«HOWARD: ¿No considera usted que en los países capitalistas puede haber el temor fundado de que la Unión Soviética quiera imponer por la fuerza su teoría política a otros pueblos?
STALIN: No hay ningún fundamento para tales temores. Si usted cree que la gente soviética quiere cambiar por sí misma, y además por la fuerza, la fisonomía de los Estados circundantes, se equivoca lamentablemente. La gente soviética quiere, naturalmente, que la fisonomía de los Estados circundantes cambie; pero esto es incumbencia de esos mismos Estados. Yo no veo qué peligro pueden ver. En las ideas de la gente soviética los Estados circundantes, si estos Estados se asientan realmente sobre una base sólida.
HOWARD: Esta declaración de usted, ¿significa que la Unión Soviética ha abandonado hasta cierto punto sus planes e intenciones de llevar a cabo la revolución mundial?
STALIN: Nosotros nunca tuvimos tales planes e intenciones.
HOWARD: A mí me parece, míster Stalin, que durante largo tiempo se produjo en el mundo entero otra impresión.
STALIN: Eso es el fruto de un equívoco.
HOWARD: ¿De un equívoco trágico?
STALIN: No, cómico. O, tal vez, tragicómico. Mire usted: nosotros, marxistas, entendemos que la revolución se hará también en los demás países. Pero solo se hará cuando los revolucionarios de esos países lo crean posible o necesario. La exportación de revoluciones es un absurdo. Cada país hace por sí mismo su revolución cuando quiere, y si no quiere no hay revolución. Nuestro país, por ejemplo, quiso hacer la revolución, y la hizo, y ahora construimos la nueva sociedad sin clases. Pero afirmar que nosotros pretendemos hacer la revolución en otros países, inmiscuyéndonos en su vida, es decir lo que no es y lo que nosotros no hemos predicado jamás». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Entrevista al camarada Stalin por Roy Howard, 1 de marzo de 1936)
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