«El apoyo y la publicidad del PCE (r) a la China revisionista-capitalista no ocurrieron solamente durante la época de Mao Zedong, sino también tras la llegada de Hua Kuo-feng y Deng Xiaoping:
«Para nosotros China es un gran país socialista y su Partido Comunista un gran Partido revolucionario. No podemos aceptar que se haya producido un nuevo «retroceso» del socialismo, porque eso está en contra de la verdad histórica y de nuestros propios sentimientos y aspiraciones». (Manuel Pérez Martínez, «Arenas»; En la encrucijada, Publicado en Bandera Roja, 2ª época-año IV – nº 33, marzo de 1978)
Para este bastardo revisionista ni siquiera cuando la alianza sino-estadounidense y el socialimperialismo de China eran aún más evidentes, era menester rectificar su posición ultraoportunista.
Poco más tarde, ya en los 80 y con una China consolidada en su posición socialimperialista en el mundo, se diría de las reformas de aquellos años:
«Visto desde este punto, los errores y desviaciones actuales chinas, a pesar de la gravedad que han alcanzado, han sido un mal menor, un riesgo calculado que corren conscientemente los chinos con el fin de evitar otros males mayores». (Partido Comunista de España (reconstituido); Temas de formación marxista-leninista, 1989)
Por aquel entonces Ludo Martens publicitó a los regímenes capitalistas-revisionistas de Cuba, China y Corea del Norte entre otros. En los 90 todavía decía:
«Hoy, todavía existe el riesgo de que la agitación contrarrevolucionaria vuelva a empezar y todavía existe el peligro de que la línea revisionista y procapitalista se haga con la dirección del Partido Comunista de China». (Ludo Martens; De Tian'anmen a Timișoara, 1994)
Afirmar que China era socialista era una necedad en los 50 y lo era en los 90:
«¿Cómo podemos colocar la etiqueta de «socialista» a un país donde la explotación del proletariado –urbano y emigrante– alcanza grados extremos, un país donde en los campos el campesinado agravado de impuestos comete fraudes masivamente –a finales de los 80, cuando 95 millones de hectáreas fueron declaras cultivadas, un censo aéreo encontraba sin embargo 144 millones de hectáreas– un país donde la escuela es sólo gratuita para la población urbana, un país donde decenas de millones de inmigrantes rurales cuyas rentas son insuficientes son forzados a complementar su renta con la ayuda de empleos no agrícolas, ver la integración de las olas de éxodo rural sin que estos puedan estar acompañados de sus familias, un país donde el papel de usurero es jugado y potentado por el Partido Comunista de China? Aquí es incluso, más palpable los defectos persistente de la antigua sociedad». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo, 2007)
Que pese a ciertas recetas económicas de dudosa esencia había que apoyar a China para curar las enfermedades del socialismo (sic):
«A veces, se nos objeta que el Partido Comunista chino ha cometido errores y fallos. Esto es una evidencia. Pero, ¿cuáles son las conclusiones que se sacan de esta constatación? Ponerse del lado de la contrarrevolución y del revisionismo, ¿es ésa la cura para las enfermedades del socialismo?». (Ludo Martens; Tian An Men 1989: de la deriva revisionista a la revuelta contrarrevolucionaria, 1991)
Esto también era una estupidez:
«¡No! Los revisionistas chinos no cometieron ningún «fallo», fueron fieles a sus concepciones revisionistas y chovinistas, las cuales simplemente adaptaron a la nueva situación internacional. Las «enfermedades del socialismo» que alude no son más que el producto del poder de los revisionistas. Por lo tanto apoyarlos, si es fusionarse con el imperialismo y el revisionismo. Ya que los revisionistas no van a mover un dedo por el socialismo ni van a curar las «enfermedades» que el país revisionista-burgués enfrenta». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo, 2007)
Los revisionistas siempre utilizan la misma excusa para defender a sus admirados regímenes: «Nosotros apoyamos a X para no hacerle el juego al imperialismo»; pero… ¿y no se hace acaso el juego al revisionismo, a la burguesía de dicho país capitalista-revisionista? ¿No está dicho régimen ligado a ese mismo imperialismo o a otros? ¿No depende de sus créditos e inversiones? ¿No se traiciona al proletariado de esos países cuando se apoya a una dirección revisionista que oprime a su pueblo, no se entorpece su emancipación social?
En nuestros días es todavía más criminal salir con estas excusas sobre China cuando es un país socialimperialista que ha iniciado guerras de castigo contra terceros, tiene constantes reivindicaciones territoriales con choques fronterizos, un discurso chovinista y expansionista, realiza contantes operaciones de chantaje y soborno a las camarillas de los países neocoloniales, tiene bases militares en el extranjero y es uno de los mayores inversores de capital del mundo, especialmente en los países africanos y latinoamericanos.
Los maoístas que en los 70 y actualmente intentan hacer una diferencia cualitativa entre Mao Zedong con Hua Kuo-feng y Deng Xiaoping, son elementos que plantean este sofisma porque se resisten a admitir que las políticas del segundo y tercero son herencia del primero, y si lo hiciesen, tendrían que denunciar por coherencia al primero como el culpable de toda la línea revisionista del Partido Comunista de China (PCCh) desde 1935. A veces los dirigentes de los partidos prochinos efectivamente no tenían ninguna intención de investigar y conocer la verdad sobre el alcance de los errores de Mao, pero otros sabían de estos hechos a ciencia cierta y del nexo entre Mao y los sucesores a su muerte, pero prefirieron ignorarlo, algo normal según su lógica, ya que haber reconocido que Mao era culpable de la línea revisionista del PCCh mientras ellos mismos habían girado en torno a esas teorías, hubiera supuesto reconocer que todo o la mayoría de la línea del partido de los últimos años estaba equivocada, y ya sabemos que los antimarxistas no son muy amigos de la autocrítica.
«Para nosotros China es un gran país socialista y su Partido Comunista un gran Partido revolucionario. No podemos aceptar que se haya producido un nuevo «retroceso» del socialismo, porque eso está en contra de la verdad histórica y de nuestros propios sentimientos y aspiraciones». (Manuel Pérez Martínez, «Arenas»; En la encrucijada, Publicado en Bandera Roja, 2ª época-año IV – nº 33, marzo de 1978)
Para este bastardo revisionista ni siquiera cuando la alianza sino-estadounidense y el socialimperialismo de China eran aún más evidentes, era menester rectificar su posición ultraoportunista.
Poco más tarde, ya en los 80 y con una China consolidada en su posición socialimperialista en el mundo, se diría de las reformas de aquellos años:
«Visto desde este punto, los errores y desviaciones actuales chinas, a pesar de la gravedad que han alcanzado, han sido un mal menor, un riesgo calculado que corren conscientemente los chinos con el fin de evitar otros males mayores». (Partido Comunista de España (reconstituido); Temas de formación marxista-leninista, 1989)
Por aquel entonces Ludo Martens publicitó a los regímenes capitalistas-revisionistas de Cuba, China y Corea del Norte entre otros. En los 90 todavía decía:
«Hoy, todavía existe el riesgo de que la agitación contrarrevolucionaria vuelva a empezar y todavía existe el peligro de que la línea revisionista y procapitalista se haga con la dirección del Partido Comunista de China». (Ludo Martens; De Tian'anmen a Timișoara, 1994)
Afirmar que China era socialista era una necedad en los 50 y lo era en los 90:
«¿Cómo podemos colocar la etiqueta de «socialista» a un país donde la explotación del proletariado –urbano y emigrante– alcanza grados extremos, un país donde en los campos el campesinado agravado de impuestos comete fraudes masivamente –a finales de los 80, cuando 95 millones de hectáreas fueron declaras cultivadas, un censo aéreo encontraba sin embargo 144 millones de hectáreas– un país donde la escuela es sólo gratuita para la población urbana, un país donde decenas de millones de inmigrantes rurales cuyas rentas son insuficientes son forzados a complementar su renta con la ayuda de empleos no agrícolas, ver la integración de las olas de éxodo rural sin que estos puedan estar acompañados de sus familias, un país donde el papel de usurero es jugado y potentado por el Partido Comunista de China? Aquí es incluso, más palpable los defectos persistente de la antigua sociedad». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo, 2007)
Que pese a ciertas recetas económicas de dudosa esencia había que apoyar a China para curar las enfermedades del socialismo (sic):
«A veces, se nos objeta que el Partido Comunista chino ha cometido errores y fallos. Esto es una evidencia. Pero, ¿cuáles son las conclusiones que se sacan de esta constatación? Ponerse del lado de la contrarrevolución y del revisionismo, ¿es ésa la cura para las enfermedades del socialismo?». (Ludo Martens; Tian An Men 1989: de la deriva revisionista a la revuelta contrarrevolucionaria, 1991)
Esto también era una estupidez:
«¡No! Los revisionistas chinos no cometieron ningún «fallo», fueron fieles a sus concepciones revisionistas y chovinistas, las cuales simplemente adaptaron a la nueva situación internacional. Las «enfermedades del socialismo» que alude no son más que el producto del poder de los revisionistas. Por lo tanto apoyarlos, si es fusionarse con el imperialismo y el revisionismo. Ya que los revisionistas no van a mover un dedo por el socialismo ni van a curar las «enfermedades» que el país revisionista-burgués enfrenta». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo, 2007)
Los revisionistas siempre utilizan la misma excusa para defender a sus admirados regímenes: «Nosotros apoyamos a X para no hacerle el juego al imperialismo»; pero… ¿y no se hace acaso el juego al revisionismo, a la burguesía de dicho país capitalista-revisionista? ¿No está dicho régimen ligado a ese mismo imperialismo o a otros? ¿No depende de sus créditos e inversiones? ¿No se traiciona al proletariado de esos países cuando se apoya a una dirección revisionista que oprime a su pueblo, no se entorpece su emancipación social?
En nuestros días es todavía más criminal salir con estas excusas sobre China cuando es un país socialimperialista que ha iniciado guerras de castigo contra terceros, tiene constantes reivindicaciones territoriales con choques fronterizos, un discurso chovinista y expansionista, realiza contantes operaciones de chantaje y soborno a las camarillas de los países neocoloniales, tiene bases militares en el extranjero y es uno de los mayores inversores de capital del mundo, especialmente en los países africanos y latinoamericanos.
Los maoístas que en los 70 y actualmente intentan hacer una diferencia cualitativa entre Mao Zedong con Hua Kuo-feng y Deng Xiaoping, son elementos que plantean este sofisma porque se resisten a admitir que las políticas del segundo y tercero son herencia del primero, y si lo hiciesen, tendrían que denunciar por coherencia al primero como el culpable de toda la línea revisionista del Partido Comunista de China (PCCh) desde 1935. A veces los dirigentes de los partidos prochinos efectivamente no tenían ninguna intención de investigar y conocer la verdad sobre el alcance de los errores de Mao, pero otros sabían de estos hechos a ciencia cierta y del nexo entre Mao y los sucesores a su muerte, pero prefirieron ignorarlo, algo normal según su lógica, ya que haber reconocido que Mao era culpable de la línea revisionista del PCCh mientras ellos mismos habían girado en torno a esas teorías, hubiera supuesto reconocer que todo o la mayoría de la línea del partido de los últimos años estaba equivocada, y ya sabemos que los antimarxistas no son muy amigos de la autocrítica.
Pero la verdad es tozuda. Cualquiera que eche un vistazo a las teorías de Hua-Deng, podrá ver sin mucho esfuerzo que son las mismas teorías de su mentor Mao, para ello véase nuestro documento: «Hua Kuo-feng y Deng Xiaoping; adalides del legado del revisionismo chino» de 2014.
Aprovechando el fin de la Albania Socialista a inicios de los 90, Ludo Martens abanderó más tarde el eclecticismo creando en la Conferencia de Bruselas de 1995 la teoría de que los comunistas más allá de que hayan sido «procubanos», «proalbaneses», «prochinos», «prosoviéticos» debían juntarse en un solo partidos olvidando sus «antiguas divergencias antiguas»:
«Somos de la opinión que independientemente de la opinión que uno pueda tener sobre estas divisiones en un determinado momento de la historia, en la actualidad, existe la posibilidad de superar estas divisiones y unir los partidos marxistas-leninistas, tradicionalmente divididas a lo largo de partidos prosoviéticos, prochinos, proalbaneses, procubanos o independientes». (Partido del Trabajo de Bélgica; Proposición para la Unidad del Movimiento Internacional Comunista Parti du Travail Belgique (PTB), mayo de 1995)
Enver Hoxha adelantaba muchos años antes la intención de los revisionistas de realizar estas maniobras:
«Ya es sabido que el objetivo del revisionismo moderno es asegurar su unidad en la diversidad, para liquidar la unidad de los marxista-leninistas». (Enver Hoxha; Las manifestaciones de los partidos marxista-leninistas y la actitud de China; Reflexiones sobre China, Tomo II, 28 de abril de 1977)
Los revisionistas también aquí esgrimen: «¡Nosotros apoyamos la unidad de todos los partidos comunistas, de otro modo, haríamos el juego a la burguesía!».
Hay que tener siempre presente las palabras de Elena Ódena poco antes de fallecer en su escrito: «Sobre la táctica unitaria del partido» de 1985. Los marxista-leninistas entendemos la división del movimiento obrero como algo que «nace de la descomposición de las fuerzas de la izquierda y oportunistas», no por otras razones, y que por tanto «creemos que hoy, toda la cuestión de la unidad del pueblo pasa por un esclarecimiento que permita una mayor unidad». El que entienda esto, comprenderá fácilmente que, como se decía en el IIº Congreso del todavía revolucionario PCE (m-l) de 1977, hay que ser conscientes de que: «Revisionismo es también predicar la unidad con los revisionistas descarados», que «revisionismo es también no tener una práctica consecuentemente revolucionaria, por muchas frases marxista-leninistas que se pronuncien y por muchas poses revolucionarias que se quieran tomar».
Los revisionistas normalmente hablan de unidad y acercamientos con «otros grupos comunistas» –que son igual de oportunistas y no tienen intención de revaluar nada de su línea política–. Cada cierto tiempo realizan encuentros conjuntos, a veces se intercambian ciertos mensajes con dureza cuando discuten sobre sus desavenencias tácticas o entran en juego intereses personales, pero no suelen llegar a grandes acuerdos. En cambio, si uno pone atención, sí que llegan al mismo acuerdo en sus intervenciones: siempre se ponen de acuerdo en denigrar los principios marxistas.
¿Para qué sirven entonces los encuentros, debates y conferencias que los grupos revisionistas que anuncian como solución a los males del movimiento obrero? Desde luego no para poner fin a la falta de la unidad obrera porque nunca llegan ni llegaran al acuerdo pleno y a la unificación de todas las organizaciones bajo un acuerdo de principios. Existe y seguirá existiendo toda una ristra de siglas insignificantes en el mundo revisionista, eso por descontando. Estos encuentros públicos como ya dijimos en una ocasión, «sirven para darse a conocer y convencer a algún incauto que todavía no les conoce», sirven «para que vendan sus libros revisionistas y todo tipo de artículos de mercadotecnia del partido, intentando de paso equilibrar el precario estado de las cuentas financieras del partido» y por encima de todo para que los jefes de cada partido hagan su discurso y se puedan poner la medalla delante de su militancia de que «luchan por la causa», acordando un pacto de no agresión respecto al resto de partidos asistentes; para que los cabecillas amplíen entre bastidores sus alianzas y acuerden coordinarse en proyectos más ambiciosos».
Estos deseos piadosos de unidad en general y a cualquier precio nunca se han consumado ni se podrán consumar, no solamente porque los marxistas tengan contradicciones antagónicas con los revisionistas y su unidad sea imposible, sino porque entre los propios revisionistas tampoco es posible, pese a mantener contradicciones no antagónicas, no son capaces de establecer dentro de su esfera una línea clara, ya que sufren de un eclecticismo crónico, por tanto, los acuerdos a los que llegan son siempre escuetos y endebles, al poco tiempo surgen nuevas riñas y el mismo caos ideológico lo domina todo». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos políticos oportunistas del PCE (r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 2017)
Aprovechando el fin de la Albania Socialista a inicios de los 90, Ludo Martens abanderó más tarde el eclecticismo creando en la Conferencia de Bruselas de 1995 la teoría de que los comunistas más allá de que hayan sido «procubanos», «proalbaneses», «prochinos», «prosoviéticos» debían juntarse en un solo partidos olvidando sus «antiguas divergencias antiguas»:
«Somos de la opinión que independientemente de la opinión que uno pueda tener sobre estas divisiones en un determinado momento de la historia, en la actualidad, existe la posibilidad de superar estas divisiones y unir los partidos marxistas-leninistas, tradicionalmente divididas a lo largo de partidos prosoviéticos, prochinos, proalbaneses, procubanos o independientes». (Partido del Trabajo de Bélgica; Proposición para la Unidad del Movimiento Internacional Comunista Parti du Travail Belgique (PTB), mayo de 1995)
Enver Hoxha adelantaba muchos años antes la intención de los revisionistas de realizar estas maniobras:
«Ya es sabido que el objetivo del revisionismo moderno es asegurar su unidad en la diversidad, para liquidar la unidad de los marxista-leninistas». (Enver Hoxha; Las manifestaciones de los partidos marxista-leninistas y la actitud de China; Reflexiones sobre China, Tomo II, 28 de abril de 1977)
Los revisionistas también aquí esgrimen: «¡Nosotros apoyamos la unidad de todos los partidos comunistas, de otro modo, haríamos el juego a la burguesía!».
Hay que tener siempre presente las palabras de Elena Ódena poco antes de fallecer en su escrito: «Sobre la táctica unitaria del partido» de 1985. Los marxista-leninistas entendemos la división del movimiento obrero como algo que «nace de la descomposición de las fuerzas de la izquierda y oportunistas», no por otras razones, y que por tanto «creemos que hoy, toda la cuestión de la unidad del pueblo pasa por un esclarecimiento que permita una mayor unidad». El que entienda esto, comprenderá fácilmente que, como se decía en el IIº Congreso del todavía revolucionario PCE (m-l) de 1977, hay que ser conscientes de que: «Revisionismo es también predicar la unidad con los revisionistas descarados», que «revisionismo es también no tener una práctica consecuentemente revolucionaria, por muchas frases marxista-leninistas que se pronuncien y por muchas poses revolucionarias que se quieran tomar».
Los revisionistas normalmente hablan de unidad y acercamientos con «otros grupos comunistas» –que son igual de oportunistas y no tienen intención de revaluar nada de su línea política–. Cada cierto tiempo realizan encuentros conjuntos, a veces se intercambian ciertos mensajes con dureza cuando discuten sobre sus desavenencias tácticas o entran en juego intereses personales, pero no suelen llegar a grandes acuerdos. En cambio, si uno pone atención, sí que llegan al mismo acuerdo en sus intervenciones: siempre se ponen de acuerdo en denigrar los principios marxistas.
¿Para qué sirven entonces los encuentros, debates y conferencias que los grupos revisionistas que anuncian como solución a los males del movimiento obrero? Desde luego no para poner fin a la falta de la unidad obrera porque nunca llegan ni llegaran al acuerdo pleno y a la unificación de todas las organizaciones bajo un acuerdo de principios. Existe y seguirá existiendo toda una ristra de siglas insignificantes en el mundo revisionista, eso por descontando. Estos encuentros públicos como ya dijimos en una ocasión, «sirven para darse a conocer y convencer a algún incauto que todavía no les conoce», sirven «para que vendan sus libros revisionistas y todo tipo de artículos de mercadotecnia del partido, intentando de paso equilibrar el precario estado de las cuentas financieras del partido» y por encima de todo para que los jefes de cada partido hagan su discurso y se puedan poner la medalla delante de su militancia de que «luchan por la causa», acordando un pacto de no agresión respecto al resto de partidos asistentes; para que los cabecillas amplíen entre bastidores sus alianzas y acuerden coordinarse en proyectos más ambiciosos».
Estos deseos piadosos de unidad en general y a cualquier precio nunca se han consumado ni se podrán consumar, no solamente porque los marxistas tengan contradicciones antagónicas con los revisionistas y su unidad sea imposible, sino porque entre los propios revisionistas tampoco es posible, pese a mantener contradicciones no antagónicas, no son capaces de establecer dentro de su esfera una línea clara, ya que sufren de un eclecticismo crónico, por tanto, los acuerdos a los que llegan son siempre escuetos y endebles, al poco tiempo surgen nuevas riñas y el mismo caos ideológico lo domina todo». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos políticos oportunistas del PCE (r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 2017)
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