«Hay que analizar, cuáles eran las propuestas militares estratégicas y tácticas de esta «guerrilla urbana» que proclamaba los GRAPO en detrimento de la idea leninista del uso de las guerrillas que como proclamaba tenía un carácter limitado y siempre superditado a una insurrección general.
El PCE (r)/GRAPO tomó como modelo el actuar de la guerrilla urbana foquista de los tupamaros de Uruguay, debido en parte a la influencia del mito de Guevara consolidado alrededor de mayo de 68 entre los dirigentes del PCE (r), que en aquel entonces gran parte de ellos vivían en Francia. El modelo de «foco urbano» estaba caracterizados por lo siguiente:
«En dicha teoría Guevara no considera las condiciones objetivas y subjetivas para la revolución en su justa medida, sino que presenta las condiciones objetivas como algo a no tener en cuenta y que de hecho pueden ser reemplazadas por el «foco» –un pequeño grupo multiclasista de guerrilleros– que las crearía por fuerza. Piensa que cualquier pequeña crisis es igual a una situación revolucionaria, y que una «chispa puede prender la pradera». No comprende la concepción marxista-leninista de la concienciación de las masas –basada en que las masas se convenzan a través de su experiencia práctica–, apostando en cambio por acciones espectaculares sin conexión con las masas que estimulen a las masas para tomar conciencia política –como si la realidad existente ya fuera poco combustible para la revolución–». (Equipo de Bitácora (M-L); ¿Por qué no puede considerarse al «Che» Guevara como marxista-leninista?, 14 de marzo de 2017)
¿Pero es que acaso se puede aplicar en cualquier momento la táctica de la guerra de guerrillas y en cualquier condición? Resumiendo la experiencia de 1905, dijo:
«La lucha de guerrillas es una forma inevitable de lucha en un momento en que el movimiento de masas ha llegado ya realmente a la insurrección y en que se producen intervalos más o menos considerables entre «grandes batallas» de la guerra civil». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La guerra de guerrillas, 1906)
Es más, lejos de planes e ideas meramente defensivas de ciertos maoístas, Lenin proclamaba que la guerra de guerrillas estaba interconectada con la insurrección, y por tanto la ofensiva:
«Las operaciones de guerrilla de los destacamentos de combate no son el resultado de la falta de fe en la insurrección y no se realizan porque la insurrección es imposible: por el contrario, son una parte esencial de la insurrección en marcha». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La situación de Rusia y la táctica del partido obrero, 1906)
Lenin, explicaba así las condiciones objetivas –que no dependen de la voluntad de las personas– y subjetivas –las que si dependen de la voluntad de las personas– que se tienen que dar para que una situación revolucionaria desemboque en una lucha de poder, en una revolución:
«A un marxista no le cabe duda de que la revolución es imposible sin una situación revolucionaria; además, no toda situación revolucionaria desemboca en una revolución. ¿Cuáles son, en términos generales, los síntomas distintivos de una situación revolucionaria? Seguramente no incurrimos en error si señalamos estos tres síntomas principales: 1) La imposibilidad para las clases dominantes de mantener inmutable su dominación; tal o cual crisis de las «alturas», una crisis en la política de la clase dominante que abre una grieta por la que irrumpen el descontento y la indignación de las clases oprimidas. Para que estalle la revolución no suele bastar con que «los de abajo no quieran», sino que hace falta, además, que «los de arriba no puedan» seguir viviendo como hasta entonces. 2) Una agravación, fuera de lo común, de la miseria y de los sufrimientos de las clases oprimidas. 3) Una intensificación considerable, por estas causas, de la actividad de las masas, que en tiempos de «paz» se dejan expoliar tranquilamente, pero que en épocas turbulentas son empujadas, tanto por toda la situación de crisis, como por los mismos «de arriba», a una acción histórica independiente». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La bancarrota de la II Internacional, 1915)
Y añadía:
«Sin estos cambios objetivos, no sólo independientes de la voluntad de los distintos grupos y partidos, sino también de la voluntad de las diferentes clases, la revolución es, por regla general, imposible. El conjunto de estos cambios objetivos es precisamente lo que se denomina situación revolucionaria. (…) No toda situación revolucionaria origina una revolución, sino tan sólo la situación en que a los cambios objetivos arriba enumerados se agrega un cambio subjetivo, a saber: la capacidad de la clase revolucionaria de llevar a cabo acciones revolucionarias de masas lo suficiente fuertes para romper –o quebrantar– el viejo gobierno, que nunca, ni siquiera en las épocas de crisis, «caerá» si no se le «hace caer». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La bancarrota de la II Internacional, 1915)
También distinguió entre las condiciones que el marxismo proponía a diferencia del blanquismo para lanzarse a la insurrección armada:
«Para poder triunfar, la insurrección debe apoyarse no en una conjuración, no en un partido, sino en la clase más avanzada. Esto en primer lugar. La insurrección debe apoyarse en el auge revolucionario del pueblo. Esto en segundo lugar. La insurrección debe apoyarse en aquel momento de viraje en la historia de la revolución ascensional en que la actividad de la vanguardia del pueblo sea mayor, en que mayores sean las vacilaciones en las filas de los enemigos y en las filas de los amigos débiles, a medias, indecisos, de la revolución. Esto en tercer lugar. Estas tres condiciones, previas al planteamiento del problema de la insurrección, son las que precisamente diferencian el marxismo del blanquismo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Lenin; El marxismo y la insurrección, 1917)
Lenin calificó los intentos de saltarse esto bajo diversas excusas como:
«El método discursivo anarquista [que] se revela aquí en plena medida. Son evidentes la fe ciega en la fuerza milagrosa de toda acción directa, la captación de esa «acción directa» de la coyuntura político-social general sin el menor análisis de ésta; en una palabra, «la arbitraria compresión mecánica de los fenómenos sociales». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Del artículo «El militarismo belicoso y la tacitica antimilitarista de la socialdemocracia», 1908)
Tras el reflujo de la revolución china y el triunfo de la contrarrevolución, Stalin dijo:
«Algunos camaradas piensan que la ofensiva en todos los frentes es ahora el principal indicio de espíritu revolucionario. No, camaradas, eso no es cierto. La ofensiva en todos los frentes es, en estos momentos, una insensatez, y no espíritu revolucionario. No debe confundirse la insensatez con el espíritu revolucionario. (...) El movimiento de la revolución no puede considerarse como un avance en línea siempre ascendente. Esto es una idea libresca de la revolución y no tiene nada de real. La revolución avanza siempre en zigzag, acometiendo y aniquilando el orden viejo en unos sitios, sufriendo derrotas parciales y retrocediendo en otros. El golpe de Chang Kai-shek es uno de estos zigzags en la marcha de la revolución china». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Entrevista con los estudiantes de la universidad Sun Yat-Sen, 1927)
¿Y qué hay que sacar como conclusión de las condiciones subjetivas según el leninismo?:
«Como ha escrito Lenin ya en sus primeras obras, el partido revolucionario de la clase obrera, su función de dirección, educación y movilización de las masas revolucionarias, desempeñan un papel determinante en la preparación del factor subjetivo. El partido logra esto tanto elaborando una correcta línea política, que responda a las condiciones concretas, a los deseos y a las exigencias revolucionarias de las masas, como realizando un trabajo muy grande y acciones revolucionarias frecuentes y bien estudiadas en el plano político, que hagan tomar conciencia al proletariado y a las masas trabajadoras de la situación en que viven, de la opresión, la explotación y las bárbaras leyes de la burguesía, de la necesidad de hacer la revolución, como el medio para derrocar al régimen esclavizador». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)
A lo largo de la historia ha habido muchísimos grupos armados de distinto tinte organizativo y etiquetas ideológicas, pero no por empuñar las armas les hacía marxistas de forma automática pues no solo los marxistas han hecho uso de las armas para defenderse o alcanzar el poder. Algunos de dichos grupos ni siquiera cumplían un rol revolucionario, se ha visto casos, en que llegados a cierto punto, esos grupos claramente cumplían un rol desorganizador, claramente contrarrevolucionario:
«Mucha gente, entre la cual se cuentan revolucionarios sinceros, al haber rechazado el camino reformista de los revisionistas y haberlo criticado, han abrazado otros conceptos erróneos sobre la revolución y sus vías de desarrollo. Esto se relaciona con su posición de clase pequeño burguesa, con la ausencia de la debida formación ideológica marxista-leninista y con las influencias que ejercen sobre ellos los puntos de vista anarquistas, trotskistas y golpistas. Algunos de ellos conciben la revolución como un golpe militar, como obra de unos cuantos «héroes». Sobrestiman y absolutizan el papel de la «actividad subjetiva», y piensan que la situación revolucionaria, como condición para el estallido de la revolución, puede ser creada artificialmente por las «acciones enérgicas» de un grupo de combatientes que sirve como «pequeño motor» que pone en movimiento al «gran motor» de las masas. Según ellos el potencial revolucionario de las masas en la sociedad capitalista está en todo momento a punto de estallar, basta un impulso exterior, basta que se cree un foco guerrillero para que las masas lo sigan automáticamente.
La lucha armada de un grupo de revolucionarios profesionales sólo puede ejercer influencia en el ímpetu de las masas cuando se coordina con otros objetivos políticos, sociales, psicológicos que determinan el surgimiento de la situación revolucionaria y cuando se apoya en las amplias masas del pueblo y goza de su simpatía y respaldo activos. De lo contrario, como demuestra la dolorosa experiencia en algunos países de América Latina, la acción de la minoría armada, por heroica y abnegada que sea, choca con la incomprensión de las masas, se aísla de ellas y sufre derrotas». (Enver Hoxha; Informe en el VIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1971)
Existe pues, una interrelación existente entre las condiciones objetivas y subjetivas para desencadenar la revolución aunque les pese a algunos:
«La primera obligación de una partido de vanguardia proletaria es la organización del proletariado; así el objetivo estratégico fundamental en ese fin –y que pasa por la acumulación de fuerzas– no es aunar un buen número de votantes fieles para un mero «contraataque» electoral ni una política de «resistencia» armada como preconizan algunos románticos del guerrillerismo-terrorismo con sus atentados, pues ni ese reformismo ni ese terrorismo llevan al partido a la acumulación real de fuerzas ni a la revolución, sino que nos referimos a trabajar para hacer coincidir las «condiciones objetivas» –que no dependen de nuestra voluntad– con las «subjetivas» para un proceso revolucionario al socialismo; y estas son el fruto de un partido marxista-leninista sólido en pensamiento y acción, con una línea política correcta, que mediante un trabajo de trabajo de masas, logre el aumento del nivel ideológico de las masas y llegue hasta el punto de lograr el autoconvencimiento de esas masas por su propia experiencia de la correcta línea del partido y sus acciones, se vaya viendo una mayor promoción de cuadros probados cada vez con más experiencia y formación, se acumulen y encabecen luchas y experiencias contra las instituciones y sus fuerzas, choques de carácter violento y no violento, y en resumidas cuentas toda una serie de condiciones que puedan hacer desencadenar finalmente la toma de poder y la revolución. Vale decir que el desarrollo de las condiciones subjetivas por tanto, ha de darse también cuando las condiciones objetivas no son propicias, y así estar preparados organizativamente hablando para cuando las condiciones objetivas acaben dándose. De hecho este retraso en la acumulación de fuerzas, esa desorganización del proletariado, es lo que hace que no se avance ni siquiera en luchas menores, lo que ha permitido al capital en crisis, desarrollar todo un enjambre de políticas encaminadas a vaciar de contenido el derecho laboral. Es por ello, que aislando al partido de estos sucesos no puede cumplir la misión de vanguardia, que como organizador de los elementos obreros más conscientes debe ocupar, y se acaba zozobrando en una autosatisfacción de meras consignas». (Equipo de Bitácora (M-L); Crítica al documento: «El PCPE explica el porqué de no participar en la Marcha de la Dignidad», 25 de marzo de 2014)
Todos los grupos terroristas de la historia que se han definido como marxistas o influenciados por él, debido a su falta de formación ideológica entre sus miembros o debido simplemente al oportunismo de sus líderes aventureros, desconocen la lucha que la Komintern –Internacional Comunista– llevó en su seno contra este tipo de desviaciones; una lucha enfocada precisamente para que sus secciones se liberasen de las desviaciones antimarxistas que estaban cometiendo en la cuestión de el empecinamiento en la metodología a utilizar, una que por muy revolucionaria que pareciese, estaba más cercana al anarquismo que a otra cosa, y no aunaba al proletariado, sino que lo desorganizaba:
«El VIº Congreso del PCCh convocó al partido a corregir sus desviaciones de «izquierda» –putschismo, aventurerismo militar, terrorismo individual– (...). Como resultado de las condiciones objetivas, las acciones golpistas y el aventurerismo militar han perdido en gran medida su base durante el año pasado, pero sería incorrecto suponer que la enfermedad de «izquierda» se ha superado por completo en el partido. Todos los miembros del partido deben darse cuenta de que sin profundidad y fuertes raíces en las masas de la clase trabajadora, sin una amplia base organizativa en las fábricas y los sindicatos el partido no estará en condiciones de jugar el papel principal en la revolución». (Komintern; Extractos de una Carta del Comité Ejecutivo de la Komintern al Comité Central del Partido Comunista de China, 8 de febrero de 1929)
El propio Marx, advirtió con eso de jugar a la insurrección, reflexionando de las experiencias revolucionarias triunfantes y fallidas, dijo:
«Ahora bien, la insurrección es un arte, lo mismo que la guerra o que cualquier otro arte. Está sometida a ciertas reglas que, si no se observan, dan al traste con el partido que las desdeña. Estas reglas, lógica deducción de la naturaleza de los partidos y de las circunstancias con que uno ha de tratar en cada caso, son tan claras y simples que la breve experiencia de 1848 las ha dado a conocer de sobra a los alemanes. La primera es que jamás se debe jugar a la insurrección a menos se esté completamente preparada para afrontar las consecuencias del juego. La insurrección es una ecuación con magnitudes muy indeterminadas cuyo valor puede cambiar cada día; las fuerzas opuestas tienen todas las ventajas de organización, disciplina y autoridad habitual; si no se les puede oponer fuerzas superiores, uno será derrotado y aniquilado. La segunda es que, una vez comenzada la insurrección, hay que obrar con la mayor decisión y pasar a la ofensiva. La defensiva es la muerte de todo alzamiento armado, que está perdido antes aún de medir las fuerzas con el enemigo. Hay que atacar por sorpresa al enemigo mientras sus fuerzas aún están dispersas y preparar nuevos éxitos, aunque pequeños, pero diarios; mantener en alto la moral que el primer éxito proporcione; atraer a los elementos vacilantes que siempre se ponen del lado que ofrece más seguridad; obligar al enemigo a retroceder antes de que pueda reunir fuerzas». (Karl Marx; Revolución y contrarrevolución en Alemania, 1852)
Por tanto es más que claro que no es más revolucionario quién se obstina por tomar las armas en cualquier momento y bajo cualquier circunstancia, igual de claro que quién rechaza a la violencia revolucionaria no puede ser tomado como un revolucionario serio:
«Se equivocan aquéllos que pretenden que los partidos revolucionarios no deben recurrir a formas de lucha armada en determinados momentos y coyunturas, lo que es pura y simplemente oportunismo y pacifismo que hace el juego de la reacción en el poder, o los que pretenden que para ser un partido consecuentemente revolucionario debe llevar a cabo en todo momento acciones armadas –lo que puede llevar al aventurerismo trotskizante y al terrorismo alejado de las luchas de masas–». (Elena Ódena; La lucha armada y los comunistas; A propósito de la tregua firmada en Colombia por el EPL, 1984)
En el PCE (r) siempre se ha puesto sobre la mesa que de 1975 hasta nuestros días, existen las condiciones objetivas y subjetivas de sobra para desarrollar las acciones de una «guerrilla urbana» como se autodenominaban los GRAPO, lo cual es simplemente imposible.
Alegaban que las condiciones objetivas existían de forma permanente siendo una muestra de idealismo y metafísica, pues pretendían prensentar a un sistema bajo un marco siempre en crisis y al borde del lenvamiento popular sin mecanismos para salir de dicha situación y en una situación que según ellos era inalterable. Su lógica es que solo había que extender la mano y recoger los frutos de una revolución ya madura. Y en cuanto a las condiciones subjetivas para la revolución, pensaban que debido a su gran labor ya las habían solventado, esto ocurría debido a su autoidealización sobre su influencia entre las masas, la cual pese a ser prácticamente nula, creían que ellas estaban camino de la revolución.
Pero lo cierto es que más allá de los flujos y relujos del sistema durante décadas, de las crisis periódicas y recuperaciones parciales del sistema, ninguna organización autodenominada revolucionaria ha tenido influencia suficiente como para agrupar en torno a sí a la gran mayoría de las masas. En todos los casos cuando no fallaban las condiciones objetivas –la no existencia de un momento revolucionario para lanzarse a la toma de poder– fallaban siempre las subjetivas –nivel de organización y concienciación de las masas–.
El no realizar un análisis materialista sobre las condiciones socio-económicas del país y basarse en unos cuantos rasgos para conformar una línea política, económica y militar, es un signo aventurero inequívoco de metafísica, por ello como dijo Engels de Dühring y los autores del socialismo utópico, la metafísica acaba por convertirse en utopía; en este caso se cae en la utopía del terrorismo que pretende realizar una revolución a base de terrorismo, por ello cuando los pretendidos revolucionarios siguen este tipo de esquemas son luchadores todo lo voluntariosos que se precie, pero no son hombres de ciencia ni sirven para la revolución con todo lo que ello significa la expresión de ese término. Razón más que lógica por la que los autores anarquistas como Bakunin que se empecinaban en recuperar las ideas utópicas y gran parte de sus métodos, siempre fueron considerados dentro del marxismo como idealistas en el término más peyorativo de las dos acepciones.
El núcleo dirigente del PCE (r) creyendo que comprendían como hacer la revolución, y que en la cuestión del análisis de las condiciones objetivas y subjetivas de la revolución las entendían como nadie, llegaban a los tonos fantasiosos de que sus acciones guerrilleras eran ya imparables, que poco menos que la revolución estaba casi hecha:
«Lo cierto, en definitiva, es que el partido y la guerrilla son un hecho, que su influencia política es inmensa, que van a desarrollarse inevitablemente y que son la garantía de que ya en ningún momento se vaya a producir la desmoralización ni la paralización del movimiento». (Partido Comunista de España (Reconstituido); Declaración del Comité Central del PCE (r), 1984)
Se decía esto un año antes de que 17 miembros del GRAPO fuesen detenidos en varias ciudades siendo la organización desmontada casi por completo, empezando el periodo de decadencia de la organización. ¡Menudos necios! Esto significa que eran dados al uso de frases altisonantes, algo muy típico de muchas organizaciones, pero no dignas de un marxista, he aquí como habla uno:
«Nosotros eliminamos adrede del informe y de las resoluciones del congreso las frases altisonantes en cuanto a las perspectivas revolucionarias. Pero no porque tengamos razones menos optimistas que antes, para apreciar el ritmo de desarrollo revolucionario, sino porque queremos proteger a nuestros partidos de toda inclinación a sustituir la actividad bolchevique por frases revolucionarias o disputas estériles sobre valoración de la perspectiva». (Georgi Dimitrov; Los actuales gobernantes de los países capitalistas son transitorios, el verdadero dueño del mundo es el proletariado; Discurso de clausura en el VIIº Congreso de la Komintern, 20 de agosto de 1935)
El propio Marx dijo:
«Tomar las cosas tal como son, es decir defender la causa de la revolución de modo que corresponde a las circunstancias». (Karl Marx; Carta a Kugelmann, 23 de agosto de 1866)
Se diría precisamente de los blanquistas que no comprendían esto mismo:
«No fue mejor la suerte que corrieron los blanquistas. Educados en la escuela de la conspiración y mantenidos en cohesión por la rígida disciplina que esta escuela supone, los blanquistas partían de la idea de que un grupo relativamente pequeño de hombres decididos y bien organizados estaría en ondiciones, no sólo de adueñarse en un momento favorable del timón del Estado, sino que, desplegando una acción enérgica e incansable, podría mantenerse hasta lograr arrastrar a la revolución a las masas del pueblo y congregarlas en torno al pequeño grupo dirigente». (Karl Marx; La guerra civil en Francia, 1871)
Pero lamentablemente dentro del PCE (r)/GRAPO jamás leyeron estos textos o no quisieron entenderlo, ellos como acabamos de ver son más de frases fantasiosas, siempre lo han sido, aunque hagan el ridículo entre sus perspectivas escritas y la cruda realidad.
El marxismo es claro respecto a los objetivos de la clase obrera, su fin es la toma de poder, pero mientras no se pueda lanzar a tal propósito tiene labores que cumplir:
«El movimiento político de la clase obrera tiene como último objetivo, claro está, la conquista del poder político para la clase obrera y a este fin es necesario, naturalmente, que la organización previa de la clase obrera, nacida en su propia lucha económica, haya alcanzado cierto grado de desarrollo.
Pero, por otra parte, todo movimiento en el que la clase obrera actúa como clase contra las clases dominantes y trata de forzarlas «presionando desde fuera», es un movimiento político. Por ejemplo, la tentativa de obligar mediante huelgas a capitalistas aislados a reducir la jornada de trabajo en determinada fábrica o rama de la industria es un movimiento puramente económico; por el contrario, el movimiento con vistas a obligar a que se decrete la ley de la jornada de ocho horas, etc., es un movimiento político. Así pues, de los movimientos económicos separados de los obreros nace en todas partes un movimiento político, es decir, un movimiento de la clase, cuyo objeto es que se dé satisfacción a sus intereses en forma general, es decir, en forma que sea compulsoria para toda la sociedad. Si bien es cierto que estos movimientos presuponen cierta organización previa, no es menos cierto que representan un medio para desarrollar esta organización.
Allí donde la clase obrera no ha desarrollado su organización lo bastante para emprender una ofensiva resuelta contra el poder colectivo, es decir, contra el poder político de las clases dominantes, se debe, por lo menos, prepararla para ello mediante una agitación constante contra la política de las clases dominantes y adoptando una actitud hostil hacia ese poder. En caso contrario, la clase obrera será un juguete en sus manos». (Karl Marx; Carta a Kugelmann, 23 de agosto de 1866)
Por tanto las organizaciones que se presupongan marxistas no le es permisible el contentarse con lanzar frases radicales y altisonantes sobre la lucha armada o la toma de poder, hay que trabajar con las masas en sus problemas concretos:
«No nos conformemos sólo con hacer propaganda en torno de las consignas generales por la dictadura del proletariado y el poder soviético, sino que llevemos a cabo una activa y concreta política bolchevique en lo concerniente a todos los problemas de política interior y exterior del país, a todos los problemas actuales que atañen los intereses vitales de la clase obrera, del pueblo y del movimiento obrero internacional». (Georgi Dimitrov; Los actuales gobernantes de los países capitalistas son transitorios, el verdadero dueño del mundo es el proletariado; Discurso de clausura en el VIIº Congreso de la Komintern, 20 de agosto de 1935)
Pero en el caso del PCE (r)/GRAPO, ellos no ha tenido una influencia en las organizaciones de masas, ni han querido tenerla, se contentaron con llamar a los jefes de estas organizaciones traidores pero dejando a las masas a su merced en los lugares neurálgicos del proletariado. Su único trabajo de agitación y propagandístico en las últimas décadas ha consistido en popularizar la teoría de que los atentados terroristas es «resistir» lo cual como hemos visto es una visión anarquista, mientras por otro lado buscaban apoyos para los que caían presos o asesinados por esta estrategia aventurera, pero han abandonado el resto de labores incluyendo la popularización de un programa acorde a los intereses de las masas. En cambio se han centrado en vivir de de la caridad, pidiendo donaciones a los amigos, familiares y por supuesto a revolucionarios honestos que no les conocen y pueden engañarles con su mito ficticio. En cuanto a influencia saben que no la tienen ni la han tenido, pero ahora intentan contentarse y congraciarse públicamente con que algunos raperos adolescentes reivindiquen su mito o que algún elemento lumperizado reivindique en redes sociales sus viejos atentados, creyendo que eso reafirma su línea, pensando realmente que eso es tener algo de influencia entre el público concienciado, cuando precisamente denota que solo pueden engañar a los menos concienciados, al sector más inocente, como ocurría en el pasado.
La historia del PCE (r)/GRAPO es un calco de la de los blanquistas del siglo XIX, he aquí como Engels describe cómo vivían en mundos de fantasía idealistas y como pese a sus derrotas no hacían autocrítica de sus métodos erróneos, y preferían echarse la culpa los unos a los otros con los peores epítetos:
«Después de toda revolución o contrarrevolución abortada, los emigrados que se refugian en el extranjero despliegan una actividad febril. Se forman grupos partidarios de diversos matices, cada uno de los cuales reprocha a los otros el haber llevado el carro al tremedal y los acusa de traición y de toda clase de pecados mortales. Mientras tanto conservan estrecho contacto con la patria, organizan, conspiran, publican octavillas y periódicos, juran que va a «recomenzar» dentro de veinticuatro horas, que la victoria es segura, en previsión de lo cual distribuyen desde ya los puestos gubernamentales. Como es lógico, se va de desilusión en desilusión, y como eso no se relaciona con las inevitables condiciones históricas, a las que no se quiere comprender, sino que se atribuye a errores fortuitos de unas u otras personas, las acusaciones recíprocas se acumulan y todo desemboca en una cizaña general. Tal es la historia de todas las emigraciones, desde los emigrados realistas de 1792 hasta nuestros días; y los emigrados que no pierden el sentido común y la razón procuran apartarse lo más posible de las riñas estériles en cuanto se presenta la menor posibilidad de hacerlo con tacto, y se ocupan de algo más útil. (...) Blanqui es esencialmente un revolucionario político; no es socialista más que de sentimiento, por indignarse con los sufrimientos del pueblo, pero no posee teoría socialista ni propuestas prácticas definidas para la reorganización de la sociedad. En su actividad política no es sino un «hombre de acción» convencido de que una pequeña minoría bien organizada, al intentar en un momento oportuno efectuar un golpe de mano revolucionario, puede llevar a las masas del pueblo, tras de alcanzar algunos éxitos iniciales, a realizar una revolución victoriosa. (…) Los que se guían por tales principios se ven, naturalmente, víctimas irremediables de las ilusiones propias de los emigrados y se lanzan de un absurdo a otro. Lo que más quieren es desempeñar el papel de Blanqui, el «hombre de acción». Pero aquí no basta la buena voluntad; no todo el mundo posee el instinto revolucionario de Blanqui y su rápida capacidad de decisión, y por más que Hamlet hable de energía, no dejará de ser Hamlet. Y cuando nuestros treinta y tres hombres de acción no tienen absolutamente nada que hacer en este dominio, al que llaman acción, nuestros treinta y tres Brutos incurren en una contradicción, más cómica que trágica, con ellos mismos». (Friedrich Engels; El programa de los emigrados blanquistas de la Comuna, 1874)
En otra ocasión Engels diría criticando a los aventureros que iban de comunistas:
«La organización del Partido Comunista de vanguardia en Alemania [2] fue de esta índole. Según los principios de su Manifiesto –publicado en 1848– y con las tesis de la serie de artículos sobre Revolución y contrarrevolución en Alemania, publicados en The New York Daily Tribane [3], este partido jamás se forjó ilusiones de que podría hacer cuando quisiera y como se le antojara la revolución que ponga en práctica sus ideas. Ha estudiado las causas que motivaron los movimientos revolucionarios de 1848 y las que los condujeron a la derrota. Al reconocer que en el fondo de todas las luchas políticas está el antagonismo social de las clases, se aplicó a estudiar las condiciones bajo las que una clase de la sociedad puede y debe ser llamada a representar todos los intereses de una nación y, así, gobernarla políticamente. La historia ha mostrado al Partido Comunista cómo creció el poder de los primeros capitalistas acaudalados, tras la aristocracia terrateniente de la Edad Media, y cómo ellos asieron luego las riendas del gobierno; cómo fueron desplazadas la influencia social y la dominación política de este sector financiero de los capitalistas por la creciente fuerza de los capitalistas industriales desde el empleo del vapor, y cómo en el presente reclaman su turno en el poder otras dos clases más, la pequeña burguesía y los obreros industriales. La experiencia revolucionaria práctica de 1848-1849 confirmó los razonamientos de la teoría que condujo a la conclusión de que la democracia de los pequeños comerciantes y artesanos debía tener su turno antes que la clase obrera comunista pudiera esperar a establecerse permanentemente en el poder y destruir el sistema de esclavitud asalariada que la sujeta al yugo de la burguesía. Así, la organización secreta de los comunistas no podía tener el objetivo directo de derrocar los gobiernos actuales de Alemania. No se formó para derrocar estos gobiernos, sino el gobierno insurreccional que tarde o temprano vendrá a sustituirlos. Cada uno de los miembros de la organización podrá apoyar enérgicamente en su día, y sin duda lo hará, el movimiento revolucionario contra el statu quo; pero la preparación de tal movimiento no puede ser objeto de la Liga de los Comunistas más que propagando las ideas comunistas entre las masas. La mayoría de los miembros de esta asociación comprende tan bien las bases de la misma que, cuando la ambición y el arribismo de algunos de sus miembros llevaron a las tentativas de convertirla en una organización conspiradora para hacer la revolución ex tempere [de improviso, sin preparación alguna] fueron expulsados en seguida». (Friedrich Engels; El reciente proceso en Colonia, 1 de diciembre de 1852)
Cuando los aventureristas se hacen pasar por revolucionarios se asiste pues a un bochornoso espectáculo de subjetivismo y voluntarismo de tipo idealista. Es más, el voluntarismo es uno de los rasgos significativos del idealismo religioso, de los filósofos de la burguesía incipientes, del revisionismo en todas sus formas, de los grupos blanquistas o anarquistas que practicaban el golpismo y el terrorismo:
«El voluntarismo es una de las tendencias idealistas subjetivas en filosofía que niega la existencia de leyes objetivas y necesarias en la Naturaleza y en la Sociedad, atribuyendo el valor decisivo, primario, a la voluntad. Los representantes del voluntarismo en Schopenhauer, Nietzsche, Hartmann y otros. Las fuentes de esta tendencia emanan del profundo medioevo; las hallamos en las doctrinas de les padres de la Iglesia: San Agustín (354-430) que consideraba la fuerza de la voluntad como el fundamento de la persona y que unió esta tendencia con la doctrina de la predestinación divina; el conocido escolástico de la Edad Media, Duns Escoto, que reconocía abiertamente la primacía de la voluntad sobre la razón, de la casualidad sobre la necesidad. (…) En la filosofía moderna, el voluntarismo está vinculado, como lo señaló Lenin en «Materialismo y Empiriocriticismo» de 1908, con la línea de Kant y Hume, con la negación de la existencia de leyes objetivas en la Naturaleza y en la Sociedad, con la fórmula kantiana de que «la razón impone las leyes a la Naturaleza». Un ejemplo manifiesto de tal «voluntarismo idealista» es, según Lenin, el machismo que niega las leyes objetivas de la Naturaleza y que «reconoce el mundo de la voluntad». Para los populistas, anarquistas, socialrevolucionarios, el voluntarismo fundamenta filosóficamente las teorías sociológicas subjetivas de las «personalidades vigorosos» como fuerzas orientadoras del proceso social». (Mark Rosental y Pavel Yudin; Diccionario filosófico marxista, 1946)
Entre las filas de los partidos marxista-leninistas nacidos en los 60 también hubo varias experiencias armadas de grandes aciertos e hitos pero también en la mayoría de ocasiones con sendos defectos ligados a cuestiones muy parecidas a la que estamos viendo: 1) exagerar la crisis del gobierno, su debilidad y su posible capacidad de respuesta ante un lenvantamiento popular; 2) exagerar la influencia y capacidad de la organización proletaria entre las masas; 3) tendencia hacia la unilateralidad en el trabajo –queriendo solo trabajar y actuar en el campo o solo en la ciudad–; 4) falta de infrastructuras para llevar a cabo acciones de gran calado; 5) descuidados en cuestiones de seguridad, careciendo de una red para salir indemnes de acciones armadas o no armadas; 6) falta de entrenamiento y experiencia para acciones de gran envergadura; 7) una selección de blancos indiscriminada; 8) una falta de perspectiva de para que estaban destinadas dichas acciones; 9) no saber leer los acontecimientos y por tanto no saber replegarse a tiempo; 10) falta de un análisis autocrítico sobre los resultados de las acciones fuesen acertadas en su mayoría o no; etc. Algunos de estos rasgos estaban claramente derivados de la gran influencia que el castrismo-maoísmo tenía todavía entre sus filas en la cuestión armada. Por tanto no se debe creer que estos defectos fueron exclusivos de las bandas claramente eclécticas y basadas netamente sus actividades en acciones armadas de terrorismo individual, sino que se hizo extensible a gran parte de los teóricos partidos de vanguardia, aunque ha de decirse que a diferente de las bandas seminarquistas en su mayoría no mantuvieron una vía militarista a todo costa, sino que supieron replegarse y reorganizarse a tiempo, para no malgastar energías y recursos.
Muchos grupos obtuvieron gran prestigio y en algunos casos dichas acciones armadas forzaron la concesión política de sus respectivos gobiernos, pero ningún dispositivo de este tipo tuvo la madurez ni adquirió la relevancia como para lograr luchar por la toma de poder. En el caso de las acciones armadas prematuras fuesen del tipo que fuesen, dichas organizaciones sufrieron una sangría de detenciones y muertes de militantes como contrarespuesta gubernamental, que no compensó lo desempeñado. En el caso de las acciones armadas que sí tenían un objetivo claro y fueron superditadas a una lucha de masas y siendo conscientes de sus posibilidades, pese a las pérdidas sufridas en el desempeño de las mismas, sirvieron para seguir ligando y templando a las organizaciones con los trabajadores.
Hay que añadir que la gran mayoría de los partidos marxista-leninistas degeneraron a finales de los 80 en grupos socialdemócratas que no solo predicaron una colaboración de clases, una reconciliación con las corrientes revisionistas y todo tipo de cuestiones que les trajo la ruina, convirtiéndolos en sombras de lo que fueron a nivel de militancia e influencia, sino que aceptaron de jure o de facto la lucha parlamentaria como única vía posible para la toma de poder, se convirtieron en grandes pacifistas incluso en cuestiones como las luchas antiimperialistas de otros pueblos». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos oportunistas del PCE(r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 30 de junio de 2017)
El PCE (r)/GRAPO tomó como modelo el actuar de la guerrilla urbana foquista de los tupamaros de Uruguay, debido en parte a la influencia del mito de Guevara consolidado alrededor de mayo de 68 entre los dirigentes del PCE (r), que en aquel entonces gran parte de ellos vivían en Francia. El modelo de «foco urbano» estaba caracterizados por lo siguiente:
«En dicha teoría Guevara no considera las condiciones objetivas y subjetivas para la revolución en su justa medida, sino que presenta las condiciones objetivas como algo a no tener en cuenta y que de hecho pueden ser reemplazadas por el «foco» –un pequeño grupo multiclasista de guerrilleros– que las crearía por fuerza. Piensa que cualquier pequeña crisis es igual a una situación revolucionaria, y que una «chispa puede prender la pradera». No comprende la concepción marxista-leninista de la concienciación de las masas –basada en que las masas se convenzan a través de su experiencia práctica–, apostando en cambio por acciones espectaculares sin conexión con las masas que estimulen a las masas para tomar conciencia política –como si la realidad existente ya fuera poco combustible para la revolución–». (Equipo de Bitácora (M-L); ¿Por qué no puede considerarse al «Che» Guevara como marxista-leninista?, 14 de marzo de 2017)
¿Pero es que acaso se puede aplicar en cualquier momento la táctica de la guerra de guerrillas y en cualquier condición? Resumiendo la experiencia de 1905, dijo:
«La lucha de guerrillas es una forma inevitable de lucha en un momento en que el movimiento de masas ha llegado ya realmente a la insurrección y en que se producen intervalos más o menos considerables entre «grandes batallas» de la guerra civil». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La guerra de guerrillas, 1906)
Es más, lejos de planes e ideas meramente defensivas de ciertos maoístas, Lenin proclamaba que la guerra de guerrillas estaba interconectada con la insurrección, y por tanto la ofensiva:
«Las operaciones de guerrilla de los destacamentos de combate no son el resultado de la falta de fe en la insurrección y no se realizan porque la insurrección es imposible: por el contrario, son una parte esencial de la insurrección en marcha». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La situación de Rusia y la táctica del partido obrero, 1906)
Lenin, explicaba así las condiciones objetivas –que no dependen de la voluntad de las personas– y subjetivas –las que si dependen de la voluntad de las personas– que se tienen que dar para que una situación revolucionaria desemboque en una lucha de poder, en una revolución:
«A un marxista no le cabe duda de que la revolución es imposible sin una situación revolucionaria; además, no toda situación revolucionaria desemboca en una revolución. ¿Cuáles son, en términos generales, los síntomas distintivos de una situación revolucionaria? Seguramente no incurrimos en error si señalamos estos tres síntomas principales: 1) La imposibilidad para las clases dominantes de mantener inmutable su dominación; tal o cual crisis de las «alturas», una crisis en la política de la clase dominante que abre una grieta por la que irrumpen el descontento y la indignación de las clases oprimidas. Para que estalle la revolución no suele bastar con que «los de abajo no quieran», sino que hace falta, además, que «los de arriba no puedan» seguir viviendo como hasta entonces. 2) Una agravación, fuera de lo común, de la miseria y de los sufrimientos de las clases oprimidas. 3) Una intensificación considerable, por estas causas, de la actividad de las masas, que en tiempos de «paz» se dejan expoliar tranquilamente, pero que en épocas turbulentas son empujadas, tanto por toda la situación de crisis, como por los mismos «de arriba», a una acción histórica independiente». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La bancarrota de la II Internacional, 1915)
Y añadía:
«Sin estos cambios objetivos, no sólo independientes de la voluntad de los distintos grupos y partidos, sino también de la voluntad de las diferentes clases, la revolución es, por regla general, imposible. El conjunto de estos cambios objetivos es precisamente lo que se denomina situación revolucionaria. (…) No toda situación revolucionaria origina una revolución, sino tan sólo la situación en que a los cambios objetivos arriba enumerados se agrega un cambio subjetivo, a saber: la capacidad de la clase revolucionaria de llevar a cabo acciones revolucionarias de masas lo suficiente fuertes para romper –o quebrantar– el viejo gobierno, que nunca, ni siquiera en las épocas de crisis, «caerá» si no se le «hace caer». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La bancarrota de la II Internacional, 1915)
También distinguió entre las condiciones que el marxismo proponía a diferencia del blanquismo para lanzarse a la insurrección armada:
«Para poder triunfar, la insurrección debe apoyarse no en una conjuración, no en un partido, sino en la clase más avanzada. Esto en primer lugar. La insurrección debe apoyarse en el auge revolucionario del pueblo. Esto en segundo lugar. La insurrección debe apoyarse en aquel momento de viraje en la historia de la revolución ascensional en que la actividad de la vanguardia del pueblo sea mayor, en que mayores sean las vacilaciones en las filas de los enemigos y en las filas de los amigos débiles, a medias, indecisos, de la revolución. Esto en tercer lugar. Estas tres condiciones, previas al planteamiento del problema de la insurrección, son las que precisamente diferencian el marxismo del blanquismo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Lenin; El marxismo y la insurrección, 1917)
Lenin calificó los intentos de saltarse esto bajo diversas excusas como:
«El método discursivo anarquista [que] se revela aquí en plena medida. Son evidentes la fe ciega en la fuerza milagrosa de toda acción directa, la captación de esa «acción directa» de la coyuntura político-social general sin el menor análisis de ésta; en una palabra, «la arbitraria compresión mecánica de los fenómenos sociales». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Del artículo «El militarismo belicoso y la tacitica antimilitarista de la socialdemocracia», 1908)
Tras el reflujo de la revolución china y el triunfo de la contrarrevolución, Stalin dijo:
«Algunos camaradas piensan que la ofensiva en todos los frentes es ahora el principal indicio de espíritu revolucionario. No, camaradas, eso no es cierto. La ofensiva en todos los frentes es, en estos momentos, una insensatez, y no espíritu revolucionario. No debe confundirse la insensatez con el espíritu revolucionario. (...) El movimiento de la revolución no puede considerarse como un avance en línea siempre ascendente. Esto es una idea libresca de la revolución y no tiene nada de real. La revolución avanza siempre en zigzag, acometiendo y aniquilando el orden viejo en unos sitios, sufriendo derrotas parciales y retrocediendo en otros. El golpe de Chang Kai-shek es uno de estos zigzags en la marcha de la revolución china». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Entrevista con los estudiantes de la universidad Sun Yat-Sen, 1927)
¿Y qué hay que sacar como conclusión de las condiciones subjetivas según el leninismo?:
«Como ha escrito Lenin ya en sus primeras obras, el partido revolucionario de la clase obrera, su función de dirección, educación y movilización de las masas revolucionarias, desempeñan un papel determinante en la preparación del factor subjetivo. El partido logra esto tanto elaborando una correcta línea política, que responda a las condiciones concretas, a los deseos y a las exigencias revolucionarias de las masas, como realizando un trabajo muy grande y acciones revolucionarias frecuentes y bien estudiadas en el plano político, que hagan tomar conciencia al proletariado y a las masas trabajadoras de la situación en que viven, de la opresión, la explotación y las bárbaras leyes de la burguesía, de la necesidad de hacer la revolución, como el medio para derrocar al régimen esclavizador». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)
A lo largo de la historia ha habido muchísimos grupos armados de distinto tinte organizativo y etiquetas ideológicas, pero no por empuñar las armas les hacía marxistas de forma automática pues no solo los marxistas han hecho uso de las armas para defenderse o alcanzar el poder. Algunos de dichos grupos ni siquiera cumplían un rol revolucionario, se ha visto casos, en que llegados a cierto punto, esos grupos claramente cumplían un rol desorganizador, claramente contrarrevolucionario:
«Mucha gente, entre la cual se cuentan revolucionarios sinceros, al haber rechazado el camino reformista de los revisionistas y haberlo criticado, han abrazado otros conceptos erróneos sobre la revolución y sus vías de desarrollo. Esto se relaciona con su posición de clase pequeño burguesa, con la ausencia de la debida formación ideológica marxista-leninista y con las influencias que ejercen sobre ellos los puntos de vista anarquistas, trotskistas y golpistas. Algunos de ellos conciben la revolución como un golpe militar, como obra de unos cuantos «héroes». Sobrestiman y absolutizan el papel de la «actividad subjetiva», y piensan que la situación revolucionaria, como condición para el estallido de la revolución, puede ser creada artificialmente por las «acciones enérgicas» de un grupo de combatientes que sirve como «pequeño motor» que pone en movimiento al «gran motor» de las masas. Según ellos el potencial revolucionario de las masas en la sociedad capitalista está en todo momento a punto de estallar, basta un impulso exterior, basta que se cree un foco guerrillero para que las masas lo sigan automáticamente.
La lucha armada de un grupo de revolucionarios profesionales sólo puede ejercer influencia en el ímpetu de las masas cuando se coordina con otros objetivos políticos, sociales, psicológicos que determinan el surgimiento de la situación revolucionaria y cuando se apoya en las amplias masas del pueblo y goza de su simpatía y respaldo activos. De lo contrario, como demuestra la dolorosa experiencia en algunos países de América Latina, la acción de la minoría armada, por heroica y abnegada que sea, choca con la incomprensión de las masas, se aísla de ellas y sufre derrotas». (Enver Hoxha; Informe en el VIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1971)
Existe pues, una interrelación existente entre las condiciones objetivas y subjetivas para desencadenar la revolución aunque les pese a algunos:
«La primera obligación de una partido de vanguardia proletaria es la organización del proletariado; así el objetivo estratégico fundamental en ese fin –y que pasa por la acumulación de fuerzas– no es aunar un buen número de votantes fieles para un mero «contraataque» electoral ni una política de «resistencia» armada como preconizan algunos románticos del guerrillerismo-terrorismo con sus atentados, pues ni ese reformismo ni ese terrorismo llevan al partido a la acumulación real de fuerzas ni a la revolución, sino que nos referimos a trabajar para hacer coincidir las «condiciones objetivas» –que no dependen de nuestra voluntad– con las «subjetivas» para un proceso revolucionario al socialismo; y estas son el fruto de un partido marxista-leninista sólido en pensamiento y acción, con una línea política correcta, que mediante un trabajo de trabajo de masas, logre el aumento del nivel ideológico de las masas y llegue hasta el punto de lograr el autoconvencimiento de esas masas por su propia experiencia de la correcta línea del partido y sus acciones, se vaya viendo una mayor promoción de cuadros probados cada vez con más experiencia y formación, se acumulen y encabecen luchas y experiencias contra las instituciones y sus fuerzas, choques de carácter violento y no violento, y en resumidas cuentas toda una serie de condiciones que puedan hacer desencadenar finalmente la toma de poder y la revolución. Vale decir que el desarrollo de las condiciones subjetivas por tanto, ha de darse también cuando las condiciones objetivas no son propicias, y así estar preparados organizativamente hablando para cuando las condiciones objetivas acaben dándose. De hecho este retraso en la acumulación de fuerzas, esa desorganización del proletariado, es lo que hace que no se avance ni siquiera en luchas menores, lo que ha permitido al capital en crisis, desarrollar todo un enjambre de políticas encaminadas a vaciar de contenido el derecho laboral. Es por ello, que aislando al partido de estos sucesos no puede cumplir la misión de vanguardia, que como organizador de los elementos obreros más conscientes debe ocupar, y se acaba zozobrando en una autosatisfacción de meras consignas». (Equipo de Bitácora (M-L); Crítica al documento: «El PCPE explica el porqué de no participar en la Marcha de la Dignidad», 25 de marzo de 2014)
Todos los grupos terroristas de la historia que se han definido como marxistas o influenciados por él, debido a su falta de formación ideológica entre sus miembros o debido simplemente al oportunismo de sus líderes aventureros, desconocen la lucha que la Komintern –Internacional Comunista– llevó en su seno contra este tipo de desviaciones; una lucha enfocada precisamente para que sus secciones se liberasen de las desviaciones antimarxistas que estaban cometiendo en la cuestión de el empecinamiento en la metodología a utilizar, una que por muy revolucionaria que pareciese, estaba más cercana al anarquismo que a otra cosa, y no aunaba al proletariado, sino que lo desorganizaba:
«El VIº Congreso del PCCh convocó al partido a corregir sus desviaciones de «izquierda» –putschismo, aventurerismo militar, terrorismo individual– (...). Como resultado de las condiciones objetivas, las acciones golpistas y el aventurerismo militar han perdido en gran medida su base durante el año pasado, pero sería incorrecto suponer que la enfermedad de «izquierda» se ha superado por completo en el partido. Todos los miembros del partido deben darse cuenta de que sin profundidad y fuertes raíces en las masas de la clase trabajadora, sin una amplia base organizativa en las fábricas y los sindicatos el partido no estará en condiciones de jugar el papel principal en la revolución». (Komintern; Extractos de una Carta del Comité Ejecutivo de la Komintern al Comité Central del Partido Comunista de China, 8 de febrero de 1929)
El propio Marx, advirtió con eso de jugar a la insurrección, reflexionando de las experiencias revolucionarias triunfantes y fallidas, dijo:
«Ahora bien, la insurrección es un arte, lo mismo que la guerra o que cualquier otro arte. Está sometida a ciertas reglas que, si no se observan, dan al traste con el partido que las desdeña. Estas reglas, lógica deducción de la naturaleza de los partidos y de las circunstancias con que uno ha de tratar en cada caso, son tan claras y simples que la breve experiencia de 1848 las ha dado a conocer de sobra a los alemanes. La primera es que jamás se debe jugar a la insurrección a menos se esté completamente preparada para afrontar las consecuencias del juego. La insurrección es una ecuación con magnitudes muy indeterminadas cuyo valor puede cambiar cada día; las fuerzas opuestas tienen todas las ventajas de organización, disciplina y autoridad habitual; si no se les puede oponer fuerzas superiores, uno será derrotado y aniquilado. La segunda es que, una vez comenzada la insurrección, hay que obrar con la mayor decisión y pasar a la ofensiva. La defensiva es la muerte de todo alzamiento armado, que está perdido antes aún de medir las fuerzas con el enemigo. Hay que atacar por sorpresa al enemigo mientras sus fuerzas aún están dispersas y preparar nuevos éxitos, aunque pequeños, pero diarios; mantener en alto la moral que el primer éxito proporcione; atraer a los elementos vacilantes que siempre se ponen del lado que ofrece más seguridad; obligar al enemigo a retroceder antes de que pueda reunir fuerzas». (Karl Marx; Revolución y contrarrevolución en Alemania, 1852)
Por tanto es más que claro que no es más revolucionario quién se obstina por tomar las armas en cualquier momento y bajo cualquier circunstancia, igual de claro que quién rechaza a la violencia revolucionaria no puede ser tomado como un revolucionario serio:
«Se equivocan aquéllos que pretenden que los partidos revolucionarios no deben recurrir a formas de lucha armada en determinados momentos y coyunturas, lo que es pura y simplemente oportunismo y pacifismo que hace el juego de la reacción en el poder, o los que pretenden que para ser un partido consecuentemente revolucionario debe llevar a cabo en todo momento acciones armadas –lo que puede llevar al aventurerismo trotskizante y al terrorismo alejado de las luchas de masas–». (Elena Ódena; La lucha armada y los comunistas; A propósito de la tregua firmada en Colombia por el EPL, 1984)
En el PCE (r) siempre se ha puesto sobre la mesa que de 1975 hasta nuestros días, existen las condiciones objetivas y subjetivas de sobra para desarrollar las acciones de una «guerrilla urbana» como se autodenominaban los GRAPO, lo cual es simplemente imposible.
Alegaban que las condiciones objetivas existían de forma permanente siendo una muestra de idealismo y metafísica, pues pretendían prensentar a un sistema bajo un marco siempre en crisis y al borde del lenvamiento popular sin mecanismos para salir de dicha situación y en una situación que según ellos era inalterable. Su lógica es que solo había que extender la mano y recoger los frutos de una revolución ya madura. Y en cuanto a las condiciones subjetivas para la revolución, pensaban que debido a su gran labor ya las habían solventado, esto ocurría debido a su autoidealización sobre su influencia entre las masas, la cual pese a ser prácticamente nula, creían que ellas estaban camino de la revolución.
Pero lo cierto es que más allá de los flujos y relujos del sistema durante décadas, de las crisis periódicas y recuperaciones parciales del sistema, ninguna organización autodenominada revolucionaria ha tenido influencia suficiente como para agrupar en torno a sí a la gran mayoría de las masas. En todos los casos cuando no fallaban las condiciones objetivas –la no existencia de un momento revolucionario para lanzarse a la toma de poder– fallaban siempre las subjetivas –nivel de organización y concienciación de las masas–.
El no realizar un análisis materialista sobre las condiciones socio-económicas del país y basarse en unos cuantos rasgos para conformar una línea política, económica y militar, es un signo aventurero inequívoco de metafísica, por ello como dijo Engels de Dühring y los autores del socialismo utópico, la metafísica acaba por convertirse en utopía; en este caso se cae en la utopía del terrorismo que pretende realizar una revolución a base de terrorismo, por ello cuando los pretendidos revolucionarios siguen este tipo de esquemas son luchadores todo lo voluntariosos que se precie, pero no son hombres de ciencia ni sirven para la revolución con todo lo que ello significa la expresión de ese término. Razón más que lógica por la que los autores anarquistas como Bakunin que se empecinaban en recuperar las ideas utópicas y gran parte de sus métodos, siempre fueron considerados dentro del marxismo como idealistas en el término más peyorativo de las dos acepciones.
El núcleo dirigente del PCE (r) creyendo que comprendían como hacer la revolución, y que en la cuestión del análisis de las condiciones objetivas y subjetivas de la revolución las entendían como nadie, llegaban a los tonos fantasiosos de que sus acciones guerrilleras eran ya imparables, que poco menos que la revolución estaba casi hecha:
«Lo cierto, en definitiva, es que el partido y la guerrilla son un hecho, que su influencia política es inmensa, que van a desarrollarse inevitablemente y que son la garantía de que ya en ningún momento se vaya a producir la desmoralización ni la paralización del movimiento». (Partido Comunista de España (Reconstituido); Declaración del Comité Central del PCE (r), 1984)
Se decía esto un año antes de que 17 miembros del GRAPO fuesen detenidos en varias ciudades siendo la organización desmontada casi por completo, empezando el periodo de decadencia de la organización. ¡Menudos necios! Esto significa que eran dados al uso de frases altisonantes, algo muy típico de muchas organizaciones, pero no dignas de un marxista, he aquí como habla uno:
«Nosotros eliminamos adrede del informe y de las resoluciones del congreso las frases altisonantes en cuanto a las perspectivas revolucionarias. Pero no porque tengamos razones menos optimistas que antes, para apreciar el ritmo de desarrollo revolucionario, sino porque queremos proteger a nuestros partidos de toda inclinación a sustituir la actividad bolchevique por frases revolucionarias o disputas estériles sobre valoración de la perspectiva». (Georgi Dimitrov; Los actuales gobernantes de los países capitalistas son transitorios, el verdadero dueño del mundo es el proletariado; Discurso de clausura en el VIIº Congreso de la Komintern, 20 de agosto de 1935)
El propio Marx dijo:
«Tomar las cosas tal como son, es decir defender la causa de la revolución de modo que corresponde a las circunstancias». (Karl Marx; Carta a Kugelmann, 23 de agosto de 1866)
Se diría precisamente de los blanquistas que no comprendían esto mismo:
«No fue mejor la suerte que corrieron los blanquistas. Educados en la escuela de la conspiración y mantenidos en cohesión por la rígida disciplina que esta escuela supone, los blanquistas partían de la idea de que un grupo relativamente pequeño de hombres decididos y bien organizados estaría en ondiciones, no sólo de adueñarse en un momento favorable del timón del Estado, sino que, desplegando una acción enérgica e incansable, podría mantenerse hasta lograr arrastrar a la revolución a las masas del pueblo y congregarlas en torno al pequeño grupo dirigente». (Karl Marx; La guerra civil en Francia, 1871)
Pero lamentablemente dentro del PCE (r)/GRAPO jamás leyeron estos textos o no quisieron entenderlo, ellos como acabamos de ver son más de frases fantasiosas, siempre lo han sido, aunque hagan el ridículo entre sus perspectivas escritas y la cruda realidad.
El marxismo es claro respecto a los objetivos de la clase obrera, su fin es la toma de poder, pero mientras no se pueda lanzar a tal propósito tiene labores que cumplir:
«El movimiento político de la clase obrera tiene como último objetivo, claro está, la conquista del poder político para la clase obrera y a este fin es necesario, naturalmente, que la organización previa de la clase obrera, nacida en su propia lucha económica, haya alcanzado cierto grado de desarrollo.
Pero, por otra parte, todo movimiento en el que la clase obrera actúa como clase contra las clases dominantes y trata de forzarlas «presionando desde fuera», es un movimiento político. Por ejemplo, la tentativa de obligar mediante huelgas a capitalistas aislados a reducir la jornada de trabajo en determinada fábrica o rama de la industria es un movimiento puramente económico; por el contrario, el movimiento con vistas a obligar a que se decrete la ley de la jornada de ocho horas, etc., es un movimiento político. Así pues, de los movimientos económicos separados de los obreros nace en todas partes un movimiento político, es decir, un movimiento de la clase, cuyo objeto es que se dé satisfacción a sus intereses en forma general, es decir, en forma que sea compulsoria para toda la sociedad. Si bien es cierto que estos movimientos presuponen cierta organización previa, no es menos cierto que representan un medio para desarrollar esta organización.
Allí donde la clase obrera no ha desarrollado su organización lo bastante para emprender una ofensiva resuelta contra el poder colectivo, es decir, contra el poder político de las clases dominantes, se debe, por lo menos, prepararla para ello mediante una agitación constante contra la política de las clases dominantes y adoptando una actitud hostil hacia ese poder. En caso contrario, la clase obrera será un juguete en sus manos». (Karl Marx; Carta a Kugelmann, 23 de agosto de 1866)
Por tanto las organizaciones que se presupongan marxistas no le es permisible el contentarse con lanzar frases radicales y altisonantes sobre la lucha armada o la toma de poder, hay que trabajar con las masas en sus problemas concretos:
«No nos conformemos sólo con hacer propaganda en torno de las consignas generales por la dictadura del proletariado y el poder soviético, sino que llevemos a cabo una activa y concreta política bolchevique en lo concerniente a todos los problemas de política interior y exterior del país, a todos los problemas actuales que atañen los intereses vitales de la clase obrera, del pueblo y del movimiento obrero internacional». (Georgi Dimitrov; Los actuales gobernantes de los países capitalistas son transitorios, el verdadero dueño del mundo es el proletariado; Discurso de clausura en el VIIº Congreso de la Komintern, 20 de agosto de 1935)
Pero en el caso del PCE (r)/GRAPO, ellos no ha tenido una influencia en las organizaciones de masas, ni han querido tenerla, se contentaron con llamar a los jefes de estas organizaciones traidores pero dejando a las masas a su merced en los lugares neurálgicos del proletariado. Su único trabajo de agitación y propagandístico en las últimas décadas ha consistido en popularizar la teoría de que los atentados terroristas es «resistir» lo cual como hemos visto es una visión anarquista, mientras por otro lado buscaban apoyos para los que caían presos o asesinados por esta estrategia aventurera, pero han abandonado el resto de labores incluyendo la popularización de un programa acorde a los intereses de las masas. En cambio se han centrado en vivir de de la caridad, pidiendo donaciones a los amigos, familiares y por supuesto a revolucionarios honestos que no les conocen y pueden engañarles con su mito ficticio. En cuanto a influencia saben que no la tienen ni la han tenido, pero ahora intentan contentarse y congraciarse públicamente con que algunos raperos adolescentes reivindiquen su mito o que algún elemento lumperizado reivindique en redes sociales sus viejos atentados, creyendo que eso reafirma su línea, pensando realmente que eso es tener algo de influencia entre el público concienciado, cuando precisamente denota que solo pueden engañar a los menos concienciados, al sector más inocente, como ocurría en el pasado.
La historia del PCE (r)/GRAPO es un calco de la de los blanquistas del siglo XIX, he aquí como Engels describe cómo vivían en mundos de fantasía idealistas y como pese a sus derrotas no hacían autocrítica de sus métodos erróneos, y preferían echarse la culpa los unos a los otros con los peores epítetos:
«Después de toda revolución o contrarrevolución abortada, los emigrados que se refugian en el extranjero despliegan una actividad febril. Se forman grupos partidarios de diversos matices, cada uno de los cuales reprocha a los otros el haber llevado el carro al tremedal y los acusa de traición y de toda clase de pecados mortales. Mientras tanto conservan estrecho contacto con la patria, organizan, conspiran, publican octavillas y periódicos, juran que va a «recomenzar» dentro de veinticuatro horas, que la victoria es segura, en previsión de lo cual distribuyen desde ya los puestos gubernamentales. Como es lógico, se va de desilusión en desilusión, y como eso no se relaciona con las inevitables condiciones históricas, a las que no se quiere comprender, sino que se atribuye a errores fortuitos de unas u otras personas, las acusaciones recíprocas se acumulan y todo desemboca en una cizaña general. Tal es la historia de todas las emigraciones, desde los emigrados realistas de 1792 hasta nuestros días; y los emigrados que no pierden el sentido común y la razón procuran apartarse lo más posible de las riñas estériles en cuanto se presenta la menor posibilidad de hacerlo con tacto, y se ocupan de algo más útil. (...) Blanqui es esencialmente un revolucionario político; no es socialista más que de sentimiento, por indignarse con los sufrimientos del pueblo, pero no posee teoría socialista ni propuestas prácticas definidas para la reorganización de la sociedad. En su actividad política no es sino un «hombre de acción» convencido de que una pequeña minoría bien organizada, al intentar en un momento oportuno efectuar un golpe de mano revolucionario, puede llevar a las masas del pueblo, tras de alcanzar algunos éxitos iniciales, a realizar una revolución victoriosa. (…) Los que se guían por tales principios se ven, naturalmente, víctimas irremediables de las ilusiones propias de los emigrados y se lanzan de un absurdo a otro. Lo que más quieren es desempeñar el papel de Blanqui, el «hombre de acción». Pero aquí no basta la buena voluntad; no todo el mundo posee el instinto revolucionario de Blanqui y su rápida capacidad de decisión, y por más que Hamlet hable de energía, no dejará de ser Hamlet. Y cuando nuestros treinta y tres hombres de acción no tienen absolutamente nada que hacer en este dominio, al que llaman acción, nuestros treinta y tres Brutos incurren en una contradicción, más cómica que trágica, con ellos mismos». (Friedrich Engels; El programa de los emigrados blanquistas de la Comuna, 1874)
En otra ocasión Engels diría criticando a los aventureros que iban de comunistas:
«La organización del Partido Comunista de vanguardia en Alemania [2] fue de esta índole. Según los principios de su Manifiesto –publicado en 1848– y con las tesis de la serie de artículos sobre Revolución y contrarrevolución en Alemania, publicados en The New York Daily Tribane [3], este partido jamás se forjó ilusiones de que podría hacer cuando quisiera y como se le antojara la revolución que ponga en práctica sus ideas. Ha estudiado las causas que motivaron los movimientos revolucionarios de 1848 y las que los condujeron a la derrota. Al reconocer que en el fondo de todas las luchas políticas está el antagonismo social de las clases, se aplicó a estudiar las condiciones bajo las que una clase de la sociedad puede y debe ser llamada a representar todos los intereses de una nación y, así, gobernarla políticamente. La historia ha mostrado al Partido Comunista cómo creció el poder de los primeros capitalistas acaudalados, tras la aristocracia terrateniente de la Edad Media, y cómo ellos asieron luego las riendas del gobierno; cómo fueron desplazadas la influencia social y la dominación política de este sector financiero de los capitalistas por la creciente fuerza de los capitalistas industriales desde el empleo del vapor, y cómo en el presente reclaman su turno en el poder otras dos clases más, la pequeña burguesía y los obreros industriales. La experiencia revolucionaria práctica de 1848-1849 confirmó los razonamientos de la teoría que condujo a la conclusión de que la democracia de los pequeños comerciantes y artesanos debía tener su turno antes que la clase obrera comunista pudiera esperar a establecerse permanentemente en el poder y destruir el sistema de esclavitud asalariada que la sujeta al yugo de la burguesía. Así, la organización secreta de los comunistas no podía tener el objetivo directo de derrocar los gobiernos actuales de Alemania. No se formó para derrocar estos gobiernos, sino el gobierno insurreccional que tarde o temprano vendrá a sustituirlos. Cada uno de los miembros de la organización podrá apoyar enérgicamente en su día, y sin duda lo hará, el movimiento revolucionario contra el statu quo; pero la preparación de tal movimiento no puede ser objeto de la Liga de los Comunistas más que propagando las ideas comunistas entre las masas. La mayoría de los miembros de esta asociación comprende tan bien las bases de la misma que, cuando la ambición y el arribismo de algunos de sus miembros llevaron a las tentativas de convertirla en una organización conspiradora para hacer la revolución ex tempere [de improviso, sin preparación alguna] fueron expulsados en seguida». (Friedrich Engels; El reciente proceso en Colonia, 1 de diciembre de 1852)
Cuando los aventureristas se hacen pasar por revolucionarios se asiste pues a un bochornoso espectáculo de subjetivismo y voluntarismo de tipo idealista. Es más, el voluntarismo es uno de los rasgos significativos del idealismo religioso, de los filósofos de la burguesía incipientes, del revisionismo en todas sus formas, de los grupos blanquistas o anarquistas que practicaban el golpismo y el terrorismo:
Entre las filas de los partidos marxista-leninistas nacidos en los 60 también hubo varias experiencias armadas de grandes aciertos e hitos pero también en la mayoría de ocasiones con sendos defectos ligados a cuestiones muy parecidas a la que estamos viendo: 1) exagerar la crisis del gobierno, su debilidad y su posible capacidad de respuesta ante un lenvantamiento popular; 2) exagerar la influencia y capacidad de la organización proletaria entre las masas; 3) tendencia hacia la unilateralidad en el trabajo –queriendo solo trabajar y actuar en el campo o solo en la ciudad–; 4) falta de infrastructuras para llevar a cabo acciones de gran calado; 5) descuidados en cuestiones de seguridad, careciendo de una red para salir indemnes de acciones armadas o no armadas; 6) falta de entrenamiento y experiencia para acciones de gran envergadura; 7) una selección de blancos indiscriminada; 8) una falta de perspectiva de para que estaban destinadas dichas acciones; 9) no saber leer los acontecimientos y por tanto no saber replegarse a tiempo; 10) falta de un análisis autocrítico sobre los resultados de las acciones fuesen acertadas en su mayoría o no; etc. Algunos de estos rasgos estaban claramente derivados de la gran influencia que el castrismo-maoísmo tenía todavía entre sus filas en la cuestión armada. Por tanto no se debe creer que estos defectos fueron exclusivos de las bandas claramente eclécticas y basadas netamente sus actividades en acciones armadas de terrorismo individual, sino que se hizo extensible a gran parte de los teóricos partidos de vanguardia, aunque ha de decirse que a diferente de las bandas seminarquistas en su mayoría no mantuvieron una vía militarista a todo costa, sino que supieron replegarse y reorganizarse a tiempo, para no malgastar energías y recursos.
Muchos grupos obtuvieron gran prestigio y en algunos casos dichas acciones armadas forzaron la concesión política de sus respectivos gobiernos, pero ningún dispositivo de este tipo tuvo la madurez ni adquirió la relevancia como para lograr luchar por la toma de poder. En el caso de las acciones armadas prematuras fuesen del tipo que fuesen, dichas organizaciones sufrieron una sangría de detenciones y muertes de militantes como contrarespuesta gubernamental, que no compensó lo desempeñado. En el caso de las acciones armadas que sí tenían un objetivo claro y fueron superditadas a una lucha de masas y siendo conscientes de sus posibilidades, pese a las pérdidas sufridas en el desempeño de las mismas, sirvieron para seguir ligando y templando a las organizaciones con los trabajadores.
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