«El revisionismo soviético ha sido y continúa siendo la corriente más peligrosa del revisionismo moderno. Conserva más que ninguna otra variante revisionista las máscaras socialistas y la fraseología leninista a fin de encubrir la actual realidad capitalista en la Unión Soviética y su política exterior imperialista y agresiva. Es un revisionismo que ha usurpado el poder en un Estado que representa una gran potencia y que cuenta con grandes medios y posibilidades de ejercer su influencia en el mundo, de actuar en numerosas direcciones y en grandes proporciones.
Al igual que las demás corrientes revisionistas, el revisionismo jruschovista tiene su propio proceso de nacimiento y desarrollo, hasta llegar a la forma actual de un completo revisionismo, que deforma todas las cuestiones de la teoría marxista y de la práctica socialista. En tanto que fenómeno social, el revisionismo jruschovista tiene también sus raíces y causas ideológicas, sociales e históricas.
El Partido del Trabajo de Albania ha hecho un profundo análisis marxista de estas causas. Sobre la base de este análisis ha extraído conclusiones y ha adoptado una serie de medidas para cerrar el paso al surgimiento de tal fenómeno regresivo en nuestro país. Pero debemos profundizar continuamente en este problema a fin de que el revisionismo no pase jamás en Albania.
Desde el comienzo el grupo de Jruschov se planteó como objetivo principal liquidar la dictadura del proletariado, minar las bases de la sociedad socialista, introducir a la Unión Soviética en el camino capitalista y transformarla en una superpotencia imperialista. Ahora todos somos testigos de esta profunda transformación contrarrevolucionaria que se ha producido en la Unión Soviética. Solo la burguesía y el imperialismo la presentan como un país comunista. Al presentar a la Unión Soviética capitalista de hoy como un país socialista, pretenden desacreditar al marxismo-leninismo y al verdadero socialismo.
El revisionismo jruschovista es la ideología y la política del capitalismo de Estado que domina toda la vida del país. El retroceso de la Unión Soviética al capitalismo no podía sino tener sus propias peculiaridades y el régimen capitalista no podía sino asumir allí formas específicas. Estas peculiaridades y formas son determinadas por el hecho de que el capitalismo fue restaurado allí como consecuencia del derrocamiento del socialismo, como un proceso regresivo, diferente al del capitalismo de tipo clásico que llega tras el derrocamiento del régimen feudal, como un proceso progresivo.
La peculiaridad fundamental de esta clase de capitalismo es que se mantienen en el numerosas formas socialistas de propiedad, de organización y dirección, pero su contenido ha cambiado radicalmente. Los medios de producción en la Unión Soviética son hoy en realidad propiedad capitalista estatal o colectiva, porque son utilizados en interés de la nueva clase burguesa que detenta el poder, por ser precisamente esta clase la que se apropia del trabajo de los obreros y los campesinos.
Las antiguas leyes, tradiciones y prácticas fueron sustituidas por otras nuevas, que dejan las manos libres a la burocracia del Estado y del partido para expresar e imponer sin trabas su propia voluntad. Las nuevas competencias que ella adquirió sobre la base de las reformas económicas, fueron aprovechadas para garantizar y ampliar los ingresos y los privilegios de las diversas castas dirigentes, para conservar el poder y defenderse del descontento y las revueltas de la clase obrera y del resto de las masas trabajadoras.
Es cierto que se mantuvo la propiedad estatal y las fábricas no fueron distribuidas a propietarios privados; los koljóses continuaron siendo explotaciones colectivas comunes y los bancos no fueron entregados a los accionistas, pero lo que cambió fue la distribución del producto social, su destinación. A pesar de que se dice que se aplica el principio de la remuneración según el trabajo, los diferentes grupos de la nueva burguesía se apoderan en realidad de la plusvalía creada por los obreros y los campesinos. Toda esta rapiña es presentada como una especie de estímulo material para alentar la actividad productiva, el trabajo científico y la creatividad artística. etc. En realidad es una explotación típicamente capitalista.
Para abrir el camino a la restauración del capitalismo, los revisionistas jruschovistas golpearon las tesis fundamentales de la teoría marxista-leninista sobre la producción de mercancías y la acción de la ley del valor en el socialismo. Identificaron en la teoría y en la práctica la producción socialista de mercancías con la producción capitalista. Sobre esta base reformaron todo el mecanismo económico. Gradualmente las empresas económicas y también un considerable número de instituciones alcanzaron una mayor independencia respecto a los planes del Estado. A los dirigentes de las empresas y de las diversas instituciones se les concedieron grandes derechos y poder para dirigir y manipular la producción y la distribución, para contratar y despedir obreros, repartir los beneficios, etc. Se limitó la financiación estatal centralizada a las empresas existentes y se fue ampliando gradualmente la práctica de la autofinanciación y la utilización de créditos.
Los revisionistas soviéticos pretenden que su economía está dirigida y se desarrolla sobre la base de planes elaborados según el principio del centralismo democrático. Pero, el plan del Estado, como lo conciben en teoría y lo aplican en la práctica, no es ni puede ser de ningún modo el plan de una economía verdaderamente socialista. En la Unión Soviética conviven el centralismo burocrático de tipo monopolista y el amplio liberalismo económico en la base. Se ofrece la imagen de una dirección planificada de la economía, mientras en la práctica tienen campo libre de acción las leyes y las categorías económicas del modo capitalista de producción.
El consumo parasitario ha adquirido proporciones sin precedentes. La proporción entre la remuneración de los obreros y los administradores burócratas y tecnócratas de la producción, sobre la base del sueldo nominal, es de 1 : 10, pero con los ingresos a título de distribución de los beneficios, las múltiples recompensas, los innumerables privilegios, etc., esta proporción se agranda mucho más. Resulta difícil distinguir estas diferencias salariales y del modo de vida de las que existen entre los administradores burgueses y los obreros de los países de Occidente.
En unas condiciones en las que el salario por el valor de la fuerza de trabajo está formado en un 35-40 por ciento por la distribución de los beneficios y de manera descentralizada, en que las normas de trabajo no son únicas y se aplican igualmente de manera descentralizada, en que el estímulo material en beneficio de la nueva burguesía tiene prioridad absoluta y en que la inflación, particularmente como resultado de la militarización de la economía, que absorbe 1/3 de los ingresos nacionales, crece constantemente, la sociedad en esencia ha perdido el verdadero control sobre la medida del trabajo y del consumo, que constituyen dos llaves fundamentales para una economía socialista.
Todo esto y una serie de medidas de carácter capitalista, que fueron pregonadas como desarrollo creador de la teoría y la práctica económica marxista-leninista, tenían por objetivo desmantelar las bases de la economía socialista y lo consiguieron.
Las consecuencias de esta línea se observan en la vida diaria del pueblo soviético. En el mercado existe carencia de artículos de primera necesidad, han aumentado la inflación, el desempleo, la fluctuación de la fuerza de trabajo, se registran alzas declaradas y no declaradas de los precios de los diversos productos. Se ha ampliado el sector privado de la economía, se ha abierto las puertas al capital monopolista extranjero, florecen el mercado negro, la especulación, los abusos, el soborno y los fraudes.
La realidad soviética de hoy confirma que el proceso no avanza hacia la «desaparición de las diferencias de clase» ni hacia la «creación de una nueva unidad social», como propagan los revisionistas jruschovista-brezhnevistas, sino hacia una profunda diferenciación social entre la nueva clase burguesa, integrada por la capa de burócratas y tecnócratas, y las amplias masas trabajadoras, que están en la situación de una fuerza simplemente productiva. El foso que los separa se profundiza continuamente a medida que aumenta el grado de explotación de los trabajadores y crecen los beneficios de la burguesía. Esta situación ha creado toda una ideología y una política que justifican y defienden este nuevo sistema de explotación capitalista.
El poder de los soviets ha dejado de ser de los soviets, de los obreros y los campesinos. Se ha desprendido de ellos y ha llegado a ser como una fuerza independiente y extraña a ellos. Incluso desde el punto de vista formal los revisionistas jruschovistas han proclamado la liquidación de la dictadura del proletariado. Le han puesto al Estado el nombre de todo el pueblo para ocultar el hecho de que ya no es del pueblo, sino una dictadura de la nueva burguesía soviética. Su carácter capitalista se percibe claramente en toda la política interior y exterior que practica, al servicio de los intereses de la clase burguesa en el poder. El Estado soviético, que tiene en sus manos los principales medios de producción y dirige toda la economía, se ha transformado en representante y defensor de los intereses de la clase dominante.
Los revisionistas soviéticos, a fin de conservar su máscara socialista y «demostrar» que la Unión Soviética es un país socialista, dicen que allí existe un solo partido, que es un partido comunista y que su función dirigente ha sido sancionada en la Constitución. El hecho de que exista un único partido dirigente y de que sea reconocido por la ley su poder exclusivo, no le hace comunista. Son muchos los países burgueses en los que existe un solo partido dominante. El carácter de un partido político no lo determina su posición en el Estado. El carácter de un partido lo determina ante todo la clase a que pertenece y a quien sirve, la ideología por la que se orienta y la política que practica.
El Partido Comunista de la Unión Soviética es actualmente el representante directo de la clase burguesa en el poder, ejerce el poder en su nombre, sirve al desarrollo y fortalecimiento del régimen capitalista restaurado. No tiene de comunista más que el nombre. El que mantenga el nombre de comunista y utilice unas cuantas frases marxistas y consignas socialistas es algo hipócrita y puramente demagógico. Esto forma parte de esa propaganda fraudulenta que pretende mantener a las masas en la oscuridad y hacerles creer que viven en el socialismo y no en una sociedad capitalista, opresora y explotadora. Por tradición, para enmascararse o simplemente por inercia, a muchos partidos les ha quedado el apelativo de «demócrata», «popular», «socialista», etc., mientras que de hecho son típicamente burgueses y reaccionarios.
La política revisionista y capitalista que se aplica en la Unión Soviética ha resucitado los viejos demonios del imperio zarista, como la opresión nacional, el antisemitismo, el racismo eslavo, el misticismo religioso ortodoxo, el culto a las castas militares, al aristocratismo de la intelectualidad, al «chinovnismo» [Del ruso «chinovnik» que se traduce como funcionario – Nota], burocrático, etc. Las teorías de los revisionistas soviéticos sobre la supuesta creación de una «nueva comunidad histórica», del «pueblo soviético único», han sido inventadas precisamente para ocultar esta realidad llena de profundas contradicciones sociales, nacionales y de clase. Quien domina hoy en la Unión Soviética es la fuerza del ejército soviético. La militarización forzada de la vida del país, el agobiante peso de los gastos militares, que han alcanzado cifras astronómicas y estremecen cada vez más la economía soviética, deforman su desarrollo, empobrecen al pueblo.
La restauración del capitalismo en el interior del país no podía sino conducir también a un cambio radical en la esfera de las relaciones internacionales y en la política exterior del partido comunista y del Estado soviéticos. El revisionismo jruschovista se fue transformando gradualmente en la ideología y la política de una nueva superpotencia imperialista que justifica y defiende el expansionismo, la agresión y las guerras para establecer la dominación mundial. Son engendro de esta ideología y esta política las nefastas teorías de la «soberanía limitada», la «división internacional del trabajo», la «integración económica, política y militar» de los países de la llamada comunidad socialista, a los que han atado de pies y manos y transformado en países vasallos. En el XXVIº Congreso del PCUS de 1981, Leonid Brézhnev calificó estas relaciones de «relaciones entre los pueblos», para borrar así toda identidad nacional y estatal.
Con el fin de alcanzar sus objetivos expansionistas y neocolonialistas, el socialimperialismo soviético ha inventado una teoría, según la cual ningún país puede liberarse y defenderse del imperialismo ni desarrollarse de manera independiente sin la ayuda y la tutela soviética. Especula con la consigna de la «ayuda internacionalista» para desatar agresiones y saquear las riquezas de los demás países.
Toda la política exterior expansionista, hegemonista y agresiva de la Unión Soviética socialimperialista constituye otra prueba, otro testimonio de que el régimen soviético es un régimen capitalista, porque sólo un régimen así puede practicar tal política en la arena internacional. Como afirmaba Lenin, la política exterior es la prolongación de la política interior y las dos juntas la expresión concentrada de las relaciones económicas existentes en un país. Las máscaras socialistas y comunistas que aún pretenden conservar los revisionistas soviéticos, se van cayendo ante su realidad capitalista y ante la política socialimperialista que aplican.
Cuánto tiempo continuará haciendo efecto el gran engaño del pueblo soviético que cree vivir en el socialismo, hasta cuándo la clase obrera soviética continuará viviendo de ilusiones, eso depende de muchos factores, internos y externos. Los acontecimientos de Polonia son significativos respecto a las situaciones que esperan a los países dominados por el revisionismo jruschovista. El hecho es que en ese país ha estallado el conflicto de clase entre los trabajadores y la clase burguesa en el poder, representada por el partido revisionista. Independientemente de cómo fue manipulada por las fuerzas de derecha, la revuelta de la clase obrera polaca pone de manifiesto en esencia que ésta tomó conciencia de su situación como clase oprimida y explotada, que el poder existente en Polonia está en manos de una clase antagónica respecto a ella, que el socialismo ha sido traicionado. ¿A quién le llegará el turno después de Polonia? Los procesos de diferenciación de clase hierven en todos los países revisionistas. Los conflictos de clase aumentan con rapidez. Ni siquiera la Unión Soviética es aquí una excepción, a pesar de que en la imagen externa parezca el más estable de ellos. Las llagas que ha abierto la restauración del capitalismo, sólo podrán curarse con el derrocamiento del revisionismo y la restauración del socialismo». (Enver Hoxha; La lucha contra el revisionismo, y el movimiento revolucionario y de liberación en la etapa actual; VIº capítulo del Informe en el VIIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1981)
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