugoslavia ya que «estaban en peligro y las acciones contra nuestro partido debían organizarse en territorio yugoslavo». El partido tenía pleno conocimiento de su actividad y de la orden secreta de Tito. Estaba vigilante y detuvo a los traidores en la frontera cuando intentaban huir. Estos fueron juzgados y fusilados. Los agentes yugoslavos que preparaban la contrarrevolución en Albania fueron descubiertos y aniquilados por completo. Es asombroso como el camarada Jruschov llegó a enfrentársenos como defensor de estos traidores y agentes yugoslavos. (...) Mas la actitud injusta, contraria a los principios y nada amistosa del camarada Jruschov para con nuestro partido y su dirección, no se limitó a eso. Panajot Plaku, otro agente yugoslavo, traidor al Partido del Trabajo de Albania y al pueblo albanés, huyó a Yugoslavia y se puso al servicio de los yugoslavos. Era él quien organizaba las emisiones hostiles de la estación de radio llamada «La Albania socialista». Este traidor escribió al renegado Tito y al camarada Jruschov pidiendo a este último que, valiéndose de su autoridad, eliminara a la dirección albanesa, con Enver Hoxha a la cabeza, porque decía que éramos «antimarxistas y stalinistas». El camarada Jruschov, lejos de indignarse con la carta de ese traidor, estimaba que éste podía regresar a Albania, a condición de que no tomáramos medidas contra él, o podía encontrar asilo político en la Unión Soviética. Al saber eso, tuvimos la impresión de que los muros del Kremlin se desplomaban sobre nuestras cabezas, ya que jamás habríamos podido imaginar que el primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética llegara hasta apoyar a los agentes de Tito y a los traidores a nuestro partido, contra nuestro partido y nuestro pueblo». (Enver Hoxha; Discurso pronunciado en nombre del Comité Central del Partido del Trabajo de Albania en la Conferencia de los 81 partidos comunistas y obreros celebrada en Moscú, 16 de noviembre de 1960)
Enver Hoxha le comentaría así estos hechos a Kim Il Sung:
«Le hicimos saber abiertamente a Kim Il Sung que, «aunque no estamos al corriente de las cuestiones que han expuesto estos dos miembros del Buró Político y no nos corresponde entrar en sus asuntos, dado que nos han planteado este problema, podemos decirles que se trata de un hecho grave. También en nuestro país –le dijimos–, después del XXº Congreso del partido soviético, elementos antipartido han intentado organizar un complot contra nuestro partido y su Comité Central. Este complot era obra organizada de los revisionistas de Belgrado, y, apenas nos dimos cuenta, lo hemos desbaratado». Le hablamos más adelante de la Conferencia del Partido de Tirana de abril de 1956, de las presiones que se nos hicieron y de la actitud resuelta y firme de nuestro partido hacia todos los enemigos del exterior y del interior». (Enver Hoxha; Los jruschovistas, 1980)
A continuación Enver Hoxha, relataba sobre sus sospechas sobre el nerviosismo de Kim Il Sung que se confirmaban con una claudicación hacia los miembros del revisionismo soviético en rebeldía bajo presión sino-soviética, y en una aceptación de las tesis jruschovistas del XXº Congreso del PCUS de 1956:
«No me había equivocado en mis sospechas. Algunos días después, en el curso de un encuentro que tuve en China con Ponomariov, miembro de la delegación soviética al VIIIº Congreso del Partido Comunista de China de 1956, entre otros problemas le saqué a colación el referente a los fugitivos coreanos. (...) «Los camaradas coreanos se han equivocado –insistió Ponomariov–. No han tomado medidas ateniéndose a la línea del XXº Congreso del PCUS y de aquí que los dos miembros del Buró Político se les hayan opuesto. También los camaradas chinos se han indignado ante esta situación y le han dicho a Kim II Sung que si no toma medidas para remediar este estado de cosas no les van a entregar los dos camaradas refugiados en China». «¡Extraño! –le dije–». «No hay de qué extrañarse –replicó–, el mismo Kim II Sung está dando marcha atrás. Estos últimos días se ha realizado un pleno del Comité Central del Partido de Corea y los coreanos han aceptado rectificar sus errores». Y en verdad así ocurrió. Los dos fugitivos volvieron a Corea y ocuparon los puestos que anteriormente ocupaban en el Buró Político. Kim Il Sung, habiéndole apretado las clavijas, bajo no sólo la cresta, sino también sentó la cabeza. Era ésta una acción coordinada de los soviéticos y los chinos, en la que el mérito especial le correspondía a Anastás Mikoyán. Este último fue enviado a China en calidad de jefe de la delegación soviética al VIIIº Congreso del Partido Comunista de China y, sin esperar a que éste terminara, el mañoso jruschovista, junto con Ping Te-jua, que Mao Zedong designó en representación de China, salió a toda prisa hacia Corea para templar a lo jruschovista las desafinadas cuerdas de Kim II Sung. Más tarde, los soviéticos, los chinos y otros iban a hacer otros viajes para «atemperar» a Corea». (Enver Hoxha; Los jruschovistas, 1980)
Es decir, mientras los albaneses resistieron las presiones durante años de la nueva dirección soviética revisionista, ganándose el respeto del mundo marxista-leninista con su nueva heroica y estoica gesta, los norcoreanos mostraron por su parte que no estaban a la altura como para llamarse a sí mismos comunistas. A partir de ese instante, la política de Corea del Norte iría subordinada a la política de la Unión Soviética. Y cuando los revisionistas coreanos intentaban salirse de ese marco, utilizaban los chantajes, amenazas y todo tipo de presiones económicas y políticas para meter de nuevo en el redil a Kim Il Sung.
Por otro lado, y para que el lector pueda contrastar una actitud correcta con una oportunista frente al revisionismo soviético, vayamos viendo como los marxista-leninistas albaneses rechazaban todas estas injerencias soviéticas en su política, injerencia, que por supuesto también se intentaron aplicar en Albania de parte de la dirección jruschovista de la Unión Soviética:
«¿Es que se pueden permitir actos de subversión en un partido estimulados por otro con el fin de escindir su unidad, y derrocar a la dirección de dicho partido o la de cualquier otro Estado? ¡De ningún modo! Los dirigentes soviéticos acusaron al camarada Stalin de que «intervenía en los asuntos de los otros partidos e imponía a los demás los puntos de vista del partido bolchevique». Podemos probar que el camarada Stalin no hizo jamás algo semejante con nosotros, pues en todo momento se condujo con el pueblo albanés y el Partido del Trabajo de Albania como un gran marxista, como un internacionalista ejemplar, como camarada, hermano y amigo sincero del pueblo albanés». (Enver Hoxha; Discurso pronunciado en nombre del Comité Central del Partido del Trabajo de Albania en la Conferencia de los 81 partidos comunistas y obreros celebrada en Moscú, 16 de noviembre de 1960)
Enver Hoxha explicaba, como buen comunista, la historia pasada de su partido, los viejos lazos contraídos entre partidos, e incluso la vieja amistad con miembros de aquel partido, nunca deben interferir en el camino de la crítica y autocrítica entre las relaciones bilaterales de dos partidos, mucho menos, cuando uno de los dos partidos ha constatado que el otro partido ha sido usurpado y maniatado por una nueva dirección contrarrevolucionaria, ¡con más razón si cabe, cuando ésta ejerce una presión para que aceptes su misma línea reaccionaria!:
«Nuestro partido ha considerado siempre al partido Comunista de la Unión Soviética como el partido padre porque es el partido más antiguo, el glorioso partido de los bolcheviques; lo ha considerado así teniendo en cuenta su experiencia universal y su gran madurez. Mas, nuestro partido jamás ha consentido y jamás consentirá que un dirigente soviético, quienquiera que sea, le imponga sus propias concepciones si por nuestra parte las juzgamos equivocadas. La dirección soviética consideró esta importante cuestión de principio de manera errónea, idealista y metafísica. Se envanece de los colosales éxitos alcanzados por los pueblos soviéticos y el Partido Comunista de la Unión Soviética, viola los principios marxista-leninistas, se cree infalible, considera infalible e indiscutible toda resolución, acto, palabra y gesto suyos. Los demás pueden equivocarse, los demás son criticables, pero no la dirección soviética. (...) Nuestro único «crimen» es que somos un pequeño partido, el partido de un país pequeño y pobre, que, según las concepciones del camarada Jruschov, debe contentarse con aplaudir, con aprobar, pero sin expresar su opinión. Pero esta concepción no es marxista ni es admisible. Es el marxismo-leninismo el que nos ha dado el derecho a exponer nuestras ideas y nadie nos lo puede quitar, ni con presiones políticas o económicas ni con amenazas o los epítetos que puedan aplicarnos». (...) Creemos que los comunistas deben tener la conciencia tranquila, fortalecer la unidad marxista, pero sin fomentar en sus corazones ni reservas, ni preferencias malsanas, ni rencores. El comunista debe decir abiertamente lo que tiene en su corazón, y las cuestiones deben ser juzgadas correctamente. (...) Deseo subrayar que el Partido del Trabajo de Albania y el pueblo albanés han probado con sus actos cuánto aprecian y respetan a la Unión Soviética y al Partido Comunista de la Unión Soviética, y que cuando el Partido del Trabajo de Albania critica los actos errados de ciertos dirigentes soviéticos, esto no significa que hemos cambiado de punto de vista y de posición. Nosotros, los albaneses, tenemos el coraje marxista de criticar a estos camaradas con rigor marxista, nos dirigimos a ellos en un espíritu de camaradería, les abrimos sinceramente el corazón, les decimos francamente lo que pensamos, porque no hemos sido ni seremos hipócritas. El Partido Comunista de la Unión Soviética nos apreciará no obstante la dureza que mostramos, independientemente de que podamos equivocarnos, y si hay una cosa por la que no nos condenará el Partido Comunista de la Unión Soviética ni los partidos comunistas y obreros del mundo, es por nuestra sinceridad y porque no hablamos a espaldas de nadie, ni somos como los de las cien banderas». (Enver Hoxha; Discurso pronunciado en nombre del Comité Central del Partido del Trabajo de Albania en la Conferencia de los 81 partidos comunistas y obreros celebrada en Moscú, 16 de noviembre de 1960)
¿Qué excusa tenían los revisionistas coreanos para doblegarse ante los revisionistas soviéticos? Ninguna de peso, ni ninguna dificultad de peso mayor que las dificultades de los albaneses. ¿Pero a que se dedicó el Partido del Trabajo de Corea y Kim Il Sung mismo durante los 60? A seguir firmando acuerdos, comunicados conjuntos, a seguir reconociendo al Partido Comunista de la Unión Soviética y su dirección encabezada por Nikita Jruschov, sin discusión alguna, como si nada hubiera pasado después de 1953 en la Unión Soviética, como si ninguna presión externa se hubiera ejercido en la propia Corea del Norte desde la subida al poder de Nikita Jruschov.
En julio de 1961, con la visita de una delegación coreana en Moscú, se firmó un Comunicado Conjunto Soviético-Norcoreano que decía que en cuanto a las conversaciones que allí se habían celebrado se habían mostrado una:
«Completa identidad de puntos de vista entre los dirigentes soviéticos y norcoreanos sobre cuestiones relacionadas con el Movimiento Comunista Internacional». (Keesing’s Contemporary Archives; Comunicado Conjunto Soviético-Norcoreano, julio de 1961)
También el documento nos dejó la siguiente afirmación de decir que el Partido Comunista de la Unión Soviética era:
«La vanguardia universalmente reconocida del Movimiento Comunista mundial». (Keesing’s Contemporary Archives; Comunicado Conjunto Soviético-Norcoreano, julio de 1961)
¿Que «extrañas» declaraciones para los que afirmar que Kim Il Sung y cía. son «grandes antirevisionistas» no creen?
Una muestra de que los revisionistas coreanos eran unos falsos antirevisionistas era su forma de censurar la denuncia al propio revisionismo soviético. En la ocasión de que los marxista-leninistas albaneses pronunciaron su discurso en el IVº Congreso del Partido del Trabajo de Corea de 1961, los revisionistas coreanos censuraron las reflexiones de la delegación albanesa contra el revisionismo soviético:
«Una cálida recepción fue extendida también a nuestra delegación de jóvenes que participaron en el VIº Congreso del Partido del Trabajo de Corea de 1961. Pero los coreanos pidieron que en el discurso de saludo de nuestra delegación se retirara la parte en que se atacaba a los revisionistas soviéticos, y cuando nuestra delegación se negó a retirarlo los coreanos encontraron otros medios para detener estos epítetos y no traducir esa parte a los idiomas extranjeros». (Informe del Ministerio de Asuntos Exteriores sobre la República Popular Democrática de Corea, 1970)
Algo que sucedió también en el Vº Congreso del PTC de 1970:
«Mirando el boletín de la Agencias de Noticias de Corea (adjunto) se ha suprimido nuestro telegrama de felicitación enviado al Vº Congreso del Partido del Trabajo de Corea de 1970 las palabras que aparecen al final del telegrama: «con los revisionistas soviéticos a la cabeza», que seguía inmediatamente a la frase «contra el revisionismo soviético». (Notas sobre el boletín de la Agencias de Noticias de Corea, 15 de marzo de 1971)
Era común ver a las delegaciones norcoreanas en regular movimiento hacia Moscú. Por ejemplo, a la caída de Nikita Jruschov en 1964 del cargo de Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética, y con el consiguiente ascenso de Leonid Brézhnev a tal cargo, los revisionistas coreanos, al igual que sus homólogos los revisionistas chinos y los revisionistas vietnamitas, fueron a Moscú a celebrar el nombramiento del nuevo jefe de los revisionistas soviéticos, creyendo además que cambiaría algo respecto a la línea política socialimperialista de la Unión Soviética de la era Jruschov:
«Por diversas fuentes dignas de crédito, hemos sabido lo que sucedió en Moscú con las delegaciones de China, Corea del Norte y Vietnam, que habían ido a «celebrar» el gran aniversario de la revolución de octubre de 1917 con los «hermanos soviéticos» y para «ayudar a los hermanos soviéticos». Se dice que estas delegaciones fueron humilladas por los revisionistas soviéticos. La delegación de Vietnam fue recibida a duras penas tan sólo por Alekséi Kosygin, advirtiéndola con antelación que no disponía de más de una hora. Kosygin la recibió fríamente y con desprecio, enumeró las ayudas que les habían concedido y luego les criticó porque en sus periódicos publicaban materiales antisoviéticos. Por lo que se refiere a la cuestión de Jruschov, nada más la mencionó, afirmando que se aplicarían con puntos y comas su línea. Se tuvo el mismo comportamiento despreciativo con la delegación coreana, e incluso a ésta se le redujo el tiempo de la entrevista debido a que los vietnamitas habían gastado al señor Kosygin quince minutos más del tiempo que se había dignado en concederles». (Enver Hoxha; Derrota de Chou En-lai en Moscú: Reflexiones sobre China, Tomo I, 21 de noviembre de 1964)
Los marxista-leninistas albaneses estaban completamente seguros que los revisionistas coreanos no emprendían una lucha contra el revisionismo soviético, que aceptaban la cobarde polémica «sin daños» que tanto acostumbran los oportunistas, y que su pretendida línea política «independiente» en torno al revisionismo soviético y otros, en efecto iba en beneficio del revisionismo moderno en sí:
«Se reafirma aún más la opinión que teníamos antes sobre los camaradas coreanos, de que en la lucha contra los revisionistas modernos no sólo no son decididos, sino que el viaje de Alekséi Kosygin debilitó aún más esa lucha. No debemos extrañarnos de que los soviéticos y los coreanos hayan entrado incluso en ciertas componendas para no atizar la polémica entre ellos y que los coreanos hayan aceptado la forma de «polémica» sin daños, que preconizan los revisionistas soviéticos». (Enver Hoxha; Presiones ejercidas sobre China para impedirle reaccionar a las acciones de los jruschovistas: Reflexiones sobre China, Tomo I, 15 de marzo de 1965)
Los despropósitos que acarrearía al Partido del Trabajo de Corea, la no denuncia de la contrarrevolución que sufrió la Unión Soviética con Jruschov y Brézhnev, y los problemas inherentes a la aceptación del revisionismo soviético y sus tesis en su seno, se vería reflejadas muy pronto en su propia línea política sobre temas de suma importancia. El Partido del Trabajo de Corea, estaba de acuerdo junto con los revisionistas chinos y los revisionistas japoneses a combatir al imperialismo mundial en un frente común con los revisionistas soviéticos:
«Tomemos la cuestión de la creación del «frente antiimperialista que englobe también a los revisionistas». La línea de nuestro partido en este problema capital ha sido marxista-leninista, firme, consecuente, mientras que la línea del Partido Comunista de China no lo ha sido. (...) Para nuestro partido «un frente contra el imperialismo incluyendo a los revisionistas modernos» no era viable, mientras que para el Partido Comunista de China sí que lo era. (...) Sin combatir debidamente al revisionismo, no se puede combatir debidamente al imperialismo, esta es la tesis leninista que nos orienta. ¿Pero qué significaba la propuesta de los chinos de «marchemos junto a los revisionistas modernos en un frente contra el imperialismo»? (...) Aceptar que los revisionistas modernos son «marxista-leninistas con algunos errores susceptibles de ser corregidos, pero de todos modos marxistas». Ahora esta tesis es defendida por dirigentes revisionistas del Partido del Trabajo de Corea [referencia clara a Kim Il Sung - Anotación de Bitácora (M-L)] y del Partido Comunista de Japón, los cuales afirmen que: «marchando junto con los revisionistas soviéticos en un frente contra el imperialismo estadounidense estaremos combatiendo al revisionismo moderno». (Enver Hoxha; Desviaciones ideológicas: Reflexiones sobre China, Tomo I, 23 de agosto de 1966)
Como los albaneses veían, la posición de Corea del Norte ante el revisionismo no estaba basada en el marxismo-leninismo y el internacionalismo proletario sino en intereses nacionalista-burgueses:
«La postura de los coreanos hacia los revisionistas nunca estuvo basada sobre la base del internacionalismo proletario, sino solamente en la base del nacionalismo, el oportunismo, el centrismo». (Informe sobre la orientación de la República Popular Democrática de Corea hacia Albania, enero de 1967)
La actitud del falso antirevisionista Kim Il Sung sobre los revisionistas soviéticos y la política exterior de ellos, se podría resumir en esta cita donde afirmaban: (1) que no veían a la Unión Soviética como un país socialimperialista sino «socialista», donde la clase obrera esta en el poder; (2) apoyaba todas las intervenciones que la Unión Soviética tuviera que hacer en pro del «socialismo» en los países de su esfera de influencia tanto la de Checoslovaquia en 1968:
«En la República Popular Democrática de Corea, no llaman a los soviéticos «socialimperialistas». Ellos ven claramente en la Unión Soviética y los países socialistas de Europa, que el poder está en manos de la clase obrera. Al mismo tiempo ellos no entienden porque hay deficientes y situaciones de desorden en esos países. (...) Incluso escribieron sobre esto en los periódicos coreanos con respecto a los acontecimientos en Polonia. En el momento de 1968, ellos apoyaron la intervención armada de los cinco países socialistas en los acontecimientos de Checoslovaquia, pero decían que no sabían muy bien quién era el responsable de la degeneración de la situación». (Memorándum del embajador húngaro Andras Gyenes en la República Popular Democrática de Corea, 22 de marzo de 1971)
O su posición en la sonada intervención en Afganistán en 1979:
«El régimen de Corea del Norte apoyó la intervención soviética en Afganistán a través del reconocimiento del régimen de Babrak Karmal en Afganistán en 1980, después de la invasión soviética». (Yongho Kim; Política exterior de Corea del Norte: El dilema de la seguridad y el problema de la sucesión, 2010)
Y como esas acciones de intervención, todas las injerencias llevadas a través de otras formas por el socialimperialismo soviético en terceros países.
¿Qué diferencia hay entre Fidel Castro, gramófono del socialimperialismo soviético y Kim IL Sung en cuanto a las tropelías y aventuras de los revisionistas soviéticos? Ninguna diferencia que importe en cuanto al carácter prosoviético de ambos. ¿Este supuestamente es según algunos agentes europeos y latinoamericanos de los revisionistas coreanos «uno de los clásicos del marxismo-leninismo y del antirevisionismo»? Corea del Norte no sólo apoyó la política exterior revisionista inicial de la Unión Soviética de los años 50, sino que como vemos, apoyó toda acción emprendida por la Unión Soviética de Leonid Brézhnev de los 60 y 70, incluyendo la invasión de Checoslovaquia de 1968 o la invasión de Afganistán de 1979. ¡Invasiones del socialimperialismo soviético que tenían el objetivo de remplazar a los respectivos líderes de aquellos partidos en el poder que no se subordinaban a las exigencias de los intereses socialimperialistas del revisionismo soviético! ¡Situación de chantajes, intentos de golpe de Estado, asesinatos, presión económica y militar, que el propio Kim Il Sung había sufrido en sus carnes en 1956! Traduciéndolo: mientras los líderes contrarrevolucionarios de Checoslovaquia y Afganistán como Alexander Dubček y Jafizulá Amín al menos fueron «fieles» a sus ideas reaccionarias, a Corea del Norte no le tuvo que invadir el socialimperialismo soviético, ya que Kim Il Sung acabó «aceptando a tiempo» las imposiciones de la dirección revisionista soviética antes de enfadar demasiado a los revisionistas soviéticos. Pese haberlo sufrido ellos mismos y sufrir grandes humillaciones, los revisionistas coreanos no entendían o mejor dicho no querían entender que:
«La vida se ha encargado de probar que las presiones, la corrupción, las intervenciones y otras actividades del mismo estilo, a las que recurren los socialimperialistas soviéticos tienen por objetivo realizar sus fines neocolonialistas, hegemonistas y contrarrevolucionarios, en cualquier parte y en los países de pretendida «orientación socialista». Tratan de pasar por amigos y aliados de los pueblos, pero fraguan continuos complots a espaldas suyas. Cuando estos complots de los socialimperialistas soviéticos son descubiertos y desenmascarados y no se acepta su tutela, como ha ocurrido en algunos países africanos, acusan a estos países de desviarse del camino de la «orientación socialista» y a sus dirigentes de tomar decisiones apresuradas, de carácter subjetivo. Este hecho evidencia que tanto la teoría de la «vía no capitalista de desarrollo» como la de «orientación socialista» han sido inventadas y son propagadas por los revisionistas soviéticos en función de sus fines neocolonialistas y hegemonistas». (Nesti Karaguni; La esencia reaccionaria de la teoría revisionista soviética de la «orientación socialista», 1984)
Por ello, para los revisionistas coreanos, la Unión Soviética revisionista era un país socialista:
«Kim Il Sung: Incluso aunque la Unión Soviética esté cometiendo algunos errores, especialmente en materia internacional, y sus relaciones con los países socialistas, es sin embargo, un país socialista». (Minutos de conversación en el encuentro oficial entre la delegación rumana –liderada por Nicolae Ceaușescu– y la delegación coreana –liderada por Kim Il Sung–, 20 de mayo de 1978)
Esta táctica revisionista es más usada de lo que se cree comúnmente: por un lado se admiten errores sobre una figura, partido o país, por el otro –y la gran mayoría de veces sin concretar cuales fallos son estos– se busca la unidad con la figura, el partido o el país. No hay que dejarnos engañar por estas supuestas diferencias. Es claro que entre los países neocoloniales y la Unión Soviética socialimperialista existían serías contradicciones, pero no dejaban de ser polémicas sobre bases nacionalistas, burguesas, contradicciones entre dirigencias revisionistas, antimarxistas, y anticomunistas. No eran ni mucho menos una lucha progresista ni una dirigencia revolucionaria la de estos liderazgos revisionistas de los países neocoloniales.
También hay que entender una cuestión fundamental, que no se puede obviar en todo tipo de relación entre los países revisionistas-capitalistas y la extinta Unión Soviética. Esta complicidad política era la consecuencia de la sumisión económica que Kim Il Sung, y el resto de revisionistas coreanos, que sometió a Corea del Norte frente a la Unión Soviética socialimperialista:
«Estas tribulaciones políticas evidentemente se sitúan mejor si entendemos la perspectiva de crisis económica de país dependientes en que se había convertido Corea del Norte en los años 60. Los hechos económicos dicen que desde el año 1973 aparece un déficit de la balanza comercial así como una deuda consecuente. En 1976, la deuda exterior norcoreana ya alcanzaba 1,2 mil millones de dólares, de la cual algo menos de la mitad fue contraída con los países del Consejo de Ayuda Mutua Económica. En 1979, la deuda exterior norcoreana se instalaba ya en los 2 mil millones de dólares. En 1981 fue adoptada una «reforma de la planificación» que dejaba a las empresas una gran autonomía de gestión con relación al plan. El 8 de septiembre de 1984 fue votada una ley que autorizaba la creación de sociedades mixtas con participación de capitales extranjeros, y el 26 de noviembre de 1988 fue hasta creado un ministerio encargado de la gestión de las empresas a participación extranjera. ¡En 1987, la deuda exterior norcoreana se instalaba 4 mil millones de dólares! En octubre de 1991 es creada la primera «zona económica especial» en Rajin-Sonbong donde los inversionistas extranjeros gozan de grandes ventajas, tales como la exoneración de impuestos durante 5 años [los elementos cronológicos son extraídos del informe antimarxista de René Lefort: «Informe sobre Corea del Norte»]. La dependencia comercial semicolonial había cambiado a dependencia financiera semicolonial». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo, 2007)
Esto se reflejaba por supuesto, en el comercio, que para el socialimperialismo soviética era uno de los pilares fundamentales para ejercer la explotación sobre los países bajo su esfera de influencia:
«Kim Il Sung: Tenemos más del 70% de nuestro comercio sólo con la Unión Soviética y China y por lo tanto estamos muy limitados». (Minutos de conversación en el encuentro oficial entre la delegación rumana –liderada por Nicolae Ceaușescu– y la delegación coreana –liderada por Kim Il Sung–, 20 de mayo de 1978)
En estas declaraciones vemos el nexo indisoluble que a finales de los 70 existía en Corea del Norte respecto a la Unión Soviética. Las «ayudas» y créditos otorgados por la Unión Soviética a los países de su esfera de influencia, eran el reflejo de los lazos económico-políticos entre esclavo y amo, entre Corea del Norte y la Unión Soviética:
«De hecho, las denominadas «ayudas» y créditos que otorga la Unión Soviética a algunos de estos países ex coloniales son una forma de exportación de capitales, que les asegura grandes ventajas económicas y políticas, además de servir a fines propagandísticos. Mediante estas «ayudas» y créditos, y por otras vías, los neocolonialistas soviéticos se esfuerzan por suplantar en esos países a los monopolios de otros Estados imperialistas, apoderarse de los mercados y ocupar posiciones estratégicas, expoliar las riquezas de estos países e imponerles su política». (Nesti Karaguni; La esencia reaccionaria de la teoría revisionista soviética de la «orientación socialista», 1984)
La Unión Soviética socialimperialista subyugaba a los países encuadrados dentro de sus organismos –de carácter militar como el Pacto de Varsovia y de carácter económico como el Consejo de Ayuda Económica Mutua–:
«La Unión Soviética aplica una política típicamente neocolonialista en los países del Consejo de Ayuda Económica Mutua. Las economías de estos países se han convertido en apéndices de la economía soviética. Para tenerlos subyugados, la Unión Soviética se vale del Tratado de Varsovia, que le permite mantener acantonados en estos países importantes contingentes militares, que en nada difieren de los ejércitos ocupantes. El Tratado de Varsovia es un pacto militar agresivo que está al servicio de la política de las presiones, los chantajes y las intervenciones armadas del socialimperialismo soviético. También las «teorías» revisionista-imperialistas de la «comunidad socialista», la «división socialista del trabajo», la «soberanía limitada», la «integración económica socialista», etc., están al servicio de esta política neocolonialista». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)
Pero esto no significa que las relaciones coreano-soviéticas fueran sencillas, primero porque los revisionistas soviéticos estaban bastante decepcionados con los revisionistas coreanos por sus neo-teorizaciones sobre el «Juche», y segundo por su mejora en las relaciones de relaciones entre China y Corea del Norte:
«Tras seguir una discusión entre Aurelian Lazar y I. N. Dudoladov, El primer secretario soviético nos señaló que la Unión Soviética está descontenta con el estado actual de sus relaciones con la República Popular Democrática de Corea, dado que las relaciones coreano-soviéticas están actualmente en un punto muerto, donde los intercambios de delegaciones se han reducido a su punto más bajo y la falta de iniciativa de la parte norcoreana se ha complementado con una pasividad a las propuestas de la parte soviética». (Dimitru Popa; Telegrama secreto desde Pyongyang: NO.061487, Urgente, 30 de octubre de 1973)
¿Cual eran los males de este punto muerto en las relaciones? Como los propios revisionistas soviéticos reconocían, los puntos que eran obvios:
1) Los revisionistas coreanos no podían como hemos dicho saltarse la ley del jruschovismo de que «cada partido comunista tomara su propio camino para crear un «socialismo específico», lo que traducido según el sentido jruschovista es: traicionar al socialismo como buenamente quisiera cada uno, a condición de que todos y cada uno de ellos declararan que la Unión Soviética seguía siendo un país socialista –y no un país revisionista y capitalista–, que la nueva dirección jruschovista era revolucionaria –y no revisionista y contrarrevolucionaria–, y que las relaciones entre la Unión Soviética y los países de democracia popular estaban basadas en el internacionalismo –y no en la explotación neo-colonial–»:
«Los revisionistas indígenas procuraban sobrepasar el marco autorizado por la «libertad que se habían ganado», se oponían inevitablemente de manera creciente a las ambiciones imperialistas de Moscú. (...) La dirección revisionista soviética, no podía evidentemente aceptar que fuera puesto en cuestión su monopolio ideológico, es decir, que dejara de imperar la ideología monocentrista de los revisionistas soviéticos ni en China ni en las ex democracias populares. En otros términos, los revisionistas soviéticos querían transmitirles a sus homólogos revisionistas chinos y de otras ex democracias populares: «ustedes sois libres de recomendar cualquier especie de «socialismo», ahora que Stalin ha muerto y que los partidarios del culto a la personalidad han sido eliminados, pero lo sois desde el momento en que ustedes sean «razonables» y de que «ustedes» acepten nuestra ayuda». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo, 2007)
Por eso respecto al revisionismo coreano, si bien cumplían ciertos de estos requisitos, a la dirección soviética le empezaba molestar el inicio de opiniones y teorizaciones que a todas luces ponían en tela de juicio el monopolio económico de los socialimperialistas soviéticos en Corea del Norte, como vimos en el caso de la entrevista entre Kim Il Sung y Nicolae Ceaușescu hablando de la economía coreaba, Los revisionistas soviéticos viendo el tema de su monopolio ideológico de modo más profundo, tampoco era aceptable para los revisionistas soviéticos los epítetos de los revisionistas coreanos en torno a la teoría «Juche», que pretendía rivalizar con la versión revisionista soviética del «marxismo-leninismo» que defendía Brézhnev y compañía, como teoría universal en el mundo «comunista» –léase revisionista–;
2) La otra cuestión era la puñalada que para los revisionistas soviéticos era el acercamiento y mejoramiento de las relaciones sino-coreanas a partir de la nueva política exterior china de inicios de los 70 basada en el reconocimiento y sostenimiento de todo movimiento que se declara antisoviético o que tuviera contradicciones con la Unión Soviética y viera que podía explotarlas a su favor. Esto para los socialimperialistas soviéticos, era una úlcera parecida a la que ya sufrieron con el acercamiento sino-rumano de los 60, resumiendo, para ellos el que uno de sus países neocoloniales bajo su esfera de influencia estuviera mejorando las relaciones con el país que más le atacaba –aunque no de forma marxista-leninista sino desde objetivos chovinistas– en la arena internacional, era una decepción y una acción que sin duda iba a tener consecuencias entre la Unión Soviética revisionista y el país que se hubiera acerado a la China revisionista:
«El diplomático soviético mencionó que este estado de las relaciones bilaterales entre la Unión Soviética y la República Popular Democrática de Corea duraría al menos otro año, momento en el que se podría retomar la intensidad que ha caracterizado a las relaciones en pasados años. Él agregó que las relaciones entre la República Popular Democrática de Corea y la República Popular de China seguían el mismo camino endeble que las actuales relaciones entre la República Popular Democrática de Corea y la Unión Soviética, con la excepción de que las actuales buenas relaciones entre la República Popular Democrática de Corea y la República Popular de China corresponden al enfriamiento de relaciones entre la República Popular Democrática de Corea y la Unión Soviética y viceversa». (Dimitru Popa; Telegrama secreto desde Pyongyang: NO.061487, Urgente, 30 de octubre de 1973)
Esto afectaría indudablemente a las relaciones entre Leonid Brézhnev y Kim Il Sung, entre la Unión Soviética y Corea del Norte por un tiempo.
Pese a todo tampoco en los años 80 el revisionismo coreano cesó su clara y apegada posición política y económica respecto del socialimperialismo soviético. Lejos de acortarse, la dependencia se ahondaba más. Esto se reflejaba pues, tanto en las relaciones económicas:
«En los años 1984-1987 las relaciones con los revisionistas soviéticos fueron ampliamente desarrolladas. En diciembre de 1985 y en octubre de 1986, los revisionistas de Corea del Norte efectuaron visitas oficiales a la Unión Soviética donde se reunieron con Mijaíl Gorbachov, quién prometió una duplicación de la ayuda económica en el próximo periodo de 1986 a 1990. En los años 1986-1988, la Unión Soviética socialimperialista representaba más de la mitad del comercio exterior de Corea del Norte». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo, 2007)
Como en las relaciones políticas. Pero aquí coincidiría que en los 80 lejos de las tiranteces de los 70, en las relaciones coreano-soviéticas se iniciara un periodo de mejora de relaciones tras la muerte del revisionista y líder soviético Leonid Brézhnev en 1982, siendo sus sucesores menos exigentes en los puntos sobre todo ideológico de adhesión con el revisionismo coreano, reflejándose esto en más repetidos gestos de Kim Il Sung hacia el revisionismo soviético. Esto diría Kim Il Sung del Secretariado General del Partido Comunista de la Unión Soviética de los años 1984-1985, Konstantín Chernenko:
«El Camarada Konstantín Chernenko, un amigo cercano del pueblo de Corea del Norte, hizo una gran contribución para el mejoramiento de las relaciones de amistad y cooperación entre dos partidos las cuales están basadas en el marxismo-leninismo y los principios del internacionalismo proletario elevándolas a un nuevo estado superior». (Kim Il Sung; Mensaje por la muerte de Konstantín Chernenko, 1985)
Y esto diría Kim Il Sung del Secretariado General del Partido Comunista de la Unión Soviética de los años 1985-1991, Mijaíl Gorbachov:
«Este nuevo cambio que está teniendo lugar en la Unión Soviética es inconcebible sin las enérgicas actividades del Camarada Mijaíl Gorbachov, un leal marxista-leninista». (Kim Il Sung; Discurso en el banquete en Moscú, 24 de octubre de 1986)
Sigamos aportando pruebas de la complicidad del revisionismo coreano con el revisionismo soviético incluso en la era de la «Perestroika»:
«El 16 de abril de 1985 Kim Yong-nam arrivaba en Moscú y posteriormente se llevaron a cabo al día siguiente unas conversaciones con Gromyko. (...) Kim Yong-nam también firmaría un comunicado conjunto sino-coreano con su contraparte soviética, en la cual se enfatizaba la «unidad sino-coreana. (...) Shevardnadze recíprocamente visitaría Pyongyang el 19 de enero de 1986, siendo la primera vez como Primer Ministro de Política Exterior de la Unión Soviética. (...) El completo consenso y satisfactoria unanimidad de puntos de vista entre ellos hizo posible describir sus relaciones como unas relaciones basadas en el «internacionalismo socialista». (Yongho Kim; Política exterior de Corea del Norte: El dilema de la seguridad y el problema de la sucesión, 2010)
Por consiguiente, los revisionistas coreanos siguieron teniendo buena salud en sus relaciones con el revisionismo soviético hasta los últimos días de vida del socialimperialismo soviético, siendo estos últimos instantes quizás los momentos de mayor unión entre ambos, esto se vería en hechos de varias unas formas, uno de ellos como hemos visto en el caso de los comunicados sino-soviéticos de 1985 y 1986, que significaba de cara al exterior, que entre los dos países existía más unión de pensamiento y acción que nunca.
Esto vuelve a demostrar una vez más, que el revisionismo coreano no luchó contra el revisionismo soviético ni en los 60, ni en los 70, ni en los 80, y que por tanto todo mito construido por los «juches» tras el colapso del socialimperialismo soviético en 1991 es una burda mentira propagada a posteriori. Labor que hacen para intentar lavar el pasado y papel de complicidad que jugaron.
¿Y cuáles son las políticas de Corea del Norte respecto a Rusia después de la desintegración de la Unión Soviética? No han cambiado mucho, veamos unos datos de sus relaciones comerciales, de mano de obra, deuda y demás:
«Estas prácticas son antiguas para Corea del Norte, pues ya enviaba trabajadores emigrantes como medio de satisfacer la deuda contraída frente a la Unión Soviética socialimperialista: en respuesta al acuerdo concluido entre Kim Il Sung y Brézhnev en 1966, eran de una media entre 15.000 a 20.000 trabajadores emigrantes quienes trabajaban anualmente en la región de Vladivostok, sobre las obras de construcción y deforestación, es decir trabajadores empleados en los sectores más ávidos de mano de obra barata y donde las condiciones de trabajo eran más penosas. Sin embargo la deuda exterior norcoreana nunca fue reabsorbida: la dawisación de Corea del Norte lo impidió, y en 1991 la deuda exterior contraída frente a la Unión Soviética socialimperialista llegaba a los 8 mil millones de dólares». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo, 2007) (Equipo de Bitácora (M-L); El revisionismo coreano: desde sus raíces maoístas hasta la institucionalización del «pensamiento Juche», 2015)
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