«En otra pirueta, digna del mejor espectáculo de eclecticismo, Armesilla elimina una de las polémicas del movimiento obrero del siglo XX y proclama:
«La posición de Rosa Luxemburgo y de Lenin, no está tan contrapuesta como se ha dado a entender». (Santiago Armesilla; Cuestión nacional, dialéctica de Estado y Revolución de Octubre de 1917, 2017)
¡Por supuesto! Su distancia solo es proporcional a la ristra de artículos que Lenin tuvo que dedicar a Rosa Luxemburgo por su errada visión sobre esta cuestión nacional.
«Rosa Luxemburgo ha abierto las puertas de par en par precisamente a los oportunistas, en particular a las concesiones del oportunismo al nacionalismo ruso. (...) Se nos dice: apoyando el derecho a la separación, apoyáis el nacionalismo burgués de las naciones oprimidas. ¡Esto es lo que dice Rosa Luxemburgo y lo que tras ella repite el oportunista Semkovski, único representante, por cierto, de las ideas de los liquidadores sobre este problema en el periódico de los liquidadores! Nosotros contestamos: no, precisamente a la burguesía es a quién le importa aquí una solución «práctica», mientras que a los obreros les importa la separación en principio de dos tendencias. Por cuanto la burguesía de una nación oprimida lucha contra la opresora, nosotros estamos siempre, en todos los casos y con más decisión que nadie, a favor, ya que somos los enemigos más intrépidos y consecuentes de la opresión. Por cuanto la burguesía de la nación oprimida está a favor de su nacionalismo burgués, nosotros estamos en contra. Lucha contra los privilegios y violencias de la nación opresora y ninguna tolerancia con el afán de privilegios de la nación oprimida. (...) Llevada de la lucha contra el nacionalismo en Polonia, Rosa Luxemburgo ha olvidado el nacionalismo de los rusos, aunque precisamente este nacionalismo es ahora el más temible; es precisamente un nacionalismo menos burgués, pero más feudal; es precisamente el mayor freno para la democracia y la lucha proletaria. En todo nacionalismo burgués de una nación oprimida hay un contenido democrático general contra la opresión, y a este contenido le prestamos un apoyo incondicional, apartando rigurosamente la tendencia al exclusivismo nacional, luchando contra la tendencia del burgués polaco a oprimir al hebreo, etc., etc. Esto «no es práctico», desde el punto de vista del burgués y del filisteo. Pero es la única política práctica y adicta a los principios en el problema nacional, la única que ayuda de verdad a la democracia, la libertad y a la unión proletaria. (...) Tomemos la posición de la nación opresora. ¿Puede acaso ser libre un pueblo que oprime a otros pueblos? No. Los intereses de la libertad de la población rusa exigen que se luche contra tal opresión. La larga historia, la secular historia de represión de los movimientos de las naciones oprimidas, la propaganda sistemática de esta represión por parte de las «altas» clases han creado enormes obstáculos a la causa de la libertad del mismo pueblo ruso en sus prejuicios, etc. Los ultrarreaccionarios rusos apoyan conscientemente estos prejuicios y los atizan. La burguesía rusa transige con ellos o se amolda a ellos. El proletariado ruso no puede alcanzar sus fines, no puede desbrozar para sí el camino hacia la libertad sin luchar sistemáticamente contra estos prejuicios». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El derecho de las naciones a la autodeterminación, 1914)
En varias obras entre 1914-1916, Lenin critica la idea de Luxemburgo de que en la etapa imperialista del capitalismo no pueden existir guerras de liberación nacional porque, entre otras cosas, sería ayudar y alentar a las burguesías nacionales y crear desconcierto entre las masas revolucionarias, posicionándose ésta última en contra del derecho de autodeterminación; así como la idea socialchovinista de que las naciones pequeñas son contrarrevolucionarias y no pueden ayudar al progreso social de la humanidad:
«Y para confirmar esta declaración categórica, sigue razonando: el desarrollo de las grandes potencias capitalistas y el imperialismo hacen ilusorio el «derecho a la autodeterminación» de los pequeños pueblos. «¿Puede acaso hablarse en serio –exclama Rosa Luxemburgo– de la «autodeterminación» de los montenegrinos, búlgaros, rumanos, serbios, griegos, y, en parte, incluso, de los suizos, pueblos todos que gozan de independencia formal, producto ésta de la lucha política y del juego diplomático del «concierto europeo?». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El derecho de las naciones a la autodeterminación, 1914)
La histórica lucha de algunos de los países coloniales y neocoloniales contra el imperialismo, incluso enrolándose algunos de ellos en la construcción socialista en época de Lenin y Stalin, demostró precisamente que Luxemburgo manejaba una teoría falsa y reaccionaria. Querer formular en pleno siglo XXI la cuestión nacional en base a las fracasadas teorías de Rosa Luxemburgo sobre la imposibilidad de la victoria de los movimientos nacionales y de su rol progresista es equivalente a formular la cuestión internacional en base a la teoría menchevique-trotskista de la «revolución permanente», que niega la posibilidad de la construcción del socialismo en un solo país –algo que la misma URSS de Stalin demostró que solo era una tesis fatalista y derrotista–.
Dejemos hablar al propio Stalin sobre Luxemburgo y su posición ante Lenin:
«En el período de anteguerra, en los partidos de la II Internacional salió a la palestra, como uno de los problemas más actuales, la cuestión nacional y colonial, de las naciones oprimidas y de las colonias, de la liberación de las naciones oprimidas y de las colonias, la cuestión de los medios para luchar contra el imperialismo, de los medios para derrocar el imperialismo. A fin de desarrollar la revolución proletaria y de cercar al imperialismo, los bolcheviques propusieron una política de apoyo al movimiento de liberación de las naciones oprimidas y de las colonias, sobre la base de la autodeterminación de las naciones, y elaboraron el esquema de frente único entre la revolución proletaria de los países avanzados y el movimiento revolucionario de liberación de los pueblos de las colonias y de los países oprimidos. Los oportunistas de todos los países, los socialchovinistas y social-imperialistas de todos los países arremetieron en el acto contra los bolcheviques. Los bolcheviques eran perseguidos como perros rabiosos. ¿Qué actitud adoptaron entonces los socialdemócratas de izquierda en el Occidente? Desarrollaron una teoría semimenchevique acerca del imperialismo, rechazaron el principio de la autodeterminación de las naciones en su concepción marxista –hasta la separación y formación de Estados independientes–, descartaron la tesis de la gran importancia revolucionaria del movimiento de liberación de las colonias y de los países oprimidos, rechazaron la tesis de la posibilidad de un frente único entre la revolución proletaria y el movimiento de liberación nacional y contrapusieron todo ese galimatías semimenchevique, que es una desestimación completa de la cuestión nacional y colonial, al esquema marxista de los bolcheviques. Es sabido que este galimatías semimenchevique fue recogido después por Trotsky y utilizado como arma de lucha contra el leninismo». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Sobre algunas cuestiones de la historia del bolchevismo, 1931)
Armesilla queda, una vez más, retratado como un ignorante en el marxismo y como un desconocedor de las obras de los referentes de la doctrina que pisotea constantemente.
Él no rescata ningún análisis bolchevique para su cuestión nacional, sino que emula la crítica nefasta de Rosa Luxemburgo contra Lenin. Combatiendo lo que Luxemburgo califico de «hobby de Lenin de una Ucrania independiente», negó que Ucrania fuera una nación debido al pobre razonamiento de que «Ucrania nunca se ha constituido en un gobierno propio»:
«El nacionalismo ucraniano fue en Rusia algo bastante diferente, digamos, del nacionalismo checo, polaco o finlandés. El primero era un mero capricho, una tontería de unas pocas docenas de intelectuales pequeño-burgueses, sin ninguna raíz económica, política o psicológica. No se apoyaba en ninguna tradición histórica, ya que Ucrania nunca fue una nación ni tuvo gobierno propio, ni tampoco una cultura nacional, a excepción de los poemas reaccionario-románticos de Shevchenko. ¡Es exactamente lo mismo que si un día los habitantes del litoral quisieran fundar una nueva nación y un nuevo gobierno en la Baja Alemania! Y esta pose ridícula de unos cuantos profesores y estudiantes universitarios fue inflada por Lenin y sus camaradas hasta transformarla en una fuerza política con su agitación doctrinaria sobre «el derecho a la autodeterminación hasta [la separación] etcétera». (Rosa Luxemburgo; La revolución rusa, 1918)
¡Bien hablado Rosa! El «presidente Putin» debe de estar muy agradecido con sus ideas, pues a él y a más de un chovinista ruso le sirven perfectamente para justificar que sus posiciones antiucranianas se basan en un «análisis histórico que hasta algunos comunistas honestos, no dogmáticos como Lenin, sostienen»:
«Desde tiempos inmemoriales, las personas que viven en el suroeste de lo que históricamente ha sido tierra rusa se han llamado a sí mismos rusos y cristianos ortodoxos. Este fue el caso antes del siglo XVII, cuando una parte de este territorio se reincorporó al Estado ruso, y después. (...) La Ucrania moderna fue creada completamente por Rusia o, para ser más precisos, por la Rusia bolchevique, comunista. (…) «La Ucrania soviética es el resultado de la política de los bolcheviques y puede llamarse legítimamente «la Ucrania de Vladimir Lenin». Él fue su creador y arquitecto. Lenin y sus asociados lo hicieron de una manera extremadamente dura con Rusia: separando, cercenando lo que históricamente es tierra rusa». (Vladimir Putin; Discurso, 21 de febrero de 2022)
La opinión de Luxemburgo sobre Ucrania, sería uno de los puntos donde Kautsky no pondría ni una sola queja cuando se puso a reseñar su libro. Dicho autor sería el primero en admitir que, aunque Luxemburgo se proclamase a sí misma como adherente a los bolcheviques, realmente poco tenía en común con estos mientras si tenía mucho en su contra:
«Entre el pequeño número de trabajos que se elevan claramente por encima del nivel de esos pobres escritos a favor y contra el bolchevismo, uno de los más importantes es el folleto escrito por Rosa Luxemburgo. (…) La originalidad de esta obra golpea ya por el hecho de que la mujer que es la autora se tiene por ardiente bolchevique, y porque lo que dice no le plantea a nadie tan grandes dificultades como a los bolcheviques y sus adherentes en el mundo entero. Cosa de la que el silencio de estos rinde testimonio sobradamente». (Karl Kautsky; Rosa Luxemburgo y el bolchevismo, 1922)
Queda así claro hacia quien presto sus servicios Luxemburgo, a toda la reacción contra los bolcheviques incluyendo a los nacionalistas rusos. Nos produce especial gracia ver cómo, a día de hoy, diversas organizaciones nacionalistas, como la CUP, reclaman ser partidarios de Luxemburgo y la cubren en halagos por ser «libertaria», por «representar a un marxismo más heterodoxo». Amigos, si Luxemburgo dedico esa clase de epítetos a justificar que Ucrania, Polonia, etcétera, merecían vivir bajo la bota de la nación rusa y alemana, ¿qué creéis que opinaría de vosotros si le hablaseis de «luchar por la independencia de Cataluña»? Una queja similar podríamos lanzar contra el falso antiluxemburguismo de RC o similares. Esa gente que habla de cómo «Lenin le metió un buen repaso a Luxemburgo en cuestión nacional», empero siempre que hablan del asunto, se asemejan más al nacionalismo de la socialdemócrata alemana que a nada que dijera Lenin o Stalin. Nadie a día de hoy con un mínimo de raciocinio podría defender las palabras de Luxemburgo, la fuerte constitución actual de Ucrania, como nación, ha demostrado la justeza de los pronósticos de Lenin y la refutación de las tesis de Luxemburgo». (Equipo de Bitácora (M-L); Epítome histórico sobre la cuestión nacional en España y sus consecuencias en el movimiento obrero, 2020)
Armesilla no se ha leído ni siquiera la frase de Lenin !Proletarios y pueblos del mundos, Uníos!
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