«Para preparar y llevar a efecto la revolución, una gran importancia reviste el trabajo revolucionario en las filas de los ejércitos burgueses a los que Lenin llamaba:
«Los instrumentos fundamentales de la fuerza del poder del Estado». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El Estado y la revolución, 1917)
Lenin ha dado salida a muchos problemas teóricos y prácticos relativos a la imperiosa necesidad de realizar un trabajo revolucionario en las filas de los ejércitos burgueses y ha definido las vías para golpearlos, desmoralizarlos y desintegrarlos. Esta cuestión adquiere una particular importancia en las actuales condiciones cuando en muchos países las situaciones revolucionarias están madurando con gran rapidez. El ejército burgués en general es la burguesía armada hasta los dientes, que se yergue frente al proletariado y las masas populares.
El gran número de efectivos de los ejércitos en los países capitalistas podría hacer creer que, en tales circunstancias, la revolución y la destrucción del Estado opresor y explotador resultan imposibles. Estos puntos de vista son propagados y pregonados sobre todo por los eurocomunistas, quienes no golpean al ejército burgués ni siquiera con plumones. La cantidad de los efectivos del ejército no cambia gran cosa para la revolución, mientras que para la burguesía representa un problema preocupante. El que el ejército sea ampliado con numerosos elementos procedentes de las diversas capas de la población, crea condiciones más favorables para desmoralizarlo y hacer que se vuelva contra la propia burguesía.
De este modo, la revolución tiene ante sí dos grandes problemas. Por un lado, debe ganarse a la clase obrera y a las masas trabajadoras sin las cuales no se puede ir a la revolución, y, por el otro, debe desmoralizar y desintegrar al ejército burgués, que reprime la revolución. Si para alcanzar sus fines la burguesía utiliza la aristocracia obrera en los sindicatos, en el ejército se vale de la casta de oficiales, que en este medio cumplen las mismas funciones que los bonzos sindicalistas en los sindicatos.
Los principios, las leyes y las estructuras organizativas de los ejércitos burgueses son de tal índole que permiten a la burguesía ejercer su control sobre ellos, mantenerlos en pie y prepararlos como instrumentos de represión de la revolución y de los pueblos. Esto es testimonio del acentuado carácter clasista y reaccionario del ejército burgués desenmascara los esfuerzos por presentarlo como si estuviera «por encima de las clases», como «nacional», «ajeno a la política», que «respeta la democracia», etc. El ejército burgués de cualquier país, independientemente de sus «tradiciones democráticas», es un ejército antipopular y está destinado a defender la dominación de la burguesía, a realizar sus objetivos expansionistas.
Sin embargo, el ejército burgués no constituye una masa compacta en él no existe ni puede existir la unidad. Las contradicciones antagónicas entre la burguesía capitalista y revisionista por un lado, y el proletariado y demás masas trabajadoras, por el otro, se reflejan también en los ejércitos de estos países. La masa de soldados, que está constituida de hijos de obreros y de campesinos, tiene intereses diametralmente opuestos al carácter y la misión que encomienda la burguesía a su ejército. Esta masa está interesada, al igual que los obreros y demás trabajadores, en derrocar el régimen explotador, por eso la burguesía la mantiene encerrada en los cuarteles, apartada del pueblo, transformando el ejército, como señalaba Lenin, en «prisión» para las masas de millones de soldados.
Aquí tiene su origen el conflicto que se va profundizando continuamente entre los soldados; que son hijos del pueblo, y los mandos, los oficiales; que son los ejecutores de las órdenes de la burguesía capitalista, y han sido preparados y educados para servir celosamente a los intereses del capital. La labor del partido marxista-leninista tiende a que el soldado se rebele contra el oficial, no cumpla las ordenes, la disciplina, las leyes de la burguesía, sabotee las armas para que no sean utilizadas contra el pueblo. Lenin ha dicho:
«Sin «desorganización» del ejército no se ha producido ni puede producirse ninguna gran revolución. Porque el ejército es el instrumento más fosilizado en que se apoya el viejo régimen, el baluarte más pétreo de la disciplina burguesa y de la dominación del capital, del mantenimiento y la formación de la mansedumbre servil y la sumisión de los trabajadores ante el capital». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La revolución proletaria y el renegado Kautsky, 1918)
Naturalmente los métodos, las formas y las tácticas que se utilizan para desorganizar y desintegrar el ejército, son numerosos y variados, y están en función de las condiciones concretas. Actualmente las condiciones no son idénticas en cada país, por eso también las tácticas de los marxistas-leninistas varían de un país a otro. Hay países donde la dictadura fascista y el terror se ejercen abiertamente, hay otros donde se puede y se debe aprovechar también las limitadas formas legales de democracia burguesa. Pero, en general, el trabajo individual con cada soldado tanto dentro como fuera del cuartel, la encarnizada lucha de los obreros, las continuas huelgas, las manifestaciones, los mítines, las protestas, etc., desempeñan un importante papel tanto en la movilización de las masas, como en la desorganización del ejército burgués:
«Todas estas batallas y escaramuzas de prueba, por decirlo así, incorporan inevitablemente al ejército a la vida política, y por consiguiente, al círculo de los problemas revolucionarios. La experiencia de la lucha alecciona con mayor rapidez y profundidad que años enteros de propaganda en condiciones distintas». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Huelga política y lucha callejera en Moscú, 1905)
Con el soldado, hijo del pueblo, hay que trabajar antes de que se aliste en el ejército, luego durante el servicio militar, que es una fase más decisiva, y finalmente después que se ha licenciado y pasa a la situación de reserva. Tampoco debe descartarse el trabajo con los oficiales de escalafón inferior para apartarlos de la casta de oficiales de alta graduación y persuadirles de que no levanten la mano contra el pueblo.
No cabe duda de que el trabajo político en el ejército es tan importante como peligroso. Mientras en el seno de los sindicatos, la máxima sanción por actividad y propaganda política es el despido del trabajo, en el ejército, donde la actividad y la propaganda políticas están rigurosamente prohibidas, la condena puede llegar hasta el fusilamiento. Pero a los comunistas revolucionarios jamás les ha faltado el espíritu de sacrificio, ni la convicción de que, sin trabajar en este sector, no puede abrirse el camino a la revolución.
La desorganización del ejército burgués es al mismo tiempo parte componente de la estrategia, que tiende a frustrar los planes belicistas de la burguesía capitalista, a sabotear las guerras de rapiña y transformarlas en guerras revolucionarias. Así actuaron los bolcheviques con el ejército del zar en los tiempos de Lenin. El derrocamiento de Aleksandr Kérenski y su gobierno, que tenía la intención de proseguir la guerra imperialista; la política de Lenin acerca de la paz, acerca de la cuestión agraria, la distribución de las tierras a los campesinos pobres, etc., pusieron a los soldados de lado de la revolución, mientras que la casta de los oficiales permaneció con los guardias blancos, y se pasó al lado de la contrarrevolución. La estrategia y la táctica leninistas de la lucha contra el ejército burgués facilitan la tarea a la clase obrera y a los pueblos, los impulsan y los movilizan para hacer la revolución, para la lucha antiimperialista y de liberación nacional.
El movimiento revolucionario mundial cuenta con una rica experiencia de trabajo en las filas del ejército burgués. En 1905, en Rusia, en el ejército zarista se crearon los comités revolucionarios de soldados, bajo el mando del partido socialdemócrata ruso guiado por Lenin. Durante la revolución de febrero de 1917, y sobre todo en el curso de la Revolución de Octubre, en los destacamentos y unidades del ejército zarista se crearon células del partido y soviets de soldados y marineros, los cuales jugaron el papel decisivo de hacer que el ejército burgués pasase en masa al lado de la revolución.
Durante la lucha antifascista de liberación nacional, en Albania, el Partido Comunista de Albania trabajó en completa clandestinidad en las filas del ejército, incluso entre la gendarmería, la policía, etc., para paralizar estas armas, para provocar desórdenes y deserciones en sus filas. Esto obligó al enemigo a perder la confianza y, en algunos casos, a deportar unidades enteras del antiguo ejército albanés, que estaba al servicio del ocupante. Asimismo muchos militares de las filas del antiguo ejército se pasaron a nuestro ejército de liberación nacional.
Tomemos otro ejemplo más reciente, el del ejército del Shah de Irán y de su casta de oficiales, que, pese a estar armado hasta los dientes y disponer de las armas más sofisticadas, no fue capaz de actuar con eficacia y de aplastar la insurrección antiimperialista y antimonárquica del pueblo iraní.
El régimen iraní de los Pahlevi fue uno de los regímenes más bárbaros, más sanguinarios, más explotadores y corrompidos del mundo actual. La feroz dictadura de los Pahlevi se apoyaba en los feudales, los grandes ricos creados por el régimen, en el ejército reaccionario y su casta dirigente, en la Savak –inteligencia secreta– que, como la calificaba el propio Shah, era un: «Estado dentro del Estado». Los Pahlevi, que dominaban con el terror, eran socios del imperialismo estadounidense e inglés y estaban vendidos a éstos, eran los gendarmes mejor armados del Golfo Pérsico, bajo las órdenes de la CIA estadounidense.
Sin embargo, ni el salvaje terror, ni el ejército, ni la Savak, etc., lograron aplastar la revuelta del pueblo iraní que, en diversas formas e intensidad, prosiguió hasta alcanzar un elevado nivel cualitativo y superar la fase del temor a la violencia. En el curso de este proceso se desintegraron el ejército y la Savak, murallas defensivas del sanguinario régimen del Shah; una parte del ejército se pasó al lado del pueblo, que empuñó las armas y las sigue manteniendo en sus manos. Esta es una experiencia que confirma que la revolución no pueden impedirla ni el ejército ni la policía, por numerosos que sean y bien armados que estén, cuando el pueblo se levanta como un solo hombre, cuando se realiza un cuidadoso trabajo para desmoralizar y desintegrar al ejército y a la policía burgueses». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)
Anotaciones de Bitácora (M-L):
«Donde los bolcheviques realizaban la labor más intensa era en el seno del ejército. Por todas partes comenzaron a crearse organizaciones militares. Los bolcheviques trabajaban incansablemente en los frentes y en la retaguardia por organizar a los soldados y a los marinos. A la obra de revolucionarización de los soldados contribuyó en sumo grado un periódico destinado al frente que publicaban los bolcheviques con el título de «Okopnaia Pravda» [«Pravda de las Trincheras»].
Gracias a esta labor de propaganda y agitación de los bolcheviques, se consiguió que ya en los primeros meses de la revolución los obreros de muchas ciudades procediesen a reelegir los Soviets, en particular los de distrito, expulsando de ellos a los mencheviques y socialrevolucionarios y sustituyéndolos por afiliados al Partido bolchevique». (Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética; Historia del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 1938)
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