«Para nosotros, los juicios y sentencias de la jurisprudencia burguesa no pueden ser referencia, como tampoco podemos hacer juicios generalizados hacia bandas armadas o grupos políticos que nos causen –o no– especial simpatía. Por fuerza de principios, en un futuro régimen socialista, no se podría aplicar una justicia colectiva haciendo que paguen justos por pecadores. El pretender juzgar de forma generalizada a todo un colectivo es algo más cercano a la jurisprudencia del feminismo que a la del marxismo. En cambio, el Estado socialista deberá atender cada caso individualmente, puesto que es imposible meter en el mismo saco a alguien que colocaba bombas de forma indiscriminada, que a quien, a lo sumo, guardó alguna vez un panfleto de dicha banda armada, más aun teniendo en cuenta que el nuevo régimen deberá dar una oportunidad a quienes de verdad deseen aportar a la colectividad.
Para el primer caso, si en estos elementos se descartase una enfermedad mental, habría que evaluar si existe un hondo arrepentimiento y una consciencia de su labor contrarrevolucionaria en el pasado. De otro modo, jamás podrán convivir en una sociedad socialista.
Al contrario, las personas que no hayan perpetrado delitos de sangre contra los trabajadores pero que hayan estado influidos por estos grupos deberán recibir un trabajo de educación política para ser recuperados a la causa lo más pronto posible.
La cuestión es, ¿quién es productivo en el presente para la causa del comunismo? ¿Quién puede aportar algo de valor para la nueva sociedad que se ha de construir? No se trata tanto de redimir los pecados individuales para ganarse el cielo, sino para ganarse el respeto de nuestros congéneres, para tener derecho a vivir en sociedad en la nueva colectividad. Se trata de darnos cuenta de hasta qué punto hemos estado equivocados en acepciones reformistas o anarquistas, por qué son inservibles tanto para derrocar al capitalismo como para construir un mundo nuevo que lo supere. Se trata de redimirnos ante una sociedad que, para muchos, brindará una segunda oportunidad, que nos abrazará sin recelos, porque comprende que todos cometemos errores y pecados de juventud.
En resumen, en una futura sociedad socialista, estas bandas no serían conmemoradas sin criticismo alguno como «luchadores contra el sistema» que «se opusieron al capitalismo». Esto sería absurdo, y dicho estatus es imposible, dado que varios de estos grupos hasta ahora no solo se han dedicado a contribuir a la criminalización de la lucha armada con su aventurerismo y terrorismo indiscriminados, sino que, además, se han caracterizado por calumniar, amenazar y perseguir a los partidos marxista-leninistas –y otros– que se oponían a su discurso y actuar. Otra cosa distinta, como decimos, es la militancia de base, a la que, como a la de cualquier sindicato, partido o asociación política de cualquier tipo, habría que explicarle las cosas con paciencia y teniendo en cuenta sus orígenes. Y es que, aunque no sea fácil, los marxistas deben intentar separar de las filas de estos grupos a todo elemento honesto que haya sido irradiado por estas tendencias.
La historia ha demostrado que los elementos recalcitrantes de estas corrientes, ante la incapacidad de asimilar la teoría y a causa de su inestabilidad pequeño burguesa, acaban siendo un obstáculo para la revolución e incluso terminan por ir contra ella una vez establecido el poder revolucionario. Ejemplo de ello fueron los eseristas de izquierda, que, tras una breve alianza con los bolcheviques, dieron la espalda a la revolución y acabaron atentando contra ellos, siendo famoso el atentado contra Lenin en 1918, así como el asesinato logrado contra algunos dirigentes bolcheviques. Varios de sus líderes serían jugados públicamente en 1922. ¿Puede descartarse que esto vuelva a ocurrir con este tipo de especímenes?
Precisamente la excusa preferida de los grupos lumpenizados ha sido siempre decir que «desde el punto de vista marxista» a los sujetos que ejercen el bandolerismo, tráfico de drogas, robos, estafas, hooliganismo, pandillerismo, negocios de prostitución, etc… no se les puede condenar de ninguna forma porque simplemente son «productos del sistema capitalista», exculpando a los sujetos de cualquier responsabilidad, incluyendo también el tema del terrorismo que presentan como «una reacción desesperada ante el injusto sistema».
Estos ideólogos hacen verdaderos malabarismos con la influencia capitalista sobre este tipo de sujetos, y justifican todo en base al concepto de «alineación» para dar carpetazo final al tema. Esto que dicen es cierto: son productos del propio sistema y sus deficiencias, son sujetos alienados. Hemos hablado infinidad de veces de la presión ideológico-cultural que se ejerce desde la superestructura sobre los sujetos sociales. Pero cuando se exponen los errores de estos elementos y deciden persistir en ellos, no puede existir compasión posible.
Hacer la vista gorda sobre este tipo de actitudes en períodos de desorganización y falta de clarividencia ideológica es más peligroso aún. Insistir en un trato amigable, aparcar las diferencias y confiar en una reeducación futura –incluso de sujetos abiertamente recalcitrantes– no deja de ser un ideario liberal del todo estúpido que se acerca más a una premisa cristiana de ejercer el perdón automático sin rencor ni reflexión alguna. Cuando varios elementos que no quieren –o no pueden– rectificar son un claro impedimento para el progreso, ¿quién si no los comunistas deben analizar en profundidad y criticar estas actitudes que perjudican la causa? ¿Se lo dejamos a los liberales burgueses y sus intelectuales para que creen teorías como que todo el proletariado ha degenerado en lumpemproletariado o que el comunismo es igual a ejercer el viejo terrorismo individualista o de un pequeño grupo conspirativo?
Además, para evidenciar la falsedad de esta teoría que justifica estos actos, solo hay que mirar, una vez más ,el rastro de la historia, observar que dentro de las experiencias históricas donde se ha puesto en pie una sociedad socialista, creándose condiciones económicas propicias para que el sujeto pudiera desarrollar en gran medida sus habilidades físicas y mentales, incluyendo una oportunidad no solo de redimirse en lo moral, sino de vivir dignamente en lo económico, siempre ha habido –y habrá– elementos que han rechazado tomar este camino de reinsertarse-reeducarse, que han preferido seguir con su modo de pensar y actuar contra el sistema socialista. No es casualidad que muchas de estas figuras hayan acabado siendo parte de las filas de la contrarrevolución por su indisciplina, individualismo, egolatría, falta de autocrítica y de escrúpulos.
Debe concluirse que, por supuesto, las condiciones materiales tienen el peso decisivo cuando se trata de dar a luz estos fenómenos, en esto hemos insistido siempre. Pero no olvidemos la personalidad de cada sujeto y su nivel de fuerza de voluntad para «autotransformarse», ya que no somos elementos pasivos condenados al error. No olvidemos que, en una futura sociedad socialista, el espíritu liberal e individualista, el afán «autojustificador» no le va a valer a nadie de excusa para causar un perjuicio al bien colectivo ni a la propiedad común, no servirá para estar por encima de las leyes populares». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos políticos oportunistas del PCE (r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 2017)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
«¡Pedimos que se evite el insulto y el subjetivismo!»