«La limitación nacional del hombre de hoy es aún demasiado cosmopolita para el señor Dühring, el cual se propone aún suprimir las dos palancas que en el mundo actual ofrecen al menos la posibilidad de elevarse por encima del propio y limitado punto de vista nacional: el conocimiento de las lenguas antiguas que ofrecen, a las gentes con educación clásica de todas las naciones al menos, un amplio horizonte común; y el conocimiento de las lenguas modernas, gracias al cual personas de diversas naciones pueden entenderse y entrar en contacto con lo que ocurre más allá de sus fronteras. La gramática de la lengua materna será, en cambio, aprendida en mayor detalle. Pero «la materia y la forma de la lengua propia» no se entienden más que si se estudia su origen y su progresiva evolución, y esto no es posible sin tener en cuenta, por una parte, sus propias formas muertas y, por otra, las lenguas, vivas y muertas, emparentadas con ella. Pero con esto volvemos a entrar en un terreno expresamente prohibido. Y si el señor Dühring elimina así de su plan de estudios toda la moderna gramática histórica, no le va a quedar para la instrucción lingüística más que la vieja gramática técnica, dispuesta al estilo de la antigua filología clásica, con todo su casuismo y todas sus arbitrariedades, debidos uno y otras a la falta de base histórica». (Friedrich Engels; Anti-Dühring, 1878)
sábado, 28 de noviembre de 2020
miércoles, 25 de noviembre de 2020
Algunos datos que demuestran la debacle del sistema sanitario español; Equipo de Bitácora (M-L), 2020
a) ¿Acaso el sistema público sanitario puede estar fuera de toda crítica?
Primero que todo, habría que aclarar que a ninguno de nosotros se le deberían caer los anillos por reconocer que existen situaciones en el sistema público donde la «mala praxis» del personal sanitario tiene relación con el «factor humano», es decir, por falta de profesionalidad, pues esto ocurre en todos los sectores públicos −y no nos engañemos señores liberales, también sucede lo mismo en las empresas de sector privado debido a una amplia gama de razones que ahora abordaremos−. Idealizar a colectivos como los médicos, las enfermeras o los auxiliares, es tan nocivo como cualquier otro tipo idolatría. Esto, en primer lugar, ni siquiera tiene que ver en su totalidad con las deficiencias del sistema −que también−, sino con el mero hecho de que el ser humano, como tal, es falible, cosa que algunos olvidan. Por ello en todo caso habría que preguntarse si este sistema estimula o no el desempeño correcto de los profesionales, si los hace mejores o no, y aquí es cuando comenzaremos a ver como la estructura sí importan −y mucho−.
El sector
público, por sus propias características, depende más si cabe del entramado en
que se sustenta su andamiaje: el gobierno central, autonómico y la dirección de
los hospitales, quienes son sus gestores. Algo que bien saben los profesionales
−como ejecutores−, y el consumidor −como receptor del mismo sistema− que no
olvidemos, es al final quien lo sostiene con sus impuestos más allá de que sea
público o concertado. Dicho de otro modo: si el sistema no habilita
herramientas serias y eficaces para que los profesionales puedan manifestarse y
demandar una mejora del material y conocimiento con el que van a desempeñar su
trabajo −y si los gestores de mayor a menor rango no acceden−, el sistema
sanitario seguirá trabajando en base a un sobreesfuerzo colectivo de
profesionales que a duras penas cumplen su labor o están cualificados,
rebajando su eficiencia y perjudicando, por ende, al resto de la población. Por
el otro lado, si el consumidor no tiene mecanismos para protestar e intervenir
sobre los déficits del sistema sanitario −relevando a los trabajadores poco
profesionales, denunciando la tardanza en la asistencia médica, su calidad y
demás−, tampoco puede limar las aristas de este triángulo y convertirlo en un
círculo armonioso que opere correctamente.
¿Y a
dónde conduce eso? Los fenómenos son bien conocidos por todos: listas de espera
eternas para ejecutar operaciones críticas, citas en los ambulatorios o
especialistas anuladas arguyendo «saturación», altas y rehabilitaciones con
«seguimientos médicos» que se reducen a un par de llamadas cada X meses,
recetas incomprensibles de fármacos para evitar mayores pruebas, servicios de
«urgencias» que atienden con 5h de retraso, desesperación, nervios y choques
entre pacientes, familiares y profesionales... entre otros. Lamentablemente, las
quejas y reclamaciones sirven de poco, y pensar que una «reforma integral» de
la sanidad pública y su «armonización real» es posible dentro bajo el
capitalismo es una quimera, pues sería como pensar que es factible una
representación y ejecución «democrática» sin la intervención de los intereses económicos
de la burguesía, la cual incluso en épocas de bonanza siempre intentará
mantener la sanidad en un estado «aceptable» gastando lo menos posible en ella,
pauperizando el servicio de la misma. De ahí el descontento generalizado en los
últimos años, que ha dado lugar a paradojas como que algunas personas dediquen
sus ahorros −o se planteen hacerlo− en un seguro médico privado... ¡pese a que
ya están pagando un sistema sanitario público!
Esto tiene amplia relación con cómo la «cultura del funcionario burócrata» ha nucleado toda las sociedades y el funcionamiento de sus instituciones públicas, con cómo los gobiernos son la cúspide de esta pirámide burocrática, mientras los funcionarios aparecen como una especie de subsidiarios de estos, cuyo trabajo depende de satisfacer unos cánones que responden a los intereses burgueses del Estado, de los cuales no pueden escapar. Esto fue razonado en 1843 por un joven Marx en un artículo que hoy merece la pena rescatar:
domingo, 22 de noviembre de 2020
Sobre la teoría feminista de la paridad; Equipo de Bitácora (M-L), 2020
jueves, 19 de noviembre de 2020
Los catastrofistas que creen que los desastres naturales «aceleran la revolución»; Equipo de Bitácora (M-L), 2020
«Dentro del partido, hemos detectado fenómenos malsanos
que comenzaron a aumentar a través de tendencias abiertamente correctas,
distorsionando de forma oportunista las tácticas de frente único y
compadeciéndose ante los socialdemócratas, así como tendencias sectarias
expresadas durante las elecciones en discursos de comunistas en la prensa
durante la segunda vuelta, donde pedían votar por la candidatura de Hitler
porque el ascenso de Hitler al poder agudizaría la situación política del país
y conduciría a la aceleración del resultado revolucionario». (Carta de
Pyatnitsky a Stalin con un resumen informativo adjunto sobre la actividad del
Partido Comunista de Alemania, 10 de mayo de 1932)
En la práctica la llegada del fascismo en 1933 restringió aún
más la libertad para los comunistas, por lo que lejos de poder cumplir con su
papel de educación y dirección de las masas, prácticamente desaparecieron del
mapa. Tiempo después cuando estas empezaron a dar muestras de cierta
resistencia durante el régimen nazi, el partido comunista estaba bajo mínimos y
no tenía un ambiente político en el cual poder desempeñar su rol sin exponerse
a dificultades extremas. Varias de estas tesis fueron criticadas por la IC,
aunque en honor a la verdad ella también fue partícipe de otros errores
similares en cuanto a la subestimación del fascismo, tema que hemos ahondado en
otros documentos. Se vuelve cómico pues, que algunos hoy traten de reivindicar
la teoría y de Thälmann como modelo antifascista a seguir. El revisionismo vive
del mito, pero el marxista trata de que separar la paja del grano. Véase el
capítulo: «Quien
adopta el mito de Thälmann acepta el destino al que conducen sus errores» de
2017.
Hoy muchos charlatanes parlotean que esta crisis causada por
el COVID-19 pondrá o podría poner fin al sistema capitalista, abriendo enormes
posibilidades para una nueva «sociedad alternativa». En cualquiera de sus
versiones esto es una majadería y recuerda demasiado a otras teorías del
colapso que ya hemos analizado otras veces. Así pues, no son teorías nuevas,
sino nociones adaptadas a un escenario de pandemia, estos confusos
planteamientos deben aclararse una vez más, especialmente para aquellos
elementos honestos que son afines a estas tesis por motivos de inmadurez. Véase
el capítulo: «La
tendencia en ver en cualquier crisis la tumba del capitalismo» de 2017.
En el primer supuesto, existen individuos de razonamiento
utópico −es decir, que como Pablo Hasél, ignoran las leyes sociales y son
«comunistas de corazón» pero «anarquistas de cerebro−, mientras hay otros
imbuidos por corrientes afines a un «primitivismo socio-económico» −es decir,
que consideran que deberíamos abandonar el capitalismo, pero no para transitar
a algo cualitativamente superior, sino más bien para retroceder a las
sociedades del Neolítico−. Ambos grupos esbozan que, «gracias» a los desastres
naturales que veremos agudizarse dentro de poco a razón del cambio climático −desbordamiento
de ríos, subida del nivel del mar, deforestaciones, incendios masivos,
inundaciones, seísmos y demás− y/o a fenómenos similares de la actual pandemia
mundial −pero a una escala de gravedad mucho mayor que la que vivimos− que esto
hará colapsar tarde o temprano las infraestructuras básicas creadas por el ser
humano y sus comunicaciones −puentes, carreteras, vehículos, internet,
telefonía, etcétera−.
Pero este «afortunado» supuesto del que hablamos −feliz perspectiva, desde luego, para los misántropos y las cucarachas, no para nosotros−, la sociedad no caería por arte de magia en algo parecido al «comunismo» ni nada que, en la mente de estos idiotas, se le pueda parecer. Pensar que en esta situación apocalíptica la gente abrazaría el comunismo es erróneo: la mayoría de la población antes, durante o después de tal catástrofe desconocería los fundamentos del mismo, siendo, por tanto, que sería incapaz de implantarlo, salvo que pensemos, cual socialista utópico, que «cada hombre lleva implantado el germen del comunismo en lo profundo de su corazón» y demás pamplinas. Esta simplificación sobre la revolucionarización de las masas solo cabe en la cabeza de un soñador demente. En todo caso, a lo que se llegará es a experimentos asociativos y ensayos caritativos como los que vemos hoy en la sociedad capitalista. Más allá del grado de destrucción de las fuerzas productivas y el nivel de retroceso que pudiera haber por este tipo de desastres naturales, lo más probable es que el capitalismo, aunque sin estar tan «globalizado», continuase o, en el peor de los casos, se retrocediera a una sociedad mercantil primitiva −donde nos gustaría ver cómo se las arreglan los apologistas de la teoría catastrofista−. Ha de quedar claro que apegarse a esta perspectiva con el fin de «crear una sociedad mejor» es intentar matar una mosca a cañonazos.
lunes, 16 de noviembre de 2020
La continua directriz en RC de cerrar filas ante los errores y justificarlos bajo burdas excusas; Equipo de Bitácora (M-L), 2020
viernes, 13 de noviembre de 2020
Las labores de asistencialismo: imagen y negocio
«El asistencialismo populista de Reconstrucción Comunista (RC) no es un fenómeno novedoso, pues se ha dado en múltiples sociedades, tanto por parte de los gobiernos como de grupos disidentes al mismo:
«¿Qué es el populusmo? Si nos plegamos a sus raíces etimológicas tendríamos que comprenderlo como relativo a pueblo; pero resulta evidente que los términos evolucionan en su contenido y significado y se alejan de sus raíces. Dicho esto, y a efectos de este espacio, populismo es aquella «estrategia» en el marco del ejercicio del poder –como gobernante o como opositor– bajo la dictadura de la burguesía ya sea en su forma democrático burguesa o en su forma fascista que es indisoluble a la demagogia, el pragmatismo y el oportunismo. Su función principal es enmascarar el verdadero sentido de las políticas que tienen por objeto el fortalecimiento de la clase en el poder pero justificadas en un «pretendido bien superior»; por ejemplo y el más común: «el bien general del pueblo»; dicho de otro modo, su objetivo es la alienación de las masas.
Vale decir que el populismo no es una característica exclusiva de la izquierda burguesa –revisionista, reformista, etc.–, sino de todo el espectro político burgués, su cara visible es el asistencialismo-caritativo; por ejemplo: el ultraderechista Álvaro Uribe desarrolló en Colombia programas de asistencia escolar, merienda escolar, programas de vivienda, etc., al tiempo que profundizaba el vaciamiento de contenido de los derechos económico-políticos a través de la extinción de los derechos laborales, etc. El mismo procedimiento emplean los gobernantes de izquierda burguesa en Latinoamérica que engañan a los pueblos diciendo que ese asistencialismo es un embrión del socialismo, cuando se trata del capitalismo de siempre. Lo esencial a comprender es que esta estrategia, allá donde se ejerce, tiene como finalidad aminorar las «condiciones objetivas» que conduzcan a procesos revolucionarios proletarios; al tiempo que con la propaganda reducen las «condiciones subjetivas». Es decir, es un mecanismo destinado a prolongar artificialmente al capitalismo en crisis, no obstante, a veces se desarrolla con objetivos meramente cosméticos, los ejemplos más oportunos son los «programas sociales» de las entidades empresariales monopólicas. El fascismo también ha utilizado de forma constante el populismo, sobre todo desde la oposición política –a veces sirviendo como trampolín al poder–. Lo ha hecho apoyándose en casos de corruptelas del gobierno burgués de turno –jurando que ellos acabarían con esa corrupción–, de humillaciones nacionales de la Patria por otras potencias –jurando restablecer ante el pueblo el «honor nacional»–, pretendiendo sentir repulsa por los «abusos de las clases altas» –clamando su fin– y queriéndose proclamar siempre como una «tercera vía» entre los «abusos de las clases altas» hacia el pueblo y el radicalismo y ateísmo del marxismo que quiere destruir a las clases altas como tal –hablamos de «clases altas» y no de clases explotadoras, siguiendo el hilo de que los fascistas no reconocen los análisis marxistas sobre la plusvalía y no ven explotación en el sistema capitalista–, elementos que desembocan en engañar a las masas trabajadoras, distraerlas y desviarlas de la revolución». (Equipo de Bitácora (M-L); Terminológico: Populismo, 2015)
En España varios grupos fascistas lo realizan todos los días, con fines propagandísticos evidentes. Véase el caso de Bastión Frontal con sus recogidas de alimentos (*) y sus torneos solidarios (**):
miércoles, 11 de noviembre de 2020
Algunas cuestiones relativas a la crítica del anarquismo
martes, 10 de noviembre de 2020
Sobre la afirmación que la religión es innata en el hombre
lunes, 9 de noviembre de 2020
¿Se le puede llamar socialismo a la nacionalización? Engels responde a esta broma
«No es más que una interesada falsa representación por parte de los burgueses de Manchester el describir como «socialismo» toda interferencia del Estado con la libre competencia: aranceles protectores, gremios, monopolio del tabaco, nacionalización de las ramas de la industria, compañías comerciales de ultramar, Fábrica Real de Porcelana. Eso es algo que debemos criticar, pero no creer. Si hacemos esto último y basamos un argumento teórico sobre ello, éste se colapsará junto con sus premisas; simplemente cuando se pruebe que este supuesto socialismo no es más que reacción feudal por un lado y, por otro, un pretexto para la extorsionar, su objetivo secundario siendo convertir al mayor número posible de proletarios en funcionarios y pensionistas dependientes del Estado, y organizar, junto al disciplinado ejército de oficiales y militares, un ejército similar de trabajadores. Sufragio obligatorio impuesto por altos funcionarios en vez de que éste sea impuesto por supervisores de fábrica, ¡un buen socialismo aquél! Aquí es donde se llega si se cree lo que el propio burgués no cree, pero sólo pretende hacerlo, a saber, que Estado=socialismo. (Friedrich Engels; Carta a Eduard Bernstein, 12 de marzo de 1881)
Anotaciones de Bitácora (M-L):
«Bismarck declaró que la represión por sí sola no era suficiente para aplastar al socialismo; lo que se necesitaba, además, eran medidas para remediar los innegables males sociales, para asegurar la regularidad del trabajo, para prevenir las crisis industriales y lo que sea. Prometió introducir estas medidas «positivas» de bienestar social. (...) En 1873 llegó la crisis. Nuestros dos bancos se vieron cargados con sus montones de acciones ferroviarias que ya no podían hacer que tosieran los millones que se habían tragado. El plan de subyugar a las compañías ferroviarias había fracasado. Así que cambiaron su rumbo e intentaron venderlas al Estado. El plan de concentrar todos los ferrocarriles en manos del Gobierno Imperial no tiene su origen en el bienestar social del país, sino en el bienestar individual de dos bancos insolventes. La implementación del plan no fue demasiado difícil. Habían «interesado» a un buen número de parlamentarios en las nuevas empresas, dominando así a los partidos liberales nacionales y conservadores moderados, es decir, a la mayoría. Algunos altos funcionarios del Imperio, algunos ministros prusianos, habían participado en los turbios acuerdos por los que se fundaron estas empresas. En última instancia, Bleichroeder era el banquero y factótum financiero del Sr. Bismarck. Así que no les faltaron los medios. Mientras tanto, para que valiera la pena vender las acciones del ferrocarril al Imperio, era necesario subir el precio de las acciones. Entonces, en 1873, crearon una «oficina de ferrocarriles imperiales»; su jefe, un conocido especulador turbio, elevó de inmediato las tarifas de todos los ferrocarriles alemanes en un 20%, lo que supuestamente aumentaría los ingresos netos y, por tanto, también el valor de las acciones en aproximadamente un 35%. Este fue el único paso que dio este caballero; era la única razón por la que había aceptado sus deberes; por eso renunció poco después». (Friedrich Engels; El socialismo del señor Bismark, 1880)
«Si la nacionalización de la industria del tabaco fuese socialismo, habría que incluir entre los fundadores del socialismo a Napoleón y a Metternich. Cuando el Estado belga, por razones políticas y financieras perfectamente vulgares, decidió construir por su cuenta las principales líneas férreas del país, o cuando Bismarck, sin que ninguna necesidad económica le impulsase a ello, nacionalizó las líneas más importantes de la red ferroviaria de Prusia, pura y simplemente para así poder manejarlas y aprovecharlas mejor en caso de guerra, para convertir al personal de ferrocarriles en ganado electoral sumiso al gobierno y, sobre todo, para procurarse una nueva fuente de ingresos sustraída a la fiscalización del Parlamento, todas estas medidas no tenían, ni directa ni indirectamente, ni consciente ni inconscientemente nada de socialistas. De otro modo, habría que clasificar también entre las instituciones socialistas a la Real Compañía de Comercio Marítimo, la Real Manufactura de Porcelanas, y hasta los sastres de compañía del ejército, sin olvidar la nacionalización de los prostíbulos propuesta muy en serio, allá por el año treinta y tantos, bajo Federico Guillermo III, por un hombre muy listo». (Friedrich Engels; Del socialismo utópico al socialismo científico, 1880)
sábado, 7 de noviembre de 2020
Rehabilitando a un revisionista: el caso Beria; Equipo de Bitácora (M-L), 2020
«No conozco apenas nadie, incluso a nivel histórico que hable bien de él, casi todo el mundo le pone de traidor, corrupto y personaje oscuro. En que se basan para decir esto, en lo que alguien me dijo antes, en testimonios –aunque sean supuestamente m-l– de gente que lo proclamó pactando con Jruschov y Zhúkov y en revisionistas de todos los colores. (...) Incluso la mayoría de partidos m-l se dejan llevar por estas tendencias, basándose en castillos en el aire, pues no hay nada. Yo no voy a criminalizar a alguien que murió en un complot en gran medida organizado por Jruschov». (Comentario en Facebook de Juan Lucarrelli –alias de Roberto Vaquero en esta red social–, 18 de abril de 2017)
viernes, 6 de noviembre de 2020
¿Cuál debe de ser la forma y contenido crítico hacia los adversarios políticos?; Equipo de Bitácora (M-L), 2020
Lenin sobre las guerras imperialistas...
«Es fundamentalmente erróneo, antimarxista y anticientífico, separar «la política exterior» de la política en general, ni qué hablar de oponer la política exterior a la interior. Tanto en política exterior como interior, el imperialismo tiende hacia la violación de la democracia, hacia la reacción. (...) Todas las frases sobre una guerra defensiva o sobre la defensa de la patria que provengan de las grandes potencias –léanse los grandes expoliadores– que combaten por la hegemonía mundial, por los mercados y «esferas de influencia» y por la esclavización de las naciones, ¡son frases mentirosas, absurdas e hipócritas! (...) Para el pequeñoburgués lo importante es dónde están apostados los ejércitos, quién está venciendo en él momento actual, Para un marxista lo importante es qué cuestiones están en juego en esa guerra, en el curso de la cual puede ir venciendo a veces un ejército, a veces el otro. (...) La verdadera esencia de la guerra actual no es nacional, sino imperialista. No se libra para que un bando pueda derrocar la opresión nacional, que el otro bando trata de mantener. Es una guerra entre dos grupos opresores, entre dos bandoleros, para determinar cómo repartir el botín, quién ha de saquear. (...) En síntesis: una guerra entre grandes potencias imperialistas –es decir, potencias que oprimen a toda una serie de pueblos y los tienen sometidos al capital financiero, etc.– o en alianza con las grandes potencias, es una guerra imperialista. Así es la guerra de 1914-1916. Y en esa guerra «la defensa de la patria» es un engaño, un intento de justificar la guerra. (...) Para hacer pasar esta guerra como una guerra nacional, los socialchovinistas invocan la autodeterminación. Hay una sola manera correcta de combatirlos: debemos demostrar que la guerra no se libra para liberar naciones, sino para determinar cuál de los grandes ladrones oprimirá mayor número de naciones. (...) Kautsky fue marxista hasta la guerra de 1914-1916, y muchas de sus principales obras y declaraciones serán siempre un modelo de marxismo. El 26 de agosto de 1910 escribió en Neue Zeit a propósito de la guerra inminente: «En una guerra entre Alemania e Inglaterra la cuestión no es la democracia, sino el dominio mundial, es decir, la explotación del mundo. No es esta una cuestión en la que los socialdemócratas puedan alinearse con los explotadores de su propia nación». He ahí una excelente formulación marxista, que coincide en todo con la nuestra, que desenmascara completamente al Kautsky de hoy, que del marxismo se pasó a la defensa del socialchovinismo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Una caricatura del marxismo y el economicismo imperialista, 1916)