«Nosotros arrancamos del criterio de que el Partido, el Partido Comunista, es el instrumento fundamental de la dictadura del proletariado; de que la dirección que ejerce un solo partido, que no comparte ni puede compartir esa dirección con otros partidos, es la condición básica sin la que resulta inconcebible una dictadura del proletariado más o menos sólida y desarrollada. Por ello consideramos intolerable la existencia de fracciones dentro de nuestro Partido, pues es de por si evidente que la existencia de fracciones organizadas dentro del Partido lleva a la disgregación de éste, como entidad única, en organizaciones paralelas, a la formación de gérmenes y células de un nuevo partido o de nuevos partidos en el país y, por tanto, a la descomposición de la dictadura del proletariado.
Pero la oposición, aún no objetando públicamente nada contra esas tesis, parte en su actividad práctica del criterio de que es necesario debilitar la unidad del Partido, de que es necesaria la libertad de fracciones dentro del Partido, es decir, de que es necesaria la formación de elementos para un nuevo partido.
De ahí la política escisionista en la labor práctica del bloque de oposición.
De ahí los alaridos de la oposición acerca del «régimen» en el Partido, que en el fondo reflejan las protestas de los elementos no proletarios del país contra el régimen de dictadura del proletariado.
De ahí el problema de los dos partidos. Tales son en conjunto, camaradas, nuestras discrepancias con la oposición». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Una vez más sobre la desviación socialdemócrata en el partido; Informe ante el VIIº Pleno ampliado del Comité Ejecutivo de la Komintern, 7 de diciembre de 1926)
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