Kim Jong Il y Kim Jong-un |
«¿Qué
burgués no aceptaría este tipo de «socialismo»? ¿Qué burguesía internacional no
promovería este pseudosocialismo como arma de contención contra el verdadero marxismo-leninismo
de su país?
Los
revisionistas chinos ya hicieron propaganda de que su burguesía nacional estaba
contenta de su socialismo, así hablaba un burgués preocupado de la
«transformación socialista» de su fábrica de harina:
«Por supuesto, yo estaba muy preocupado
en ese momento acerca de cómo el partido comunista nos trataría. Sin embargo,
el gobierno popular me invitó a participar en varias reuniones inmediatamente
después de la liberación de Beijing, y más tarde, me nombraron secretario general
del órgano que preparaba la creación de la comisión de la Conferencia
Consultiva Política del Pueblo Chino en Beijing. Me di cuenta de que sólo
mediante la aceptación de la transformación socialista podría haber un futuro
brillante para mí. Cuando mi empresa de harina se convirtió en una empresa
conjunta estatal-privada en 1954, me adjudicaron un puesto de liderazgo en mi
empresa. Además del interés fijo, he recibido una paga relativamente alta. Fui
elegido además, miembro del Gobierno Municipal Popular en 1957». (Pekín
Informa; Vol.10, Noº34, 18 de julio de 1967)
Un
ejemplo más para que veamos que no es casualidad que en el «socialismo»
revisionista, donde insertan en el nuevo régimen a la burguesía en empresas
estatales, cooperativas, privadas o estatal-privadas sin tocar un ápice su
poder, la burguesía nacional lejos de desaparecer crece y con ello también su
poder económico y político:
«Liu Tsing-kee, un miembro del Congreso
de Shanghái y del Congreso Nacional del Pueblo, es un magnate textil, sus activos
han incluido a cinco grandes fábricas -ahora en propiedad conjunta con el
Estado-, las cuales emplean a unas 11.000 personas, los pagos de intereses
personales tienen un valor de unos 400.000 dólares anuales, y un salario
mensual de 300 dólares. Los activos totales de su familia, incluyendo las
propiedades inmobiliarias, se han valorado en 16 millones de dólares. Mr. Liu
heredó gran parte de la fortuna de su padre hace varios años, y pese a que
desde hace tiempo es un capitalista, no ha recibido ningún estigma social por
ello. Su fabulosa casa está llena de muchas antigüedades de trescientos años de
edad, algunas tan antiguas incluso como para tener seiscientos años encima. Él
tiene a su cargo a cuatro funcionarios y tiene un sedán Humber con chófer. Otro
señor Liu, que tiene negocios con el del partido, recibe $ 320.000 en intereses
anualmente y ha ocupado varios puestos clave del Estado». (B. Richman; La
sociedad industrial en la China comunista, 1969)
En
el caso norcoreano ocurre lo mismo:
«La política de nuestro partido y
gobierno de nuestra República hacia los comerciantes y fabricantes privados
está siendo apreciada por la gente que no es comunista. Muchos visitantes que
vienen a nuestro país, provenientes de países capitalistas dicen que ellos apoyan
y aprueban el socialismo en Corea». (Kim Il Sung; Los comerciantes y
fabricantes coreanos en Japón deben hacer una fuerte contribución al trabajo
patriótico de su Patria y nación: Conversación con el segundo grupo de
comerciantes y fabricantes coreanos de Japón que visitan la Patria, 1973)
Como
Iósif Stalin declaró, los genuinos marxista-leninistas no apostamos por hacer
la revolución para construir este tipo de «socialismo» que proclaman los
oportunistas:
«He ahí a qué estupideces lleva la teoría
de Bujarin. Los capitalistas de la ciudad y del campo, los kulaks y los
concesionarios, integrándose en el socialismo: hasta esa estupidez ha llegado
Bujarin. No, camaradas, no es ése el «socialismo» que nosotros necesitamos. Que
se quede con él Bujarin. Hasta ahora, los marxistas-leninistas habíamos pensado
que entre los capitalistas de la ciudad y del campo, de una parte, y, de otra
parte, la clase obrera, existe un antagonismo irreconciliable de intereses. En
ello, precisamente, descansa la teoría marxista de la lucha de clases. Pero
ahora, según la teoría de Bujarin acerca de la integración pacífica de los
capitalistas en el socialismo, todo esto se trastrueca, desaparece el
antagonismo irreconciliable entre los intereses de clase de los explotadores y
de los explotados, y los explotadores se integran en el socialismo». (Iósif
Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Sobre
la desviación derechista en el Partido Comunista (bolchevique) de la Unión
Soviética, 1929)
Iósif
Stalin respondió a todos los bujarinistas, que presuponían que las teorías de
Bujarin implicaban la dictadura del proletariado y la lucha de clases, algo del
todo imposible con sus teorizaciones conciliadoras.
Esta
teoría de la «integración» de las clases explotadoras en el «socialismo» sin la
eliminación de su poder económico, sería proclamado por los revisionistas
coreanos liderados por Kim Il Sung, como un increíble avance en la teoría del
marxismo! ¡Casualmente, los revisionistas chinos también se habían adjudicado
el mismo descubrimiento!:
«En un Estado que tomó el poder político
bajo las condiciones históricas y sociales concretas, el establecimiento del
principio por el cual los capitalistas podían ser transformados para aceptar y
seguir el socialismo, es otra brillante contribución del camarada Mao Zedong
para el baúl del tesoro del marxismo-leninismo. Esta teoría nunca apareció en
ningún otro clásico del marxismo-leninismo, y ningún otro país del mundo ha
atravesado este tipo de experiencia. En la Unión Soviética y en el resto de las
democracias populares fueron usados métodos forzados y violentos para hacer
desaparecer a la burguesía como clase. Pero, bajo las condiciones de China, el
mismo camino de eliminación de la burguesía puede ser conseguido a través de la
transformación pacífica». (Shu Wei-kuang; El paso gradual en el periodo de
transición chino, 1955. Citado en la obra de Arthur A. Cohen: El comunismo de
Mao Zedong, 1964)
Con
todo raciocinio Enver Hoxha describiría y fustigaría de esta forma las
teorizaciones de Mao Zedong que guiaba a los revisionistas chinos:
«Este crítico de Stalin, está por la
integración de la burguesía y los kulaks en el socialismo, es un nuevo Bujarin,
camuflado con fórmulas pretendidamente marxistas». (Enver Hoxha; La estrategia
china sufre fracasos: Reflexiones sobre China, Tomo II, 31 de diciembre de
1976)
Mirando
las declaraciones Shu Wei-kuang. Estas citas no dice nada cuerdo, resulta que
ni siquiera la afirmación de la presunta «brillante contribución»: o sea tal
estupidez, tal ilusión reformista, de que la burguesía se ofrezca a perder su
carácter de clase privilegiada tiene veracidad, ya que antes que Mao Zedong o
Kim Il Sung, los Bernstein, Browder, Tito, o el propio Bujarin como hemos visto
y un sin fin de oportunistas habían planteado tal teoría bajo una falsa bandera
marxista, pero para mal de todos ellos el marxismo-leninismo y sus figuras
ilustres siempre refutaron estos groseros sofismas, ya que todos ellos siempre
han declarado que:
«En la historia no se ha dado jamás el
caso de que las clases moribundas se retirasen voluntariamente de la escena. No
se ha dado jamás en la historia el caso de que la burguesía agonizante no
apelase a sus últimas fuerzas para defender su existencia». (Iósif
Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Sobre
la desviación derechista en el Partido Comunista (bolchevique) de la Unión
Soviética, 1929)
No
solo Stalin combatió durante años contra las teorías de bujarinistas o
titoistas, sino que Lenin combatió durante décadas las teorías de los
«demócratas pequeño burgueses» y «pseudosocialistas» sobre la posibilidad de la
«sumisión pacífica» de las clases explotadoras:
«Los demócratas pequeñoburgueses, estos
pseudosocialistas que han sustituido la lucha de clases por sueños sobre la
armonía de las clases, se han imaginado la transformación socialista también de
un modo soñador, no como el derrocamiento de la dominación de la clase
explotadora, sino como la sumisión pacífica de la minoría a la mayoría, que
habrá adquirido conciencia de su misión. Esta utopía pequeñoburguesa, que va
inseparablemente unida al reconocimiento de un Estado situado por encima de las
clases». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El
Estado y la revolución, 1917) (Equipo de Bitácora (M-L); El revisionismo coreano: desde sus raíces maoístas hasta la institucionalización del «Pensamiento Juche», 2015)
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