«La concepción maoísta de las relaciones entre la teoría y la práctica consiste en un pragmatismo plano. Detrás del culto a la «práctica» se esconde de hecho, la incomprensión de la posición materialista del marxismo-leninismo sobre esta cuestión. El maoísmo es incapaz de concebir la teoría como la generalización científica de la multitud de los hechos económicos, sociales y políticos, etc., que libra la vida en todos los dominios, donde ella confirma o invalida a cambio las tesis y las concepciones, para su desarrollo ulterior y la acción que se puede tomar para la transformación. Si los hechos son la base de toda teoría, ésta es científica sólo en la medida que se eleva a la generalización y la abstracción, donde se separa del aspecto singular, particular y contingente, inherente de los hechos, para comprender la universalidad. La teoría es entonces, y sólo entonces, guía verdaderamente la acción revolucionaria, por su rectitud y su alcance, porque ésta se vuelve entonces capaz de guiar la puesta en ejecución de los medios que permiten influir en los factores determinantes –en Francia actualmente y estratégicamente los factores subjetivos de la revolución–, para hacer posible la maduración de las condiciones de la revolución y la victoria de esta última. Sin base teórica, sin concepciones teóricas, sin visión estratégica y táctica, no sólo la práctica es ciega, sino que a pesar de que tenga algún contenido positivo, las contribuciones que se entregan ineluctablemente a la teoría –por la acumulación de experiencias directas a gran escala– no pueden ser a su vez generalizadas ni ser utilizadas para rectificar o enriquecer ni la teoría ni la práctica. Por lo tanto, fuera del movimiento obrero, el movimiento maoísta se confina a un menú practicista y mantiene la ignorancia en cuanto a los métodos y el papel esencial del trabajo teórico comunista». (L’emancipation; La demarcación entre marxismo-leninismo y oportunismo, 1979)
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