«Ser ingeniero de almas quiere decir tener las plantas firmemente apoyadas en el suelo de la vida real. Y significa, a la vez, romper con el romanticismo a la antigua, con el romanticismo que representante de una vida inexistente y personajes inexistentes, que llevaba al lector a evadirse de las contradicciones y del dogal de la vida, lanzándolo al mundo quimérico, a un mundo de utopía. A nuestra literatura, que tiene los pies plantados sobre sólidos cimientos materialistas, no puede ser ajeno el romanticismo; pero es un romanticismo de tipo nuevo: el romanticismo revolucionario. Decimos que el realismo socialista es el método fundamental de la literatura y de la crítica literaria soviéticas, pero supone que el romanticismo revolucionario debe integrar la creación literaria como una de sus partes constitutivas, porque toda la vida nuestro Partido, toda la vida de la clase obrera y su combate consiste en unir el trabajo práctico más severo, más razonado, al heroísmo a las perspectivas grandiosas. Nuestro Partido ha sido siempre fuerte porque unió y une el espíritu práctico más riguroso a las perspectivas más amplias, a la marcha continua hacia el futuro, a la lucha por construcción de la sociedad comunista. La literatura soviética debe saber representar a nuestros héroes, debe saber mirar hacia nuestros mañanas. Y esto no es entregarse a la utopía, porque nuestros mañanas se preparan desde hoy por un trabajo consciente y metódico». (Andréi Zhdánov; Sobre la literatura; Discurso pronunciado en el Primer Congreso de Escritores Soviéticos, el 17 de agosto de 1934)
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